SOY DEL 5º REGIMIENTO Juan Modesto Guilloto INDICE PROLOGO SOY DE 5º REGIMIENTO CAPITULO I De 1928 a 1936 Mis primeros pasos en el movimiento obrero En Madrid Peligro reaccionario y fascista La UME y la UMRA Al servicio del pueblo Antesala del 18 de julio CAPITULO II La sublevación militar fascista Los días de julio en Madrid Las dos Españas Madrid en el plan de la sublevación CAPITULO III La Sierra y su importancia Los primeros combates de la Sierra Prosiguen los combates en la Sierra El mes de agosto en la Sierra Algunas enseñanzas de los combates en la Sierra CAPITULO IV Cambios en la situación estratégica Situación particular al Oeste de Madrid Entre Talavera y Santa Olalla La Comandacía del Quinto Regimiento De misión por el Quinto CAPITULO V Octubre, mes crucial Combates en los accesos de Madrid Del hospital a Madrid, pasando por Albacete En la 4ª división Operaciones fascistas de cerco desmontadas CAPITULO VI Cuando Miaja dice a Pozas: ¡Tú! no yo, y Pozas le responde: Yo no, ¡tú! Informe a mis jefes El Jarama en llamas La batalla de Guadalajara Disolución del Quinto y organización del Ejército del Centro En el V y en el II Cuerpos CAPITULO VII El por qué de Brunete En el vértice Santa Ana Identidad en la concepción y diferencias en la ejecución La dinámica de la ofensiva Sigue la ofensiva Últimos días de la ofensiva CAPITULO VIII En Aragón Un raid instructivo Preparando la operación Entre 5° y V: Quinto Orden anulada Asalto a Belchite Lucha por la iniciativa CAPITULO IX Visita
a Teruel Misión para Teruel Orden incumplida Los últimos
días de la segunda fase de la batalla de Teruel CAPITULO X En nuevos lugares Ocurrió así Poca gente y escasos medios Cuadro desolador Además del Sur; el Norte. Al Sur del Ebro, pensando en el Norte CAPITULO XI Organizando el Ejército del Ebro La operación Balaguer ¿Dónde? ¿Por qué? En misión especial. Amenaza en Levante Espera optimista CAPITULO XII Hacia el paso "Hemos pasado el Ebro" Alto en Levante CAPITULO XIII Paso a la defensiva Lección de heroísmo en los Altos de los Auts “Sierra Pandols va siendo..." "Contraataques muy rabiosos" Resistir, resistir Cuando uno del Ebro vale por ciento CAPITULO XIV Un día inolvidable Nacieron así Los voluntarios soviéticos En vísperas de nuevos combates Hacia la otra orilla Ebro famoso CAPITULO XV Unas horas en Barcelona Vísperas de Navidad Navidades en Cataluña Cuando el "sí" de Miaja equivale al "no" Ante Barcelona Celestino de Morata Barcelona no se defendió CAPITULO XVI Hacia Madrid pasando por Perpiñán Compás de espera Coyuntura perdida Los complotadores enseñan la oreja La Junta de Casado "El traidor no es menester..." El Partido del pueblo PROLOGO El
autor de este libro, Juan Modesto, es una figura legendaria de la
guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el
fascismo. A través de sus páginas aparece, primero, el
militante obrero, su ingreso en el Partido. Comunista, su presencia en
la organización de las Milicias Antisfascistas; luego, episodios
inolvidables de la heroica resistencia española al fascismo. En "Estampas de mi infancia", Juan Modesto ha trazado esta semblanza autobiográfica: Hijo
y nieto de obreros por los cuatro costados, nací el 24 de
septiembre de 1906 en una de las pequeñas ciudades
marineras más bellas de la Tierra, el Puerto de Santa
María, creada por el capitán Menesteo de los Tercios de
Roma, cuyo nombre fue el primero que ostentó mi pueblo, como las
que hay tantas arrulladas por el Mar y el perfume de los salitres
marinos en todo el mundo, pero señaladamente en el inmenso
Atlántico. Es
también mi Puerto marinero, ciudad industrial y campesina. Su
industria en el correr del tiempo se monta sobre los dones de la
campiña y del Mar que no se entregan de balde, más el
ingenio y el esfuerzo laborioso de mis paisanos, habiendo sido durante
decenios del siglo pasado y comienzos de éste polo de atracci6n
de emigraci6n de carácter laborioso de las provincias
norteñas de mi patria, y de otras extranjeras, ya no laboriosas,
oriundas de países más desarrollados, que dan esa
geografía de nombres extraños. El campo produce de todo
aquello que define a España en el mundo, mientras que el Mar es
vicioso en especies variadísimas de pescados, algunos de los
cuales sólo se dan en el cacho de Mar al que mis paisanos, las
gentes de todos los puertos, definimos con la frase "a la vista de
Cádiz". No
he conocido en toda mi larga vida padres más buenos que los
míos ni rincón marinero como mi Puerto. Y, sin
embargo, he conocido hombres y mujeres estupendísimos a los
que rindo homenaje, y he visitado y visto poblaciones y sitios
inolvidables, muchos de los cuales, de no ser yo del Puerto, los
hubiera elegido para nacer y para morir. Fui
el mayor de los 8 hijos de mis padres: él, Benito Guilloto Vaca,
de profesión arrumbador, y ella, Milagros León
Obregón, de profesión costurera. De los 8 sólo
cuatro cruzamos la barra de la vida. Los otros tres son José,
Luis y Carmen. No conocí a mis abuelos Juan y Carmen por parte
de padre, ni a mi abuelo materno José, que murió teniendo
yo un año. Su muerte, por ser mi madre la mayor de sus 7
hermanos, llevó a casa de mis padres a mi inolvidable abuela Aba
y a sus otros siete hijos. Todos ellos, según su edad, fueron un
poco como hermanos mayores míos, el hijo de su "chacha"
Milagros, como cariñosamente llamaban a mi madre a la que amaban
entrañablemente. A todos mis tíos obreros, los recuerdo
con amor. Con
ellos y su gente, muchas veces sobre sus hombros, por ser bien
pequeño, descubrí y "anduve" o "navegué" el mundo
circundante en Tierra y en la Mar. De ellos, de mis queridos
tíos y sus amigos recibí las primeras lecciones de
hombría. Vitoros y toreros, marisqué, aprendí a
nadar y fui de caza; "compramos" melones y sandías para
refrescarnos y regalamos en el estío, después de
días de Playa o de costa estupendos y baños de Mar
inacabables, ya en la briosa playa de Fuenterrabía, ya en la
dulce y extensísima de la Puntiya, ya en la barra movida o en el
peligroso bajo, ya en la Playa natural de Valdelagrana en la otra
banda. Mis escuelas Mi
vida escolar transcurre entre los cinco y los once años. Mi
primer maestro fue mi padre. El me enseñó las primeras
letras. Luego, hasta mis ocho años, lo primero que hacía
al "llegar a casa era tomarme la lección. "El saber no ocupa
lugar", era el latiguillo que empleaba mi padre sin sospechar que S1l
frase es todo un compendio pedagógico. Mi
entrada en la escuela a la que fui con gusto, amplió mi mundo.
Situada en un edificio de la fachada Norte, que cierra una
amplísima zona en las afueras NO de la ciudad, entre el casco
urbano y las huertas; zona cubierta de árboles en los que
predominaban las acacias y las moreras, en uno de cuyos extremos se
alza la famosa Plaza de Toros, era un oasis. Después de la
jornada escolar nos deteníamos en este hermoso sitio,
arranchándonos según la edad y la afición al grupo
que se formaba en torno al juego predilecto de cada uno. Igualmente
que en las horas de asueto me entregaba con pasión a todos los
juegos, me entregaba al estudio en las clases. Mi maestro, Don
Baldomero Sánchez Rosso ganó mi corazón de
niño. Durante
las vacaciones y algunas tardes, desarrollo mis conocimientos de este
planeta tomando contacto físico con nuevos espacios. Con mis
amigos descubro el "cañillo del Molino", que de un embite
cruzábamos de orilla a orilla, y sus riquísimos camarones
y las suculentas coquinas; con ellos descubro el legendario Castillo de
San Marcos, que "exploramos", sito en la Plaza del Carbón (hoy
llamada plaza de San Marcos), de cuyas murallas des atracaron las naves
del gran marino genovés, Cristóbal Colón, en su
segundo viaje al Nuevo Mundo, como inscribía una lápida
recordatoria del hecho en sus viejos muros. Tuve
que esperar a septiembre, ya que cumplía los 9 años (edad
mínima exigida) el día 24. Fue benévolo el
Tribunal conmigo dispensándome los días que me faltaban,'
me 'aceptaron al examen y aprobé. Con esto puse el sello a lo
que llamo con alegría la escuela de mis amores. En
el Puerto mi maestro me arregló los papeles para entrar como
externo a hacer el bachillerato en el Colegio de San Luis Gonzaga en el
que Don Baldomero daba clase de matemáticas. Ya me había
fijado mi rumbo. M e proponía hacer el bachiller y, una vez
terminado, estudiar las disciplinas complementarias, la principal
náutica, para hacerme piloto de barco, embarcarme y navegar. Esa
era, como ocurre con casi todos los chicos de los puertos, la mayor
ilusión de mi vida infantil y escolar: hacerme piloto de barco.
Sin embargo, mi voluntad, mis ilusiones se truncaron en flor. N o pude
seguir el bachillerato, viéndome obligado a colgar los libros en
1917, hacia la mitad del segundo año de estudio antes de cumplir
los 11. En
el colegio de los jesuitas existían tres clases de alumnos: los
internos que eran un mundo aparte, los mediopensionistas, que eran
medio mundo y nosotros los externos. Los de mi curso que recuerdo se
apellidaban: Armenta, Palanca, Valero, Cantillo, Pozo y seis erres.
Otros externos de algunos cursos superiores, recuerdo a los hermanos
Alberti, de estos, Rafael, mi querido paisano y amigo, es al
único que he tratado antes en Madrid y luego lo he encontrado en
otros sitios en nuestro peregrinaje patriótico y antifranquista
por el mundo. El Gran Alberti, ha tenido la iniciativa de publicar un
libro de memorias, la "Arboleda perdida", en el que describe con el arte que le es propio este período. Me
ahogaba en el Colegio, no obstante lo espacioso de sus instalaciones.
Me sentía en un mundo feo y triste comparado con mi mundo
anterior e interior. Ese ambiente, las pesadas ceremonias religiosas a
que debíamos asistir, el desencanto de que todo lo que se
presenta como divino, incluso lo que se dice sagrado, es obra de los
humanos mayores y niños, como veo y palpo: el ayudar a misa que
hacíamos obligatoriamente por turno todos, me dejó tan
ahito, que desde que salí del Colegio nunca más
frecuenté la Iglesia ni asistí a ningún acto
religioso. Sin desgarraduras ni fanfarronería, a los 11
años me hice indiferente. A
mi salida del Colegio, después de recorrer varios sitios
trabajando como chiquillo, la bodega de Edmundo Grant, las farmacias
Lucuiz y de Agapito Ruiz y ser botones unas semanas en el Casino
Portuense, a los trece años entré a trabajar en la
Aserradora Mecánica de Jiménez y Pastor, eligiendo ya ese
oficio. Por mi desarrollo físico fui oficial en mi
profesión muy joven. Hice huelgas, todas. Y en las temporadas de
paro por represalias trabajé como obrero portuario en los
muelles. Mi
vida de los 13 a los 21 años fue extraordinariamente rica e
intensa. En la primera guerra mundial y en la guerra civil en Rusia nos
declaramos los chavales de mi pandilla antigermanófilos y
antifrancófilos, alzando la bandera por el país ignoto,
atrayente, monumental y misterioso: Rusia. Los nombres de Lenin,
Kámenev, Gorki, y sobre todo los de Vorochílov y
Budionny, eran astros lucientes en nuestros firmamentos infantiles. En
el cruce de caminos entre los primeros años de trabajo y la
salida de la escuela recibí de los míos lecciones de
hombría inolvidables que no describo porque no aparezcan ni
ellos ni yo como fanfarrones. Todas ellas eran réplica a las
injusticias sociales y a tenérselas firme ante guardias civiles
y otros representantes de la fuerza pública. Por
lo ya dicho y lo que callo, porque látigo en ristre el "domador"
- los guardas de los jardines y Plazas públicas nos
impedía la entrada en ellos, porque las fuerzas del orden nos
desbarataban cuando íbamos a esperar a los Reyes Magos, por el
luto que dejó en numerosas familias (en la mía mi
tío Tomás) la guerra yanqui-española, motivo en
los célebres carnavales de los Puertos de las canciones que las
comparsas cantaban, antiyanquis y antigubernamentales, que algunas
veces he recordado con amigos íntimos, nos decíamos
republicanos. Opino
que el serlo es un privilegio y un deber que nos toca a las gentes de
allá, no en balde el levantamiento de Riego se produjo en los
campos y pueblos de la andaluza provincia gaditana, de ello, así
como de que mi tierra fue el rincón español que no
pisó el mayor "condottiero" del siglo XVIII, y otras muchas
cosas más, estábamos enterados los chiquillos. Y
en el fondo de este breve "remember" de mis primeros años, rumbo
a mi juventud que siento en mí perenne, recuerdo a los parias
más parias de mi patria chiquita, a los obreros agrícolas
y a los campesinos laboriosos, sin trabajo y sin pan los primeros
durante largos meses del año; y a los campesinos, en manos de
prestamistas, almacenistas y "sacaores", trabajando con su familia de
sol a sol para pagar el arriendo de las tierras, o las hipotecas cuando
eran suyas, cada vez más entrampados. Tengo en mi retina el
cuadro vivo de hambre de Tierra, de hambre de pan, de sed de agua y de
justicia del campo español. Y me atrevo a decir que sin la
prodigalidad de la naturaleza en clima, en la producción de
hierbas comestibles aderezadas con el ingenio del hambre, y sin el
sentimiento solidario ejemplar de las gentes del campo, hubieran muerto
como segados, en una provincia rica en tierras pero en manos de
terratenientes, ganaderos y nobles, algunos de ellos todo a la vez,
capaces de organizar orgías en sus feudos y castillos modernos,
verdaderamente provocativas. En
el acto solemne celebrado en Praga, al rendir postrer homenaje al
general Modesto, Dolores Ibárruri, Presidente del Partido
Comunista de España pronunció estas sentidas palabras: Al
despedirnos con hondísima pena de nuestro camarada Juan Modesto,
sencillo hijo de la clase obrera española y combatiente
ejemplar de la causa de la democracia y el socialismo, permitidme,
camaradas, expresar nuestra profunda gratitud al Partido Comunista y al
Gobierno checoslovacos por toda la ayuda que nos han prestado en la
organización de este postrer homenaje a nuestro inolvidable
amigo y camarada. Y
decir también cuánta es nuestra emoción, al ver
aquí reunidos viniendo de todos los países de Europa a
los representantes de los antiguos combatientes de las Brigadas
Internacionales, que lucharon por nuestra libertad y por la de sus
patrias, en los campos de España, escribiendo páginas de
inmortal heroísmo. Una
de nuestras grandes tristezas en este amargo vivir del exilio, es la de
ver cómo desaparecen para siempre de nuestro lado camaradas
entrañables, cuyas vidas estuvieron enteramente dedicadas a la
lucha por la libertad de nuestro pueblo y de nuestra patria. Hoy,
con dolor en el alma, nos hemos reunido aquí, a rendir el
último homenaje a nuestro camarada y amigo Juan Modesto
Guilloto, uno de los grandes héroes de nuestra guerra nacional
revolucionaria, miembro del Comité Central del Partido Comunista
de España y primer general del Ejército Popular
Republicano español. Y
si grandes fueron los méritos del camarada Modesto, como
combatiente heroico y abnegado, inteligente y capaz, no fueron menores
estos méritos suyos como comunista. Toda su vida ha estado
impregnada del sentido del deber ante el Partido y ante el pueblo. Con
él podía contar siempre el Partido Comunista, del que fue
uno de sus más seguros puntales así en la paz como en la
guerra. Hablar
del camarada Modesto es hablar de la organización de las
Milicias Antifascistas en nuestro país, de las que él fue
uno de los más activos animadores. Es
evocar los días difíciles del trabajo clandestino, bajo
la dirección de nuestro inolvidable José Díaz y de
Pedro Checa. Es
recordar la lucha por el Frente Popular; es la organización de
la resistencia armada contra la sublevación fascista; es la
creación del Quinto Regimiento. Hablar del camarada Juan Modesto
es hablar de las Compañías de Acero que han cantado a la
muerte con ilusiones de vida y de victoria; es hablar del glorioso
batallón Thälmann. El
nombre de Modesto va unido a todas las más importantes batallas
de nuestra guerra: Navacerrada, Somosierra, Alto del León,
Peguerinos, Talavera, defensa de Madrid, Jarama, Guadalajara, Brunete,
Belchite, Teruel, Aragón, Paso del Ebro, Cataluña. La
vida y la actividad política y militar de nuestro camarada Juan
Modesto, como comunista y como combatiente del Ejér cito
Popular, forman ya parte inseparable de la Historia de nuestra patria.
Ellas constituyen un ejemplo maravilloso que nosotros podemos ofrecer
con orgullo de revolucionarios, de comunistas, a las jóvenes
generaciones que hoy irrumpen impetuosamente a la arena de la lucha
contra la dictadura franquista y por la democratización de
España. El camarada Modesto ha muerto. Pero
el Partido Comunista, al que nuestro inolvidable camarada dedicó
lo mejor de su vida, vive y crece y se desarrolla y es una de las
principales fuerzas en la lucha por el derrocamiento de la dictadura,
por el establecimiento de un régimen democrático en
nuestro país. A
ocupar el puesto que la muerte de nuestro camarada Modesto dejó
vacío vendrán nuevos millares de combatientes que
continuaran la lucha hasta hacer de nuestra España, la
España socialista por la que el camarada luchó y dio lo
mejor de su vida de revolucionario, de comunista. Descansa en paz, camarada Modesto, en esta hospitalaria Checoslovaquia a la que tú tanto querías. Y
mañana, cuando nuestro pueblo sea libre, cuando sobre
España ondee de nuevo la bandera de la libertad y de la
democracia, nosotros volveremos de nuevo a Checoslovaquia a
recoger las cenizas de nuestro héroe, de nuestro amigo y
camarada, para que reposen en la tierra que él tanto amó
y por la que tantas veces arriesgó su libertad y su vida. SOY DE 5º REGIMIENTO CAPITULO I De 1928 a 1936 En
1928, Y cuando ya la dictadura del general Primo de Rivera había
entrado en la pendiente del derrumbamiento, yo estaba cumpliendo el
servicio militar en Cádiz. Todos
los que como soldados rasos han servido en el Ejército con la
Monarquía, conocen qué trato se daba a los soldados por
la mayoría de los mandos, desde los más bajos a los
más encopetados entorchados. Un
día, estando de centinela junto a la garita en la puerta del
'cuartel donde hada la "mili", un sargento achulado, queriendo mostrar
su poder o quizás probar de qué hilaza era el
paño, me dio adrede un pisotón que me hizo ver las
estrellas. Sin
encomendarme a Dios ni al diablo, le di un culatazo que casi le
descrismo y en seguida llamé al cabo de guardia como
enseña el reglamento. Fui
relevado. Se abrió una información y se comprobó
la intemperancia del sargento de marras, que aspiraba a entrar en el
Cuerpo de Alabarderos. Un
cabo de la batería del sargento y que era de un pueblo cercano
al mío, así como un grupo de amigos me advirtieron: "Ten
cuidado con ese bicho. Prepara tu envió a África, y lo
mejor es que tú lo solicites. Así no irás como
castigado, y no podrá nada contra ti"... Lo hice así y fui destinado al Cuarto Grupo de Regulares de Larache, en A1cazarquivir. Poco
después, por mi oficio de aserrador mecánico, me
destinaron a la compañía de Depósito. Me nombraron
cabo y pasé a ser jefe del taller mecánico. De
los dieciocho meses que pasé en Regulares, la primera mitad
estuve en la Aserradora. La otra, en Infantería, en el calabozo
arrestado y en la primera compañía de ametralladoras del
Primer Tabor, considerada como la compañía disciplinaria
del Cuarto Grupo. De
los arrestos, el más importante fue el último, que
duró cuatro meses. Con este arresto se me prohibió el uso
de armas. El anterior, que me tuvo en el calabozo dos meses, fue porque
en una fiesta celebrada en la plaza pública de Alcazarquivir,
ante un grupo de moros y españoles, se me ocurrió decir:
"Musulmanes quisquif al saraní", proclamando la igualdad de
moros y cristianos. Por este crimen, en la orden del día del
Grupo, que lo mandaba el entonces teniente coronel Juan Yagüe
Blanco, fui degradado de cabo, además de la "propina" de los dos
meses de arresto. Y
me libré de uno bueno, gracias a la "amistad" entre los
distintos cuerpos. Pasó lo siguiente. Me encontraba al anochecer
sentado en un autobús a la puerta del campamento general.
Subió al autobús un comandante; por la escasa luz, no vi
su graduación y no lo saludé. Se
dirigió a mí y me reprendió por no haberle
saludado. Quise corregir mi falta y me levanté dándole
mis excusas. No viendo bien sus insignias, le llamé "mi
alférez". Le indignó tanto la rebaja de grado, que por
mor de la oscuridad en el interior del autobús le hice, que
lanzándose sobre mí como una bestia y poniéndome
los paños en la cara, me gritó rabioso: "Soy
comandante"... Yo
le contesté en el mismo tono y terminamos los dos en el suelo,
fuera del autobús; yo, entre las alpargatas de la guardia del
Tercio, que con las bayonetas me clavaron en la tierra,
conduciéndome luego al calabozo. Días
después, un pelotón de moros vino por mí y me
condujo esposado, entre los caballos, al campamento de Regulares. Al
llegar allí y entregarme a la guardia, minutos después me
llamó el oficial, recibiéndome de pie a la entrada del
pabellón y diciéndome: - Estás libre; vete a la compañía. - Otra vez no te olvides de saludar a los alféreces. Una
mañana, después de la marcha muy matutina de los
licenciados, conocí por mi amigo Cebrián que había
llegado la orden de mi licenciamiento. Saberlo, abrazado y decide
"mándame aquí los papeles" fue todo uno. Corrí a
campo traviesa al encuentro del autobús, que no alcancé,
pero sí a un camión rumbo a Larache, que me llevó
a la ciudad. Tiré al puerto, venciendo la resistencia de los que
se oponían por formalidades burocráticas, salté a
la barcaza y, en la barra, transbordé al vapor que nos condujo a
Cádiz, donde atracó hacia las 19 horas. Allí nos
recibió y llevó al cuartel el oficial de
transeúntes del Regimiento de Infantería núm. 67.
Solicité del oficial de guardia permiso para irme a la ciudad,
que le describí, y me autorizó. Me
largué al muelle y embarqué en uno de los faluchos de
cabotaje del Sabonet, tío de los Serrano, dos de éstos
asesinados luego por Franco, gentes a carta cabal. Al amanecer
llegué a mi pueblo, trasladándome a casa y dándole
a los míos, que no me esperaban, una alegría bien
comprensible. Mis primeros pasos en el movimiento obrero A
la vuelta del servicio militar entré a trabajar en la
sección de mi profesión de la fábrica Metalgraf,
filial de su homónima de Badalona, Mario Sanguinetti S.A.,
situada en las proximidades del penal del Puerto. Todos
mis compañeros de trabajo eran estupendos. En nombre de ellos me
enfrenté varias veces con la empresa. Por entonces conocí
a Ramón Mita, asesinado más tarde por Franco,
haciéndonos amigos. El y Alfonso Manzaneque eran comunistas. Me
hablaron de la solidaridad con los presos y acordamos tomar la
iniciativa de convocar una reunión para organizar el Socorro
Rojo local. Encargamos los camets y sellos a Cádiz. Convocamos
la reunión con cientos de compañeros nuestros de trabajo
en el Centro Obrero, donde yo era presidente del Sindicato de Oficios
Varios, en el que nos propusimos organizar - y lo fuimos realizando
paulatinamente - a todos los trabajadores desorganizados. Paralelamente
desarrollábamos nuestra actividad en la Casa del Pueblo,
regentada por los socialistas y propiedad de los toneleros, a la que
pertenecíamos todos en el sindicato de nuestro gremio
respectivo. En el mío, un socialista del ramo de la madera,
Francisco Artola, asesinado después por los falangistas, y yo
nos concertamos para trabajar juntos. A
través de Ramón Mila, y en el Centro Obrero,
conocí a Juan Gandulla, presidente del Sindicato de Panaderos,
asesinado más tarde por los franquistas, y a Daniel Ortega,
organizador del Partido Comunista de España en mi pueblo,
diputado por Cádiz en 1936, fusilado por Franco, a quien fue
entregado como rehén por las gentes de la Junta de Casado. Ellos
dos, con Mila y Manzaneque, eran los cuatro comunistas que había
en el pueblo cuando, en 1930, ingresé en el Partido,
después de organizar el Socorro Rojo (S.R.I.) y el Sindicato de
Oficios Varios. Nuestra
célula, inicialmente compuesta de cinco camaradas, se
desarrolló gradualmente. Vinieron a nuestras filas decenas y
centenares de comunistas adultos y jóvenes. En las elecciones de abril de 1931 voté por primera vez en mi vida. Al
proclamarse la República, tomamos el Ayuntamiento con el
consenso y apoyo de la población congregada en la plaza de Isaac
Peral, donde se alza aquél y desde cuyo balcón Daniel
Ortega habló a la multitud. El pueblo limpió todo lo que
recordaba la existencia de la Monarquía en el Ayuntamiento y en
los lugares públicos. Fui elegido entonces por mis camaradas responsable político de la organización local del Puerto. El
trabajo abierto del Partido y la organización de los
trabajadores cobraron particular auge. En un plazo brevísimo, el
Centro Obrero dobló por sus efectivos a los que tenía la
Casa del Pueblo. Y su influencia en otros medios era también
mucho mayor. Sacamos
un semanario como órgano local del movimiento obrero, titulado
"El Proletario", con una tirada de 3.000 ejemplares que se
vendían los sábados y se agotaban. Al
formarse el Comité Provincial de Cádiz, me eligieron
secretario sindical del mismo. En ausencia del camarada Ortega, le
sustituí en la secretaría política. El Partido se
desarrollaba sin cesar. Las organizaciones de la Juventud Comunista
eran fortísimas, no existiendo ambiente para la creación
de otras organizaciones juveniles políticas. La
actividad del movimiento obrero era desbordante. Todas las luchas
reivindicativas planteadas se ganaban. El mayor baluarte de los
trabajadores era el Sindicato de Panaderos, que dirigía
Gandulla, siempre solidario con todos los demás gremios. Las
maniobras de la patronal, con el sostén del gobernador, para
hundido, fracasaron. No hubo acción reivindicativa o solidaria
del gremio que no terminase con la victoria. En
el año 1932 afrontamos el problema del paro, con grandes
acciones y manifestaciones de masas y resultados positivos, lo que nos
valió al Centro Obrero y a algunos de nosotros improperios que
nos honraban, ya que procedían del diario "Revista Portuense",
de los Pérez, cabeza de la reacción local. Rompimos
todos los intentos anticomunistas por aislamos del pueblo, fraguados
por las autoridades locales y provinciales. Con ellas colaboraban los
socialistas y otros grupos políticos. Un anarquista llamado
Villarda llegó a agrupar una veintena de campesinos, pero
fracasó en su intento de romper la Sociedad General de
Trabajadores del Campo, que dirigía Juan Corzo, cuya influencia
abarcaba a la masa de pejugaleros y otros campesinos pequeños y
medios de los distintos pagos, sensibles a la solidaridad mostrada por
el Sindicato, hasta el punto de que los sábados, cuando
venían al palenque a cobrar a los asentadores sus productos, se
pasaban por el Sindicato para departir con su directiva, cotizando al
S.R.I. y compraban el periódico. Las
maniobras anticomunistas fracasaron, demolidas por la razonada
explicación a la población de cada paso
reivindicativo, que anulaba los argumentos contrarios. La
más peligrosa y difícil de vencer tuvo lugar en 1933. La
montó, provocando una huelga, la Compañía de Obras
y Construcciones de Bilbao, S. A. (OBRASCON), cuando estaba a su
frente, en Cádiz, el ingeniero Federico Noreña, ayudado
por las autoridades y fuerzas políticas antes mencionadas.
Ganaron la huelga los picadores y barreneros de las canteras de
cantillo (una treintena), que, con los artilleros y los
mecánicos de las compresoras, eran las figuras centrales en los
tajos. En torno a ellos giraban los 300 trabajadores, empleados y
transportistas. En el curso de esa huelga, de particular nervio,
impuesta por la negativa de OBRASCON a cumplir las bases que
anteriormente había firmado, y que elevaban a condiciones
humanas la situación en el trabajo de estos proletarios tan
parias, fui detenido al entrar en mi casa, ya bien avanzada la noche, y
encerrado en la cárcel del partido judicial e incomunicado. La
suerte de la huelga no me inquietaba, ya que el delegado, José
Ramito, era integro y cabal, así como sus compañeros. El
propósito de las autoridades de trasladarme a Sevilla o
Cádiz fracasó. Lo impidieron los trabajadores movilizados
por nuestros camaradas, entre ellos los parados empleados en trabajos
del Ayuntamiento, que con los picos y palas de la faena se presentaron
en las puertas de la cárcel y exigieron comunicar conmigo. Su
firmeza tuvo .éxito. La falta de pruebas para incoarme el
proceso (me detuvieron por la denuncia de un transportista apellidado
Parra, pero los testigos que presentó no sostuvieron su
denuncia, sino al contrario), así como el hecho de que los
huelguistas agregaron a sus reivindicaciones una más: mi
libertad, y la fuerza del Partido llevaron a la anulación del
expediente que me incoaba el abogado Polanco. En
vísperas del IV Congreso del Partido en Sevilla,
participé como delegado por la provincia de Cádiz en la
Conferencia Regional
de Andalucía. En ésta fui elegido miembro suplente del
Comité Regional. Allí vi por primera vez a los camaradas
José Díaz, Antonio Mije y a otros dirigentes del Partido.
Con ellos estaban otros camaradas de la Unión Local de
Sindicatos, a alguno de los cuales me ligaba una profunda amistad, como
"el Mosca", al que asesinarían los franquistas, y singularmente
a Saturnino Barneto, cuya madre fue también asesinada por la
gente de Queipo de Llano en la puerta de su casa, a los que cono da
desde 1931. En
la susodicha Conferencia se elaboró la posición de la
organización andaluza ante el IV Congreso y fueron elegidos los
delegados al mismo, entre ellos José Díaz y Daniel
Ortega. Después
del IV Congreso, nuestra organización local y provincial
siguió desarrollándose. Se fortalecieron o crearon nuevas
organizaciones del Partido en Jerez, La Línea de la
Concepción, Algeciras, Ubrique, Prado Libre, Algodonales y
Cádiz. En el marco general del desarrollo del Partido, la
organización piloto seguía siendo la del Puerto, que
contaba con varios centenares de militantes. En su marco, la Juventud
Comunista se desarrollaba respondiendo al lema de "a centenares de
miembros del Partido, deben corresponder millares de jóvenes
comunistas". Y
lo mismo ocurría con el movimiento obrero. En el Comité
Provincial nos propusimos superar el estadio de organización
gremial imperante y crear los sindicatos de empresa en unos casos; en
otros, aún manteniendo las asociaciones gremiales, cohesionarlas
por ramos, sobre la base de delegados en los lugares de trabajo.
También nos propusimos crear asociaciones provinciales por
ramas. Pusimos manos a la obra con excelentes resultados. En mi
localidad organizamos el Sindicato de la Empresa Metalgraf-Mario
Sanguinetti. En la provincia, con la participación de media
docena de villas, se organizó el Sindicato Provincial de
Panaderos. En
este periodo mejoran el clima político y las corrientes de
unidad con los compañeros socialistas. Entre el Centro Obrero,
que yo presido, y la Casa del Pueblo, que dirigen los socialistas, se
entablan relaciones de camaradería, que tienen su
expresión en una serie de reuniones que culminan con la
creación de una comisión conjunta, formada por
representantes de las distintas entidades. Nos orientamos a la
creación de la Unión Local de Sindicatos, siguiendo el
ejemplo de Sevilla, y damos pasos serios que, sin llegar a lo que nos
proponíamos, culminan con la formación de una amplia
comisión en la que entran dos representantes de cada sindicato
(sin afectar a las particularidades de cada uno en lo que a su
régimen interno se refiere), lográndose una vida
política, social y sindical de entendimiento y solidaridad
más intensa que antes. Hacia finales de abril de 1933 salgo de mi ciudad para trasladarme a Madrid, llamado por la dirección del Partido. En Madrid En
Madrid proseguí mis actividades de militante comunista. En el
mes de mayo de 1933 vi por primera vez en la Redacción de "Mundo
Obrero" a la camarada Dolores Ibárruri, a la que ya
conocía por lo mucho que me había hablado de ella mi gran
amigo y camarada Daniel Ortega, quien como miembro del Comité
Central del Partido había estado reunido en diferentes ocasiones
con los camaradas del Buró Político. Por su majestuosidad
llena de sencillez y su cálida afabilidad, "Pasionaria" me
causó una impresión que superaba la idea que yo me
había hecho al oír hablar de ella. En
el mes de julio de 1933 la dirección del Partido me envió
a Moscú, a la escuela leninista, donde hice un curso de
teoría marxista. A
mi regreso a España, la dirección del Partido me
nombró administrador de Bandera Roja, órgano central del
Partido, que se editaba clandestinamente en lugar de Mundo Obrero,
suspendido en ese período por disposición gubernativa.
Muy poco después recibí la misión de encargarme
simultáneamente del trabajo del Partido entre los jefes y
oficiales del Ejército y de las fuerzas de Orden Público.
Igualmente fui designado responsable nacional de las Milicias
Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC). Estas
funciones las cumplía bajo la dirección inmediata del
camarada Pedro Checa, miembro del Buró Político y
Secretario de Organización, con el que me veía casi
cotidianamente. Periódicamente, para algunas cuestiones
concretas, me entrevistaba con el camarada José Díaz. Por
las particularidades de mi trabajo tenía prohibidas las
actividades públicas del Partido. Por estas razones no
tenía relaciones con mis familiares. En este periodo no era
nadie y era varios a la vez: me llamaban "Manolo" en la casa donde
vivía, en la calle Reyes; "Modesto", en mis documentos internos
de Partido, ya que el camarada Jesús Larrañaga me
entregó una cédula personal con ese nombre; "sin nombre",
porque así ellos me bautizaron, en mis relaciones por el trabajo
directo de las MAOC, con Juanito Fernández y Agustín
Lafuente, del Comité Provincial de Madrid; el "tío
Jolines", para el hijo del obrero tipógrafo Juventino Cabrito,
vallisoletano, y para su madre y hermanos; "el camarada", para la casa
de la calle Santa Engracia donde depositaba los materiales del
Comité Central, para que los recogiera mi buen amigo Luis
Delage, responsable entonces de propaganda del Comité Provincial
de Madrid; "Amigo", para el camarada ferroviario de la calle Santa
Isabel, donde estuve de pensión, que en los primeros momentos de
la sublevación salió para Valladolid, de donde era
originario, y cayó en la lucha; "el Sevillano", cuando
vivía en la calle de Doctor Cárceles; "el Galleguito", en
la casa de la calle de Noviciado, donde en las primeras horas de la
amanecida alquilaba el carrillo de mano para transportar el papel para
la imprenta donde se hada Bandera Roja; "Paisano", para el
malagueño, hermano del camarada José Ochoa, asesinado por
orden de Franco en Canarias, al que entregaba los materiales para la
confección del periódico; "el Patrón", en la
frutería del barrio de Argüelles donde, ayudado por su
dueño, preparábamos el envío del periódico
a su destino; "el Andaluz", en la estación de Atocha, y "el
camarada", en la del Norte, donde los ferroviarios del Partido y
simpatizantes hacían llegar Bandera Roja a todas partes. Y, por
último, "don Manuel", para los tres o cuatro sitios de personas
interpuestas donde recibía los giros de la venta del
periódico. Peligro reaccionario y fascista Después
de la subida de Hitler al poder, en 1933, sostenidos por el nazismo y
el fascismo, de quienes recibían armas dinero y la promesa de
ayuda total para instaurar en España un régimen fascista,
los generales y políticos españoles más
reaccionarios iban tejiendo la trama de la sublevación. En los planes de las dos potencias fascistas, España era la primera carta de la segunda guerra mundial. Para
Alemania seria, además, el polígono de prueba de su
armamento y campo de entrenamiento de millares de cuadros militares.
Seria también fuente de materias primas, de las que estaban muy
necesitados. Durante
el bienio negro, los nazis organizaron entre los alemanes residentes su
propio partido, que contaba con más de 50 secciones en
España. De
hecho ya había comenzado la intervención
germano-italiana. Sus embajadas y consulados se encargaban del
transporte de armas en la valija diplomática; eran verdaderos
focos subversivos. Portugal, donde conspiraba Sanjurjo, también
lo era. El
16 de febrero de 1936, el triunfo del Frente Popular representaba el
fracaso del intento de instaurar el fascismo por vía legal; la
CEDA (Gil Robles) se ofreció a los generales. Anteriormente lo
habían hecho Renovación Española (Calvo Sotelo y
Goicoechea) y la Comunión Tradicionalista (Lizárraga,
Olázaga, Rodezno y Fal Conde). Luego lo haría Falange
(Primo de Rivera). Ante el triunfo de las izquierdas, Franco, que era
jefe del Estado Mayor Central, gestionó, en ,nombre de la
reacción, cerca de Portela Valladares y de los generales
Castelló y Sebastián Pozas, ministro de la Guerra y
director general de la Guardia Civil, respectivamente, la
proclamación del estado de guerra, para que el Ejército
tomase el poder. El
factor decisivo que hizo abortar estos propósitos golpistas en
febrero fueron las poderosas manifestaciones populares organizadas por
las fuerzas democráticas en Madrid, Barcelona, Valencia,
Sevilla, Bilbao, Asturias y muchos otros lugares del país, bajo
el signo de "Amnistía" y "Gobierno de Frente Popular". Al
fallarles el golpe de Estado de febrero, los partidos derrotados,
instrumentos políticos de la gran Banca, la gran
burguesía industrial y comercial y los terratenientes, pusieron
rumbo a la sublevación. Dichos partidos centraron su actividad
en la desorganización de la economía, que iba desde la
evasión de capitales hasta el cierre de fábricas y la
negativa a la, explotación de la tierra. Al mismo tiempo,
utilizaban el Parlamento, los grandes medios de propaganda que
poseían y el pistolerismo para crear el clima de guerra civil,
poniendo todo lo que eran y representaban en manos de los generales
facciosos que estaban organizando el alzamiento. Ya
estaba creada la Junta Militar. La formaban, con José Sanjurjo,
emigrado en Estoril, los generales Emilio Mola, Manuel Goded, Francisco
Franco, Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Luis Orgaz,
Joaquín Fanjul y Enrique Varela. El último ostentaba la
representación de Sanjurjo hasta que, desplazado de Madrid, lo
sustituyó Mola. La mayoría de los generales mencionados
se reunieron un día del mes de marzo en la casa del diputado
monárquico José Delgado. Entre otros acuerdos "se
fijó la sublevación para el 19 de abril". También
"se fijaron tres cabezas de desembarco en Cádiz, Algeciras y
Málaga para las tropas de Marruecos". Sus
organizadores enfocaron el golpe previsto para el 19 de abril sobre la
base de "dominar Madrid", para desde allí decidir la
adhesión del resto de España: Varela ocuparía el
Ministerio de la Guerra; Orgaz, Capitanía, y el almirante
Carranza, el Ministerio de Marina (Págs. 66, 67, 68 y 69 del libro del general F. J. Mariños)). Pero
las medidas del Gobierno eran a todas luces insuficientes y hasta
improcedentes. En vez de suspender de empleo a una docena de esos
mandos, depurando el Ejército de reaccionarios, lo que hicieron
fue destituir del mando de la flota al almirante Juan Cervera y enviar
residenciados al general Varela a Cádiz y al general Orgaz a
Canarias. Otras
medidas, que parecían concebidas para acercar los mandos
más comprometidos a las bases de partida de la
sublevación, consistieron en designar a Franco
capitán general de las Islas Canarias y enviar a Mola a Navarra,
dando a los 10.000 carlistas, desde hacía tiempo organizados en
el Requeté, un jefe reaccionario a su medida. López
Pinto, jefe de la base naval y gobernador militar de Cartagena, fue
destituido por desafecto, pero enviado de gobernador militar a la plaza
y provincia de Cádiz. Al jefe del Segundo Regimiento de
Artillería de Costa, coronel Bartolomé Feliú, se
le destituyó por desafecto, para nombrarle jefe de
artillería de las Islas Baleares. Y el Gobierno, obsesionado por
el auge del movimiento popular, adoptó una medida tan torpe como
la orden de que toda la producción bélica fuera
concentrada en Valladolid, única ciudad donde existía un
foco fascista de cierta importancia. La UME y la UMRA En
el seno de las fuerzas armadas, el enfrentamiento democracia-fascismo
se manifestaba de múltiples formas, hasta llegar a niveles de
organización de reaccionarios y demócratas en la llamada
Unión Militar Española (UME), de signo reaccionario, y en
la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), de signo
democrático. La
UME, creada en 1932, organizadora de la sublevación de Sanjurjo
el 10 de agosto del mismo año, era utilizada por los generales
como el instrumento preparatorio de la sublevación militar. El
gran desarrollo de la UME se produjo a partir de 193435, cuando Gil
Robles era ministro del Ejército y nombró a Franco jefe
del Estado Mayor Central. En
realidad, la UME era una verdadera organización política
de los cuadros de mando del Ejército, el partido político
de los generales, que actuaba en el seno de las fuerzas armadas con
verdadera impunidad, ya que en las guarniciones, en las comandancias
militares y capitanías generales, en los Estados Mayores y
escuelas militares disponían, en la mayoría de los casos,
de los puestos clave, incluidos los máximos. Cuando no era
así, ignoraban a sus jefes jerárquicos, a los que
hacían el vacío, engañaban y se aprestaban a
inmolar. No en balde se inspiraban en la frase de Mola: "No admitimos
neutrales", con la que se fraguaba el premeditado, frío y cruel
asesinato de los jefes y oficiales no comprometidos con el alzamiento
militar. Pero
la UME era también un apéndice del nazismo en
España. Las susodichas cincuenta secciones del partido nazi,
creadas durante el bienio negro, se confundían con ella. La
sección local de Barcelona se movilizó el 18 de julio,
pero la derrota de los sublevados la dispersó y sus jefes se
dieron a la fuga. En los demás lugares de España se
incorporaron a la sublevación. En
el mes de marzo de 1936 la UME lanzó dos circulares, en las que
alentaba a sus afiliados, después del intento fra casado del golpe de Estado de febrero, para el golpe del 19 de abril, que tampoco pudo dar. La
actividad conspiradora de la UME se completaba con la
realización de atentados contra los militares leales
después de las elecciones de febrero. La
UME confeccionó listas en todas las guarniciones para asesinar a
militares republicanos. En Madrid fue gravemente herido el comandante
Jiménez Canito; en Barcelona, atentaron con bombas de reglamento
"Laffite" contra el coronel Moracho. Para
contrarrestar a la UME, a finales de 1934, un grupo de oficiales de
signo genérico republicano se reunió en Madrid, en la
casa del capitán médico Palacio. Los
llevaba allí la voluntad de hacer frente a la política de
fascistización del Ejército, de la República. Las
interrogantes que traían los reunidos eran: ¿Por
dónde empezar? ¿Qué organización crear?
¿Qué fines debía tener la organización? Decidieron
crear la Unión Militar Antifascista (UMA). Como fines de la
organización fijaron: contrarrestar la actividad de la UME;
prestar ayuda de todo género a los compañeros presos;
unir, a los militares republicanos para que los gobernantes tuvieran un
instrumento contra la reacción. Además,
acordaron publicar un manifiesto, que allí mismo redactó
el teniente coronel Carratalá, dirigido "A todos los
compañeros antifascistas, sin distinción de ideas
políticas", basándose en que "cada militar, cualquiera
que sea el partido a que pertenezca, debe trabajar en el seno de una
organización militar, como defensor de la República en
peligro, contra el fascismo amenazante". El
oficial de maquinistas navales Eugenio Rodríguez Sierra
entregó el manifiesto al Partido Comunista con el ruego de que
lo imprimiese. Este lo hizo en 10.000 ejemplares. El
manifiesto se envió a los cuarteles, buques y toda clase de
dependencias militares. Inmediatamente comenzaron a afluir las
adhesiones. Las tres primeras vinieron de Valencia, Ceuta y Larache. Se
formó un Comité Nacional provisional, compuesto por el
capitán Palacio, el teniente coronel Carratalá, el
comandante Enciso y el oficial maquinista Rodríguez Sierra. Vencido
el año 1935 se fusionaron la Unión Militar Antifascista,
de iniciativa comunista, y la Unión Militar Republicana, de
iniciativa socialista, respondiendo al impulso unitario que se
desarrollaba en todo el país, lo que dio origen a la
Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA). El
Comité Nacional anterior se amplió con el teniente
coronel Díaz Tendero, los comandantes Orad de la Torre,
José Luis Fuentes y José Luis Barceló, el teniente
León Lupión, presidente del Casino de Clases, y otros. En
Madrid eran miembros de la UMRA más de 200 jefes y oficiales; en
las demás guarniciones sumaban varios centenares más. Pertenecían
a la UMRA los generales Caminero y Núñez de Prado; los
coroneles Cerrada y Puigdengola; el teniente coronel Julio Mangada; los
comandantes de infantería de Marina Ristori de la Cuadra y
Sancha (éste último cayó combatiendo contra la
sublevación en San Fernando y Ristori en la Sierra) ; los
comandantes de infantería Pelayo (caído en
Málaga), Fuentes (el Gordo), en la Sierra, y Guarner, asesinado
por los sublevados en Zaragoza, entre muchos otros jefes y oficiales
leales. Pertenecían
también a la UMRA figuras militares de gran prestigio
profesional, como el capitán de aviación e ingeniero
constructor de aviones González Gil y el teniente coronel de
Artillería Pedro Romero, autor de unas Tablas de Tiro del Arma,
muerto en vísperas de la sublevación y cuyo entierro en
Madrid fue una verdadera concentración de militares leales a la
República. Estos militares patriotas habían ingresado en
el Partido Comunista, en el que veían una auténtica
fuerza nacional que entregaba todas sus energías para salvar
España de la guerra civil y de los horrores del fascismo. Eran
delegados de la UMRA: en el Ministerio de Marina, el teniente coronel
maquinista Antonio Parga; en el Ministerio de la Guerra, el coronel
Cerrada, y en el Ministerio de la Gobernación, el capitán
Fontán; en el aeródromo de San Javier, el comandante
Ortiz; en la base naval de Cartagena dirigía la UMRA de
oficiales, clases y fogoneros el oficial maquinista Sastre,
caído durante la guerra al verse obligado a salir de
Málaga en su submarino, con un solo motor, por lo que no pudo
sumergirse, siendo echado a pique con toda la tripulación. La
UMRA, organización unitaria de jefes y oficiales antifascistas,
era formalmente más débil que la UME. Ello se explica por
la política poco inteligente del gobierno republicano y por el
reaccionarismo de la mayoría de los jefes militares. Pero por
las características de sus miembros contaba con una gran
autoridad, así como con la fuerza que representaba la lealtad a
la situación democrática que encarnaba en el seno de las
fuerzas armadas. Esta
fuerza no pudo manifestarse plenamente porque, al producirse la
sublevación, muchos de sus miembros fueron políticamente
maniatados por los gobernantes republicanos y sus directivas, dejando
la iniciativa en la Península, aún después de
conocerse la sublevación del 18 de julio, en manos de los
militares facciosos. Al servicio del pueblo En
defensa de las libertades democráticas y de los derechos humanos
más elementales, por iniciativa del Partido Comunista, se
crearon a fines de 1933 las Milicias Antifascistas Obreras y
Campesinas. Las
MAOC eran una organización de autodefensa del pueblo, hijas del
enfurecimiento de la lucha provocado por la reacción, que
ponía rumbo al poder, a la fascistización gradual de la
República; eran impuestas, en particular, por la
actuación, cada vez más descarada y peligrosa, de los
grupos de pistoleros falangistas que gozaban de cierta impunidad. Se
crearon especialmente en Madrid y en su provincia, por las
circunstancias que allí concurrían. Las integraban
obreros y empleados. En la Sierra, leñadores, campesinos y
canteros. En
uno y otro sitio eran revolucionarios sencillos, que odiaban la
injusticia y estaban dispuestos siempre a enfrentada sin vacilaciones. En octubre de 1934, las MAOC de Madrid cumplieron modestamente su misión, protegiendo en la medida de sus fuerzas a
los huelguistas y manifestantes de las agresiones de los pistoleros
falangistas y de las brutalidades de la fuerza pública, evitando
así que las víctimas fueran mayores. Después
de octubre siguieron firmemente en la brecha Algunos de sus miembros
fueron heridos, cayeron presos, o las dos cosas a la vez, protegiendo
las concentraciones populares de la Casa de Campo y en El Pardo,
haciendo frente a los pistoleros falangistas cuando iban en plan
provocativo a perturbar el reposo de los madrileños en dichos
lugares. Al
triunfar el Frente Popular participaban y protegían las
manifestaciones que surgían espontáneamente o se
organizaban para imponer el respeto a la voluntad popular, bajo las
consignas de "Gobierno de Frente Popular" y "Amnistía". En
la primera mitad del día 17 de febrero me tocó participar
en dos de ellas, convocadas por el Partido Comunista, que se
desarrollaron, respectivamente, en la calle Ferraz y en la plaza de
Argüelles, ambas rumbo a la Cárcel Modelo, con el objetivo
de liberar a los presos. Para
contener la primera, que partió de diferentes lugares y se
concentró en la plaza de España, de donde arrancó
hacia las 9, fue sacado a la calle el regimiento de Carros de Combate,
que mandaban oficiales y clases republicanos. Se produjo la
confraternización de las tropas y los manifestantes. Estos
perdieron el tiempo y cuando la manifestación prosiguió,
era ya menos densa, siendo disuelta más adelante por la fuerza
pública. Hacia
el mediodía, la segunda manifestación desembocó en
la plaza de Argüelles, viniendo del centro. La cerró el
paso la fuerza pública. Se creó el momento de "suspense"
propio de tales casos, hasta que empezó a ser superado. La calle
por la que había que pasar, estaba cerrada de pared a pared por
filas de guardias escalonados. Muchachos sueltos de las MAOC empezaron
a penetrar en la primera fila de guardias. Era el comienzo del
éxito. Pero
un factor de los que se ha dado en llamar imponderables, lo
malogró todo. Lo creó un orador que, en ese mismo
momento, apareció subido no sé donde en la esquina
derecha a la manifestación, recomendando calma y serenidad. La
sorpresa de su inesperada aparición y sus palabras pararon en
seco la tela de araña de los manifestantes, tendida entre la
primera fila de guardias, cuyos mandos, rehechos, ordenaron a
éstos dar unos pasos atrás, distanciándose
nuevamente de los manifestantes y cambiándose el signo de la
situación. La
llegada, cinco o diez minutos después, de refuerzos a caballo,
que cargaron sobre el flanco derecho de la manifestación y con
los que se produjo un fuerte choque, la dispersaron. Hubo disparos,
pero sin bajas. Las
manifestaciones más espléndidas tuvieron lugar en las
tardes y noches de los días 16, 17, 18 y 19 de febrero, hasta la
formación del primer Gobierno de Frente Popular. Se realizaron
convocadas por el Partido y las Juventudes Comunistas, en la Puerta del
Sol. Asistí a varias de ellas. Su
objetivo era impedir que prosperasen los propósitos del golpe de
Estado que se mascaba. En efecto, los manejos de los generales eran del
dominio público. La misión de los manifestantes era
mostrar la voluntad popular, de la que eran bandera de acción,
ante el Ministerio de la Gobernación. Como
se sabe, dichas manifestaciones en Madrid, así como las que
tuvieron lugar en casi toda España, contribuyeron a la
consolidación de la victoria en las urnas. Después
de la formación el 19 de febrero del primer Gobierno de Frente
Popular presidido por Azaña, las MAOC presentaron sus Estatutos
a las autoridades. Las misiones en ellos estampadas se
ceñían al derecho de autodefensa de los trabajadores y de
sus organizaciones, de la prensa, locales, actos, concentraciones y
manifestaciones del pueblo, lo que realizaron con todo éxito. La
primera actuación legal autorizada de las MAOC en Madrid tuvo
lugar el Primero de Mayo de 1936. Se encargaron de la defensa y
garantía de la manifestación oficial de esa memorable
jornada, encabezada por los dirigentes de las fuerzas políticas
y obreras del Frente Popular. A más de los núcleos
elegidos para la defensa de la poderosa manifestación, el grueso
de las MAOC, que vestían camisa azul mahón, cerraba el
desfile tras las banderas y estandartes de los distritos de Madrid. También
aparecieron públicamente en esta ocasión las milicias de
las Juventudes Socialistas, con camisas rojas. Antesala del 18 de julio Al
ser designado Azaña presidente de la República el 10 de
mayo de 1936, pasó el día 12 a la jefatura del Gobierno
Casares Quiroga, que siguió manteniendo en sus manos la cartera
de Guerra. En
este periodo, antesala del 18 de julio, se mascaba el clima de guerra
civil. Los cuartos de banderas eran focos de subversión. La UME
dio la directiva a todos sus afiliados de no aceptar los permisos de
verano. Las continuas advertencias de los oficiales y jefes leales, en
muchos casos postergados y perseguidos por sus "compañeros",
eran desoídas por el Gobierno. Igual suerte corrían las
denuncias hechas en las Cortes por los diputados de izquierda sobre los
preparativos de la sublevación, más señaladamente
las que con pruebas irrefutables hacían José Díaz
y Dolores Ibárruri en nombre del Partido Comunista. Los
pistoleros fascistas proseguían sus crímenes. Orientados
por la UME, asesinaron en Madrid el 9 de mayo al capitán Faraudo
y el 12 de julio al teniente José Castillo. El
indefensismo en que los militares demócratas se hallaban por
parte del Gobierno, excitó su indignación. La lenidad de
aquél les hizo reaccionar con particular brío,
desarrollándose en un núcleo importante de ellos la
tendencia a actuar por su cuenta. Al
día siguiente del asesinato del teniente Castillo, promovimos
una reunión a la que asistieron los dirigentes de las
células del Partido del Segundo Grupo de Asalto (Ministerio de
la Gobernación), del Ministerio de la Guerra, del Ministerio de
Marina y del Batallón Presidencial, reunión que se
celebró en el domicilio del teniente coronel José
Barceló, sito en la calleVallehermoso. A esta reunión
asistió, en vísperas de incorporarse a su destino en
África, el capitán de aviación Leret, uno de
nuestros camaradas militares más lúcidos, asesinado por
los franquistas el 18 de julio en la base de hidros de Atalayón.
En
esta reunión de particular tensión, los camaradas
Barceló, ayudante de Casares Quiroga y jefe del batallón
del Ministerio de la Guerra; Enciso, jefe del Batallón
Presidencial; Burillo, del Grupo de Asalto, y la célula del
Ministerio de Marina expresaron su indignación por los
crímenes de los militares fascistas y la necesidad de extremar
la vigilancia para salvar la
República en peligro. En aquella reunión se trazó
la línea de conducta a seguir con vistas a que no pudieran
sorprendemos los acontecimientos en los ministerios y en las unidades. En
este período, en nombre del Partido, yo estaba relacionado con
el coronel Rodrigo Gil Ruiz, jefe del Parque de Artillería de
Madrid, socialista. En vísperas de la sublevación y ante
la eventualidad de que los fascistas intentaran apoderarse de las armas
del Parque y se produjera un golpe fascista, fijamos ambos la consigna
"Modesto" para la entrega de las armas a las MAOC. CAPITULO II La sublevación militar fascista La
sublevación militar fascista la inició el día 17
el Ejército de Marruecos, donde abarcó a las cuatro
comandancias, más las regiones militares y la guarnición
de las Islas Canarias. En las primeras horas de la tarde del día
18 se sublevó la guarnición de Cádiz, a la que
habían llegado la 5ª Bandera del Tercio y un Tabor de
Regulares de las tropas de África a bordo del transporte Ciudad
de Cádiz y del destructor Churruca. La
noticia fue conocida en Madrid y en otras partes no por conducto
oficial, sino a través de los mil hilos por los que las grandes
tragedias llegan al pueblo, el cual reaccionó con particular
brío. Sólo
el 18 de julio, en Nota Oficiosa del Ministerio de la
Gobernación, radiada a las 8,30, el gobierno decía al
país: "Se
ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República. El
gobierno no ha podido dirigirse al país hasta tener conocimiento
exacto de lo sucedido... El
gobierno se complace en manifestar que varios grupos de elementos
leales resisten frente a la sedición en las plazas del
Protectorado, defendiendo con su prestigio la autoridad de la
República... En
este momento, las fuerzas de Aire, Mar y Tierra, salvo la
excepción señalada, permanecen fieles en el cumplimiento
del deber y se dirigen contra los sediciosos... El
gobierno de la República domina la situación".
Ocurría, por cierto, todo lo contrario. El 18, el clima
subversivo existente era manifiesto en todas las guarniciones del
Ejército de Tierra de la Península; en muchas de ellas,
la sublevación era un hecho consumado. Pero
las fuerzas políticas obreras del Frente Popular tenían
conciencia clara de la situación y la expresaron llamando al
pueblo a la defensa de la República. Cuando
el pueblo en la calle, en poderosas manifestaciones, pedía
"armas", el gobierno respondía esta vez en una Nota Oficial,
radiada a las 15,15: "...el
mejor concurso que se puede prestar es garantizar la normalidad de la
vida ciudadana para dar un ejemplo de serenidad y confianza en los
resortes del poder". Hacia
aquellas horas, los "resortes del poder" habían saltado en todas
partes o estaban a punto de saltar. Las ocho regiones militares, la
comandancia exenta de Asturias y las de Baleares siguieron el camino de
las fuerzas armadas de Marruecos y Canarias el día 17. El hecho
consumado, saliendo a la calle y proclamando el estado de guerra,
dependió en cada sitio de diversos factores. El principal que
actuaba en beneficio de. los sublevados era el empecinamiento del
gobierno en no querer ver la trágica realidad en toda su
crudeza. Sus llamamientos al apaciguamiento tenían un eco
unilateral y conducían a contener la réplica popular y
adormecer su vigilancia. Donde ocurrió así,
triunfó la sublevación militar. Es
notoria la actitud facciosa de la Flota de Guerra, que había
comenzado el transporte de tropas de Marruecos hasta que los marinos y
clases, con el apoyo de la oficialidad de los cuerpos auxiliares de la
Armada - alma y motor de los barcos sometieron a los mandos
sublevados y ganaron para la República 46 unidades de las 53 que
la componían. De
las fuerzas del Aire, con la excepción de los aeródromos
de Logroño y Burgos, dominados por los oficiales fascistas con
ayuda de las guarniciones, todos los demás y las bases de hidros
se proclamaron alIado de la República. Las
fuerzas obreras, representadas por los Partidos Comunista y Socialista,
que actuaban de acuerdo, reclamaron la formación de un gobierno
de Frente Popular dispuesto a aplastar la sublevación. A esta
exigencia, el presidente de la República, Manuel Azaña,
opuso la formación de un gobierno presidido por Martínez
Barrio, presidente de las Cortes, que rompía el marco del Frente
Popular. Igualmente fue rechazada la proposición de armar a las
MAOC. La
noche del 19 al 20 de julio transcurrió bajo el signo de la
lucha popular contra el gobierno de Martínez Barrio. Este y el
general Miaja telefonearon a Mola, a quien hicieron proposiciones que
Mola rechazó. El pueblo, lanzado a la calle en Madrid, Barcelona
y otras ciudades, enarbolando como consignas de lucha "Abajo
Martínez Barrio", "Abajo los traidores", y "Armas",
destrozó de un manotazo aquel gobierno de capitulación.
La formación del nuevo gobierno fue encomendada al Dr.
José Giral. Los días de julio en Madrid Conocido
el ambiente en los cuarteles y en los medios reaccionarios, que
anunciaban la inminencia de la sublevación militar fascista, a
partir del 16 de julio las MAOC de los distintos distritos de Madrid
fueron alertadas y concentradas en los que consideramos puntos clave
para responder rápidamente a los facciosos en el terreno y lugar
donde fuera necesario. En la comarca de Villalba se concentraron el
día 17. Cada distrito de las MAOC conocía su
misión. Gozaban de la mayor iniciativa y eran estimuladas
constantemente para que la desplegaran al máximo. Aquella
jornada y las de los días 17, 18, 19 y 20 de julio las pasamos
en plena dedicación a la liquidación del movimiento
faccioso en Madrid y en las guarniciones de su periferia. Desbordante
actividad realizaron las MAOC bajo la dirección inmediata y en
ligazón con el Comité Central y el Comité de
Madrid del Partido Comunista, bajo cuyas directivas actuábamos. Nos
habíamos instalado en la calle Piamonte con los dirigentes de
las MAOC de la Capital, Agustín Lafuente y Juan Fernández
(Juanito), caído el21 de julio al frente de los milicianos en el
asalto a las posiciones enemigas en Somosierra; Manuel Plaza,
caído en la batalla del Jarama, en su orilla derecha, ante el
puente de Titulcia, mandando el 40 batallón de la 18 Brigada
Mixta; Julio Zamalea, caído en la defensa de Madrid al mando de
un batallón de la 3a brigada en los combates de la Casa de Campo
en el mes de enero; Manuel Díaz del Valle ("el Tendero"), quien
después de una actuación heroica en las guerrillas en
todos los teatros de Europa durante la segunda guerra mundial hasta. la
liberación, combate que prosiguió en España hasta
1951, murió
en Varsovia con el nombre de Manuel Arana. Estábamos al
corriente de lo que ocurría en la ciudad a través de las
MAOC de los distritos, con los que teníamos enlace permanente. El
día 18, y más ampliamente el 19, bandas de pistoleros
fascistas, desde los edificios y mansiones señoriales, Bancos,
iglesias, grandes hoteles y en el centro de la ciudad, que dominaban
sus arterias principales, comenzaron a sembrar la muerte entre los
ciudadanos para aterrorizar al pueblo, con el propósito de
dominar el casco de la ciudad y facilitar la salida de los militares a
las calles; pero, como es bien sabido, los acontecimientos siguieron
otros derroteros. En
lo que se refiere a las organizaciones del Partido en las instituciones
de Orden Público y en las unidades militares, jugaron el papel
que les correspondía. Los comunistas, unidos a sus camaradas
socialistas y republicanos, o simplemente a núcleos de militares
patriotas que hicieron honor a su juramento de soldados de
España, tomaron la iniciativa político-militar en los
ministerios de la Guerra, Gobernación, Marina y en las unidades
militares donde pudieron hacerla y desde aquellas posiciones, ganadas
para la República a los militares facciosos, hicieron abortar la
sublevación. Además,
aportaron su modesta contribución a enderezar los asuntos en la
Flota de Guerra. En la reunión celebrada en la mañana del
19 con la célula comunista del Ministerio de Marina (compuesta
en su totalidad por oficiales de los llamados Cuerpos Auxiliares de la
Armada), sobre la base del conocimiento de la actividad facciosa de
algunas unidades navales que transportaron los días 18 y 19
tropas marroquíes y legionarias a la provincia de Cádiz
donde desembarcaron, así como la enemiga de los comandantes de
los barcos, en actitud de franca rebelión a cumplir las
órdenes del Ministerio, se acordó que los marineros y
jefes leales actuaran resueltamente en todas partes para que la Flota
se mantuviera fiel a la República. El
día 19, la situación en Madrid se había ido
clarificando. Las bandas fascistas, en lo fundamental, habían
sido derrotadas. Pero quedaba la guarnición, en gran parte
sublevada. Lo que ésta representaba, tanto en Madrid y sus
suburbios como en las provincias limítrofes, resalta en el
cuadro siguiente. - Fuerzas sublevadas en Madrid, ciudad. Esas
unidades fueron reforzadas con una compañía de la Guardia
civil y otra compañía de cadetes de Toledo. Cuartel del
Pacífico: Regimiento de Infantería núm. 1. Cuartel
de la calle Moret: Regimiento de Infantería núm. 2.
Centro Electrotécnico: con una escuela al completo de oficiales
cursantes de diversas armas. -En la periferia de Madrid. Central
de Tiro de Artillería; Escuela Central de Tiro de
Infantería; Escuela de Equitación. Getafe: Regimiento de
Artillería. El Pardo: Regimiento de Transmisiones.
Vicálvaro: Regimiento de Artillería Pesada. - Otras fuerzas más alejadas de Madrid, también sublevadas. Cadetes, Prisiones Militares. Segovia: Academia de Artillería, Fuerzas de la Guardia Civil de la provincia. Ávila: Academia de Intendencia, Fuerzas de la Guardia Civil de la provincia. Así,
pues, las unidades de la 1ª División Orgánica -salvo
honrosas excepciones - y otras fuerzas ya mencionadas se alzaron contra
la República. Algunas que no operaron con los fascistas
activamente en la sublevación, estaban inutilizadas para ser
empleadas contra los sublevados, tanto por el forcejeo interior entre
los partidarios de ellos y los leales, como por la falta de
decisión de estos últimos. Desde
el Cuartel de la Montaña, donde se encontraba el dentro de la
sublevación, el general Fanjul y su Estado Mayor dirigían
a los sediciosos. Para hacer frente a los facciosos, las autoridades
republicanas contaban en Madrid con las siguientes fuerzas leales: - Primer Grupo de Asalto, en el que buena parte de los mandos eran facciosos; - Segundo Grupo de Asalto, unidad republicana y patriótica ejemplar; - Tercer Grupo de Asalto, en el que el 50% de los mandos eran reaccionarios. tres en el aplastamiento de la sublevación. Las
tropas de la guarnición fueron cercadas en los cuarteles,
asediadas por el pueblo. Las MAOC y las fuerzas leales que no quedaron
desorganizadas, como el famoso Segundo Grupo de Asalto, mandado por el
comandante Ricardo Burillo, donde por su espíritu todos eran
milicias, fueron el catalizador de las energías populares y, con
los milicianos, las fuerzas decisivas que aplastaron a los facciosos. En
el Regimiento de Infantería núm. 2 (Cuartel de la calle
Moret) las tropas fueron acuarteladas el 17 de julio. Toda la
oficialidad estaba comprometida con la sublevación. El
día 19 empezaron a poner en práctica sus planes. Estos
consistían en formar a la tropa en el patio, fusilar al
suboficial "Alonso Moreno y al cabo Francisco Abad (ambos comunistas),
salir con las tropas a la calle y acudir en ayuda de los sublevados del
Cuartel de la Montaña. La
organización comunista y de la UMRA observaban los preparativos
de los mandos, que emplazaron las ametralladoras, el
cañón de infantería y los morteros contra la 2a
compañía del Primer Batallón, en la que era
conocido que el P.C. tenia una fuerte organización. Francisco Abad, comisionado por sus compañeros, se dirigió al oficial de la pieza, conminándole a retirada. sieron reaccionar. Las organizaciones antifascistas se hicieron cargo del regimiento sin necesidad de disparar ni un solo tiro. El
propósito de salir a la calle con el regimiento fue cortado por
el camarada Vicente Uribe, miembro del Buró Político del
Partido y responsable del trabajo en el Ejército y las fuerzas
armadas en todo el país, cuyas instrucciones al camarada Alonso
Moreno fueron: "Nada de sublevarse, porque pueden pensar que son los
fascistas". En
la noche del 19, salí acompañado por Agustín
Lafuente y otro camarada de las MAOC, cuyo nombre no recuerdo
desgraciadamente, a conocer la situación existente en los
cuarteles periféricos. Al amanecer participamos en la toma del
cuartel de Artillería de Getafe. En esta acción tomaron
parte las MAOC de la localidad, armadas por el personal mecánico
del aeródromo. Recuerdo con emoción la actitud de los
soldados de artillería. Después de la rendición de
los oficiales, al venir a depositar las armas en la montonera que se
les indicó, casi todos sacaban la munición y, tirando los
peines, decían: "Ahí están las balas que me han
dado. Yo no he disparado ninguna". Entramos
en el cuartel, reunimos a los soldados en el patio y, desde la baranda
del corredor de los dormitorios del primer piso, improvisamos un mitin,
en el que les dirigí la palabra en nombre del Partido. Regresé
a la calle Piamonte hacia media mañana, donde informé al
Partido sobre la situación en Getafe y volví a salir,
esta vez con Juanito Fernández, para recoger a un camarada
soldado, escapado del cuartel de la Montaña, que estaba en
"terreno de nadie" al pie de la montaña del Príncipe
Pío, donde se alzaba aquella fortaleza. Pasamos por el cruce de
la calle Ferraz desde la dirección de Gran Vía y
recogimos en su abrigo al camarada, con el que nos trasladamos a la
calle Piamonte, donde informamos al Partido de la situación. La
jornada del día 20 coronó la victoria popular contra la
guarnición. La dinámica de la lucha ofreció, tras
Getafe, la caída del Cuartel de la Montaña, a la que
siguieron Campamento, el Regimiento núm. 1 y el Regimiento de
Artillería de Vicálvaro. En
Campamento se mantuvo leal el grupo de artillería de la DECA,
mandado por el comandante Cimarro, que se enfrentó a los
sediciosos y cooperó a su derrota. En
el Regimiento núm: 1, donde la situación era muy tensa e
indecisa, porque la mayor parte de sus mandos, con el coronel-jefe a la
cabeza, eran partidarios de la sublevación y se aprestaban a
secundaria, fue decisiva la intervención de la camarada Dolores
Ibárruri, que entrando audazmente en el cuartel con Enrique
Líster y otros camaradas, habló a los soldados reunidos y
les decidió a que impidieran el levantamiento del Regimiento y
defendieran a la República. Los soldados abrieron las puertas
del cuartel a un buen grupo de milicianos que vigilaban expectantes en
la puerta y formaron con ellos una columna que salió días
después para la Sierra al mando del capitán Benito y con
Líster de comisario. La camarada Dolores fue también con
ellos. En
los asaltos y tomas de los cuarteles fueron conquistadas las armas que
hicieron posible la derrota de los sublevados de las guarniciones
alejadas de Madrid y la resistencia en la Sierra. Pero las primeras
vinieron del Parque de Artillería, el día 18, entregadas
por el coronel Rodrigo Gil. Al
finalizar la jornada del 20, en una reunión de la
dirección del Partido para examinar la situación militar
creada por la sublevación y la disolución del
Ejército decretada por el gobierno, se acordó comenzar a
reagrupar las milicias. Mi
última gestión como responsable nacional de las MAOC
consistió en transmitir personalmente a todos los distritos de
las MAOC que recorrí, así como a los comités de
radio del Partido las directivas que recibí, en nombre de la
dirección del Partido, de los camaradas Pedro Checa y Francisco
Antón de concentrar a todos los milicianos en Francos
Rodríguez, en el edificio abandonado del viejo convento de los
Salesianos, donde ya se habían instalado las MAOC de la barriada
obrera de Cuatro Caminos y donde fue organizado el 5° Regimiento.
Igualmente se indicó intensificar la recluta de voluntarios en
las distintas barriadas y su traslado posterior al cuartel del Quinto.
Allí participé en la reunión constitutiva del
mismo, a la que asistieron los camaradas José Díaz,
Dolores Ibárruri, Pedro Checa, Francisco Antón, Daniel
Ortega, Victorio Codovilla y yo, por mi responsabilidad de las MAOC,
así como algunos responsables de las milicias de distrito. En
aquella reunión donde nació el Quinto Regimiento, no se
nombró a nadie comandante, ni comandante en jefe. El jefe del
Quinto era de hecho el Partido, sin personalizar todavía en
nadie. Lo que si ocurrió es que aquellos camaradas que
habían dirigido las milicias de distrito y tenido
responsabilidad en ellas, continuaban haciéndolo, aunque no
todos. Y de ahí el que, a pesar de la constitución del
Regimiento, subsistieran durante algún tiempo diversas
organizaciones milicianas, que en el desarrollo del Quinto fueron
incorporándose a éste, ocupando puestos de
dirección los camaradas que más se habían
distinguido en su organización y en los primeros combates.
Algunos de ellos, como el renegado Enrique Castro, fracasaron, mientras
que otros consolidaron su mando por su valiosa contribución a la
lucha. Las dos Españas En
esos días de julio, España fue rota en dos. En los
lugares del país donde el pueblo replicó con su
acción más resuelta a los consejos y directivas de
pasividad del gobierno y las autoridades, se aplastó la
sublevación. Donde no fue así, se impusieron los
facciosos. La
victoria popular fue alcanzada en Madrid y Castilla la Nueva, en
Barcelona y toda Cataluña, en Asturias, en País Vasco y
Santander; en las regiones de Valencia, Murcia, Extremadura y en
Andalucía Oriental; en los territorios al Este de las provincias
aragonesas. Los
sublevados dominaron Cádiz, Sevilla y las ciudades de
Córdoba y Granada, en Andalucía; Navarra y Galicia, en el
Norte; y la mayor parte de las provincias en la Meseta Central. La
médula de la sublevación fue el cuadro de mandos del
Ejército, que arrastraron a éste al levantamiento contra
la República. El
examen comparativo de las dos zonas da un balance decididamente
favorable a la España leal, que mantenía en sus manos las
tres cuartas partes del territorio en que estaban enclavados los
centros políticos y económicos principales del
país. En
el aspecto industrial, los establecimientos más importantes se
hallaban concentrados en dos grandes núcleos:
Vizcaya-Asturias-Santander y Valencia-Barcelona. Esto
significaba la posibilidad de desarrollar, tanto en el Norte como en
Levante, la industria de guerra al calor de las principales
factorías siderúrgicas del país: los Altos Hornos
de Vizcaya y la Siderúrgica del Mediterráneo (Sagunto). La
industria química, madre de la producción de explosivos
tenía sus grandes instalaciones industriales en la costa
cantábrica (Vizcaya y Asturias), en el Mediterráneo
(Barcelona, Valencia y Murcia) y en Madrid. La
situación geográfica de la industria de guerra era
también favorable para la República, como resalta en el
cuadro siguiente: En territorio republicano En territorio dominado por los fascistas Trubia: artillería de todos los Sevilla: artillería de pequeños calibres, carros de combate, calibres, espoletas, proyectiles, proyectiles, tractores. cartuchería, pirotecnia. Toledo: espoletas, cartuchería, Granada: pólvoras y explosivos. material de cirugía. Madrid: material de aviación. San Fernando (Cádiz): construcción de buques. Aranjuez (Madrid): aparatos de Cádiz: fábrica de torpedos y precisión. material de aviación. Reinosa (Santander): forja de El Ferrol: astilleros de la cañones, torres y montajes. base naval. Sestao (Bilbao): astilleros y construcción de máquinas. Nervión (Bilbao): astilleros y producción de explosivos. Valencia: astilleros de la Unión Naval de Levante. Murcia: fábrica de pólvoras. Cartagena: astilleros de la base naval. La
densidad de población era mayor en el territorio de la
República que en la parte sojuzgada por los fascistas.
Sólo el censo de la población de las dos principales
ciudades Madrid y Barcelona-, comparado con el de la población
total de España, representaba 1 por cada 12 habitantes. Y
si tenemos en cuenta que la densidad media de España era de 47,6
habitantes por km2, los índices de población en la
periferia marítima alcanzaban en el Cantábrico 241,1
habitantes por km2 en Vizcaya y 160,4 en Guipúzcoa. En la costa
mediterránea la densidad era de 234,1 en Barcelona, 94,9 en
Valencia y 84,2 en Málaga. Así,
pues, no es exagerado afirmar que los dos tercios de la
población del país se encontraban en territorio
republicano. Los sublevados tenían una importante desventaja,
desde el punto de vista estratégico, al tener dividido el
territorio ocupado por ellos en tres zonas: -
Marruecos, separado de la Península por el foso del Estrecho y
que, por el fracaso de la sublevación en la Flota, no
podía con sus propias fuerzas más que aspirar a enviar
tropas para alimentar el combate en el Sur de España contra los
obreros y campesinos agrupados en las milicias populares. -
Andalucía occidental, donde por aquellos días eran
dueños prácticamente del terreno que pisaban y nada
más. -Norte,
donde a excepción de Navarra, Valladolid, Burgos, Zamora y
Salamanca, la situación de los sublevados era tan precaria como
en Andalucía. Tanto en la zona Norte como en el Suroeste
atlántico reforzaron su débil situación asesinando
en masa a los mejores patriotas. Por
el desenlace, a favor del pueblo, de la sublevación en la Flota
de Guerra, la República tenía el dominio del mar y la
posibilidad de impedir el traslado del ejército franquista de
Marruecos a España. Evitar el paso del Ejército de
África, compuesto por 30.000-35.000 combatientes, ampliados en
la primera semana de la sublevación hasta unos 100.000, en su
aplastante mayoría mercenarios, era la cuestión principal
a resolver por los republicanos. La
ventaja de los sediciosos consistía en que la sublevación
y las incidencias de la lucha en sus comienzos descoyuntaron las
fuerzas militares en la zona republicana, dejándola sin
Ejército. Lo fundamental del viejo Ejército quedó
en manos de los generales y jefes que encabezaron la
sublevación. "Era
evidente que, desde el comienzo de la sublevación, sin
pérdida de tiempo, se debía haber marchado a la
formación de un Ejército regular con mando único;
que se debía haber decretado la movilización general de
todos los recursos y energías nacionales", como proponía
el Partido Comunista. Pero no se hizo. Madrid en el plan de la sublevación Después
de los primeros choques y movimientos de fuerzas realizados por los
facciosos o los leales, que llevaron a la división del
país en dos zonas, aquellos pasaron a la defensiva en el sector
oriental, realizando acciones de importancia local en Guipúzcoa,
a fin de ocupar la frontera con Francia, y en Andalucía
occidental, para asegurar una amplia zona de concentración y despliegue de las fuerzas de África, centrando sus esfuerzos ininterrumpidos en la conquista de Madrid. Ello
se debía a que Madrid era considerado, con razón, el
centro vital de la República y de la España popular.
Concurrían en él las circunstancias de su capitalidad, de
ser el centro dirigente nacional del movimiento popular y el principal
nudo de comunicaciones de la Península. A
conquistar Madrid, pues, subordinaron sus planes operativos y dedicaron
las fuerzas más selectas de que disponían:
españolas, marroquíes, tercio, italianas, alemanas,
portuguesas y una brigada irlandesa, así como sus mejores medios
de combate, de procedencia, como es notorio, alemana e italiana
principalmente. Nueve
meses duraron en el tiempo la lucha y los combates directos por Madrid,
combates que comenzaron en las sierras de Guadarrama y de Gredas del
Sistema Central, siguieron en el curso medio del río Tajo,
continuaron en los valles del Jarama y del Manzanares, para terminar en
tierras de la Alcarria, al Oeste del alto Tajo. En
su desarrollo podemos dividirlos en cinco períodos operativos:
1°. - Se ensambla con los choques armados de julio y se prolonga
hasta septiembre. Se caracteriza por la contención del enemigo
en los pasos de la Sierra del Guadarrama por las primeras unidades
milicianas de las columnas enviadas sobre Madrid. 2°. -Engloba los
combates de septiembre-octubre en el valle del Tajo. En su
dinámica, las tropas de choque de la sublevación, y de
los intervencionistas extranjeros alcanzan las puertas de Madrid.
3°. -Comprende las acciones de noviembre de 1936 y enero de 1937,
en las que fracasan los ataques frontales y las maniobras de cortos
vuelos tendentes al cerco de la plaza. 4°. - Operación del Jarama, en el mes de febrero de 1937, dirigida al aislamiento de la Capital. 5°.
- Batalla de Guadalajara, cuya importancia político-militar y
estratégica estriba en la derrota del Cuerpo italiano, cuando se
proponía el cerco y la conquista de Madrid por Guadalajara y la
destrucción del Ejército Popular del Centro. No
obstante dicha división en periodos, la gran batalla de Madrid
es un conjunto único de pequeñas, medianas y grandes
acciones, que se desarrollan escalonadamente en el tiempo y en el
espacio comprendido desde los pasos de Soria, en dirección de
Guadalajara, hasta el curso medio del Tajo en Talavera. Hay que partir
de esto para apreciar las verdaderas dimensiones de la lucha en torno a
Madrid, no tanto en lo que concierne al esfuerzo de los sublevados para
ocuparlo, como a la resistencia de los leales para defenderlo. Al
dividirla en períodos, lo hacemos porque dentro de esa unidad de
conjunto hay un hecho militar fundamental en cada uno, que si bien no
excluye las actividades militares en los demás sectores, es
predominante. CAPITULO III La Sierra y su importancia Tras
la derrota de la sedición en Madrid y en las provincias de
Guadalajara y Toledo, se conoció que sobre la Capital
venían varias columnas procedentes del Norte. Para hacer frente
a la amenaza que ello representaba, salieron a su encuentro, con la
misión de contenerlas en la Sierra, varias formaciones
milicianas organizadas por el Quinto Regimiento, la Casa del Pueblo y
otras entidades obreras y juveniles de signo diverso, dando origen a
los combates de julio-agosto en la Sierra. Dichos
combates se desarrollaron por el dominio de los puertos de la Sierra
del Guadarrama, tramo medio de la barrera montañosa del Sistema
Central que separa ambas Castillas, por donde transcurren varias
direcciones convergentes en Madrid. Las más importantes desde el
punto de vista operativo son: - Madrid-Burgos, por Somosierra y Aranda de Duero; - Madrid-Segovia, por Villalba y el Puerto de Navacerrada o por el valle del Manzanares, Puerto de Navacerrada; - Madrid-Valladolid, por el Puerto de Guadarrama o el Alto de León. La
principal es la última, que supera la cordillera por el Puerto
de Guadarrama. Por ella pasa la carretera general Madrid-Valladolid
(Madrid-La Coruña) y cruza la cordillera el ferrocarril
Madrid-Valladolid por Segovia y Medina del Campo, este último
uno de los más importantes nudos ferroviarios del país. .
Superar
la barrera montañosa por el Puerto de Guadarrama (1.511 m.), que
es el paso más estrecho de la cordillera (10 km.) y el
más cercano a Madrid (58 km.), saliendo a Villalba, daría
a las columnas de Mola el dominio de la Sierra. Ello explica que fuera
precisamente en el paso de Guadarrama donde se libraran combates casi
ininterrumpidos y tenaces desde el 22 de julio hasta el 15 de agosto.
Por su importancia, la segunda dirección operativa cruza el
macizo por el Puerto de Somosierra (1.454 m.). Por éste pasa la
carretera de primer orden Madrid-Burgos. La
otra dirección es la que salva la Sierra por el Puerto de
Navacerrada (1.860 m.). Su importancia reside en que es el paso
más próximo a Segovia y en su situación entre las
Guarrenas (2.262 m.) y Siete Picos (2.183 m.), casi en el centro de la
Sierra, unido a que en él convergen otros puertos que de hecho
son sus tributarios; da solidez a la defensa de los otros pasos,
principalmente el del Alto del León, el más
próximo, cuya defensa, sin dominar el Puerto de Navacerrada se
hace extremadamente difícil. La
ventaja de tener la iniciativa en el desencadenamiento de las acciones
militares, por el mero hecho de la sedición, y el
propósito de apoderarse de Madrid indujo a los sublevados a
enviar vanguardias facciosas para la ocupación de los tres
puertos mencionados, con la misión de mantenerlos en sus manos,
facilitando así el paso de las columnas del N. y del NO.
lanzadas sobre Madrid. El
paso de Somosierra, hacia donde venia la columna de Burgos, lo ocupaba
una unidad de falangistas; fuerzas de artillería y de la Guardia
Civil de Segovia se instalaron en Navacerrada: núcleos de
fascistas lo hacen en Guadarrama, hacia donde avanzaba la columna de
Valladolid. Los primeros combates de la Sierra Como
responsable de la organización de las milicias, participé
en la organización y gestioné el armamento de las dos
primeras columnas que se formaron en el Quinto Regimiento, y que en la
tarde del 21 salieron para Somosierra y Villalba, incorporándome
a esta última. Al frente de ella íbamos el camarada
Félix Bárzana, maestro nacional, miembro del
Comité Provincial de Madrid del Partido Comunista, y yo como
responsable militar. A
la anochecida llegamos a Villalba, donde encontramos fuerzas de
Ingenieros, al mando del coronel Castillo, y del 2° Grupo de
Asalto, al mando del teniente coronel Burillo, así como otros
jefes y oficiales de Madrid y milicianos de aquella comarca. Se
enviaron patrullas de reconocimiento a los puertos de Guadarrama y
Navacerrada. Los fascistas que ocupaban Guadarrama, lo abandonaron. En
Navacerrada se combatía. Sobre la base de esa situación,
en la reunión que celebramos el coronel Castillo, los tenientes
coroneles Moriones, Redondo y Burillo, el capitán Fontán,
Enrique Zafra, responsable de las milicias de Villalba y su comarca,
Félix Bárzana y yo, se ,decidió que las milicias
del Quinto Regimiento y las fuerzas del ZO Grupo de Asalto formasen una
columna y marchasen al encuentro del enemigo en dirección
Navacerrada. Las otras fuerzas marcharian hacia Guadarrama, donde las
milicias de Villalba ocuparon posiciones cercanas a San Rafael. Al
amanecer del día 22 subimos al Puerto de Navacerrada,
recuperando a un grupo de campesinos y leñadores de dicha
localidad, dirigidos por Villanueva "el Tuerto", que se habían
batido con el enemigo. Este se encontraba situado en el gran mirador
que se alza en la divisoria de aguas del espinazo de la Sierra, limite
de las provincias de Madrid y Segovia, llamado Dos Castillas.
Después de algunos disparos, del primer impulso coronamos Dos
Castillas. Tornamos un cañón del 7,5 allí
emplazado. Y nos lanzamos adelante, bajando hacia Balsaín y La
Granja. Lo montañoso del terreno, cubierto además por el
gran pinar de Balsaín, subordinaba todo movimiento serio a la
carretera. Los obstáculos naturales, reforzados con barreras de
pinos, nos obligaron a perder el tiempo en su desmonte. El
capitán José Fontán, con un pelotón de
guardias de asalto, y yo, con un grupo de comunistas, íbamos en
vanguardia. Por mucho que nos esforzamos, no volvimos a tomar contacto
con el enemigo. Pero le impedimos retirar su artillería,
apoderándonos de otros siete cañones del 7,5 emplazados
sobre la carretera, en los lazos finales de las Siete Vueltas. Llegamos
al pueblo de Balsaín y estando preparando el asalto a La Granja,
ocupada por la Guardia Civil, me alcanzó Bárzana, que me
comunicó la orden del teniente coronel Burillo: "Volver hacia
Dos Castillas, donde hay movimiento del enemigo. Y la cuestión
se plantea así: A ver quién llega antes al alto". Pero Bárzana me dijo otra cosa más, verdaderamente indignante: - Mira lo que ha pasado., Algunos han entrado en los establecimientos y han arramblado con todo lo que han podido. - ¡No es posible! - le dije. - Si. Los de Asalto están indignados. -
Bueno -le respondí- Vete con ellos. De lo demás me
encargo yo. Por cierto, di al primer camión que no se mueva
hasta que
yo se lo diga. Y agregué: Burillo y los otros me conocen; diles
que tengan confianza. Llegado a Balsaín se me cayó el
alma a los pies. Pero ya mi decisión estaba tomada.
Empecé a revisar los camiones desde el último hasta el
primero. Todo lo que había sido cogido de las tiendas de comestibles
fue devuelto. Sólo un caso me exigió ser severo. Lo
demás eran chiquilladas. Pero sumamente dañinas. A uno de
los muchachos, Valeriano Hermosa, un verdadero crió, le vi con
un jamón casi mayor que él. Le pregunté como a
todos: - ¿Quién te ha dado eso? - Yo nunca he comido jamón. ¡Tengo tantas ganas!... - ¡A dejado en su sitio! Dejó
el jamón sin rechistar y se quedó firme. ¡Pobre
Valeriano! Detrás del hombre había un héroe.
Voluntario desde el primer día de la sublevación,
combatió en todos los frentes hasta febrero de 1939, fecha en
que evacuó con el Ejército a Francia, donde hizo
también toda la guerra y la resistencia contra el hitlerismo,
siendo deportado en 1951 a Argelia. Acogido en Polonia como emigrado
político, se hizo perito en Varsovia, donde ha muerto. Desde
que vieron la escena, los vecinos de Balsaín comenzaron a
congregarse en torno nuestro. Más de un centenar de personas
asistían al espectáculo. Y yo tenía que justificar
lo injustificable. Me serví del ejemplo de Valeriano como caso
más convincente y al devolverles lo que era suyo, pedí
perdón a los vecinos de Balsaín. Me lo concedieron con
esa generosidad que sólo es patrimonio del pueblo. - Por favor, haceos cargo de esto y devolvérselo a sus dueños. - Vete tranquilo, muchacho - me dijeron dos personas mayores. - Somos de los vuestros. ¡Estamos con la República! -
Muchas gracias y perdón otra vez. y salimos para Dos Castillas.
Llegando al Puerto vi a la oficialidad de Asalto que estaba conversando
con Bárzana en la puerta de las casas que se alzaban a la
izquierda. Ahora
venía la segunda parte de lo comenzado en Balsaín. Me
senté en el estribo del primer camión. Algunos se
acercaron a mí. Recuerdo en particular a Cipriano
González. Le pregunté: - ¿Tú eres comunista? - Sí. Y estoy de acuerdo con lo que has dicho allí. ya
golpeado en Balsaín. Cuando terminé, después de
señalar las condiciones para quedar en la columna,
planteé el dilema: - Los que estén de acuerdo conmigo ¡que pasen a este lado! -Yo
soy también comunista y acepto y apoyo lo que tú has
dicho - dijo el primero que habló, Américo Brizuela
Cuenta, otro fundador del Thäelmann, obrero tipógrafo de
Madrid, al que me referiré más adelante. Le siguieron
todos los demás. La jornada del 22 de julio se terminó en
este sector de la Sierra con la conquista del Puerto de Navacerrada, la
toma de las dos baterías de cañones del 7,5 m/m. y la
derrota de la columna de Segovia. El
mismo día 22 la columna del coronel Castillo salió de
Villalba, como la anterior, con sus dos compañías del
Regimiento de Ingenieros de Ferrocarriles de Leganés. Con
ella iba el camarada Zafra hasta las proximidades de San Rafael, donde
las milicias serranas ocupaban posiciones. Al
llegar al pueblo de Guadarrama, el coronel Castillo dijo que siguieran
sus tropas adelante, mientras él se acercaba a Navacerrada para
comprobar la situación. Hacia
el mediodía llegó al pie de la vertiente septentrional de
la Sierra la columna facciosa de Valladolid, lanzada sobre Madrid, que
mandaba el coronel Serrador, columna muy superior en fuerzas (3.000
hombres) y medios de fuego a las de la República (400). En
efecto, la integraban un batallón del Regimiento San Quintin,
dos batallones de falangistas, un escuadrón de caballería
de Farnesio, dos secciones de ametralladoras, dos baterías del
Regimiento de Artillería. núm. 4 y fuerzas del Regimiento
de Transmisiones de El Pardo. El
ataque enemigo sorprendió a nuestras fuerzas, que estaban
orientadas hacia Segovia. El capitán Castillo y otros mandos
cayeron en el combate. Una parte de las fuerzas retrocedió. Pero
en las fragosidades de la Sierra, los milicianos serranos de la
compañía que mandaba el alcalde de Villalba, Alejandro
Alonso, se mantuvieron a un lado y otro de la carretera, donde se
reorganizó el frente. A
la caída de la tarde volvió el coronel Castillo de su
visita a Navacerrada. Al ser informado de la situación,
preguntó por el capitán Castillo, su hijo. Al responderle
que había caído en el combate, dio unos pasos
atrás, sacó la pistola y se suicidó, sin dar
tiempo para impedirlo al teniente coronel Domingo Moriones y al
camarada Enrique Líster, que estaban con él. El
enemigo, tras unas horas de calma, reanudó sus ataques, que al
final de la jornada le permitieron ganar el puerto. Bárzana, que
había ido allí, volvió y me dijo que marchaba a
Madrid para informar. No volvimos a vemos. Fue asesinado al entrar en
la ciudad por un control anarquista. El
poco tiempo que convivimos en el combate me permitió ver y
apreciar en él sus excelentes condiciones de dirigente
comunista, culto, valiente y muy humano y afable en el trato con los
hombres, que le escuchaban y obedecían con respecto y
cariño. Fue una gran pérdida para el Partido. Y yo me
quedé sin un gran camarada con el que los lazos de amistad y
compenetración se estrechaban de día en día. Para
hacer frente a la situación creada en el Puerto de Guadarrama,
nos trasladamos allí las fuerzas de Asalto, que mandaba Burillo,
y las de milicias, que yo dirigía. Con
las fuerzas que había allí y se habían batido con
los fascistas, subimos al encuentro del enemigo, que intentaba bajar
del Puerto, forzándole a replegarse. Como resultado de los
contraataques del día 23 sólo quedó en manos del
enemigo la explanada del Alto del León, que no fue posible tomar
por estar defendida con una gran cantidad de ametralladoras. El
día 25 fuimos relevados por los refuerzos venidos de Madrid, que
comprendían milicianos, el grupo de
autoametralladoras-cañones del Regimiento de
Caballería de Aranjuez y varias secciones de la Guardia Civil. En
Somosierra, la columna del Quinto Regimiento en la que iban Francisco
Galán, Juanito Fernández, Zamalea, Escontrela y algunos
más, se reunió con otras fuerzas y el 21 de julio
atacaron a la columna de Burgos que había desalojado a los
campesinos que anteriormente habían ganado el Puerto a las
bandas fascistas que lo ocuparon el 18. En
vigoroso ataque, apoyado por cuatro aviones, derrotaron a la columna de
Burgos echándola del Puerto, tomándole dos piezas de
artillería de acompañamiento y varias ametralladoras y
haciendo más de un centenar de prisioneros. En estos combates
cayó al frente de los asaltantes Juan Fernández
(Juanito), miembro del Comité Provincial del Partido de Madrid,
fundador y uno de los dirigentes de las MAOC, el primer capitán
de milicias, valiente y firme a toda prueba, con un riquísimo
historial de lucha a pesar de su juventud. En
Navalperal de Pinares se detuvo e instaló el 22 de julio la
columna del teniente coronel Mangada, formada por milicianos del
Puente de Segovia y guardias de Asalto, organizando la defensa al Norte
de aquella población. En los días siguientes"ocupó
un sector de aquella comarca de la Paramera de Ávila,
extendiéndose por su derecha hasta las Navas del Marqués
y por su izquierda hasta Cebreros. Nuestras
fuerzas se completaron con centenares de campesinos de las poblaciones
mencionadas, El Tiemblo y otros lugares, realizando siempre con
éxito misiones diversionistas en vanguardia de sus posiciones. En
estos combates se contuvo a la columna de Valladolid en la divisoria
del Puerto de Guadarrama que ocupaba. La de la Guardia Civil y
artillería de Segovia, más -débil que la anterior,
había sido derrotada en Navacerrada, así como la columna
de Burgos en Somosierra. La columna de Pamplona, que mandaba
García Escámez, detenida en Logroño por la
resistencia popular, había recibido de Mola la misión de
seguir las comunicaciones del río Renares en dirección de
Guadalajara-Madrid. Pero la derrota de los sublevados en Guadalajara y
Alcalá de Henares por la columna de Madrid, que mandaba el
coronel Puigdengola, compuesta en su mayor parte por las MAOC de
Ventas, le hizo desistir de aquella misión, retrocediendo e
incorporándose a las fuerzas fascistas de Somosierra. Otra
columna de Madrid, de la que formaban parte las MAOC de Vallecas,
marchó el día 22 sobre Toledo, donde el coronel
Moscardó había declarado el estado de guerra el
día 21 y sacado las fuerzas a la calle, procediendo a la
ocupación de la ciudad y cortando sus comunicaciones con el
exterior al Norte de la hoz del río Tajo sobre la que se levanta
Toledo; organizó allí dos centros de resistencia que
ocuparon sus fuerzas: uno basado en el cuartel de la Guardia Civil y el
hospital de Afuera sobre la carretera de Madrid, y el otro, en la
fábrica de armas y la carretera de Ávila. La
columna miliciana de Madrid, a la que apoyaba la población
toledana, atacó las posiciones de los sublevados y, al primer
empuje, conquistó la fábrica de armas e irrumpió
en Toledo, retirándose Moscardó y sus tropas al
Alcázar, el Gobierno Militar, el Hospital Provincial y las casas
circundantes, de las que fueron siendo desalojados en los días
siguientes, con excepción del Alcázar. Prosiguen los combates en la Sierra En
los días siguientes prosiguieron las acciones combativas a
iniciativa alterna, nuestra y de los sublevados, en los puertos de
Somosierra y Guadarrama, mientras que en Navacerrada el enemigo
pasó a la defensiva. Aquí la iniciativa se
mantenía en manos republicanas, traduciéndose en acciones
diversionistas de corto alcance en la retaguardia enemiga. Se
realizó un intenso esfuerzo de organización, y la unidad
miliciana que yo mandaba, a la que afluyeron centenares de campesinos
de Balsaín, La Granja y otros pueblos segovianos, se
transformó, a últimos de julio, en el primer
batallón de Milicias y ya una auténtica unidad militar,
aún con las deficiencias propias de la situación
existente. En una reunión de la unidad fui confirmado jefe del
batallón por mis compañeros, y el teniente coronel
Burillo, jefe de la columna, me puso la estrella de comandante. En
dicha reunión se acordó por unanimidad dar a nuestra
unidad el nombre de Thäelmann, en homenaje al gran dirigente
comunista alemán prisionero del fascismo hitleriano, que
acabó asesinándole. Más
adelante, las acciones combativas del batallón se
desarrollarían en los demás sectores de la Sierra, como a
su tiempo veremos. Las
posiciones republicanas en Navacerrada se establecieron
sólidamente en Malagosto-Reventón dominando sobre La
Granja; cubriendo Rascafría-Puerto de los Cotos-Peñajara,
continuaban al pie de Dos Castillas por delante de las Siete Revueltas
sobre la carretera de Balsaín-Segovia, en el lugar llamado Boca
del Asno, siguiendo por la falda norte de Siete Picos hasta el camino
forestal. Estas posiciones se mantuvieron hasta el fin de la guerra. En
Somosierra, las columnas de Burgos y Pamplona, con efectivos
aproximados a dos regimientos, 24 cañones y gran
profusión de armas automáticas, desencadenaron un
poderoso ataque al amanecer del día 25 de julio. Nuestras
fuerzas (1.500 combatientes) hicieron frente con decisión
durante todo el día, pero un nuevo ataque al atardecer, en el
que empleó todas sus fuerzas y medios, dio al enemigo el Puerto
de Somosierra y el poblado de Roblegordo, en sus proximidades. Los
representantes del Quinto Regimiento y los oficiales leales que
había allí, los dirigentes comunistas Isidoro
Diéguez y Luis C. Giorla, miembros del Comité Provincial
de Madrid, y un antifascista italiano refugiado político en
España, Pablo de Bono, se emplearon con todas sus
energías en la reorganización de las fuerzas y
organizaron la defensa cubriendo Buitrago y el canal de Lozoya en el
frente Paredes de Buitrago-Puerto de Navafría, donde se
estabilizó aquel sector. A
finales de julio se creó una situación de apertura del
frente por la deserción de la Guardia Civil de Paredes de
Buitrago. Los fascistas intentaron ocupar el mencionado lugar y se entabló un violento combate, que terminó con su derrota. En
esta acción participó con las demás fuerzas del
sector una columna de la CNT organizada en Madrid, que al final del combate
se instaló en Paredes de Buitrago, tomando a su cargo ese
sector. Las fuerzas del Quinto Regimiento asumieron la defensa del
sector que cubría Buitrago, sobre la carretera general de
Madrid. En
el Guadarrama, los refuerzos llegados de Madrid el 24, entre, los que
estaban el grupo de auto ametralladoras-cañones del Regimiento
de Caballería de Aranjuez, la columna del capitán Benito,
caído en el combate, y Enrique Líster (con ellos
venía "Pasionaria") y varias secciones de la Guardia Civil
establecieron contacto con el enemigo y organizaron un contraataque con
el objetivo de conquistar el Puerto. Tenían el apoyo de alguna
artillería, pero cuatro a cinco veces más débil
que la de los fascistas. El
contraataque republicano llevaba en vanguardia a las fuerzas del grupo
auto ametralladoras-cañones, cuyos mandos se pasaron al enemigo,
entregando a una parte de las tropas. Este
hecho se reflejó en el resultado de los combates. La
desorganización de las fuerzas propias creó una
situación difícil. El 26, dos compañías del
Thäelmann y fuerzas de asalto salimos de Navacerrada para aquel
sector, logrando restablecer la situación, a la altura de la
Fuente de la Teja, a la derecha de la carretera general. Nuevos
refuerzos de Madrid nos relevaron a las fuerzas de Navacerrada,
regresando a nuestras bases. Volvimos
varias veces a este frente, para hacer un ataque de noche, a la
izquierda de la carretera, en el que se combatió cuerpo a cuerpo
y se le causaron serias bajas al enemigo, y para restablecer otra
situación delicada, encontrándonos allí cuando
llegó la primer compañía de Acero, que mandaba el
capitán Manuel Márquez, hasta el 18 de julio jefe de una
de las compañías del Batallón Presidencial y uno
de los militares patriotas más capaces, de gran modestia y
valor, que hasta el fin de la guerra estuvo siempre en el frente
mandando unidades, la última un Cuerpo de Ejército,
ascendiendo a teniente coronel. Ahora era el general Manuel Riquelme el
jefe de este sector. Antes lo habían mandado el coronel
Castillo, que se suicidó, como he dicho antes, luego el teniente
coronel Puig, herido, al que sucedió Riquelme. A éste le
relevó el coronel Asensio Torrado, quien tiene en su haber la
contribución a la consolidación de este sector. En
Navalperal, el 28 de julio, una columna que mandaba el comandante
Doval, tristemente célebre verdugo del pueblo asturiano en 1934,
compuesta por fuerzas de la Guardia Civil, infantería y
artillería, atacó nuestras posiciones,
entablándose combates de gran dureza. El ataque se
prolongó los días 28 y 29 de julio, terminando con el
éxito de nuestras fuerzas al finalizar la última jornada.
Este sector permanecería pasivo hasta bien avanzado el mes de agosto. El mes de agosto en la Sierra En
este mes se escalonaron una serie de ataques en el frente de la Sierra.
Su escenario fue: Somosierra, los días 4 y 5 de agosto;
Guadarrama, del 5 al 15; Navalperal, los días 19 y 20;
Peguerinos, los días 29 y 30. En
Somosierra, el ataque enemigo cargó su peso principal sobre la
carretera general en dirección de Buitrago y para la conquista
del canal de Lozoya. La defensa, a cargo de las milicias del Quinto
Regimiento, reforzadas con elementos de la columna que venció a
la guarnición sublevada en Alcalá y Guadalajara,
infligió un serio castigo a los atacantes, que fueron
rechazados. Otra acción enemiga en el enlace de las fuerzas de
Somosierra con las de Navacerrada, sector que mandaba el comandante
Perea, sufrió igual suerte en esa misma jornada. En
Guadarrama, las jornadas del 5 al 16 de agosto tuvieron particular
virulencia. Por el enemigo participó casi una división,
compuesta de cuatro batallones de infantería, dos de falangistas
y uno de requetés, dos compañías del regimiento de
Transmisiones, dos compañías de la Guardia Civil, un
batallón de ametralladoras y un escuadrón de sables del
regimiento Farnesio, apoyados por la 1ª, 2ª y 4ª
baterías del regimiento núm. 13, una batería de 75
mm., la 2ª batería del cuarto regimiento de
artillería pesada, al mando del general Ponte de
Zúñiga. Asumieron la defensa distintas formaciones
milicianas del Quinto Regimiento, de la JSU y de las fuerzas de
Navacerrada, dos compañías de Asalto y otras dos del
Thäelmann, estas cuatro últimas trasladadas el día 5
de Navacerrada, entrando en combate el día 6. El
ataque enemigo, en cuyo inicio anunció Mola la toma de Madrid
para el día 15, fue muy violento. Pero la defensa republicana
fue igual de firme. El día 10 alcanzaron los combates su nivel
más alto. En aquella jornada fui herido por primera vez, el
mismo día que cayó el heroico capitán José
Fontán. Hoy, al escribir su nombre, le recuerdo en su sencillez
y grandeza humana, en su calidad de comunista, de combatiente, de quien
tanto aprendimos sus camaradas en la Sierra. Evacuado
a Torrelodones al finalizar la jornada, fui operado de una herida de
bala (que me cruzó la mano derecha, entrándome por el
nudillo del anular y con salida por la juntura del pulgar y el
índice) por el doctor d'Harcourt, quien me salvó la mano.
Al despertar el día 11, me marché del hospital y me
incorporé a mi unidad, no sin antes hablar con el oficial de
milicias Dositeo Sánchez, que se encontraba herido allí,
rogándole me disculpase ante el doctor d'Harcourt y todo el
personal. Prosiguieron los combates en este sector, pero fueron
decreciendo en intensidad, hasta el día 15, fecha en que el
enemigo perdió su capacidad ofensiva. En
Navalperal de Pinares; Mola lanzó un ataque en el que
participaban el tercio de la Guardia Civil del comandante Doval, varios
escuadrones de caballería de los regimientos de Villarrobledo y
Farnesio al mando de Monasterio, varios batallones de infantería
y un batallón falangista. La defensa republicana, que
había recibido refuerzos, contaba con unos 3.500 hombres,
pertenecientes a los batallones Asturias, Pueblo Nuevo-Ventas, Aida
Lafuente, Sargento Vázquez, del Quinto Regimiento, y Largo
Caballero, disponiendo de dos cañones de 75 mm. y otros dos de
105 mm., a más de un tren blindado armado de ametralladoras y
dos cañones. En el curso de los combates contó con el
apoyo de siete aeroplanos tipo Breguet. Este
ataque enemigo comenzó a las 8,30 del día 19 y
prosiguió durante toda esta jornada y la siguiente. El
contraataque republicano, realizado con gran vigor el día 22,
puso en franca derrota al enemigo, al que persiguió,
haciéndole prisioneros y tomándole cuatro cañones
de 105 mm. y abundante botín. En
Peguerinos se produjo en los últimos días de agosto un
esfuerzo ofensivo en el que participaron fuerzas marroquíes del
ejército de África. En su inicio, el día 30,
lograron la ocupación de Peguerinos, creándose una
situación de sobresalto, ya que la brecha
abierta amenazaba de revés a las defensas del sector del
Guadarrama y, en su desarrollo, podía conducir a una ruptura de
mayor alcance. Para
hacer frente a la situación creada fueron enviadas al lugar de
la ruptura algunas unidades próximas, y, con parte de las
fuerzas de Navacerrada, se organizó una columna ligera sin
impedimento, compuesta por dos compañías y una
sección de carabineros del Thäelmann bajo mi mando, y una
compañía de Asalto mandada por el capitán Cuevas. Entre
las 13,30 y las 14,00 horas salimos de Navacerrada para Peguerinos,
llegando hacia las 15,30 a las proximidades de Santa María de la
Alameda, que quedaba a nuestra derecha. Allí, en un puesto de
mando de circunstancias, nos reunimos el coronel Asensio Torrado, el
teniente coronel Moriones, el teniente coronel Burillo y yo.
Recibí la misión de liberar Peguerinos. Tomamos
rumbo al pueblo por la misma dirección del ataque enemigo,
llevando desplegadas las fuerzas como sigue: la compañía
de Asalto a la izquierda de la carretera, y las compañías
del Thäelmann, a caballo de la carretera y a su derecha. El
único armamento de nuestras fuerzas era el fusil y media
dotación de cartuchos. Los
combatientes del Thäelmann, protegiendo su avance con los
paredones de piedra que abundan en aquel terreno, se abalanzaron sobre
el pueblo, salvando el fuego de las ametralladoras enemigas y
alcanzando sin bajas sus accesos. A la entrada fuimos detenidos a la
altura de la fuente por una nueva barrera de fuego de ametralladoras y
un grupo de moros emboscados bajo el puentecillo próximo a la
entrada y en otros lugares a cubierto, con gran provisión de
bombas de mano. El
fuego de ametralladoras del enemigo fue silenciado empleando contra
ellas la sección de carabineros del Thäelmann, con fuego
por salvas. Al mismo tiempo, una escuadra de milicianos, mandada por
Francisco Carro Rozas y compuesta por Domingo, Francisco Gijón y
Eduardo Ruiz, dio un rodeo enfilando el ojo del puente, puso fuera de
combate a una parte del grupo enemigo que en él se
guarecía y neutralizó a otra parte de sus componentes,
que fueron hechos prisioneros. A seguido irrumpimos en el pueblo,
coronando nuestro objetivo y aniquilando a las fuerzas enemigas que se
encontraban en él y ofrecieron resistencia. En
esta acción cogimos los primeros prisioneros marroquíes,
pertenecientes al Primer Tabor del 4° Grupo de Regulares
Indígenas de Larache. Nos apoderamos del banderín del
Tabor, de varias ametralladoras Hochkis y morteros, los primeros que
tuvo el Thäelmann. Liberado Peguerinos, se lo entregamos al
batallón Octubre, cuyo comandante, Etelvino Vega, se hizo cargo
de la población hacia la media noche. Nosotros, los de
Navacerrada, retornamos a nuestro sector de la Sierra. Algunas enseñanzas de los combates en la Sierra En
los combates del Guadarrama, las mejores unidades peninsulares de los
sublevados fueron detenidas por los combatientes
madrileños, que destruyeron los planes iniciales fascistas de
ocupar Madrid. Este éxito de las formaciones milicianas y de
núcleos de fuerzas y mandos leales es tanto más
meritorio, cuanto que fue alcanzado en condiciones de inferioridad de
organización militar, en el sentido más amplio del
término. En
dichos combates, el proletariado madrileño y los campesinos y
pastores serranos sellaron con su sangre, bajo el fuego enemigo, la
alianza obrera y campesina. Cientos de campesinos nutrieron como
combatientes las formaciones milicianas, enriqueciéndolas con
sus mejores cualidades combativas, humanas y prácticas.
Además, por su propia iniciativa, tomaron en sus manos el
mantenimiento de los combatientes, asumiendo la función de
intendentes de las unidades y poniendo fin a la angustia y dificultades
de los primeros momentos, con lo que prestaron una ayuda decisiva a la
defensa. La
contribución de la mujer merece una especial mención.
Bajo el fuego enemigo, las jóvenes madrileñas y de los
pueblecitos serranos se transformaron en sanitarias, rodeando de
atenciones y cuidados a nuestros heridos y salvando cientos de vidas.
Cuando fue necesario, empuñaron las armas sin ninguna
vacilación y fueron un poderoso estímulo de la
resistencia. Muchas regaron con su sangre las peñas y los valles
de la Sierra. Los
combates de la Sierra fueron una gran escuela para los combatientes y,
naturalmente, también para mi. Mas en ellos se puso de
manifiesto que: "...el
heroísmo no es suficiente para ganar la guerra. Hace falta
completado con la disciplina más férrea y la
organización más perfecta" (José Díaz. "Tres dos de lucha", pág. 204)). Para obtener la victoria había que: - organizar un Ejército regular y asegurar su abastecimiento con el material de guerra correspondiente; - organizar potentes reservas y asegurar su preparación combativa; - preparar cuadros de mando dotados del conocimiento mínimo indispensable; -
crear el comisariado de guerra para elevar al máximo las
cualidades político-morales de los combatientes sobre la base
del desarrollo de su conciencia democrática, como decía
el Partido Comunista de España. El gobierno, los
compañeros socialistas y las demás fuerzas
políticas del Frente Popular mantenían opiniones
diferentes. El curso de la guerra les hizo corregir aquella actitud. El
Partido Comunista fue el primero que inició la difícil
tarea de la organización del Ejército, creando el Quinto
Regimiento no como milicias estrechas de Partido, sino como una gran
unidad de combate del Frente Popular. El
Quinto Regimiento, sus compañías y batallones fueron, por
su organización, disciplina y esfuerzo, un ejemplo en los
combates de la Sierra. Aquellas características suyas en los
primeros meses de la guerra hicieron del Quinto Regimiento y de los
comunistas, que eran sus iniciadores, un ejemplo y un modelo de
capacidad combativa y heroísmo. CAPITULO IV Cambios en la situación estratégica A comienzos de septiembre, el ejército faccioso de África alcanzó el valle del Tajo. Los
antecedentes del avance enemigo se encuentran en el paso del
Ejército de Marruecos a la Península. Este paso lo hizo
posible la intervención nazi-fascista. A partir del 22 de julio
empezaron a llegar a Tetuán los primeros aviones de las dos
potencias. Italia se instaló en Mallorca con sus fuerzas
aéreas y navales. En el Ministerio del Aire de Berlín, el
26 de julio se creó el Sanderstab (Estado Mayor especial) como
"organismo central de toda la ayuda en hombres y material a la
España nacionalista". La
aviación germano-italiana transportó a Sevilla las
vanguardias enemigas. Eso permitió a los sediciosos consolidar
su situación en el Suroeste andaluz, donde el 29 de julio
ocuparon Huelva, aunque la heroica resistencia de los mineros de
Riotinto duró más tiempo. Más
tarde, la Marina de Guerra hitleriana entraría en juego
protegiendo el paso de fuerzas más sustanciales, paso que se
verificó el 5 de agosto. El acorazado "Deutschland", con otras
unidades menores, que entró en Ceuta el 1 de agosto, lo
protegió. Desde
el aire lo hizo la aviación italiana, como lo demuestran los dos
episodios siguientes: en el primero, atacó al destructor
republicano Lepanto, que a Levante del Estrecho, frente a Ceuta,
montaba la vigilancia. Aunque el navío no sufrió
averías de gran consideración, se retiró a evacuar
sus muertos y heridos a Gibraltar, comunicando a su gemelo, el
Alcalá Galiana, que a Poniente vigilaba el paso rumbo a
Cádiz, quedando libre el Estrecho. Cuando el Alcalá
Galiana fue a ocupar el puesto del Lepanto, ya el convoy estaba a la
vista de Algeciras. La nave republicana quiso cortarle el paso y se
metió bajo los fuegos de la artillería de costa. Incluso
intentó penetrar en la bahía de Algeciras. Mientras el
cañonero Data, que iba en el convoy, le -hacia frente,
así como otros barcos artillados, lo acribilló, la
aviación italiana. El Alcalá Galiana, sin defensa
antiaérea, tuvo que retirarse. El
mismo 5 de agosto desembarcó en Cádiz el primer
contingente de tropas de la Werhmacht nazi, pilotos en su
mayoría, llegado a bordo del navío alemán Usaramo.
Este salió de Hamburgo el 1 de agosto rumbo al Estrecho, donde
lo acogieron torpederos alemanes que lo protegieron hasta.
Cádiz. Por
la intervención de la marina nazi y la aviación fascista
italiana, el 5 de agosto se deterioró la situación
estratégica general, favorable a los republicanos, en lo tocante
a 125 comunicaciones en las aguas del Estrecho. La
superioridad en aviación pertenecía al enemigo, debido a
los envíos de aviones e hidros de Alemania e Italia. En cuanto a
fuerzas navales, éramos nosotros más fuertes, pero esta
superioridad era muy relativa, pues estaba condicionada por la
actuación de las fuerzas navales de ambas potencias fascistas. De
hecho, Hitler y Mussolini hacían una guerra no declarada a
España. Inglaterra, Francia y los Estados Unidos les dejaban las
manos libres, y subrayaron ese propósito al proclamar el
día 8 de agosto la "No intervención". Entonces
comenzó en realidad Munich, donde se coronó la entrega de
España al fascismo. La
intervención armada del fascismo, la "No intervención"
anglo-francesa y la "neutralidad" norteamericana, cediendo a la
agresividad de aquél, fueron las premisas de la segunda guerra
mundial. La lucha en España era su primer episodio. Mientras la
intervención armada del fascismo daba a Franco tropas, material,
comunicaciones y territorio, la "No intervención" desarmaba y
ataba a los republicanos. En
algunas cuestiones actuaban de la mano ambos, concediendo
créditos y haciendo que la peseta de la zona franquista, sin
garantía de oro, se cotizase por encima de la legal republicana,
plenamente garantizada. Francia bloqueaba uno de los depósitos
de oro del Estado español. La ley de embargo en los Estados
Unidos contribuía a la asfixia de la España republicana. En
el concierto de las naciones, sólo una potencia como tal, la
Unión Soviética, declaró y practicó su
solidaridad plena con el pueblo español. Intervención
y "No intervención" eran las dos caras de una misma moneda.
Chamberlain, de un lado, Hitler y Mussolini, del otro, dictaban la
política. León Blum actuaba como doméstico del
primero. Los pueblos inglés y francés tienen con ellos la
sangrienta cuenta de 1939-1945. Primero, la vergüenza del 36-39;
luego, la tragedia del 39-45. Una
de las consecuencias del llamado control de la "No intervención"
fue que, legalizando el cerco y el bloqueo de la España
republicana, Inglaterra y Francia cedieron a las dos potencias
fascistas el control del Mediterráneo y el Cantábrico. El
territorio de la vecina Portugal fue desde el comienzo de la guerra una
prolongación del franquista. Sus novecientos y pico
kilómetros de frontera eran campo abierto para las actividades
de toda índole de los sublevados, y frontera enemiga para
nosotros, los republicanos. Precisamente
a la sombra de la frontera portuguesa avanzaron por la región
extremeña las fuerzas facciosas de África que se
habían concentrado en la zona de Sevilla, de donde partieron el
3 de agosto hacia Madrid. La columna que mandaba el teniente coronel
Yagüe, y que entonces se llamaba "Columna Madrid", estaba formada
por tres agrupaciones, compuestas cada una de cuatro unidades de tipo
batallón. Aquella
gran unidad de maniobra, bien pertrechada, progresó sin enemigo
delante, ocupando Mérida el 11 de agosto. Allí la columna
del coronel Puigdengola, formada por guardias de Asalto y campesinos
extremeños (400 hombres) realizó un contraataque sin
éxito, replegándose a Badajoz. La
defensa de Badajoz, que asumieron efectivos de dos batallones
republicanos contra doce batallones enemigos, fue épica. Estos
necesitaron tres días para ocupado, consiguiéndolo al
final de la jornada del 14 de agosto. Posteriormente prosiguieron su
avance. Los intentos republicanos para detenerlos en la Sierra de
Guadalupe, con la columna de Urribarri, y en Oropesa no dieron
resultado, alcanzando el 3 de septiembre Talavera, situada en las
márgenes del río Tajo y su afluente el Alberche, sobre la
carretera general Extremadura- Madrid. En
este período la situación estratégica general
cambió notablemente. Definen dicho cambio: el bloqueo de la zona
republicana
por las potencias fascistas; el cierre de la frontera pirenaica para
los republicanos; la unificación de las tres zonas facciosas. Sin
embargo, la República seguía en posesión de las
regiones de mayor importancia, con una base político-social y un
potencial económico muy superiores y más de la mitad de
la población. Situación particular al Oeste de Madrid Al
ocupar Talavera el 3 de septiembre se concentró en su comarca la
masa fundamental del ejército de África, que tomó
el nombre de Ejército del Tajo. Este tenía ante sí
un extenso campo de maniobra, trazado al Norte por las estribaciones
sudoccidentales de la Sierra de Guadarrama y las meridionales de la
Sierra de Gredos y limitado al Sur por el Tajo y los montes de Toledo. Una
dirección principal desde el Oeste (la carretera de Extremadura,
que desde Talavera sigue el valle del Alberche, dejando lo luego para
lanzarse por Nava1carnero) termina en Madrid. En esta dirección,
a la altura de Maqueda, una secundaria, orientada hacia el Sureste por
Torrijos, conduce a Toledo, de donde la carretera general de
Andalucía lleva a Madrid. Los
ríos que cruzan esta zona de operaciones, escenario de los
combates de septiembre-octubre que ilustran el segundo período
de la lucha por la Capital, no representan obstáculo. Son
vías de penetración. Lo mismo que hemos visto con el
Alberche desde el Oeste, ocurre con el Guadarrama desde el Sur. En
cuanto al Manzanares, pegado al Oeste de Madrid, es por sus obras de
canalización, y no por sus aguas, un obstáculo muy
relativo. La
llegada del enemigo a Talavera creó una situación
difícill, ya que la República no poseía reservas
frescas para hacerles frente. Ocurría así por las
particularidades de nuestra guerra. A
falta de reservas frescas, poseíamos unidades aguerridas: las
fuerzas de la Sierra. Y fueron éstas las que recibieron la
misión de cerrar el paso al enemigo, junto con algunas
formaciones milicianas de nueva planta. La
primera columna de la Sierra que salió para Talavera era del
sector de Navacerrada y la mandaba el teniente coronel Burillo. La
componían la 4ª columna del 2ª grupo de Asalto y la
1ª y 2ª compañías del "Thäelmann" que
mandaba yo. Al frente de las fuerzas del batallón que se quedaba
en la Sierra, dejé a Gonzalo Pando, capitán de la 5ª
compañía. La 4ª vino de Navacerrada con el nombre de
"Capitán Condés" y la mandaba Cipriano González;
la 6ª, Villanueva. La 3ª, llamada "Juanita Rico",
vendría más tarde con la 1ª y la 2ª. En
la mañana del día 3 de septiembre recibimos la orden de
salida con destino a Santa Olalla. Llegados allí, encontramos a
la salida del pueblo al jefe del sector, coronel Salafranca, quien nos
ordenó establecer allí el frente. No habiendo enemigo
delante, con un cambio de miradas Burillo y yo decidimos avanzar hacia
Talavera. En vanguardia de la columna propia, la 1ª
compañía del "Thälmann" a cuyo primer camión
me subí con su jefe, el teniente Américo Brizuela Cuenca,
prosiguió su avance sobre camiones, llegando a la proximidad del
puente sobre el Alberche, que da acceso a la ciudad. El enemigo, que
había establecido una cabeza de puente en sus inmediaciones,
protegida con ametralladoras a ingenios instalados hacia la mitad del
puente, nos obligó a bajar de los camiones. La
compañía se desplegó a caballo de la carretera con
el grueso de sus fuerzas en el flanco izquierdo, porque aquella parte,
mejor cubierta por vegetación, era más favorable. Al
llegar, a la caída de la tarde del día 3, el resto de las
fuerzas, se estableció la defensa así: la
compañía del 2° grupo de Asalto, en el centro de la
carretera; la 1ª compañía del Thäelmann, a su
derecha, y la 2ª, a su izquierda. En el centro estábamos
despegados del río, al que llegábamos con nuestro flanco
derecho; en la izquierda dominábamos el río hasta su
confluencia con el Tajo. Las
fuerzas enemigas en los combates Talavera-Santa Olalla eran las tres
columnas de Yagüe, con Castejón, Asensio Cabanillas y
Tella, más otras dos que se le incorporaron, mandadas por
Barrón y Delgado Serrano. En conjunto sumaban unas 20 unidades
de tipo batallón, del Tercio y Regulares, con abundantes
reservas frescas que mantenían en aquel nivel sus fuerzas. Desde
el atardecer del día 3 les hicieron frente, en el orden que
indico, las fuerzas ya mencionadas del Thäelmann y del 2°
grupo de Asalto. El día 6 llegaron el batallón UHP de la
JSU y una sección de milicias ferroviarias con máquina y
un vagón, que se presentó en Montearagón y fue
agregada al Thäelmann. Entre el 6 y el 8 se presentaron un
batallón del regimiento Otumba y el batallón Aida
Lafuente, que mandaba Trifón Medrano; el día 9, tres
compañías de Acero al mando de Enrique Líster.
Luego vinieron unidades de nueva formación como Juventud
Campesina, Construcción y Milicias de Talavera. Hacia el 15, el
batallón Victoria, que mandaba Manuel Márquez. El
jefe del sector de Talavera entre el 3 y el 19 de septiembre era el
teniente coronel Ricardo Burillo y su jefe de E.M., cuando éste
se organizó a partir del día 8, el comandante de Estado
Mayor, Federico de la Iglesia. Entre Talavera y Santa Olalla Los
combates Talavera-Santa Olalla tuvieron el signo de la guerra colonial
de maniobra en campo abierto de una fuerza de invasión,
mercenaria, contra un pueblo agredido, que en curso de la
agresión estaba poniendo en pie su ejército. En
ellos se enfrentaron un ejército organizado, que
comprendía las cuatro armas clásicas -infantería,
artillería, caballería y aviación-,
pletórico de cuadros de mando nacionales y extranjeros, cuyos
combatientes eran soldados de oficio, algunos con 1015 años
de profesión, dotado superabundantemente de material, contra
formaciones milicianas en gran inferioridad numérica, de las que
las más hechas tenían de 7 a 8 semanas de vida, equipadas
con armamento de fortuna y poquísima munición, como
regla. Las fuerzas leales de guardias de Asalto tenían buena
preparación, pero constituían una ínfima
minoría. En
la misma jornada del día 3 se estableció contacto con el
enemigo. En él cayó Fernando, un chaval de Cuatro Caminos
que fue la primera baja del Thäelmann en ese sector. El
día 4 dio comienzo el ataque enemigo. Después de varios
días de combate, en los que las fuerzas de Asalto y del
Thäelmann, reforzados con la sección de ferroviarios, se
batieron solas, el enemigo logró avanzar ligeramente en nuestro
flanco derecho
(un terreno llano, cubierto de viñas de nueva plantada y muy
polvoriento) y en el centro, afianzándose la defensa a la altura
del terraplén de la general y del camino carretero que cruza el
ferrocarril. Más al interior había frutales y sembrados,
alguna huerta, norias y viñedos. A
la izquierda había más vegetación del mismo
carácter, pero con una serie de arrugas en el terreno que
permitían aferrarse mejor a él. En el tramo
Talavera-Santa Olalla, dos pueblos, Cazalejas y Montearagón, a
los flancos, fuera de la carretera general, definen el sector de los
combates en este período. Luego, a la derecha, se
prolongaría hasta el. Casar de Escalona. En
aquellos días, al enfrentarse con fuerzas fogueadas que no
esperaba, el enemigo recibió un serio castigo. Esto le
llevó a modificar su táctica. En lo sucesivo,
alternaría el ataque frontal, si no le daba éxito
inmediato, con pequeñas maniobras sobre el flanco abierto de la
defensa. En ocasiones apelaba al ataque psicológico, realizado
siempre por fuerzas moras que utilizaban el "jai-jai", su grito de
guerra, armando una verdadera algarabía. Dos de estos ataques
fueron realizados, uno sobre la 4ª compañía de
Asalto, que mandaba el capitán Moreno Navarro, otro sobre la 2a
del "Thäelmann". Se le infringieron cuantiosas bajas. El primero
lo rechazaron las ametralladoras de Asalto; el segundo, el tren
blindado de la sección de ferroviarios, reforzados por una del
"Thäelmann", que mandaba el teniente de la 2ª
compañía, López Tovar. El tren blindado se
metió dentro del enemigo, al que cogió desplegado en
terreno descubierto, haciéndole una verdadera sarracina. En
la noche del 6 al 7 entró en línea en el flanco derecho
de la defensa el batallón UHP, bisoño, que relevó
a la 1ª compañía del "Thäelmann"
.Recorrimos con sus jefes y oficiales el sector confiado a su defensa,
informándoles sobre el enemigo, sus formas de actuación y
sus artimañas, a más de recomendarles que establecieran
escuchas, destacaran patrullas de vigilancia hasta el río
durante la noche y tomaran otras precauciones. El
día 8, muy de mañana, me visitaron en el sector del
Thäelmann, a la izquierda de la carretera, los camaradas Francisco
Antón y Carlos Contreras (Vittorio Vidali). Fuimos juntos adonde
estaba la 1ª compañía de reserva, tomando el
café con ellos. Marchamos hacia la carretera, donde nos
detuvimos conversando sobre las incidencias de los combates. Carlos,
comisario del Quinto, me anunció para el día siguiente la
llegada de Líster con tres compañías de Acero. En
ese momento apareció una escuadrilla de junkers formada en tres
patrullas de a tres, cuyo bombardeo fue el primero que realizó
la aviación enemiga apoyando el ataque de sus tropas de tierra. Aquel
bombardeo nos causó algunos heridos y dos muertos: una muchacha
apellidada Huete, de la JSU, y el cocinero del batallón, Antonio
Blanco, obrero madrileño, a quien ella ayudaba. El
batallón Otumba tuvo bajas mayores. Un grupo de muchachos que
estaban sentados a la sombra de una paridera, descansando sus cuerpos
sobre el muro, fueron desnucados por la onda de aire provocada por la
explosión de una serie de bombas que cayeron a pocos metros de
ellos. Refiero estos hechos, que pueden parecer insignificantes, porque
así aprendíamos a hacer frente a las nuevas armas que
empleaba el enemigo. El
ataque de éste en la jornada del día S, que iniciaban
dichos bombardeos, tuvo éxito. A media mañana
logró romper la línea de defensa envolviendo a fuerzas
del batallón UHP, a cuya retaguardia inmediata salió, a
la altura de las posiciones de nuestra artillería,
creándose una situación embarullada que obligó a
entrar nuevamente en línea a nuestra P compañía y
a las fuerzas del Otumba, en el flanco derecho de la defensa. Con
esa misma tónica prosiguieron los combates en las jornadas
posteriores. En el curso de los mismos se iba fortaleciendo la
defensa con la llegada de las compañías del
batallón Aida Lafuente, de Acero, y, más adelante, del
batallón Victoria. Otras fuerzas recién organizadas iban
engrosando las filas de las unidades de solera en el curso de los
combates. En
aquel período el enemigo contaba con tal superioridad de fuerzas
y medios, que algunas veces alcanzaba sus objetivos con el solo
movimiento de avance por no tener adversario delante. La
aviación que le apoyaba, toda ella hitleriana, era dueña
del aire. Estaba compuesta por dos escuadrillas de bombardeo JU-52 y
una escuadrilla de caza HE-51, que darían origen a la
Legión Cóndor, basada en el aeródromo de
Salamanca. Precisamente
septiembre-octubre fueron los meses en que la aviación
republicana quemó sus alas en los combates con la enemiga,
alemana, italiana y franquista, que los facciosos habían
comenzado a organizar. Pilotos como Lacalle, Vrtubi y otros son los
héroes de aquellos combates aéreos que ganarían
para las alas republicanas el sobrenombre de la Gloriosa, que entonces
empezaron a conquistar. Las
agrupaciones de Asensio Cabanillas y Castejón, de Tella y
Delgado Serrano, acodados en parejas, en dos escalones, fueron las que
actuaron en la dirección principal del ataque enemigo del 4 al
16 de septiembre. Luego ampliarían su frente más al
Norte, donde el día 18 la agrupación Barrón
ocupó el Casar de Escalona. Ese mismo día, refuerzos
republicanos relevaron al Thäelmann. El
general Asensio Torrado, subsecretario y consejero militar de Largo
Caballero, actuaba de hecho en funciones de general en jefe del Centro.
Mi opinión sobre él, con quien coincidí varias
veces en la Sierra, en el puerto de Guadarrama, en Peguerinos y
allí en Talavera, durante una semana larga, es que era un jefe
militar valeroso. Por ello, capaz en el marco decisivo del combate. Sin
embargo, no estaba en condiciones de cumplir la misión superior
que ejercía por las propias peculiaridades de nuestra guerra,
que no podía comprender. Al presentarme al mando del sector para comunicar el relevo,
el general Asensio me pidió que antes de marcharse el
Thäelmann, echase una mano a las fuerzas propias que actuaban
sobre el Casar de Escalona, con el objetivo de recuperado, lo que
hicimos desde el Este, en cooperación con el batallón
Victoria, de Márquez, que atacó por el Sur y con el que
nos encontramos en el pueblo. El
19 de septiembre volvimos a Madrid, por primera vez desde que salimos
el 21 de julio para la Sierra. El Thäelmann tuvo en aquellos
combates un 80% de bajas (en los mandos el 90%, entre ellos los
capitanes y tenientes de las compañías). Afortunadamente,
el 75% eran heridos que se recuperaron para la unidad. A
partir de los combates del día.4 era un hecho corriente la
negativa de los heridos a ser evacuados. Los medios de transporte del
batallón, que salieron bien completos, volvieron a Madrid
sólo con tres o cuatro combatientes en cada uno. Algunos de
ellos, heridos. Por
otra parte, era ley en el Thäelmann no dejar un herido ni un
caído en manos del adversario. Esto surgió
espontáneamente, sin orden de nadie, desde las primeras
acciones combativas del batallón en Guadarrama, cuando al
finalizar los combates íbamos por los nuestros que durante la
batalla no habíamos podido retirar. Tal práctica se
afianzó cuando en Peguerinos, en la fuente de entrada al pueblo,
encontramos una veintena de combatientes de las tropas de
aviación, asesinados y alineados a los pies del pilón. Con
un hecho de idéntica barbarie nos tropezamos en el Casar de
Escalona, cuyas calles estaban cubiertas de asesinados, entre ellos un
sorprendente número de muchachas, verdaderas niñas, sus
caras de rosa conservando aún el calor de la vida, agujereadas
por varios disparos. Las
unidades que relevaron a las que se habían estado batiendo con
el enemigo al Oeste de Madrid fueron el batallónVictoria, el
Grupo de Asalto que mandaba el teniente coronel Álvarez, que
relevó a Burillo, el batallón Juventud Campesina y la
columna catalana Tierra y Libertad, de la FAI, que ocuparon la defensa
al Oeste inmediato de Santa Olalla, primera población
semidestruída por los incendios que provocaron los bombardeos
enemigos. La Comandacía del Quinto Regimiento El
20 de septiembre el Partido designó, por primera vez, la
jefatura del Quinto Regimiento. La formamos Enrique Líster
(comandante jefe), Carlos Contreras (comisario) y yo, que con gran
sentimiento tuve que dejar el mando de un batallón. En una
reunión solemne en el cuartel de Francos Rodríguez,
Carlos Contreras nos presentó a las fuerzas en formación.
Asistían a la ceremonia representantes de los demás
cuarteles del Quinto y los miembros de la comandancia que se
encontraban en Madrid. En una reunión de trabajo de la
comandancia, situada en la calle Lista n° 20, a la que
asistían representantes de las unidades del Quinto en los
distintos sectores del frente se formalizó definitivamente esta
designación. En
Madrid, la comandancia del Quinto Regimiento actuaba bajo la
dirección del Partido, siendo su actividad la expresión
de la política militar de éste. Las reuniones en la
comandancia del Quinto con los jefes de sus unidades, que se realizaban
de noche, y en las que se examinaban las incidencias de la lucha, son
inolvidables. En
el curso de nuestra actividad era corriente recibir la visita de
José Díaz, Dolores Ibárruri, y otros camaradas de
la dirección del Partido, visitas espontáneas, sin
ninguna formalidad, de profundo contenido y calor humano, muy
instructivas para nosotros por las informaciones, opiniones y consejos
que nos daban. . El
esfuerzo del Partido en la creación de las fuerzas armadas de la
República no se limitaba a Madrid, sino que se realizaba
simultáneamente en toda la España leal. En el Norte,
cumplían esa misión, entre otros, los camaradas
Jesús Larrañaga, Cristóbal Errandonea,
Muñiz, Manuel Álvarez (Manolin), Celestino Driarte,
Damián Fernández, Agustín Zapirain, Eguidazu y
Enrique Victorero. En
las provincias de Levante, dirigentes del Partido como José
Silva, en Albacete; José Antonio Dribes, en Valencia: Antonio
Guardiola, en Alicante; Luis C. Giorla, en Murcia; Antonio Navarro y
Juan Maturaria, en Almeria; Valenzuela en Jaén, dedicaban, en el
marco de su trabajo político o estatal responsable, una
atención primordial a la formación del Quinto Regimiento,
como luego la dedicarían al Ejército Popular. A la zona
de Levante y Murcia envió el Quinto al comandante Saturnino
Barneto, líder del proletariado sevillano y experimentado
organizador, quien efectuó con brillantez la misión
organizadora encomendada. Otros trabajadores políticos del
Quinto cumplieron misiones diversas en los frentes del Sur. En
Madrid continuaba la recluta de voluntarios. Se organizaron algunas
unidades especiales, como el Batallón Motorizado y el
Batallón Alpino, al tiempo que se proseguía la
organización de nuevas unidades regulares y se completaban
otras. El
Quinto Regimiento organizó la fabricación de municiones y
bombas de mano para las necesidades mínimas de la gran unidad.
El capitán Leo, ingeniero, se encargó de montar la
producción de munición. En el mes de octubre murió
en el laboratorio. A comienzos de dicho mes pusimos en marcha con el
teniente Frick, antifascista alemán, la producción de
morteros, después de probar los primeros en mi presencia. En la
preparación de cuadros, el antifascista Oliveira, capitán
del ejército portugués, emigrado político en
España, realizaba una meritoria labor dirigiendo la escuela de
clases y oficiales del Regimiento. La
gran personalidad del Quinto, reflejo de la autoridad conquistada por
el Partido, porque aquél era su obra, irradiaba a todos los
frentes y ejercía una influencia determinante sobre oficiales y
jefes leales. Llegó a ser un hecho corriente la venida al local
de la comandancia de mandos de unidades, no originarias del Quinto, con
sus inquietudes y preocupaciones, solicitando su colaboración u
ofreciéndola en otros casos para una u otra cuestión
ligada a la guerra, a la actividad combativa, a la defensa de Madrid. Hasta
la formación oficial del Ejército Popular momento en que
se autoliquido, el Quinto Regimiento era, por su ligazón con el
frente, un poderoso auxiliar del Estado Mayor Central, tanto en las
cuestiones de aspecto operativo como organizativo. En los asuntos de
carácter decisivo, el Quinto afrontaba su responsabilidad,
independientemente de aquellas órdenes que no estaban a la
altura de las necesidades imperiosas e inaplazables de la defensa de
Madrid. El
estilo de trabajo de la comandancia del Quinto, de puertas y ventanas
abiertas al pueblo, abiertas a todos, y su esfuerzo respondían
ala idea: "Todo para la defensa de Madrid", "Todo para la guerra". De
esa idea, síntesis de las posiciones teóricas y de la
actividad práctica de los comunistas, era parte, a su vez, la
consigna de Pasionaria, "No pasarán", que hizo suya el Quinto,
que hizo suya el pueblo de Madrid. Por su papel movilizador, por ser
estimulo para toda clase de iniciativas, "No pasarán"
adquirió un valor militar sobresaliente. De misión por el Quinto Apenas
había sentado el pie en Madrid cuando el camarada José
Díaz nos encomendó la misión, a Francisco
Antón y a mi, de ir al frente de Talavera, ya que las noticias
de allí eran alarmantes. En efecto, el enemigo había
ocupado Maqueda. Salimos para allá y, entre los pueblos de
Valmojado y Santa Cruz de Retamar, nos encontramos una columna de
autobuses y camiones
en formación perfecta que venia hacia Madrid. Se trataba de la
columna anarquista Tierra y Libertad, espléndidamente equipada y
bien armada, que había abandonado el frente. Logramos hacerlos
parar y entramos en discusión con ellos para tratar de
convencerles de que dieran media vuelta. Incluso uno de sus
líderes hizo un patético llamamiento a sus
compañeros. Ni él ni nosotros les convencimos.
Querían justificar su actitud diciendo: "Largo Caballero nos ha
engañado. El enemigo tiene aviación". Tampoco
les convencieron las mujeres y muchachas de Valmojado, movilizadas por
el Frente Popular local, no obstante los argumentos suaves y subidos de
tono. Prosiguieron su marcha hacia .Madrid, a cuya entrada fueron
desarmados. Nosotros seguimos adelante. En
el frente la situación era normal, con la normalidad de la
guerra. Recogimos de paso al comandante Manuel Márquez, cuyas
fuerzas eran la única reserva del sector. Márquez,
Antón y yo nos dirigimos al puesto de mando del teniente coronel
Álvarez, situado a la derecha de la carretera, en las
proximidades de Maqueda. Llegamos cuando Álvarez y su E.M.
estaban evacuando a los anarquistas. A unos 200 metros atrás se
desplegó el batallón Victoria, con Márquez al
frente. A su abrigo se recogieron los milicianos y se organizó
el frente. Los hombres del 3ergrupo
de Asalto se batían estupendamente, con los del batallón
Victoria, Pasionaria y Largo Caballero, entre otras unidades
milicianas. Permanecimos allí aquella jornada y la siguiente, en
la que retornamos a Madrid. En
este periodo la ofensiva enemiga se amplió al Norte del Alberche
y en la Serranía de Ávila, siguiendo el valle del
Tiétar. Pero las milicias batían bien, tanto en Maqueda
como al norte de ésta. Al ocupar Maqueda, dos variantes se
presentaron ante los facciosos: Madrid o Toledo. Prevaleció la
última. Se ha propagado hasta el infinito que ocurrió
así por el humanismo de Franco. ¿Dónde estaba ese
humanismo? Precisamente a partir de la llegada de Franco a Sevilla
comenzaron las "sacas" y los asesinatos en los pueblos y ciudades
andaluces, seguidos por las masacres de Mérida y Badajoz,
haciendo del crimen fiesta. Y la de Toledo, en su misma presencia, es
harto elocuente. El
motivo real del cambio de dirección era la necesidad de dominar
aquel teatro operativo desde Maqueda hasta el Tajo, cuya llave en el
sur es Toledo, a fin de ganar espacio para poder maniobrar con la masa
de fuerzas, medios de fuego y el parque de que disponían las
columnas que atacaban Madrid. Respondiendo
a esa idea, en sus acciones posteriores siguieron como eje la
transversal Maqueda-Toledo, por Torrijos, sin dominar la cual se
encontraban en posición poco holgada. Facilitaba
el avance enemigo el hecho de que en aquella dirección no
había fuerzas republicanas. Algunas unidades enviadas a Toledo
para reducir a las fuerzas del Alcázar, no lograron aquél
objetivo. El 28 de septiembre Franco ocupó Toledo. La
caída de Toledo originó cierta agitación en las
esferas oficiales. En busca de responsabilidades se abrió
expediente a los mandos de unidades de más personalidad. Era una
injusticia y por eso no prosperó. Las
responsabilidades había que buscarlas en otra parte. En las
alturas: en el Estado Mayor y en el ministro de la Guerra que no
tomó las medidas necesarias para liquidar a tiempo la
resistencia del Alcázar. La
realidad es que Toledo lo perdió la República
-después de ganárselo a los fascistas- ; el mismo
día en que el pueblo toledano y la columna de Riquelme, venida
de Madrid, se lo arrebataron a Moscardó, éste se
encerró en el Alcázar y no se emprendieron medidas
drásticas para su reducción. Tras
la caída de Toledo, el Partido movilizó a un
núcleo de cuadros políticos que envió a ese
sector. Entre ellos recuerdo a los camaradas Isidoro Diéguez,
Luis Delage, Fernando Montoliu y Manuel Puente. De la comandancia del
Quinto nos desplazamos Líster, Carlos, y yo, colaborando con
Burillo durante dos o tres jornadas. En Aranjuez situamos el
batallón Thäelmann pedido por Burillo. En
un acto público me despedí oficialmente de mis camaradas,
con los que había convivido días y noches inolvidables,
durante dos meses, habiéndose creado entre nosotros esa
hermandad de la sangre vertida en común que, en algunos casos,
es superior a los lazos naturales. Ahora lo mandaba Gonzalo Pando,
caído heroicamente más tarde mandando una brigada de la
11 división en la batalla de Brunete. Pando, médico de
Rascafrías el 18 de julio, al que en nombre del Quinto
promoví a comandante y confirmé en el mando de la unidad,
era uno de sus fundadores. En el mismo acto presenté a
Félix García Barriga como comisario. Horas después
dije adiós a mis hermanos del Thäelmann, que marchaban a
los Alijares de Toledo. Entre ellos iban Pepita Urda, alférez, y
otras combatientes fundadoras del Thäelmann, como Flora Moreno,
Gabriela Sosa y María Díaz, pertenecientes a las MAOC ya
antes de la guerra. Finalizaba
septiembre, habiendo alcanzado el ejército de fuerzas
mercenarias, que avanzaba hacia Madrid la línea
Maqueda-Olias-Toledo. Al norte de Maqueda dominó el valle del
Tiétar, ocupando Arenas de San Pedro, donde se verificó
el enlace táctico de las fuerzas de Mola y Franco. CAPITULO V Octubre, mes crucial Para
los dos campos, octubre sería un mes crucial. El día
1º Franco se alzó como jefe de Estado, después de
haber sido nombrado generalísimo por la Junta de Burgos el 29 de
Septiembre. Las
fuerzas mercenarias de África pasaron a depender de Mala en el
orden operativo. En torno a Madrid las tropas enemigas alcanzaban
efectivos de unas seis divisiones. Estaban integradas por la
división Soria, cuyas actividades venían
desarrollándose en la carretera general a Madrid por
Guadalajara; las fuerzas independientes de Somosierra; las del sector
del Guadarrama; la división de Ávila, en el sector
Ávila-Gredos; el ejército del Tajo. El
último había completado sus efectivos, fortalecido su
potencia de fuego y su capacidad de maniobra al dotar a todas las
Banderas y Tabores de dos baterías de artillería (una de
75 y otra de 37 mm.) de acompañamiento y antitanque.
Había reforzado, además, su capacidad de acción
porque los nuevos desembarcos de tropas italianas y de la Werhmacht le
habían dado una "agrupación blindada nazi" y un "grupo de
tanques-artillería" del Ejército italiano. En
el campo leal, las nacientes fuerzas armadas dieron un salto
cualitativo, originado por varios decretos básicos del gobierno
Largo Caballero. Uno, del 10 de octubre, disponía que las
unidades de milicias del frente del Centro pasaran a ser unidades
militares; otro, de la misma fecha, ordenaba la formación de las
primeras seis brigadas regulares del Ejército Popular; otro, del
día 15, decretaba la creación del Comisariado de Guerra;
otra, del día 20, hacia extensivo el del día 10 a todas
las milicias. Los
decretos referentes al Ejército y al Comisariado legalizaban, en
muchos aspectos, una situación de hecho. Pero su
promulgación fortalecía la disciplina, daba más
cohesión a las unidades entre sí y en el seno de las
mismas; mejoraba su organización y, por ende, fortalecía
su capacidad combativa, dando estabilidad ,a las unidades, sujetando al
fuero militar a los mandos y combatientes, exigencia de la guerra
impuesta al pueblo. En
cuánto al Comisariado, que en general venía actuando en
muchas unidades, facilitaba su trabajo político, tan
responsable y necesario en las condiciones de entonces, sentaba
las premisas para cumplir más plenamente su misión y
ponía la categoría político-militar al nivel de
sus responsabilidades en las respectivas unidades. En una palabra, el
gobierno promulgaba disposiciones para poner fin en el Ejército
a la "tolerancia" de algunos jefes a los comisarios de las unidades que
mandaban, dándoles el estatuto y la categoría que les
correspondía. En cuanto a la autoridad, se la conquistaban ellos
mismos con su propia conducta. Octubre
sería un mes crucial también para el propio Madrid,
porque en él se crearon las bases de su heroica resistencia
posterior. El día 22, José Díaz pronunció
en el Monumental Cinema su histórico discurso de combate, de
organización de la defensa, de movilización de la clase
obrera, de instrucción y preparación combativa de todo el
pueblo, cuyo lema era "En pie las masas para la defensa de Madrid". En
él se analizaba la situación creada y las perspectivas
del desarrollo de la lucha, alertando a la población y a los
combatientes para que no fueran sorprendidos por los acontecimientos y
para que estuvieran en condiciones de sostener combates largos y
cruentos, previendo, incluso, las diversas formas de actuación
del enemigo dirigidas a "cercar Madrid". En la combinación de mandos para las primeras seis brigadas, Enrique Líster fue designado jefe de la ¡a. Yo
fui promovido por el Partido a la jefatura del Quinto Regimiento. En el
cuadro de mis actividades, me correspondió afrontar una
cuestión importante con el general Asensio Torrado: la de las
fortificaciones. Como jefe del Quinto, recibí una orden escrita
y firmada por él conminándonos a poner fin a los trabajos
de fortificaciones. Hicimos
caso omiso de ella, aunque en esta cuestión el Quinto era
sólo un factor más. El verdadero movilizador del pueblo
para las fortificaciones era el Partido, que procedía, por el
contrario, a desarrollar una actividad en este sentido verdaderamente
impresionante. Con la llamada al pueblo a la fortificación se'
creaba, al mismo tiempo, la psicosis de la disposición hasta el
sacrificio para la defensa. Centenares
y centenares de comunistas, de militantes de la JSU, de hombres de
diferentes ideologías y tendencias se convirtieron, a lo largo
de octubre, en agitadores y organizadores de masas para los trabajos de
defensa. Luego, en noviembre, muchos de ellos serían los
caudillos anónimos de que habla el general Vicente Rojo con su
gran autoridad, los cuales con su ejemplo hasta el sacrificio
contribuyeron a la magna obra de la defensa de Madrid. El
Quinto, en su marco, también cumplía aquella
misión de Partido. En Madrid más limitadamente; en los
frentes, con más dedicación. El Comandante Carlos, con su
dinamismo, desplegaba una intensa labor propagandística y
cultural, apoyándose en el conocido arquitecto Manuel
Sánchez Arcas, en Benigno Rodríguez y en tantos otros.
Sánchez Arcas dirigía la llamada Sección Social, y
con su gran autoridad y personalidad intelectual fue el alma y el
organizador de la ayuda y el traslado a lugar seguro de un grupo de
notables intelectuales y artistas madrileños. Sería
injusto que al criticar yo la orden dada al Quinto Regimiento por el
general Asensio Torrado prohibiendo fortificar, quedara la
impresión de que la dirección oficial de la guerra se
desentendía totalmente de este problema. Se ocupaba de
él; pero sin convicción, por pura fórmula, para
"cubrir el expediente", hasta el punto de que las obras de
fortificaciones, comenzadas ya avanzado octubre en las direcciones
Oeste y Sur de Madrid, no se cubrieron con fuerzas organizadas, por lo
que tales fortificaciones estaban condenadas a jugar el papel de
"bellas durmientes". La
importancia de octubre reside también en el ataque generalizado
del enemigo en todos los sectores de la defensa de la Capital. En
el flanco derecho, donde mandaba las fuerzas leales el coronel
Jiménez Orge, se produjo la pérdida de Sigüenza
después de varios días de combate y siete de cerco de sus
últimos defensores, acogidos a la catedral, que fue
cañoneada, siendo asesinados todos fríamente
después. El enemigo no tuvo el menor éxito en los
sectores de la Sierra, donde el coronel Moriones asumía el
mando. Aquí, Mola pasó a la defensiva el día 25,
después de fracasar en sus propósitos de superar el
Guadarrama por Navacerrada.
Pero las dos masas de maniobra de los generales Valdés
Cabanillas y Varela consiguieron: la primera, ocupar el día 17
Robledo de Chavela, y la de Varela, Illescas el día 18. Combates en los accesos de Madrid El
19 de octubre salí nuevamente de Madrid para el frente, a mandar
la columna que llevó mi nombre, sin yo ponérselo.
Ocurrió así. Al ocupar los fascistas Illescas, el alto
mando republicano organizó un contraataque con 'el intento de
recobrarlo. Se consideraba ésta la primera operación
organizada en el frente de Madrid. Convocados
por el general Asensio Torrado, salimos con rumbo a las proximidades de
Illecas un grupo de mandos que él encabezaba, compuesto por el
teniente coronel Vicente Rojo, el coronel Puigdengola y yo. La
línea general de maniobra consistía en un ataque
concéntrico sobre Illescas de tres columnas, mandadas por
nosotros tres, con el objeto de liberar la población. Las
tres columnas fueron agrupadas en una gran unidad de circunstancias,
mandada por el coronel Orad de la Torre. El dispositivo era el
siguiente: la columna de Rojo, a la izquierda; la de Puigdengola, en
Torrejón, al centro; la mía en Griñón, a la
derecha. Las
primeras fuerzas que llegaron a mi columna las utilicé para
establecer contacto con el enemigo, cubriendo la
concentración del resto, que se efectuó en dos
días. En su composición entraron el regimiento Otumba; el
batallón Triana, que mandaba el comandante Castro; el
batallón PUA, que mandaba el teniente coronel Carrasco; dos
batallones Margarita Nelken, uno mandado por un oficial de Asalto y el
otro por el comandante Nieto; el batallón Comuneros de Castilla
con dos comandantes; el batallón Largo Caballero; una
compañía de Acero, mandada por el capitán
Viñas y una compañía del Octubre que mandaba el
capitán Luis de Arce. La
mayor parte de las unidades eran de nueva formación. Otra parte
había combatido para tratar de impedir el avance enemigo desde
Extremadura, debiendo decir en su honor que siempre le dieron cara. Las
de mayor experiencia combativa eran las que pertenecían al
frente de Madrid, teniendo a su frente capitanes estupendos. El
coronel Orad nos reunió a los jefes de las tres columnas el
día 20. En dicha reunión coordinamos nuestras acciones,
fijándose el día y la hora de su iniciación. El
día 21 de octubre dio comienzo el contraataque de Illescas, que
se prolongó los días 22, 23 y 24. Tanto la columna de
Rojo como la mía atacábamos con nuestros flancos
abiertos. Rojo situó a la izquierda un batallón en el
cruce de caminos próximo a Esquivias para asegurarse las
comunicaciones. Nosotros teníamos que dividir nuestro ataque,
realizando el esfuerzo principal sobre Illescas y el secundario sobre
Cedillo, pueblo más al interior, al Oeste de Illescas. Esta
última misión se la encomendé al batallón
Otumba. Al inicio de nuestras acciones se pasó al enemigo una
parte de los oficiales. Entre los leales se destacaba un capitán
a quien nombré jefe de la unidad y que correspondió
plenamente a la confianza depositada en él. Desgraciadamente no
recuerdo su nombre. El
contraataque sobre Illescas se desarrolló bien en las primeras
jornadas. Las tres columnas fueron cerrando el anillo sobre la villa.
Se cortaron las comunicaciones al Oeste y se dominaron las del Sur por
las dos columnas que teníamos aquella misión. En el resto
de nuestro sector, liberados los pueblos de Carranque y Ugena, donde
instalé mi puesto de mando avanzado, superpuesto al del
Batallón Nelken, nos pegamos al Oeste de Illescas sin poder
irrumpir el) la localidad. Todavía no teníamos ninguna
artillería. Illescas,
con edificios de piedra y una guarnición de seis unidades de
tipo batallón (la columna del coronel Barrón), contaba
con una poderosa artillería. Además, desde el 18,
día en que ocupó la villa, hasta el 21, el enemigo
había establecido un sistema de fuego apropiado a su
situación concreta, que con nuestros medios no pudimos
neutralizar. Ayudaba a la defensa el terreno, el cual pateamos tanto en
aquellas jornadas que se me ha quedado grabado. Su configuración
hasta Ugena y sus inmediaciones favorecían al atacante. Luego
era al revés. Quien en esta dirección marche sobre
Illescas, tiene que salir completamente al descubierto, descender un
terraplén grande y avanzar a pecho descubierto. No obstante lo
dicho, la situación iba madurando a nuestro favor. Los
últimos días combatimos pegados al pueblo. Las salidas
que intentó el enemigo para librarse del agobio en que se
veía, fracasaron todas. ¡Qué alegría daba
ver a los hombres del Comuneros y del Nelken crecerse y respirar,
libres del agobio que habían padecido antes, desde Badajoz hasta
Griñón! Incluso superaron bien la perturbación que
causaron los primeros bombardeos de la Legión Cóndor, a
cuyos aviones algunos combatientes disparaban con los fusiles y algunos
mandos con las pistolas, a lo loco. Pero
en auxilio de la columna Barrón, amenazada de
destrucción, y cuando ya no tenía aliento para resistir
porque la estábamos demoliendo, acudieron otras dos: la de
caballería de Monasterio, reforzada con tres unidades, y la de
Tella. Eran las fuerzas que habían tomado Navalcarnero el
día 21. El
esfuerzo de conjunto de las agrupaciones enemigas se concentró
sobre la columna de la izquierda, a la que tomó de revés,
casi por sorpresa, porque el coronel Orad, sin comunicárselo al
jefe de la columna, le quitó el batallón que
cubría sus comunicaciones en aquella dirección. Otra
agrupación enemiga que avanzaba por el Oeste no pasó de
Cedillo. Las que venían del Este ocuparon Esquivias y crearon el
día 25 una situación difícil. Aquella noche Rojo,
Puigdengola y yo le dijimos a nuestro jefe lo que se merecía. Después
de violentos combates con resultado alterno durante los días 25
y 26, en la mañana del 27 el enemigo rompió en la
carretera general, alcanzó Torrejón de Velasco,
Seseña y Torrejón de Ardoz. El coronel Puigdengola,
prestigioso y capaz jefe leal, cayó en aquella jornada. A
nuestra izquierda, viniendo de Torrejón, atacó
Griñón. Los tanques precedían a la
infantería. Cuando llegaron a los accesos, hicimos lo que estaba
en nuestras manos para contenerlos. Combatieron hasta los enlaces y
telefonistas; pero todo en vano. Era cuestión de minutos -yeso
porque venían muy lentos -el corte de Griñón. Mi
decisión fue unirme a los míos. Cuando
se produjo el corte, quedé dentro con mis soldados, como era mi
deber y mi sentimiento. Defendiéndonos desde dentro, con el
frente invertido, organicé la salida de nuestras fuerzas, que
ocupaban la defensa en una línea trazada por los poblados de
Batle, Serranillos, Carranque y Ugena, siguiendo el curso del
Guadarrama por el Monte de Batle, de suelo arenoso y cubierto entonces
por un bosque ralo de pinos, dándonos tiempo a sacar todo,
incluso un blindado de Asalto que teníamos agregado. Recuerdo,
como anécdota, que nuestro vecino, el teniente coronel Federico
de la Iglesia, se desesperaba cuando veía venir aquella columna
de "mudos" que no respondían a sus preguntas y que le agarraron
y lo trajeron a mi presencia. Cuando me vio -nos conocimos en
Talavera-, su aspecto cambió. Le dije mi propósito de
situarme ante Griñón, y aprobó mi decisión.
Salimos
todos a Humanes de Madrid, al lado de Getafe. Desde este sitio me
desplacé a caballo, con el teniente López, que
había llegado tres días antes, en dirección de
Griñón para ver el panorama con mis propios ojos. Unas
fuerzas descansaban; otras, las que mandaban Arce y Viñas,
avanzaban en columna hacia Griñón. Las seguía el
Otumba con su capitán. En
el reconocimiento comprobamos que el enemigo no había salido de
Griñón, manteniendo fuertes retenes de vigilancia en sus
salidas. Las fuerzas se desplegaron cuando las detuvo el fuego enemigo.
Durante toda la noche organizamos la defensa. En aquella jornada el
enemigo salió a la línea
Seseña-Torrejones-Griñón. A Puigdengola le
sustituyó el comandante Cavada. En
estos días me enviaron como jefe de E.M. de la columna al
comandante Alba. A los dos días desapareció, no sé
si prisionero o pasado al enemigo. Como comisario vino un
compañero socialista, apellidado Rodríguez, del que
conservo un buen recuerdo. A
mi requerimiento, la banda del Quinto Regimiento vino un día,
que pasó entero en la primera línea, para dar un
concierto a los combatientes. Era la primera vez que se hacia
esto. Por su parte, la sección de Milicias de la Cultura del
Quinto envió a la miliciana Gabriela y a su equipo, el cual
pasó un par de días en las trincheras hablando con los
combatientes. Personalmente,
este fue quizás el período de la guerra en el que
trabajé más agotadoramente. Mis funciones de jefe de la
columna tenía que compartirlas con todas las correspondientes al
Estado Mayor. Y esto duró hasta que fui herido. Al
finalizar los combates, reunía a todos los jefes de las unidades
para examinar .las incidencias de la jornada, puntualizar la
situación exacta de las fuerzas y fijarles sus misiones
respectivas. Luego
tenía que ocuparme de asegurar los servicios, despachando con
cada uno por separado. Todos los días, al anochecer,
venía a verme el comandante Garda "el Barbas", jefe del servicio
de municionamiento del Quinto, que traía la comida y las
municiones. En las jornadas difíciles, los muchachos
comían caliente una vez al día, por lo menos. Yo
había aprendido esto en los manuales, pero quienes me lo
enseñaron en la práctica fueron los campesinos serranos
de Navacerrada. De hecho pasaba noche tras noche en vela. Sólo
descabezaba un sueño sobre la mesa, cuando podía. Con las
primeras luces de cada día salíamos para la primera
línea. En el curso de la jornada, mi puesto era el lugar que me
permitía seguir de cerca e influir en la marcha del combate,
costumbre que mantuve desde el principio de la guerra hasta el fin. Como
regla, mi puesto de mando lo instalaba en la vía de
comunicación principal, a la altura de los combatientes donde se
preveía el ataque enemigo. El
29 de octubre se lanzó otro ataque republicano contra el flanco
derecho enemigo. Lo realizó la 1ª brigada. El
contraataque de la 1ª brigada sobre Seseña, que contaba con
el apoyo de una compañía de tanques tripulados por
voluntarios soviéticos, no alcanzó sus objetivos, pese al
heroísmo de estos, que irrumpieron en la localidad. Era
la primera vez que nuestros combatientes iban al ataque con
acompañamiento de tanques; las tripulaciones de éstos
actuaban también por primera vez con una infantería
prácticamente desconocida para ellos, con la que no
habían maniobrado nunca. Esto hizo que no se lograse la
necesaria coordinación de esfuerzos. Tampoco
alcanzamos los objetivos fijados en el anterior contraataque de
Illescas, ni en otros que realizaron las columnas de Burillo y Uribarri
el día 3 de noviembre en el flanco izquierdo. Sin embargo, estos
contraataques jugaron un papel de presión constante sobre el
flanco derecho del enemigo e influyeron en el desarrollo de sus
operaciones. En
las postrimerías de octubre, el Ejército del Tajo
tenía concentrados sus efectivos principales en este sector y
desarrolló una potente ofensiva, apoyada por numerosa
aviación, tanques y artillería, que fue el signo
genérico de los combates de dicho mes. Integraban ya el
ejército enemigo del Tajo siete agrupaciones que mandaban
Castejón, Asensio Cabanillas, Tella, Barrón, Delgado
Serrano, Ríos Capapé y Monasterio. Este último
disponía de una brigada de caballería y varias unidades
de tipo batallón, agregadas. Las
fuerzas que atacaron nuestro sector eran muy importantes. El esfuerzo
principal del enemigo se hacia entonces contra nosotros. Los
días 29, 30 y 31 de octubre y 1, 2 y 3 de noviembre fueron
rechazados los ataques enemigos. Incluso un ataque en el que intervino
la caballería mora, que arrancó de un bosquecillo situado
a la izquierda de la carretera mirando a Griñón, fue
desbaratado. Nuestra columna había recibido una batería
de artillería de 75 mm, que mandaba el capitán San Juan,
combatiente y jefe ejemplar. También habíamos recibido 3
fusiles ametralladoras, los primeros, cuyo manejo asimilaron los chicos
del Octubre. Un núcleo de éstos eran mis colaboradores
más cercanos y los empleaba como enlaces. En
las dos semanas transcurridas, los batallones Nelken y Comuneros de
Castilla, así como los demás, dieron un salto
cualitativo, tanto en el aspecto de organización como en el de
su preparación combativa, que para la inmensa mayoría de
ellos empezó desde lo más rudimentario. El
2 de noviembre (no estoy seguro de la fecha, que pudo ser ello el 3),
uno de los ataques enemigos, que siempre comenzaban al amanecer,
apoyados por tanques nazis, sobre la carretera donde nos
encontrábamos, fue rechazado en sus primeros momentos, pero nos
permitió ver que anunciaba un ataque general. Los
tanques avanzaban por la carretera. Efectivos de un Tabor de Regulares
indígenas desplegaron con todas las de la ley en un frente
estrecho. Avanzaban como en un ejercicio táctico. Nuestra gente
los miraba serena, sin pestañear. Tenía una confianza
absoluta en los chavales servidores de los tres fusiles ametralladores,
a los que contuve para que no se descubrieran antes de tiempo. Esa era
mi carta de triunfo principal. Era la primera vez que iban a empleados
en el combate. Veía que estaban emocionados. Eran
jóvenes, ellos y los demás, arrancados del taller, del
campo, de la escuela. Enfrente tenían a matones profesionales,
mercenarios. Ya estaban a una distancia relativamente corta. Los
demás abrieron fuego, tiraban a discreción, pero el
enemigo seguía progresando, sin bajas. Por la carretera
avanzaban los tanques. Llegó un momento en que tenía
sobre mí las miradas de todos, en muda interrogación,
atrozmente expresiva, pero límpida. Y tuve que repetir lo hecho
ya en otras ocasiones. Les aconsejé: -
Juntad cuatro bombas de mano, amarradlas entre sí, deslizaos por
el regato y esperad la llegada de los tanques para ponérselas
debajo. . Tomé
el fusil de uno, les mostré el blanco que elegí -, un
oficial- y disparé, haciendo diana, todo un peine. Algunos
muchachos se pusieron en pie y probaron. Hicieron algún blanco.
Se comunicaban sus éxitos entre ellos. El enemigo estaba cerca,
pero ya no se movía con la soltura de antes. Cuando
intentó levantarse, los tres fusiles ametralladores entraron en
acción escalonadamente cumpliendo. su misión. Pero mi
admiración y toda mi atención la conquistaron los
chavales que habían respondido a mi llamada. Con pasmosa
naturalidad, recogieron las bombas a sus compañeros, .las ataron
con una aplicación que superaba mis consejos y se situaron el
acecho de los tanques. ¡Heroicos chavales de la JSU, con
qué emoción los seguía! La intensidad del fuego
enemigo aumentó. Pero ya se había acabado el ejercicio
táctico. Los atacantes tuvieron que pegarse al suelo y evacuar
sus bajas. Todo anunciaba el fracaso del ataque. Cuando
disfrutábamos de ese cambio de situación, sentí
como una picadura de fuego que me entraba por el costado derecho, a la
altura de la cintura, me cruzaba y se incrustaba en el hueso contrario,
derribándome de golpe. La pierna izquierda se me contrajo. Los
muchachos vinieron a decirme, uno tras otro, una frase de aliento, a
darme un abrazo. Algunos me besaron. En mi larga vida he sentido
emociones diversas. La de aquel día es incomparable. Me
retiraron en camilla. Al marchar, designé jefe de la columna al
teniente coronel Carrasca. En el puesto sanitario, situado en
Fuenlabrada, el médico se declaró impotente para operarme
y decidió enviarme a Madrid. En el coche de Manuel, Bragado,
fundador del Thäellnann, me evacuaron al Hospital Obrero. Ahora la
cosa era seria. Del hospital a Madrid, pasando por Albacete En
el Hospital Obrero, tras varios intentos frustrados, los cirujanos que
me operaban desistieron de extraerme la bala, a propuesta de mi paisano
y amigo el doctor Juan Planelles, en una consulta que celebraron. La
tesis de Planelles se confirmó. Después de dos o tres
días de hospital, en los que no veía más que a los
médicos y a la enfermera de turno me visitaron algunosheridos.
Al que recuerdo más es a Ángel Serrano, que
terminó la guerra de jefe de servicios del V Cuerpo del
Ejército del Ebro. Un
día me anunciaron que iba a ser evacuado, a lo que hice mis
objeciones. No tenía el menor deseo de salir de Madrid.
Insistí una y otra vez. Pero mi traslado era una decisión
del Partido, según me comunicaron en visita que con ese fin me
hicieron Enrique Líster y Carlos Contreras. Este último
organizó mi salida e instalación en Albacete, en la casa
que tenia montada el SRI en la Plaza del Altonazo, Durante
unos días guardé cama. Recuerdo con simpatía la
visita que me hizo el general Kleber, al que había visto una vez
en Madrid. Cuando
pude levantarme, me eché a la calle. Mi primera salida,
apoyándome en un bastón del camarada Bravo, la hice
sólo para ir a la estación, en gesto intimo de
reconocimiento, a despedir a uno de los grupos de voluntarios
internacionales que salían para incorporarse a una de sus
unidades. Recuerdo que el grupo mayor era el de los italianos.
Localicé entre ellos a cuatro con los que había convivido
en Moscú. Tres de ellos murieron en España. A
partir de aquel día, tras la visita médica matutina, me
echaba a la calle para colaborar con la delegación del Quinto
Regimiento en Albacete, en particular con el camarada José
Silva. En
la última decena de noviembre (no recuerdo la fecha exacta)
recibí una orden del gobierno nombrándome jefe de la 18
brigada mixta y encomendándome su organización, a cuya
tarea me entregué con todo entusiasmo en el territorio de la
provincia. Comisario había sido nombrado el compañero
socialista Granda. Para el Estado Mayor me enviaron al sargento
Ángel Gurrea, que había terminado un curso en la Escuela
Popular de Guerra. El
personal que recibí pertenecía en su inmensa
mayoría a los primeros contingentes movilizados. Una parte, a
los organizados por el Quinto Regimiento. Con motivo de la
organización de la brigada hice un viaje a Madrid para plantear
al Partido la conveniencia de sacar un grupo de oficiales y clases con
experiencia personal de la guerra, que sirvieran para dar solera a la
unidad. P0r
decisión del Partido vinieron a la 18 una cuarentena de
veteranos fundadores del Thäelmann. Tres de ellos, los
capitanes Francisco Carro, América Brizuela y López
Tovar, fueron promovidos a comandantes y jefes de batallón. Otro
jefe de batallón elegido fue Manuel Plaza, veterano de la MAOC
de Madrid, del cual ya he hablado. Los jefes de compañías
y secciones salieron de aquel grupo. También
se incorporó a la 18 un grupo de 80 voluntarios venidos de
Francia y del Norte de África, hijos de españoles
emigrados, que se encontraban en la base de las Brigadas
Internacionales. Ellos mismos pidieron formar parte de unidades
españolas. Con ese motivo, e invitados por André Marty,
tuvimos Silva y yo una reunión con él. Entonces
conocí al teniente coronel Dumont y a otros voluntarios
franceses. En aquella reunión acordamos el paso de los 80
hombres a la 18, lo que significó un buen refuerzo por su
calidad de voluntarios, nivel técnico y otras
características. En
el periodo de organización dé la 18 brigada hice varios
viajes a Madrid, del que nunca estuve desligado. La brigada se
preparó bien desde el punto de vista combativo. En el aspecto
cultural, la visita de Constancia de la Mora María Teresa
León y Rafael Alberti, Emilio Prados y muchos otros
intelectuales revolucionarios españoles y extranjeros (de estos
últimos recuerdo especialmente a Ilia Erenburg) fue muy
útil para nuestros combatientes. Yo
estaba verdaderamente entusiasmado con la 18. Pero el nuevo paso dado
en la organización del Ejército Popular, al crear sus
primeras cuatro divisiones, me obligó a abandonada. Dejé
como jefe provisional de ella al comandante del 1er batallón,
Francisco Carro Rosas, el cual estuvo poco tiempo, porque nombraron
jefe efectivo de la misma al teniente coronel profesional
Martínez Monge. En la 4ª división El
primero de año lo celebré en una cena fraterna con mis
camaradas del Thäelmann incorporados a la 18, para decides
adiós. Estuvimos juntos largas horas intercambiando opiniones y
recuerdos del camino recorrido en común. El himno de nuestro
batallón era la canción a Thäelmann. Nos despedimos
cantándola. Las
primeras cuatro divisiones del Ejército Popular republicano
estaban integradas por las fuerzas de la defensa de Madrid en el frente
Somosierra-Perales del Río. Para
mandar la 4ª fui nombrado yo. Como comisario designaron a Luis
Delage y como jefe de Estado Mayor, a Federico de la Iglesia. La
4ª división tenía a su cargo la defensa de Madrid
desde el puente de Toledo hasta Perales del Río. En ese frente
estaban desplegadas: en el flanco derecho, la 36 brigada, mandada por
Justo López de la Fuente, quien después de nuestra guerra
combatió en una unidad soviética de guerrilleros que
operaba en la retaguardia del ejército hitleriano y murió
recientemente en una prisión española dando un alto
ejemplo de firmeza comunista. A su izquierda, la 1ª brigada,
mandada por Enrique Líster; en el flanco izquierdo de la
división, la 48, mandada por el teniente coronel Bueno, militar
de carrera. Al
llegar a Madrid para hacerme cargo de la 4ª división fui a
ver a los camaradas de la dirección del Partido que me
habían convocado. José Díaz, Pedro Checa y
Francisco Antón me recibieron en la sede del Comité
Central, calle de Serrano. De toda la conversación recuerdo lo
siguiente: -
En nombre de todos te felicitamos, camarada Modesto. Confiamos que en
la nueva unidad seguirás portándote como hasta ahora. Al
escuchar las palabras del Secretario General del Partido, la
emoción que me embargaba no me permitió más que
balbucear: - Pepe, me esforzaré por ser digno de vuestra confianza. - Estamos seguros que mantendrás en tus manos con honor la bandera del Partido como hasta hoy. - Os lo prometo. Y lo dirán los hechos más que las palabras. -
Bueno, Antón - siguió José Díaz -,
¿qué me habías dicho de una decisión del
Comité de Madrid? -
Que hemos acordado-dijo Antón - que la casa de Lista 20 pase a
Modesto, para que establezca allí el Cuartel General de su nueva
unidad. Y de lo que venga detrás, agregó riendo. - ¿Tienes algo que objetar? - dijo Checa. -Al
contrario; me dais una verdadera alegría. Semanas después
se celebró en Valencia el histórico Pleno ampliado del
Comité Central del Partido. No pude asistir a él, por la
responsabilidad que tenía en la defensa de Madrid. Pero fue Luis
Delage. El me informó, a su vuelta, del desarrollo de las
sesiones. Al final, con la simpatía y el gracejo que le son
propios, me soltó la gran noticia: - Lo último que me queda es felicitarte por haber sido elegido miembro del Comité Central. de
Vallecas). A partir de entonces, Lista 20, que fue sede de la
comandancia y la jefatura del Quinto Regimiento, seria cuartel general
de las grandes unidades que mandé hasta abril de 1938, fecha en
que pasé a Cataluña. El Estado Mayor de la 4ª
división se completó con tres muchachos estupendos, a
quienes después de escudriñar y recorrer con Justo
López, durante varios días, las posiciones que ocupaban
sus fuerzas, seleccioné del batallón FETE de la 36
brigada. Eran
tres sargentos: Enrique Fábregas, que terminó la guerra
de comandante y segundo jefe del Estado Mayor del Ejército del
Ebro, caído heroicamente a fines de 1943 en una unidad
guerrillera que combatía en territorio soviético ocupado
por los nazis; Julián Soley, que terminó la guerra de
comandante y ayudante del Presidente del Consejo y ministro de la
Guerra Juan Negrín, a cuyo puesto pasó después de
finalizar la batalla del Ebro, y Bernardo, que terminó de
comandante y jefe de la sección de Información del
Ejército del Ebro. A
petición suya, fue trasladado a la 4a división
Félix Gurrea, que terminó de capitán y jefe de
operaciones del V Cuerpo, cuando yo dejé su jefatura en abril de
1938. Quiero destacar el mérito del teniente coronel Federico de
la Iglesia, que supo hacer de los tres, apoyándose en sus
excelentes cualidades, oficiales de Estado Mayor con mayúscula. Durante
mi ausencia de Madrid se había producido el fracaso del ataque
frontal enemigo, ataque que perseguía conquistar la Capital
sobre la marcha en los días de noviembre. Tan seguro estaba de
ello, que en la retaguardia de sus tropas tenía preparado el
aparato administrativo, represivo, político y "jurídico"
de Madrid y sus distritos, como expone en su libro el embajador
fascista italiano Cantaluppo. También
la jerarquía eclesiástica tenía preparada la
entrada de Franco bajo palio y su consagración "por la gracia de
Dios". La Falange y los "emigrados" de Madrid, a la cola del
ejército "nacional", se aprestaban a parodiar a los versalleses
en la inmortal Comuna de París. Pero dejemos estos y muchas
otras cosas "edificantes" para los historiadores. En
la última mitad de noviembre y todo el mes de diciembre las
actividades combativas se habían reducido, por parte del
enemigo, a la realización de pequeñas acciones orientadas
a ocupar posiciones más cómodas para sus ataques
posteriores a la Capital. La
de mayor importancia se desarrolló en la Casa de Campo, para
ampliar la bolsa de su penetración en aquella dirección.
Los mismos objetivos se había fijado nuestro Ejército,
esto es, reforzar la defensa y mejorar los planes de fuego con vistas a dar una mayor solidez a aquélla. Como
resultado de la situación creada y de las actividades enemigas y
nuestras, en el lindero Oeste de Madrid, desde el Pardo hasta
Villaverde -y esa característica seguiría
manteniéndose hasta el fin de la guerra-, se pasó a la
guerra típica de posiciones. Se hacían estallar minas y
contraminas; se luchaba por cegar los observatorios al enemigo o bien
por arrebatárselos; se perfeccionaban los sistemas de fuego y se
transformaba la profundidad táctica, tanto enemiga como 'propia,
en un verdadero campo atrincherado. Todo esto tuvo su reflejo en los
combates posteriores. Operaciones fascistas de cerco desmontadas Al
fracasar el ataque frontal de la semana 7-15 de noviembre, el enemigo,
que se había quedado exhausto, tuvo que tomarse un respiro. Las
fuerzas enemigas que venían actuando en el frente de Madrid se
reorganizaron bajo el nombre de "División Reforzada", a las
órdenes del general Orgaz. Las integraban tres divisiones muy
nutridas, mandadas por los generales Varela, Yagüe y Monasterio,
respectivamente. Sus unidades ocupaban el frente Valdemorillo-La
Marañosa. Frente a ellas, desde Valdemorillo a Perales del
Río, había distintas unidades que mandaban el teniente
coronel José Luis Barceló, el comandante Palacios y la 4a
división de mi mando. El
día 3 de enero, el enemigo puso en marcha la "maniobra de enero"
de cerco y conquista de Madrid, concebida en dos fases: la primera, a
desarrollar en el frente Valdemorillo-Pozuelo y dirección Las
Rozas-El Pardo, con el objetivo de rebasar la zona fortificada de la
defensa en nuestro flanco derecho, cortar al Norte de la Capital las
comunicaciones en Torrelodones y Aravaca con la Sierra y provocar el
hundimiento de aquélla, irrumpiendo en Madrid por el Noroeste;
la segunda, en dirección Vallecas-Torrejón de Ardoz,
condicionada en el tiempo por la primera y sus resultados,
perseguía cortar las comunicaciones con Valencia y Guadalajara,
consumando el cerco de Madrid. Cinco
agrupaciones de fuerzas, mandadas por Barrón, Buruaga,
Iruretagoyena, García Escámez y Asensio Cabanillas (18.000
hombres) apoyadas por 120 cañones y 50 tanques, iniciaron la
maniobra el mencionado día 3, prolongando su esfuerzo ofensivo
hasta el día 9. En
su inicio, les hicieron frente ocho batallones (3.000 hombres) de las
unidades que mandaban Barceló, que en estos combates fue
gravemente herido, José Mª. Galán y V.
González, .siendo reforzados al final de la primera jornada por
la 11 Brigada Internacional (1.500 hombres), mandada por el general
Kleber. Durante
los días 7 y 8 los combates adquirieron una extremada dureza,
alcanzando el enemigo Aravaca. El último de esos días,
las fuerzas de González se replegaron por falta de
munición hasta encontrar un depósito, el Polvorín
de Retamares, donde había decenas de cajas de cartuchos. Una
brigada de nueva formación al mando de Dositeo Sánchez,
la 31, que estaba organizando en Las Matas y disponía
sólo de 250 hombres y 200 fusiles, tuvo que entrar en fuego. En
el curso del combate, esta brigada se completó con el
batallón de Artes Blancas de Madrid, que mandaba Gabriel
Carbajal y del que era comisario Gregario Mesonero; otro
batallón lo mandaba Simón y tenía de comisario a
Enrique Zafra, que al mismo tiempo lo era de la Brigada hasta que vino
su titular, Carlos García. Esta
brigada ocupaba el frente desde la "Casa Amarilla", donde enlazaba con
un batallón (que mandaba Julio Zamalca, caído
heroicamente en aquellas jornadas) de la 3 brigada de José
María Galán, por delante del cementerio de Las Rozas
hasta las tapias de El Pardo. La
21 brigada, que en los muros del Monte de El Pardo cerró paso al
enemigo en aquella dirección, tenía como dotación
veinte cartuchos por soldado. Para reforzar nuestra defensa, por orden
de Miaja indiqué á Líster que se trasladara a
aquel sector con tres batallones de la 1ª brigada,
haciéndolo así y ocupando posiciones en la orilla S. del
Guadartama, delante del Puente de San Fernando. Recorrí
esta zona desde Valdemorillo hasta el Puente de San Fernando, donde se
batían las fuerzas de Barceló, José María
Galán, Valentín González, Dositeo Sánchez,
Gómez Palacios y Enrique Líster. Hice alto en este
último sector, donde atravesé el Puente de San Fernando
para ver al Thäelmann, pasando el resto de la jornada con ellos.
Entonces los mandaba Santiago Aguado, que era ya el tercer jefe que
tenía el Batallón. En
este período yo tenía la costumbre de asistir como
observador a las operaciones que se realizaban en los distintos
sectores del frente de Madrid, cuando aquellas no afectaban a la unidad
que mandaba. Por eso presencié en la jornada del 11 de enero el
contraataque republicano al flanco izquierdo de la penetración
enemiga, en el que participaron la 14 Brigada Internacional y la
3ª Brigada de carabineros, apoyadas por un batallón de
tanques T-26. Esta operación la mandaba el teniente coronel
Eurillo y se prolongó hasta el día 14. Los objetivos del
contraataque eran Majadahonda y Las Rozas. Se inició con seis
horas de retraso por causa de la niebla. La loma entre las dos
poblaciones, donde se alzaba el edificio de Telégrafos, ganada
por los nuestros, era un punto crítico de aquellos combates. En
la última jornada nuestras fuerzas entraron en Las Rozas, pero
tuvieron que abandonar el pueblo. El día 14 se pasó a la
defensiva. Cuando
el ataque enemigo se producía, nuestras fuerzas practicaban la
defensa pasiva. Esa es la enseñanza de Madrid. Hay quien
circunscribe el mérito de la defensa en noviembre al
sostén que los combatientes encontraban en los edificios de la
ciudad. Pero eso es una verdad a medias. Tanto como ello
significó el empleo del combatiente con arreglo a sus
características. Esa fue la gran debilidad de Asensio Torrado.
El mérito de Rojo consistió en saber apreciar esa
cualidad. Y el del Partido Comunista, en exaltarla y dar conciencia de
ella al pueblo y a los militares leales. En la primera fase de la operación, el enemigo quemó las fuerzas que pensaba emplear en la segunda fase. Así se canceló el tercer período de la lucha por Madrid. El
enemigo no consiguió los objetivos operativo s que se
había fijado. Con su tenaz resistencia entre los días 3-9
y su contraataque del 11 al 14 de enero, nuestros combatientes le obligaron a emplear las fuerzas con las que pensaba realizar la segunda fase de su maniobra de enero. CAPITULO VI Cuando Miaja dice a Pozas: ¡Tú! no yo, y Pozas le responde: Yo no, ¡tú! En
la última decena de enero, la 4ª división
realizó una acción ofensiva, de carácter local,
sobre el Cerro de los Angeles, que se levanta al Sudoeste de Madrid, en
sus proximidades, y domina todo el terreno circundante, con el objetivo
de suprimir una formidable posición táctica que
rendía grandes servicios al enemigo como observatorio,
ofrecía abrigadas posiciones de su artillería y era una
buena base de partida para futuras operaciones sobre el flanco
izquierdo de la defensa de Madrid. Se
la propusimos al jefe de E.M., teniente coronel Rojo. Me la
sugirió la necesidad de quitarnos los ojos del enemigo de
nuestras espaldas, hacer menos efectivo el fuego de su
artillería y aliviar nuestras comunicaciones de su control. Esta
operación - en realidad un fuerte golpe de mano -
perseguía como objetivo ocupar el Cerro de los Angeles y mejorar
nuestras posiciones en aquel sector. Un evadido nos dio una
información importante y colaboró en los reconocimientos
en que se puntualizaron los itinerarios (terminó la guerra de
capitán de transmisiones del Ejército del Ebro). Las fuerzas que guarnecían el Cerro pertenecían a la media brigada que mandaba el teniente coronel Benda. Las
fuerzas propias que participaron en aquella acción fueron 5
batallones (3 de la 1ª y dos de la 48 brigada). La misión
principal, que consistía en atacar, conquistar y ocupar el
Cerro, se la encomendé a los tres batallones de la 1ª
brigada al mando de Enrique Líster. Los dos batallones de la 48,
al mando del teniente coronel Bueno, tenían como misión
cubrir el flanco izquierdo de los atacantes del Cerro. En el flanco
derecho, la 36 brigada, mandada por Justo López atacaría
con la misión de ocupar objetivos limitados y sujetar las
reservas locales. Al
decidir la ejecución, el general Miaja prometió, si
teníamos éxito inicial, enviar a mi disposición
fuerzas y medios suficientes para asegurar la posesión del Cerro
de los Angeles. A
la hora y día ordenado, las 0.00 del día 20, la columna
que mandaba Líster, en la que iba de comisario el de la 1ª
brigada, Manuel Puente, se puso en movimiento hacia sus objetivos. Para
conservar el secreto y mantenerlos en forma, los hombres
habían estado en reposo absoluto en las naves de la iglesia
abandonada de Perales del Río, unos 24, otros 48 horas. Ligeros
de impedimenta, con guías combatientes y conocedores del
terreno, siguieron como ejes de marcha los jalones de tipo estable
antes elegidos y otros colocados especialmente hasta el punto de
bifurcación de caminos, en el que un tercio de las fuerzas se
desviaría para salir a las comunicaciones del Cerro con su
retaguardia, cortadas y aislar a su guarnición. El
batallón Thäelmann, encargado de cortar las comunicaciones
del Cerro con Getafe y aislar la guarnición de su
retaguardia, lo realizó en forma perfecta, cumpliendo sus
misiones en todas sus partes y consiguiendo la sorpresa, hasta el punto
de penetrar sus combatientes en el puesto de mando enemigo, tomando
trofeos y los primeros prisioneros. Entre éstos se encontraba el
teniente coronel Banda. Los
otros dos batallones (Victoria y Cruz), que atacaban el Cerro, lograron
penetrar en las defensas enemigas y cumplir parcialmente su
misión, combatiendo para cubrir su objetivo. También en
la lucha conquistaron trofeos y cogieron prisioneros, entre ellos
algunos oficiales. El
mando de la Defensa de Madrid, enterado de la marcha de los combates
que se habían iniciado con éxito tan completo, me
anunció la llegada de refuerzos para las 8 horas del día
20. Con
aquella noticia me desplacé al puesto de mando de las fuerzas
que atacaban el Cerro, para informarles. Pero mientras los batallones
republicanos combatían con particular decisión y lograban
éxitos parciales -unos continuando su progresión en el
interior de la posición y otros batiéndose en el exterior
contra las reservas enemigas para impedir la llegada de refuerzos-, el
general de la Defensa de Madrid, Miaja, y el general del
Ejército del Centro, Pozas, a la vez que seguían
anunciando los refuerzos, disputaban entre sí sobre quién
de ellos debía enviarlos. Entretanto
el enemigo concentraba: unidades marroquíes y del Tercio, y
lanzaba un ataque tras otro, continuando el combate y la resistencia de
nuestros batallones contra unas fuerzas que ya al mediodía eran
superiores, por lo menos, en 3-4 veces. A las 3 de la tarde tuvieron
que retroceder ante la presión enemiga, volviendo a las bases de
partida, dándose así por terminado este episodio y
pasando los dos batallones de la 48 brigada a ocupar las viejas
posiciones anteriores a la operación. En
ésta tuvimos que lamentar, entre otras, la baja de Puente,
comisario de la brigada, que resultó herido cuando atacaba con
sus batallones. Como breve conclusión, la acción
emprendida para la conquista del Cerro de los Angeles, a pesar de su
carácter táctico y sus limites reducidos, afectaba a los
intereses de la defensa de Madrid y estaba dirigida a darles más
solidez; La posesión del Cerro de los Angeles nos hubiera dado importantes ventajas. El
ataque para la conquista del Cerro de los Ange10s no fue coronado por
el éxito debido, principalmente, a los dos factores siguientes: Primero:
La circunstancia de realizarse dicha acción en, el enlace entre
las dos grandes unidades -Defensa de Madrid y Ejército del
Centro-, mandadas respectivamente por Miaja y Pozas, llevó a
dichos jefes a entablar una discusión sobre quién de
ellos era el que debía enviar los refuerzos, pidiendo el uno al
otro que los enviara de sus reservas. Hay que decir que, en este caso,
la responsabilidad recae sobre Miaja, porque las fuerzas que actuaban
estábamos a sus órdenes, la operación fue aceptada
por él que dio la orden de ejecutarla, y, además,
tenía reservas. E!
otro factor, derivado del anterior, que nos impidió apoderamos
del Cerro de los Angeles, fue que, después de la sorpresa, el
enemigo concentró fuerzas muy superiores a las nuestras, y
empleando con ellas su aplastante superioridad en material, nos
obligó a replegamos a las posiciones de partida. Informe a mis jefes Antes
y después de la operación del Cerro de los Angeles, el
E.M. de la 4ª división realizó una serie de
reconocimientos con
la misión de establecer relaciones directas con nuestros vecinos
de la izquierda, y conocer la situación de aquel sector. Su
informe era instructivo. Tres batallones con efectivos de 350-400
hombres ocupaban una plaza de armas en la orilla del Jarama, desde la
Marañosa a San Martín de la Vega, en un frente de 16 km.
Mandaba aquel sector el coronel Mena. Las
unidades estaban en estado paupérrimo por su nivel de
organización, armamento, medios de defensa y fortificaciones. De
hecho existía dispersión de fuerzas y no había
defensa organizada del sector. En lugar de esto había una
vigilancia precaria en la parte izquierda, que era 'un terreno abierto,
mientras que en el centro y a la derecha, por lo accidentado del
terreno, cubierto por monte bajo, ni siquiera existía'
aquélla. Mala papeleta tenían allí los
combatientes. A ello se agregaba la información de la .escuadra
de observadores de la división, que mandaba el sargento Moreno,
a las órdenes directas del teniente Bernardo, información
que registraba una concentración de fuerzas enemigas de Getafe a
Ciempozuelos. Estaba claro. El enemigo preparaba una nueva
operación en este sector. Conocía, como conocíamos
nosotros, cosas interesantes. Hasta nos decían que había
gentes que hablaban una lengua extraña, nueva. Con nuestras conclusiones elevé un informe al jefe del Ejército, que entregué a Rojo. El
informe hacía hincapié en lo precario de nuestra defensa
en aquel sector del frente y en el peligro que ello representaba para
la defensa de Madrid. Se proponían medidas concretas, entre
ellas el empleo de las reservas en una operación ofensiva en el
Jarama que cambiara la situación a nuestro favor. Se
decía, en fin, que de no adelantamos al enemigo - que yo
consideraba seguía planteándose como objetivo la
conquista de la Capital- podía crearse una situación
delicada, ya que una acción ofensiva en la dirección
Alcalá de Henares, dado el estado del frente y sin reservas,
podía amenazar muy gravemente a la Capital. Días
después, los jefes de división de la Defensa de Madrid
fuimos convocados a una reunión por Miaja. Con él estaban
Rojo y Antón, Mije (comisario de Defensa de la Junta) y
Álvarez del Vayo (Comisario General). Este último
leyó mi informe, elevado por Miaja al Ministro de la Guerra, en
cuyo nombre y representación venía pidiendo
opinión. Abierta la discusión mantuve el informe, siendo
apoyado por todos los presentes. Luego
conocimos que en el Consejo Superior de Guerra y en el Estado Mayor
Central se discutieron apasionadamente dos variantes para el empleo, en
una acción ofensiva, de las reservas en formación. Estas
dos variantes eran Extremadura y Madrid. Se escogió la
última, fijándose para su realización la fecha del
27 de enero. Las
posibilidades de esta acción, con la que se podía
arrancar la iniciativa al enemigo, radicaban en la existencia de
importantes reservas estratégicas, las brigadas de nueva
formación, artillería, tanques y aviación
suficientes enviados por la Unión Soviética, la
última tripulada por voluntarios soviéticos. Con
aquellas fuerzas y medios se concebía desarrollar una ofensiva
dirigida a derrotar las fuerzas enemigas que se encontraban ante
Madrid. La fecha del 27 de enero fue aplazada posteriormente hasta el
12 de febrero. Una
semana antes dio comienzo, por iniciativa del enemigo, la batalla del
Jarama. Al iniciarse ésta, nuestras fuerzas estaban en
movimiento, con las unidades incompletas; sin los servicios, que se
encontraban en los trenes, en unos casos, o en las bases de
formación de las brigadas, en otros, comprendidas también
la artillería, los tanques; en período de
constitución de los Estados Mayores; sin haber sido aún
designados los mandos de las unidades y grandes unidades que se
preveía crear. El Jarama en llamas El
22 de enero recibí la orden de mandar la "Agrupación
Modesto", con vistas a las futuras acciones. Mi puesto de mando y el
Estado Mayor se instalaron en Vallecas. En estos días dispararon
contra mí unas ráfagas de ametralladora desde
atrás del coche, en el tramo de la carretera Perales del
Río-Vallecas, hiriendo gravemente al motorista José
Soriano, que me acompañaba. Otro motorista, Juanito el "Loco",
fundador del Thäelmann, estuvo conmigo hasta el fin de la guerra. El
6 de febrero se desencadenó el ataque enemigo en el frente La
Marañosa-Ciempozuelos. Emprendieron la acción tres
fuertes columnas, que mandaban Asensio Cabanillas, Barrón y
Buruaga. En segundo escalón estaba la de Monasterio (20.000
hombres, 80 cañones y 50 tanques). Las fuerzas que recibieron
aquel mazazo eran las que he señalado un poco más arriba.
Al
final de la primera jornada había dejado de existir la cabeza de
puente republicana en la orilla derecha del río. Grupos y
combatientes sueltos, cercados, se batieron heroicamente hasta el fin. De
las nuevas brigadas que se estaban concentrando; dos, la 18 y la 19,
fueron empleadas inteligentemente. La 19 que mandaba el comandante
Manuel Márquez, sobre La Marañosa, en el flanco derecho;
la 18, que mandaba el teniente coronel Martínez Monge,
pasó por Titulcia a la banda derecha del río sobre
Ciempozuelos. Las
dos brigadas se enfrentaron en choque violento con un enemigo en pleno
esfuerzo ofensivo, y con su resistencia frenaron su avance durante los
días 6, 7, y 8. Al final de la última jornada, el enemigo
consiguió avanzar hasta la orilla derecha en casi todo el sector
de la cabeza de puente. Sin embargo, los dos flancos enemigos fueron
sujetados fuertemente por las brigadas 18 y 19, demostrando los hombres
de ambas unidades sus altas cualidades combativas. Las dos brigadas,
que en estos combates recibían el bautismo de fuego,
permanecieron clavadas al otro lado del río en una franja
estrecha de terreno de escasísima profundidad, que en algunos
lugares no llegaba a cincuenta metros: la 19, en las pendientes Norte
del Espolón de Vaciamadrid y del Vértice Coberteras, y la
18, ante el puente de Titulcia. Esta última fue abandonada en el
combate por su jefe, tomando el mando el jefe del 1er batallón,
comandante Francisco Carro. Las
dos unidades tuvieron muchas bajas, pero las del enemigo fueron
superiores. Los días 9, 10 y 11 de febrero fueron aprovechados
por éste para avanzar su dispositivo hasta la margen derecha del
río; relevar las fuerzas desgastadas de su primer escalón
de combate, y realizar una serie de ataques locales en sus flancos, por
medio de los cuales intentó, sin resultado, expulsar al otro
lado del río a los combatientes de las 18 y 19 brigadas;
preparó sus nuevas acciones para la consecución del
objetivo que perseguía en la operación y que era alcanzar
Alcalá de Henares, cortando las comunicaciones de Madrid con la
retaguardia republicana. El
mando republicano situó varias unidades en la margen izquierda
del río para detener la progresión del enemigo. En
la noche del día 11, éste reanudó su ofensiva,
pasando sus vanguardias el Jarama a la altura del puente Pindoque
yaguas abajo; el día 12 otras unidades cruzaron el río
por el puente en San Martín de la Vega. Como resultado, el
enemigo consiguió, hacia el mediodía, crear una cabeza de
puente de 8 km de frente por 2 km de profundidad, que estaba ligada a
sus bases en la otra orilla a través de dos puentes permanentes
-los de Pindoque y San Martín -, más uno de pontones
instalado entre los anteriores. Además, el río Jarama era
vadeable para la infantería en gran parte de su curso y no
representaba un obstáculo serio. Recibí
la orden de relevar del mando al coronel Mena y hacerme cargo de sus
fuerzas. Mi puesto de mando lo instalé en Cerro Gordo. El flanco
izquierdo se me alargó hasta Vaciamadrid, luego hasta el puente
de Arganda (excluido). Por
las incidencias de la batalla en desarrollo y la influencia que estaba
llamada a tener con sus resultados en la defensa de Madrid, el Ministro
de la Guerra tomó la decisión de unificar las fuerzas de
los generales Pozas y Miaja en un solo ejército (el del Centro),
al mando del último, quien tomó así la
dirección de las operaciones del frente del Jarama. Dicha
decisión, justa pero tardía, ya que Largo Caballero
había manifestado su enemiga a tal medida, contribuyó a
dar un nuevo rumbo a los acontecimientos. El
día 15, en medio de los combates, fueron reorganizadas las
fuerzas del Jarama. Con las unidades que estaban en el frente Puente de
Arganda-Titulcia y otras recién llegadas se creó una
agrupación operativa independiente, al mando del teniente
coronel Ricardo Burillo, integrada por tres divisiones
circunstanciales, denominadas A, B y C, con la composición y
mandos siguientes: división A (brigadas 5, 12 y 14), general
Walter; división B (brigadas 11, 15 y 17), general Gal;
división C (brigadas 9, 18 y 23), comandante Enrique
Líster. . Además
se organizó una "Agrupación Norte", compuesta por las
fuerzas de la 4ª división más las brigadas 10 (V.
González), 19 (Márquez) y 21 (Gómez
Palacios), extendiendo su frente por el flanco izquierdo hasta enlazar
con la división A en la confluencia del Manzanares con el
Jarama. Otras
fuerzas se reorganizarían en las propias líneas. A esa
reorganización contribuiría el Comité Provincial
de Madrid del Partido Comunista enviando cuadros políticos de su
seno y de los Comités de Distritos y otros camaradas sobre la
base de la voluntariedad -todos los comunistas eran voluntarios en
misiones de aquel carácter- para cooperar a superar la
situación creada. ¡Cuánto
heroísmo, en misión tan responsable, derrocharon en el
anonimato y con la mayor modestia cientos y cientos de mis camaradas en
el Jarama, como antes y después en tantos otros lugares en el
curso de toda la guerra! ¡Ni aún sus nombres estoy en
condiciones de citar! ¡Y cuántos de ellos he visto! De los
supervivientes recuerdo a Ramón Mendezona, miembro entonces del
Comité Provincial. Las
condiciones en que realizaban sus misiones, estaban preñadas de
las dificultades propias de la situación. Sin ser mandos, ni
comisarios, ni conocidos por los combatientes de las unidades dadas,
sin armas, sin derecho ni a la comida, se incrustaban entre los
combatientes fundiéndose con ellos, entregándose
afanosamente a su misión político-moral llena de
abnegación; sin vacilar en el cumplimiento de la misión
confiada, aunque ello fuera a costa de la propia vida a veces en las
manos del enemigo en el proceso de la lucha y, en ocasiones,
sacrificados por la cerrilidad ácrata en las unidades de aquella
disciplina por los provocadores infiltrados en ellas. También
los compañeros socialistas, en los combates del Jarama, enviaron
un núcleo de cuadros políticos en función de
comisarios, a muchos de los cuales yo conocía y con los que en
el trato común establecería una verdadera
camaradería. Algunos de ellos cayeron. Algunos de los
supervivientes, hoy son comunistas. Cito
a Eduardo Belmonte (que siendo comisario de la 8a división de
reciente formación, desplegada en la defensa de Madrid entre las
divisiones 3ª y 4ª, era visitante asiduo de nosotros los de
la 4ª, al que rindo homenaje en estas líneas. Como es
sabido cayó en los combates del Jarama. Su coger llevaría
a Madrid con el cuerpo de Eduardo Belmonte sus últimas palabras:
"He sido el primero en avanzar y el último en retroceder",
mostrando cómo había hecho suya la consigna comunista
emblema del Comisariado; a Tomás Huete, comisario del Estado
Mayor de Rojo en Madrid; a Virgilio Llanos, al que ya he citado y
volveré a mencionar; a Lizcano, Climens y otros que no recuerdo.
Durante
los días 15, 16 y 17, en los que el enemigo reiteró sus
esfuerzos para alcanzar los objetivos de Arganda y Morata, los combates
cobraron particular violencia en todo el frente de la cabeza de puente;
pero nuestras fuerzas lo pararon en seco. En
mi puesto de mando de Cerro Gordo me visitó entonces el camarada
Gregoróvich (seudónimo de Gregori Mijailovich Stern),
consejero principal soviético. Desde mi primer contacto con
él produjeron en mí una gran impresión su talento
militar, sencillez y profunda cordialidad humana. Estos rasgos
personales, unidos a su serenidad y valor, probados en múltiples
ocasiones, le granjearon el respeto y la estima de todos los que le
conocimos. En
este período, mi vecino de la izquierda era el general Walter,
jefe de la división A, al que había conocido en
Moscú. Walter era el general polaco Karol Swiercewski, que
años después jugaría un papel de primer orden en
la liberación de Polonia, al lado del Ejército
Soviético y durante los primeros tiempos de la
reconstrucción de su patria, cayendo asesinado en una emboscada
de las bandas terroristas fascistas. Me causó una gran
alegría su visita en enero, cuando llegó a Madrid y tuve
el gusto de ofrecerle mis servicios. Después
recorreríamos un gran trecho de la guerra juntos. En
pleno desarrollo de la ofensiva enemiga, la Agrupación Norte que
yo mandaba lanzó un contraataque sobre el flanco izquierdo
enemigo. Participaron en él las brigadas 10 y 19, más dos
batallones de la 1ª mandados estos últimos por Luis
Balaguer. En ese combate cayó el comandante Aliaga en el asalto
de las posiciones enemigas, pasando a mandar su batallón Justino
Frutos (incorporado a la lucha en Somosierra desde los primeros
días) que era ya, y lo fue hasta el fin de la guerra, uno de los
jefes más valientes y destacados en el combate. El
objetivo de este contraataque, que era atraer fuerzas del enemigo y
obligarle a retirar parte de sus tropas de la plaza de armas en la
orilla izquierda, fue alcanzado. Las
misiones de las unidades eran: de la 10 brigada, cruzar el Manzanares,
en la noche del 16, desde su regi6n de concentración en Perales
del Río y ocupar las bases de partida para, al amanecer, asaltar
las posiciones en las alturas de la zona que define La Marañosa
y ocupar la fábrica; a su izquierda, los dos batallones de la
1ª, tenían idéntica misión en su frente de
ataque; la 19, partiendo de sus posiciones, debía asaltar y
ocupar el Espolón de Vaciamadrid. Al pie de éste,
circundándole, y en las
proximidades del entonces lugarejo que lleva su nombre, confluye el
Manzanares con el Jarama. Era, pues, una misión difícil,
que sólo se podía ordenar a tropas de la calidad de
aquéllas, ya que el enemigo, instalado como en una gran
balconada 30bre las alturas de La Marañosa, el Vértice
Coberteras y el Espolón mencionado, dominaba el terreno que del
valle del Manzanares monta hacia aquellos sitios, terreno descubierto y
de una pendiente media de 40-50. Una
semana larga duraron los combates, en los que se consiguió el
principal objetivo fijado: atraer fuerzas enemigas, parte de las cuales
fueron retiradas del Jarama. También mejoraron las posiciones de
nuestra defensa en el Espolón de Vaciamadrid y se progres6
ligeramente en el centro y en el flanco derecho, donde se tomaron
algunos elementos de las trincheras enemigas. En
los combates de los días 15, 16, 17 y 18 de febrero, las fuerzas
republicanas que cubrían las direcciones
Arganda--Morata-Chinchón, aplicando la misma táctica que
en los días de noviembre y en los combates de enero por Madrid,
la defensa activa, insistieron en sus ataques en una u otra de aquellas
direcciones. En el transcurso de esas jornadas el enemigo sintió
la impotencia de sus fuerzas y se vio obligado a detener sus acciones
para rehacerse. Posteriormente tuvo que desistir de la
prosecución de su ofensiva. A
partir del día 18 la iniciativa pasó a nuestras manos,
teniendo lugar una serie de contraataques sobre la cabeza de puente
enemiga, que abarcaban a todo el frente y se fueron localizando hacia
el Sur, en tomo al Pingarrón, posición táctica
clave que pasó varias veces de unas manos a otras. Con aquellos
combates se puso fin a la lucha. La
batalla del Jarama terminó el 28 de febrero, diez días
después de ser iniciado el contraataque de la Agrupación
Burillo. Por su desenlace, las fuerzas republicanas obtuvieron un nuevo
éxito en campo abierto, destruyendo el cuarto intento enemigo de
cercar y conquistar Madrid, que eran los objetivos operativos que se
había fijado. En
el periodo operativo del Jarama, los tanques y la aviación
republicanos dominaron netamente al enemigo; los primeros, por su
calidad y por el buen empleo que hizo de ellos el general
soviético Pavlov; la segunda, por esos mismos factores y por su
número, ya que esta operación y la posterior de
Guadalajara fueron las dos únicas en que nuestras alas se
hicieron dueñas del aire. No
quiero poner punto final a mis impresiones sobre la batalla del Jarama
sin antes destacar la influencia que ejerció en el desarrollo de
las operaciones militares en el Sur de España. El
ejército intervencionista de Mussolini, fuerza principal en la
ocupación de Málaga, pensaba desarrollar sus acciones en
el teatro operativo del Sureste de España -por la carretera
general de la costa-, en dirección a Valencia. Dejando de lado
todo lo que aquel plan tenia de aventurero y fanfarrón, la
realidad es que después de la ocupación de Mallorca, en
los propósitos del fascismo italiano entraba la ocupación
del Levante español para dar solidez a sus posiciones
estratégicas en la cuenca occidental del Mediterráneo. Pero
el desenlace de la batalla del Jarama deshizo aquellos planes. Y ese
fue otro resultado del éxito defensivo del Ejército de la
República. La masa de maniobra que actuaba en el Sur, integrada
en su totalidad por fuerzas regulares de los fascistas italianos, se
trasladó al Centro. La batalla de Guadalajara El
8 de marzo me llamó el jefe de Estado Mayor del Ejército
del Centro. Con Rojo estaba el consejero soviético, general
Gorev. Me recibió diciendo: - ¿Sabes la novedad? Los italianos atacan en dirección de Guadalajara. - ¿De qué fuerzas puedes prescindir? - Tengo la l0ª brigada en reserva y la 1ª puedo relevarla en 24 horas. - Envía la l0ª inmediatamente a Guadalajara, a disposición del teniente coronel Jurado. Jurado
era el jefe del IV Cuerpo. Tenia de comisario a Sebastián
Zapirain, uno de los más destacados dirigentes del Partido
Comunista de Euzkadi. Más adelante encontraría a
Zapirain, en varios momentos de la guerra, desempeñando
funciones muy responsables y menos oficiales y públicas, que
realizaba con la pasión, abnegación y eficacia que le
caracterizan. La
batalla de Guadalajara se produjo en el flanco derecho del
Ejército del Centro. A diferencia del resto del frente que
éste tenía confiado, la defensa republicana era
extremadamente débil en esta amplia zona, que iba desde
Somosierra hasta el Alto Tajo, pasando por las proximidades de la
Puebla de hi. Mujer Muerta, al Sur de Algora y de Sigüenza. Es
la región de la Alta Alcarria, en cuyo singular relieve se
distinguen: El Alto Tajo, extraordinariamente abrupto, terreno
difícil para las operaciones militares y para el empleo de
grandes unidades. La
zona comprendida entre los dos Tajuña y Henares, llana, pasando
por el valle del último la carretera general de Aragón y
el ferrocarril de Zaragoza-Madrid por Guadalajara y Alcalá. Otra
dirección complementa la primera y recorre el valle del
Tajuña, a Guadalajara por Brihuega-Armuña. Desde
la ribera del Henares hasta Somosierra es montañosa, cruzada por
las comunicaciones Atienza-Cogolludo-Guadalajara y
Atienza-Jadraque-Guadalajara. La posesión de los pasos de
Jadraque es determinante. Resalta
la importancia de la zona central. En ella atacaron los italianos el 8
de marzo. Se proponían conquistar Guadalajara el día 12,
Alcalá de Henares el 13 y Madrid el 14. La
ofensiva fascista de marzo, dirigida al cerco y destrucción del
Ejército del Centro, se produjo, pues, una semana después
de los combates del Jarama, donde habían sido empleadas todas
nuestras reservas, en el sector más débil del Centro -el
de Guadalajara-, que se había caracterizado siempre por la
ausencia de actividades combativas. Estas se redujeron allí a
las realizadas por el enemigo en la comarca de Sigüenza los
días 9 y a 10 de octubre, que terminaron con la masacre de
milicianos refugiados en la catedral, y las que tuvieron lugar en
diciembre por nuestra iniciativa. En su inicio participaron en ella: por el enemigo, 60.000 hombres, de los cuales 50.000 eran italianos, disponiendo de 1.665
ametralladoras y fusiles ametralladores, 222 cañones y 140
ingenios blindados (108 tanques y 32 autoblindados); por los
republicanos, 10.000 hombres de la 12 división, con 50 armas
automáticas y 22 cañones, que defendían un frente
de unos 80 km. El
comienzo de la maniobra del enemigo tuvo un éxito total, aunque
la defensa, reforzada con seis tanques en la carretera general, la
detuvo en Almadrones hasta la tarde del 9, en la que aquél
ocupó esta localidad y Brihuega. La
11 brigada internacional, que mandaba el teniente coronel Hans Kale, de
la que era jefe de E. M. Ludwig Renn y comisario Arthur Dorf,
antifascistas alemanes los tres, trasladada del Jarama el mismo
día 9, contuvo el ataque enemigo, que avanzaba de Almadrones,
por la carretera de Aragón, cerca de Trijueque, rechazando sus
ataques ese día y el siguiente. Otra
de las primeras unidades que acudió fue el batallón
Garibaldi (integrado en su mayoría por voluntarios italianos),
con su comisario Ilio Barontini a la cabeza, de la 12 brigada
internacional, que mandaba el antifascista húngaro Mate Zalka
(general Lucacz), de la que era comisario Luigi Longo (Gallo) y jefe de
Estado Mayor el general Batov. En las primeras horas del día 10
tomó contacto a la altura del km 12 de la transversal
Briguega-Torija con una columna enemiga que traía diez tanques
en vanguardia, a la que los garibaldinos pararon e hicieron retroceder,
estableciendo allí la defensa. Todos los ataques enemigos (cinco
en aquella jornada), en los que participaban de tres a cinco
batallones, apoyados algunos hasta por 25 tanques, fueron rechazados
por los garibaldinos, los cuales ocupaban un frente que cubría
la carretera en el km 12, extendiendo su flanco izquierdo al
bosquecillo del Castillo de Ibarra. Un
nuevo ataque nocturno, en el que participaba el batallón Los
Lobos, que partiendo del Castillo de Ibarra venia sobre el Garibaldi
desde su retaguardia, fue rechazado por la 4ª
compañía, que le hizo 34 prisioneros, entre ellos tres
oficiales. El
día 11 prosiguieron los ataques enemigos en todo el frente. En
el sector de Brihuega fueron rechazados por la 12 brigada y otras
fuerzas que acababan de llegar, todas ellas del Jarama; en el sector de
la carretera de Aragón consiguieron superar la defensa de la 11
brigada, ocupar Trijueque y seguir avanzando en dirección
Torija. En
la noche del 11, la 9ª brigada, que mandaba Gonzalo Pando;
llegó a Torija, y restableció la situación.
Aprovechando la calma en mi frente fui un par de veces a los sectores
donde combatían Líster, Pando, Hans, Lucacz, Barontini y
otros que no recuerdo. Otro día recorrí durante toda una
mañana el sector de operaciones con los camaradas José
Díaz, Dolores Ibárruri, Francisco Antón y Luis
(Vitorio Codovilla). . En
estos días se creó en el proceso de los combates la 11
división, cuyo mando fue encomendado a Enrique Líster,
con Santiago Álvarez de comisario. La integraban las brigadas 9,
10 y 11; se creó también la 14 división, al mando
de Cipriano Mora. En estas jornadas la formaban las brigadas 12, 65 y
92. También se reconstruyó la 12 división, que
mandaba Lacalle, con las brigadas 49, 50 y 61. El
día 12, el Cuerpo italiano desplazó todas sus fuerzas
para lograr la ruptura en la carretera general de Aragón,
atacando en aquella dirección desde el Norte y desde Brihuega. Pero
ese mismo día 12, la 9ª brigada, apoyada por un
batallón de tanques, que había estado actuando
independientemente, contraatacó en dirección Trijueque.
Este contraataque, en el que participaron también las
demás brigadas de la 11 división, se prolongó
hasta el día 14, avanzando en una profundidad de 6-8 km y
recobrando Trijueque, el Palacio de Ibarra y el Castillo de Don Luis. Como
resultado de las incidencias de la lucha, al finalizar la jornada del
14 se creó una situación: que aparecía definida
por la existencia de dos entrantes contrapuestos: uno, favorable al
enemigo, en la comarca de Brihuega; otro, favorable a nuestras fuerzas,
al Norte de Trijueque. Ambos, orientados a caer sobre el contrario en
una operación de envolvimiento. Esta fue la decisión que
tomó el mando del Ejército del Centro. La
contraofensiva general de nuestras fuerzas se desarrolló del 18
al 22 de marzo. Recibieron aquella misión las divisiones 11
y 14. Tenían
ante ellas el Cuerpo italiano, formado en dos escalones: las divisiones
"Dios lo quiere" y "Littorio", en el primero, y "Llamas Negras" y
"Plumas Negras" en el segundo, situadas, respectivamente, la primera en
Brihuega y la última en el sector de Trijueque. Las misiones de las unidades que iban a intervenir en la contraofensiva eran: -
de las brigadas 12 y 65, asaltar y conquistar Brihuega, partiendo de
las posiciones que ocupaban al Sur y al Suroeste de la ciudad; -
de las brigadas 10 y 70, salir a las comunicaciones al Norte de
Brihuega y cortar los caminos de repliegue al enemigo que los
guarnecía, partiendo de sus posiciones; -
de las brigadas 9 y 11, golpear a la división "Littorio" y
avanzar por la carretera general de Aragón, partiendo de las
posiciones que ocupaban al Norte de Trijueque y a la derecha de dicha
carretera. A las 15.00 del 18 de marzo la defensa fue rota en todo el
frente y el enemigo se replegó desordenadamente, abandonando en su huída grandes cantidades de material. Nuestras
fuerzas avanzaron sobre los dos ejes de su ataque, exactamente en
dirección contraria a la que trajo el enemigo. El
avance de esta jornada no fue mayor por la lluvia, que en todo el
período de la batalla cayó persistentemente en la zona
donde se desarrollaban los combates, transformando el terreno en un
enorme barrizal y que durante los días 17 y 18 arreció de
tal forma, que influyó notablemente en las operaciones. La
lluvia hizo intransitable el terreno para los tanques fuera de las
carreteras; imposibilitó la actuación de la
aviación, que no pudo prestar más que su primer servicio;
creó dificultades insuperables para el empleo de la
artillería, clavada en sus posiciones iniciales, sin poder
acompañar con sus fuegos a la infantería en su avance,
por falta de alcance. Del
16 al 21 de marzo, persiguiendo al enemigo, las unidades de la 14
división liberaron Mesegozo, punto extremó de su avance;
las de la 11 ocuparon Gajanejos y alcanzaron el km. 95 de la carretera
general de Aragón, los pueblos de Muduex a Utande; la 50 brigada
de la 12 avanzó por ambas márgenes del río Badiel
al nivel de las demás fuerzas. Este
fue el colofón de la defensa de Madrid, de la batalla de Madrid.
En el frente de Guadalajara fracasó el quinto intento operativo
de conquistar la Capital. En
la batalla de Guadalajara se distinguieron, en general, todas las
unidades que participaron en ella, en particular la integrada por los
voluntarios de la libertad italianos, los garibaldinos. Yo seguí
de cerca su combate y puedo confirmado, pero no quiero repetir nada de
lo mucho y justo que han escrito sobre sus hazañas los que
intervinieron directamente en la batalla. Por eso termino este apartado
mencionando un hecho conocido, modesto, pero de gran enjundia por lo
que representó para el mando. Lo conozco porque estaba presente
en una conversación mantenida entre el consejero
soviético, general Górev, y el teniente coronel Vicente
Rojo. En el curso de ella, Rojo se dirigió a mi y dijo: "Vas a
ver a un hombre estupendo. Le mandamos a una incursión en campo
enemigo. Ha estado con un grupo vivaqueando con los fascistas, porque
se trata de un auténtico italiano". Y,
en efecto, momentos después aparecía el comandante Kriger
(Bianchi), con su aspecto de combatiente íntegro, de hombre
noble y bueno, que hacía heroicidades como la relatada con la
mayor naturalidad. Disolución del Quinto y organización del Ejército del Centro Habían
pasado ocho meses desde el comienzo de la guerra hasta la
operación de Guadalajara. El pueblo español estaba
creando un Estado democrático de nuevo tipo y forjando un
Ejército Popular como se forja el acero, a fuerza de golpes y de
fuego. El
Quinto Regimiento pasaba a la historia después de haber cumplido
su misión, una misión verdaderamente gloriosa. Tuve el
honor de participar en el acto de su disolución, en presencia de
la dirección del Partido. Lo presidía Daniel Ortega, mi
paisano y maestro en los años 30-35. José
Díaz pronunció un discurso, breve pero enjundioso, en el
que definió con admirable precisión cómo
debía ser el Ejército Regular Popular en el que, desde
aquel momento, se fundía por entero el Quinto Regimiento. Por
el alto valor histórico de las palabras del Secretario General
del Partido Comunista de España, creo que en lugar de una
síntesis - que forzosamente daría de ellas una idea
incompleta y quizás deformada- será mejor reproducir
algunos de sus párrafos esenciales. Helos aquí: "¿Qué
es un Ejército Regular? ¿Qué queremos que sea el
Ejército Popular? Queremos que sea lo que el Quinto Regimiento
es en pequeño y que su idea fundamental penetre en ese
Ejército donde va a entrar ahora. El Quinto Regimiento se
disuelve; pero no se puede olvidar que ha penetrado en la mente de
todos los españoles y que su nombre trasciende más
allá de España. El Quinto Regimiento es conocido en todos
los países por su organización, por su disciplina, por la
cantidad de héroes que ha dado, y por eso perdurará en la
memoria de todos los antifascistas del mundo. El Quinto Regimiento, al
disolverse, lleva al Ejército Popular toda su experiencia de
seis meses de guerra civil. Nosotros, al organizar el Quinto
Regimiento, no lo creamos para el servicio del Partido Comunista, sino
para servir al Frente Popular y sobre la base del Frente Popular. El
Partido Comunista no quiere un Ejército para él sino que
España tenga un Ejército, un fuerte Ejército que
gane la guerra, consolide la victoria y defienda los intereses de los
obreros, de los campesinos, de los antifascistas en general. El
Partido Comunista organizó el Quinto Regimiento ante la
necesidad de dar los primeros conocimientos militares a miles y miles
de obreros y enseñarles las cosas necesarias para la guerra, y,
ante la precisión de crear el Ejército Regular, no
podía el Partido Comunista dejar en el aire la consigna, sino
crear una base práctica para su realización. En él
se dio cabida a todos: socialistas, comunistas, anarquistas,
republicanos, y hoy puede entregar orgulloso estos setenta mil hombres
organizados, disciplinados y con una gran moral al Ejército de
España. No
se puede olvidar lo que ha sido el Quinto Regimiento, no sólo en
sus comandantes y oficiales, sino también en sus milicianos, que
en momentos difíciles se han plantado en una trinchera o en un
parapeto y han dicho: "De aquí no damos ni un paso hacia
atrás". El Quinto. Regimiento ha marcado progreso en la
creación de las condiciones necesarias para la resistencia y
para vencer definitivamente al enemigo; sus batallones, sus brigadas,
sus cuadros, todo lo que representa con su experiencia de seis meses de
guerra, ingresa en el Ejército Regular. …El
Ejército nuevo tiene que ser un Ejército político,
y no a la antigua, lo que, naturalmente, no quiere decir que se haga
una política partidista, cosa que ningún partido debe
consentir. En la situación en que nos encontramos seria
peligrosa la teoría de que el Ejército debe ser
apolítico, y más peligrosa aún la teoría de
que sus componentes no pueden pertenecer a partidos políticos.
¡Mucho cuidado con esto! Nuestro Ejército Popular tiene
que tener una conciencia por la misma participación de sus
componentes en los partidos. En el nuevo Ejército habrá
socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos. Es suficiente ver
el trabajo de ayuda a los mandos que han desempeñado los
comisarios políticos, para darse cuenta de la importancia que
tiene este carácter que nosotros preconizamos. …Con
este acto queda disuelto el Quinto Regimiento. Ha desaparecido para sus
relaciones con las masas de una manera leal, pero su nombre
quedará grabado en la mente del pueblo español y en el de
todos los antifascistas del mundo". A finales de marzo se dio un paso
más en la organización de las fuerzas armadas. Todas las
de la zona leal se organizaron en cuatro ejércitos: Centro,
Levante, Extremadura y Sur. El
Ejército del Centro pasó a mandado el general José
Miaja. El comisario de Guerra era Francisco Antón. El jefe del
Estado Mayor, el coronel Vicente Rojo. Con las fuerzas de la defensa de
Madrid se organizaron los primeros cinco Cuerpos del Ejército
Republicano. De ellos, cuatro guarnecían el frente encomendado
al Ejército del Centro: - el IV cubría la dirección de Guadalajara en el frente Alto Tajo-Sierra del Guadarrama. A su izquierda, -
el I, instalado en la Sierra del Guadarrama, defendía Madrid por
las direcciones N. y NO. en el frente Buitrago alturas ante
Navalagamella. Su vecino, -
el II, tenía a su cargo la defensa directa de Madrid desde el O.
en el frente Valdemorillo - Las Rozas -lindero O. de la ciudad-
Villaverde-Espolón de Vaciamadrid. A continuación, -
el III, ocupaba la defensa de la línea Jarama - Oeste de
Aranjuez - Río Tajo. El V se creó como gran unidad de
maniobra, bajo mi mando, con Luis Delage de comisario y Federico de la
Iglesia de Jefe de Estado Mayor. La 4ª división pasó
a mandada el teniente coronel Bueno. Nuestros compañeros del Estado Mayor de la 4ª división vinieron al nuevo escalón de mando. Las
divisiones orgánicas del V Cuerpo eran, inicialmente, la 11, la
38 y la 46. Las mandaban respectivamente: Enrique Líster,
José María Galán y Valentín
González. Sobre la marcha, en el mes de junio, la 38 fue
sustituida por la 35, que mandaba el general Walter. Durante
el tiempo de organización del V Cuerpo realizamos todos un
intenso trabajo de organización y preparación de las
unidades y de los Estados Mayores. Conocer
bien el frente del Ejército, estudiar el terreno donde
podíamos ser llamados a operar, de visu, por la
observación directa y por los mapas; conocer al enemigo que
había enfrente, en su conjunto y en su despliegue concreto;
estar muy cerca de nuestros subordinados para que las fuerzas se
prepararan bien en el manejo de las armas y en su conducta
ético-moral, para liquidar el analfabetismo entre los campesinos
que se incorporaban. Y en todas partes donde estuvieran las unidades,
ligazón, respeto y ayuda a las autoridades locales, a los
comités de Frente Popular, a los partidos y organizaciones
obreros y republicanos. En
el mes de marzo saltamos de Lista a Alcalá de Henares para
estudiar el teatro operativo del valle del Tajo en su curso medio.
Dimos otro salto a Tomelloso (Ciudad Real), con el mismo fin, en el mes
de mayo. Entre ambos hubo otros a Collado de Villalba. En ellos echamos
las bases de la operación de Brunete Es
este período mi exigencia fue grande para todos los que me
rodeaban en el aspecto lejano y cercano. La máxima del mariscal
ruso Suvórov "La bala es tonta, pero la bayoneta es brava"
estaba sobrepasada, pero su importancia en la educación
moral-combativa era innegable. En
la preparación de las fuerzas y de los Estados Mayores exigimos
derrochar ríos de sudor para evitar gotas de sangre. Nosotros,
los jefes y oficiales de la jefatura y E.M. del V, aspirábamos a
ir delante de todos, por ser nuestra responsabilidad mayor. El
Comisariado del V, encabezado por Luis Delage, no se quedaba a la zaga.
En las divisiones, Santiago Álvarez en la 11, Jesús
Lizcano en la 35 y Félix Navarro en la 46 desplegaron una
intensa actividad. En
el mes de abril se desarrolló una operación absurda
contra: el Cerro del Águila y Garabitas, en la que Miaja y
Alzugaray emplearon media docena de brigadas. Dos de ellas, al mando de
los jefes de sus divisiones respectivas, me interesaban por ser
orgánicas del V Cuerpo. Las visité en el curso de la
acción. Volví a Madrid y planteé al general Miaja
la situación. Me ayudó a convencerlo el general
soviético Petrovich (mariscal Meretskov, después),
consejero suyo. En el V y en el II Cuerpos Finalizado
mayo volvimos a Lista 20, prosiguiendo la organización del V. A
media noche del 1 de junio, el Comisario del Ejército, Francisco
Antón, me dio un telefonazo, indicándome que se esperaba
al general Miaja para una cuestión inaplazable. Con
mi buen compañero el "Junquer", que me escoltaba, un sevillano
que vive y trabaja ahora en Santiago de Chile, me presenté en el
puesto de mando del Ejército. Me recibieron Miaja, Rojo y
Antón. En dos palabras me comunicaron la misión que
querían encomendarme. Se trataba de que el II Cuerpo
tenía un jefe indigno. La quinta columna, como las termitas,
laboraba su estructura y superestructura. Las pruebas eran patentes.
Había que relevar al jefe del Cuerpo y enviado al E.M. del
Ejército. Antes
de media hora había sido cumplida la orden. Las cosas
discurrieron como sigue: En el trayecto del edificio del Ministerio de
Hacienda a Palacio informé al "Junquer" de la misión que
teníamos confiada. Su respuesta fue un lacónico: "Vamos".
Descendimos
del coche a la puerta principal del Palacio y nos encaminamos hacia su
ala derecha, toda iluminada; torciendo nuevamente a la derecha,
entramos en la primera habitación, donde estaban los oficiales
de E. M. del Cuerpo. Tres trabajaban sobre los planos; otros dos,
sentados en unos bancos de madera adosados a la pared, se levantaron y
vinieron a nuestro encuentro para cerrarme el paso, diciéndome: - ¿Quién le ha autorizado...? Forzamos
la entrada sin necesidad de emplear la violencia. En ella había
dos guardias de Asalto armados de fusil con la bayoneta calada,
quienes, al intentar pasar yo, cruzaron sus armas ante la puerta, como
había visto en el cine que hacían los alabarderos con sus
alabardas ante los aposentos reales. Separarles con las manos y pasar
sin el menor obstáculo fue todo uno. Entré
en el despacho del Jefe del Cuerpo, coronel Alzugaray" que estaba
sentado ante su mesa, con una botella de coñac ante él,
jugando con su pistola. - Vengo a relevarle, - le dije. -
Bueno. ¡No me importa! Me da vergüenza escribirlo. Le
recogí la pistola, que me entregó sin, resistencia. Poco
después salía del Palacio Nacional acompañado
de su hijo, capitán de Asalto, que era su ayudante, y fue a
presentarse a Miaja. Informé a mis jefes del cumplimiento de la
misión. Convoqué al jefe de E. M., teniente coronel
Estrada, y a los demás oficiales, dándoles mis primeras
instrucciones. En
la mañana del día 2 le pedí a Federico de la
Iglesia que me enviase a Fábregas y Soley. Ambos realizaron un
excelente trabajo. Con su informaci6n y consejo reforzamos el E. M.,
renovamos los jefes de servicios, indignos de tal responsabilidad, y
nos familiarizamos con la situación tomando contacto con las
unidades y jefes. Interesante fue el trabajo y la responsabilidad en aquel periodo. Porque el jefe del II Cuerpo era, al mismo tiempo, Comandante
Militar de Madrid. Permanecí en la jefatura del II del 2 al 30
de junio. En esta última fecha, por orden del jefe del
Ejército, entregué el mando del II Cuerpo y de la
Comandancia Militar de Madrid al teniente coronel Carlos Romero.
Días después comuniqué al E. M. del
Ejército que el V estaba a punto. El día 2 de julio
salí para Valdemorillo, donde instalamos mi puesto de mando,
para dirigir la concentración y los trabajos preparatorios de la
operación de Brunete. Esta
vez no vino con nosotros Federico de la Iglesia, por lo que diré
un poco más abajo. En vísperas de Brunete Fue
designado jefe del Estado Mayor del V el teniente coronel Estrada.
No obstante ser un militar profesional estudioso, seguro y capaz, la
dirección del Estado Mayor de una gran unidad de maniobra no iba
con él y fue sustituido a los pocos días por el teniente
coronel del arma de Ingenieros y diplomado del Estado Mayor,
José Sánchez Rodríguez, que estuvo conmigo hasta
el final de la guerra. Federico
de la Iglesia no vino con nosotros porque el coronel Vicente Rojo se lo
llevó, como colaborador suyo al nuevo Estado Mayor Central, del
que había sido nombrado jefe. La
creación del Estado Mayor Central y la designación del
coronel Rojo para su jefatura, con todas sus prerrogativas, pero al
mismo tiempo con todas sus responsabilidades, fue una de las
consecuencias positivas de la crisis de mayo. Antes,
con Largo Caballero, lo que se llama E. M. Central, por un lado, y el
general Asensio Torrado (que seguía jugando cerca del Presidente
del Consejo y Ministro de la Guerra el mismo papel que antes), por
otro, hacían que aquél existiera de hecho en el papel,
cumpliendo sólo algunas de las funciones de su competencia. Las
fundamentales en el orden operativo estaban fuera de su órbita.
Igual en el orden informativo, cuya real importancia no
comprendía el Ministro. Pero
la crisis de mayo fue motivada por muchas cosas más que el
depuesto jefe de gobierno había tolerado, propiciado e, incluso
en cierto momento, impuesto a los demás, cuando eran problemas
políticos que jamás debieron permitirse. Me
refiero a la tolerancia mostrada por Largo Caballero dejando hacer a
los incontrolados de la FAI y legalizando sus ilegales actividades
socio-políticas; consintiendo el poder efectivo en la sombra de
las patrullas de control de los anarquistas con sus arbitrariedades;
permitiendo que un grupo de gentes, que se contaban con los dedos de la
mano y no retrocedían ni ante el crimen, reinaran por medio del
terror en pueblos y comarcas de Cataluña y Aragón;
dejando que en el frente del Este no se hiciese la guerra al enemigo,
sustituida por la lucha de fracciones y la guerra a la población
laboriosa. En
Aragón, la conducta de la C.N.T. - F.A.I. originó
daños irreparables. A ellos se empezaría a poner fin
después de la salida de Largo Caballero del gobierno.
Sólo entonces podría el Frente Popular, en su
reunión de Barbastro, agosto de 1937, acordar la
disolución del tristemente célebre Consejo de
Aragón, antes de la llegada de las fuerzas del V Cuerpo y otras
grandes unidades a las riberas del Ebro para realizar la
operación de Belchite. En la disolución del Consejo de
Aragón, la presencia de la 11 división, que
recibió de Prieto aquella misión, desempeñó
un papel decisivo. Los
comunistas Ángel Gracia, Ismael Sin y otros, con los
compañeros socialistas, de la Juventud Socialista Unificada y
los republicanos, de los que recuerdo, por haberlo tratado entonces, a
José Ignacio Mantecón, llevaron a cabo, en las
condiciones dadas, aquella importante hazaña. Al
crearse el E.M. Central se puso, fin a la improvisación, se
elaboraron planes de conducción de la guerra con una
orientación general correcta, a pesar de algunas lagunas, y
se situó en su verdadero nivel el Consejo Superior de Guerra,
que empezó a cumplir su misión y a poner fin a la
arbitrariedad anteriormente existente. CAPITULO VII El por qué de Brunete Si
la orientación del enemigo estaba dirigida desde el principio a
conquistar Madrid y ocupar la zona leal de mayor territorio, a partir
de marzo de 1937 abandonó aquel plan inicial y puso rumbo a la
realización de la campaña del Norte, el acontecimiento
más sobresaliente del período abril-septiembre de este
año. En este período, no obstante ser favorable a nuestro
campo la correlación general de fuerzas, el enemigo tuvo la
posibilidad de concentrar las suyas contra la zona Norte de la
República, cuyo aislamiento favorecía sus planes, a
más de que el ocuparla le daría importantes ventajas por
su enclave estratégico, riquezas naturales y potencial
industrial. En
sus jalones claves, -insistiendo en lo dicho- la sublevación,
fracasada en su intento de conquistar rápidamente Madrid,
mostró su capacidad de maniobra, frente a la
impreparación y debilidad militar de los defensores de la
República en el Norte. Esto nos costó Oviedo, por la
alevosía del general Aranda, en el que confiaban los socialistas
y anarquistas de Asturias, y nos obligó a un gran esfuerzo para
mantener San Sebastián y defender la ciudad fronteriza de
Irún, la cual fue abandonada por nuestras fuerzas sólo
cuando ya no existía ninguna posibilidad de continuar la lucha
por falta de municiones, que el gobierno francés retenía
en la frontera. Ves ese mismo factor, esa misma carencia de repuestos
para nuestras armas de todas clases y calibres, aparte de otros
factores no menos determinantes, lo que nos llevó a la
pérdida de Guipúzcoa y al debilitamiento de todo el
Norte, de Vizcaya a Asturias, ya que Galicia estaba en manos del
enemigo desde los primeros días de la sublevación, y por
la zona de las Encartaciones la frontera con Burgos se hallaba cerrada
para la República. Tal era la situación existente,
además de una gran división de las fuerzas combatientes
antifascistas en el Norte, cuando en marzo de 1937 el enemigo
inició su campaña a fondo en ese frente, persiguiendo
como primer objetivo la conquista de la rica e industriosa provincia de
Vizcaya. Las
fuerzas de maniobra del Ejército franquista, compuestas de
más de 50.000 soldados de primera línea - a los que se
unieron en el curso de la batalla las brigadas navarras 1ª,
2ª, 3ª y 4ª organizadas por Mola -, reforzadas con el
Cuerpo italiano y apoyadas por unas 50 baterías de
artillería, la "Legión Cóndor", la
"Aviación Legionaria" y la flota franquista -sostenida
ésta con submarinos italianos y contando con la
cooperación de los acorazados alemanes de control en el Norte-
comenzaron la ofensiva el 31 de marzo. Esta, en su desarrollo
cobraría el carácter de una verdadera guerra total,
bombardeando y arrasando el adversario poblaciones pacíficas
alejadas del frente y que no constituían ningún objetivo
militar. La
aviación nazi -que daría así un terrible anticipo
de lo que más tarde seria una práctica corriente suya
durante la segunda guerra mundial- redujo salvajemente a ruinas y
cenizas, entre otras, las villas de Durango y Guernica -santuario del
pueblo vasco-, causando millares de muertos y heridos entre la
población civil. La
heroica pero desorganizada resistencia de las milicias vascas, carentes
además de medios suficientes para contrarrestar la tempestad de
hierro y fuego que caía sobre ellas desde el aire, el mar y la
tierra, no pudo contener el avance de enemigo, que entró en
Bilbao el 19 de junio, mes y medio después de empezada la
ofensiva. Para
analizar u opinar seriamente sobre el Norte hay que partir de esa
realidad de la intervención nazi-fascista a que se alude
más arriba. Luego, todo lo demás, que fue mucho, tanto,
que si no se entra en el fondo del problema, parece lo sobresaliente.
Pero dejemos esta cuestión al cuidado de los historiadores. Después
de la ocupación de Bilbao, el enemigo seguía manteniendo
allí el grueso de su Ejército y se aprestaba a proseguir
sus acciones para liquidar el Norte. La República debía
hacer cuanto pudiera para impedido. Esto
motivó la primera operación ofensiva del Ejército
Popular, conocida con el nombre de Batalla de Brunete, que se
desarrolló en el mes .de julio de 1937. Se
eligió el frente del Centro porque éste reunía las
condiciones de urgencia y efectividad que el Norte necesitaba. En
Madrid estaban las reservas constituidas después de Guadalajara,
con las que se habían creado dos grades unidades de maniobra
(primero el V Cuerpo, a mi encomendado, y luego el XVIII, al mando del
teniente coronel Jurado), con las brigadas y batallones de mayor
experiencia combativa que habían intervenido en todas las
batallas libradas en el curso de la guerra y tenían la moral de
la victoria defensiva que culminó en el Jarama y en Guadalajara,
imponiendo al enemigo el abandono de sus planes iniciales. El
efecto de esta victoria política y estratégica de la
defensa activa republicana no era desdeñable como factor moral. En
el frente del Centro estaba, asimismo, el objetivo vital sobre que
golpear para que la ayuda al Norte fuera efectiva. Ese objetivo eran
las tropas que asediaban a Madrid. Por añadidura, también
era vital para nosotros alejar a esas tropas de las inmediaciones de la
Capital. La
operación de Brunete era, por su carácter, una
acción de cooperación operativa de frentes: el de Madrid
con el del Norte. Perseguía como objetivo principal
(estratégico) detener la ofensiva enemiga en el' Norte, a fin de
hacer ganar tiempo a nuestras fuerzas para el mejoramiento de sus
defensas, la organización y el complemento de sus unidades
desgastadas y la máxima movilización de los recursos
locales. Su objetivo operativo era, como queda dicho, alejar al enemigo de las proximidades de Madrid. Para
alcanzar los objetivos propuestos, lo decisivo era el ritmo en la
ejecución, aprovechando exhaustivamente la superioridad
inicial sobre el enemigo. Catorce
brigadas, apoyadas por 54 cañones y 90 ingenios blindados,
cuatro escuadrones de caballería, con la cooperación de
140 aviones (50 Katiuskas de bombardeo, 40 Moscas y 50 Chatos de caza),
atacarían desde el Noroeste de Madrid en la dirección
general de Brunete y más al Sur. Cuatro brigadas, con el apoyo
de 27 cañones y 40 tanques, lo harían, a su vez, en
dirección Oeste sobre Carabanchel Alto. El
V Cuerpo, con las divisiones 11 (brigadas 1-9 y 100), 46 (brigadas 10 y
101) y 35 (brigadas 11 y 32), y el XVIII Cuerpo, con las divisiones 10
(brigadas 2 y 3), 15 (brigadas 13 y 15), y 34 (Brigadas 3, 16 y 68),
concentradas en la región de Valdemorillo y al Nordeste,
romperían el frente enemigo en dirección Sur, entre
Navalagamella y Villanueva del Pardillo, avanzando
y liberando Quijorna, Villanueva de la Cañada y Brunete. Su
avance posterior proseguiría hacia el Este, con el fin de
establecer pasos sobre el río Guadarrama en las direcciones de
Villaviciosa de Odón y Boadilla del Monte. El flanco abierto de las fuerzas que actuaban en esta dirección lo aseguraría el V Cuerpo. Los
Cuerpos V y XVIII deberían intentar establecer enlace de fuego
con las unidades del II, cuyas brigadas 41 y 42 en primer
escalón tenían la misión de romper el frente
enemigo entre Villaverde y el Basurero, conquistar ambos, abriendo paso
a las brigadas 19 y 17 que, avanzando sobre Carabanchel Alto y luego
hacia Alcorcón, buscarían en este último punto el
enlace con las unidades del XVIII Cuerpo. En el vértice Santa Ana Después
de recorrer el terreno que iba a ser, el teatro de operaciones,
comprendido entre los ríos Perales y Aulencia -luego el
Guadarrama-, y vistas sus características, así como el
sistema defensivo del enemigo, la situación aparecía
así: Un
frente de 8-10 km. defendido por las unidades de la 75 división
del enemigo, al mando del coronel Iruretagoyena, que se apoyaba en los
accidentes más sobresalientes del terreno y en los puntos
poblados siguientes: Navalagamella cotas sin nombre al Nordeste del
macizo que corona el vértice Llanos - vértice Lijar -
Villanueva del Pardillo. Los
centros de resistencia principales en el sector donde se realizaba el
ataque eran: Cerro Llanos - Villanueva de la Cañada -
Villafranca del Castillo; más al interior, en el sector de
ataque del V, Quijorna y Brunete. Todos estaban organizados para la
defensa circular, con trincheras y alambradas, nidos para las
ametralladoras y plataformas para las piezas antitanques, defendidos
por fuerzas de, uno a dos batallones, según los casos. En
su configuración general, el terreno desciende de N. a S.
Superados los vértices Llanos y Lijar, el terreno cruzado por
barrancos, cañadas y arroyuelos, con algunos morrones, puede
caracterizarse de -llano. La parte que cruza el río Perales en
su primer tramo es la más elevada. Luego, al Sur de Llanos,
desciende al nivel general, siendo alterno el dominio de una orilla
sobre la otra. En lo que concierne al Guadarrama, su orilla izquierda
domina la derecha, estando bajo su observación la única
comunicación que cruza esta zona: la carretera de Madrid al
Escorial, en su tramo vértice Lijar- Villanuevade la
Cañada-Brunete. Por
su vegetación, éste es un terreno completamente abierto a
la observación aérea. Al N. de Brunete existen algunos
encinares y olivares muy claros y de poca talla. Al Este de Quijorna
hay un pellizco de bosque espeso; otro más tupido cubre las
faldas de la cota Llanos, de pendientes muy abruptas, coronada por una
calva en cuyo centro se alza una construcción de piedra y
ladrillo. Un bosquecillo de unos 8 km. de largo -considerados en
dirección del curso del Guadarrama- por 5 de ancho, con su
centro en la confluencia del Guadarrama con el Aulencia, destaca en
esta zona. Otro más pequeño, al Sur del anterior,
está situado en la orilla izquierda del Guadarrama, pasando por
sus extremos dos carreteras que, partiendo de Brunete, llevan
respectivamente a Boadilla del Monte y Villaviciosa de
Odón. El resto del terreno es rastrojo, está cubierto de
viñedos en la parte más oriental o de retama formando
matorrales. La
zona donde tenia que actuar la agrupación fundamental de fuerzas
republicanas no tenia más comunicación que la
carretera de El Escorial a Madrid, en su tramo Valdemorillo
-Villanueva de la Cañada- Brunete, y ésta había
sido asignada al XVIII Cuerpo, actuando el V sin comunicaciones. Tenia
como ventaja que el terreno base de partida para la ofensiva dominaba
inicialmente el dispositivo de la defensa enemiga, contando en
él con buenos observatorios y posiciones de fuego para la
artillería. Luego, con la salida a Brunete, esas
características cambiaban en sentido contrario. En
la otra dirección del ataque republicano, la defensa enemiga
venia por el saliente del vértice Basurero, pasaba por el Este
del Cerro de los Amigos y el Ventorro de los Pájaros, hasta
Villaverde. El sector de ataque era el comprendido entre el Basurero y
el Ventorro de los Pájaros, una llanura abierta que se elevaba
ligeramente hacia el enemigo. Su defensa constaba de varias
líneas de trincheras continuas, reforzadas con dos líneas
de alambradas y con puntos de fuego de hormigón, de los cuales
tres dislocados en el vértice Basurero y uno en el Cerro de los
Amigos. Los lugares mencionados y el Ven tarro de los Pájaros
eran las posiciones más fuertes de la defensa enemiga. El
enemigo contaba con buena red de observatorios. Por esas
circunstancias, a las 24 horas se suspendió la operación
sin tener éxito. Identidad en la concepción y diferencias en la ejecución La
operación de Brunete transcurrió entré el 5 y el
27 de julio. En la dirección principal en que iba a
desarrollarse, actuamos los Cuerpos V y XVIII, cuya concepción
de la realización de la operación difería. Esto,
que no es ninguna herejía como regla, e incluso puede ser
aconsejable, en esta ocasión fue muy negativo. Vaya relatar
los hechos que lo demostrarían. A
las 22 horas del día 5, las unidades del V Cuerpo salieron de
las zonas de concentración a fin de ocupar las bases de partida
para el ataque, iniciando las operaciones de Brunete. En su zona de
acción, el XVIII Cuerpo había decidido aduar en la forma
"clásica". El V lo hacía saliéndose de lo
"clásico". Este
hecho y otras cuestiones de las que más adelante hablaré,
rompían la unidad de acción de las dos grandes unidades,
descartando de antemano el factor sorpresa en las acciones del XVIII
Cuerpo, y creando con ello a sus combatientes mayores dificultades para
alcanzar sus objetivos. Es
decir, ya en su arranque faltó en la operación lo que se
llama coordinación de las acciones de las dos grandes unidades
participantes, coordinación tanto más necesaria, cuanto
que el XVIII Cuerpo actuaba sobre la única comunicación
existente y cuya rápida conquista interesaba vitalmente al V
porque sólo por ella debían ser abastecidas sus unidades.
Debo
explicar por qué ocurrió así. Por segunda vez, el
día 3 de julio, 48 horas antes de comenzar la operación,
propuse en el Canto del Pico (puesto de mando del Ejército del
Centro), ante el ministro Prieto, el general Miaja, el coronel Rojo, el
teniente coronel
Muedra y el teniente coronel Jurado, jefe del XVIII Cuerpo, un cambio
radical en el plan de realización de la operación, cambio
que consistía en iniciado de noche con la acción
simultánea de las vanguardias de los dos Cuerpos. Estas
vanguardias debían penetrar por los grandes espacios existentes
en la defensa enemiga y, desde el interior de su dispositivo, caer al
alba por sorpresa y simultáneamente sobre sus centros de
resistencia principales, tanto los de primera línea como los
situados a retaguardia, antes de que pudiera esbozar la resistencia,
para, en unos casos, tomados, y, en otros, dejados vigilados con las
fuerzas correspondientes -las mejores posible- y profundizar con el
grueso de los efectivos de las unidades para la consecución de
objetivos más lejanos. Pero aquella proposición fue
rechazada por el teniente coronel Jurado, El jefe del Ejército
nos dejó en libertad para actuar con arreglo a nuestros planes
respectivos. En vista de ello, pedí al general Miaja, y lo
remaché ante el jefe de aviación allí presente,
que se suspendieran los bombardeos sobre los objetivos fijados al V
Cuerpo hasta que yo lo pidiera, lo que me fue concedido. Debo decir, en
respuesta a quienes me lo han preguntado, que concebía y concibo
el ejercicio del mando de una forma más viva y directa. Yo
daba siempre órdenes verbalmente -ese era mi estilo- ante los
jefes de las unidades subordinadas (en este caso las divisiones 11, 35
y 46) Y mi jefe de E.M., con la presencia de los jefes de las diversas
armas de la unidad que mandaba y de los oficiales de E.M. Algunas veces
convocaba a los jefes de unidad hasta segundo escalón. La orden
por escrito que mandaba después, servía más como
recordatorio que como directiva de ejecución. En
el desarrollo de los combates me desplazaba, cuando era necesario, al
sitio que correspondía, si tenía que impartir nuevas
órdenes o disposiciones, y actuaba de forma idéntica. Era
hábito en mí, si no se trataba de problemas de gobierno o
de misiones de aquel nivel que me fueron confiados en la segunda
mitad de la guerra, enterar a mis subordinados de todo lo necesario,
basándome en la confianza que tuve siempre en ellos. Y
solía terminar las órdenes designando a mi sustituto
entre uno de ellos. Algunas veces no se lo decía ni al
interesado, pero sí a mi jefe de E.M. A todos les exigía
procedieran de igual modo en su esfera de acción, a fin de tener
prevista la continuación del mando. Por cierto, aunque sea
adelantarme al momento en que se produjo, viene a punto señalar
el primer incidente que tuve con el ministro de la Guerra, Indalecio
Prieto. En
pleno apogeo de la Batalla de Brunete, al volver uno de los días
hacia las 21 horas de mi puesto de mando, situado en "Pico y Pala", al
segundo escalón, instalado en Valdemorillo, salió a mi
encuentro el teniente coronel Sánchez Rodríguez, jefe de
E.M. del V, y me entregó una orden del Ministro. En ella, Prieto
designaba al coronel Verdú, 2° jefe del V, y al entonces
teniente coronel Bayo, amigo mío, 2° jefe de E.M.
Cogí la orden y escribí al dorso:, "No ha lugar a
cumplimentar. El 2° jefe del V, si me ocurre algo, está ya
designado por mí". Y la firmé. Con Bayo y Verdú, a
quienes informé de mi respuesta, que ambos aprobaron, y que les
entregué para el ministro, departimos amigablemente
Sánchez Rodríguez y yo hasta su marcha. Volviendo a coger el hilo de Brunete, expondré lo esencial de la orden que di para su ejecución: Una
brigada de la 11 división, a designar por Líster, su
jefe, y la 10 brigada (que mandaba Policarpo Candón) de la 46
división, cuyo jefe era Valentin González "El Campesino",
saldrían de su lugar de concentración a las 22 horas a
fin de ocupar las bases de partida para su acción. Esta
debería dar comienzo a las 24 horas. Las
dos brigadas acodadas tenían la misión de penetrar en la
retaguardia enemiga por los intervalos existentes en su defensa y, al
pisar el camino de Quijorna a la carretera Villanueva de la
Cañada- Brunete, la 10 brigada proseguiría hacia
Quijorna, mientras la brigada de la 11 división
continuaría hacia Brunete. La brigada 101 (que mandaba Merino),
también de la 46, rodearía con uno de sus batallones el
Cerro de los Llanos y con las fuerzas restantes atacaría las
posiciones enemigas existentes al Este del río Perales, a partir
de Navalagamella, y aseguraría el flanco derecho del Cuerpo. Las
fuerzas que marchaban sobre los Llanos, Quijorna y Brunete
ocuparían posiciones idóneas próximas a sus
objetivos, para con las luces del alba asaltarlos y conquistarlos. A
las 5 horas del día 6 de julio, las fuerzas del primer
escalón del V Cuerpo, esto es, las divisiones 11 y 46, se
encontraban ante sus objetivos: las unidades de la 11, cercando
Brunete, que conquistaron al primer golpe, sin bajas; en cuanto a las
de la 46, su brigada 101 había arrollado las posiciones enemigas
en su sector de acción y salido a la orilla Este del Perales. La
otra brigada de la 46, la 10, había salido ante Quijorna, pero
sólo con dos de sus batallones: uno mandado por Justino Frutos;
del nombre del otro no me acuerdo. Un tercer batallón, que
mandaba Domiciano Leal, rodeaba el Cerro de los Llanos, y el cuarto
quedaba en reserva. Más adelante expondré el alcance de
estos cambios de decisión. Hacia
aquella misma hora, las fuerzas del XVIII Cuerpo comenzaron su
acción. La 34 división, que mandaba José
María Galán, marchaba en su primer escalón. Sus
unidades, apoyadas por un servicio de la aviación, realizado a
las 5,30 y al que siguieron 30 minutos de preparación artillera,
ocuparon el vértice Lijar, abandonado por el enemigo a los
primeros disparos, y comenzaron el ataque a Villanueva de la
Cañada. La dinámica de la ofensiva El
período ofensivo de la operación duró del 6 al 13
de julio. El día 6 amaneció con el ataque
simultáneo de las fuerzas del V Cuerpo a los objetivos que le
habían sido fijados, tanto los correspondientes a su
misión inmediata, como los de su misión lejana. Y
fue esta última la primera que se alcanzó. La 11
división, llevando en vanguardia la 100 brigada, mandada por
Luis Rivas (la última organizada), conquistó Brunete en
su primera acción. Lo defendía un batallón de
falangistas. Al mediodía se habían hecho 140 prisioneros;
como trofeos se cogieron un cañón antitanque, el
armamento de un batallón, una columna de camiones con
munición y 4 coches ligeros. En el flanco derecho del V, el jefe
de la 46 división había modificado las órdenes
recibidas en el sentido siguiente: la misión de cerco del Cerro
que corona el vértice Llanos se la encomendó a un
batallón de la 10 brigada, mandado por Domiciano Leal, en vez de
dársela a uno de la 101, como yo había indicado. Con esto
disminuyó la fuerza de choque y la capacidad de maniobra de
aquélla, pues sólo atacaban Quijorna dos batallones.
Además, por cierta desorientación, había fallado
la sorpresa. Las fuerzas propias se empeñan en el ataque a las
dos lomas inmediatas a la localidad, una el cementerio, desde el que el
enemigo los hostiga fuertemente, pues han hecho de él una de las
posiciones más sólidas, y otra
cota gemela más al Oeste, cuya conquista daría ya la
mitad de Quijorna y el control de sus accesos al S. y al O. Lo dicho se
completa con el sistema desarrollado de la defensa de Quijorna, defensa
circular, con alambradas de tres filas de estacones en los puntos
claves. Por otro lado, un Taborde Cazadores de Ifni que se encontraba
antes en Brunete, había sido trasladado a la caída de la
tarde del día 5 para reforzar Quijorna. En
el frente del V Cuerpo la jornada del 6 terminó en el sector de
ataque de la 46 división habiendo cubierto la 101 (otra brigada
nueva) todos sus objetivos, saliendo a la orilla del Perales; la 10,
con sus batallones dispersos como antes he señalado. En el
sector de la 11 división, ésta había conquistado
Brunete, y derrotado un batallón enemigo cuando se
dirigía a reforzar a los suyos en Villanueva de la
Cañada. Sobre esta localidad envió uno de sus batallones,
aislándola y cooperando así a los ataques de las fuerzas
del XVIII Cuerpo. Entre los prisioneros hechos aquel día
había un coronel, jefe de la artillería de la 75
división. Y
es en este momento cuando se sintieron los efectos negativos de la
falta de cooperación de las unidades del V y del XVIII Cuerpos,
así como la falta de dirección operativa del jefe de este
último y del jefe del Ejército. Estos actuaban de manera
esquemática y se mantenían aferrados a sus planes
primitivos, sin aprovechar, como !les propuse al mediodía de
esta primera jornada, la favorable situación creada por el
avance de las unidades del V y la liberación de Brunete,
valiéndose de la cual era posible instalar en las proximidades
del lugar poblado el grueso de las unidades del XVIII Cuerpo y crear
así la superioridad de fuerzas necesaria en el lugar decisivo
para arrollar a las unidades enemigas que intentaban detener nuestra
ofensiva, lo que le hubiera permitido avanzar resueltamente y
profundizar hasta sus objetivos lejanos antes de que el enemigo se
hubiera reforzado con las nuevas unidades de sus reservas, que
precipitadamente empezaba a enviar a la región de Brunete. La
35 división seguía situada en la región Noroeste
de Valdemorillo, sin que mi decisión de introducida en el
combate, con la misión de explotar el éxito inicial en la
dirección determinante de Villaviciosa de Odón, pudiera
llevarse a cabo por la prohibición del mando del
Ejército, el cual impedía su utilización porque
"temía" contraataques enemigos desde la dirección de
Navalagamella. En el sector del ataque del XVIII Cuerpo, la jornada del día 6 pasó en blanco: - la 34 división había realizado varios ataques a Villanueva de la Cañada, sin éxito; -
la 15 división, con la que preveía atacar Villafranca del
Castillo el mismo día 6, la trasladé a reforzar el ataque
sobre Villanueva de la Cañada; - la 10 división, también la había sujetado el general Miaja por el mismo motivo que la 35 del V Cuerpo. tercio menos. Otra,
que par la extensión del frente (10 km.), la existencia de una
sola comunicación y el carácter de la defensa enemiga,
hubiera sido más conveniente designar un solo mando para dirigir
sobre el terreno la operación. Otra variante podía haber
sido que uno de los dos Cuerpos tuviera la misión de ruptura
hacia el objetivo lejano: Brunete y su región, dejando al otro
para explotar el éxito en profundidad. La
influencia de la ofensiva de Brunete en la marcha de los combates del
Norte fue fulminante. Los defensores de Santander observaron la
retirada de su cielo de la aviación fascista y la salida de un
buen número de unidades que acudían al Centro. Sirva
de testimonio, entre otros que pudiéramos aducir, el comunicado
que el jefe de Estado Mayor de la zona Norte, Francisco Ciutat,
envió al EM.C.: "La acción de ustedes en el Centro, le ha
obligado a desplazar sin descanso las fuerzas empleadas en el frente
vasco, las que sin duda deben ser consideradas por el contrario como
fuerzas de choque". Es
decir, al comienzo de la operación ya se había alcanzado
su objetivo estratégico: las actividades combativas del
enemigo en el Norte cesaron totalmente. Sigue la ofensiva La
jornada del 7 se abrió con un éxito importante en el
sector del XVIII Cuerpo y se cerró con otros en el sector del V.
Aquél
se consiguió en Villanueva de la Cañada, donde en la
noche del 6 al 7 hablaron las bombas de mano y se luchó cuerpo a
cuerpo en el pueblo, en el que irrumpieron los combatientes de la 34
división. Al
amanecer fue liberada Villanueva de la Cañada y destruida su
guarnición; de la que se hicieron 500 prisioneros. Se
conquistaron los trofeos siguientes: El
armamento de dos batallones, 2 cañones de 105 mm, 2 piezas
antitanques de 37 mm, 600 fusiles y un depósito de municiones. Ya
vencida la jornada del 7, el batallón de la 10 brigada que
mandaba Domiciano Leal conquistó en el tercer ataque que
realizó el macizo que corona Los Llanos, haciendo un centenar de
prisioneros marroquíes. Otros se suicidaron dándose el
tiro de vientre, clásico en ellos. Núcleos sueltos, a la
amanecida del día 8, atacaron a la desesperada mi puesto de
mando en "Pico y Pala". Se hicieron prisioneros y se tomaron como
trofeos dos piezas antitanques, varios morteros, ametralladoras y 300
fusiles. Las
demás unidades del V Cuerpo no modificaron la situación
en sus acciones de los días 7 y 8. Quijorna siguió
resistiendo y al final del 7 reforzó el enemigo su defensa
con un nuevo batallón. Tampoco los ataques del día 8
lograron sus objetivos. La
11 división prosiguió en su frente las acciones
combativas. El retraso en el cumplimiento de sus misiones por las
unidades del XVIII Cuerpo obligó a la 11 a tener que atender el
frente del vecino, distrayendo fuerzas importantes al Este de Brunete,
lo que debilitó su capacidad de penetración hacia su
objetivo: los pasos sobre el río Guadarrama en la
comunicación Brunete-Villaviciosa de Odón. El día
7, fuerzas de la 13 división enemiga, cifradas en 4-5
batallones, tomaron contacto con las unidades de la 11 al Sur y al
Sureste de Brunete, viniendo de Sevilla la Nueva y Villaviciosa de
Odón, ocupando una serie de cotas que cubrían dichas
direcciones. En los combates del 7 Y el 8.se fue localizando la lucha
al Sur de Brunete y en la comunicación
a Villaviciosa, en la serie de cotas 670, 640, 620 -otras sin nombre-,
ocupadas por unos tres batallones enemigos. Este fue desalojado de la
670. Otro
hecho importante en el frente del V Cuerpo, ya vencida la jornada del
7, fue la aparición de una agrupación de fuerzas
compuesta, por lo menos, de dos batallones de la 150 división
enemiga que avanzaban por la comunicación que, a unos 5 km. al
Sur de Perales de Milla, sigue en dirección Nordeste hacia el
cruce del camino Quijorna-Brunete, a distancia casi igual de ambos
pueblos, donde había un intervalo de unos 6 km. entre las
divisiones 11 y 46. Entonces
me autorizaron a emplear la 35 división, que mandaba el general
Walter. Sólo tenía dos brigadas: la 11 y la 32. La 11
brigada Thäelmann, que por su nombre y sus hechos me recordaba a
mi batallón de la Sierra, con las diferencias correspondientes
de tiempo, lugar y dimensión, cumplió con brillantez las
misiones que di a la 35 división: derrotar: a las fuerzas
enemigas de la 150 división ya mencionadas y salir al cruce de
caminos, 4 km. al Sur de Quijorna; fortificarse e instalarse
allí sólidamente; asegurar los flancos de las divisiones
11 y 46. En
el frente del XVIII Cuerpo, después de la liberación de
Villanueva de la Cañada, las fuerzas de la 34 división
salieron en el río Aulencia hasta su confluencia con el
Guadarrama. Más al Sur, un batallón de la 13 brigada (de
la 15 división) que mandaba Gal cruzó el Guadarrama,
avanzando alrededor de un km. por el camino de Brunete a Boadilla del
Monte. La 10 división seguía en reserva. En
estas jornadas las fuerzas del XVIII Cuerpo tenían ante
sí a la 12 división enemiga, que "llegó a contar
19 unidades", es decir, efectivos equivalentes a los de la 15 (8
batallones) y 34 (12 batallones) divisiones republicanas. También
se localizó una importante concentración de fuerzas del
enemigo en la región al Sur de Navalagamella, ante la 101
brigada de la 46 división, que en el sector que ocupaba al Este
del Perales había efectuado importantes trabajos defensivos
construyendo trincheras de perfil completo, situándose en buenas
condiciones para poder cumplir su misión. En
estas jornadas la actividad de la aviación enemiga fue muy
intensa. El día 7 las formaciones VB /88 y A /88 bombardearon
dos veces el Norte de Brunete y otras tantas Valdemorillo y Villanueva
de la Cañada. El
día 8 ambas formaciones efectuaron varios bombardeos. Otra
formación, la K /88, bombardeó por la noche el bosque de
Brunete y, a partir de ese día, la presencia de la
aviación enemiga y sus bombardeos nocturnos sobre la zona de
operaciones y sus comunicaciones fue constante y sin reposo.
También la formación J /88, de cazas, desarrolló,
a partir del día 7, una gran actividad. Esto
era una confirmación más del éxito
estratégico de la operación. Ese mismo día fue
destituido el jefe del XVIII Cuerpo, teniente coronel Jurado. En su
puesto designaron al también teniente coronel profesional
Segismundo Casado. Últimos días de la ofensiva Entre
los días 9-13 de julio, fecha esta última en que el mando
del Ejército nos ordenó .a los V y XVIII Cuerpos pasar a
la defensa, prosiguieron los combates que ilustran el último
periodo ofensivo de la operación de Brunete,
manteniéndose la iniciativa de la lucha en nuestras manos. Sus
episodios combativos más destacados fueron: En el sector del V
Cuerpo, la toma 4e Quijorna, el día 9, por la 10 brigada,
reforzada con dos escuadrones de caballería y con la
colaboración de un batallón de la 11 brigada que
sostenía el ataque de la 10 desde el día anterior. Se
efectuó sin la participación del jefe de la 46
división, Valentín González, cuyas directivas
anulé ante Policarpo Candón, jefe de la 10 brigada, en
cuyo puesto de mando me instalé a las 8 horas del día 9.
Con Candón había estudiado el día 8 sobre el
terreno el ataque que nos daría Quijorna. La
guarnición de Quijoma constaba de tres batallones, que lucharon
bien. Su táctica era simple: cuando nuestra aviación
bombardeaba, salían a las trincheras, y durante la
preparación de artillería se retiraban al pueblo, en
cuevas y refugios inmediatos, para volver a ocupar la defensa antes de
que el atacante pudiera alcanzada. Lo comprobé personalmente con
Candón. Es decir, fallaba la coordinación de la
artillería, los tanques y los combatientes. El
día 9 se superó aquella debilidad. Simultaneamos el
bombardeo de la aviación propia con fuego de artillería a
cadencia rápida durante el tiempo que duraba aquél, lo
que hizo impacto en el enemigo, al que vimos desconcertado. Hacia
las 10,30 empezó Una breve preparación de
artillería, para desalojar las trincheras, y, a
continuación, se transportaron los fuegos, cuidadosamente
preparados, a los lugares elegidos de los caminos de acceso y
evacuación de las trincheras. En este momento entraron en
acción seis tanques, los únicos que había, que
acompañaron a los combatientes sin separarse ni rezagarse de
ellos. El
éxito empezó a dibujarse. El ataque era general. Pero
había que ganar primero el cementerio y el montículo
inmediato a su Oeste. Este último la conquistó el
batallón que mandaba Justino Frutos; en el cementerio, la
primera unidad que lo asaltó y tomó fue la
compañía especial de la 46 división. Su comisario,
Miguel Bascuñana, la llevó al combate, primero al
cementerio y luego al pueblo. El
enemigo empezó a ceder y a retirarse hacia su retaguardia. El
jefe de la caballería, oculta en el pellizco de bosque que ante
mencioné al Norte de Quijorna, esperaba mi señal. Dimos
15 minutos más de tiempo al enemigo para lanzarle la
caballería, la cual le cayó encima sorprendiéndole
y cumpliendo su misión. Antes del mediodía había
caído Quijorna. Se hicieron más de 200 prisioneros. Se
tomaron como trofeos 3 cañones antitanques de 45 mm, 5
lanzallamas, 3 morteros, 1.000 fusiles y bastantes máquinas
automáticas; casi otro tanto fue destruido en el curso del
combate. En
su intento de progresar hacia el Sureste y cubrir sus objetivos, las
unidades de la 11 división tropezaron los días 9 y 10 con
una tenaz y cada vez más organizada resistencia de las fuerzas
de la 13 división enemiga, que efectuó contraataques
parciales en distintos sectores para mejorar sus posiciones,
produciéndose combates de particular violencia en los que los combatientes
de la 11 ganaron las cotas 640-620 y otras al Sur del km. 3 del camino
de Brunete a Boadilla, pero sin poder alcanzar los pasos del Guadarrama
en aquella dirección. La
11 brigada de la 35 división rechazó el día 10 un,
violento ataque enemigo con fuerte apoyo de artillería y
aviación, en el que participaron efectivos de unos tres
batallones. En
esa misma jornada la 10 brigada, que ocupaba posiciones a medio camino
de Quijorna a Perales de Milla, llegando con su flanco al río
Perales, tuvo que hacer frente a un violento ataque enemigo, lo mismo
que la 101. Los ataques enemigos se prolongaron hasta el día 12
sin alcanzar sus objetivos. En
el sector del XVIII Cuerpo, la 19 división, que mandaba el
teniente coronel Enciso, entró al combate con sus brigadas 2 y
111, teniendo la misión de liberar Villanueva del Pardillo. Al
final de la jornada del 10 irrumpieron en la localidad, donde se
prolongaron los combates de calles durante toda la noche del 10 al 11
de julio. Al amanecer de este último conquistaron el pueblo,
haciendo.600 prisioneros, entre ellos 6 oficiales. Cogieron como
trofeos dos cañones antitanques, 15 ametralladoras y 900
fusiles. Las
fuerzas de la 34 división siguieron en el Aulencia. La 15
división avanzó hada el Este, pasando el Guadarrama y
progresando unos 4 km. Allí fue detenida la 15 brigada; antes lo
habla sido la 13, en el vértice Romanillos. El
día 11, el enemigo contraatacó, en dirección
general Oeste, en todo el frente del XVIII. En este contraataque
participaron las divisiones 5ª "Navarra", que mandaba Bautista
Sánchez, y la 12, al mando de Asensio Cabanillas, apoyadas sus
acciones por una importante masa de aviación de bombardeo y
caza, más unas 60 piezas de artillería. La 5ª
"Navarra" partiendo de sus posiciones a la altura de los
vértices, Romanillos y Mosquito, actuó en la
dirección de Boadilla del Monte-Brunete, en el sector defendido
por las brigadas 13 y 15 de la 15 división, mientras que la 12
división enemiga, formada en un solo escalón y con el
objetivo de recuperar a toda costa Villanueva del Pardillo,
atacó las posiciones defendidas por la 111 brigada de la 10
división y las unidades vecinas de la 34. Los ataques del
enemigo se prolongaron durante todo el día 11 y parte del 12,
siendo rechazados, en todo el frente, por las unidades del XVIII
Cuerpo. En la contención del ataque franquista participó
algún batallón de la 12 brigada, perteneciente a la 45
división, que mandaba Kleber, la cual en esos días
pasó a formar parte del XVIII Cuerpo. Con
la jornada del 12 del julio terminó la primera fase de la
operación de Brunete. A partir de entonces, la iniciativa de los
combates pasó a manos del enemigo. En
lo que se refiere a la aviación franquista e intervencionista,
hacia el día 10 consiguió, por su masa, el dominio del
aire. Ese día, la Legión Cóndor, al completo, hizo
cuatro raids. No obstante, en todo el tiempo de duración de los
combates, la aviación republicana demostró su gran
pericia, alta capacidad profesional y extraordinaria moral combativa. En
el orden de los éxitos de la aviación republicana hay que
destacar que puso fin a los vuelos nocturnos del enemigo. Este,
utilizando las características particulares del sector de
operaciones, con una vía de comunicación ya antes
mencionada, la de Valdemorillo-Brunete, por donde se hacían
todos los transportes, puso en práctica el vuelo de bombardeo y
ametrallamiento de nuestras comunicaciones durante la noche, creando
serias dificultades al abastecimiento de los combatientes y frenando
mucho el movimiento de las reservas. La aviación republicana en
vuelo nocturno (abrió la marcha el audaz piloto soviético
Serov, más tarde Héroe de la Unión
Soviética, que fue el primero en realizado, imitado en seguida
por el español Armario) derribó aviones de bombardeo
enemigos que cumplían aquellas misiones, obligándolos a
desistir. Fue la primera vez que se realizaba tal hazaña. Los
refuerzos de infantería trasladados al frente de Brunete el 10
de julio fueron las divisiones enemigas 12, 13, 108, 150, 4ª
"Navarra" y 5ª "Navarra". El
propio historiador fascista Aznar, refiriéndose a los efectivos
que ya actuaban en este frente los días 10 y 11, confiesa: "Las
tres divisiones - es decir la 12, 13 y 150 - están ya muy
reforzadas, poseen unidades por encima de la cifra normal de una
división". La
iniciativa pasó a manos del enemigo, que durante los días
12 y 13 realizó contraataques de objetivos limitados y
siguió concentrando más unidades. El
día 13 pasamos a la defensiva, intensificando los trabajos de
fortificación, que dirigía en el sector el jefe de
Ingenieros del V, comandante Botella. Mantener el éxito táctico Si
la victoria estratégica de la operación de Brunete no
admitía duda, nuestro paso a la defensiva tenía como
objetivo mantener el modesto éxito táctico alcanzado. Estafase
de la batalla se desarrolló del 12 al 28 de julio, en dos
etapas: una del 14 al 17, en la que el peso de los ataques enemigos
cayó sobre el XVIII Cuerpo, y otra, del 18 al 28, en la que los
combates continuaron ininterrumpidamente hasta su final. En
los combates del 14 al 28 participó el VII Cuerpo enemigo al
mando de Varela, con las divisiones: 4a "Navarra" (Alonso Vega), 5a
"Navarra" (Bautista Sánchez), 12 (Asensio Cabanillas), 13
(Barrón), 75 (Iruretagoyena), 150 (Buruaga) y 108. Apoyaban sus
acciones la masa artillera "nacional" y la italiana, así como
todas las fuerzas de aviación, cuyas últimas unidades
llegaron al frente los días 10 y 11. Estas actuaban bajo el
mando del jefe de la "Legión Cóndor". Del
14 al 17 de julio, la 12 división enemiga, "que tiene 19
unidades de tipo batallón", y la 5a "Navarra", con otros tantos,
realizaron una serie de ataques contra el XVIII Cuerpo partiendo de
Villafranca del Castillo y de Romanillos, en dirección general
Oeste, buscando salir al Aulencia y al Norte de Villanueva de la
Cañada. Todos los ataques enemigos fueron apoyados por los
bombardeos y una artillería importante, la mitad de calibre
pesado. El
día 15, la 12 brigada de la 45 división
contraatacó desde el Norte en dirección de Villafranca
del Castillo. Como
resultado de los combates del 14 al 17, el enemigo consiguió
avanzar entre un kilómetro y kilómetro y medio en algunos
sectores, sin alcanzar sus objetivos. Las unidades de la 15
división mantuvieron sus posiciones en la orilla derecha
del Guadarrama; la división 10 siguió donde estaba,
manteniéndose en las posiciones entre el Aulencia y el
Guadarrama; en el centro de ambas, la 34 rebasó el Aulencia,
situándose en su orilla derecha. En
el sector del V Cuerpo no hubo combates. Sólo la aviación
y la artillería enemigas prosiguieron sus actividades de
bombardeo y hostigamiento de las comunicaciones y de los lugares donde
creian que estaban nuestras reservas. El
día 18 dio comienzo la "contraofensiva general" a cargo de dos
agrupaciones de fuerzas enemigas: una, constituida por las divisiones
5ª "Navarra", 12 y fuerzas de la 1ª, apoyadas por 70
cañones, concentradas en la región de
Romanillos-Villafranca del Castillo, al Este del Guadarrama,
atacó en dirección Oeste hacia la cota "Mocha" y el
vértice Líjar, este último a 2 km. al Norte de
Villanueva de la Cañada, con la misión de conquistada. Otra,
integrada por las divisiones 4ª "Navarra", 150 y fuerzas de la 71,
apoyadas por 80 cañones, concentradas al Norte de Perales de
Milla, en la orilla derecha del río Perales, atacó en
dirección Nordeste hacia el vértice Llanos, con el
objetivo de conquistado y enlazar con la anterior. (Hago notar que el
vértice Llanos se encontraba un kilómetro y medio a
retaguardia de nuestras fuerzas). Esta
contraofensiva general, apoyada por 160 cañones y 200 aviones,
tenía el propósito, que aparecía netamente, de
cortar por su base el avance republicano y estrangular nuestras
fuerzas. Nuestra disposición era mantenemos dónde
estábamos. Recuerdo que bromeando con los jefes de
división, les dije que sería bueno que cortaran para
proclamamos República independiente. Pero
al mismo tiempo tomamos las medidas correspondientes para que aquello
no se produjera. La 47 división (brigadas 69 y 94), que mandaba
Gustavo Durán y de la que era comisario Álvaro
Peláez, entró en línea en la jornada del 17 al Sur
de la 101 brigada, que mandaba Pedro Mateo Merino. La 10 brigada fue
relevada. Todos
los ataques del enemigo en el frente del V Cuerpo fueron rechazados
ocasionándole cuantiosas bajas. También 10 fueron en el
frente del XVIII Cuerpo, en 19 fundamental, pero el enemigo
alcanzó la cota "Mocha", en las proximidades del Aulencia, donde
días y noches se sucedieron los combates, afectando al resto del
frente del XVIII Cuerpo, cuya 15 división cedió el
entrante en que se encontraba en dirección Boadilla del Monte,
influenciando en su repliegue el flanco izquierdo de la 11
división del V Cuerpo. El
último esfuerzo ofensivo lo realizó el enemigo del 24 al
28 de julio. En la noche del 23 al 24 se había comenzado el
relevo de la 11 división por la 14, que mandaba Cipriano Mera.
El ataque enemigo al amanecer del día 24, precedido de una
fuerte preparación artillera y de aviación,
encontró ante si algunas subdivisiones de la 11 aún no
relevadas, con sus heroicos soldados agotados por 18 días
ininterrumpidos de combate, y las subdivisiones de la 14. Las unidades
de esta última tenían una serie de desventajas, entre
ellas la falta de suficiente experiencia para la envergadura de los
combates que se desarrollaban y la no familiarización con el
terreno donde se peleaba, lo que se tradujo en una defensa débil
de las posiciones que se le habían confiado. Ello
me llevó a desplazarme al puesto de mando de Cipriano Mera, a
quien encontré sentado en un regato del terreno,
acompañado de su jefe de E.M., Berardini, verdaderamente fuera
del ambiente. A mi amonestación por su actitud personal, me
respondió: - Yo soy incapaz de dirigir mi unidad. - ¿Por qué aceptaste la responsabilidad de mandarla? - Porque me pusieron. - ¿Qué hago contigo? ¿Sabes lo que te mereces? - No sirvo; fusilame. - Antes hay que probar una vez más. Tienes que arreglar lo que has desarreglado. - Lo intentaré si me das la posibilidad. -
Te doy mi palabra de que cuando salga de aquí, me voy a ver al
ministro para pedirle que me libere de este puesto. Yo no sirvo para
militar. De este insolvente hizo Prieto, consciente de su incapacidad para combatir al enemigo, un jefe de Cuerpo. Pero sigamos con Brunete. Como
resultado de los combates del 24, las fuerzas de las divisiones
enemigas 4ª "Navarra" y 13 alcanzaron los escombros de
Brunete, que ya no contaba nada como objetivo defensivo, para ser
desalojados de ellos por nuestros contraataques. Y así
transcurrió la noche del 24 al 25. El
día 25, el enemigo reiteró su esfuerzo ofensivo. A
nuestra vez, organizamos un contraataque con las fuerzas de la 14
división, apoyadas por la artillería propia y un
batallón de tanques. Las fuerzas de la 14 partieron de los
olivares y encinares Un kilómetro al Norte de Brunete, con el
objetivo de contener la ofensiva enemiga y efectuar, en el proceso del
combate, un paso de líneas con las subdivisiones aún no
relevadas de la 11 división. Hasta
la primera mitad del día 25 las unidades republicanas intentaron
avanzar, sin éxito, acostándose nuestra
infantería, sumamente castigada, fijada por la densidad de fuego
de las ametralladoras, la artillería y la aviación
enemigas. La
misma tarde del 25 el enemigo reitero sus ataques, precedidos de una
violenta preparación artillera en la que participaron más
de 100 piezas, de ellas la mitad de calibres pesados, y una
preparación aérea en la que intervino la aviación
enemiga. A costa de importantes bajas, los fascistas hicieron retroceder unos cientos de metros a nuestras unidades. En
la noche del 25, las reservas del V Cuerpo, representadas por la 32
brigada (al mando de Nilamón Toral) de la 35 división,
entraron en combate, relevando a las fuerzas de la 14, cubriendo
línea al Sur del camino que lleva a Quijoma y arranca en la
mitad de la carretera de Brunete a Villanueva de la Cañada. El
día 26, la 32 brigada mantuvo en sus manos todas las posiciones
que defendía. Rechazó también los ataques enemigos
de los días 27 y 28. La batalla de Brunete finalizó el 28
de julio, pasando el enemigo a la defensa, después de fracasar
en su intento de restablecer el frente en sus viejas posiciones. Ese
mismo día 26 el teniente coronel Manuel Matallana me trajo la
orden de hacerme cargo de las fuerzas del XVIII Cuerpo, además
del V. Al pasar a la defensa, organicé el frente y todas las
fuerzas salieron para sus respectivos lugares. Dos brigadas -la 32 de
Nilamón Toral y otra que no recuerdo- aseguraron la defensa. La batalla de Brunete coincidió con el primer año de guerra. Fue
la primera gran operación, ofensiva republicana.
Representó un modesto éxito estratégico que
frenó el plan de la campaña de verano del enemigo,
consistente en la liquidación del Norte leal. Este tuvo un mes y
medio de tiempo y de respiro. Como se vería después, no
bastó. La
situación estratégica general favorecía al
enemigo. Nosotros teníamos nuestro territorio dividido en dos
zonas. El tenía el que dominaba reunido en una sola. Eso le
permitía concentrar aquí o allá su potencial
bélico total; nosotros no podíamos hacerlo. Seguíamos
siendo mas fuertes, pero nuestro Ejército y potencial
bélico no se podían manejar como un todo. En la zona
grande estábamos en condiciones de hacerle frente; en la
pequeña, no. El
Ejército del Norte, por falta de espacio para su
desenvolvimiento, por sus limitadas fuerzas, sus medios y las
condiciones de aislamiento, bloqueado como estaba por la flota de
guerra nazi, iba a ser demolido. ¿Que pudo resistir más?
Sin duda. Pero ésta es una cuestión que no quiero entrar
a analizar, porque no conociendo ni el territorio ni todos los factores
que intervinieron en la caída del País Vasco, y
más tarde de todo el Norte, mis juicios podrían carecer
del necesario rigor histórico. CAPITULO VIII En Aragón El
18 de agosto de 1937 fui llamado a Valencia por el general Rojo, jefe
del Estado Mayor Central. Pero unos días antes, conversando con
Daniel Ortega, que seguía viviendo en Lista 20, éste me
enseñó una carta que le había dirigido un grupo de
paisanos presos en San Miguel de los Reyes, hechos, prisioneros en
Pozoblanco cuando formaban parte de una compañía de
castigo a la que, irónicamente, el fascista que la mandaba le
puso el nombre de nuestro camarada. ¡Qué lejos estaba el
que lo hizo de pensar que aquellos hombres se encontrarían con
Ortega! Al ver los nombres, algunos me recordaron personas conocidas. Decidimos
aprovechar mi viaje a Valencia para, con permiso de la autoridad,
hablar con ellos y enterarme de su situación. Creo
que al entrar en Valencia se pasa por la puerta del penal. Mi idea era
verlas a la vuelta, pero, al pasar, observé a un hombre
trabajando subido en una escalera y otros tres o cuatro alrededor suyo,
también trabajando. Los primeros que pude distinguir bien eran
Manuel Sánchez, Pelufo y Antonio. No me pude contener y
tiré para allá. Ellos me reconocieron al instante.
Entramos dentro y en el patio estaban los demás. Encontré
a mis compañeros de taller Francisco Almela y "Curriqui",
así como a otros camaradas de la escuela, un gran grupo de la
misma fábrica donde trabajé, algunos amigos de la calle y
un cazador furtivo, al que acompañé un par de veces en
domingo y con él que, siendo jovencillos, fui a torear las
vaquillas de Villamarta apartadas por bravas. Armamos
el guirigay correspondiente y me enteré de cómo
habían sido hechos "prisioneros". Me despedí de ellos
transmitiéndoles los saludos de Ortega. Al día
siguiente salieron para Madrid, donde Daniel los recibió. Dos de
ellos, no por casualidad, estuvieron conmigo hasta el fin de la guerra.
La
llamada del Jefe del Estado Mayor Central era para informarme de la
situación en el Norte y darme las directivas para desplazar el V
Cuerpo a Levante con el fin de participar en una ofensiva en el frente
de Aragón, que cumpliera la misma misión que la de
Brunete. En
efecto, el día 14 había empezado el ataque enemigo contra
Santander en el que intervenían 124 batallones, 93
baterías de cañones, 2 agrupaciones de tanques y 214
aviones. He aquí el detalle, de aquellas fuerzas, según
Manuel Aznar y otros historiadores de la guerra que formaban en el
campo franquista: De las fuerzas Divisiones "Plumas Neintervencionistas gras", "XXIII de marzo",fascistas "Littorio", "Llamas Negras" y "IX de mayo" 50 batallones Fuerzas
mixtas: Un Cuerpo de ejércitointervencionistas" formado por las
divisionesmercenarias y otras "Navarras" 2ª, 3ª y
6ªllamadas "nacionales" Otro Cuerpo de ejército integrado por las divisiones 30 batallones "Navarras" 1ª, 4ª y 5ª. Dos "Brigadas de Casti-30 batallones lla" 8 batallones "Grupo Moliner" 6 batallones Los medios de refuerzo concentrados por el enemigo para dicha operación eran los siguientes: Total 124 Batallones
Aviación franquista JU-52 7 subordinada al mando hitleriano de Pragas 6
Nuestras fuerzas disponían de 40 batallones de infantería, 80 piezas de artillería y una veintena de aviones. La defensa de Santander - unos 200 km. en toda su extensión -nacía en la costa a 10 km. al E. de Castro Urdiales, se dirigía al S. por la zona montañosa de Ordunte hasta llegar a la divisoria Cantábrica; en ésta, y siguiéndola, viraba hacia el O. pasando al N. de los lugares poblados de Villasana, Espinosa de los Monteros y Ahedo. En las proximidades de esta última, formando una gran bolsa, penetraban las posiciones republicanas por el S. hasta el valle de Lora, llegando por el E. hasta las cercanías de Soncillo y de Orbaneja, y por el O., dejando dentro Aguilar del Campo, subían por la Sierra de Brañosera al nacimiento de la Cordillera Ibérica, a unos 15 km. al SO. De Reinosa, para continua: luego rumbo al O. por la divisoria de la Cordillera Cantabrica (Pena Prieta). Al dar comienzo la "operación de Zaragoza" el día 23, las dudas que nuestra ofensiva suscitó en el enemigo-cuando ya había cursado las disposiciones para retirar fuerzas del Norte se disiparon por la fragilidad de nuestra defensa allá y la poca profundidad de las acciones de nuestras fuerzas acá. Y el día 26 entró en Santander. Pero no adelantemos los acontecimientos. Un raid instructivo El
mismo día 18, después de tomar un bocado con el general
Rojo, regresé a Madrid, donde di las disposiciones
correspondientes a mi Estado Mayor, saliendo inmediatamente para
Lérida. Conducía
el coche Manuel "El Moreno", fundador del Thäelmann. Más
adelante sería uno de los mejores hombres del servicio de
información del Estado Mayor Central, encontrándome con
él en Teruel y en el Ebro cuando salía en misión
de servicio o volvía de cumplida. Me acompañaban
Julián Soley, que entonces era mi ayudante, y Pepe, mi enlace
personal. Mi ayudante anterior, Manuel López Oceja, fundador
también del Thäelmann, pasó al batallón
especial del V Cuerpo a mandar una de sus compañías de
ametralladoras. El jefe del batallón era Fernando Bueno y el
comisario, Miguel Bascuñana. Aquella
noche no cenamos. Hacia las 11 de la noche, pasado Tortosa, Manuel, que
estaba al volante desde las 7 de la mañana, ordenó, y lo
acaté - en el coche mandaba él-, dos horas de alto para
descabezar un sueño sobre el volante. Los demás le
imitamos. Después proseguimos el viaje a nuestro lugar de
destino, adonde llegamos al mediodía. En
Lérida localicé al teniente coronel Antonio Cordón
- el primero que encontré - y fuimos juntos a ver al general
Pozas, a quien ya conocía de Madrid. En el curso de la
entrevista, Cordón me anunció que al día siguiente
recibiría la orden de operaciones, como así fue. Pasado
Caspe, paramos un par de veces con la intención de comprar un
poco de chacina y fruta que veíamos en los árboles. Soley
entró en dos pequeñas tiendas: una tenía lo que
buscábamos, pero no había nadie; en la otra le
pareció vislumbrar unas sayas, pero nadie acudió a sus
voces. Por fin, en una tercera casa encontró a una mujer.
Salió de ella con cara de enfado, diciéndome que se
podía comprar algo, pero que no querían cobrar. Le
insistí en que pagase lo que fuera y lo trajese,
quedándome disgustado porque no acertaba a explicarme el por
qué de aquella conducta. Soley volvió con algunas
vituallas y di la orden a Manolo de que siguiera adelante. Cuando
íbamos a arrancar, salieron de la casita una mujer, una muchacha
joven y un mozalbete. Corrieron hacia el coche con una serie de cosas:
una cestita con huevos, un trozo de lomo y las primeras uvas. Nos
ofrecieron todo regalado. Les dimos las gracias e invité al
muchacho -que tendría unos doce años- a que se acercara
más. Al preguntarle si quería venir a pelear con
nosotros, me respondió con otra pregunta que revelaba por
qué habían cambiado de actitud: - Ustedes son del gobierno, ¿verdad? La madre exclamó temblorosa: - ¡Gracias a Dios que habéis llegado! -
Se han llevado a las mozas para eso que dicen amor libre -dijo la
madre, añadiendo tres nombres de chicas del pueblo-. Ahí
están ahora, que las han echado después de tenerlas como
mujer uno y otro y otro. Tras una pausa, agregó: No saben
ustedes lo que sufro. Y se quedó callada. Su hija se puso colorada y dijo como respondiéndola: - Tengo el cuchillo grande. El que venga por camino tor cido, lo cata. Interrumpiéndose
una a otra, la madre y la hija nos fueron explicando, en
imágenes breves, el cuadro vivo de los "ensayos" libertarios. - Miren las mujeres vestidas de negro. Muchas es de ahora. - Es que estos no hacen la guerra a los de Zaragoza; la hacen a los de aquí, a nosotros. - Se han llevado los mulos. - El dinero de Madrid no vale, dan unos papelicos. - Dicen que ahora todo es de todos. - Se lo llevan todo y falta el pan y el aceite y... - Dicen que lo venden en Francia. Pepe,
joven sereno y recto, estaba demudado y con los rasgos crispados. Todo
se aclaraba. La pequeña hacienda abandonada, las sayas
desapareciendo, la respuesta "nada"... Contestar normalmente dando
el precio, había costado caro a muchos. Estábamos
en el feudo de Aragón y en la zona de sus tropas, la 25
división, que mandaba Ortiz, un facineroso. Su jefe,
Joaquín Ascaso, hermano del famoso anarquista que cayó
valientemente en el asalto al Cuartel de Atarazanas de Barcelona, era
el capitán de una banda de delincuentes que, en nombre de la
República, habían despojado a los habitantes de la
región hasta del derecho a respirar. Durante
los meses de agosto y septiembre que permanecimos allí,
conocimos más a fondo la tragedia del campo aragonés en
Azaila, Escatrón, Híjar, Puebla de Híjar,
Vinaceité, Albalate del Arzobispo y otros pueblos
ribereños del Ebro. En todos ellos, la llegada de las unidades
del V cuerpo fue recibida con alegría. Entonces tenían
quién los defendiera y en quién ampararse. Preparando la operación Al
amanecer del 20 ya estaban instalados Sánchez Rodríguez,
las secciones de Información y Operaciones del Estado Mayor y mi
puesto de mando en las proximidades de Azaila, en la bifurcación
de carreteras que llevan a Quinto y Belchite. Había llegado la
orden de operaciones del Ejército y las unidades terminaban su
concentración en los lugares previstos. Durante el 20 y 21 se
hicieron los reconocimientos. La situación del frente
permitía -y obligaba- instalar los observatorios en "terreno de
nadie", entre las dos líneas, pues había lugares en los
cuales la distancia entre nuestras fuerzas y las del enemigo se contaba
por kilómetros. Salí
de reconocimiento en dirección Belchite, y en una casilla de
peones camineros, rodeada por una alambrada corriente de finca, me
encontré con un pelotón de nuestras fuerzas. En esta
dirección, eso era todo. En
el sector del frente no se encontraba a nadie nuestro ni
organización defensiva del terreno. Marchando por la carretera
general a Zaragoza, sólo al llegar a la altura Pourvurell
había un puñado de gente nuestra, en unas trincheras
primitivas. Así estaba el sector del frente encomendado a la 25
división cuando la mandaba el ácrata Ortiz., Más
al interior se alzaba otra altura Pourvurell, que estaba en manos del
enemigo, tan alejada la una de la otra que se podía llegar a la
nuestra en coche sin el menor peligro. Situarse
en Pourvurell es estar en el extremo de la arista montañosa que
corta la llanura zaragozana, estribo de la Cordillera Ibérica
que al fondo y a la izquierda ciñe las poblaciones de Quinto,
Fuentes de Ebro, Mediana y Belchite. A unos 4 km. al NE. de Belchite,
sobre una elevación de aspecto cónico, se alza el
pueblecito de Codo. Ambas Pourvurell, Saso, Tosqueta y Sierra de la
Zoma, ante los puntos poblados, son las alturas dominantes de la arista
montañosa. Estoy definiendo, como lo vi, el sector al S. del Ebro que iba a ser escenario de las acciones del V Cuerpo. La
primera línea enemiga al S. del Ebro estuve viéndola
desde la otra banda. Se apoyaba en la ermita de
Bonastre-Estación de Pina-Quinto. Al S. del río hacia un
entrante que tenía como base Belchite a un extremo y Quinto al
otro. Por sus fortificaciones, los dos, pero sobre todo Belchite,
parecían inexpugnables. Completaban
la primera !inea enemiga al S. del Ebro, entre las defensas de
Be1chite-QuiI1to, tres .centros de resistencia situados,
respectivamente, en el pueblecito de Codo y en dos parideras levantadas
sobre alcores suaves en la recta que lleva de Codo a Quinto. Estos dos
últimos centros de resistencia estaban organizados para la
defensa circular y rodeados de espesas alambradas. La segunda
línea enemiga, ocupada por reservas del sector, se encontraba en
Fuentes de Ebro. Lo
mismo Belchite que Quinto tenían importantes guarniciones,
abastecidas con todo lo necesario para hacer de ellas verdaderas
fortalezas. En ese sentido habían sido cursadas órdenes a
la guarnición de Belchite por el Alto Mando fascista, lo que
comprobamos al liberado. En
esta llamada "operación de Zaragoza", el V Cuerpo tenia a su
cargo el esfuerzo principal. Nuestra misión consistía en
forzar las defensas enemigas en el frente Quinto-Codo, ocupar ambos
lugares poblados, cortar las comunicaciones entre Belchite-Mediana y
avanzar por la carretera general sobre Zaragoza para ocupar el barrio
de Torrero, en sus afueras. Al
N. del Ebro actuarían las divisiones republicanas 27, que
mandaba Trueba, y 45, mandada por Kleber; a nuestra izquierda fuerzas
del XII Cuerpo, que mandaba el teniente coronel de Asalto,
Sánchez Plaza, tenían la misión de conquistar
Belchite. Las órdenes y misión que di a todas las unidades subordinadas fueron las siguientes: A
la 4ª brigada de caballería, mandada por el teniente
coronel Buxó: partir en la última hora del día 23
de agosto de la zona de los Campillos, al NO. de Azaila, con una
brigada de la 11 división, cada jinete con un infante a su
grupa, utilizando la noche, para penetrar en los intervalos de la
defensa enemiga entre Quinto y Belchite y, esquivando las dos parideras
intercaladas entre ambos puntos poblados, llegar a la Serrezuela, a la
altura de Fuentes de Ebro, y descargar la infantería. La brigada
de la 11 debería tomar posiciones ventajosas durante las
últimas horas de la noche para, con las primeras luces, asaltar
Fuentes de Ebro y conquistado; las otras dos brigadas de la 11, sobre
camiones, precedidas de 40 tanques y 10 blindados, formar una columna
motorizada, para en las primeras horas del día 24 desarrollar la
operación en profundidad, en dirección a Zaragoza, y
ocupar el barrio del Torrero en sus afueras Este. A
la 35 división, que mandaba Walter: con sus brigadas 11 al mando
de Richard Staimer, y 15, que mandaba Copic, cercar Quinto, para
asegurar el flanco derecho de la 11 división, atacar el pueblo,
ocupado y aniquilar a las fuerzas que lo guarnecían. A
la división "X", que mandaba Nilamón Toral, asegurar el
flanco izquierdo de la 11 división, ocupar Codo, cortar la
carretera Belchite-Mediana, impedir el repliegue de las fuerzas de
Belchite a su retaguardia y el acceso, a la importante
población, de refuerzos enemigos procedentes de Mediana. Esperé
la salida de la brigada de caballería, augurando éxito a
su jefe. A continuación marché a Pourvurell, donde
había señalado el emplazamiento de mi puesto de mando a
partir de las 00,00 horas del día 24. Entre 5° y V: Quinto Al
amanecer del 24 de agosto estaban empeñadas todas las unidades
en el cumplimiento de sus misiones. Pero se retrasó el
lanzamiento de la columna motorizada, por fallo en el envió del
transporte anunciado. Las tropas que habían de embarcar estaban
a punto. Los tanques y blindados esperaban en columna de marcha. A
las 8 horas un avión tripulado por el teniente José Vela
me lanzó un parte lastrado al punto convenido. En él me
informaba de los combates de Fuentes de Ebro, del "raid" de la brigada
de caballería en territorio enemigo, de la llegada a Fuentes de
Ebro de refuerzos enemigos y de 105 que salían de Zaragoza. A
las 10,00 horas se puso en marcha la columna motorizada. Un nuevo parte
lastrado me dio cuenta de las incidencias de los combates en aquel
sector donde no se registraban cambios. Estaba
en mi puesto de mando Montenegro, consejero de aviación. Nos
dieron la noticia de que había sido derribado un aviador, cuya
madre estaba también voluntaria en España; María
Fortus. El joven aviador se llamaba Ramón Casanellas, como su
padre, anarquista famoso muerto en un "accidente" siendo ya dirigente
comunista, al poco tiempo de volver de la Unión
Soviética, donde estuvo refugiado algunos años. Al
mediodía del 24, las unidades del V Cuerpo habían
destruido las resistencias enemigas entre Quinto y Belchite y se
encontraban: una brigada de la 11 división ante Fuentes de Ebro;
las otras dos, autotransportadas, después de liquidar sobre la
marcha los reductos enemigos en el llano, habían salido a
Fuentes de Ebro; en el flanco derecho del Cuerpo, la 35 división
había cercado completamente Quinto y dado comienzo a la
reducción de la defensa enemiga; en el flanco izquierdo del
Cuerpo, la división de circunstancias "X" mandada por
Nilamón Toral - brigadas 32 y 116- había conquistado Codo
y cortado la carretera de Belchite a Mediana; la cuarta brigada de
caballería realizaba misiones de reconocimiento en la
retaguardia enemiga. A
la izquierda del V, las fuerzas del XII Cuerpo habían liberado
Puebla de Albortón y sus unidades se abatían con su
flanco derecho sobre Belchite cortando sus comunicaciones en aquella
dirección. En
la jornada del día 25 lo nuevo en la situación estribaba
en que la 102 brigada, en cooperación con la 35 división,
había conquistado la estación de Pina, la ermita de
Bonastre y se incorporaba al V Cuerpo; la 35 división
había vencido la resistencia enemiga en Pourvurell. A diferencia
de la altura gemela de su mismo nombre, ésta estaba fortificada.
Ello hizo que el jefe de artillería de la 35 división,
Walter Roman, rumano, y su comisario Richard, francés, avanzaran
por el llano una pieza ligera que emplazaron en posición abierta
para batir aquellos puntos de fuego que entorpecían la
acción de nuestras fuerzas, lo que hicieron con éxito
completo. Tras
la conquista de Pourvurell, las fuerzas de la 35 división
estrecharon el cerco de Quinto y comenzaron su liberación. En
el flanco izquierdo, la 32 brigada avanzó en su frente exterior
hasta Mediana y se acercó más a Belchite en el frente
interior, estableciendo contacto con las unidades republicanas del XII.
En
el frente exterior, la 11 división combatía por Fuentes
de Ebro, liberando el lugarejo de Roden, y se enfrentaba con nuevas
unidades enemigas de la 13 y 150 divisiones. El
hecho más notable en el curso de los combates del día 26
fue la liberación de Quinto, realizada hacia el mediodía
por las fuerzas de la 35 división. En el pueblo se hicieron al
enemigo unos centenares de prisioneros, cogiéndose diversos
trofeos, entre ellos una batería completa de artillería.
Las restantes fuerzas del V habían salido a la línea
enemiga. Fuentes del Ebro-Mediana, sin conseguir ocupar el primer lugar
poblado. Ya
durante este día actuaron importantes contingentes de fuerzas
aéreas enemigas, retiradas del Norte, que en días
posteriores lograrían el dominio del aire. Simultáneamente
con la noticia de la liberación de Quinto, se presentó a
mí el general Walter acompañado por un oficial de su
Estado Mayor que traía en sus manos unos rollos de papel.
Después de cambiar un saludo, me dijo con mucho misterio: - Jefe, te pido una entrevista a solas. - Vamos aquí al lado - contesté. Una
vez que nos apartamos, tomó los planos de manos de su ayudante
Alex y, después de soltar un par de palabrotas de las primeras
que se aprenden en todos los idiomas, me los entregó
diciéndome en su castellano particular: - ¡Atención, enemigo en tu Estado Mayor! - ¿Dónde están las pruebas? - Ahí están. Desenrollé
el plano más grande y efectivamente... ¡era el despliegue
de las fuerzas del 5° Cuerpo enemigo, que mandaba el general Ponte
de Zúñiga, y no del V que yo mandaba! Los intentos de las
tropas republicanas para romper la defensa enemiga en Fuentes de Ebro y
el Norte de Mediana, durante los días 27, 28 y 29 de agosto, no
dieron resultado, debido a que el enemigo había concentrado ya
fuerzas suficientes para contener nuestros ataques. Mientras
tanto, Belchite, con su guarnición de 3.500 hombres,
seguía cercado en la retaguardia republicana. Con el objetivo de
establecer contacto con aquélla, el enemigo organizó dos
fuertes columnas, integradas por las divisiones 13 y 150, reforzadas
con un puñado de batallones que en algunos momentos doblaban sus
efectivos, y apoyadas con fuerte artillería procedente del
Norte. A partir del día 30, ambas columnas enemigas atacaron en
dirección Mediana y desde Fuentes de Ebro. Estos ataques fueron
rechazados por la 11 división y la 32 brigada. Orden anulada A
partir de la conquista de Quinto y del estancamiento nuestro,
primeramente, y del enemigo después, en el sector de Fuentes de
Ebro, centré mi atención en el sector Mediana-Belchite.
Me pasaba allí toda la jornada, con Toral, cuya brigada estaba
batiéndose a maravilla, rechazando los ataques de la 13
división enemiga. Al mismo tiempo sus fuerzas recibían la
presión constante de la guarnición, que cada noche -hoy
en un punto, mañana en otro- intentaba salidas para unirse a los
suyos. Nos alivió la situación la llegada del teniente
coronel Gallo mandando la 24 división, formada por dos brigadas:
la 6 y la 21. Las fuerzas de la 32 brigada fueron relevadas por las de la 21. El enemigo seguía empujando. Vuelto
a mi puesto de mando el día 31 de agosto, hacia las 21 horas se
recibió una orden del general Pozas. En ella me ordenaba
trasladar las fuerzas de la 35 división al flanco izquierdo
para, al amanecer del día siguiente, lanzarlas en
dirección Vértice Sillero- Valmadrid-Zaragoza. El
cumplimiento de la orden implicaba serios problemas y podía
crear una situación muy difícil, a saber: 1) El traslado
de la unidad suponía una caminata de 30 km. en una marcha de
noche para luego seguir al amanecer; 2) Belchite estaba vivo y
peleón. Si se iba la brigada de Toral, ¿cuál
poníamos? Si no se iba, ¿es que la 13 y la 15 brigadas
podían cumplir aquella misión tan ambiciosa? 3) El
enemigo habla reforzado mucho el sector. Ante nuestra 11
división estaba la 150 enemiga. En dirección Mediana,
rumbo a Belchite, actuaba la 13 división enemiga, bien crecida
en efectivos. Tampoco era desdeñable que la aviación
fascista se hubiera hecho dueña del aire. Estas cuestiones me hicieron telefonear al mando del Ejército y pedirle: 1) Aplazar el cumplimiento de su orden en 24 horas por imposibilidad de realización. 2) Una entrevista para hacerle algunas consideraciones. Ambas
peticiones fueron aceptadas y al día siguiente fui al
Ejército. Tuvimos una reunión, presidida por el general
Pozas, con el jefe de Estado Mayor, Cordón, el Comisario
Virgilio Llanos, el consejero del Ejército, Leonides, y el
consejero principal, Gregoróvich, que llegó cuando
estábamos ya reunidos. El
general Pozas, a quien yo tenia una gran simpatía y
consideración por su conducta patriótica y leal, de
carácter brusco, pero recto -debo decir que era maño-, me
concedió la palabra. Expuse ante el mapa mi opinión que
doy muy resumida antes, agregando que los cambios surgidos en la
situación aconsejaban modificar sus planes en el sentido
siguiente: damos a nosotros' la orden de liquidar la resistencia
enemiga en Belchite -para ello se emplearía la 35
división- y desistir del envió aventurado de dicha unidad
a Zaragoza, pues eso era, en la práctica, lo que me ordenaba el
Ejército. Agregué
que si, a pesar de mi proposición, el mando del Ejército
insistía en su orden, yo la cumpliría, pero me
marcharía con la 35 división, tomando personalmente el
mando de la misma. De
la reunión, que tuvo lugar el 1 de septiembre, salí con
la orden de conquistar Belchite. Este mismo día, no sé
por qué, Prieto anunció que había sido liberada la
ciudad. Fue un bulo que originó despistes y metió a
algunas personas -periodistas especialmente- en la boca del lobo, pues
entraron en la ciudad cuando todavía estaba en manos del
enemigo. Asalto a Belchite El
1 de septiembre, vencido el día, me trasladé al puesto de
mando de la 35 división para hablar con Walter, su jefe. Ese
mismo día la división se habla trasladado al sector
Belchite-Mediana. Di
a Walter la orden de liberar Belchite. Como era un auténtico
jefe de campo, montó en el acto el ataque para el día
siguiente. Siguiendo
mi costumbre de los últimos días, estuve con él en
el frente interior sobre Belchite, y con Gallo, que se nos habla
incorporado con la 24 división y ocupaba la defensa de Mediana,
en el frente exterior. Antes, los días 24, 26 y 28, cuando la
solución Fuentes de Ebro era básica, habla estado en el
puesto de mando de la 11 división, instalado en La Tosqueta,
donde establecí mi puesto de mando a partir del día 27. En
una de mis visitas al frente exterior, crucé Mediana para ver a
la 21. En el puesto de mando de la brigada comprobé que
había actividad en el frente, pues en esa jornada las divisiones
enemigas 150 y 13 cargaban su esfuerzo sobre las brigadas 1, 9 y 100.
El ataque enemigo a la 11 división, estaba apoyado por otro
demostrativo a la 21 brigada. No habla motivo para inquietarse. Sin
embargo... Me
hallaba nuevamente en el otro sector cuando mi consejero, el coronel
Chevchenko, me dijo que por Mediana habla “algo raro". Subimos
los dos al coche y tiramos hacia el frente exterior, directamente al
puesto de mando de la 21, en el que no había nadie. Ni el
enemigo. Daba la impresión de que también él
había reculado. Las
reservas de la división entraron en combate por orden de Gallo.
Su puesto de mando estaba en la arista que dominaba Mediana, pegado a
la carretera. Era cuestión de 15 minutos llegar a él. Cuando
llegamos, el jefe de la 21, un comandante que en el mes de enero
actuaba en el E.M. de Bueno, en Madrid, estaba contando una de miedo.
Guarner le estaba elogiando. Gallo me informó. Chevchenko, al
que traduje lo que decían, me miró interrogador. Pregunté
al comandante de la brigada dónde estaba el enemigo cuando
salió de su puesto de mando. Me respondió mintiendo
conscientemente, por la que le degradé y ordené a su
división que le formase expediente. Gallo tenia la situación en sus manos. En
la tarde del 2 de septiembre me esperaba una agradable sorpresa en mi
puesto de mando, mejor dicho, Una sorpresa a medias, porque el propio
control que la retuvo en la bifurcación de Belchite me dijo
confidencialmente: -Tenemos
a Pasionaria; iba a Belchite y la hemos parado. En efecto, la camarada
Dolores lbárruri, acompañada de José Antonio
Uribes, estaba en la tienda de campaña del Estado Mayor
conversando con todos. En Brunete había visitado a las unidades
de las divisiones 11, 35 y 46. Pero desde octubre de 1936 no
habíamos coincidido. - Vengo a ver Belchite. ¿Cuándo se toma? - fueron sus primeras palabras, después de saludarnos. - En eso estamos, camarada Dolores. Y
le expuse cómo teníamos planeada la liberación de
Belchite, que todavía contaba con una guarnición por
encima de los 3.000 hombres. -
Entre hoy y mañana, día 3, expugnar las posiciones
exteriores, entre ellas unas formidables que hay yendo por la carretera
donde te paró el control. Y el día 4, conquistado. - Bueno, pues me quedo. Uribes, dile a los camaradas que me quedaré aquí hasta que caiga Belchite. rechazó. Por fin la "convencimos" entre los tres, y la aceptó. Al
día siguiente habló con cientos de personas: los
combatientes y mandos de las unidades españolas e
internacionales y los prisioneros que empezaron a hacerse. Por la tarde
fuimos a mi puesto de mando, instalado en un altozano que dominaba todo
Belchite. Esta posición era un modelo representativo del campo
atrincherado de Belchite y, en mi opinión; el punto clave de
toda la defensa. El
4 de septiembre, día del asalto final a Belchite,
estábamos instalados allá bien de mañana.
Habíamos decidido terminar aquel día. Durante la noche
todos los cañones habían sido emplazados en los
órdenes de combate de la infantería, protegidos en
algunos casos con sacos terreros. Dolores
asistió al brioso asalto en el que grupos escogidos de las tres
brigadas de la 35 división iban jalonando, con banderas rojas,
casa por casa, la conquista de Belchite. La
maniobra de Belchite no alcanzó el objetivo estratégico
que se le había fijado: obligar al enemigo a detener su ofensiva
en el Norte. En este sentido, la ayuda de Belchite al Norte fue menor
que la de Brunete. Sólo se consiguió el traslado de la
aviación enemiga y de parte de su masa artillera, pero no
logramos arrancar de aquella zona a las divisiones enemigas. En
el orden operativo, aunque no se alcanzaron los objetivos fijados, se
logró arrebatarles en la dirección S. del Ebro varios
lugares poblados y liquidar el saliente de Belchite, acercar las
líneas republicanas en una profundidad de 30 km. a Zaragoza y
reducir, a nuestro favor, la línea del frente en un tercio de su
extensión. En el sector de Mediana y hacia el Vértice Sillero se prolongaron los combates hasta mediado septiembre. Hacia, el 20, el E.M. y el comisariado del V Cuerpo nos instalamos en Escatrón. Avecinándose
octubre fui convocado a una reunión en el Estado Mayor del
Ejército en la que estaban Prieto, Rojo, Pozas, Cordón y
otros altos mandos. Rojo nos informó, en nombre del ministro,
que presidía, de que se preparaban otras acciones en el sector
N. del frente del Este, con el mismo objetivo de ayudar al Norte. Terminó
diciendo que, utilizando el nuevo material venido de la Unión
Soviética, entre él un nuevo tanque armado de
cañón (se refería al BT-5; los anteriores eran
T-26), del que teníamos un batallón completo, se
estudiaba la posibilidad de insistir, entre los días 10-12 de
octubre, en dirección Fuentes de Ebro, en una nueva
"operación Zaragoza". Solicitó la opinión de
todos. Di la mía, contraria, y la argumenté: 1) Porque
Fuentes de Ebro-Mediana era una línea fuerte, que nos
había resistido hasta hacia dos semanas y contaba, como
mínimo, con un par de divisiones bien nutridas. 2) Los tanques
no tenían espacio más que entre el río y la
carretera, un llano infernal, un callejón entre el Ebro y la
carretera. Además, con la posibilidad de que aquel
callejón se transformara en pantano resbaladizo por las
características del suelo, los tanques serían excelente
blanco para la artillería enemiga. 3) En cuanto al factor
sorpresa, en las condiciones de allí sería mínimo.
En otras más favorables, si podría ser un factor
más resolutivo. No
obstante, días después fui convocado por Rojo nuevamente
y me dijo que la decisión del ministro era que la
operación se realizase y que yo tomara el mando. Se me
presentaba un caso de conciencia. Estaba firmemente convencido de que
era un absurdo y de que se iba a dar un paso en falso. Por
las razones expuestas, dije que no. Nombraron para mandarla al coronel
Segismundo Casado. Los hechos me dieron la razón. De los 25
tanques empleados, 19 quedaron en el terreno. Lucha por la iniciativa A
últimos de octubre, con excepción de la II
división, que se quedaba en Aragón, las unidades del V
Cuerpo fueron relevadas y salieron para su nuevo destino. El
mando y el comisariado del V volvimos a Madrid, del que habíamos
estado ausentes tres meses; pero sólo para unos días,
porque debelados por el Estado Mayor Central los planes del enemigo,
recibimos misiones destinadas a imposibilitados. A principios de noviembre vino Rojo a vemos. Intentaré reproducir, en su esencia, la conversación que tuvimos. - Se trata -dijo Rojo- de que se han localizado numerosas fuerzas en el triángulo Zaragoza-Noroeste de Teruel-Alcolea del Pinar. - O sea, que lo mismo pueden venir por donde hemos estado, al Sur del Ebro, que venir sobre Madrid. - Creíamos lo primero. Incluso comenzaron los bombardeos al Sur del Ebro sobre las comunicaciones, pero los han suspendido y hay que esperar que vengan sobre Madrid. - ¿Otro Guadalajara - interrogué - que les saque la espina de marzo, en el que puede ocurrir lo mismo que entonces, sólo que más gordo? - Así sería si pudiéramos realizarlo. Esta vez vendrían por el Tajo. - ¿Con qué reservas operativas cuentan ahora los fascistas? - Terminada la Batalla del Norte han recuperado un buen número de batallones, que si se suman a los que tenían antes allí sujetos, deben llegar a los 180. - ¿Contando los italianos? - Tampoco nosotros estamos descalzos. -Es
verdad, pero ellos tienen más material, artillería y
aviación, sobre todo. Tenemos informaciones concretas y,
barajando los datos de que disponemos, se puede llegar a la
conclusión de que, además del italiano, han organizado
otros tres o cuatro Cuerpos de Ejército. Así que ahora no
vendrían solos, sino abrigados por un par de Cuerpos, apoyados
por un centenar de baterías y toda la aviación. -
Mi general, decía usted que por el Tajo. ¿y Aranjuez? -
Esa es la papeleta. Si ocurre algo serio, actúa con tu
iniciativa; ahora no lo espero. Sin embargo, familiarízate con
toda la zona del Tajo. Ya puntualizaremos más adelante. Mi
puesto de mando y el cuartel general del V - Delage hizo igual con el
comisariado -lo situamos en Quintanar de la Orden. Las unidades del V
acamparon en territorio de las provincias de Ciudad Real, Cuenca y
Toledo. Todos los que teníamos una responsabilidad dirigente
actuábamos en los marcos de aquélla para mejorar las
unidades y los servicios. Lo mismo hacía Delage en su esfera. La
preparación político-militar nos absorbía y la
dedicábamos horas y días con tesón y entusiasmo. En
esos días se incorporó al V Cuerpo, al que había
sido destinado, Santiago Carrillo, Secretario General de las JSU y
miembro del Buró Político del Partido Comunista de
España. Por su personalidad política y el papel estatal
que había jugado en Madrid como miembro de la Junta de Defensa
delegada del gobierno, desde su creación en los inolvidables
días de noviembre, nos sentimos orgullosos de tenerle con
nosotros. Las
actividades militares combativas habían cesado
momentáneamente. En los dos campos eran los Estados Mayores y
sus secciones de Información y Operaciones los que trabajaban
con toda tensión. Los
republicanos, que en el aspecto general de organización
íbamos casi parejos con el enemigo, teníamos lagunas.
Eran .las mismas de mayo de 1937, que aún no se habían
superado y que nunca fueron totalmente superadas. Veníamos del
escenario donde aquellas se habían manifestado en el aspecto
más decisivo. El
general Rojo vino a Quintanar y me comunicó que estuviera
preparado para marchar con él dentro de tres o cuatro
días a Extremadura. -
Se trata -agregó- de preparar una operación en la que va
a participar tu V Cuerpo como eje de la misma, siguiendo los cursos del
Tajo y el Guadiana. Por cierto, que hay otra variante: Teruel. Las dos
están sometidas al Consejo Superior de Guerra, que
decidirá en los próximos días. El
10 de diciembre, Rojo me comunicó que se habían acordado
las dos, pero la primera a realizar sería la de Teruel. Luego,
en su desarrollo, o cuando terminase aquélla,
empezaríamos la de Extremadura. El
plan de la operación de Teruel, que aprobó el Consejo
Superior de Guerra, del que formaba parte el camarada Vicente Uribe
Galdeano, ministro de Agricultura y miembro del Buró
Político del P.C., perseguía en su planteamiento y
ejecución el objetivo estratégico de impedir la
realización de la operación enemiga contra Madrid,
adelantándose a ella. Como objetivo operativo se fijaba liquidar
el saliente enemigo y liberar Teruel. CAPITULO IX Visita a Teruel Al
comenzar el día 15 de diciembre la batalla de Teruel, me
traslade allí, siguiendo mi costumbre cuando la unidad de mi
mando se operaba. Asistí,
pues, como testigo a la primera fase de esta batalla -la ofensiva-. En
el período de la maniobra ofensiva participaron en ella el
Cuerpo XXII, que mandaba el teniente coronel Ibarrola, con las
divisiones 11 (Líster) y 25 (Vivancos); el Cuerpo XVIII, al
mando del teniente coronel Heredia, con las divisiones 34 (Vega) y 70
(Toral); el Cuerpo XX, con las divisiones 68 (Triguero s) y 40 (Nieto).
Cooperarían
con la maniobra las divisiones 64 (Martínez Cartón) del
XIX Cuerpo y la 39 (Balibrea) del XIII Cuerpo. Otras
dos divisiones, la 41, del XIX Cuerpo, en el saliente de Villastar, y
la 42,del XIII, en Valdecebro, ocupaban las posiciones propias al
comenzar la maniobra. Los medios de refuerzo concentrados para la operación fueron 37 baterías y 60 tanques. El
saliente de Teruel, objetivo operativo, representa en el mapa y
sobrevolado el terreno un rombo irregular, cuyos cuatro extremos son:
al Norte, el Muletón; al Sur, Villel; al Este, Peones, y al
Oeste, Prado Quemado, quedando dentro del rombo la ciudad de Teruel y
los lugares poblados de Villaespesa, Castralvo, Villastar, Campillo,
San Blas, La Guca y Concud. La
defensa enemiga arrancaba, en el lado Nordeste del rombo, de Sierra
Gorda - 1.119 m. -, el Mansueto -1.156 m -, proximidades de Valdecebro,
para salir al Puerto Escandón -1.301 m.-; en el Sureste iba del
Puerto Escandón hasta las cercanías de Vivell, pasando
por los cerros dominantes de Castellar -1.041 m.-, Galiana -1.020-, Las
Hoyuelas -1064 m. - y otros menores al Sur del anterior; en el Suroeste
iba de Las Hoyuelas por La Muela de Villastar -1.094 m.-, y
Peñagorda -1.107 m.-, terminando en Cerro Quemado -1.249 m.-. Los
lugares mencionados constituían el armazón de la defensa
enemiga. Esta ocupaba las alturas dominantes y estaba constituida por
nudos de resistencia escaqueados en profundidad, enlazados por los
fuegos de armas automáticas, estando más desarrollada
sobre las comunicaciones. Las
fuerzas enemigas que ocupaban el saliente de Teruel sumaban unos 10.000
hombres con 9 baterías de artillería. A media
mañana fui a Aldehuela donde las fuerzas del XX Cuerpo, que
mandaba el teniente coronel Leopoldo Menéndez, atacaban el
saliente enemigo. Metiéndome por allí, uno de los
oficiales me reconoció y, dirigiéndose a mí,
preguntó: - Mi comandante, ¿no se acuerda Vd. de mí? En Illescas... -Hombre, sí. - Allí estuvimos juntos hasta que se lo llevaron. - ¿En qué unidad estás? - En la 40 división, con él teniente coronel Nieto, jefe de mi batallón entonces. - ¿Y dónde está Nieto? - Ahí al lado. Si quiere, le llevo. - Hazme el favor. de noviembre en la defensa de Madrid. Nos alegramos mutualmente del encuentro y nos dimos un abrazo. Me
agradó vede de teniente coronel, mandando una división y
moviéndola en la ofensiva en el campo, en el sitio exacto donde
correspondía estar para influenciar la marcha del combate. Al
finalizar la jornada, el éxito de la maniobra de corte del
saliente de Teruel estaba logrado. Las divisiones 11 y 64, la primera
partiendo del Mansueto y la segunda de Rubiales, habían cubierto
sus objetivos enlazando en San Blas. Además de éste, los
pueblos de Concud, Campillo y la Guca fueron liberados. Las divisiones 25 y 34 actuaban decididamente limpiando la retaguardia de la 11 y la 64. Por su parte, las divisiones 68 y 40 demolían enérgicamente las defensas enemigas. El
17 por la noche fui al túnel donde estaba el Puesto de Mando del
coronel Hernández Sarabia para dar un telefonazo a Sánchez
Rodríguez y decide algo de la que estaba viendo, así como
para saber si había novedades. Después de saludarnos
mutuamente, cosa que entre Sánchez Rodríguez y yo no era
ninguna formalidad, sino la expresión del sincero afecto que nos
profesábamos, me dijo: - Ya me gustaría estar ahí. - ¡Si aquí no tenemos nada que hacer! - ¿Cuándo piensas venir? - Tan pronto como nuestra gente pise los umbrales de Teruel. - Ya nos contarás todo cuando vuelvas. mienzo.
Allí mismo, uno de los héroes de la batalla del Norte;
Cristóbal Errandonea, me dio un golpe al lado,
diciéndome: - ¡Leche, a ver si ahora le mandas a mi madre las semillas de claveles que le prometiste cuando pasaste por mi casa y que sigue
esperando, sevillano ful! Las dos cosas eran verdad. Otro encuentro que
tuve allí fue con el teniente coronel Francisco Ciutat, jefe de
operaciones del Ejército de Levante, con el que había coincidido en el despacho de Rojo, en Madrid, cuando fue a despedirse para ir al Norte. Al
día siguiente fui con Errandonea al Puesto de Mando del teniente
coronel Ibarrola, que tenia como comisario a Marquina.
Asistí en su cuartel general a las disposiciones que daba para
el aseguramiento de sus órdenes. Desde allí
telefoneé con permiso suyo a la 11 división, que con la
25 eran las dos del XXII Cuerpo que mandaba este prestigioso jefe del
Ejército del Norte. El
22 de diciembre, cuando las fuerzas de Menéndez e Ibarrola
entraron en Teruel, me despedí del coronel Rojo en el
observatorio donde estaba siguiendo las incidencias de los combates en
La Muela, liberada por una de las divisiones del XVIII Cuerpo. Creo que
era la 34 la que estaba empeñada en aquellos combates. En
estos días coincidí por primera vez con el doctor
Negrín, presidente del Gobierno, con quien habría de
verme después tantas veces hasta marzo de 1939. Cuando
salí de Teruel llevaba en mi mente y en mi retina los
múltiples episodios presenciados y de los que habían sido
actores millares de hombres que, en condiciones sumamente
difíciles de clima y terreno -gran rigurosidad y defensa bien
organizada-, cortaron por su base el entrante, dejando dentro a 10.000
adversarios. De
regreso, mi enlace, Pepe, que ahora me acompañaba, me
preguntó si en Rusia hacia tanto frío siempre como
entonces aquí. Le contesté que en Rusia -cuando los
españoles la nombran se refieren a la Unión
Soviética- hay de todo. Le expliqué como pude lo que yo
conocía, que no era mucho. Y con palabras que me salían
del alma le hablé de Leningrado, de Moscú, de Sverdlovsk
y Sebastópol, de Odesa y de otros puertos y villas del Mar
Negro, porque en el verano de 1934 fui dos meses huésped de los
marinos en su campamento. Misión para Teruel Los
días de Navidad los pasé en las unidades del V, en el
batallón especial y en los servicios del Cuerpo, que
dirigía el capitán Antonio, fundador del Thäelmann.
Y estaba en la 69 brigada con su jefe, Adolfo Carretero, cuando el 29
de diciembre Rojo me ordenó presentarme a Sarabia. La
35 división había salido por delante. Al jefe de la 47
división, Gustavo Durán, le ordené que el
día 30 estuviera en Sarrión con la unidad al completo (49
y 69 brigadas). Mi Estado Mayor salió también al mismo
punto de destino. Bien
entrada la noche del día 29 al 30 me presenté en el
Puesto de Mando de Sarabia. Este me ordenó hacerme cargo de la
defensa de Teruel, en el frente Muletón-prolongación de
La Muela de Teruel, en las posiciones que ocupaban las fuerzas del
XVIII Cuerpo. A la derecha de la 35 división, otras fuerzas de
aquel sector asumían la defensa cubriendo la dirección de
Pancrudo, hasta los límites del Ejército de Levante con
el del Este. La
47 división, las unidades y servicios del V Cuerpo y el Estado
Mayor, sólo muy vencido el día 30, alcanzaron
Sarrión, debido al imponente obstáculo que representaba
la caída y acumulación de nieves en el Puerto de
Barracas. Con el eslabón operativo del Estado Mayor pegué
el salto a Castralvo donde se instaló el Estado Mayor. El Puesto
de Mando lo situé en un cerro de cara a La Muela. Era el 31 de
diciembre. Observamos
La Muela de Teruel, que remata en tajo al Oeste de la ciudad y del
río Turia, el cual nace aquí de la unión del
Alfambra con el Guadalaviar que corre de Norte a Sur. La defensa de
Teruel sin La Muela es inconcebible. Di a Carretero, jefe de la 69
brigada, la misión de subir a ella. Al
amanecer del 1° de enero, la vanguardia de la 47 división
(dos batallones de la 69 brigada), con un esfuerzo que suele llamarse
sobrehumano, comenzó a escalar el tajo del Este de La Muela. En
ocasiones los combatientes tenían que emplear maromas para
subir, y en todos los casos era izado con ayuda de cuerdas el armamento
pesado de los batallones. Les ayudaban los tanques, que aniquilaron a
un núcleo enemigo. Hundidos en la nieve hasta las rodillas y a
una temperatura de 19° bajo cero (por el frío tan intenso
pasó a ser un elemento más de la dotación del
combatiente la cantimplora llena mitad de coñac, mitad de
café), nuestros soldados desalojaron con bombas de mano y armas
de fuego cortas - pistolas y naranjeros - a unas unidades legionarias y
marroquíes del mismo borde E. de La Muela, les arrebataron las
casas enclavadas en el fallo NE de La Muela y les empujaron,
finalmente, más al interior, conquistando, después de
tres días de combate, una línea, objetivo máximo a
que se podía aspirar y que despegaba al enemigo de Teruel lo
suficiente para garantizar la plaza en esta dirección. En
este afán desesperado por desalojar a nuestros combatientes de
las posiciones conquistadas en la meseta de La Muela, el enemigo
desarrolló ingentes esfuerzos. Pero todos ellos culminaron con
el fracaso más rotundo, teniendo que desistir, después de
la primera semana de enero, de sus intentos de abrirse paso hasta
Teruel en esta dirección. Se
había parado la acometida del Cuerpo de Castilla, obligando a
sus unidades a retroceder después de tener la ciudad al alcance
de su mano. Santiago Carrillo estuvo con aquella unidad esos
días y los siguientes. Mientras
tanto, en el interior de la ciudad, las unidades del XX Cuerpo, que
tenían la misión de reducir los últimos focos
enemigos, fueron conquistándolos uno tras otro: el Banco, el
Seminario y, por último, el 8 de enero, después que los
combatientes republicanos arrollaron al asalto las defensas fascistas
de la Comandancia Militar, la guarnición, encabezada por el
coronel Rey d'Harcourt, se entregó a las fuerzas republicanas. El
9 de enero se instaló el Estado Mayor del V y mi Puesto de Mando
en la Plaza del Torico. A Fernando Bueno, jefe del batallón
especial, le nombré comandante militar de Teruel. En los
combates de aquellos días se consolidó el frente en las
posiciones de La Muela de Teruel y más al Sur, defendidas por
las unidades de las divisiones 47 (Durán), 34 (Vega) y 70
(Toral) frente a las 61, 1ª navarra, 81 y 51 divisiones enemigas. En dirección N. prosiguieron ininterrumpidamente los esfuerzos del Cuerpo de Galicia. Hacia
finales de la primera decena de enero las defensas republicanas en
dirección O. y NO. de Teruel pasaban por los Altos de Celadas y
alturas al S., la orilla izquierda del río pegado a la ciudad,
La Muela de Teruel, a cargo de las 35 y 47 divisiones encuadradas en el
V. En nuestro flanco izquierdo, las 70 y 34 divisiones del XVIII Cuerpo
cubrían el frente en la prolongación de La Muela de
Teruel y más al S. en dirección Villastar. El
resto de enero y los primeros días de febrero prosiguió
la actividad ofensiva del enemigo desde las direcciones O. y NO.
Esta adquirió particular violencia en dirección del
Mansueto, defendido por las unidades de la 35 división, donde
actuaban las 13, 85 y 84 divisiones enemigas apoyadas por una potente
agrupación de artillería. Orden incumplida Ocurrió
el 1º de febrero de 1938. Llevábamos unos días de
calma. Al final de aquella jornada el general Sárabia me
llamó a su Puesto de Mando, instalado en un tren corto en el
túnel de Barraca. Delage y yo llegamos allí hacia las
22.00 horas. Sarabia, con su afabilidad característica, me dijo:
-Tengo
que comunicarle una orden del ministro. Pero pasemos ahí dentro.
A Delage le tomó por el brazo el teniente coronel Matilla, jefe
del Estado Mayor del Ejército de Levante, lo que no era muy usual. Entramos Sarabia y yo en su despacho. Me ofreció un asiento y, pasados unos momentos, me dijo: - Modesto, el ministro Sr. Prieto ha ordenado que vaya Ud. a Valencia y se presente al Comandante Militar, general Toribio Sánchez Cabrera. Cuando terminó, le pregunté: - ¿Eso es todo? -Sí. -
Dígale al señor ministro que a mí no se me
destituye así, sino por procedimiento militar. Adiós, mi
general. Si alguien me busca, estoy en Teruel. Al
salir, vi en un compartimiento a Matilla discutiendo con Delage, que ya
estaba de pie y se disponía a salir al pasillo. Delage tuvo una
expresión rotunda: "¡Qué cabrones!" Me
interrogó con un gesto, al que respondí: -A Teruel. ¡Vamos! la
prensa diaria del Partido lo podían ver todos los ciudadanos,
Prieto era el abanderado de una cosa de mucho fondo, aunque corta, pues
constaba sólo de dos palabras: "Ejército
apolítico", careta tras la cual escondía su firme
propósito de poner barreras a la creciente influencia del
Partido Comunista dentro y fuera de él. - Esta que te hace es la tercera - dijo Delage. Y agregó-: - ¿No será por lo del avión? - Por eso no puede ser - le respondí -. Saldría muy mal parado. Vaya
contado porque es un hecho poco conocido. El 18 de enero, en uno de los
ataques más violentos y sangrientos del enemigo sobre la 11
brigada, que entonces mandaba Heinrich Rau, Delage fue herido en la
cabeza, penetrándole la bala por la mandíbula inferior,
con salida próxima al cerebro. El
diagnóstico médico mostraba su extrema gravedad,
afirmando que si en un plazo brevísimo no era atendido como
necesitaba, y sólo en Valencia había esa posibilidad, no
respondían de él. Me
informaron que era imposible transportado por carretera. Sólo el
avión sanitario de que disponía el Ejército
podía salvado. Le pedí a Sánchez Rodríguez,
pues en ese momento estábamos todos en tomo a Delage, al que
profesábamos un gran afecto, que llamara al Ejército.
Matilla dijo que de ninguna manera. Pedí hablar con Sarabia. La
conversación fue breve y seca. A mi requerimiento,
contestó: - Ese avión sólo es para los altos mandos. - Dígame, mi coronel, si un comisario de Cuerpo de Ejército no es un alto mando, ¿qué es entonces? - Bueno... Sí... Pero son órdenes del ministro. -
Insisto en que venga el avión. En esta petición pongo
toda mi responsabilidad y arrostro todas las consecuencias que puedan
derivarse. -Está bien. Ahora mismo sale para ahí. Con
Delage marcharon Antonio Almagro y Manuel Sánchez. Aquella noche
nos informaron del resultado favorable de la operación. Dos
días después ya estaba fuera de peligro, y a fines de
enero volvió otra vez con nosotros, todavía sin estar
completamente restablecido, pero lleno de entusiasmo y deseos de
luchar. La
confirmación de que el intento de Prieto de destituirme no iba a
prosperar la tuvimos el día 5 de febrero, cuando se produjo la
última tentativa enemiga de romper la defensa. Ese
día Sarabia estaba con su séquito entre nosotros, en
visita anunciada antes. Nos reunimos ocho personas. El motivo que le
traía era preguntarme si le daba garantías de mantener
Teruel durante un plazo mínimo de cinco días.
Quería saberlo con el fin de disponer de sus reservas para
intentar hacer algo con ellas. Miré a todos los del Cuerpo y les pregunté: Los últimos días de la segunda fase de la batalla de Teruel El
último intento de conquistar Teruel lo inició el enemigo
el 5 de febrero y se prolongó hasta el día S. En
él participaron, además del Cuerpo de Galicia con las
divisiones 13, 85 y 84, el Cuerpo Marroquí con las divisiones
108, 11, 4 y 82, y un Cuerpo mixto formado por la 1ª
división de caballería y la 58 división de
infantería. Es decir, tres cuerpos de ejército con un total
de S divisiones de infantería, una de caballería y tres
batallones de tanques. Como medios de refuerzo contaba con toda la
aviación hitleriana y fascista y una gran masa de
artillería. Sin contar la divisionaria, las agrupaciones de
artillería de los tres cuerpos de ejército teman 20
baterías cada una. Además, como Agrupación de
Artillería de conjunto del Ejército del Norte enemigo que
encuadraba a los cuerpos operantes, actuó la Gran Unidad de
Artillería de los italianos, cuya importancia numérica
era de unos 8 grupos (24 baterías), al mando del general
fascista italiano Manca. La
solidez alcanzada por nuestras líneas en las direcciones O. y
SO. llevó al enemigo a buscar nuevos caminos para alcanzar su
objetivo. Por eso extendió la zona de operaciones más al
norte, contra el saliente republicano de Sierra Palomera en el frente
Pancrudo-Norte de Teruel. A
excepción de las inmediaciones de la plaza, en su conjunto, todo
aquel sector estaba semidesguarnecido de fuerzas. Sólo hacia la
profundidad existían, en las comunicaciones, algunas unidades,
como la 27 división y varias brigadas más, encargadas de
la contención del enemigo; El ataque se realizó en la
orilla izquierda del Alfambra, donde consiguió unas
pequeñas cabezas de puente. Sin embargo, en las inmediaciones de
la plaza, el Cuerpo de Galicia fue contenido y derrotado una vez
más, sin conseguir el objetivo. Con aquellos combates terminaría la segunda fase de la batalla de Teruel. Fue
entonces cuando el Alto Mando republicano dio por terminada la batalla
de Teruel, ordenando el relevo de unidades y la salida de aquella zona
de un buen número de ellas. La
zona de defensa inmediata de la plaza, hasta entonces mantenida por el
V Cuerpo, fue cubierta por la 46 división, cuyas unidades
relevaron del 10 al 12 de febrero a las fuerzas de la 35 y 47
divisiones. La
marcha de los acontecimientos posteriores puso de manifiesto que el
Alto Mando republicano cometió un error al dar por terminada la
batalla de Teruel. No era el primero ni seria el último del
ministro Indalecio Prieto. Asegurado el relevo de las fuerzas, salimos de Teruel el mando, el comisariado y el Estado Mayor del V Cuerpo. Las
divisiones 35 y 47 habían combatido durante 41 días
consecutivos. Al ser relevadas, entregaban una organización
defensiva sólida. Nos
instalamos en Valencia, en el palacio de Benicarló. Aún
no habíamos sentado el pie en la ciudad del Turia, cuando un
emisario de Sánchez Rodríguez me alcanzó en casa
de Saturnino Barneto diciéndome que fuera urgentemente al Estado
Mayor Central. Me presenté al general Rojo, quien me dijo: -
Ha comenzado otro ataque enemigo sobre Teruel; de mucho empuje; debes
salir mañana al mediodía para allí. Otra vez
tendrás que hacerte cargo de aquello; ya te lo dirá
Sarabia-. Y después de un momento de reflexión
agregó-: Se han adelantado a lo que preparábamos en
Extremadura. Vuelto a mi Estado Mayor, Sánchez Rodríguez me dijo: - Ya conozco todo; me lo ha contado Rojo. - Pues vámonos para allá. Consultamos
la carta y decidí mover todo con destino a Puebla de Valverde. A
Fernando Bueno y Miguel Bascuñana les informé del nuevo
ataque enemigo y les ordené; -
Salid esta misma noche para Puebla de Valverde. Situad el
batallón donde creáis oportuno. Id hasta el Puesto de
Mando de Francisco Galán, que está en Venta del Puente,
en el km. 7 de la carretera Sagunto-Teruel, e informaos bien de la
situación. ¡A ver qué nos decís cuando nos
veamos en Puebla! Uno de nuestros oficiales os esperará a partir
de las nueve en la salida de la carretera hacia Teruel. A
las. 8 horas del 18 de febrero me acerqué al Puesto de Mando de
Galán. No le veía desde que me visitó en la sala
de operaciones del Hospital Obrero de Madrid. Luego fue enviado al
Norte, como lo fue Nino Nanetti, caído en los combates de
Vizcaya. Hablamos un rato y la cosa aparecía fea. Por la
derecha, en Santa Bárbara y el Muletón, era
cuestión de poco tiempo, salvo... En
el curso de los días 17 y 18 de febrero el enemigo
consiguió apoderarse de las alturas dominantes en la margen
izquierda del Alfambra. Prosiguiendo sus acciones avanzó en la
dirección Norte de Teruel, ocupando el Muletón, Santa
Bárbara y saliendo al Este y Sureste de Teruel. - No tengo reservas, Modesto -me dijo Galán-. ¿Puedes darme tú algo? - No tengo más que mi batallón especial -le contesté-. Ahora mismo lo pongo a tus órdenes. -
Poneos a las órdenes del camarada Francisco Galán. Era la
primera vez que ponía el batallón especial del V Cuerpo a
las órdenes de otro. El batallón de Fernando y
Bascuñana, de Huertas, de Manuel del Valle, de Cándido,
de Antonio Blanco, de Manuel López, de José Moreno y
centenares de héroes anónimos restableció, de
momento, la situación en el flanco derecho. El 19 de febrero
recibí la orden de relevar a Francisco Galán. Mi Puesto
de Mando y el Estado Mayor los mantuve en la Venta del Puente, km. 7 de
la carretera Sagunto-Teruel. El V Cuerpo contaba sólo con las
divisiones 46 y 11; que llegó ese día,
manteniéndola en reserva, con una de sus brigadas ocupando
Puerto Escandón. Tenía, la 69 brigada. En la noche del 20
convoqué una reunión en mi Puesto de Mando, a la que
cité a los jefes de las divisiones 11 y 46, de la 69 brigada, y
de las unidades y armas especiales. Cada uno recibió su
misión concreta. Me referiré solamente a la 46.
Llamé la atención de V. González "El Campesino",
su jefe, sobre la importancia de La Muela, prohibiéndole terminantemente retirar a un solo combatiente. El ataque enemigo estaba dirigido al envolvimiento de las defensas republicanas de Teruel y al cerco de sus defensores. Ya el día 19, a primeras horas de la tarde, las vanguardias enemigas estaban llegando a la general de Teruel-Sagunto. Ordené
al jefe de la 69 brigada que contraatacara y recuperara la serie de
cotas que dominaban la carretera que teníamos ante nuestros
ojos. La
entrada en combate de las primeras unidades de la 69 empujó al
enemigo hacia el N. Y el E. Pero la concentración de fuerzas
enemigas y el acumulamiento de medios de combate en esta
dirección eran particularmente fuertes. Nuestros
contraataques chocaron con los ataques reiterados del enemigo y
limitaron sus éxitos. No obstante la superioridad enemiga,
las unidades de la 46 y la 69 brigada mantuvieron sólidamente en
sus manos las alturas próximas a la carretera de Sagunto y
garantizaron las comunicaciones de Teruel, aunque batidas por la
artillería y, en ciertos tramos, por los fuegos de las
ametralladoras del enemigo, evitando el cerco de la guarnición
de la ciudad, y la caída de nuestras posiciones de La Muela por
su retaguardia. El
21 de febrero, "El Campesino" vino al Puesto de Mando del Cuerpo para
plantearme la retirada de Teruel. Me negué rotundamente. Incluso
durante aquel día habíamos logrado pequeños
avances en nuestro flanco derecho que mejoraron la situación
anterior. Argumentando con este hecho, con lo que significaría
la pérdida de Teruel desde el punto de vista
políticomoral y demostrándole que no había
ninguna necesidad de hacerlo por el momento, intenté quitarle de
la cabeza aquella idea de abandonar la plaza. Marché
nuevamente a Teruel. En la noche del 22 al 23 envié a la ciudad
a mi ayudante Soley para que informara de la situación - la
misma del día anterior - al jefe de la 46 y trajera
información de la situación - resumen de la jornada - en
aquélla. Hay que decir que todo este tiempo estuvimos enlazados
con el mando y el Estado Mayor de la 46 por teléfono y por
radio. El
día 22 había ordenado que una brigada de la 11
división avanzara hasta las proximidades de la ciudad, entre la
carretera de Sagunto-Teruel y el río Turia, para hacer frente a
cualquier eventualidad. Por
la noche vimos que del Este bajaban a la ciudad algunas fuerzas
enemigas. Apreciamos la situación como un peligro inmediato de
cerco si flaqueaban las fuerzas del interior de Teruel. Creyendo que el
jefe de la 46 se encontraba en la ciudad, así como el grueso de
la unidad, y en la seguridad de que La Muela estaba guarnecida por la
brigada de la 46 que mandaba el comandante Aparicio, decidí un
ataque de noche sobre la plaza. Para realizar este ataque se
organizaron dos columnas: a la derecha, una brigada de la 11
división estaría mandada personalmente por mí; a
la izquierda, otra brigada de la 11 seria mandada personalmente por
Líster. La hora de comenzar el ataque se fijó en las 0.15
del día 24. A las 0.05 el jefe del Estado Mayor del V Cuerpo me
llamó urgentemente al teléfono (Daniel González,
jefe del Estado Mayor de la brigada que mandaba Leal, trajo el aviso).
Tomé el teléfono y oí a Sánchez
Rodríguez que decía: -No
comiences, porque "El Campesino" y la 46 están fuera, en un
pueblecito más allá de Castralvo. He hablado
personalmente con él y espera tus órdenes. - ¿Avisaste a Líster? - Sí, ya se lo he dicho. -
Dile a Valentín que venga al Puesto de Mando del Cuerpo En vista
de lo expuesto, suspendimos el contraataque proyectado. "El Campesino"
nos había jugado una nueva mala pasada que, desgraciadamente, no
seria la última. Evacuado
Teruel sin orden ni necesidad, abandonada La Muela sin combate por el
comandante Aparicio -hecho decisivo que originó el cerco de
nuestras fuerzas, un cerco que era bien relativo- las líneas
vinieron a formarse delante de mi Puesto de Mando en la Venta del
Puente, donde permanecí hasta el día 29. Este día
trasladamos nuestro Puesto de Mando a una masía en Puebla de
Valverde. ¿Cuáles son, a mi juicio, las conclusiones más importantes que pueden extraerse de la batalla de Teruel? Tanto
en su planteamiento como en su ejecución, la maniobra de Teruel
fue en todas sus partes completamente justa, porque respondía a
las exigencias de la situación existente en vísperas de
la operación. Por eso fue coronada por el éxito. Su
mérito principal consistió en que arrebató al
enemigo la iniciativa de las operaciones militares, aunque por un breve
periodo de tiempo. Sin embargo, tuvimos una serie de debilidades y errores en el curso de la operación. Las más importantes fueron: 1°.
- En el periodo ofensivo, la mala elección de la línea a
alcanzar por las unidades que cumplieron la misión de
estrangular el saliente enemigo, dejando fuera de ella Cerro Gordo,
excelente posición que dominaba el sector N. del Guadalaviar,
cuya ocupación no fue prevista, quedando así en manos del
enemigo una magnífica base de partida para sus contraataques. El
hecho de parar a las unidades cuando éstas alcanzaron la
línea fijada, no fue un acierto. Con ello se permitió al
enemigo que se instalara tranquilamente ante nuestras fuerzas y
preparara cómodamente su contraofensiva. De esta manera se
desistía de la iniciativa, cediéndosela al enemigo antes
de que su superioridad la impusiera en la marcha de los combates. 2°.
En el curso de la segunda fase de la operación se realizaron
bastantes contraataques locales: recordemos uno en dirección de
Singra a cargo de la 27 división, otro a cargo de la 46,
partiendo de los Altos de Celadas. La 34, la 70 y otras unidades
nuestras realizaron ataques en dirección de Albarracin, los
Montes Universales, etc. Sin embargo, ninguno de ellos pudo cumplir sus
misiones y no influyeron en la marcha de los combates. Esa intensa
actividad no dio fruto porque las fuerzas destinadas para la
realización de dichos ataques eran a todas luces insuficientes
para cumplir las misiones que se les fijaban. Por eso, el único
resultado que acarreaban era debilitar las unidades. Sin temor a
equivocación puede afirmarse que tanto el ministro de Defensa
como el mando del Ejército movían las fuerzas con la
mentalidad aventurera de “a ver qué pasa". Es
claro que si todos aquellos golpes y contragolpes, dispersos y
esporádicos, hubieran disminuido en número para dar
solamente los necesarios, al servicio de la misma idea que había
inspirado la operación, sus resultados se hubieran dejado sentir
en el desarrollo de los combates. 3°.
Cuando se impuso al enemigo combatir en la región del Bajo
Aragón, fue un error persistir en el propósito de activar
el frente de Extremadura a costa del debilitamiento excesivo de las
fuerzas que actuaban en Teruel. 4°.
Las condiciones en que se habían desarrollado las fases primera
y segunda de la batalla de Teruel -si aquélla fue un
éxito estratégico importante, ésta fue una
victoria defensiva de no menor importancia- exigían de la
dirección de la guerra el mismo espíritu combativo y la
voluntad de victoria que animaban a nuestras tropas. Pero en vez de
ello, el espíritu de capitulación del ministro Prieto y
su expresión práctica (las directivas dadas al finalizar
la segunda fase de la operación) debilitaron la defensa de
Teruel y crearon las condiciones favorables para que, en su tercera
fase, el enemigo alcanzara sus objetivos.
Y si éstos no fueron más amplios, el mérito
corresponde por entero no a la dirección suprema de la guerra,
sino a los combatientes que opusieron a aquél una eficaz
resistencia. Al
finalizar los combates de Teruel continué al mando de aquel
frente hasta el 10 de marzo. Procedimos a sacar unidades y a enviadas
hacia Extremadura, en cumplimiento de las órdenes del general
Rojo. En
la región extremeña se pretendía realizar una
operación para cortar en dos el territorio franquista y
desarrollarla después hacia el Sur, sobre Andalucía. Tales
planes no pudieron llevarse a cabo. Antes de ser concentradas las
unidades que debían realizados, dieron comienzo los combates en
el Este. CAPITULO X En nuevos lugares El
10 de marzo recibí la orden de instalar mi Puesto de Mando en
Sot de Ferrer. El día 11, de situado en Alcoriza. Había
sido nombrado jefe de las reservas estratégicas del
Ejército, con dependencia exclusiva y directa del Estado Mayor
Central. Aquellos movimientos y los siguientes los realicé todos
acompañado de mi Estado Mayor y el Cuartel General y los
servicios del V. Una sola unidad me acompañaba: el
batallón especial, vivero de cuadros de mando para misiones
más altas. Lo que acabo de decir tenía su causa: una
ofensiva enemiga de amplios vuelos que se desencadenó el 9 de
marzo al Sur del Ebro, en el espacio comprendido entre la orilla
derecha de dicho río y Vivel del Río Martín. La emprendieron 10 divisiones en el primer escalón y 4 en el segundo. El
golpe de aquella masa cayó sobre el XII Cuerpo, mandado por
Sánchez Plaza, que cubría las direcciones de
A1cañiz y Caspe, y el XXII Cuerpo, que mandaba Ibarrola, en
dirección Montalbán. Más a retaguardia
había algunas unidades del XVIII Cuerpo, que mandaba Heredia,
incompleto, en reorganización. Nos
instalamos en Alcoriza, nudo de comunicaciones bien liviano, pero
importante por no haber otro, equidistante de A1cañiz y
Montalbán. Como
era nuestra costumbre, los oficiales del Estado Mayor salieron de
reconocimiento hacia el frente. Lo hicieron en dirección Andorra
(Aragón). Al pasar por dicha población no encontraron a
nadie. Un poco más adelante tropezaron con el enemigo, que
retrocedió. El
batallón especial no había llegado aún. Indagamos
con todos los medios a nuestro .alcance y empezamos a enteramos de la
verdad. En toda su magnitud la conocería en Morella, de boca del
general Rojo, el 14 de marzo. Pasado
el mediodía del 12, una brigada cruzó para el frente. Los
hombres del Estado Mayor y de los servicios volvieron a sus puestos
habituales. Juan, el cocinero, que venía con nosotros desde el
Puente de Vallecas, hizo un gesto de orgullo al pasar y decide:
"También tú". Seguimos juntos hasta el fin de la guerra.
Dos veces se salvó por poco, saliendo con ligeras contusiones
solamente. A
la mañana siguiente, el batallón especial estaba ya en su
puesto. Hacia el mediodía vimos venir gente hacia atrás.
Ordené a los bravos de Bueno y Bascuñana que se mezclaran
con ellos para coger a cada uno por el brazo y llevarlos consigo al
frente, dejando organizada una línea. Así lo hicieron. Un
motorista enemigo fue hecho prisionero. Una tanqueta italiana se
volvió. A un camión con fuerzas no se le dio tiempo ni de
enterarse. Los que venían detrás retrocedieron. El
14 de marzo me citó un ayudante de Rojo en Morella. Con el
general estaba Cordón, que había sido quitado por Prieto
de la jefatura del Estado Mayor del Ejército del Este. Esos
días acompañaba a Rojo como jefe de Operaciones de su
Estado Mayor. Rojo
me informó de las dimensiones de la catástrofe con una
frase: "El Ejército del Este ha naufragado al Sur del Ebro". Me
anunció la llegada de las divisiones 11 y 45 y me dio
instrucciones que terminó con las siguientes palabras: La
45 vendrá a tu disposición. Ahora tienes la 11 y todas
las fuerzas que se encuentran en ese frente al S. del río,
más las que integran la Agrupación Reyes. Ni
él ni yo encontramos nunca a esa agrupación fantasma.
Cuando nos separamos, marché al Puesto de Mando de la 11. Esta
tenía la misión de aferrarse fuertemente al nudo de
Valdealgorfa para impedir el avance enemigo y enlazar a la izquierda
con el XII Cuerpo. La hizo muy bien. A la madrugada me separé de
Líster y López Iglesias. Desde
Valdealgorfa al río Ebro no se conocía nada de la
situación. Bien entrada la noche salí a la ventura, con
mi ayudante Soley, a ver qué pasaba en dirección Caspe,
siguiendo como itinerario el tramo de carretera que va al N. por Batea
-Maella - Caspe. Cuando
despuntaba el alba paramos en Batea, a cuya salida había un
grupo de muchachos del batallón inglés de la 15 brigada,
en perfecto orden. Les ordené que permanecieran en el pueblo,
situaran controles a su entrada y detuvieran a todo el que viniera del
O., sin dejar pasara nadie. Continuamos
nuestra marcha y a la salida de Maella encontré al
capitán de tanques Viciar Gómez (terminó la guerra
de comandante-jefe de la brigada de tanques del Ejército del
Ebro) con 6-8 máquinas. Le ordené que me siguiera con los
tanques en columna. Cuando
marchábamos hacia Caspe vi venir un coche ligero del que
salía una mano que me hacía señas. Paramos los dos
a la misma altura. Era el general Walter. Me informó que
tenía más adelante alguna gente suya de la 13, que no
sabía nada ni de la 11 ni de la 15 brigadas. Le dije que
había encontrado parte de la 15. Marchamos hacia donde estaba su
gente. Habría unos dos batallones. Les informé de la
situación y ellos me dijeron que el enemigo estaba en Caspe.
Quise comprobado y nos metimos en la villa, de la que desalojamos a
unas vanguardias enemigas que habían entrado en ella. Después
de limpiada de enemigos, mandamos un batallón por la carretera
general hacia Hijar y él atropar la carretera transversal
Caspe-Alcañiz. Allí nuestros batallones fueron detenidos
por fuertes contingentes enemigos. Y comenzaron a combatir, defendiendo
Caspe, que continuó en nuestras manos varios días
más. Ocurrió así Lo
sucedido entre el 9 y el 15 de marzo al Sur del Ebro era bien triste e
indignante. El XII Cuerpo, comenzando por su jefe, desapareció
del teatro de la lucha. Sólo núcleos de combatientes
intentaron hacer frente y se batieron con el enemigo sin directivas del
mando superior, por su propia iniciativa. En aquellas condiciones, el
resultado de la lucha tenía que ser favorable al enemigo,
máxime teniendo en cuenta su gran superioridad de fuerzas y
material de guerra. En cuanto al XVIII Cuerpo, su jefe, el teniente
coronel Heredia, siguió la misma conducta, no sin antes (cuando
ya el enemigo avanzaba en todo el frente de ataque)
desorganizar y dispersar la 35 división, al enviar sus
batallones sueltos, en la noche del 10 y durante la jornada del 11, con
la misión de situarse y defender lugares y objetivos que, en lo
fundamental, estaban desde el mismo día 9 en manos del enemigo. En
cumplimiento de aquellas insensatas misiones, los batallones de la 35
división, que estaba reorganizándose allí,
penetraban sobre la marcha en la que ya era retaguardia enemiga,
enfrentándose con sus segundos escalones de combate y sus
reservas, encontrando los caminos de repliegue cerrados y
viéndose obligados a librar, en condiciones de cerco o
semicerco, una infinidad de cruentos y breves combates, para abrirse
paso nuevamente a nuestra zona. Y hay que decir, como justo homenaje a
los heroicos combatientes de la 35 división y sus cuadros de
mando, que pasaron esta difícil prueba de manera sobresaliente.
Las tres brigadas de la 35 división en aquellos días eran
la 11, 13 y 15. En
el flanco derecho del XXII Cuerpo, sus unidades hicieron frente al
ataque enemigo y realizaron serios esfuerzos para contenerlo en las
primeras jornadas. La entrada posterior en combate de la veterana 34
división dio más solidez a nuestra defensa en
dirección Montalbán; incluso en diversos puntos
empujó a las vanguardias enemigas hacia atrás. No
obstante, las divisiones del Cuerpo de Galicia pudieron maniobrar
explotando el ancho espacio existente a su izquierda, resultado del
derrumbe del XII Cuerpo. El
XII Cuerpo, pues, entregó al enemigo el territorio al S. del
Ebro, desde su margen derecha hasta las proximidades de
Montalbán. Cuando una masa de fuerzas como las que participaban
en este ataque (13 divisiones) recibe tal obsequio, se crea una
situación crítica como la que estaba planteada. Para hacerla frente .habíamos ido allí. Pero todo tiene un por qué. Ese
interrogante me lo hice al instalarme el 11 de abril en Alcoriza. Al
principio no encontraba respuesta. Bien dice el refrán que la
pasión quita el conocimiento. En este caso pasión era
igual a indignación. De ahí que, al reflexionar, se me
viniera a la mente todo lo que había visto al S. del Ebro en los
meses de agosto-septiembre, que brevemente recojo en un solo aspecto
antes, en el subcapítulo "Raid instructivo": la obra de los
ensayistas "libertarios". Si
en Alcoriza creí que la alarma que presencié era un fallo
de una unidad, al escuchar a Rojo en Morella y ver con mis propios ojos
lo que pasó en Maella, todo aparecía claro para mi. En
contraposición a la indigna conducta de los jefes del XII
Cuerpo, el combate y el comportamiento de la 35 división, por la
que pasaban en rotación todas las internacionales, y que me
acompañó toda la guerra, desde Brunete hasta el Ebro, me
llenaba .de orgullo en este aciago mes de marzo. Y me sigue llenando
hoy. Poca gente y escasos medios Con
la 11 división ante Alcañiz y los tres batallones de las
brigadas 11, 13 y 15 que habían entrado en Caspe,
conscientemente sólo por unos días, en la
mañana del 15 de marzo me hice cargo del sector al S. del Ebro
desde su margen derecha hasta el S. de Calanda, siguiendo el Guadalope,
a excepción del tramo ante Alcañiz y Castellseras, ambos
en manos del enemigo. Mi
Puesto de Mando lo situé en Maella. De las tres direcciones del
ataque enemigo, dos nos habían tocado a nosotros: en el flanco
derecho del V, la 35 división cubría la dirección
Caspe-Maella-Batea a la general Alcañiz-Tortosa, por Gandesa; la
11 división, en el flanco izquierdo, estaba situada en el
importante nudo de comunicaciones de Valdealgorfa, por donde pasaban la
general de Alcañiz a Tortosa, por Gandesa, y la general a
Castellón, por Morella. Al
S. del V Cuerpo, nuestro vecino, el XXII, cubría los accesos al
Maestrazgo de las direcciones de Alcoriza y Ejulbe, en las proximidades
de ambas. Al
mediodía del 16 analizamos en mi Estado Mayor la
situación existente, con los jefes de las distintas armas. Les
informé de todo lo que había visto el día 15 y en
la mañana de ese mismo 16 en que estábamos reunidos, con
lo que quedó clara para todos la situación, así
como la misión que teníamos encomendada. El trabajo de
fortificación pasó a primer plano en nuestras
consideraciones. El jefe de Ingenieros del V Cuerpo era, desde su
fundación, un republicano: el ingeniero Botella Asensi. Nos
informó que, viniendo para Maella, había visto unas obras
que le llamaron la atención y que, al recorredas, había
llegado a la conclusión de que allí existía una
línea de fortificaciones, cuyos planos tenían que estar
en algún sitio y quería buscados. Pero el jefe de
Ingenieros del Cuerpo, que acababa de llegar, sabía más:
había averiguado que ésa era una línea de defensa
de bastante rango, construida por orden de la Generalidad. En su
construcción participó el ingeniero Kramer, antifascista
alemán. Le pedí que al terminar la reunión se
dedicara a buscado. El
jefe de Artillería del V, comandante Goiri, un excelente
militar, sin partido, pero que demostró su fidelidad al
juramento prestado pasándose al campo de la
República, a quien conocí mandando una batería en
Brunete y que desde entonces estaba con nosotros, propuso que se
pidiera más artillería a la reserva general, pues
él sabía que había llegado un materia nuevo
estupendo de la Unión Soviética. Le autoricé para
que hiciera las gestiones necesarias. Comimos
juntos, ya tarde, lo que no hacíamos desde Quintanar.
Fábregas, pintor y músico, nos recitó una
poesía estupenda que había escrito. Se llamaba "Canto a
la verdad". Todavía es inédita. Pocos la conocen. Por
la tarde llegó Hans, el jefe de la 45 división.
Inmediatamente salimos los dos al campo. Camino de Caspe le dije que
cuando llegara su división relevaría a la 35. Hicimos un
reconocimiento del terreno bastante completo. Nos
detuvimos un largo rato en Caspe. Le expuse que los dos batallones de
la 35 que estaban all1 eran de hecho unas fuertes vanguardias para
ganar tiempo, a fin de que pudiéramos organizar la defensa en
esta dirección. Hans, con el ceño fruncido como tenia
por' costumbre, lo que en él respondía a una
interrogación interior que luego exteriorizaba, me iba dando su
opinión sobre todo haciendo sugerencias cada vez que era
necesario. Nos
paramos especialmente en el tramo del río Guadalupe desde su
paso por la carretera Caspe-Maella hasta su muerte en el Ebro.
Ahí era donde había que agarrarse. Allí estaban
trabajando los ingenieros para ponerlo en condiciones de hacer de
aquello un serio reducto. Con ellos se encontraba Pablo San
José, comisario de ingenieros del V, luego del Ejército
del Ebro, que cayó en una unidad guerrillera en la Unión Soviética, en la retaguardia nazi. Aquella
noche, reunido con WaIter y Hans, acordamos el relevo, cuando llegaran
las brigadas esperadas. Hans iría con su 1 brigada a la altura
de las fortificaciones que habíamos visitado, para cubrir la
dirección principal del ataque enemigo, relevando a las fuerzas
de la 35 división. Con otra de sus brigadas aseguraría el
centro del despliegue del Cuerpo en el Guadalope y enlazaría con
la 11 división, ya que entre la 35 y la 11 había un
espacio abierto de muchos kilómetros, que sólo estaba
vigilado por unos destacamentos de mi batallón especial. La
tercera quedaría en reserva, a caballo de la dirección
principal. Al ser relevada la 35 división, Walter
situaría sus fuerzas entre Maella y Batea. Cuadro desolador El
18 de marzo de 1938, en el frente encomendado al V Cuerpo,
comenzó una nueva fase de la maniobra enemiga.
Participó en ella, en dirección Caspe, el Cuerpo
Marroquí en primer escalón; en segundo escalón
otro Cuerpo, con las divisiones 1,55 y 1ª de Caballería que
entró en combate después del paso del Marroquí al
N. del río; el Cuerpo italiano con las divisiones "Littorio",
"23 de marzo", "Flechas Negras" y "Flechas Azules" atacó' el
nudo de Valdealgorfa, en el sector defendido por la 11 división.
Días después, el XXII Cuerpo, que tenía enfrente
al Cuerpo de Galicia, con las divisiones 4, 81, 83, 84 y 168,
entró en el ámbito de la ofensiva enemiga. Esta
partió de la región de Alconza en dirección
Morella. El
día 20 entró en posiciones, a retaguardia de la 11
división la reserva general de artillería, la cual fue
puesta a mi disposición. El
22 por la mañana un bombardeo enemigo a nuestro puesto de mando
destruyó la casa donde estaba instalado, pero no ocasionó
ningún daño a nadie de los que allí se
encontraban. El
nuevo puesto de mando lo instalamos en la masía del Puente sobre
el río Matarraña, entre Maella y Batea; se preparó
otro en Calaceite, en el que me instalaría el día 25. Todos
los ataques, con grandes luminarias de aviación y de
artillería, fueron rechazados en el frente del V Cuerpo. Pero ese mismo día 22 entraron en acción al Norte del Ebro los cuerpos Marroquí, Aragón y Navarra: -
el Marroquí, trasladado de la orilla derecha, con las divisiones
5; 13 y 150, lo hizo en dirección Bujaraloz-Fraga-Lérida;
- el Aragón (divisiones 51, 53 y 54), en dirección Sariñena-Binéfar-Balaguer; - el Navarra (divisiones 3,61, 62 y 63), sobre el eje Barbastro-Benabarre-Tremp. mandaba
Joaquín Rodríguez, rompiendo y tomando La
Codoñera. Llegó hasta el puesto de mando, haciendo
prisioneros del Estado Mayor de la brigada. Me encontraba en aquel
sector, en el puesto de mando de Líster. Estaba también
Malinovski. Cuando llegué, vi que hablaba por teléfono y
oí que me nombraba. Me hizo señas y me pasó el
auricular. Era el coronel Menéndez. - Modesto, eso está feo. ¿Qué piensa usted? - Que no me explico cómo no ha llegado todavía la 3ª división. ¿Tiene usted noticias de ella? - Si. Debe llegar de un momento a otro. - ¿Puedo disponer de ella? ¿De una brigada, al menos? - Claro que si. He recibido órdenes del E.M.C. y puede hacer de ella lo que quiera. Va a su disposición. - Bueno, Menéndez, la cosa apremia y veo que llega gente. Cuelgo. Hasta pronto. -Adiós y ¡suerte! En
el boquete que había abierto delante del puesto de mando de la
11 división, Líster había metido lo último
que le quedaba del batallón especial, al mando de su jefe;
el capitán Carreras, a quien sus compañeros del
Thäelmann, del que era otro de sus fundadores, llamábamos
familiarmente "Patas tuertas". Llamé
aparte a Líster y a Malinovski, informándoles de la
conversación tenida con el coronel Menéndez. En ese
momento, a unos cien metros de nosotros, aparecieron un comandante
y un comisario que se acercaron y, cuadrándose, se presentaron.
Eran Manuel Tagüeña y Adolfo Lagos, jefe y comisario,
respectivamente, de la 3ª división. - ¿Dónde están las fuerzas?, les pregunté. -
Están llegando, contestó Tagüeña. Tengo ya
ahí una parte de la 31 brigada. La manda Dositeo Sánchez
y el comisario es Carlos García. Les expliqué la situación en dos palabras y ordené: -
Hay que acercar la 31 brigada, precedida de unos eslabones con fusil
ametrallador que deben situarse en esa cresta con la misión de
abrir fuego sobre el flanco derecho enemigo si intentara penetrar hacia
la carretera donde nos encontramos. Así vino la 3ª división con nosotros. Y con nosotros se quedó hasta el fin de la guerra. Hacia
las 15 horas, unos eslabones con fusil ametrallador subieron a la
carrera las alturas al E. y al S. de La Codoñera,
instalándose en ellas para proteger con su fuego la subida de
los batallones de una brigada que contraatacaban en el flanco derecho
del enemigo, progresando en dirección de La Codoñera. Con
ello pudo darse cierta solidez a nuestro flanco izquierdo. Los combates
en el sector de la 3ª división se prolongaron hasta el
día 25, fecha en que las divisiones "Flechas Negras" y 15
(García Escamez) obligaron a nuestra 3ª a replegarse hacia
las estribaciones del macizo La Ginebresa. En
las cercanías de Caspe, la 12 brigada seguía aferrada a
las posiciones que ocupaba desde su llegada. Los ininterrumpidos
combates en esta dirección, comenzados el día 18,
habían empeñado ya las tres brigadas de la 45
división. La 35, en segundo escalón, en esa misma
dirección, ocupaba las posiciones fortificadas de que
hablé anteriormente. Resumiendo:
en el frente del V Cuerpo los ataques -que duraban ya más de una
semana- de las ocho divisiones enemigas fueron contenidos en todas
partes: por la 45 división, en dirección Caspe-Maella;
por la 11 y la 3ª, en dirección Calaceite. En esta dirección, estaban instalados en una masía el puesto de mando y el Estado Mayor del V Cuerpo. Al.
N del Ebro las cosas sucedían de manera diferente. El enemigo
comenzó sus acciones el día 22 en las tres direcciones
antedichas. Horas después (con excepción de la 43
división, que permaneció en su zona de defensa -comarca
de Bielsa-, manteniendo en sus manos los altos valles del Cinca y del
Cinqueta, y de algunas otras unidades sueltas de mucha menor entidad)
desde la frontera pirenaica se repitió por los mandos
fundamentales del X y XX Cuerpos de Ejército y del
Ejército del Este lo ocurrido con el XII al Sur del río y
con las mismas características. El
derrumbe del Ejército del Este abrió aquel inmenso frente
al enemigo. Este tenía libres los caminos hasta el Segre y
más allá. Y no había reservas. Hacia
finales de marzo prosiguió sus acciones en las tres direcciones
de ataque, sin tener ante sí nadie que le disputara el terreno. Sólo
en los primeros días de abril la llegada de reservas del Centro
y de Andalucía permitió hacer frente a la
situación, siendo detenido el enemigo en todo el frente en la
línea del Segre y del Noguera Pallaresa, en cuya orilla
izquierda creó unas cabezas de puente en Tremp, Balaguer y
Serós. Además del Sur; el Norte. A
partir del día 22, a medida que el avance enemigo se
desarrollaba al N. del Ebro, se extendía más mi flanco
derecho en esa dirección. Todas las noches recibía una
orden del E.M.C. en la que me anunciaban nuevas decenas de
kilómetros de ampliación del frente. Algo parecido
ocurrió, aunque en menos proporción, con nuestro flanco
izquierdo después del día 25. Como
medio de refuerzo recibí otra vez la brigada de
Caballería. Por Mequinenza envié fuerzas de mi
batallón especial con la orden y los medios para hacer
voladuras. La brigada de Caballería recibió la
misión de mantenerse en tres grupos fuertes, cubrir las
comunicaciones principales y registrar el movimiento del enemigo,
aprovechando cualquier posibilidad para asestarle un golpe.
También se envió a las direcciones de Lérida y
Balaguer el grueso de la artillería. Esta y la masa de
aviación, dedicada en aquellas jornadas a la contención
del enemigo, fueron los factores principales. Por
su actuación en aquellas jornadas ascendí a comandante al
capitán Julián Soley, mi ayudante: nombrándole
jefe de Operaciones del V Cuerpo. Por el mismo motivo, Enrique
Fábregas ascendió también a comandante. El
27 de marzo, cuando aún combatíamos en Caspe y el Cuerpo
Marroquí pisaba los arrabales de Lérida, un
batallón republicano en perfecta columna de marcha y con todas
sus armas y equipo, incluso rollos de alambre espinoso, fue localizado
en la otra banda por los equipos del batallón especial, cuando
ya estaba orientándose a cruzar el Ebro en las proximidades de
Mequinenza. El Jefe de aquella unidad era Américo Brizuela
Cuenca. Hasta
finales de marzo mantuvimos las posiciones en la línea del
Guadalope. Pero en el curso de aquellos días, las unidades del V
y del XXII Cuerpos agotaron sus reservas, que no fueron repuestas
porque las unidades que en principio estaban destinadas a reforzamos
fueron enviadas al sector Norte, a causa de la marcha de los
acontecimientos allí. Además fueron privadas de parte de
la artillería y del apoyo de la aviación republicana que,
a partir del día 22, actuó con toda su masa en las
direcciones de Lérida y Balaguer. Los factores señalados
debilitaron las posibilidades de resistencia al S. del Ebro y crearon
las condiciones para que el ataque enemigo alcanzara su principal
objetivo estratégico: salir a la costa y cortar en dos la zona
republicana. El
30 de marzo avanzó en el frente del V Cuerpo hasta el
Matarraña, en dirección Maella, y hasta la ermita de San
José, al pie del macizo La Ginebresa. En el frente del XXII
Cuerpo penetró en la sierra de San Marcos y avanzó sobre
Morella. En aquella misma jornada una unidad italiana ocupó el ramal transversal desde la ermita hasta Calaceite. Mi
puesto de mando y el Estado Mayor se instalaron ese mismo día en
el Más de Menescal, al S. de la carretera Calaceite-Gandesa, en
el interior del ángulo que forma aquélla con la de
Gandesa a Bot. El
batallón especial fue la única fuerza que en ese momento
de crisis ocupó posiciones defensivas en la dirección
Calaceite-Gandesa. Se batió como siempre, pero pasaron los
tanques y tanquetas, luego los camiones. Los vimos avanzar por encima
de nuestro puesto de mando, hacia Gandesa. Tiramos hacia donde
habíamos dejado el batallón y, después de avanzar
unos minutos, lo encontramos con el comandante Fernando Bueno a la
cabeza, que venía hacia el puesto de mando para montar una
protección del mismo. Bueno se acercó a mí
haciendo un extraño movimiento de cabeza de un lado a otro.
¡Había perdido el habla! Su aspecto era normal, sereno,
pero no le salía una palabra. El comandante Priego, jefe de los
servicios de Sanidad del V, diagnosticó reposo absoluto y
observación. Le mandé a la playa de San Juan, en la costa
levantina, con un médico para que le acompañara y
vigilara. Se curó, pero quedó en el otro lado al
producirse el corte de la zona leal. Al
mando del batallón quedó el comisario del mismo, Miguel
Bascuñana, que ya se había hecho cargo de él
cuando Bueno sufrió su desgraciado accidente. A partir de
entonces seguiría mandándolo hasta el fin de la guerra,
mostrando sus buenas dotes de mando en todas las ocasiones en que tuvo
que intervenir, que fueron muchas y difíciles. Fue gravemente
herido en la batalla del Ebro. Emigrado a la Unión
Soviética, mandó un destacamento guerrillero durante la
agresión nazi. Varias veces condecorado por su heroísmo
en el cumplimiento de las misiones que le fueron confiadas, fue
propuesto para el alto galardón de Héroe de la
Unión Soviética. Al
caer la tarde, mi puesto de mando se instaló en el empalme
Tortosa-Gandesa-Prat de Compte, en la venta que había en la
caída de la altura llamada Vértice Rey. Los
combates del 30 de marzo al 3 de abril en el frente del V Cuerpo se
caracterizaron por sus extraordinarias dificultades. Esto fue
así porque el avance del Cuerpo enemigo al E. de Caspe
ganó espacio, al tener que desplegar nuestra defensa de la
desembocadura del Guadalope para maniobrar en el amplio meandro que
forma el Ebro desde Caspe a Fayón, donde desplegaron la 1ª
división de Caballería, la 1ª Navarra y la 55 de
infantería. Las vanguardias de esta ultima pisaban ya este
territorio cuando las unidades del V combatían aún ante
Caspe y en Valdealgorfa. Durante
los días 31 de marzo, 1, 2 y 3 de abril las unidades de los
Cuerpos V y XXII, sin perder el contacto con el enemigo y frenando
su avance, se batieron continuamente, sin poder impedir que el enemigo
entrara el día 3 en Gandesa y Morella. Las fuerzas del general
Walter pasaron el río por Mora y García y, desde la
orilla izquierda, cumplieron la misión de impedir a los
fascistas la creación de una cabeza de puente en el sector de
Mora. Como medios de apoyo, pues la artillería que
teníamos era mínima, les di la batería
antiaérea. Su misión ahora era defender el puente sobre
el río en Mora de Ebro, dejando a su criterio la voladura del
mismo. E igual con el puente del ferrocarril de García. Al Sur del Ebro, pensando en el Norte Entramos en la etapa final de las acciones del V Cuerpo al S. del Ebro. En
esta fase, el Alto Mando republicano aceptó de antemano el corte
de la zona leal y fijó a los Cuerpos V y XXII la misión
de ganar tiempo para asegurar el paso de las unidades a la zona
catalana, ordenando al V que se replegara al N. del Ebro y al XXII que
lo hiciera en dirección Sur. En
el sector del V Cuerpo, direción Tortosa - Vinaroz, el Cuerpo
intervencionista del fascismo italiano atacó con la
misión de salir al mar en la zona Vinaroz-Amposta-San Carlos de
la Rápita. Desde el Oeste al flanco derecho del Cuerpo
extranjero, la 15 división atacó a través del
macizo de Beceite en dirección Alfara- Tortosa. En
el sector del XXII, el Cuerpo de Galicia atacó con la
misión de ocupar el cruce de comunicaciones que tiene como
centro San Mateo, dejando atrás el amplio macizo del Maestrazgo.
Con
tres tanques como toda fuerza, situados en la comunicación
principal por donde venía el Cuerpo italiano, amaneció el
3 de abril. La situación creada era ya muy tensa. En la
dirección principal por donde atacaba el
Cuerpo italiano no teníamos fuerzas. Ordené a la 11
división que se replegara hacia donde yo me encontraba para
cubrir el vértice Rey y cotas alineadas a él a los dos
lados de la carretera a Tortosa, haciéndolo así y
encargándose de su defensa. . A
la 3ª división, que estaba en Valderrobles, la
ordené que se replegara, a través del macizo de Beceite,
a la carretera de Prat de Compte a Tortosa. Llegó en la jornada
y se hizo cargo de las cotas a la izquierda de la carretera. La 11, a
la derecha. En
la noche del 4 instalé el puesto de mando en una huerta de
Cherta. El E.M.C. me ordenó resistir a. toda costa, para
permitir el paso por Tortosa de las unidades que debían proveer
el N. del Ebro y hacer frente a la situación creada por el
desastre del Ejército del Este. En
aquellos días, pasaron por Tortosa al territorio catalán,
entre otras unidades que no recuerdo, la 46 división con sus
brigadas 10 y 101; la 37 brigada, mandada por Carrasco, que en el
sector de Lérida se incorporaría a la 46 división;
las brigadas 122 y 123, de la 27 división que, con otras
fuerzas, detuvieron al enemigo en la zona de Balaguer; la 62 brigada,
mandada por Enrique Victorero que, en la dirección de Tremp, se
batió con el enemigo en la comarca de Barbastro, recuperando al
batallón Cinco Villas, haciendo grandes bajas al enemigo en la
localidad de Grado, replegándose por Benabarre hasta Tremp,
donde se unió a las fuerzas de la 31 división
republicana. El
último puesto de mando del V, al Sur del río, lo
instalé en la masía Más de Barberá, siempre
en la orilla derecha del Ebro. Entre
los días 7 y 10 de abril pude relevar a las divisiones 11 y 3,
primero con la brigada 72, de Andalucía, que mandaba un
estupendo teniente coronel profesional, del que no he retenido el
nombre y, después, con las brigadas 68 y 124 que mandaban,
respectivamente, Francisco Romero Marín y Ramón Soliva. El
E.M.C. envió a mi disposición un jefe del Norte, al que
presentó en mi puesto de mando el camarada Ángel
Álvarez, dirigente comunista asturiano. Era de Gijón. Le
di el mando de las tres brigadas que agrupé en una
división "B" de circunstancias. Se llamaba Manuel
Álvarez (Manolin). Más adelante hablaré de
él. Los
ataques continuos y reiterados del Cuerpo italiano, con la masa
artillera y de aviación que le apoyaban, no prosperaron. A
25 kilómetros de Tortosa tuvieron que tascar el freno. "Por
aquí no hay salida al mar", le dijeron las brigadas 72, 68 y 124
mencionadas más arriba, qué cubrían la
línea Cherta-Pauls-Alfara. La
graciosa concesión a los italianos de ser ellos los primeros en
llegar al Mar Latino tuvo que ser corregida. Recibieron aquella
misión las siete divisiones enemigas que atacaron al XXII Cuerpo
y ocuparon San Mateo y Cervera. El 15 de abril salieron por aquel lado
a la costa, en Vinaroz. También
desde el día i3 atacaron en nuestro flanco izquierdo por el
macizo de Beceite. Unos pelotones del batallón especial del V
cerraron el paso al enemigo en aquel terreno endemoniado. A partir del día 15 atacaron asimismo desde el S. en dirección Tortosa. En
la noche -ya bien avanzada- de ese mismo día, los oficiales del
E.M. del V acompañaron a mi puesto de mando a tres jefes. Uno
era el comandante de una brigada andaluza, parte de cuyas fuerzas
habían quedado cortadas de este lado; otro, el comisario de la
misma, apellidado Cañete; el tercero, el jefe de uno de los
batallones, Antonio Ortiz Roldán, jefe de las MAOC de Espejo.
Este último pasaría más tarde el Ebro mandando la
226 brigada y terminó la guerra de jefe de la 42
división. Ese
mismo día había venido el general Rojo a mi puesto de
mando. Hablamos a solas sobre las perspectivas y me anunció que
iban a confiarme la organización y el mando de la
Agrupación Autónoma del Ebro, compuesta por dos Cuerpos
de Ejercito: el V y el XV. Le propuse para el mando del V al jefe de la
11 división, Enrique Líster, y para el del XV, al jefe de
la 3ª división, Manuel Tagüeña, propuestas a
las que dio su acuerdo. Al preguntarle sobre la composición de
los Cuerpos, Rojo me dijo: -
Las fuerzas que tienes, más la 46 división, que ahora
anda por Lérida, y una nueva sobre la base de la 72 brigada. Me
anunció que oportunamente vendría la orden formalizando
las indicaciones que me estaba dando, y preguntó: -
¿Has recibido mi orden facultándote para pasar a la
orilla izquierda del Ebro cuando consideres oportuno y hacerte cargo de
todas las fuerzas que han quedado al N. del corte? - Si, mi general. -
En caso de necesidad, si el enemigo pasa el río y hay que ceder,
retírate en dirección Barcelona, dándote carta
blanca para
elegir el momento. En la orden no he puesto esta segunda parte, porque
no es conveniente. Esto que te digo debe quedar entre los dos. Es orden
del ministro. Sólo el Consejo Superior de Guerra y nosotros dos
lo sabemos. A
continuación, ya en presencia de Líster y Tagueña,
le pregunté a Rojo si les dábamos la noticia sobre sus
nuevos mandos. Dijo que si y se lo notificamos. Hubo un pequeño
tira y afloja sobre los números de los Cuerpos, pero por fin
quedaron como he dicho antes. Mi
Estado Mayor había preparado el plan de paso a la otra orilla
del río por los dos puentes y la presa de Tortosa. En esta
última y en algún otro lugar se habían instalado
maromas para ayudar a quien tuviera necesidad de ello. Ya a solas
ordené a Líster y Tagüeña ocupar la cabeza de
puente que se había preparado con sus fuerzas - las cuales
estaban en ella desde que fueron relevadas el día 7 - hasta que
llegase la 124 brigada que, por ser la de más efectivos, la
ocuparía, asegurando el paso a la otra orilla de las 68 y 72
brigadas, de las fuerzas del comandante Ortiz y de las divisiones 3 y
11. En
cuanto a ellas, les indiqué que trasladaran el 16 a la otra
orilla, a fin de hacer frente a las nuevas responsabilidades
encomendadas. Al
pasar al otro lado, Tagüeña se haría cargo del
frente que ocupaba la 35 división, la cual pasaba a formar parte
del XV Cuerpo, junto con la 3 y una nueva que se formaría sobre
la base de la 72 brigada y las fuerzas de Ortiz. El jefe de la nueva
división sería Manuel Álvarez. Por
su parte, Líster se haría cargo del sector Sur del Ebro,
donde estaba ya instalada la 45 división, que pasaba a formar
parte del V con la 11 y la 46, esta última cuando se
incorporase. Hacia las 10 horas del día 16, los dos me comunicaron que pasaban al otro lado. El
enemigo siguió atacando nuestra defensa. Al N., el Cuerpo
italiano; al O., la 15 división; al S., la 1ª Navarra y la
1ª división de Caballería de Monasterio. El objetivo
de todos era Tortosa. Al
N. y al O. continuaban sin dar un paso. Habíamos retirado ya la
124 brigada del punto más alejado (Paulo-Alfara),
sustituyéndola con elementos motorizados del batallón
especial. Otros elementos del mismo estaban en dirección La
Cenia y Santa Bárbara, sobre las comunicaciones tan densas que
hay por allí. Eran como un armazón de lo que venía
suelto, orientado a los combatientes. El comandante Ortiz, con
Cañete, cubrían nuestra retaguardia de los ataques del
Sur. Las
informaciones que recibía confirmaban que la caballería
de Monasterio no cabalgaba. Tenía plomo en el cerebro y en las
articulaciones. El mérito correspondía, en gran parte, a
los combatientes sueltos, que se batían como francotiradores,
dispuestos a morir con honor antes de entregarse. Las
unidades fueron pasando a la otra banda en el orden establecido,
asegurando su paso la 124 brigada, que se retiró en la madrugada
del 18 al 19 de abril, después de cumplir su misión. Mi
E.M. y yo levantamos el puesto de mando de Más de Barberá
a la caída de la tarde del día 18. El
paso de las últimas fuerzas de la 124, que había
protegido y asegurado el de todas las demás, lo dirigió
su jefe, Ramón Soliva. Una vez efectuada, cumplió la
orden de incorporarse a la 27 división. CAPITULO XI Organizando el Ejército del Ebro Con
la llegada del enemigo al mar y la nueva división en dos del
territorio republicano, perdimos el enlace operativo en el frente, con
todas las desventajas que eso comporta. El
enemigo prosiguió su acción en dirección Sur,
contra la zona de mayor extensión, y en Cataluña, cuyos
bordes había mordido, fortificó las cabezas de puente de
Tremp, Balaguer y Serós. Las tres estaban en la zona del
Ejército del Este, que tenía a su cargo la defensa del
territorio catalán desde la frontera pirenaica hasta la
desembocadura del Segre. Su frente -en líneas
generales-seguía el curso de los ríos Noguera Pallaresa y
Segre. Con la ya constituida Agrupación Autónoma del
Ebro; nosotros defendíamos Cataluña desde donde finaliza
el Segre hasta el mar, en todo el curso del río que nos daba su
nombre, incluida, además, la costa hasta Sitges. Nos
pusimos a organizar la nueva gran unidad que me habían
encomendado, en cuya composición entraban todas las que
habían combatido con nosotros en el período marzo-abril
de 1938, agrupadas en dos Cuerpos de Ejército: el V y el XV,
mandados, como he dicho antes, por Enrique Líster y Manuel
Tagüeña, respectivamente. Pasaron
a integrar el V Cuerpo las divisiones 11, 45 y 46, y el XV, las
divisiones 3, 35 y 42. De la última confié el mando y la
organización a Manuel Álvarez. El jefe de la 35
división cesó y encargué de aquel puesto a Pedro
Mateo Merino, que venía mandando la 101 brigada. De la 3a
división, a propuesta de Tagüeña, nombré jefe
a Cabezo, que mandaba la brigada 32, y de la propuesta de
Líster, designé a Joaquín Rodríguez, jefe
hasta entonces de la 9. Entramos
en un intenso período de organización y
reorganización de las unidades y Estados Mayores, de
preparación de los combatientes para las nuevas luchas. La
consigna "Ríos de sudor para evitar gotas de sangre"
volvió a ser nuestro lema. Por
su parte, el Comisariado, dirigido por Luis Delage, empezó a
desarrollar un gran trabajo político, apoyándose en los
comisarios de los Cuerpos V y XV (Santiago Álvarez y José
Fusimaña, respectivamente) y de sus divisiones (Carlos
García, de la 3ª; Ángel Barcia, de la 11;
José María Sastre, de la 35; Fernández Herrador,
de la 42; Victori, de la 45 y José del Campo, de la 46). Puse
a Miguel Bascuñana de jefe del batallón especial del
Ejército, que tenía a Huertas de comisario. El
E.M. del Ejército era el mismo que tenía el V Cuerpo, a
excepción del capitán Angel Gurrea, jefe de la
sección de Organización, oficial sólido, muy capaz
y experimentado, que pasó al nuevo V Cuerpo. Completé mi
E.M. con nuevos mandos y combatientes del batallón especial.
Entre otros, el teniente Antonio Blanco pasó a ser segundo jefe
de la sección de Operaciones. Mi
vieja "chusma" creció. Entre los nuevos incorporados
había un joven voluntario que se presentó en mi puesto de
mando y pidió hablar conmigo. Me habían anunciado su
venida y sabía de quién se trataba. No obstante le
pregunté: -¿Cómo te llamas? - Rubén Ruiz Ibárruri. - ¿De dónde vienes? -De Moscú. - ¿Has estudiado? - Si. He terminado una escuela técnica. Soy obrero metalúrgico: fresador. - ¿Conoces el manejo de las armas, el mapa, algo? Te lo pregunto para saber dónde destinarte. -
Conozco algo porque empecé un curso para hacerme aviador; pero
no me dejaron al estallar la guerra porque decían que era muy
joven. Y si lo hiciera ahora, tardaría algún tiempo. No
quería esperar y por eso he venido. - Está bien ¿A qué arma quieres ir? - Donde me mande. -
¿Te gustaría formar parte del equipo de observadores del
Ejército? Es un puesto de mucha responsabilidad y eficacia.
Fíjate, los observadores son nuestros ojos. - Bueno. Estoy a sus órdenes. Así
entró Rubén en mi "chusma" y con ella cruzó la
frontera, comportándose valientemente como un veterano durante
el tiempo que estuvo en ella. Después continuaría en
tierras soviéticas el combate empezado en España, su
patria, cayendo heroicamente al mando de una compañía de
ametralladoras en la defensa de Stalingrado y siendo condecorado, a
titulo póstumo, con el más alto galardón:
Héroe de la Unión Soviética. ¡Mi
chusma! Me dieron ingreso en su equipo ya en Vallecas. Ya debo confesar
aquí mi debilidad por ella. Eran todos como una piña. Su
vida eran los observatorios. Los instalaban donde se les decía.
Tenían iniciativas que ejecutaban con habilidad, decisión
y heroísmo. Jamás falló ni resultó falsa
ninguna información suya. Habían adquirido una gran y
envidiable experiencia. Eran formidables por su sentido
analítico. Tenían paso libre hasta mi puesto de mando,
siempre, a cualquier hora del día o de la noche. No eran
subordinados míos, eran camaradas entrañables. Cuando les
oía relatar lo que cada día realizaban, siempre con gran
riesgo, me recordaban, los más jóvenes, al "Gavroche" de
las barricadas de la revolución francesa. Su grito de "Viva la
Reforma Agraria", cuando bombardeaba la aviación, era un
desafío. Si
todos estábamos entregados al aspecto organizativo y de
preparación combativa, la preparación operativa no le iba
a la zaga. Ya
en una de las primeras reuniones celebradas con los Jefes de Cuerpo y
de división - procedimiento que empleaba siempre para las cosas
verdaderamente importantes -plantee la cuestión en los
siguientes términos: "Hay que prepararse para pasar el
río; mi Estado Mayor lo está haciendo ya; todos los
Estados Mayores de vuestras unidades deben hacerla también.
Sánchez Rodríguez está preparando un plan de temas
a estudiar que será el armazón del estudio de los
demás". Por aquellos días ascendí a teniente coronel. Cuando
estábamos dando los primeros pasos en la organización de
las unidades y en su preparación política y militar,
recibimos la visita de Dolores Ibárruri y Palmiro Togliatti,
quienes pasaron unos días con nosotros, visitando nuestras
unidades. Su llegada coincidió con ello de Mayo. La primera
parte del día la dedicaron al mundo de las armas y servicios del
Ejército. Comimos con mi Estado Mayor en el Palacio
Rusiñol, donde estábamos instalados; la tarde se la
dedicamos al V Cuerpo. Cenamos juntos con Líster,
Álvarez, Lagos Victori, López Iglesias, Rodríguez,
Hans, Barcia, Del Campo, y un grupo más que se
aproximaría al centenar. Me
correspondió cerrar el acto de honor del 1º de mayo con
unas palabras. Las dediqué a las responsabilidades mayores que
habían recaído sobre nosotros, destacando que era una
cuestión de honor revolucionario hacer el máximo esfuerzo
para situamos todos a la altura de nuestros deberes. La operación Balaguer Después
del corte se realizaron, por parte del enemigo, dos ciclos de
operaciones en dirección Sur. Uno, del 23 de abril al 15 de
junio; el otro, del 5 de julio hasta que el paso del Ebro lo puso fin.
Estas operaciones tenían como objetivo la conquista de la
región valenciana. Proyectaban ocupar Valencia el 25 de julio. El
primero fue contenido el 19 de mayo, en su fase inicial, por el
Ejército de Levante, al N. de las localidades Alcalá de
Chisvert-Cuevas de Vinromá-Alcocer. Más al O. el enemigo
consiguió reducir el entrante republicano al NO. de Teruel,
siendo detenido en la región de Mora de Rubielos. Antes de que
empezara la segunda fase de este ciclo fue puesta en marcha la
operación de Balaguer, primer intento de cooperación
operativa de la zona catalana con la otra. Habían
transcurrido sólo 4-5 semanas desde que pasamos al E. del Ebro y
el esfuerzo de organización realizado permitió enfocar
aquella operación con perspectivas de éxito. Esta
ofensiva nuestra, a cargo de las unidades del Ejército del Este
que mandaba el teniente coronel Juan Perea, perseguía el
objetivo de contener al enemigo en Levante y tenía la
misión particular de avanzar las líneas republicanas al
N. del Ebro hasta las fortificaciones del río Cinca,
estableciendo enlace táctico con las unidades de la 43
división, de la que era jefe Beltrán y comisario
Máximo de Gracia, y que se mantenía en la región
de Bielsa. La
maniobra consistía en lo siguiente: un primer escalón,
integrado por las unidades del Ejército del Este, debía
atacar simultáneamente las cabezas de puente de Tremp, Balaguer
y Serós, abrir paso a un segundo escalón mandado por mi,
compuesto de 4 divisiones del Ejército del Ebro completamente
motorizadas, que debían explotar el éxito en Balaguer y
lograr alcanzar la línea del Cinca. En la columna venían
Líster, con las divisiones 11 y 46, y Tagüeña, con
la 3 y la 35. Al
rato de comenzada la operación me situé - conservo este
cuadro en la retina - en uno de la serie de mogotes continuos que de E.
a O. se alzan ante Balaguer, de los primeros de los cuales había
sido arrojado y batido el enemigo, y seguí -la marcha del
combate. Me acerqué al puesto de mando de la masa artillera que
dirigía personalmente el coronel J. Luis Fuentes y
observé con sus aparatos el panorama. La preparación
artillera era francamente buena. Los transportes de fuego eran como
debían ser. Los tanques apoyaban bien. Los combatientes actuaban
con arrojo. El testimonio estaba allí, ante las alambradas del
enemigo. Pero ¿qué pasaba? ¿Por qué no
seguíamos? Busqué
el puesto de mando del jefe del XVIII Cuerpo, José del Barrio, y
10 localicé. Estaba tumbado en el fondo de su magnífico
refugio, dormitando. La única explicación que dio fue que
él ya había hecho lo suyo, y ahora ¡a esperar!
Desde las ocho del día 23 había renunciado a. influir y
dirigir la operación. Por
las características de la cabeza de puente de Balaguer (su
amplitud, fortificaciones, cantidad de fuerzas y medios de fuego), la
forma en que Del Barrio organizó la actuación de la
unidad que él mandaba jamás le hubiera permitido tomarla,
a pesar del derroche de heroísmo de los combatientes. Defendía
la plaza de armas la división 53 enemiga, que a los tres
días fue reforzada con la 54 división. Pero el jefe del
XVIII Cuerpo tenía una idea muy particular sobre el delicado
problema de las reservas. Por ello se produjo el hecho de que,
disponiendo de sus tres divisiones al completo, lanzó al ataque,
en camino abierto, 10-11 batallones contra otros tantos enemigos
atrincherados en sólidas posiciones. De los 36 batallones que
tenía, mantuvo 24 en reserva. Hubo
algo, si cabe, más grave: los mandos y fuerzas de las unidades
que atacaban la cabeza de puente fueron llevados al combate a ciegas,
enterándose de él horas antes. ¿Motivo? "Para
mantener el secreto", según expresión textual de Del
Barrio. ¿Secreto con quién? ¿Con los que
habían de realizado? Precisamente el éxito de la
operación descansaba, más que en otra forma de combate -
por tratarse de una defensa con fortificaciones de carácter muy
sólido- en la buena preparación del ataque, sobre la base
del conocimiento máximo posible de las defensas enemigas, para
poder elegir bien las direcciones de avance, distribuir con justeza los
medios de fuego y emplear correctamente el material de refuerzo, sobre
todo los tanques y la artillería. De
todo esto hablé en una reunión celebrada en Barcelona en.
la sede del Comité Central del Partido, bajo la presidencia del
camarada Manuel Delicado, miembro del Buró Político,
reunión en la que fui designado para informar. Los
jefes comunistas de grandes unidades, presentes en dicha
reunión, aprobaron mi informe e intervinieron apoyándolo
y rechazando la conducta de Del Barrio. Este
no supo explicarse más que con monosílabos: SI y NO. Pero
todavía tuvo el cinismo de asombramos a todos con esta rotunda e
inconcebible afirmación: "Yo duermo todos los días con
los reglamentos debajo de la almohada". Después fue de mal en peor. Tenia, pues, que terminar mal y terminó, efectivamente, en el estercolero. La
operación de Balaguer fracasó ya en el momento inicial de
su realización. Duró del 23 al 28 de mayo. Fue correcto
su planteamiento, aunque se realizaba bajo el pie forzado de la
necesidad de ayudar a Levante. También fue justo suspenderla. Volvimos
a nuestras bases y el teniente coronel Hans, que había quedado
en mi puesto durante nuestra ausencia, se incorporó al suyo. Entonces comenzamos a preparar la batalla del Ebro. El
25 de mayo nos bautizaron de nuevo y pasamos a ser el Ejército
del Ebro. El XII Cuerpo de Ejército, del que eran jefe Etelvino
Vega (asesinado por los franquistas, a quienes fue entregado por los
casadistas en Alicante) y comisario Virgilio Llanos, así como
jefe de Estado Mayor Ferrando, entró a formar parte de
él. Cuando volvimos de Castell del Remei, donde tuve mi puesto
de mando al intentarse la operación de Balaguer, el 27 de mayo
lo pasamos a Espluga de Francolí (Balneario). Allí
estaría el cuartel general hasta noviembre. El puesto de mando y
el Estado Mayor saltarían a Figueras. Pero esto era ya pocos
días antes de que diera comienzo la batalla del Ebro. ¿Dónde? ¿Por qué? No
voy a explicar muchas cosas técnicas y tediosas sobre la
preparación de la batalla. Pero debo decir algo respecto a
dónde y por qué se libró; por qué fue
así y no de otra manera. La
preparación de los mandos, los Estados Mayores y los
combatientes para el paso del río seguían vigorosamente. A
la maniobra del paso del río se dedicaban cientos de horas; las
divisiones acampadas en el interior hacían la preparación
en barrancos; las de la costa, en el mar. Todo se hacía
encubierto, bajo el nombre de Ejercicios Tácticos, con
mayúsculas. De
la operación fue enterándose todo el mundo, cada uno a su
tiempo, con el margen suficiente para no ir a ciegas a ninguna parte. Sabíamos
mucho del enemigo, pero teníamos que saber más. Ese
más ayudaban a encontrarlo los observadores; pero no los
estáticos, sino los móviles. Los hombres encargados de
ello tenían que hacerlo sin error. El que lo cometiera,
respondía de él. Su error comprometía a todos y
podía costar muchas vidas. En
este terreno, la unidad modelo durante el período de
preparación de la operación fue la 42 división, la
nueva. Todos los combatientes, soldados y mandos, incluido el jefe de
la misma, estaban empeñados en esa tarea. Manolín y yo
hablamos detenidamente sobre este problema. Su división
cubría la preparación de las demás para el paso
del río; fue también la que proporcionó los datos
definitivos, ese más que nos faltaba antes y que ya
teníamos en nuestras manos; que llegó hasta el general
Rojo, a quien se lo entregué personalmente. Aunque no era yo el
que había estado allí tres días seguidos o una
semana, como solían pasarse los equipos de exploradores. Y no en
la profunda retaguardia, que tiene también sus riesgos, sino en
la más inmediata, incluso en los propios eslabones del
despliegue enemigo. Su
labor era oscura, modesta, heroica, llena de abnegación.
Trabajaban en silencio, a 500, a 100 metros de las posiciones enemigas,
porque tenían que conocerlas bien, saber cuáles eran los
sectores más fortificados, cuánta gente podía
haber y su régimen de vida; qué armamento, cuál
era automático en posición fija y muchas cosas
más; el servicio nocturno de seguridad del enemigo, qué
recorrido de patrulla había entre posición y
posición; conocer sus itinerarios, los lugares donde estaba
emplazada su artillería, sus reservas y los puestos de mando.
Algunas veces se tropezaban con el enemigo, o éste pasaba a
cincuenta, a veinte metros de su nido. Había que saber
esquivarlo y, a veces, aguantar hasta la respiración. Esto,
dentro de lo difícil, era lo más fácil. Otras
veces había que reaccionar y dar antes que dieran, sin ruido;
manteniendo el silencio que es el lado fuerte del explorador. Una
precisión de interés: en la 42 división la inmensa
mayoría eran campesinos. El
explorador del Ebro tenía que cruzar el río dos veces, en
cada raid, nadando 150-200 metros cada vez. En su propia orilla
debía echarse al río sin ruido para cruz arlo y salir a
la opuesta con el mayor sigilo, sin dejar el menor rastro de su paso. Cuando
era uno solo, se autocondenaba al silencio 'por el tiempo que fuera; si
iban más de uno, durante su trabajo se olvidaban de que
tenían lengua. Los gestos, las miradas suplían las formas
normales de comunicación entre los hombres. En
ese período no había para mí más mundo que
el ejército, y es que cuando tienes un Estado Mayor que has
creado, eligiendo a los mejores, cuidándolos, viendo sus
cualidades, estudiándoles, dándoles iniciativa, y tomando
ejemplo, puedes apoyarte tranquilamente en ellos y confiar en que las
misiones que te encomienden podrán ser cumplidas. Entonces te
sientes optimista, y en la dedicación y la abnegación de
los demás aprendes y te perfeccionas. Y
dentro de ese mundo del ejército, el de los exploradores. Ellos
te dicen por dónde hay que ir. La respuesta completa la tienes,
si a ella unes el terreno. Y ahí si que el voluntarismo es muy
relativo. Al terreno hay que interrogarle. Si sabes hacerlo, te da
respuesta. A la mejor, no la que tú quieres, sino otra muy
distinta., Y entonces tienes que cambiar, corregir tu opinión.
En caso contrario, las sorpresas y hasta las derrotas suelen ser
sangrientas e irreversibles. En misión especial.
Estaba anunciada - me lo dijo el comisario del Ejército, Luis
Delage - la visita de Nheru; pero yo no podía tener el honor de
recibirle. Decidimos que se le hiciera un homenaje digno de su
personalidad, que lo presidiera Líster y que el jefe de la 46
desfilara con su unidad. Yo tenía anunciada la visita del
general Rojo, que me había pedido urgentemente que le esperase.
Cuando llegó, salimos los dos en coche para visitar una vez
más nuestro frente en el sector del paso. Antes de llegar
hicimos un alto y me informó de la situación en Levante.
Lo esencial era que allí estaban las cosas feas.
Conocíamos por la información del Estado Mayor Central
que el 8 de junio rompieron nuestra defensa en Albocácer y que
el 15 alcanzaron sus objetivos, saliendo a la cuenca del Mijares y
ocupando Castellón. Las órdenes del ministro de Defensa a
la otra zona, de acuerdo con los planes elaborados por el Estado Mayor
Central, eran organizar la defensa de Valencia en una línea de
resistencia que iba desde los altos de Almenara - en la costa - hasta
la Sierra de Javalambre, pasando por las sierras de Eslida, Caudiel y
del Toro. -
Allí se ha construido la línea X- Y -Z. El Ministro ha
pensado que des un salto a Valencia para hablar con Miaja,
Menéndez y Matallana y anunciarles lo que vas a hacer
aquí, a fin de que tengan confianza. Al mismo tiempo, para que
se comprometan contigo y no te dejen solo en la estacada. Si
estás de acuerdo, vienes mañana al mediodía a
Barcelona. Seguimos y nos acercamos a un observatorio donde se encontraba el jefe de brigada de la 42 división, comandante Antonio
Ortiz Roldán, con el que hablamos los dos un rato. No era la
primera vez que yo visitaba a Ortiz, cuya brigada estaba en
línea en aquel sector del frente confiado al XV Cuerpo. Lo
expuesto motivó mi viaje a Valencia. Un viaje relámpago
que duró 3-4 días. Al
ausentarme llamé a Líster, le expliqué mi marcha y
le dejé durante mi ausencia, brevísima ausencia, de jefe
accidental del Ejército del Ebro; al jefe de la 46
división le nombré Jefe provisional del V Cuerpo.
Recomendé que no se hiciera ningún cambio más. Manteniendo
el secreto, excepto para Delage, Sánchez Rodríguez y mi
sustituto, fui a Barcelona, donde me presenté a Rojo. Este me
llevó a ver a Negrín, con quien comimos, y salí
para Levante. El avión personal del jefe de la aviación,
Hidalgo de Cisneros, con su piloto habitual, me llevó a Manises.
Luego me llevaría a Madrid. En
Valencia fui al puesto de mando de Menéndez. Allí
coincidí, pues me esperaban, con el jefe del grupo de
ejércitos de la zona Centro y su jefe de Estado Mayor: los
generales Miaja y Matallana. Cambiamos algunas impresiones y quedamos
en volvemos a reunir. Por cierto que el jefe de Estado Mayor del
Ejército de Levante era mi viejo amigo Federico de la Iglesia.
Al día siguiente por la mañana busqué al comisario
del Ejército, al que no había visto aún. Era
Francisco Ortega. Creo que fue Francisco Ciutat, jefe de Operaciones,
quien me lo presentó. Al vemos exclamó alborozado:
¡Coño, Guadalete¡ ¿Pero eres tú,
Pacheco? - respondí yo. Nos dimos un gran abrazo, pues con los
nombres citados nos habíamos conocido en una escuela
política. Me dijo, entre otras cosas, que el día anterior
había tenido mucho ajetreo, ya que el Partido había
decidido llevar a Madrid un jefe de brigada caído en los
combates de los últimos días. Se llamaba Antonio
Díaz y era un antiguo militante del Partido al que yo
había tratado, a través de Pablo Yagüe, en Madrid.
Era el tercer dirigente del sindicato de Artes Blancas de Madrid
(secretario de la sección de Pan Candeal) que caía al
frente de sus compañeros, los cuales eran el alma de aquella
estupenda brigada. El primero fue Evaristo Gil, caído en la
Sierra, y el segundo, Gabriel Carbajal. Decidí
marchar en vuelo a la Capital. Llegué cuando le acababan de
enterrar. Los camaradas de Madrid, que conocían mi
ligazón con él (era el padre de María, mi esposa),
tuvieron la iniciativa de ponerle una corona en mi nombre, lo que les
agradecí profundamente. Luego estuve visitando a su viuda y sus
hijos. Volví
a Valencia aquel mismo día. En la entrevista final con Miaja,
Matallana y Menéndez examinamos la situación militar y el
estado de nuestras fuerzas en las dos zonas, deteniéndonos
especialmente en las directivas del gobierno. -
En la zona Centro - dijo Matallana - tenemos la posibilidad de poner en
pie tres Cuerpos y realizar acciones importantes; pero ahora no podemos
ocupamos más que de atender a Levante, porque no sabemos
qué puede ocurrir mañana. -Yo
mismo -habló Menéndez- tengo ahora más fuerzas de
las necesarias embebidas en el frente. Si tuviéramos un mes de
respiro ¡qué digo un mes, quince, días!,
podía recuperar una serie de unidades que representarían
por lo menos dos Cuerpos de Ejército. -
¿Y tú qué tienes, Modesto? ¿Qué vais
a hacer en Cataluña? - me preguntó Miaja. -
Ya les he dicho, mi general, lo que me han encargado el Presidente del
Consejo y el general Rojo. En Cataluña se tienen estudiadas una
serie de acciones. Dos de ellas, por lo menos, son de gran envergadura:
una al Norte y otra al Sur del Ebro. Están previstas con la idea
de atraer allá la masa de maniobra del enemigo.
¿Cuál de ellas se pondrá en ejecución? Eso
lo dirá el Consejo Superior de Guerra. Igualmente Vds. conocen
las directivas del Ministro, referentes a la idea de la maniobra de
forzamiento del río Ebro y el desarrollo de la ofensiva en
dirección. O. y SO., mientras que el Ejército de Maniobra
desarrollaría su ofensiva en dirección Cati. - Pasado un mes - dijo Menéndez. - Sí, si... - ¿Tú qué piensas? - insistió Miaja. -
Que podemos cambiar el curso de la guerra si somos capaces de verdad,
de establecer una estrecha colaboración de los Ejércitos
de las dos zonas, eso que los especialistas llamáis - me
dirigí al general Matallana - la cooperación operativa de
los dos frentes. - ¡No te metas conmigo, Modesto! - exclamó Matallana abriendo los brazos. -
Lo que sí puedo asegurarles a Vds. es que en el Ejército
del Ebro todos estamos en condiciones de abordar la misión que
nos encomiende el gobierno y creemos que bien. Pero las palabras tienen
poco valor. Los hechos son los que cuentan. - Si hacéis allí una cosa grande... - dijo reflexionando Menéndez. - No nos dejaréis en la estacada – salté yo interrumpiéndole. - Al contrario. A lo que hagáis por Levante, nosotros responderemos con creces. Aquella
misma noche volví a Barcelona, informando del cumplimiento de la
misión que se me había encomendado e
incorporándome inmediatamente a mi puesto. Amenaza en Levante El
13 de julio desencadenó el enemigo su ofensiva general para la
conquista de Valencia y su región. Participaban en ella cinco
Cuerpos de Ejército alineados desde la costa hasta el SE de
Teruel, con 22 divisiones de infantería, apoyadas por una gran
masa de artillería y tanques, más toda la
aviación. Las
fuerzas atacantes habían realizado en jornadas anteriores una
serie de acciones locales en la costa, en dirección a Sagunto,
que les habían dado los cubrecaras de la línea "X- Y -Z"
organizada por nosotros para la defensa de la Capital levantina. Dicha
línea de defensa se apoyaba por la izquierda en la Sierra de
Javalambre y continuaba por la de Toro, al N. de Caudiel, Eslida y los
altos de Almenara, en la costa. Los
cinco Cuerpos enemigos actuaban agrupados en dos grandes masas: una,
formada por los Cuerpos de Castilla, Italiano del Turia, que mandaba
Varela, seguía como eje de sus acciones la carretera general
Teruel-Valencia; la otra, que mandaba Aranda, formada por los Cuerpos
de Galicia y del Maestrazgo, seguía la dirección de la
costa, atacando hacia Sagunto. Una
semana de heroica resistencia no pudo impedir que el enemigo tomara el
saliente de Mora de Rubielos, alcanzando. Albentosa y Barraca en la
dirección principal de su ataque. Pero no logró su
objetivo de aniquilar a las fuerzas que lo ocupaban. En todo el frente llegó hasta la línea fortificada "X - Y -Z", donde fue detenido desde la costa de Javalambre. La
batalla defensiva que libraban los combatientes de nuestro
Ejército de Levante tenía una gran importancia. En ella
luchaban por impedir que el enemigo ocupara la rica región
levantina que, en las condiciones del bloqueo de los Estados fascistas
y de la "No intervención", era la despensa de la zona Central,
donde las tropas y la población vivían a media
ración escasa. A
esto se sumaba la importancia político-militar de Valencia como
segunda ciudad de la zona y tercera de España. Su caída
tendría en el mundo una gran repercusión desfavorable
para nosotros. Además,
el puerto de Valencia era el más importante y el mejor situado
en e18 aspecto estratégico para la recepción de productos
y de material, que marinos audaces y heroicos traían a nuestras
costas, rompiendo el bloqueo cada vez más cerrado. Nos
era necesario, en fin, todo el territorio de la costa para evitar la
reducción del espacio de acción y de maniobra de la Flota
de Guerra Republicana. De
la orientación operativa de su maniobra se puede concluir que el
enemigo buscaba batir las defensas de Valencia en su periferia Norte,
aniquilando la guarnición de la línea "X- Y -Z" en sus
posiciones al N. de Sagunto, Segorbe y NO. de Viver, abriéndose
los caminos a Valencia y al rico Levante. La
magnífica resistencia de los combatientes del Ejército de
Levante aparece reflejada, bien que parcialmente, en algunos de los
partes de guerra de las grandes unidades enemigas. Y
así, el mando del Cuerpo del Turia comunicaba el día 19:
"Se ha ocupado, venciendo esa resistencia, el vértice Salada".
El día 20: "Se ha rebasado el vértice Salada". El
día 21: "En la madrugada de hoy, las fuerzas de nuestra derecha
rectificaron a vanguardia la ocupación de las estribaciones del
vértice Salada". Por
su parte, el Cuerpo italiano reconocía: "No hay más
remedio que proceder a un nuevo dispositivo, estrechar el frente,
localizar la acción de la artillería y reunir masas para
reanudar el ataque a fondo". El Cuerpo de Castilla, detenido en el sector de Higueras, confesaba: "Se baten encarnizadamente sobre cada palmo de tierra". El del Maestrazgo estaba sujeto ante la Sierra de Espandón y el de Galicia, al S. de Nules. Los
días 22, 23, 24, la aviación fascista no cesó en
sus vuelos y bombardeos del frente, la retaguardia y las
comunicaciones. Aviones de reconocimiento, protegidos por numerosos
cazas, buscaban descifrar la profundidad de nuestra defensa, localizar
las reservas y cumplir los demás cometidos que les eran propios,
cuando el día 25 los combatientes de Levante vieron que
había desaparecido la aviación enemiga de su cielo y en
todo el frente reinaba el silencio. A las 0,15 hora de ese día
había comenzado el paso del Ebro. Espera optimista Cuando
el día 19 de julio las unidades del Ejército del Ebro
comenzaron a ponerse escalonadamente en movimiento a fin de ocupar las
bases de partida para forzar el río, los combatientes, los
mandos de escuadra, pelotón, sección,
compañía, batallón y todos los demás
teníamos una confianza absoluta en el éxito de lo
operación. Y
todo el mundo era consciente de las dificultades: el propio río,
la pobreza de medios de paso, la ausencia de apoyo de la
aviación, la problemático de la ayuda de los tanques y la
artillería propios, que sólo podrían dada sus
emplazamientos de la orilla, así como la posibilidad que el
enemigo tenía de regular el caudal de las aguas y la velocidad
de la corriente de 0,8-1 m. segundo hasta 4-6 m.s. y el nivel hasta 4
metros; las dificultades para evacuar los heridos y otros muchos
problemas "pequeños", que juntos y aun separados
constituían montañas. Y
es que la preparación combativa, técnica y física
había alcanzado un grado muy alto. La otra, la
preparación política y moral, arma que suplía las
insuficiencias, era la obra del Comisariado, desde el comisario de
compañía hasta el del Ejército, pasando por el de
batallón, brigada, división y cuerpo. En
la noche del 22 al 23 de julio las unidades hicieron la última
marcha y se situaron en las zonas de concentración para el
forzamiento del paso. He aquí la situación de las fuerzas de los Cuerpos V y XV, con los sectores y medios de paso y sus misiones: Al flanco derecho, el XV Cuerpo. En
primer escalón, de derecha a izquierda: 226 brigada (42
división). Región de partida: al NO. de Almatret. Medios
de paso asignados: 14 barcas y un puente para infantería. Sector
de paso: el entrante del río entre Mequinenza y Fayón, 4
km. al NO del vértice "Roda". Misión: impedir al enemigo
que localizara el sector donde el Ejército desarrollaba el
esfuerzo principal. 3ª
división. Región de partida al NO de Flix. Medios de
paso: 50 barcas y 2 puentes de infantería. Punto fundamental de
paso: el entrante del río entre Flix y Ribarroja. Misión:
forzar el río por el lugar señalado, ocupar. Flix,
Ribarroja, la Sierra y pueblo de la Fatarella. Posteriormente
desarrollar el ataque en dirección de Villalba de los Arcos,
Batea. 35
división. Región de partida al NE de Vinebre. Medios de
paso asignados: 50 barcas, 2 puentes para infantería, 1 puente
de madera con capacidad para tres toneladas y 1 de hierro con capacidad
para 12 toneladas. Sector de paso fundamental: al N. de Aseó;
otro, al S. Misión: forzar el río, ocupar Aseó,
avanzar a caballo de la carretera de Aseó a Gandesa, ocupando el
cruce de Venta de Camposines, saliendo a la altura del km. 321 de la
carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona y la Sierra de Lavall de la
Torre. Posteriormente desarrollar el ataque en dirección Gandesa
para rodeada y ocupada. En
segundo escalón: la 16 división. Región de
concentración: al N. de Torre del Español, tras la 35
división. Medios y sector de paso: los de la 35 división.
Al flanco izquierdo, el V Cuerpo. 11
división. Región de partida: al S. de Ginestar. Medios de
paso: 90 barcas, 1 puente para infantería, 1 puente de madera con
capacidad para 3 toneladas y 1 de hierro especial para 12 toneladas.
Lugar de paso: "Illetas". Misión: forzar el río, ocupar
Miravet, Pinell, salir a la línea vértice Caballs, Sierra
Pandols. Posteriormente desarrollar la acción en
dirección Bot. 10 brigada. Región de partida: al E. de
Benifallet. Medios de paso: 40 barcas y 1 puente para
infantería. Lugar de paso: Benifallet, frente al río
Canaletas. Misión: cubrir el dispositivo del Ejército,
asegurando su flanco izquierdo. 46
división (menos la 10 brigada). En segundo escalón, tras
la 11 división. Medios y sector de paso: los de la 11
división. 14
brigada (45 división). Región de partida: al N. de
Amposta. Medios de paso: 38 barcas y 1.puente para infantería.
Misión: impedir al enemigo localizar el sector donde el
Ejército asestaba el golpe principal. La concentración de
las fuerzas las cubría: en la zona del XV Cuerpo, la 42
división, menos la 226 brigada; en la zona del V Cuerpo, la 45
división, menos la 14 brigada, y un batallón de
infantería de marina. Llenos
de optimismo, cada uno conociendo su misión, los combatientes de
todas las armas, los equipos del batallón de marinos al pie de
las barcas y los ingenieros con .el material de puentes, esperaban la
hora "H" (ya conocida), las 0,15 del 25 de julio de 1938, para acometer
la maniobra de la que ya en sus comienzos, como luego en todo su
desarrollo, serian ellos una pieza maestra. CAPITULO XII Hacia el paso El
18 de julio, en presencia del general Rojo, reuní a los mandos
de las unidades subordinadas hasta el escalón división, a
los comandantes de brigadas que cumplían misiones de
interés capital para todo el Ejército y a los jefes de
armas y servicios de éste, y di la orden general para la
operación. Repetí ante todos lo que había sido una
constante en todos los entrenamientos: el jefe de cada unidad
debía pasar el do con la primera de sus subordinadas, es decir,
el jefe de compañía con la sección de cabeza, el
jefe de batallón con la compañía de vanguardia, el
jefe de brigada con su primer batallón y el jefe de
división con su primera brigada. De esta forma siempre quedaba
asegurada la dirección de la operación en la orilla
opuesta. No me extenderé sobre dicha orden. Sólo diré algo indispensable. El
Ejército del Ebro tenía la misión de constituir
una cabeza de puente en la zona de Gandesa y, en caso favorable,
proseguir sus acciones en dirección O. y SO. Si esto no era
posible por la rapidez de la reacción del enemigo, ya que el
forzamiento del do significaba una amenaza para su retaguardia,
obligarle a retener sus reservas durante un mes, como mínimo,
ante nuestras posiciones en la margen derecha del río. En ese
plazo de tiempo, nuestras fuerzas de la zona Centro-Sur y del frente de
Levante debían organizar una operación en
dirección Catí. La
operación del Ebro tenía que desarrollarse en el espacio
comprendido entre Mequinenza y Amposta. La dirección principal
de ataque estaba en el centro de ambos puntos, en el tramo del
río Ebro limitado al N. por el río Matarraña y al
S. por el Canaletas. Completaban la maniobra otras dos direcciones en
los flancos: una en el derecho, entre Mequinenza y Fayón, a
cargo de la 226 brigada, y otra, en el izquierdo, a un kilométro
al N. de Amposta. En
esa zona montañosa, que arranca de las estribaciones del Sistema
Ibérico y de la prolongación del Maestrazgo, en
dirección NE. se encuentran las Sierras de Pandols, Caballs,
Lavall de la Torre y del Águila. Más adentro, al O. de la
última, se alza la Sierra de la Fatarella. El
terreno inmediato al Ebro, entre el Matarraña y el Canaletas,
donde íbamos a asestar el golpe principal, se
compartimentaba así: El
sector Norte, desde Fayón hasta Flix (unos 20 kms.), que
abarcaba la Sierra de la Fatarella, muy accidentado, con alturas
superiores a 400 m., pendientes pronunciadas cubiertas de olivares,
avellanos y almendros que, formando pequeñas terrazas, llegaban
hasta el río. La comunicación fundamental era un camino
asfaltado, paralelo e inmediato al río, que unía a Flix
con Ascó. También había un camino de
montaña utilizable que cruzaba la Sierra de la Fatarella. Los
restantes eran estrechos y accesibles solamente para infantería
y transporte a lomo. Aquí el río tenía una anchura
de 150 m., con orillas altas y escarpadas. Los lugares más
cómodos para su forzamiento estaban en el sector Ribarroja-Flix,
donde las orillas eran de pendientes suaves. El
sector Central, de Flix a Miravet (30 km.), fuertemente accidentado y
cruzado por la Sierra del Águila, arrumbaba de SO a NE,
compartimentando el terreno entre Mora de Ebro y Aseó. Las
alturas de este contrafuerte eran el vértice Águila en la
parte N (497 m.) y el vértice Picoza al S. (496 m). La
comunicación fundamental era la carretera que,
prolongación de la de Flix-Ascó, pasaba al O. de la
Sierra del Águila y en Venta de Camposines se unía a la
carretera general que atraviesa Mora de Ebro - Gandesa, aptas para toda
clase de transporte. Ambas, en los flancos del sector Central. Las
orillas del río en la región de Ascó y al S. de
Mora de Ebro eran de pendientes suaves, cubiertas de olivos y frutales.
La anchura del río no pasaba de 100-120 metros. El
Sector Sur, de Miravet a Benifallet (10 km.), se caracterizaba por la
existencia en ambas orillas de alturas de 300 m. y más, que en
la occidental se van elevando hasta unirse a las crestas de Pandols,
que constituyen un fuerte baluarte en los accesos a Gandesa. Las
orillas del río, altas y escarpadas, sólo
permitían el forzamiento en el sector de Ginestar. La anchura de
la corriente, igual que en el sector Central. Del
examen del terreno inmediato al río, como del despliegue del
enemigo - que expondré más adelante-, resaltaba como el
más conveniente para el forzamiento del sector Central en su
parte norte, al S. de Ascó. Y esa fue mi decisión,
compartida por mi Estado Mayor. Esa era también la del Estado
Mayor Central. El curso de los acontecimientos justificó dicha
elección. El despliegue enemigo en la otra orilla era el siguiente: Las
unidades encargadas de la defensa en el sector de la maniobra del Ebro
eran las divisiones 50 y 150. A su retaguardia, unidades de la 13
división estaban dislocadas a ambos lados de la carretera de
Alcolea del Pinar a Tarragona, en el tramo Venta de Camposines-Gandesa.
Más al N., las divisiones 40 y 54 ocupaban la defensa ante el
XII Cuerpo del Ejército del Ebro y las unidades vecinas del
Ejército del Este. La
defensa enemiga, discontinua, se apoyaba en la orilla del río y
consistía en una serie de centros de resistencia y puntos de
apoyo intermedios. Los primeros, organizados en los pueblos
ribereños y las cotas dominantes más sobresalientes,
constituían el armazón de su defensa. Los lugares
poblados de la vega: Mequinenza, Fayón, Ribarroja, Flix,
Ascó, Mora de Ebro, Miravet y el Castillo de Miravet estaban
ocupados por fuertes guarniciones con gran cantidad de armas
automáticas. El sistema de alambradas no era continuo. Sin
embargo, Flix, Ascó, Mora de Ebro, Miravet y el Castillo de
Miravet estaban organizados para la defensa circular, con alambradas de
2-3 filas de estacones; eran también las partes más
fortificadas y de mayor guarnición enemiga. Los
intervalos existentes entre los centros de resistencia, el enemigo los
cubría durante el día con los fuegos de las armas
automáticas y por la noche con patrullas móviles que los
ojeaban y recorrían bajando hasta la orilla. A
la largo de ésta, el enemigo había reforzado su defensa
con obstáculos ciegos o sorpresa, que consistían en unos
"cangrejos" (pelotas de hierro rematadas por tres o más pinchos
en triángulo) lanzados al tresbolillo a una profundidad de media
pierna en las posibles playas y puntos más favorables para el
cruce del río. "Hemos pasado el Ebro" El
paso del Ebro se inició con los primeros parpadeos del
día 25 de julio de 1938. Los escalones de sorpresa, seguidos de
las vanguardias de las unidades pertenecientes a la brigada 226, las
divisiones 3, 35 y 11 y las brigadas 10 y 14, comenzaron la
acción forzando el río en lanchas por doce puntos
distintos. El paso se hizo así: - La 226 brigada, al mando de Antonio Ortiz, con José Carmona de comisario. Tres
batallones pasaron espléndidamente el río en barcas y a
las 3.00 horas estaban todos en la orilla derecha sin una sola baja.
Dos de ellos penetraron audazmente por la vaguada que quebraba el
macizo montañoso en su punto de paso hacia sus objetivos, los
altos de los Auta, que ocuparon, cortando las comunicaciones
Fayón-Mequinenza. El tercer batallón hizo al amanecer un
simulacro de ataque frontal a las posiciones enemigas, lo que
aprovecharon unas compañías para caer sobre el enemigo
por la retaguardia. Al verlos venir éste creyó que eran
refuerzos suyos y profirió gritos de alegría, saliendo de
su error al ser hechos prisioneros. La
brigada 226 hizo cientos de prisioneros y cogió muchos trofeos,
el más sobresaliente de los cuales fue un grupo de
artillería de 155 mm. a tracción mecánica. -La
3 división, al mando de Cabezo (días después fue
relevado por Domingo García), con Carlos García de
comisario y Manuel Alberdi de jefe de E.M. En
el punto de paso de la curva al NE de Ribarroja pasó la 31
brigada, que mandaba Dositeo Sánchez, con Mariano García
de comisario. Tres kilómetros al O. de Flix lo hizo la 33
brigada, que mandaba Fidel Ruiz y cuyo comisario era Ángel
Jimeno. A
las 9,30 había pasado la 31 brigada. La aviación enemiga
efectuó ocho asaltos, bombardeando y ametrallando los puntos de
paso, lo que retrasó el de las restantes fuerzas de las brigadas
33 y 60. Esta última la mandaba José García
Acebedo y el comisario era Lacunza. Parte de las brigadas 33 y 60
hicieron el paso en barcas. La
3ª división, apoyada por la artillería desde la
orilla izquierda, conquistó Flix y Ribarroja, situándose
sobre la Fatarella y dominando la Sierra del mismo nombre. En el
último poblado, el comisario de la 3ª, obrero
metalúrgico de Madrid, entró el primero en coche y en la
plaza del pueblo gritó: "Visca Catalunya lliure", "Abaix el
feixisme". En el pueblo sólo había mujeres vestidas de
luto. Eran las madres y viudas de los 17 asesinados - entre ellos el
Alcalde y el presidente de la JSU - cuando se negaron a someterse a los
facinerosos acaudillados por Martí, de Mora, vulgares asesinos
que cometieron aquel crimen en nombre de la CNT -FAI. -
La 35 división, que mandaba Pedro Mateo Merino, con José
Mana Sastre de comisario y Julián Honriquez Caubin de jefe de
E.M. Por el primer sector de paso, 2-3 km. al N. de Aseó,
atravesaron el no las brigadas 13 y 15. La 11 brigada 10 hizo con
retraso por el segundo sector, 2-3 km. al SE de Ascó. Iba
en vanguardia la 13, que mandaba Mikhail Kjarchenco, soviético,
(a partir del 30 de agosto la mandaría Boleslaw Molojec, polaco)
y tenia de comisario a Lorenzo Varela y de jefe de E.M. a Henryk
Turunczyk, comunista polaco. Protegiéndose de Ascó con
fuerzas de cobertura, la brigada desarrolló su acción en
dirección al cruce de comunicaciones de la Venta de Camposines,
donde a las 7,00 horas sorprendió en su puesto de mando e hizo
prisionero a un teniente coronel, jefe de un sector de la defensa y a
su Estado Mayor. Se apoderó de un grupo de artillería. La
11 brigada, que mandaba el antifascista húngaro Otto Flatter
(Ferenc Múnnich), cuyo comisario era Ernst Blank, atacó
Aseó, donde el enemigo ocupaba los puntos dominantes de las
alturas, 10 que exigió una serie de enérgicos ataques de
la 11 para tomado ya pasado el mediodía. La
15 brigada, que mandaba Valledor, con John Gates de comisario,
colaboró con dos de sus batallones en la conquista de
Aseó por la U y prosiguió su avance en dirección
Gandesa. Pasado
el mediodía, la 35 división habla salido a Camposines,
punto neurálgico de aquella zona, en el centro del territorio
donde se desarrollaba la operación y que seguiria
siéndolo en el periodo defensivo, y hasta el fin de la batalla,
como eje de nuestro movimiento durante el repliegue. Al
final de la jornada, las unidades de la 35 división
habían profundizado 25 km. en su avance, conquistando Corbera y
estaban sobre Gandesa, que no pudieron tomar por falta de apoyo de
artillería y tanques. Era la unidad que tenia aquella
misión. Su avance facilitó extraordinariamente el de la
11 división. La 35 hizo al enemigo centenares de prisioneros y cogió como
trofeo un grupo de artillería de 75 mm a tracción
mecánica, dos depósitos de intendencia en Venta de
Camposines y Corbera y un parque de pontones pesados de
fabricación extranjera. -
La 11 división, al mando de Joaquín Rodríguez, con
Ángel Barcia de comisario y Fernando Pozo Oliver de jefe de E.M.
Las
unidades de la 11, llevando en vanguardia el batallón
divisionario que mandaba Sastre, campesino de Navacerrada y fundador
del Thäelmann, caído en los últimos días de
la lucha en Cataluña, en las cercanías del castillo de
Figueras, forzaron el río entre Benifallet y Miravet. Fue
aquí donde el enemigo descubrió primero el paso, abriendo
fuego de artillería desde sus emplazamientos en Pinell de Bray. Tras
el batallón especial, en vanguardia de la 11 división
forzó el paso la 100 brigada, que mandaba Santiago Aguado, de la
que era comisario Andrés Ramírez y jefe de E.M. Gargallo.
La 100 brigada, que a las 3.00 horas estaba entera en la otra orilla,
avanzó sobre Pinet, cubriéndose de Miravet. En los
accesos de la localidad venció a un Tabor de Ifni y la
ocupó. La resistencia enemiga en este sector, ayudada por lo
abrupto del terreno, fue más consistente y sostenida. Se
conquistó Miravet y el Castillo de Miravet. La guarnición
de este último se entregó a los combatientes del
batallón de la 11 que mandaba "Corbata", el más popular
de los jefes de batallón de la división. Y el más
veterano. Los episodios de combate fueron múltiples. Un par de ellos como ejemplo. Unas ametralladoras batían el camino. El sargento
Criado, a la cabeza de su pelotón, puso fuera de combate a sus
sirvientes y se apoderó de las máquinas. Cuando las
fuerzas de la 100 brigada llegaron al km. de la carretera a Pinell,
cogieron un camión con 17 ametralladoras del batallón
n° 50 y por unos minutos escapó la artillería enemiga
a la que vieron salir de Pinen hacia Gandesa. Al final de la jornada las unidades de la 11 división habían alcanzado los objetivos fijados, liberando Miravet,
Benisanet, Pinell de Bray y subiendo a Sierra Pandols, que ganaron al
enemigo. Hicieron centenares de prisioneros y cogieron abundantes
trofeos. -
La 10 brigada, que mandaba Justino Frutos, de la que era comisario
Modesto Castrillo y jefe de Estado Mayor Daniel González,
llevaba en vanguardia el batallón mandado por Facundo
López, quien después de finalizar la guerra de
España emigró a la Unión Soviética,
luchó como guerrillero en la retaguardia nazi en todos los
teatros de batalla de Europa y cayó heroicamente el día
de la victoria, en la frontera de Eslovenia con Austria. (Junto con
él cayó también como un héroe
Américo Brizuela, a la misma hora y frente a los mismos
enemigos, salvando ambos con su sacrificio a la unidad que mandaban). A
las 0,15 horas empezó a forzar el río en barcas,
terminando el paso a las 4,15. Hacia las 10 había cubierto todos
los objetivos fijados, saliendo a la línea del río
Canaletas, en su vertiente N., cortando las comunicaciones de
Pinet-Tortosa y protegiendo de la dirección S. el flanco
izquierdo del V Cuerpo y del Ejército. El
paso de la 10 brigada fue realizado magistralmente por sorpresa. Cuando
desde la otra orilla unos oficiales fascistas estaban profiriendo
insultos contra nuestros combatientes, un pelotón de marinos
agregados a la brigada silenció las escuchas enemigas, mientras
otros combatientes - que tenían tal misión - hicieron
enmudecer a los insultadores cogiéndo1es desprevenidos. Entre
los trofeos conquistados había un tren con vituallas y equipos. -
La 14 brigada, al mando de Marcel Segnier, de la que era comisario Rol
Tanguy, comenzó a las 0,15 horas el paso del río, a 500
metros al N. de Amposta. Únicamente el batallón Comuna de
París, cuyo jefe era el comandante Cazala y el comisario,
Francisco Parra, realizó el paso con éxito, sin que las
otras unidades de la 14 lograran cruzar el río. El hecho de que
se batiera solo y en terreno llano contra un enemigo sobre el que se
había logrado la sorpresa muy parcialmente, unido a los
contraataques enemigos protegidos con fuerte artillería, que
dieron lugar a heroicos episodios de lucha y de resistencia en los que
se llegó al cuerpo a cuerpo, me inclinó a ordenar el
repliegue del batallón a sus bases de partida. Su jefe
cayó heroicamente. Y el comisario, cumpliendo el lema de "el
primero en avanzar y el último en retroceder", cayó en el
punto de paso organizando la retirada del batallón. Así,
en las primeras luces del día 25 pude comunicar al ministro de
Defensa y al Estado Mayor Central, confirmando el triunfo de la
maniobra de paso: "Han
pasado todos los que tenían que pasar. Los que fueron detenidos,
lo han hecho por la zona inmediata. Se ha Ocupado, combatiendo, Miravet
y el Castillo. Las vanguardias están en sus primeros objetivos.
Las pasarelas, todas tendidas; los puentes de vanguardia, tendidos dos
y tendiéndose otros dos. Ha comenzado el paso del grueso de las
fuerzas. Se ha reiterado la orden de que no se detengan ante las
resistencias de la orilla y que sigan a sus objetivos lejanos. El
enemigo ofrece una extraordinaria resistencia en la demostración
del flanco izquierdo. En la derecha está cortada la carretera de
Mequinenza a Fayón y se ha tomado artillería. No hay
bajas acusadas". Al
finalizar la jornada del 25, las fuerzas del Ejército del Ebro
habían derrotado a la 50 división enemiga, parte de la
150 y una brigada de la 13 división, conquistando el territorio
al E. del km. 161 del ferrocarril Tarragona-Caspe, la divisoria de
Sierra de la Fatarella, Fatarella, Corbera, Sierra Pandols y vertientes
N. del Canaletas, cubriendo todos los objetivos de la primera fase y
parte de los de la segunda. Las guarniciones enemigas de Mora de Ebro,
García y Benifallet tenían cortados los caminos de
repliegue y aquella zona cala por envolvimiento. La aviación
enemiga empezó a desplegar una gran actividad contra los medios
de paso. Se acusaban ya los primeros síntomas de la
irregularidad en el Ebro. En Gandesa, varias unidades enemigas
ofrecían una gran resistencia. La demostración del flanco
derecho había tenido un éxito completo. La del flanco
izquierdo había cesado. Se habían hecho más de
2.000 prisioneros y capturado varias piezas de artillería y
otros trofeos. A
mi puesto de mando habían venido muy de mañana el general
Rojo; el coronel Cordón, subsecretario del Ejército de
Tierra; el coronel Patricio Azcárate, jefe de Ingenieros del
Ejército Republicano; Gallo (Luigi Longo), comisario inspector
de las brigadas internacionales, y Pietro Nenni. Gallo
y Nenni se fueron a visitar las unidades empeñadas en el
combate, después de conversar un rato conmigo. Los demás
marcharon a sus funciones respectivas. Más tarde volvieron Rojo
y Azcárate. Se había producido ya la primera crecida y
sus resultados eran dañinos. Oí, no recuerdo a quien, la
palabra catástrofe, que le obligué a retirar. Con Botella
Asensi, jefe de ingenieros del Ejército, y Sánchez
Rodríguez, mi jefe de E.M., llegamos, a conclusiones
prácticas: retirar cabrestantes de las minas y otros medios para
la fabricación de compuertas. En aquellos momentos los medios
discontinuos eran los mejores. Alto en Levante La
maniobra del Ebro Sorprendió al enemigo estratégica y
tácticamente. Lo primero, sin duda, por la confianza que
tenía en el obstáculo que representaba la barrera del
río y por el conocimiento de nuestra pobreza técnica. Lo
segundo quedó demostrado en el desconcierto de que dio pruebas
el mando enemigo, desde los jefes de las unidades sorprendidas hasta el
Cuartel General de. Franco. La reacción de éste fue
paralizar totalmente su ofensiva en Levante. Le habíamos quitado
la iniciativa de las manos. Pero
aún no medía toda la magnitud de la acción
emprendida por nosotros. No conocía el alto nivel
político y moral de los combatientes que habían pasado al
ataque. Por
eso creyó que alcanzaría el objetivo de aniquilar a
nuestras fuerzas en la orilla derecha y restablecería la
situación anterior con el envío de las primeras 6-8
divisiones, apoyadas, eso sí, por toda la aviación, para
aislar a las fuerzas que habían pasado el Ebro destruyendo sus
medios de paso, con la misión de desarrollar un contraataque
entre los días 26 y 30. Digamos
que a partir del 26 existía una situación de equilibrio
defuerzas de infantería, superioridad del enemigo
enartillería y un dominio absoluto del aire, sin nada que le
obstaculizase. En efecto, hasta el día 2 de agosto no vino la
aviaci6n republicana a la zona catalana. Sólo 7 aparatos
"Delfines", que mandaba el capitán Luis Allende, se pusieron a
nuestro servicio y actuaron con su heroísmo
característico, en las misiones que les eran propias. Los
enemigos entonces de la aviación nazi-fascista eran: en el
frente, los equipos antiaviacionistas (en el período de
preparación de la operación del Ebro se adiestraron en
todos los batallones tiradores especiales para esa misión, y hay
que decir que la cumplieron bien), y en los pasos del río, la
DECA, que mandaba el comandante Paz, con el fuego de sus
baterías, y las tropas de ingenieros en el aseguramiento de las
comunicaciones entre las dos orillas. La
iniciativa y el ingenio" unidos al rigor técnico, que iba desde
la maniobra de montar y desmontar puentes, hasta encontrar formas
diversas para prevenir los daños que los brulotes lanzados en
las avenidas de agua provocadas por el enemigo podían originar,
son dignos de estudio y también una escuela de heroísmo. Abordamos el día 26 y los posteriores, hasta el 2 de agosto, prosiguiendo la maniobra. Esta muestra en su dinámica el siguiente cuadro: En el sector del XV Cuerpo La
3ª división prosiguió sus ataques en
dirección Villalba-Batea. A la derecha, el 1er Regimiento de
Caballería tenía la misión de asegurar su flanco
derecho y ocupar Pobla de Masaluca. Ante
la 3 división aparecieron unidades de dos divisiones enemigas
frescas: la 74, venida de Extremadura, y la 102, traída de
Levante. Ambas atacaron en dirección E. buscando dominar la
Sierra de la Fatarella para después salir al Ebro. Pero la
firmeza del ataque de nuestra 3a división, que profundizó
algunos kilómetros en su avance sobre Villalba, y los
contraataques de sus reservas sobre las enemigas, les hicieron desistir
de sus propósitos. Ese dinamismo que caracterizaba las acciones
de la 3a división y la iniciativa de sus combatientes, mandos y
comisarios en todos los escalones, la permitieron mantener la
iniciativa en sus manos. Al
proseguir su acción ofensiva en la mañana del 26, la 35
división tenía delante las divisiones 13 y 84, la
última venida de Levante, que habían organizado la
defensa de Gandesa, al N. y al NE. de la población, en
posiciones fuertemente fortificadas y protegidas con alambradas. La 13
brigada siguió sus ataques durante toda la jornada en
dirección S. avanzando ligeramente su flanco derecho. A su
izquierda, la 15 brigada atacó Gandesa. Las acciones de la 35
división fueron frenadas por la actividad de las fuerzas
enemigas cortadas en el sector de Mora de Ebro, ocupada por el
batallón especial del Ejército, al mando de Miguel
Bascuñana, a partir de esa fecha comandante militar de aquella
zona. Alrededor
de tres batallones enemigos salieron al cruce de Camposines, donde
cogieron prisionero al jefe de Operaciones de la 13 brigada que se
encontraba en el segundo escalón del puesto de mando de dicha
unidad y venía a donde estaba situado el puesto de mando de la
división. Pero la 11 brigada salió con unos blindados en
persecución de la columna enemiga y situando un batallón
en el mencionado cruce de Camposines, la cortó el camino de
retirada. Los tres batallones se entregaron con sus mandos. En el sector del V Cuerpo La
división mejoró sus posiciones en Sierra Pandols y
salió al frente Cerro de San Marcos- Sierra Pandols,
estableciendo enlace físico con la 35 división en el Puig
del Aliaga. Su misión era proseguir el avance en
dirección O. para conquistar Bot, cortando las comunicaciones al
S. de Gandesa. Ante ella, aparecieron unidades de la 84 división
enemiga. La
10 brigada tenía la misión de mantener sus posiciones y
asegurar el flanco del V Cuerpo y del Ejército. Ese mismo
día 26 apareció ante la 10 brigada la 152 división
enemiga, que realizó una serie de ataques. El primero lo
lanzó contra el batallón n° 37 que mandaba Facundo
López. Esta era la primera vez que mandaba un batallón.
Sus órdenes fueron terminantes. -
No quiero oír ningún disparo - le había dicho
Justino, jefe de la brigada - hasta que estén a 30 metros. - ¡Cabo Pando! - llamó Facundo. -¡A tus órdenes! - Ningún disparo hasta que estén a 30 metros. Emilio
Álvarez Canosa, comisario del batallón, había
revisado con Facundo los emplazamientos de las máquinas.
¡Pando! -¡Mi comisario! - Tú serás el primero que abrirás el fuego. Asistió
a la escena, contándomela después, el teniente Antonio
Blanco, segundo jefe de la sección de operaciones del
Ejército del Ebro. Caería más tarde heroicamente
en la retaguardia de las tropas nazis, durante la segunda guerra
mundial, al mando de una unidad guerrillera, marchando en cabeza de sus
camaradas, españoles y soviéticos, al asalto de una
unidad de SS que fue aniquilada cuando iba a reforzar sus tropas en el
frente. Una
Bandera del Tercio avanzó sobre el batallón 37 y otra
sobre el 39 y otra y otra detrás. El enemigo disparaba
avanzando, pero no se le contestaba y seguía su avance. En
el momento justo, Pando abrió fuego gritando: ¡Ahora! Hicieron
muchas bajas al enemigo, pero el combate siguió
encarnizadamente. En él cayó herido el comisario del
batallón, Emilio Álvarez Canosa, que se negó a ser
evacuado. Cayó también gravemente herido el jefe del 29
batallón, un héroe de 20 años, desde el primer
día en las unidades de la 46 división. Esta la mandaba en
ese momento Domiciano Leal. En
la demostración del flanco derecho, la 226 brigada,
después de ocupar los Altos de los Auts y cortar las
comunicaciones entre Fayón Fraga y Batea, derrotando a la
18 Bandera del Tercio, al 7° batallón de Valladolid y al 17
de Burgos, estaba combatiendo desde la noche anterior contra la 82
división enemiga y los restos de la 18 Bandera. En el curso de
estos combates se cubrieron de gloria el 1er batallón de
Jaramillo Amaya, del que era comisario José Obrero Rojas, y el
4° batallón de "Dinamita". La
demostración se había convertido en una gran batalla
entre una heroica brigada de la 42 división contra una
división enemiga - la 82 - reforzada con una serie de unidades,
de las que pudieron localizarse el 9° Tabor de Regulares de
Tetuán, el 10° batallón América y el 8° de
Mérida, manteniéndola a raya. La división de Manuel Álvarez, la nueva, estuvo a la altura de sus hermanas. Al
examinar el desarrollo de la maniobra del Ebro en sus dos primeras
jornadas aparecían batidas las fuerzas de las divisiones
enemigas 50 y 150 en toda la zona dé la maniobra, y destruidos
en el combate o cogidos prisioneros 18 batallones o banderas, a saber:
batallones 7 de Valladolid, 17 de Burgos, 16 de Burgos, 16 y 17 de
Mérida, 4 de Gerona, 12 de Bailén, 19 de Zamora, 7 de
Arapiles, 9 de San Quintín, 5 de Flandes, 3 de Vitoria, 5 de
Melilla, 24 de Bailén, la 18 Bandera del Tercio, un Tabor de
Ifni, el 50 Batallón de ametralladoras y el 24 batallón
de ametralladoras de Palencia. Mi
puesto de mando y el Estado Mayor se instalaron en Camposines y al N.
de Mora sobre la carretera de Alcolea del Pinar hacia el cruce. Hablé con Líster y Tagüeña para indicarles que metieran los segundos escalones. El V Cuerpo tenía la 46 división, que se encontraba en la orilla derecha desde el día 25. A
Tagüeña le indiqué que pasara la 16 división
para empleada en misión de reconocimiento con vistas a sus
futuras acciones orientadas hacia el enlace de las divisiones 3 y 35.
Apoyaría a esta última con la misión de reducir la
defensa enemiga de Gandesa. En cuanto a la 42… - Perdona - me interrumpió Tagüeña -, hay una petición de su jefe. -¿Cuál? - Pide pasar con las otras brigadas adonde está su 226. -
Muy bien. Eso era precisamente lo que iba a decirte. Adelante.
Recomiéndale que tenga bien presente la misión
encomendada, que sigue siendo la misma. Dale carta blanca para pasar a
la orilla izquierda. A Manolín se le puede dar con entera
confianza. El
día 27 pasaron a la orilla derecha la 59 brigada, de la que era
jefe Eduardo García y comisario Cañete y la 227 brigada,
al mando de Guerrero. Así, la 42 división al completo
había cruzado el río. El día 29 entraron en combate los segundos escalones de los Cuerpos V y XV. La
16 división, en el flanco derecho, de la 35, que ocupaba
posiciones ante Gandesa, desde Puig del Caballet hasta la cota 449 al
N. de la población. Su misión era cortar las
comunicaciones de Gandesa por el O., la carretera que lleva a
Alcañiz en el cruce de la transversal a Batea, y establecer
enlace con las unidades del V Cuerpo a la altura del km. 4 de la
vía de comunicación Bot-Gandesa. La
46 división, en el flanco izquierdo de la 11 con la
misión de cortar las comunicaciones del Sur de Gandesa, la
carretera a Tortosa, ocupar el vértice Rey y enlazar con la 16. La 42 división, atacar en-dirección Sur con el objetivo de ocupar Fayón. Mi
puesto de mando avanzado se instaló al O. de la carretera que
llevaba a Gandesa, en el morro corrido que había después
de rebasar Corbera, quedando ésta a la izquierda. Desde
allí se veían perfectamente las fuerzas de la 35
división y el sector donde operaba la 16. Los ataques de nuestras unidades en todas las direcciones durante esta jornada no dieron los resultados que buscaban. A
las 5,00 horas del día 30, las unidades de los Cuerpos XV y V
reiteraron su esfuerzo ofensivo, atacando en todo el frente. Las que lo
hicieron en Gandesa, continuaron con la misma misión. Y la 3a
división, sobre Villalba, con el fin de atraer el máximo
de reservas enemigas que llegaban constantemente al sector de Gandesa. Entrada
la mañana, las unidades de la 16 división habían
progresado en su sector de ataque, pero sin conseguir romper la defensa
enemiga. La 35 división profundizó y avanzó un
kilómetro y medio en dirección SO con los batallones 51 y
52, de la 13 brigada, que mandaban respectivamente, Mihaly Szalvai,
húngaro y Fernando de Haro (Señor), y de los que eran
comisarios Jaime Villadroza, del 51, y Eugenius Szyr, polaco, del 52,
los cuales entraron en cuña en el dispositivo enemigo. La 46
división, en el flanco izquierdo del V, ganó posiciones,
avanzando en dirección Chalaneras y alcanzando las
cercanías de Bot. Hacia
las 10 horas el enemigo contraatacó con grandes contingentes de
fuerzas en todo el sector de Gandesa. Uno de sus contraataques 10
realizó sobre las cotas 471 y 463, defendidas por los batallones
57 y 60, de la 15 brigada; el jefe del 57 batallón era Bill
Alxander y el comisario Bob Cooney. Un
primer escalón de dos batallones enemigos, seguidos de otros dos
y apoyados por el fuego de 80 cañones, atacaron resueltamente.
Dejándoles acercarse mucho, los combatientes de la 15 brigada
infligieron un tremendo castigo a las unidades enemigas, las cuales
dejaron el campo sembrado de bajas. Les hicieron prisioneros y
persiguieron con sus fuegos a los que se retiraban, alocados, hasta
más allá de sus posiciones de partida. Rechazado
el contraataque enemigo a la 15 brigada, las unidades de la 11
división emprendieron un nuevo ataque siguiendo el eje
Pinell-Gandesa, avanzando unos cientos de metros y ocupando posiciones
de las que desalojaron al enemigo. Por su parte, unidades de la 35
división, al flanco de la 11, ocuparon la cota 382 al NE. de
Gandesa. Nuestro
avance al E. de Gandesa provocó otra reacción enemiga en
esa dirección. Esta vez fueron 8 batallones los que, apoyados
por cien cañones y varias formaciones aéreas, atacaron la
cota 382, que recuperaron después de una enconada porfía.
Pero el objetivo que perseguían tenía mucho más
vuelo, ya que persistieron en su esfuerzo después de ocupar
dicha posición. Los ataques enemigos fueron rechazados,
haciéndoles fracasar en su intento de profundizar en el
dispositivo de las divisiones 11 y 35. Los
combates para tomar Gandesa prosiguieron en las jornadas siguientes,
hasta el 3 de agosto en que pasamos a la defensiva. Para dar más
cohesión a las fuerzas que atacaban la villa, al final del
día 30 designé un solo mando circunstancial de las
mismas, encargando a Merino, jefe de la 35 división, del sector
Centro que se formó con ellas. La misión y los objetivos de las unidades que lo integraban eran, en esencia, los mismos que anteriormente: La
16 división seguiría atacando en dirección S. para
conquistar, sucesivamente, las cotas 470, 463 y 469, Cruz de la Saboga
y Cendrozas, cortando las comunicaciones al O. de Gandesa. La 35
división proseguiría sus ataques a la villa para envolver
sus defensas e irrumpir en ella por el NO. Las dos brigadas de la 46
división mantendrían sus posiciones en las
cercanías de Bot y atacarían en dirección La
Molleta, el Ginebral y la cota 358, enlazando en Cendrozas con las
unidades de la 16 división. Ni el XV Cuerpo conquistó Gandesa, ni el V Cuerpo tomó Bot, aunque nuestras unidades alcanzaron sus puertas. Suspendimos
la maniobra ofensiva y pasamos a la defensiva el día 3, porque
el enemigo era ya superior a nosotros. En este período de la
batalla, nuestras divisiones 42, 3, 16, 35, 11 y 46 tenían ante
si las enemigas 82, 102, 74, 13, 84, 4ª Navarra y 152, más
las 150 y 40 del Cuerpo "marroquí" , La
maniobra de forzamiento del río Ebro, en un frente de 80 km. de
su recorrido; con dos agrupaciones de fuerzas separadas en sus puntos
de partida por unos 40 kilómetros y con la misión de
unirse a 25 y 20 kilómetros de penetración en la
retaguardia enemiga, fue un éxito total. Se
realizó por sorpresa en la primera jornada, sin
preparación artillera y sin apoyo ni protección de la
aviación, con escasísimos medios de paso y, por
añadidura, las dificultades suplementarias creadas por la
avenida que provocó el enemigo al tener en sus manos el
régimen de aguas y la velocidad de la corriente, ya que todos
los afluentes de gran o pequeño caudal, aguas arriba de
Mequinenza, estaban en su poder. Se
hicieron al enemigo 7.000 prisioneros y varias decenas de miles de
muertos y heridos. Y se conquistó todo el territorio comprendido
en el meandro del Ebro desde el Matarraña al Canaletas. Dentro
de él estaba el sistema montañoso de las sierras Pandols,
Caballs, Lavall de la Torre, Picaza y La Fatarella, posiciones todas de
gran valor operativo y táctico por dominar el terreno
circundante. CAPITULO XIII Paso a la defensiva La
fase defensiva de la batalla del Ebro abarcó desde el3 de agosto
hasta el 16 de noviembre, realizándose la maniobra de repliegue
en los 16 últimos días. El
objetivo estratégico de la operación, consistente en
detener la ofensiva enemiga sobre Valencia y su región,
había sido alcanzando. Y nuestra insistencia ofensiva mientras
se dieron condiciones, por mínimas que fueran para ello, estaba
orientada a obligar al enemigo a que combatiera en el Ebro no
sólo para detener el ataque republicano, sino para
empeñarse a fondo, trayendo a este teatro de operaciones la masa
de sus fuerzas de maniobra, una parte muy importante de las cuales
estaba ya en él. La
defensiva perseguía mantener al enemigo ante la línea
conquistada el máximo de tiempo posible ("Un mes de tiempo",
había pedido Matallana; "un mes de tiempo", quería
Menéndez) para que en la zona Centro- Sur se realizaran los
planes del gobierno, elaborados por el Estado Mayor Central y aprobados
por el Consejo Superior de Guerra, planes que, en esencia,
consistían en operaciones ofensivas de envergadura que
debían jugar con respecto a la zona catalana el mismo papel que
desempeñaba la ofensiva del Ebro en relación con la zona
Centro- Sur. De
lo dicho resalta la misión y los objetivos del Ejército
del Ebro. Al finalizar lo jornada del 2 de agosto ordené el paso
a la defensiva y la reorganización del dispositivo del
Ejército para esta fase de la batalla. El
XV Cuerpo de Ejército, con las divisiones 3 y 16, más la
60, que se incorporaría el día 5, reforzado con dos
compañías de tanques y otras cuatro de blindados,
tenía la misión de defender la parte septentrional de la
cabeza de puente. Su limite Sur estaba determinado por las cotas 442
(al E. del km. 4.800 de la carretera Gandesa-Villalba), 381 (al N. de
la anterior), 402, 368, 356, 378 y 350. El cruce de Camposines y la
carretera de Venta de Camposines a Mora de Ebro quedaban para el V
Cuerpo. Al
S. del XV Cuerpo, el V, con las divisiones 11, 46 y 35 (esta
última provisionalmente, hasta su relevo el día 7 por la
27 división), reforzado con dos compañías de
tanques y un batallón de blindados, defendería la parte
meridional de la cabeza de puente. La
35 división, una vez relevada por la 27, pasaría a ser
reserva efectiva del Ejército, quedando a disposición
mía e instalándose en la zona del cruce de Camposines. Las
disposiciones del Ejército para la defensa consistían en
organizar una primera línea sobre la base de la ocupada por las
unidades, y una segunda determinada por los puntos siguientes (de
derecha a izquierda): Km. 174 del ferrocarril - cota 336 -Camino de las
Sogas - cota 360 - ermita de San Francisco - cotas 522, 488, 457 y 335
(al SO de Corbera) - Racó del Abadejo (Sierra Pandols). En
cuanto a la preparación defensiva en profundidad, dispuse la
organización de dos cabezas de puente más reducidas: una
en el sector del XV Cuerpo, constituida sobre la Sierra de la
Fatarella, que comprendía los pueblos de Ribarroja, Flix y
Ascó; la otra en el sector del V Cuerpo, que abarcaba los
pueblos de Mora de Ebro, Benisabet y Míravet, apoyándose
en el espolón montañoso, que de NE a SO cruza el sector
de la Picoza. La
defensa de la plaza de armas en la orilla derecha descansaba en centros
de resistencia, puntos de apoyo y elementos de resistencia basados en
un sistema en profundidad, huyendo de la concepción lineal. Para
acelerar la preparación defensiva del terreno, se dedicaron a
los trabajos de fortificación, además de las tropas de
ingenieros, las propias reservas de las unidades. Sobre
la preparación defensiva de la plaza de armas estaban al
corriente todos los mandos, hasta jefes de batallón. En las
previsiones defensivas se hacía hincapié en que "cada
cual, en cada caso, debe saber lo qué hay que hacer, a
dónde tiene que ir y en qué forma debe actuar". Una
cuestión de gran importancia para la defensa de la plaza de
armas era la referente al aseguramiento del paso del río y el
propio paso. En relación con ello, el Ejército dio ya en
las primeras jornadas las siguientes directivas: "Por
si un posible ataque enemigo se conjugase con una provocada crecida del
caudal del río Ebro, que pueda destruir los puentes, hay que
tener prevista la utilización exclusiva de compuertas y barcas
(cuyas amarras estará siempre reforzadas). En
cada zona de paso existirá permanentemente un oficial de Estado
Mayor para organizar el paso, la circulación y los trabajos. El
paso del personal, ganado y material se hará utilizando todos
los medios; pero es conveniente utilizar las compuertas, si existen,
para que el personal se dé cuenta de que no son indispensables
los puentes. Y
para ello, montar con la máxima urgencia el mayor número
de compuertas que consientan las disponibilidades de material. La
comandancia general de ingenieros del Ejército y las principales
de los Cuerpos V y XV organizarán zonas de paso simuladas para
atraer la acción de los bombardeos. En todas las zonas de vado se tenderán cuerdas que puedan facilitar el paso." El
día 5, después de que la 27 división había
enlazado ya con el V Cuerpo, y hecho, en parte, los reconocimientos, se
presentaron en mi puesto de mando el jefe de la misma, Marcelino
Usatorre, y los de las tres brigadas que la componían:
Ramón Soliva, Celestino Uriarte y "Asturias". De
los cuatro, sólo conocía de los días de abril, al
jefe de la 124 brigada, Ramón Soliva, cuando su unidad se
cubrió de gloria, junto con las brigadas 68 y 72, cerrando el
paso a Tortosa al Cuerpo italiano en la línea Cherta-Paul
Alfara. Celestino
Uriarte, jefe de la 123 brigada, era un combatiente del Norte. Un
episodio de los primeros días de la guerra puede dar una idea de
su temple: en el asalto al Hotel María Cristina de San
Sebastián irrumpió en él entre los primeros; hecho
prisionero por los fascistas y colocado como saco terrero con otros
atacantes, fue uno de los poquísimos supervivientes. A
"Asturias", jefe de la 122 brigada, le conocí entonces. Sobre
él bastará decir que en el curso de la batalla del Ebro
honró y dejó muy alto el nombre que nos dejó. En
cuanto a Usatorre, era un jefe digno de sus camaradas. Me sentí
satisfecho. El Ejército contaba con otros cuatro jefes
sobresalientes. Comunistas los cuatro. En la noche del 6 al 7, la 27
división relevó a la 35. Después la
veríamos en el combate a la altura siempre de su fama bien
conquistada. Lección de heroísmo en los Altos de los Auts A
primeros de agosto -según el calendario republicano
comenzó la contraofensiva enemiga. En el calendario del Cuartel
General de Franco, ésta empezó el 27 de julio, cuando
nuestra 3ª división rechazó los ataques de las
divisiones enemigas 74 y 102; la brigada 226 de la 42 división,
los del grupo de unidades de las reservas del Cuerpo "Marroquí",
y la 10 brigada, los de la 52 división enemiga en nuestro flanco
izquierdo. Por aquellos días nosotros hicimos el último
esfuerzo ofensivo sobre Gandesa, al que respondió la 84
división enemiga, atacando en dirección E. contra la 11
división y el flanco de la 35, con el objetivo de conquistar
Pandols y Puig de la Aliaga. La
realidad es que hasta el 3 de agosto, día en que di la orden de
pasar a la defensiva, éramos nosotros los que teníamos la
iniciativa, los que atacábamos. Esta fase de la batalla se
caracterizó por una lucha continua en todo el frente de la
cabeza de puente, lucha que sólo se interrumpió
momentáneamente por el agotamiento de las fuerzas enemigas para
ser relevadas. En
este período, el enemigo empleó, formalmente, once
divisiones, a saber: la y 4a navarras; 13, 50, 53, 74, 82, 84, 102, 150
y 152. De ellas, las 4, 13, 82 y 84 estaban reforzadas con agrupaciones
de Banderas del Tercio en número de cinco, como promedio, y
algunos batallones de ametralladoras. Por eso, si decimos que a las
once mencionadas hay que sumar cuatro más, no incurriremos en
exageración, resultando, de hecho, quince divisiones. De ellas,
como veremos enseguida, diez de los Cuerpos "Marroquí" y del
"Maestrazgo" que, por la estrecha dimensión del teatro de
batalla, absorbieron el 50% de las unidades del Cuerpo navarro. El
enemigo concentró, además, todas sus reservas de
artillería, la masa artillera y las fuerzas motorizadas del
Cuerpo italiano y toda la aviación, "absolutamente toda", como
dice enfáticamente Manuel Aznar en su "Historia de la Guerra". Veinticuatro
batallones, por lo menos, apoyados por 98 cañones, 15 tanques y
la masa de la aviación enemiga, abrieron esta fase de la batalla
el día 3, lanzando el primer contraataque sobre los Altos de los
Auts, contra ocho batallones de las brigadas 226 y 227 de la 42
división republicana, que llevaban combatiendo desde el
susodicho día 25, apoyados solamente por el grupo de
artillería conquistado el día 25 de julio al enemigo y un
par de baterías (6 cañones, porque todas las
baterías del Ejército Popular eran de 3 piezas por falta
de material). El
ataque enemigo de distinguió por la extraordinaria violencia del
fuego artillero y la frecuencia e intensidad de los bombardeos
aéreos. Su artillería actuaba de día y de noche,
mientras que la aviación de bombardeo lo hacia
relevándose en el aire y la de caza ametrallaba en vuelo
rasante; hasta que nuestros infantes cazadores de aviones derribaron
cinco aparatos enemigos. Al
final de la jornada del 7, las dos brigadas de la 42 división
pasaron a la orilla izquierda del río, salvando todo el
material, incluido el mencionado grupo de artillería conquistado
al enemigo. La retirada pudo llevarse a cabo en mejores condiciones por
el sacrificio de dos heroicos soldados que se lanzaron contra los
tanques cuando éstos rompían la defensa, haciendo saltar
a dos y cayendo ellos en la empresa. Pero
obligando a retroceder a los que venían detrás.
Desgraciadamente, sus nombres no pudieron ser identificados
después. El día 8, pagando un alto precio, el enemigo
consiguió su objetivo de desalojar a nuestras fuerzas de la
orilla derecha en aquel sector. Nuestra valiente 42 división
cumplió brillantemente la misi6n asignada: desorientar al
enemigo sobre la verdadera dirección del ataque del
Ejército del Ebro, manteniéndose en la orilla derecha
durante 13 días y noches. “Sierra Pandols va siendo..." El
segundo contraataque operativo - esta vez directo, persiguiendo la
ruptura de la cabeza de puente - lo hizo el enemigo en el frente del V
Cuerpo. Lo realizaron las divisiones la y 4ª navarras, un grupo de
Banderas del Tercio y la 84 división, con el apoyo de 200
cañones y la masa de la aviación enemiga. Cubrían
este sector del frente las brigadas 9, de la 11 división, y 37 y
101, de la 46. El
ataque empezó el día 10 desde el frente del Canaletas
hasta la vía de comunicación Gandesa-Pinell por Sierra
Pandols. Pasados los primeros momentos, la lucha se concentró
sobre Pandols. Los combates duraron allí desde el 10 hasta el 20
de agosto, recayendo primero el peso sobre la 9ª brigada y luego
sobre la 11 división entera hasta el día 16. Desde
está última fecha hasta el 20 afrontó el choque la
35 división. El
mismo día 10 cayó el jefe de la 9a brigada, Matías
Yagüe, natural de la Granja, otro fundador del batallón
Thäelmann en el Puerto de Navacerrada. El historial de combatiente
de este magnífico camarada fue el de su batallón, desde
los primeros días de la sublevación hasta ese
fatídico 10 de agosto. Su comisario, Cuevas, también de
Navacerrada y del Thäelmann, resultó herido el mismo
día, pero se negó a ser evacuado. De
los 40 batallones enemigos que participaron en este contraataque,
alrededor de 20 lo hicieron en Sierra Pandols. Cada ataque era
precedido .por una preparación artillera de dos a tres horas de
duración. En apoyo de nuestra 9a brigada entraron en combate la
1ª y la 100. Por
la naturaleza del terreno, en el que ni trincheras se podían
cavar, así como por los vericuetos de la montaña, la
lucha cobró un carácter verdaderamente extraño. Si
un combatiente nuestro daba un paso a un lado, estaba ya en territorio
enemigo; o a la inversa. Y lo mismo ocurría con las escuadras,
los pelotones y las compañías. Se dio un caso en el que
un batallón entero de la 9ª brigada se vio cercado, y
momentos después era él el que cercaba al enemigo que la
acosaba. Por el número de fuerzas y los medios de fuego, el
enemigo debiera haber salido victorioso de este asalto. Pero n6
sucedió así. La
lucha en Pandols fue realmente épica. Los partes de guerra de
aquellas jornadas lanzaron al mundo el nombre de la Sierra y sus cotas
671, 705 y 698, 666 y 641 - sin hablar de otras sin número que
en el curso de la jornada pasaron varias veces de unas manos a otras. En
estos combates, los jefes decisivos en la resolución de los
problemas tácticos fueron los mandos medios, como el
capitán de la compañía de ametralladoras del
tercer batallón de la 100 brigada y el capitán
Bartolomé Castellano, de la 1ª compañía del
mismo batallón, como el cabo de enlace Lombardo, como los
capitanes Manuel Sánchez, del E.M. de la 1ª brigada,
Ezequiel Serrano, del 3er batallón, y Francisco Acevedo del
4ª batallón de la 1ª, entre otros muchos. Gracias a su
alto nivel técnico y político, los cabos y sargentos, los
oficiales de todas las graduaciones solucionaron con acierto los
problemas que se planteaban ante ellos, forjando entre todos el
éxito táctico del conjunto de la gran unidad. Fui
a Pandols para ver a la 11 división en el combate. Visité
con su jefe a nuestros camaradas, felicitándoles con toda mi
alma. Pero la situación no era buena. Habían tenido
pérdidas muy sensibles en el escalón de mando. El
día 12 fue gravemente herido el jefe de la 100 brigada, Santiago
Aguado. Resultó herido también el comisario de la
brigada, Andrés Ramírez. El comandante del 1er
batallón, Basilio Mañero, cayó muerto en el asalto
a la cota 671. El comandante del 2° batallón, Brígido
García, había caído en el paso del río. Sus
combatientes habían reconquistado la cota 609, cogiendo al
enemigo 7 ametralladoras y 15 prisioneros, además de rescatar a
tres soldados nuestros. Recobraron también la cota 666. En la
mañana del día 15 escribía el comisario del
batallón, Hipólito del Olmo: "Ocupamos las cotas 609 y
666. Perdóname si es orgullo, pero al ver atacar con brío
sin igual a este puñado de soldados, agotados y sin poder dormir
varios días, no puedo menos de gritar: ¡Viva la gloriosa
100 brigada! " . Lo
primero que hice cuando llegué a mi puesto de mando en
Camposines, de vuelta de Pandols, fue llamar a Merino para que
preparase inmediatamente su 35 división y relevara al día
siguiente a la 11, haciéndose cargo del sector que ésta
defendía. Lo hizo con el celo que le caracterizó siempre
y, en efecto, en la mañana del 16, la 35 división Se
había hecho cargo del sector de Pandols. En estos combates, la 11 división batió algunas unidades selectas del enemigo. "La 4ª navarra - informaba el grupo guerrillero del XIV Cuerpo-ha sido relevada en Pandols por la 1ª. “Las
bajas de la 4ª navarra son de tal naturaleza, que ha sido llevada
a su retaguardia lejana", - confirmaba otro enlace del grupo
guerrillero, que tenía aquella misión en la noche del
día 16. Manuel
"el Moreno", del cual he hablado antes, pasó las líneas
entonces. Anunció la llegada de Franco, con su séquito,
para el 19 de agosto a Gandesa. Y trajo otras informaciones de gran
valor para la batalla en curso. En
la noche del 16 de agosto propuse a la 11 división para el
más alto galardón del Ejército Popular: el
"Distintivo de Madrid", y al jefe de la 100 brigada, Santiago Aguado,
para la "Laureada de Madrid". A
las brigadas 11, 13 y 15 de la 35 división les pertenece la
gloria de haber batido a la 1ª división navarra y mantenido
durante los combates del 16 al 20 de agosto, una línea que se
fue consolidando en aquellas jornadas, partiendo de las posiciones del
Cerro de San Marcos y la cota Norte 481 del Puig de la Atiaga - km. 2
de la carretera Gandesa a Pinen-, cotas 479, 600, 602, 666, enlazando
por la derecha con la 27 división en la cota 481 y con la 46
división, a su izquierda, en las proximidades de la cota 502. En
la noche del 15 al 16, la 11 división fue relevada por la 35.
Por la situación creada, en realidad se trataba más de un
paso de línea que de un relevo. La entrada al combate de la 35
en el sector de Pandols se efectuó en un momento de crisis del
contraataque enemigo, cuando los primeros escalones de la 1ª
división navarra estaban siendo relevados por los segundos. La
35 división recibió una misión ofensiva para
desorganizar el ataque enemigo en curso, a desarrollar en
dirección de la cota 481 del Puig de la Aliaga -su gemela al
Norte era donde se efectuaba el enlace con la 27 división- y del
promontorio destacado Puig del Caballet. A
las 20 horas del día 16, las unidades de la 35, reforzadas con
una agrupación de artillería de 37 cañones y una
compañía de tanques, empezaron su ataque, al que
apoyó con todos sus medios de fuego el flanco izquierdo de la 27
división. Un
grupo de choque de la 4ª compañía del
batallón 41 de la 11 brigada, conducido por su comisario Pascual
Andrés Quilez y compuesto por los soldados Max Bander,
Plácido Muñoz (caídos ambos), Oscar Cuber, Villa
Eppels, Diógenes Garrido, Pedro Teruel y José
Fernández, que fueron todos heridos y se negaran a ser
evacuados, atacó y tomó por asalto la cota 481 y
avanzó en dirección Gandesa. En
esta cota se sucedieron los ataques enemigos y propios durante las
jornadas del 17, 18 y 19. El día 17, la 35 división
había pasado a la defensiva, después de conseguir el
pequeño avance que la dio el dominio del km. 2 de la carretera
de Gandesa a Pinen y un cierto control de los accesos a las posiciones
de la cota 481 y al Puig del Caballet. Otra división navarra, la 1ª, tuvo que ser relevada por la 3ª. Pero eso no alteró la situación. Este
contraataque enemigo finalizó el día 20. A las 10 horas,
después de una preparación masiva de artillería y
aviación, la infantería enemiga se lanzó al asalto
de las posiciones de la 15 brigada, persistiendo en él
más de dos horas, sin resultado. El
último intento enemigo se produjo en dirección Pandols.
Después de tres horas de preparación artillera y de
aviación sobre las posiciones de la 11 brigada, la
infantería se lanzó al asalto en tres olas sucesivas;
pero las tres fueron barridas por las bombas de mano de nuestros
soldados, arma principal en aquellos combates, con los cuales se puso
fin al asalto de Sierra Pandols, manteniéndose después
nuestras posiciones, sin variación, hasta finales de octubre y
comienzos de noviembre. "Contraataques muy rabiosos" Aún
seguían los combates en Sierra Pandols cuando las divisiones
enemigas 74, 82 y 102, acompañadas por un batallón de
tanques y apoyadas por el fuego de 244 cañones, lanzaron su
tercer contraataque operativo, dirigido personalmente por el general
felón Franco, quien antes de salir para el Ebro había
dicho a su "entourage": "Eso lo liquido yo en veinticuatro horas". El
sector elegido para el ataque lo ocupaba nuestra 135 brigada, en el
frente de la 16 división, y algunas unidades más de
ésta. El objetivo perseguido era romper en dos las fuerzas del
Ejército del Ebro y aniquilamos en la orilla derecha. Las
citadas tres divisiones enemigas fueron concentradas en un frente
estrecho de 3 km. escasos, acodadas y escalonadas en profundidad para
darle más capacidad de penetración, cooperando con ellas
las divisiones 13, 150 y 84 con acciones locales en sus frentes
respectivos, teniendo la doble misión de fijar nuestras fuerzas
y estar preparadas para forzar la situación en cuanto se
consiguiera el éxito esperado del ataque que se desarrollaba en
dirección de los vértices Orta, Gaeta y Cruce de
Camposines. En caso de éxito entrarían también en
acción las fuerzas motorizadas del Cuerpo italiano en
dirección Gandesa-Cruce de Camposines - Mora de Ebro. Como
reserva del Ejército en la orilla derecha del Ebro, yo no
contaba más que con el batallón especial. Al otro lado,
en Falset, tenia a la 43 división, que había venido sin
armas porque la "No Intervención" se las había recogido
al pasar a Francia. Teníamos que armada con los trofeos cogidos
en los días de julio. En
este período, la aviación enemiga desistió de los
bombardeos sobre los puentes, que suspendió casi totalmente,
concentrando su actividad .en batir las posiciones de nuestra
defensa. Los bombarderos enemigos lanzaron toneladas de bombas sobre la
Partida de Fanjuanas, Vilabert y los barrancos que conducían al
vértice Gaeta, extendiendo los más al Sur en la
retaguardia de nuestras tropas. Durante
los tres primeros días de combate, el enemigo ocupó las
posiciones de la 1S5 brigada e intentó profundizar hacia sus
objetivos. En
pleno desarrollo de la ofensiva enemiga, la 16 división fue
abandonada por su jefe, Manuel Mora, que desapareció de su
puesto de mando. Me comunicó la noticia Tagüeña,
jefe del XV Cuerpo, al que estaba subordinada, añadiendo que ya
había tomado las disposiciones oportunas en relación con
el empleo de la 3ª división. Porque al desaparecer el mando
de la 16 división, flaquearon los subordinados inmediatos de
aquél y las unidades combatían como podían,
dirigidas por sus cuadros medios, pero cediendo. Amagaba
una situación difícil. Desde mi puesto de mando
veía el desarrollo de la acción. Otro observatorio del
Ejército, instalado en el Gaeta, me informaba también de
los hechos. La 3ª división estaba preparando un
contraataque. Establecí con el jefe del XV Cuerpo que el
objetivo del mismo sería vértice Gaeta y la cota 552 que
estaba coronando el enemigo. Llamé al comandante Goiri, jefe de
la artillería del Ejército, y le ordené: - Pon todo la que puedas al servicio del contraataque de la 3ª. - Tengo contacto con los míos del XV y ya estamos sincronizando nuestros violines. - ¿Cuántos tienes? - Muy pocos, la cuarta parte está en reparación. - Pero ¿cuántos? - La mitad del total. -Ten
bien presente, para que no haya confusión, que la más
vieja de las niñas de la bruja (se trataba de la 124 brigada)
irá a ver a los de la 3ª en la 488. -
Todo está claro, Modesto. ¡A tus órdenes! En
efecto, la 124 brigada había recibido la misión de
avanzar en dirección N arte j: ocupar las cotas 441 y 488, de
acuerdo con las órdenes que dí a su jefe, Ramón
Soliva, cuando hablamos hacia las tres de la tarde. Mi
búsqueda del jefe de la 16 división dio resultado hacia
las 14.00 horas del día 21. Fue a parar al puesto de mando de la
124 brigada. Cuando Saliva me dio la noticia, pedí que se
pusiera al teléfono. Mora, que para mí era ya ex-jefe de
la 16 división, no sabía qué decir cuando
cogió el auricular. Estaba verdaderamente descentrado.
Repetía de manera obsesiva la cantinela de los tanques enemigos.
Terminó sus lucubraciones con esta frase que recuerdo
perfectamente: "Más de cien tanques han pasado por el camino de
la Fatarella al cruce de Camposines y deben estar ya en el río."
Le destituí en el acto. El
flanco izquierdo del XV Cuerpo y el camino a Camposines quedó
abierto. El jefe del XV metió en el combate sus reservas, con la
misión de restablecer la situación anterior. Sin embargo,
sus posibilidades, por la rapidez de los acontecimientos, no alcanzaban
más que al S. del vértice Gaeta. Hablé con
Tagüeña, al que informé de las disposiciones que
había tomado referente a la misión encomendada a la 124
brigada. Todo
lo que desarreglaron las cuatro brigadas que componían la 16
división, lo recompusieron las brigadas 31 (Dositeo
Sánchez), de la 3ª división, y 124 (Ramón
Soliva), de la 27 división. El contraataque de la 31
aniquiló los núcleos sueltos enemigos que habían
progresado hasta el vértice Gaeta. Afianzándose
sólidamente en él, las unidades de la 3ª
prosiguieron sus ataques a la cota 552, donde intentaba hacerse fuerte
el enemigo. En torno a esta cota se luchó violentamente por
ambas partes, siendo finalmente conquistada por los heroicos
combatientes de la 3ª división. Pero
la unidad que liquidó por completo la ruptura fue la 124
brigada. Esta ocupó sólidamente en el curso de la jornada
sus dos objetivos: las cotas 441 y 488, poniendo fin a la peligrosa
situación anterior. Hacia las 9 de la noche me llamaron al
teléfono desde el puesto de mando de la 124 brigada. Oí
que el jefe de aquélla me decía: - Modesto, las órdenes están cumplidas. -
Muy bien, Soliva. Te concedo la Medalla de la Libertad - fue mi
respuesta, premiando así la excelente actuación que tuvo,
al servicio de todo el Ejército, durante esa jornada del 21 de
agosto. El tercer contraataque operativo enemigo se prolongó
hasta el día 29. En
las jornadas posteriores siguieron los combates en todo el frente
elegido por el enemigo para la ruptura, pero nuestras fuerzas
mantuvieron firmemente todas las posiciones ocupadas. En
el Gaeta, posición táctica da ve en la situación
creada en este sector, se sucedieron los ataques por ambas partes,
llegándose al cuerpo a cuerpo en múltiples ocasiones. En
uno de ellos cayó el capitán Francisco Sánchez
Murillo, que había llevado a su compañía al asalto
y conquistado la posición, en la cual yacía muerto
el capitán de las fuerzas enemigas. Al
igual que la 31, la 33 brigada rechazó todos los ataques del
enemigo, cuyo último intento por lograr sus objetivos se produjo
el día 29. La
aviación de caza enemiga, que hacia el molinillo, ametrallando
nuestras posiciones, desistió a raíz de que el cabo
Modesto Salvador y el soldado Francisco Molina, del 239 batallón
de la 60 brigada, derribaron un Fiat con su ametralladora. Cuando terminó el tercer contraataque operativo enemigo, llevábamos ya un mes en la orilla derecha. Había
empezado a cumplirse el plan de relevo de las unidades. La 43
división pasó a depender del V Cuerpo. En cuanto a la 35,
relevada de Pandols y Caballs, quedó como reserva del
Ejército, ocupando nuevamente sus posiciones anteriores en el
sector Sur de Camposines. En
el sector del XV Cuerpo, la 3a división se hizo cargo del frente
que antes ocupaban las divisiones 16 y 60. Esta última, mandada
por Ferrándiz, con Juan Blázquez de comisario, fue a
relevar en la margen izquierda del río a la 45 división,
que pasó a depender del jefe del XV Cuerpo. En cuanto a la 16,
fue reintegrada al XII Cuerpo. Su 44 división, que mandaba
Ramón. Pastor y de la que era comisario Tomás Expresate,
socialista, relevó en la margen derecha a la brigada de la 42
que ocupaba el sector Fayón - Mequinenza. Esta última se
preparó para pasar el río, a disposición del Jefe
del XV Cuerpo. Así,
pues, cuando terminó el movimiento y el relevo de las unidades,
las fuerzas en presencia en la margen derecha del río a primeros
de septiembre eran: del XV Cuerpo, las divisiones 3 y 45, conservando
la 42 en reserva; del V Cuerpo, las divisiones 27, .43 y 46, teniendo
en reserva la 11. A
finales de agosto recibíamos la visita del ministro de Estado,
Julio Álvarez del Vayo, que venia en nombre del presidente
Negrín, ausente de España para acudir a la Conferencia de
Ginebra, y el general Rojo. Les acompañamos Enrique
Líster, Santiago Álvarez y yo a saludar a los
combatientes de la 11 división. Todos les dirigimos unas
palabras. Yo aproveché la ocasión para anunciarles que
"junto al escudo de la República, la bandera de la 11
ostentará en el futuro el galardón más preciado,
que aún no posee ninguna otra: el "Distintivo de Madrid", que le
concederá el Gobierno a propuesta mía." Por
aquellos días fui ascendido a coronel. . Deseo agregar que en
ese periodo tuvimos también la satisfacción de recibir al
diplomático más completo, capaz y leal a la causa de la
República. Me refiero a D. Pablo Azcárate, embajador de
España en Londres, un republicano de pura cepa. Entre
las visitas que entonces tuvimos los combatientes del Ejército
del Ebro, quiero destacar una de las más gratas, venida de la
vecina y fraterna Francia. Me refiero a Jeannette Thorez-Wermeersch,
dos de cuyos hermanos combatían en la 14 brigada La Marsellesa,
y a Madeleine Braun, alma del Comité de Solidaridad
francés con la causa del pueblo español, a la que ha
seguido fiel hasta nuestros días. Venian acompañadas por
la camarada Dolores e Irene Falcón. Otra
visita que, por último, quiero citar, fue la de mis hermanos de
clase, los representantes de los obreros de Barcelona y Cataluña
entera, que con su iniciativa y abnegación acortaron los plazos
de reparación de los puentes en un 75% y aseguraron durante todo
el tiempo de la batalla los repuestos para reparar los daños que
la aviación fascista nos causaba en los escasos medios .de paso
que poseíamos. Con ello hicieron menos difícil la batalla
y pudieron salvarse muchas y preciosas vidas. Eran unos
auténticos combatientes más del Ebro. Resistir, resistir Entramos
en septiembre. Las dificultades de nuestra defensa iban en aumento por
el desgaste del material que no podía ser repuesto. Al comenzar
la batalla disponíamos de 120 cañones. Con los 19
conquistados al enemigo por las divisiones 42 y 35 llegaron a 140, si
bien muy pronto 15 quedaron completamente inutilizados. A partir de
septiembre un tercio de nuestra artillería estaba en
reparación permanentemente. Si durante los 15 primeros
días los parques de los Cuerpos V y XV podían reparar con
sus propios medios una parte importante de las averías, por ser
éstas de menor importancia, según avanzaba la batalla el
porcentaje de averías sustanciales iba creciendo y tenían
que ser reparadas en el Parque del Ejército. Y esto no era todo.
El parque de proyectiles del calibre 10,5 mm. se había agotado.
Había que ir a municionarse a Barcelona. Eso representaba para
el material del 10,5, 80 proyectiles al día. Mientras
tanto, en la frontera pirenaica estaban bloqueados decenas de
cañones nuevos, comprados a la Unión Soviética, y
ametralladoras. Esa era la "No Intervención"
anglo-franco-norteamericana. Ye n el campo enemigo las corrientes de
material seguían en aumento. Era la intervención
descarada de la Alemania nazi y de la Italia fascista. El desgaste de
ametralladoras y fusiles, sobre todo de las primeras, por los
bombardeos masivos de la aviación y las verdaderas oleadas de
proyectiles de artillería, nos debilitaba también
sensiblemente. En
septiembre se endureció más el signo de la batalla al
cambiar el enemigo el carácter de sus acciones. SI hasta
entonces había mantenido sus fuerzas y su técnica
divididas en dos grandes masas, en adelante ambas, aun siguiendo
encuadradas en dos Cuerpos -el Marroquí y el del
Máestrazgo-, actuarían concentradas en una sola masa y
serían empleadas en una sola dirección. Así
podía obtener más potencia de fuego, mayor capacidad de
penetración, más superioridad. El cuarto contraataque operativo dio comienzo el 3 de septiembre en dirección al cruce de Camposines. El
Cuerpo del Maestrazgo, con las divisiones 1, 53, 74, 82 y 84 estaba
concentrado al S. de la carretera, mientras el Marroquí lo
estaba al Norte, entonces con las divisiones 4, 13, 50, 102 y 152. En
el centro de su dispositivo de ataque (la comunicación
Gandesa-Venta de Camposines) aparecía la brigada motorizada
italiana. El frente de ruptura elegido por el enemigo al N. y al S. de la carretera era de unos 3 kilómetros. Las
fuerzas propias que asumían la defensa eran las brigadas de la
27 división, que seguía siendo mandada por Marcelino
Usatorre y cuyo comisario era Avis Cundin. Los mandos y comisarios de
las brigadas eran, respectivamente: "Asturias" y Sacedo en la 122;
Celestina Uriarte y Alejandro Bustillo en la 123 y Ramón Saliva
y Antonio Lloret en la 124. En
la mañana de dicho día 3 se pusieron en marcha los dos
Cuerpos enemigos, llevando en primer escalón de combate: el
Marroquí, las divisiones 4. y 13 con un batallón de
tanques sobre la carretera, y el del Maestrazgo, las divisiones 53 y 82
al S. de aquélla. Estaban
apoyados... pero cedo la palabra al fascista Manuel Aznar:
“…se concentró, a más de la
artillería de los Cuerpos Marroquí y del Maestrazgo, la
masa legionaria (se refiere a toda la artillería del Cuerpo
italiano. J.M.) y una buena parte de la artillería del
Ejército. Una fortísima operación preparatoria de
bombardeos aéreos completó la obra de destrucción.
Es
decir, unos 300 cañones y decenas de aviones - estos
sucediéndose escalonadamente - bombardearon durante una hora
larga, a la que siguió el ataque enemigo. Este se
desarrolló desde los caminos de Aubatá, loma Gironesa y
cota 442 del N. de Corbera. Estas alturas y las cotas 444, 449 y 402
tienen una historia de leyenda; mejor dicho, decenas de historias, de
las cuales fueron artífices los hijos del pueblo en las jornadas
de agosto y del 3 al 6 de setiembre. El
día 3, la cota 442, que defendía el 3er batallón
de la 123 brigada, pasó tres veces de unas manos a otras. Hubo
bajas muy sensibles, como la del comisario, que cayó muerto, y
la del comandante, que resultó herido, pero las más
terribles fueron las resultantes de un feroz bombardeo que
enterró al 50% del batallón, el heroico tercer
batallón, repito, de la 123 brigada. Las unidades de las brigadas 122 y 124 se batieron también con arrojo ejemplar durante los días 3, 4, 5 y 6; La
cota 444 es la gloria de la 124 brigada, de su batallón 496,
como la cota 449 lo es del batallón 487 de la brigada 122. En
ella estaba la posición que defendía la 2a sección
de la 2a compañía, que mandaba el teniente
Álvarez. Este y los hombres que le quedaban fueron rodeados de
enemigos. Formó el cuadro y se batieron hasta el fin. Y cuando
se les acabó la munición, continuaron luchando sin
desfallecer con la bayoneta, con piedras y hasta con los puños.
Mientras quedó un hombre en pie. La
4ª compañía contraatacó, cayendo herido su
capitán, Estéllez. Los tanques rodearon la
posición, pero los tenientes González Vidal y Llanos
atacaron con bombas de mano y los hicieron recular. Al día
siguiente, Yurba, comisario de la 4ª compañía, hizo
retroceder a los tanques en otro momento crucial de la defensa de la
posición, pero una granada enemiga clavó sus dardos de
muerte en su pecho generoso. El
comandante del batallón 487, Sariego, y el comisario Alcoberro
fueron con sus reservas a ganar la cota 449 para honrar a sus camaradas
caídos. Y la ganaron. Una
vez y otra los hombres de la 124, como el sargento José
Companys, el cabo Juan García y los soldados Gil Sangles,
Antonio Mila y Esteban Olet, semicercados, hicieron retroceder al
enemigo. En
la cota 444, el capitán Fernando Fernández, el comisario
Juan José Rué, los sargentos Luis Ramos y Juan Ballester,
los soldados Manuel Navarro y Antonio Ezequiel y, en un eslabón
de resistencia, el capitán Juncosa con diez hombres, todos ellos
de la 124 brigada, mantuvieron en sus manos todas las posiciones. El
día 5, la 123 brigada fue relevada por la 9ª de la 11
división, que entró para fortalecer la defensa y
proseguir los combates. El enemigo había ocupado Corbera y
venia sobre Caballs. Una y otra vez fueron rechazados sus ataques. A
la táctica de aniquilamiento sobre la base de material,
utilizada por el enemigo, nosotros oponemos, aún más que
antes, la táctica de la economía de fuerzas, sobre la
base de reservas bien situadas y de pegarse al enemigo casi a la
distancia de lanzamiento de una bomba de mano. Una información contradictoria me puso al rojo vivo en la madrugada del 5 al 6. La
35 división informaba que la cota 565, vértice de la
Sierra de Lavall de la Torre, estaba ocupada por el enemigo. Y
Joaquín Rodríguez, jefe de las fuerzas que habían
reforzado a la 27 división el día 4, aseguraba que no y
que esas fuerzas eran suyas. Me
dio la noticia el jefe del E.M. del Ejército, teniente coronel
Sánchez Rodríguez, agregando que lo primero lo anunciaba
también nuestro observatorio de Caballs. Le
dije que iba a verlo sobre el terreno y que me enviara allí a
Bascuñana. Minutos después estaba en el puesto de mando
de la 35 división. Merino era uno de los mejores jefes de
división del Ejército Popular. De ahí que siempre
prestaba una gran atención a sus informaciones y juicios,
así como le confiaba misiones de gran responsabilidad en la
seguridad de que serian cumplidas. Con él y con su E.M. pude
apreciar que la información era exacta. La
triste realidad era que el enemigo había aparecido en la 565,
cota dominante de la Sierra de Lavall de la Torre. Llegó
Bascuñana y le mandé que escalara la Sierra de Caballs, a
cuyos pies estaba situado ya su batallón. -
¡Con las ganas que tengo! - dijo-. ¿Qué
misión? - Impedir que el enemigo descienda de la 565 hacia el
Norte y el Este; enlazar por tu izquierda con la división 43 y
por la derecha con la 35, apoyando con toda la potencia de fuego del
batallón las acciones de la 35 división en Lavall de la
Torre y hasta donde alcance. En el cumplimiento de esta misión, Bascuñana fue gravemente herido días después. Merino
había tomado ya disposiciones para comprobar sin
equivocación lo que habíamos observado antes. El
batallón 41 de la 11 brigada, el famoso batallón Edgar
André, que mandaba el antifascista alemán Hugo Witmen,
había recibido la misión de confirmar en manos de
quién estaba la cota 565. El
batallón especial del Ejército ocupó el sector
indicado y enlazó sólidamente con el flanco derecho de la
43 división. Con el capitán Cándido, segundo jefe
del batallón, Bascuñana me informó que la cota 565
estaba ocupada por el enemigo y que éste se había corrido
a la 551. Por
su parte, el batallón 41 confirmó asimismo que el enemigo
estaba en la cota 565 y que desplegaba ante la 551, preparándose
para atacarle y quitársela. En aquellos momentos la 11 brigada
estaba compuesta por alemanes, escandinavos, austriacos y
españoles. Puse
los medios de refuerzo de la 35 a disposición de la 11
división. Sus combatientes hacían prodigios. Barcia,
comisario de la 11 división en los eslabones de combate de la
9ª brigada y el jefe de ésta, el comandante "Corbata", eran
un ejemplo. Las
incidencias de la lucha habían dado al enemigo, que
proseguía sus acciones con el mismo derroche de material y
bombas, un ligero avance en el valle, avance lentísimo, pero
peligroso. Pasado
el mediodía atacó la línea de cotas 386-362-287,
en las inmediaciones de la comunicación al cruce de Camposines.
Al O. avanzaba hacia el barranco de Bremoñosa. En
el flanco izquierdo estaba ya paralizado ante nuestras fuerzas. Eran
las 14,30. Había que tomar una decisión sobre la base de
la 35 división. Estaba ante una alternativa: O hacer avanzar a
la 13 brigada al encuentro del enemigo, abandonando las posiciones que
ocupaba, o hacer avanzar a la 15 brigada, sin que la 13 dejase sus
posiciones. Pero la estaba a 10 km. de allí. Opté
por lo último. En mi puesto de mando y en presencia de Valledor
dí la orden a Merino de que la 15 brigada, montada en camiones,
viniese al encuentro del enemigo, sin perder ni un minuto en su
movimiento, con el objetivo de contraatacar al enemigo para ocupar la
línea de cotas 287 -362368 a ambos lados de la carretera. El
punto de embarque, donde se encontraba la brigada. Y el lugar de
desembarque, el km, 451. Ordené
a Goiri, jefe de artillería del Ejército, que en el plazo
de 15 minutos tuviera preparados todos los medios disponibles para, en
el momento en que apareciera el primer vehículo de la 15 brigada
a la altura de mi puesto de mando (cruce de Camposines), hacer una
barrera de fuego delante de nuestros tanques, a fin de proteger el
movimiento de la brigada. Merino ordenó a sus subordinados la ejecución de esta maniobra, que fue realizada a la perfección. A
las 15,00 horas salió la primera columna de 30 camiones para su
punto de destino. Quince minutos después los combatientes
de la 15 (ingleses, canadienses, norteamericanos, latinoamericanos y
españoles) echaron pie a tierra en el km. 452 de la carretera y
se lanzaron desplegados hacia sus objetivos. Conquistaron la 287, pero
la 362 y la 368 tuvieron que compartirlas con el enemigo a 50 metros
unos de otros. Veinte
minutos más tarde, la segunda columna de camiones dejaba en su
destino al resto de la brigada. En esta marcha sobre camiones para
tomar contacto con el enemigo, la 15 brigada no tuvo ni una baja ni un
vehículo averiado. Así se restableció y
clarificó totalmente la situación, poniendo fin al
peligro de ruptura que amenazaba partir al Ejército en dos. Los combates continuaron durante toda la noche con la misma violencia. Hacia las 9 de la mañana del día 7 dieron comienzo los ataques enemigos en todo el frente. Decenas
de tanques partieron de sus bases hacia nuestras defensas. La
artillería los inmovilizó, pero 14 lograron cruzar la
barrera de fuego artillera y avanzaron sobre la cota 287. Cinco
máquinas de la brigada de tanques del Ejército salieron
por el N. contra los tanques enemigos que, al verlas, dieron media
vuelta. En ese mismo momento una oleada de aviones de bombardeo
enemigos, protegidos por una cincuentena de cazas, se disponían
a bombardear nuestras posiciones, cuando 40 cazas de la Gloriosa se
lanzaron contra ellos. Los aparatos enemigos soltaron las bombas en sus
líneas y dentro de su propio dispositivo. Y
es que nuestra aviación, siendo muy inferior en número a
la enemiga, era temida por ésta. Desde que la aviación
republicana vino al Ebro, la fascista hacia cuanto podía por
esquivada. No creo que la nuestra pasara de los 100 aparatos en este
periodo de la guerra, mientras que el enemigo empleaba más de
mil. Pero insisto, porque lo presencié en varias ocasiones: la
aviación enemiga rehuía el combate por regla general. El
combate aéreo de ese día fue una gran jornada para
nuestra aviación. En
el primer mes de la batalla del Ebro, o sea del 25 de julio al 25 de
agosto, la lucha de la aviación enemiga contra nuestras fuerzas
y, principalmente contra nuestros medios de paso, quedaría
registrada en el informe de la D.E.C.A. del que extraigo los datos que
cito a continuación, con la participación de un total de
4.129 aparatos de bombardeo y caza. De
aquellos, 1.721 aparatos de caza Messerchmit (Mess 109 - 595), Fiat
(C.R. 32-863), sin identificar 263 y 2.408 de bombardeo, de los que
eran Bimotor Fiat (Br. 20-184), Bimotor Heinkel (He. 111-975), Bimotor
Dornier (Do. 17 - 173), Bimotor sin identificar (290). Trimotor Junker
(Ju. 52-585), Trimotor Saboia 81-55. Trimotores sin identificar - 43 y
mono motores 103, que lanzaron 42.127 toneladas de bombas. Bombardearían
todos los puentes y pasarelas 1.073 aparatos que arrojarían unas
21.000 bombas. Tocarían siete veces el puente de Mora, tres
veces el puente de Ginestar y una pasarela. El balance de aquella
actividad, intensa para la época, seria de 2.129
bombas para tocar un puente. El representante de las fuerzas
aéreas junto al mando del Ejército del Ebro era entonces
el comandante de aviación Armario. Uno
de aquellos días recibí la visita de los mandos
fundamentales de la aviación de caza republicana. Creo no
equivocarme si afirmo que Zarauza, jefe de los "Moscas" y Arias,
jefe de los "Chatos", encabezaban el grupo, integrado por Bravo, jefede
la escuadrilla del "biberón", Miguel Zambudio, Antonio Nieto,
Álvaro Muñoz, Rafael Belda, Mario Cuesta y otros que no
recuerdo. Aquella
visita constituyó un paso más en el estrechamiento de las
magníficas relaciones de camaradería entre las fuerzas de
Tierra y Aire, relaciones que tenían una base sólida
porque, en general; los pilotos de aviación habían salido
de las unidades de combate de los diversos frentes. Hablamos
largo y tendido. Después recorrieron todo el frente, Con gran
sorpresa vi que nuestra caza no tenía más mapas que los
Michelin y les proveíamos de otros más apropiados. Al
devolverles la visita en el aeródromo de Valls pude comprobar
las estrecheces de su despensa. Creo sinceramente que en ningún
país del mundo ha habido, en tiempo de guerra, aviadores que
hayan vivido con las estrecheces y combatido con las dificultades de
nuestros jóvenes y valientes pilotos. Al recordar su heroico
combate en estas páginas, quiero rendirles el homenaje que se
merecen. Los
combates del día 7, que se desarrollaron en el curso de toda la
jornada y de la anterior en el estrecho frente de la carretera general
donde las fuerzas de la 9ª brigada ocupaban la defensa en la cota
424 de las estribaciones de Lavall de la Torre, terminaron sin que el
enemigo diera un paso adelante. En
esos combates cayó heroicamente uno de los mejores entre los
mejores comisarios del Ejército del Ebro: el
camaradaÁngel Barcia, de la heroica 11 división, muerto
en la cota 424 de Caballs el día 7 a las 10 de la mañana.
El
mismo día 7 tomé la decisión de crear un sector
independiente entre los Cuerpos V y XV, encargando de su mando al jefe
de la 35 división y dándole el nombre de dicha unidad. A
partir del mediodía le fue encomendada la responsabilidad de la
defensa en la dirección del cruce de Camposines, en el frente
carretera general, incluida la cota 565. Puse
a su disposición el batallón especial del Ejército
y ordené al jefe de artillería que atendiera con
preferencia las peticiones de fuego del mando del "Sector 35
división”. Finalizó
la jornada del 7, que había amanecido tan fea, con una defensa
sólidamente organizada al S. de Camposines, con éxitos
tácticos locales de gran importancia. Incluso se hicieron unas
decenas de prisioneros. Los
días 8, 9, y 10 prosiguieron los combates en todo el frente. Al
S. de la carretera, los ataques enemigos, partiendo de las cotas 565,
561 y 424, en los descensos de la Sierra de Lavall de la Torre, fueron
contenidos. Mejor aún, nuestras fuerzas arrebataron al enemigo,
con sus breves y enérgicos contraataques, la cota 424. En ella
se hicieron una cincuentena de prisioneros, entre ellos un sargento que
informó, confirmando nuestras apreciaciones. En
el centro de la carretera nuestras fuerzas pisaban el km. 451,500. Al
N. de éste, ocupaban sólidamente la cota 287. En
el flanco S. del XV Cuerpo, el enemigo desplegó ataques de gran
violencia contra las unidades de la 45 división, sin resultados
importantes. Desde que se marchó Victori, era comisario de la
división José Sevil, que tenía la experiencia
combativa de toda la guerra y del V Cuerpo. Al
final de esta jornada propuse a la 35 división para que fuera
galardonada, por sus muchos méritos, con el "Distintivo de
Madrid", y a sus tres brigadas, con la Medalla del Valor. Al jefe de la
división, comandante Pedro Mateo Merino, le propuse para el
ascenso al grado superior. El
enemigo puso fin el día 10 al cuarto contraataque operativo,
aunque prosiguió sin interrupción la actividad de su
artillería y aviación. Entre
este contraataque y el próximo habría un intervalo de 9
días, lo que revela él desgaste que sufrió en el
curso de los combates pasados. Nuestras
fuerzas siguieron en las posiciones anteriores, con la ligera
flexión producida en el centro de nuestro dispositivo y que ha
quedado expuesta más arriba. Cuando uno del Ebro vale por ciento El quinto contraataque tendría como eje, igual que el anterior, la carretera Gandesa-Cruce de Camposines. En él se registró la presencia de nuevas unidades enemigas como la 5ª división, navarra, entre otras. El
dispositivo que adoptó el Ejército del Ebro en la cabeza
de puente fue el trazado en mi Orden de Operaciones n° 12 del 17 de
septiembre: Sector
del XV Cuerpo: La 44 división (cuyo jefe y comisario eran,
respectivamente, Ramón Pastor y Tomás Expresate): con dos
brigadas en primer escalón y una en reserva cubriendo el sector
menos activo desde el S. de Bayón, hasta las proximidades, al N.
de Villalba de los Arcos. La 3a división, a caballo sobre el
camino vecinal de la Fatarella a Villalba, enlazando al S. con la 45
división que cubría las estribaciones de la Sierra de la
Fatarella, con la cota 356 inclusive. El otro flanco de la 45 enlazaba
con el sector de la 35 división, unos 800 metros al N. del
kilómetro 451. La 42 división en reserva, inclinada hacia
el flanco S. del dispositivo del XV Cuerpo. El "Sector de la 35
división", con dos brigadas y el batallón de
ametralladoras del Ejército en línea, y otra brigada en
reserva cubriendo la carretera general y las estribaciones N. de la
Sierra Lavall de la Torre y del vértice Caballs. Sector
del V Cuerpo: La 43 división, desde las alturas de Caballs que
parten de dicho vértice al S., hasta la carretera Gandesa-Pinell
y alturas de Pandols. La 11 división desde las estribaciones de
Pandols hasta el río, sobre la margen izquierda del Canaletas al
S. de Pinell. En reserva del V, la 46 división, sensiblemente
orientada al S. del dispositivo del Cuerpo. La
táctica del enemigo en las jornadas de este contraataque y de
los posteriores consistió en el empleo del material
bélico de una manera aún más acentuada que antes.
El mando enemigo buscaba la solución del problema
estratégico que le habíamos creado y seguía
teniendo planteado: reducir la plaza de armas republicana en la orilla
derecha del Ebro, empleando toneladas y toneladas de proyectiles y
bombas que perseguían el aniquilamiento de la defensa y que, en
muchas ocasiones, cambiaban la fisonomía del terreno. Una
nueva avenida de aguas que se registró a partir del día
14 y el incremento de los bombardeos contra los puntos y medios de paso
anunciaron la preparación del nuevo contraataque. La lucha del
enemigo contra nuestros medios de paso consistía también
en lanzar al río aguas arriba de Fayón, brulotes, minas
de circunstancias y troncos de árboles. Por la velocidad de la
corriente, dichos ingenios significaban en la práctica un
enemigo no pequeño. Al
amanecer del día 19, las unidades del Cuerpo Marroquí
iniciaron este contraataque sobre las unidades de la 45
división, al flanco izquierdo del XV Cuerpo, en la
dirección prevista en mi citada orden de operaciones, por el
valle de Vilavert- Partida de Fanjuanas. Cerca
de 40 horas ininterrumpidas de los días y noches del 17 y 18 de
septiembre duró la preparación de su artillería y
aviación. . El
esfuerzo de la infantería enemiga, cubierta en sus movimientos y
apoyada en sus acciones por los medios habituales, estaba dirigido a la
conquista de las cotas 426 y 429. Pero la jornada terminó sin
ningún cambio. Los ataques de las divisiones 5ª navarra y
152, que iban en primer escalón, no les dieron el objetivo
perseguido. La
firme resistencia de las unidades de nuestra 45 división hizo
que el enemigo desistiera el día 20 de sus ataques a la cota 426
y concentrase su esfuerzo principal en la conquista de la 496. Ese
día, el fuego de artillería y los bombardeos
aéreos, que se prolongaron durante 7 horas (desde las 6,00 hasta
las 13,00), redujeron el nivel de la cota 496, quemando en ella hasta
los últimos rastros de vegetación y convirtiéndola
en un campo desolado.
Sólo de ese modo pudo ocupada el enemigo, que prosiguió
su acción con la misma intensidad sobre la cota 477, coronada
por sus tanques al final de la jornada. El
mando del XV Cuerpo ordenó un contraataque para recuperar ambas
cotas, situando la 227 brigada de la 42 división ante los km. 4
- 6 del camino vecinal Fatarella-Camposines. Apenas
amaneció el día 21, el enemigo atacó
simultáneamente nuestras posiciones (45 división) en las
cotas 377 y 356 y, más al S., las de la cota 287 y del Molino
Farriols, defendido por la 35 división. Logró ocupar la
cota 377 en el sector de la 45 división. En el sector defendido
por la 35 división, los combates se prolongaron toda la jornada
sin cambios en la situación táctica. Los numerosos
ataques a la cota 287 fueron rechazados. Al S. de la carretera, la
actividad enemiga y propia se desarrolló en torno al Molino de
Farriols. Cada ataque enemigo encontró, además de una
tenaz resistencia, la réplica correspondiente de las unidades de
la 35 división. Hacia la medianoche, un golpe de mano de la 13
brigada sorprendió al enemigo, cogiéndole varios
prisioneros, entre ellos un sargento del regimiento" América" de
la 1ª división navarra. Esta había venido nuevamente
a Gandesa, después de haber sido reorganizada por segunda vez. El
día 22, el enemigo prosigue sus acciones ofensivas al N. y S. de
la carretera. Como en las jornadas anteriores, las acciones de su
infantería eran precedidas y acompañadas de potentes
concentraciones de artillería, densos bombardeos de
aviación y un gran número de tanques. En
el curso del día, el centro del ataque enemigo se fue
transfiriendo: en el sector de la 45 división, a la cota 356; en
el sector que defendían las unidades de la 35 división, a
la cota 287. La primera de las mencionadas pasó a poder del
enemigo a media jornada del 22. Este intentó descender,
después de ganada y ocupar la serie de alturas al N. de la
carretera y al SO. del cruce de Camposines, que forman el llamado Coll
del Cosso. Extraordinaria violencia cobraron los combates en esta
dirección, en la que el enemigo avanzaba lentamente. Pero los
contraataques de las unidades de la 42 división, que
relevó a la 45, cortaron el ataque enemigo, castigando a
éste severamente y limitando su avance a la ocupación de
la cota 356. En
el sector de la 35 división, la lucha por la cota 287, defendida
por unos cientos de combatientes del batallón 50 de la 13
brigada, adquirió una terrible violencia. Aquellos combates son
dignos de recuerdo imperecedero por las condiciones en que los
muchachos del 50 tuvieron que combatir. Mandaba
el batallón 50 el capitán Franciszek Ksiezá.rozyk,
polaco. El comisario (después de ser heridos los anteriores
Boleslaw Maslankiewicz, polaco, y los españoles Rueda y Robles),
era Boleslaw Jelen. Los ataques del enemigo sobre la cota 287, situada
en las proximidades N. de la carretera a la altura del km. 315,5
(450,5) de la carretera Alcolea del Pinar a Tarragona, se sucedieron a
la largo de toda la jornada. En
un principio el ataque enemigo tuvo como eje la carretera, actuando en
un frente de unos 600 metros, repartiendo su esfuerzo entre la 287 y el
Molino de Farriols, ambas posiciones equidistantes de la general. Pero
en la situación creada, la 287 ofrecía un saliente en
nuestra defensa, sin cuya reducción el enemigo no podía
avanzar cómodamente sobre la comunicación
Gandesa-Camposines. Era además un bastión de honor y de
gloria del Ejército Republicano. De
los 50 tanques enemigos que participaron en éste ataque, 20
actuaron contra la defensa de la cota 287. Los muchachos del 50
batallón contaban con el apoyo de toda la artillería y de
los tanques del Ejército. Una modesta batería de 75 mm,
emplazada en el Con del Cosso, contribuía a la defensa de la
posición. La buena cooperación en el combate de los
hombres del 50 batallón (por sus efectivos reales, menos de
medio batallón), de los tanques y de la batería, hizo
posible la defensa con éxito de la posición a lo largo de
toda la jornada. En
la mañana del 22 el enemigo realizó su primer ataque a la
cota 287. En él participaban un batallón y 20 tanques.
Tras la preparación artillera, que hacía estallar los
campos de minas puestos por nosotros, los tanques desplegaron, seguidos
de su infantería, semicercando la cota e intentando la subida.
El fuego de la defensa separó la infantería de los
tanques y la castigó reciamente. Luego abrió el combate
contra los tanques fascistas, empleando las bombas de mano y averiando
dos. Nuestros tanques inutilizaron otros dos desde sus posiciones de
fuego y, con su movimiento, provocaron la retirada de los demás
y de su infantería. Fracasado este ataque, el enemigo hizo una
nueva preparación artillera de una hora. Un batallón de
infantería se lanzó, con los últimos disparos, al
asalto de nuestras posiciones. En apoyo de su infantería
avanzaron los tanques enemigos (16 esta vez), que cambiaron su forma de
actuación, atacando directamente la cota y comenzando a escalada
por su pendiente Sur. Otros dos batallones de refresco se pusieron en
movimiento protegidos por sus tanques. Estos últimos, ante la
rauda y valiente acción de los nuestros, que se lanzaron a toda
máquina sobre ellos, salieron en franca huida. La batería
de 75 mm no cesó su acción y la firme resistencia activa
de los defensores de la posición pegó al terreno la
infantería enemiga, que más tarde seguiría a sus
tanques, retirándose en desorden. El
siguiente ataque enemigo contra los defensores de la cota 287 no se
hizo esperar. A la preparación artillera, que duró hora y
media y facilitó el movimiento y la aproximación de los
tanques y de la infantería enemiga a nuestras posiciones,
siguió el ametrallamiento de éstas por la aviación
de caza enemiga y la entrada en combate de dos escuadrones de
caballería. Protegidos
por una densa barrera móvil de artillería y un violento
fuego antitanque de los cañones antiaéreos de 88 mm que
cumplían misión antitanque contra nuestros ingenios
blindados, los tanques enemigos consiguieron cercar la cota. Su
infantería, cuyo avance fue facilitado por el ametrallamiento de
la caza y la aparición de los dos escuadrones de
caballería (que por la sorpresa que causaron atrajeron sobre si
los fuegos principales de la posición, sin que pudieran rebasar
la línea alcanzada por los tanques, a cuya altura fueron
diezmados, volviendo grupa los supervivientes y desapareciendo del
lugar de combate), se aproximó a distancia de asalto de nuestras
trincheras. En el proceso del combate, algunos núcleos enemigos
irrumpieron en las trincheras. No obstante, el desenlace de este ataque
enemigo siguió la misma suerte que los precedentes. Su
infantería se replegó con grandes pérdidas,
dejando cuatro tanques inutilizados sobre el terreno. La
posición del 50 batallón, condecorado con el "Distintivo
del Valor", la ocupó el enemigo en la noche del 22 al 23,
después de que aquél, cumpliendo órdenes del jefe
de la 35 división, que yo aprobé, se replegó a
nuevas posiciones, evacuando sus heridos y todo el material, y
rindiendo honores a los caídos. Ese
mismo día 23, el jefe accidental de la 46 división,
Domiciano Leal, efectuó los reconocimientos para relevar con su
unidad a la 35 división. Yo estaba con ellos, acompañado
del teniente coronel Manuel Márquez, venido a la zona catalana
para mandar
un Cuerpo de Ejército. Habíamos bajado del observatorio y
puesto de mando de la 35 división, situado en la contrapendiente
de la cota 361 de Lavall de la Torre. Nos
sentamos en el ángulo de una zanja, Merino, yo frente a
él, y Leal entre los dos. A dos metros de nosotros miraba
Márquez. Estaban puntualizando con todo detalle en el mapa lo
visto sobre el terreno. Nuestras cabezas se tocaban. En una de las
pasadas de la aviación de bombardeo, Domiciano Leal cayó
derribado sobre el mapa que estaba extendido sobre nuestras rodillas.
Cuando quisimos levantarle, vimos que estaba muerto. Un casco de
metralla le entró por la espalda, destrozándole. La
dolorosa sorpresa nos dejó anonadados a todos. Por mi mente
pasó como un relámpago la imagen de la primera vez que vi
a Leal, cuando conducía su batallón al combate en el
asalto a Quijorna, durante la batalla de Brunete, después de
haber conquistado el vértice Llanos. Llevaba vendado el cuello,
en el que tenía una herida en sedal y me impresionó muy
favorablemente su excelente actuación en aquel momento critico.
Su muerte era una gran pérdida para la 46 división, para
el Ejército del Ebro, para el Ejército republicano. Esto
sucedió en la mañana del 23. Ese mismo día
finalizaron los combates que ilustran el quinto contraataque operativo
enemigo. Es digno de señalar que en el curso del mismo se
incrementó el paso de evadidos a nuestras filas. En
sus acciones anteriores el enemigo había conquistado posiciones
importantes en el flanco izquierdo del XV Cuerpo. No había
conseguido nada realmente serio, sino algunas posiciones de primera
línea, como se ha señalado ya, y más al NO. el
vértice Gaeta, ocupado por un batallón nuestro que
mantenía en sus manos la falda NE. del mismo. El
grado de heroísmo de nuestros combatientes lo proclama sin
proponérselo, el fascista Manuel Aznar en su mencionada
"Historia Militar de la Guerra", al decir: "Los
Tabores (en el vértice Gaeta. J.M.) tienen que avanzar limpiando
las trincheras con bombas de mano, cada diez metros, de un enemigo, al
que no han podido echar ni nuestros repetidos bombardeos, ni nuestras
concentraciones de artillería" . Recuérdese que los unos y las otras duraron 40 horas sin interrupción, día y noche. Al
SE. de Gaeta, en la esquina SO. del cruce de Camposines, un trozo de
terreno atormentado por la erosión y con más recovecos
que una conciencia negra, lleva el nombre de Coll del Cosso. Este
seria el teatro principal del sexto contraataque enemigo, que se
desarrolló del 27 de septiembre al 14 de octubre,
ampliándose al S. de la carretera a partir del día 3 del
mes citado en último lugar. La
defensa del macizo Coll del Cosso y de las posiciones al N. del mismo,
la asumía la 42 división con sus brigadas 59, 226 y 227. El
sexto contraataque operativo dio comienzo después de unos
días de intervalo, durante los que no cesaron las acciones de la
artillería y la aviación enemigas, contra las que
luchaban las nuestras en inferioridad manifiesta, pero con el
heroísmo con que lo hicieron durante toda la guerra. El
Cuerpo Marroquí, con las divisiones 4, 13, 50, 82y 152 -las dos
primeras reorganizadas dos veces - atacó nuestras posiciones en
el Coll del Cosso. La
infantería avanzaba apoyada por una cincuentena de tanques,
después de un prolongado machaqueo de la artillería y la
aviación. Las Banderas del Tercio y los Tabores de Regulares
marroquíes se sucedían en los ataques continuos de
aquellas jornadas. A cada preparación infructuosa de la
artillería y aviación, a cada ataque rechazado,
sucedían nuevas preparaciones de fuego y nuevos ataques. Y
así se combatió durante los días y las noches del
27, 28, 29 Y 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre. En el curso de esa
semana las cinco divisiones enemigas quedaron en cuadro, sin cumplir su
misión ni cubrir sus objetivos. La hazaña fue obra de los
héroes de los Auts: los combatientes de la 42 división. Destrozadas
sus divisiones, algunas habiéndose dejado en el terreno la mitad
de sus efectivos, el Cuerpo Marroquí suspendió toda su
actividad y, a partir del 3 de octubre, entró en acción
el Cuerpo del Maestrazgo, con las divisiones 1, 53, 74, 89 y 102, de
las cuales la 1 y la 84, reorganizadas. Estas
desplegaron su esfuerzo ofensivo al S. de la carretera, en el sector
que antes ocupaba la 35 división, relevada el día 24 por
la 46. Esta vez atacaron la esquina SE. del cruce de Camposines. La
46 división, cuyas unidades no estaban familiarizadas con el
terreno, y desorientada en los primeros momentos por unas absurdas
órdenes contradictorias de su jefe, "El Campesino",
sufrió un revés del que se rehizo gracias a sus cuadros
medios. Después de esclarecer bien los hechos destituí a
"El Campesino" y lo envié a disposición del Estado mayor
Central. El
enemigo había conseguido avanzar en dirección al cruce de
Camposines. Pero una característica particular de las unidades
del Ejército del Ebro era la colaboración de unas con
otras al servicio de la misión común. Y con ese
espíritu procedió la 42 división, cuya 59 brigada
contraatacó la penetración enemiga y colaboró en
el restablecimiento de la situación, de la que paulatinamente se
hizo cargo la 42, hasta ser relevada por la 44 división. A
partir del día 4 se reconquistó parte del terreno cedido
por nuestras fuerzas, y todos los ataques posteriores del enemigo,
hasta el 14, fueron rechazados. En aquellos combates la 42
división clavó al enemigo en el terreno, le
infligió numeras bajas, lo expulsó de las posiciones que
más interesaban y dio tal solidez a la defensa que, en lo
sucesivo, el enemigo desistió de proseguir sus acciones en
aquella dirección. Y así terminó el sexto
contraataque operativo adversario. En
su desarrollo, a costa de impresionantes bajas y del superabundante
material empleado, el enemigo consiguió penetrar en el centro
del dispositivo del Ejército, montado el 3 de agosto, en
dirección a la carretera Gandesa-Mora de Ebro, hasta las
cercanías del cruce de Camposines (km. 318 (454) de la carretera
de Alcolea del Pinar a Tarragona). Su
avance le llevó a la ocupación de la cota.471 (700 m. al
N. del Cerro de San Marcos), la línea de cotas dominantes de la
Sierra de Lavall de la Torre, menos la 304 en su extremo Norte, las
proximidades del km. 318, la cota 350 al Sur del Coll del Cosso, y el
vértice Gaeta. La progresión enemiga en los combates
librados a la largo de los meses de agosto, septiembre y octubre se
limitaba, pues, a unos 25 km2 del territorio que le fue arrebatado en
las jornadas del 25 al 27 de julio. Las
fuerzas del Ejército del Ebro seguían manteniendo en sus
manos la plaza de armas en la orilla derecha y se defendían en
el frente siguiente: desembocadura del río Matarrañas en
el Ebro, barranco "Las Docenas", cota 544 al. N. del vértice
Gaeta, estribaciones
E. de este Ultimo, cotas 371 y 378 del Coll del Cosso, km. 318 (454) de
la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona, cota 304 de Lavall de la
Torre, cotas de la Sierra de Caballs, Cerro de San Marcos, km. 3 de la
carretera Gandesa-Tortosa, Sierra. Pandols, km. 14 de la carretera
Gandesa- Tortosa, vertientes orientales del Canaletas, hasta su
desembocadura en el Ebro. CAPITULO XIV Un día inolvidable La
actividad enemiga decreció extraordinariamente después
del 14 de octubre. La causa estaba, sin duda, en las bajas que le
habíamos hecho en los combates anteriores. Aprovechando la pausa abierta en los combates, celebramos los del Ebro una jornada inolvidable. El
gobierno nos había confiado organizar, en nombre del
Ejército Popular, la despedida de los voluntarios
internacionales. Eran
unos 6.000 los que en ese periodo se encontraban en España,
hasta esos días encuadrados en las brigadas 11, 12, 13, 14, 15 y
139 de las divisiones 35 y 45 del Ejército Popular. Otra
brigada, la 129, estaba en la otra zona. Al
acto de despedida vinieron el Presidente del Gobierno, Juan
Negrín, y el jefe del Estado Mayor Central, general Vicente
Rojo. Estaban
presentes Luigi Longo (italiano), Franz Dhalem (alemán) y
André Marty (francés), que tanto contribuyeron a la
organización de las brigadas, así como Pietro Nenni,
Julius Deutsch y George Branting. Ellos representaban a un sector
determinante de los organizadores de los comités de solidaridad
con la democracia española, que se crearon en 17 países y
fueron el alma de la solidaridad de sus pueblos, de la solidaridad
internacional con el pueblo español. Los
demás eran nuestros camaradas de tantos combates, con los que
habíamos convivido y luchado durante dos años de guerra,
desde Madrid hasta el Ebro, pasando por la calcinada llanura
zaragozana, donde la sed mata, y las montañas nevadas de Teruel,
donde el frió mutila. Al
recordarlos hoy, los cito a todos en conjunto -como juntos y en el
mismo rango de heroísmo se batieron- para rendirles, igual que
en aquel día, el homenaje del Ejército Popular. Como
excepción, quiero citar a la voluntaria y madre de voluntario
Ana Maria (húngara), a las americanas Evelina, chofer, y Solaria
de Harlem (enfermera), así como a las doctoras, en primera
línea casi toda la guerra, Jeannette Opfmen (francesa) y Josefa
Jmelova (checoslovaca). Muchos
de ellos, alrededor de 5.000, cayeron codo con codo junto a los mejores
hijos del pueblo español, combatiendo por la paz de todos los
pueblos y por la libertad del género humano. . No
es posible en este relato mencionarlos a todos. Pero como bandera y
símbolo de los demás recordaré a Hans Beimler
(alemán), General Lukacs (húngaro), Joe Dallet
(americano), Peter Borilov (búlgaro) , Pierre Akkerman y Jean
Wanden Plas (belgas), George Brown (inglés), Toni Konomi
(albanés) , Van Galen (holandés), Georg Eisner
(alemán), Eugenio Winckler (checoslovaco), Emeric Tarr
(húngaro), Franz Reisenauer (austriaco) , Kirijakidis (griego),
Burca Costache (rumano) , Bernard Larsen (escandinavo), Parovich Smidt
(yugoslavo) , Guido Picelli (italiano), Oliver Larv (americano), Alfred
Brugeres (francés), Antel Kochenek (polaco) y los doctores:
Sollenberger (inglés), Heilbrunn (alemán),
Dubois-Domanski (polaco), Grossev (búlgaro), y Frantichek Krigel
(checoslovaco). En
los 6.000 que estaban allí con nosotros y en los 5.000 que
yacían en tierras de España, rendimos homenaje a los
35.000 voluntarios -soldados, mandos, comisarios y organizadores- que
dieron al mundo el ejemplo más grande de fraternidad, humanismo
y solidaridad internacional hasta entonces conocido. Ellos hicieron
escuela, la escuela de la resistencia al fascismo en el mundo, que se
inspiró en los mismos postulados. Hablamos
el Presidente Negrín y yo, abriendo aquella jornada memorable.
Ahora, cuando escribo estas líneas, recuerdo con emoción
aquel impresionante acto de fraternización, presidido, en su
grandiosa sencillez, por el “Hasta la vista" con que nos
despedimos unos de otros en los múltiples encuentros que tuvimos
aquel día. Y en verdad nos hemos encontrado después en el
mismo campo, en la misma trinchera, contra el mismo enemigo. Eran
los voluntarios internacionales, hijos de todos los confines de la
Tierra, miembros de todos los partidos y asociaciones progresivas del
mundo, de diferentes tendencias ideológicas, concepciones
políticas y confesiones religiosas. Vinieron
a España como expresión viva de "la protesta indignada de
los hombres libres del mundo entero frente a la intervención
directa del hitlerismo alemán y del fascismo italiano", como
decía el Llamamiento que sus organizadores hicieron a todos los
pueblos. Si
alguien quiere conocer historias maravillosas de hombres sencillos, que
vaya a cualquier país del mundo y pregunte por "los
internacionales". Cada uno de ellos es ejemplo de abnegación, de
espíritu de sacrificio, de grandeza moral y humana. En
España se batieron bajo el signo y la consigna: POR VUESTRA Y
NUESTRA LIBERTAD. Por eso se les conoce en todas partes bajo el nombre
genérico de VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD. Nacieron así Como
se sabe, la primera de las brigadas internacionales empezó a
formarse ya avanzado el mes de octubre. Entró en combate, en la
defensa de Madrid, el día 9 de noviembre. Pero
el origen de las brigadas arranca de los primeros núcleos de
voluntarios antifascistas alemanes, italianos, polacos y otros que
vivían en España o habían venido a ella para
participar en la Olimpiada Popular de Barcelona,
sorprendiéndoles allí la sublevación y la
intervención fascista extranjera en nuestro país. Así
surgieron en Cataluña las centurias Thäelmann y Gastone
Sozzi, que organizaron y mandaron el antifascista alemán Albert
Schreiner, la primera, y el antifascista italiano Leone Leoni, la
segunda. El núcleo de polacos al que sorprendió la
sublevación en Barcelona, y otro grupo que se formó en
Irún y combatió en el Norte, fueron los primeros brotes
del batallón Dombrowski. Esa
primera brigada internacional fue la 11 del Ejército Popular. La
mandaba el austriaco Manfred Stern (Kleber) y su comisario era Giuseppe
de Vittorio (Nicoletti). El jefe de E. M., a partir de diciembre, fue
Ludwig Renn (alemán). Formaban la 11 tres batallones: el primero
era el Edgar André (más tarde el 41 del Ejército
Popular), al mando de Hans Khale
y con Arthur Dad de comisario, ambos alemanes; el segundo era el Comuna
de París (después el 56 del E.P.), que mandaba Dumont y
tenía de comisario a Pierre Rébiere, los dos franceses;
el tercero era el Dombrowski (el 49 del E.P.), con Boleslaw Ulanovski
de comandante y Stanislaw Matuszczak de comisario, ambos polacos. La
segunda brigada internacional fue la 12 del Ejército Popular. Se
formó en los primeros días de noviembre y recibió
el bautismo de fuego el día 13 del mismo mes en el Cerro de los
Angeles, a las puertas de Madrid. La mandaba Mate Zalka (Lukacs),
húngaro; su comisario era Luigi Longo (Gallo), italiano, y el
jefe de Estado Mayor, P. Bátov (Fritz Pablo), soviético. Tenía
también tres batallones; uno, el Garibaldi (el 45 del E.P.),
mandado por Galleani, primero, y Pacciardi, después, con Roacio,
comunista, y Azzi, socialista, de comisarios. Los batallones segundo y
tercero se formaron en el mismo proceso de los combates. Uno de ellos
estaba constituido por franceses y belgas; el otro, por eslavos y
alemanes. En
cierta medida, de las brigadas 11 y 12 salieron cuadros medios para la
13, que se formó avanzado el mes de diciembre. Esta la mandaba
Zeisser (Gómez), alemán. Su comisario era Stanislaw
Matuszczak (Henri), polaco. El jefe de Estado Mayor, Wictor Mencel,
polaco. Sus tres batallones tenían un poco de todas partes, pero
predominaban los franceses en uno, los ingleses en otro y los alemanes
en el tercero. A
finales de diciembre también se formó la 14 brigada, con
tres batallones como las demás. En uno predominaban los
ingleses, en otro los franceses y en otro los italianos. La mandaba
Karol Swierczewski (Walter), polaco, con el coronel Pütz,
francés, de jefe de Estado Mayor y Jean Chaintron de comisario. La
15 brigada, que mandaría en los primeros tiempos el
húngaro Janos Gaals, teniendo de comisario al inglés
George Aikten, se formaría el 7 de febrero. Más tarde
mandaría la 15 el yugoslavo Vladimir Chopis. El comisario
sería Dave Doran. Los
tres batallones de la 15 brigada eran: el inglés (57 del
Ejército Popular), formado sobre la base de la
compañía inglesa de la 14 brigada; el Lincoln (58 del
E.P.), compuesto de norteamericanos y canadienses y el Dimitrov (59 del
E.P.), compuesto de centroeuropeos y balcánicos. Dicha
composición la tuvieron hasta el mes de abril de 1937. A partir
de esa fecha se agregó un cuarto batallón de voluntarios
de las brigadas 11 y 12. Por entonces se reorganizaron todas las
brigadas, dándoles una mayor cohesión nacional, sin que
perdieran su rasgo de unidades internacionales. La
11, compuesta por alemanes, escandinavos, austriacos y
españoles, era conocida como la brigada alemana; la 12, la
garibaldina, como la brigada italiana; la 13, de los famosos
"dombrovszakos", como la polaca; la 14 - La Marsellesa-, como la
francesa y la 15 - la Lincoln, - como la inglesa. La
129 se crearía de la Agrupación de reservas de la 45
división y se acogerían a ella los voluntarios heridos o
en permiso a los que cogió el corte al otro lado. Se
formaría en Chillón (Almadén), en febrero-marzo de
1938. La mandaría Varek Komar, polaco; el comisario de la 129
sería Lorenzo González; el jefe de Estado Mayor, el
capitán Nieto. La
139, española, al ser agregada a la 45 división cuando la
mandaba Hans y de la que era comisario François Victori, fue la
otra brigada considerada internacional. Quitando
los primeros días de la 11 y, en parte, de la 12, en todas ellas
hubo siempre un núcleo de combatientes españoles, de
signo voluntario, que se les sumaron. Citemos
como ejemplo la 13 brigada, en junio de 1937, y de ella el
batallón Chapaiev (49 del Ejército Popular), que mandaba
entonces Otto Brunner (suizo) y del que era comisario E. Fischer
(alemán), por disponer de su estadillo de fuerzas, de fecha 5 de
junio de 1937. La
plantilla del batallón, según nacionalidad, tenía:
79 alemanes; 67 polacos; 59 españoles; 41 austriacos; 20 suizos;
20 palestinos; 14 holandeses; 13 checos; 11 húngaros; 10 suecos;
9 daneses; 9 yugoslavos; 8 franceses; 7 noruegos; 7 italianos; 5
luxemburgueses; 4 ucranianos; 2 belgas; 2 rusos; 1 griego y 1
brasileño. Es decir, 389 combatientes de 21 nacionalidades, mosaico internacionalista de espléndida belleza. Los voluntarios soviéticos Como
los de las demás nacionalidades, acudieron a España sobre
la base del voluntariado, pero se diferenciaban de aquéllos
en que venían bajo la protección del pabellón de
su gran país. Por
las circunstancias que concurrían en nuestra guerra, eran hijos
del único país cuyo gobierno, plenamente identificado con
su pueblo, enarboló en alto la bandera de la democracia
española y nos prestó su solidaridad total en
réplica a la guerra totalitaria que nos hacían las
potencias fascistas sostenedoras de Franco. Y
hay que decir sin ambages que sin la ayuda de la Unión
Soviética, cuyos gobernantes proclamaron ante el mundo que "la
causa del pueblo español es la causa de toda la humanidad
avanzada y progresiva", la lucha de nuestro pueblo hubiera sido
más difícil y sangrienta. La
solidaridad soviética se expresó en el terreno moral
condenando la intervención exterior, primero, y la farsa de la
"No intervención", después. En
el terreno material se patentizó enviando a nuestro país
las mejores armas del arsenal bélico de su defensa y poniendo
los medios fundamentales de transporte para su arribada a
España. Así llegaron, avanzado octubre de 1936, los
primeros 50
tanques, tipo T-26, que superaban, en mucho, a los Ansaldo y Mercedes
italianos y alemanes. Más tarde, en septiembre de 1937,
llegaría el tipo BT-5, el mejor tanque de todos los que actuaron
durante la guerra en ambos campos. En
lo que concierne a la aviación, los tipos de aviones de caza
I-15 e I-16, a los que el pueblo bautizó con los nombres de
"Chatos" y "Moscas", pusieron fin en el mes de noviembre de 1936 a la
impunidad con que los aviones alemanes e italianos bombardeaban la
capital de España y su heroica población. A partir de
entonces tuvimos también aviación de bombardeo, formada
con aparatos soviéticos RZ y SB, a los que el pueblo
llamó "Natachas" y "Katiuskas" que superaran, hasta entonces, a
los mejores del enemigo. Otro
armamento que vino de la Unión Soviética fue el fusil
"Mosin" con millones de cartuchos, con el que fueron armadas paulatinamente
las 137 brigadas del Ejército Popular a medida que se iban
creando, así como los fusiles-ametralladores "Degtiariov", las
ametralladoras "Maxim" y diversos tipos de cañones. Esta ayuda
material, en parte pagada por nosotros, no decreció ni un
instante. Mienten los que afirman que después de Munich
faltó la ayuda de la Unión Soviética. Como
botón de muestra bastará señalar que cuando los
meses de diciembre, enero y febrero combatimos desarmados en
Cataluña, en territorio francés estaban retenidos por la
"No intervención" 10.000 ametralladoras, 600 cañones y
600 aviones enviados por la Unión Soviética. Fue
la Unión Soviética el único país del mundo
que en la Sociedad de Naciones, y en todas partes, sostuvo la causa de
la República. Hombres como Iván Maiski, embajador
soviético en Londres, y otros representantes de la U.RS.S.
denunciaron cientos de veces ante los pueblos a los intervencionistas
fascistas y "no intervencionistas". En
el aspecto físico, vivo, humano, la ayuda se materializó
en tres vertientes: una, la de los consejeros militares -mediante
acuerdo de los gobiernos español y soviético-, de gran
valía profesional y calidad humana como Jan Bersin (Grichin),
Gregori Stern (Gregorovich), Y. Smushkievich (Montenegro); N.
Kusnetsov, N. Vóronov (Valter), Mereshkov (Petrovich), V. Gorev,
R. :Malinosvki (Malino), Iván Pidgola (Chevchenko), S.A.
Yuskievich (Leonidas), Iván Nesterenko (Pirpis) y Kulik (Kuper);
entre otros. Las
otras dos vertientes, eran los combatientes e instructores voluntarios
de artillería, aviación y tanques, de los que recuerdo
especialmente, por haberlos conocido y tratado más de cerca, a
un puñado de aviadores integrado por N.F. Balánov, P.P.
Desznizski, A.I. Mináiev, F.P. Opréschenkó, M.M.
Polivánov, P.P. Richagov, A.K. Serov, G.I. Txor, F.V.
Ogregátor, M.A. Yarcovoy, Y.S. Jolsunov y Boris Smimov, quienes
se fundieron con nuestros veteranos, que se podían contar con
los dedos de las manos cuando los hombres y aparatos soviéticos
aparecieron sobre el cielo de Madrid, y en cuya escuela se formaron los
heroicos pilotos de la Gloriosa aviación republicana, a unos de
los cuales he mencionado ya. Hoy,
a los treinta años de la guerra del fascismo y la
reacción internacional contra el pueblo español, recuerdo
a todos con profunda emoción y cariño fraternal. En vísperas de nuevos combates Estaba
claro para todo el mundo que la pausa abierta en la batalla era un alto
temporal, alto que duraría el plazo de tiempo necesario para
montar la continuación de la contraofensiva. Hacia
tres meses largos que teníamos ante nosotros a las fuerzas de
maniobra del enemigo con su masa de artillería y
aviación. Estábamos cumpliendo nuestro deber. El enemigo invirtió quince días en la preparación de su séptimo contraataque. Las
fuerzas encargadas de realizado fueron ocho divisiones de los Cuerpos
Navarro y del Maestrazgo, encuadradas todas en el último
(1ª, 5ª, 53, 63, 74, 82, 84 y 150), con 100 baterías
como medios de refuerzo, una brigada de tanques, la columna motorizada
italiana y los servicios de toda la aviación, en una de sus
direcciones de ataque. Otras cinco divisiones (4ª, 50, 102, 105 y
153) en el Cuerpo Marroquí. El
enemigo no consiguió sorprendemos tampoco esta vez.
Teníamos una información muy amplia de los preparativos
de esta acción ofensiva. En este sentido, la sección de
Información del E. M. del Ejército del Ebro satisfizo
plenamente las exigencias planteadas. El 29 de octubre, el
capitán Bernardos, jefe de dicha sección, culminó
el excelente trabajo de la misma dándonos la siguiente noticia: -
El Cuerpo del Maestrazgo ha terminado el despliegue de sus fuerzas y de
su artillería y está preparado para iniciar sus acciones
mañana, día 30. - ¿Sabes la dirección de su ataque? -Si. El vértice Caballs. - Está en el sector de sus acciones. ¿Cuál es la fuente de la información? -
El parte del mando del Cuerpo del Maestrazgo a la superioridad nos ha
dado lo primero que he informado. En cuanto a lo segundo, la
dirección de ataque, lo hemos deducido el coronel Sánchez
Rodríguez y yo de la información del Cuerpo del
Maestrazgo a su vecino el Marroquí. En esa información le
comunica' que va "a escalar el cielo". El
día y en la dirección esperada, llevando en primer
escalón las divisiones la, 74, 82 y 84 (esta última al S.
de la carretera Gandesa- Pinell y las otras tres al N. de la misma
carretera, ante Caballs, el enemigo prosiguió su contraofensiva,
poniendo en marcha el séptimo contraataque operativo. Sobre esto dice Manuel Aznar: "El
día 30 de octubre, elegida la zona de ruptura en el extremo
Norte de la Sierra de Caballs, concentrose en kilómetro y medio
de frente; durante tres horas, la más potente masa artillera de
la guerra: 175 piezas de artillería nacional de calibres
comprendidos entre 75 y 260 mm., más la masa artillera
legionaria (es decir, otras tantas del Cuerpo italiano. J. M.). Las
armas de acompañamiento de infantería acumuladas en aquel
sector en número extraordinario y fuertes bombardeos de
aviación, completaron la obra artillera". Es
decir, unos 350 cañones de los calibres 75 a 260 mm, con todas
las piezas antitanques y regiméntales de las unidades enemigas
de los calibres 37 hasta 66 mm, más las unidades especiales de
morteros de 68 mm y de ametralladoras, como por ejemplo el
batallón de ametralladoras n° 37, llevaron a cabo la
preparación artillera. Esta fue completada con el fuego de 200
aviones de bombardeo y, aproximadamente, otros tantos de caza. Toneladas
de bombas de aviación, de proyectiles' de artillería y
morteros destruyeron las obras de la defensa republicana en Caballs,
poco sólidas por las mismas características rocosas del
terreno, aunque sin llegar a ser como el de Pandols. Ello, unido a la
forma de actuación de la infantería enemiga, empujada en
forma terrorista al asalto de nuestras posiciones durante los
últimos minutos de la preparación artillera (lo que
causó importantes bajas), situó a aquélla en
algunos tramos de las trincheras republicanas entablándose la
lucha cuerpo a cuerpo, lucha que se prolongó mucho tiempo y se
resolvió a favor del atacante por la
masa de combatientes puesta en acción, infinitamente superior a
los efectivos de las unidades de la 130 brigada que defendía
aquellas posiciones. Al
S. de la carretera Gandesa - Pinell, los ataques de la 84
división enemiga sobre las defensas de Pandols fueron rechazadas
rotundamente. Y lo mismo sucedió en las jornadas siguientes. Al
N. de la carretera, el enemigo luchó para afianzarse
sólidamente en las posiciones dominantes de Caballs. Por su
parte, los combatientes de la 43 división lucharon denodadamente
para impedir al enemigo alcanzar aquel objetivo, sin lograrlo. A las 6
de la tarde éste había conseguido ocupar las cotas
dominantes del macizo. Tras
la ocupación de Caballs, las divisiones enemigas 1, 74 y 82
prosiguieron sus acciones en dirección Este. Las reservas de la
defensa, formadas por tres brigadas de las divisiones 11 y 46, esta
última mandada ahora por López Tovar, otro fundador del
Thäelmann, fueron lanzadas al combate. Una de ellas se
situó en la serie de alturas al E. de Caballs. Las otras
efectuaron contraataques sobre los dos flancos de la penetración
enemiga con la misión de estrangular y restablecer la
situación. En el transcurso de los días 31 de octubre, 1
y 2 de noviembre los combatientes de aquellas unidades lucharon por
alcanzar sus objetivos. La maniobra encomendada no tuvo éxito y
aunque se frenó al enemigo, éste, al final de la jornada
del 2 de noviembre, puso bajo sus fuegos Pinell y sus comunicaciones al
N. y al O. En
la jornada del 3 prosiguieron los combates en esta dirección,
ocupando el enemigo Pinell y saliendo al río Ebro en el sector:
cotas 1 km. al N. del barranco de Pinell-vértice Cueva Alta
(excluido). Al
salir el adversario al río ordené retirar de la orilla
derecha las fuerzas situadas al Sur del avance enemigo en la zona
Pinell-Pandols-Rio Canaletas. Di a la 42 división la
misión de mantener el frente en Cuatro Caminos (al Norte de
Caballs) -Miravet - río Ebro. En
las primeras horas del día 4 las fuerzas de las divisiones 11 y
43 habían repasado el río con toda su impedimenta y
ocupado posiciones en su margen izquierda. Por
su parte, las unidades de la 42 división habían
establecido contacto con el enemigo y se aprestaban para los siguientes
combates. Hacia la otra orilla El
día 4 de noviembre tomé la decisión de replegamos
a la otra orilla del río. Había que hacerlo lenta y
metódicamente, conscientes de que ésta era la etapa
más difícil de conducir en la batalla, ya que un
débil flanqueamiento de la defensa podía originar una
catástrofe. El
V Cuerpo estaba ya en la orilla izquierda. En la cabeza de puente
quedaban, desplegadas de derecha a izquierda, las divisiones 35, 3, 44
y 42, todas ellas encuadradas en el XV Cuerpo, a excepción de la
42 que, con misión independiente, actuaría bajo mis
órdenes desde el 4 hasta el 11 de noviembre. En
esta última etapa, la orientación dada a la defensa en la
margen derecha del Ebro consistía en asegurar un repliegue
metódico, sin perder el contacto con el enemigo, del sector
encomendado a la 42 división, girando el flanco izquierdo sobre
el eje del cruce de Camposines, donde asumía la defensa la 44
división. A su derecha estaba la 3a, que enlazaba con el flanco
izquierdo de la 35. Una
vez que el enemigo alcanzara Mora de Ebro, todas las fuerzas se
replegarían hasta la cabeza de puente organizada en el sector
del XV Cuerpo, que cubría los pueblos ribereños del Flix
y Ascó, pasando sus cubrecaras por la Sierra de la Fatarella,
vértices Picoza y Aguila en la Sierra del Águila. A
partir del día 4, el ataque enemigo se desarrolló en dos
direcciones: el Cuerpo Marroquí, en la del cruce de
Camposines-Flix, y el Cuerpo del Maestrazgo, siguiendo la vega del Ebro
en dirección Norte. En el conjunto de su dispositivo de ataque
siguió manteniendo-concentrados sus mayores efectivos y medios
de combate en esta última dirección. Su
forma de actuación siguió siendo la misma que antes, con
la diferencia de que esta vez daba un mayor empleo a sus tanques
utilizando las condiciones favorables de la vega, lo que hacia que en
formaciones de compañía, casi acolados unos con otros,
aplastarán cada paso del terreno en su movimiento de avance. La
42 división se enfrentó en los combates del 4 al 11 de
noviembre con las divisiones enemigas la, 82, 5 y 63, las dos
últimas frescas. En el frente defendido por la 44, atacaron las divisiones 102, 105 y 152. En el flanco derecho, sobre la 35, lo hicieron las divisiones 4 y 50. Una
semana invirtieron las grandes unidades del Cuerpo del Maestrazgo, que
actuaban en el frente defendido por la 42 división, en alcanzar
Mora de Ebro, que ocuparon el 11 de noviembre. Para ello necesitaron
realizar cada día numerosos ataques, "intensas preparaciones de
artillería" como dicen los fascistas al referirse a cualquiera
de los episodios combativos del Ebro - y poner en acción los 100
tanques que les apoyaban en esta dirección, de los cuales cada
día desplegaban y entraban en combate de 70 a 80. Y,
además, los cotidianos bombardeos diurnos y nocturnos de la
aviación de los intervencionistas extranjeros. En
los combates de los días 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11 de noviembre,
en la vega del Ebro, los combatientes de la estupenda 43
división y su heroico jefe, el teniente coronel Manuel
Álvarez, se superaron en el cumplimiento de la difícil
misión encomendada e hicieron extraordinariamente lento teniendo
en cuenta las fuerzas y medios de que disponían el avance
enemigo, supliendo con su maravilloso temple combativo todas las
desventajas que suponía la tremenda superioridad del enemigo. En
esta fase de repliegue, el mérito principal de la defensa
consistió en obligar al mando fascista a realizar, para cada
progresión, la correspondiente preparación artillera y de
aviación, el despliegue de tanques y la organización de
numerosos ataques. Unas y otros, infaliblemente, eran efectuados cada
vez sobre espacios vacíos. Porque cuando se abandonaba una
posición por otra, se habían tomado con anterioridad las
medidas correspondientes de enmascaramiento que permitieron
¡siempre! equivocar al mando enemigo y proteger a nuestros
hombres de sus medios materiales. Como la 42 división, y cumpliendo misiones idénticas, actuaron en sus zonas respectivas las divisiones 44 y 35. En
el sector de la 35, los ataques enemigos, que no tenían la
envergadura de otras ocasiones, fueron rechazados. Ocurrió lo
mismo en la dirección de Camposines. En ésta, sin
embargo, el enemigo fue mejorando sus posiciones. Esto era resultado,
más que nada, del despliegue ordenado de la 44 división
en su flanco izquierdo. En
los combates del 11 al 13 de noviembre nuestras unidades organizaron la
defensa de los puntos más sensibles de la cabeza de puente en el
sector del XV Cuerpo. Posteriormente,
la 35 división, que con anterioridad había recibido
aquella misión, aseguró el paso de las unidades de la 42,
44 y 3 divisiones a la otra banda y asumió la defensa de la
cabeza de puente reducida en la Sierra Fatarella. En ella se
combatió la jornada del día 14. Este
día pasé el río en la cabeza de puente para ver
cómo se cumplían las órdenes en los últimos
actos de nuestro repliegue. Hablé con el jefe del XV Cuerpo y le
dije que iba a ver a Manolín en la 42. Me despedí de
él y cuando llevaba andados cien metros escasos oí que me
llamaban. Me volví y vi que se acercaban Francisco Guyón
y Tagüeña. Este me dio la infausta noticia: "¡No
vayas!" y agachó la cabeza. "Ahora lo traen". Así
cayó en el Ebro el pescador del Cantábrico, de
Gijón, teniente coronel Manuel Álvarez, que forjó
una de las mejores divisiones del Ejército Popular: la cuarenta
y dos. El
15 de noviembre, la 13 brigada de la 35 división, la primera que
pasó el Ebro, galardonada con el "Distintivo del Valor",
cubrió las que serian las últimas posiciones republicanas
en la orilla derecha: alturas de Barrancof - vértice Monredondo -
Más de Luis. Desde ellas garantizó el paso de las
restantes unidades de la 35 y de los medios de refuerzo que aún
permanecían en aquella margen del río. 45 cazas
republicanos, conducidos por Zarauza, Arias, Bravo y Zambudio, a las 18
h. pusieron en fuga a la aviación enemiga y en vuelo rasante
ametrallaron a su infantería, obligándola a pegarse al
suelo. Esta fue la última acción de cooperación de
la aviación republicana con el Ejército del Ebro en la
orilla derecha del río. La
13 brigada, en las últimas horas de la noche del 15 y primeras
del día 16, se despegó del enemigo y realizó su
repliegue, metódico, perfectamente organizado. Pasadas las
4,30 horas del día 16" y después de mantenerse 115
días en la margen izquierda del Ebro, habían salido de lo
que fue cabeza de puente hasta el último combatiente republicano
y los últimos medios de combate. Unos minutos después, a
las 4,40, fue volado, siguiendo la suerte de los demás, el
puente de hierro montado en Flix, incomunicando ambas orillas del
río. Ebro famoso La
ofensiva republicana del Ebro se produjo en un momento crucial de la
lucha armada en nuestro país y de la situación
política internacional. El
periodo de crisis político-militar por el que atravesamos en los
meses de marzo, abril y mayo empezó a superarse con la salida de
Prieto del Ministerio de Defensa. Pero su política había
originado reveses como el desastre del Este y el corte en dos de la
zona republicana que influirían negativamente en el desarrollo
de los acontecimientos posteriores. . Al
formarse el nuevo gobierno, el presidente Negrín tomó en
sus manos la cartera de Defensa. El clima político nacional
mejoró con la entrada en aquél de representantes de las
fuerzas que lo dejaron en la crisis anterior. El
nuevo gobierno tomó decisiones importantes, promulgando entre
otros los decretos de centralización de la industria de guerra y
de militarización de los puertos. Nos
llegó también material de guerra de la Unión
Soviética que permitió armar -aunque insuficientemente- a
nuestras fuerzas en Cataluña y en la otra zona. Pudo llegar
mucho más, pero la "No Intervención" cerró la
frontera el 13 de junio, esta vez definitivamente, y reforzó el
bloqueo en el mar. La política de Londres y París
aceleró su rumbo hacia Munich. La
operación del Ebro constituía, en cierto modo, una
réplica española a Munich. Si en el exterior no pudo
impedirlo si tuvo una gran repercusión, ganando el respeto para
el Ejército Popular Republicano de la gente que no estaba
alineada al campo enemigo e inmortalizando el nombre del ya famoso
río. En cuanto al interior, el puño popular, representado
en este caso por los heroicos combatientes del Ebro, impuso silencio,
por algún tiempo a los "munichistas" del campo republicano que
alzaban cabeza. Este era el objetivo político de la
operación. En
el orden militar, la ofensiva estaba destinada a poner fin a los
reveses que veníamos sufriendo en los frentes de batalla,
recuperar la iniciativa, destruir los planes enemigos de
invasión y conquista de Valencia y su región, de cuya
importancia he hablado ya. Esta era el objetivo estratégico de
la operación. Este objetivo fue alcanzado plenamente por los
combatientes del Ebro. La
ofensiva perseguía, en particular, crear una cabeza de puente al
otro lado del río, atraer y sujetar ante ella durante el mayor
plazo de tiempo posible -por lo menos un mes- la masa de maniobra de
las fuerzas armadas del enemigo: "nacionales", alemanas e italianas.
Este era el objetivo operativo. Este objetivo también fue
logrado. Y bien cumplidamente, porque volvimos a pasar el río el
16 de noviembre, esto es, 113 días (cerca de 4 meses)
después de haberlo cruzado. Resumiendo,
la operación del Ebro constituía, en el conjunto de
nuestra guerra nacional liberadora, un serio intento de cambiar la
situación político-militar y el propio curso de la guerra
a favor de la República. Detengámonos algo en la afirmación anterior con el propósito de fundamentarla. Hay
quienes afirman que la operación no debió realizarse;
otros dicen que precipitó el desenlace de la guerra; otros en
fin, niegan que pudiera ejercer influencia en el desarrollo de la
batalla general entablada. Todas
estas opiniones tienen un rasgo común a pesar de su diferencia
de matiz: la sensación de la impotencia y la derrota. Digamos de
pasada que esas opiniones son el "leit motiv" de la propaganda enemiga
que persiste hasta hoy. En
el fondo, tales opiniones equivalen a preconizar que los republicanos
debíamos haber adoptado la estrategia y la táctica de la
pasividad, del conformismo, de la entrega, de la renuncia a la lucha.
En otras palabras, significan aceptar la pérdida de la guerra,
la derrota militar, sin intentar defenderse. Es
cierto que después del corte del territorio republicano en dos,
la situación era más desfavorable que antes para
nosotros. Pero de ahí a la pérdida de la guerra, habla
una gran diferencia. Incluso
teniendo en cuenta la superioridad del enemigo en ese período,
superioridad que se cifraba en unos 200.000 hombres en fuerzas
organizadas y en una proporción de seis-siete a uno, como
promedio, en material de artillería, aviación y tanques,
la situación no era como para perder la perspectiva de la
resistencia, cuyo mantenimiento era la condición para evitar la
victoria de Franco. A
partir de la segunda quincena de mayo de 1938, la estrategia
republicana (confirmada en el Ebro) tenía que orientarse, por
imperativo de las circunstancias, a no permitir al Alto Mando fascista
la concentración de su masa operativa en una u otra de nuestras
zonas. Por
eso fue correcto el planteamiento de la operación del Ebro
cuando el enemigo marchaba sobre Sagunto- Valencia y todo el Levante.
Como lo fueron también las directivas del Gobierno a los mandos
más caracterizados de la zona Centro-Sur para activar
ésta en el curso de la batalla, cuando la masa de maniobra
enemiga estaba combatiendo en el Ebro. La pasividad en una zona republicana era la entrega de la otra al enemigo y contribuía a facilitar su victoria militar. La "teoría" de que la operación del Ebro no debía haberse realizado carece de consistencia. En
lo que concierne a los que sostienen que ella acortó los plazos
de la guerra, la realidad fue todo lo contrario. Los casi cuatro meses
de combate de la ofensiva, primero, y de la resistencia en la margen
derecha del río, después, salvaron a Valencia y su
región del peligro inminente que le amenazaba, fueron una
contribución viva a la defensa de la República y
contribuyeron a prolongar la resistencia del pueblo español.
Esta podía haber sido más eficaz y la marcha de los
acontecimientos distinta, si la zona Centro- Sur hubiera puesto en
juego sus fuerzas, no pequeñas, como debía y
podía. Ello no fue así, las operaciones previstas y
ordenadas por el Gobierno en la zona Centro- Sur no fueron realizadas,
porque, como lo demostrarían los acontecimientos posteriores,
algunos de los cuadros fundamentales de aquella zona, militares y
políticos, estaban carcomidos por la descomposición y la
traición. La
operación del Ebro era, pues, una necesidad insoslayable. En su
concepción, preparación y ejecución fue una
importante realización de las fuerzas armadas de la
República, una confirmación de la justeza de la
estrategia defensiva activa y de la doctrina militar del joven y
heroico Ejército Popular. CAPITULO XV Unas horas en Barcelona Terminada
la batalla del Ebro nos preparamos para afrontar la nueva
situación creada. Lo esencial que la definía en el orden
estratégico estribaba en que la masa de las fuerzas de maniobra
y del material del enemigo estaba concentrada ante la zona catalana.
También se reforzaba la intervención de las potencias
fascistas y de los círculos dirigentes de la "No
Intervención". Evitar
la libertad de maniobra del enemigo seguía siendo, con mayor
rigurosidad que antes, la clave de la defensa activa republicana. O
sea, impedir que el enemigo recuperase la iniciativa perdida el 25 de
julio. A
esa idea respondía la orientación político-militar
del gobierno en su correcta concepción de la conducción
de la guerra y los planes elaborados por el Estado Mayor Central y
aprobados por el Consejo Superior de Guerra. El
general Rojo me habló de ellos, después de su vuelta de
la zona Centro- Sur, en la orilla izquierda del Ebro, en el punto donde
observábamos, del 10 de noviembre, la maniobra de repliegue de
la 42 división sobre Mora de Ebro, lugar desde el que se
divisaba hasta unos tres-cuatro kilómetros, la margen derecha y
todo el río. Y ahora lo haría en Barcelona. Yendo
a la capital de Cataluña, al cruzar la localidad de Sitges,
coincidí con Mariano R. Vázquez, Secretario General de la
Confederación Nacional del Trabajo. Sin habernos visto nunca
antes, nos dirigimos espontáneamente el uno al otro. Conversamos
alrededor de media hora. Le dí las gracias por su
contribución y la de los trabajadores de la Confederación
Nacional del Trabajo a la construcción del material y al montaje
de los puentes sobre el Ebro. Me
respondió que las delegaciones de los obreros fabriles de la
C.N.T. que nos habían visitado volvieron entusiasmadas de su
estancia en la orilla derecha. Yo
iba a Barcelona invitado por la Presidencia del Gobierno. Me
presenté con el ministro de Agricultura, camarada Vicente
Uribe. Por cierto, fue la primera vez que vi personalmente al camarada
José Moix, ministro del Trabajo y dirigente del Partido
Socialista Unificado de Cataluña. Delante
de Negrin y otros ministros, Rojo repitió lo que me había
dicho en otra ocasión refiriéndose a la Batalla del Ebro.
En su libro "España Heroica" lo expone con las siguientes
palabras: "Fueron
sus características: en la ejecución, la decisión
y la audacia, y un rigor técnico hasta entonces no igualado en
la preparación y en la conducción de las tropas." Se
refirió a ese mismo aspecto de la batalla en los tres
períodos o fases y confesó que no dio nunca la orden de
repliegue a este lado por verdadero temor a una catástrofe,
dejándome en libertad de realizado cuando me pareciera. En el libro citado plantea esta cuestión así: "Se
dictaron disposiciones para llevar a cabo la peligrosa maniobra de
retirada a la orilla Norte, pensando que habría de hacerse a
viva fuerza; así se realizó y en perfecto orden, pudiendo
decirse que si el 25 de julio el paso del río fue meritorio por
la audacia, la sorpresa y la decisión con que se hizo, y por el
rigor técnico desplegado en la preparación y
ejecución de la maniobra, la operación llevada a cabo
entre los días 8 y 15 de noviembre superó militarmente a
aquélla de modo extraordinario, por cuanto el Ejército,
bajo la presión enemiga, supo replegarse de manera
íntegra, con todos sus medios, sin dejar de combatir un solo
momento, teniendo los puentes y zonas de paso batidos, y sin que
ninguna unidad, materiales ni depósitos fuese destruida ni
abandonada". Puedo
agregar: el enemigo no cogió ni un hombre, ni un fusil ni un
herido en todo el período de la delicada maniobra de repliegue.
Salí con el general Rojo, después de solicitar la venia
del Presidente y despedirme de mis camaradas. En casa de Rojo -a la que
iba por primera vez- hablamos largamente a solas. Ese era su
propósito al invitarme a salir con él. Comenzó
diciéndome: - El plan general aprobado por el Consejo Superior de Guerra es el siguiente: defendemos en Cataluña; atacar en la otra zona. Después de concentrar su pensamiento, agregó: -Las
directivas y las órdenes de operaciones a realizar en la otra
zona ya están en manos del general Matallana. Cuando estuve
allí en octubre, Matallana y yo hicimos los reconocimientos. De
hecho se trata de una gran operación escalonada en el tiempo,
con brevísimos intervalos entre sí, en la que van a
intervenir todos los medios, incluida la Flota, a cargo de los
Ejércitos de Andalucía, de Extremadura y del Centro. - ¿Para cuándo se prevé su realización? - Puede empezar de un día a otro. No más tarde de mediados de diciembre. -
¿Nos dará tiempo?' Porque antes de terminar en el Ebro ya
estaban en la zona al S. de Lérida parte de las divisiones
navarras y del Cuerpo italiano. En ese sentido no sirvió para
nada la aventura que se le ocurrió al jefe del Grupo de
Ejércitos, general Sarabia, en la cabeza de puente de
Serós "para ayudamos", en contra de cuya realización
estuve. -
Sí, hemos previsto que puedan comenzar también hacia
mediados de diciembre. Espero que pronto sabremos la fecha fija. Desde
luego, ya tienen aquí cinco Cuerpos de Ejército, con unas
veinte divisiones, que son todas las que han pasado por el Ebro,
más el Cuerpo italiano entero. A pesar de las bajas
impresionantes que se les han hecho, las tienen al completo. Ya sabes
su procedimiento para completar las unidades. Llevan a la retaguardia
una división destrozada, cogen los cuatro o cinco batallones
más desgastados, los relevan con otros frescos y ya está
otra vez la división a punto. -
Por cierto, ahora que habla de esto, hemos recibido muy poca gente:
15.000 hombres. De ellos, una gran parte son prisioneros que han
aceptado voluntariamente la incorporación a nuestro
Ejército. Pero no compensan las necesidades de las unidades, ni
siquiera las bajas que hemos tenido. - ¿Qué cifras tienes sobre las bajas del Ebro? -
Unas 30.000-32.000, gran parte de las cuales son heridos de metralla.
Sólo el 30% lo son de bala. Los diagnósticos sobre la
mayoría son que tienen para tres meses de curación. (Como
inciso, quiero referirme brevemente al servicio sanitario del Ebro, que
se distinguió por su celo en la atención del combatiente:
desde los camilleros hasta las jefaturas de Sanidad. de las divisiones,
los Cuerpos y el Ejército. Otra característica de
nuestros equipos quirúrgicos es que operaban en la retaguardia
inmediata de las tropas. j Cuántas vidas salvaron por su arrojo
y pericia en el cumplimiento de su deber I Recordamos en este sentido
la extraordinaria labor desplegada por el Dr. Juan Planelles, que fue
el primer jefe de sanidad de la 4a división y del V Cuerpo hasta
la operación de Brunete, fecha en que pasó a ser Director
General de Sanidad. En cuanto a las enfermeras, francamente no hay
palabras para alabar su conducta meritoria, excelente, llena de
sacrificios y dedicación). Prosigo el relato: -
Sí, esas son las cifras que yo tengo. ¿Sabes que en el
otro lado hablan de que nos han hecho 100.000 bajas o más? -
Como en todas las cosas serias, el Cuartel General de Franco miente.
Hemos tenido otras bajas, éstas por licencia miento: los 6.000
internacionales. - ¿A quién has puesto de jefe de la 45 división? - A Ramón Soliva. -
¿El que era jefe de la 124 brigada? (Debo decir que el general
Rojo conocía a todos los mandos, por lo menos hasta brigada y,
en muchos casos, hasta los jefes de batallón). -Sí,
le conocí en el mes de abril, cuando le di la misión de
pasar el río con su unidad el último, asegurando el paso
de todas las demás fuerzas. Luego aquí en el Ebro. Ha
demostrado ser un jefe capaz, sereno y firme. - Apruebo tu elección. Bueno, Modesto, mañana recibirás la orden referente a todo esto que hemos hablado. Me
fui de Barcelona sin poder ver, aunque lo intenté, al Presidente
de la Generalitat, Luis Companys, con quien tenía buenas
relaciones, entabladas en sus visitas de los meses de junio y julio a
mi puesto de mando y a las unidades del Ejército del Ebro, a
cuyos combatientes habló en el período preparatorio de la
operación. Al
día siguiente recibimos la orden anunciada por el general Rojo.
En ella se precisaba que el enemigo estaba terminando la
concentración de sus fuerzas operativas, las cuales
tenían como objetivo la invasión y ocupación de
Cataluña. Se indicaban como probables sectores del ataque
enemigo las cabezas de puente de Tremp, Balaguer y Serós. A
continuación se fijaba la misión del Ejército en
la zona catalana: "Intentar contener el ataque enemigo con las fuerzas
en línea; en caso de ruptura, maniobrar con las reservas sobre
los flancos del enemigo y su retaguardia; de ser obligados a ello,
asegurar el repliegue metódico de la defensa a líneas
interiores. En
lo que concierne a la zona Centro - Sur se indicaba empezar el 8 de
diciembre a dar cumplimiento al Plan de Operaciones para la zona
Occidental de fecha 20 de octubre. En dicho plan se ordenaba: 1°.
Una acción ofensiva combinada en el sector de la costa, al Sur
de Granada, con la participación de las fuerzas de Tierra de
aquel frente y de la Flota. La Flota tenía como misión
convoyar, proteger y asegurar el desembarco en Motril de una brigada
reforzada; especialmente preparada para esta acción. 2°.
Con la participación de tres cuerpos de Ejército, cinco
días después de iniciada la operación de Motril se
realizaría un ataque en el frente
Córdoba-Peñarroya para ocupar ambas poblaciones, o al
menos una de ellas, abriendo así los caminos de
penetración en dirección SO. sobre las provincias
andaluzas occidentales. 3°.
Una semana después de lanzada la ofensiva en el frente
Sur-occidental se emprendería la ejecución de una
tercera, que tendría como misión principal el corte de
las comunicaciones de Madrid con Extremadura. Hacia
finales de noviembre informé a los jefes de las grandes unidades
subordinadas de la situación general y particular, de los planes
del Alto Mando y de la orientación que nos daban. Esta
correspondía a las características de la región
oriental republicana, que comprendía el territorio de
Cataluña, a excepción de la parte occidental de las
provincias de Tarragona y Lérida, al O. de los tres ríos:
Noguera Pallaresa, Segre y Ebro, ocupada por el enemigo. Tomado
en su conjunto, en el territorio catalán -donde alternan los
valles y sierras, sucediéndose unos a otros-se distinguen tres
zonas: -
Una de alta montaña, comprendida al N. de la Sierra Montsech
(1.677 m.) hacia el E., más o menos siguiendo su paralelo hasta
la Sierra del Montseny (1.700 m.) que se hallaba en el sector del
Ejército del Este. En ella había fortificaciones de
carácter permanente y la defensa debía adaptarse a sus
características. -
La correspondiente a las de alineaciones de la cadena del litoral
catalán, que en su término SE. estaba en la zona del
Ejército del Ebro. -
Una tercera, que tiene como centro la llamada terraza de Lérida,
zona extensa que se adentra hacia E. hasta Monserrat, limitada al S.
por la cadena catalana que, remontando el curso del Segre, sigue hasta
la Seo de Urgel, cortada en esta última dirección por la
Sierra del Montsech, al N. de Lérida, dividida a su vez en dos
por el río Noguera Pallaresa. Esta se hallaba en el enlace de
los Ejércitos del Este y del Ebro, y los combates que se
libraran en esta zona debían tener otro carácter que en
la primera. Las comunicaciones principales de la región son, de S. a N.: - la carretera y el ferrocarril de la costa; - la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona; -el ferrocarril Caspe - Tarragona; -
la carretera y el ferrocarril Zaragoza- Lérida - Barcelona. Esta
última es la comunicación más importante de
Cataluña Occidental. Merece ser destacada la gran importancia de
Lérida, haz de comunicaciones que conducen a no importa
qué lugar del país; - una dirección secundaria por Tremp-Artesa de Segre-Fans, flanquea a su N. la anterior, garantizando a las tropas que actúen
desde Lérida en dirección E. La profundidad de la
región Este-Oeste es de 160 km. Aproximadamente a la misma
distancia (unos 180 kms.) se encuentran Tortosa y Tremp de la capital
de Cataluña. Vísperas de Navidad Conocíamos
ya el máximo posible del enemigo: 35 divisiones (de ellas 31 de
infantería, 2 de caballería y 2 de tanques), con una masa
de artillería no menor a 350 baterías de los calibres 75
y 260 mm (contando sólo la afectada a los Cuerpos de
Ejército y la divisionaria), apoyadas desde el aire por 1.500
aviones, se encontraban desplegadas ante la zona catalana, en' el
frente Tremp- Serós, encuadradas en los Cuerpos de
Ejército: Urgel, Maestrazgo, Aragón, Italiano, Navarro y
Marroquí. Sabíamos
también la fecha exacta de su ataque. Ambas cosas nos las
comunicó el general Rojo el día 10 de diciembre en la
visita que nos hizo en mi puesto de mando. El,
que era un hombre de profundos sentimientos católicos, estaba
verdaderamente indignado con "ellos", como decía siempre que se
refería al enemigo. - Han montado para las Navidades la ofensiva de invasión de Cataluña. -Increíble
- le respondí con el natural deje dubitativo del no creyente que
respeta y celebra la costumbre tradicional de su pueblo, aunque no
comparte el motivo que la inspira. - Si, hombre, si. La fuente es tan segura que no puede quedamos la menor duda. La información dice, exactamente, que empieza la ofensiva el día 23. Después de una pausa, Rojo inquirió: - ¿Cuál es el despliegue de tus fuerzas? Con
el general Rojo estábamos el jefe de Estado Mayor del
Ejército, coronel Sánchez Rodríguez, y yo. Nos
acercamos los tres al mapa y ante él, contesté a su
pregunta. -
El frente de 180 km. que tenemos encomendado, desde Termens al Mar, lo
defienden cuatro divisiones: el sector que va desde el flanco derecho
hasta la desembocadura del Segre en el Ebro lo cubren las divisiones 56
y 44 del XII Cuerpo, el cual tiene su tercera división, la 16,
en reserva, en Sierra Grosa; el resto del frente lo defienden las
divisiones 24 y 43, del XXIV Cuerpo, que ha sido agregado hace unos
días. Los
Cuerpos V y XV están en reserva, instalado el primero en la zona
Montblanch- Vimbodi-Sant Martin de Maldá, sobre las
comunicaciones y orientado en dirección de su previsto
contraataque al flanco izquierdo del avance enemigo, en
dirección E., cuando llegue el momento; el XV está
dislocado en la serie de localidades al NO de la región de
Montsant, también orientado en dirección de su
contraataque desde el S. sobre el flanco derecho enemigo. Sobre ello
están al corriente, desde hace unos días, los jefes de
los Cuerpos V y XV, así como los Estados Mayores, que
están haciendo ya los reconocimientos correspondientes en todo
ese sector. Mañana me reuniré con los cuatro jefes de
Cuerpo para ponerlos al corriente de los nuevos elementos de la
situación, , y demás cosas que me comunica. Pasamos después al despliegue del enemigo, que era el siguiente: En
su flanco izquierdo estaba el Cuerpo de Urgel, con el grueso de sus
efectivos en la zona de Tremp. En su composición entraban las
divisiones 51, 61, 62, 63, 150 y una "Agrupación Pirenaica", de
hecho otra división, con 53 baterías de artillería
y unidades especiales de morteros, ametralladoras, antitanques y
antiaéreos, más una brigada de caballería. Al
S. del anterior, el Cuerpo del Maestrazgo, en la región NO de la
confluencia de los ríos Noguera Pallaresa y Segre. Tenía
las divisiones 1, 74, 82,84, y 53, más 55 baterías de
artillería, una brigada de caballería y una brigada de
tanques. Al
flanco derecho del Maestrazgo estaba el Cuerpo de Aragón,
situado en la región de Balaguer y al O. de ésta. Lo
formaban las divisiones 40, 41, 52, 54 y 55 y disponía de 50
baterías de artillería, una brigada de caballería
y una unidad de tanques. Al
S. de Lérida, en la región occidental de Serós y
Soses, se hallaban los Cuerpos Italiano y Navarro. Aquí
preparaban su ataque más potente. El Cuerpo Italiano los
componían las divisiones "Litorio", "23 de Marzo", "Plumas
Negras", "Plumas Verdes" y "Plumas Azules", más una serie de
unidades especiales: de moto ametralladoras de lanzallamas, de
antitanques y otras, con 75 baterías de artillería y 200
tanques. El Cuerpo de Navarra, al S. inmediato del anterior y acodado
con él, con las divisiones 2, 3, 4, 5, 12 y una división
de caballería, 60 baterías de artillería y 100
tanques. En
la región del Bajo Ebro, estaba el Cuepo Marroquí con las
divisiones 13, 50, 102, 105 y 152, unas 50 baterías de
artillería, una unidad de tanques y una brigada de
caballería. Nuestras
fuerzas y medios de combate en la zona oriental eran en conjunto 20
divisiones (nominales) de infantería, 90 baterías de
artillería (las baterías nuestras eran de 3 piezas por
escasez de material; las del enemigo eran de cuatro, como era
tradicional), 3 brigadas de tanques y blindados y 124 aviones. De
esas veinte divisiones de infantería, 18 estaban encuadradas en
los Ejércitos del Este y del Ebro, y 2 en el XXIV Cuerpo en
formación. El
Ejército del Este, con dos Cuerpos en línea y uno en
reserva, asumía la defensa desde la frontera francesa hasta
Termens, 9 km. al SO de Balaguer, cubriendo un frente de 130 km. Su
defensa se apoyaba en la orilla izquierda de los ríos Noguera
Pallaresa y Segre. En ambas orillas contaba el enemigo con las cabezas
de puente de Tremp y Balaguer. En la composición del
Ejército del Este entraban los Cuerpos de Ejército X
(divisiones 31 y 34), XI (divisiones 26,30 y 32) y XVIII (divisiones
27, 60, y 72). En
total, los efectivos republicanos sumaban de 160.000 a 170.000 hombres.
En cuanto a los medios de refuerzo fundamentales, disponíamos de
270 piezas de artillería (de ellas el 40% estaban constantemente
en reparación, disponiendo de 7-9 módulos de
munición para los calibres más corrientes), 125 tanques y
blindados y los referidos 124 aviones. De lo dicho resalta la neta superioridad de efectivos y materia 1 con que contaba el enemigo. Solamente el Cuerpo de Ejército
de los intervencionistas fascistas italianos60.000 combatientes, 300
piezas de artillería, 200 tanques y más de 300 aviones de
combate - equivalía numéricamente a la tercera parte de
las fuerzas republicanas y, por su material (artillería,
tanques, aviones), rebasaba el que poseíamos los republicanos en
la zona oriental. Se
puede precisar, en cuanto a la correlación de fuerzas, que el
enemigo contaba con una superioridad inicial de: 4-1 en
infantería; más de 5-1 en artillería; 7-1 en
tanques y 8-5 en aviación. Dicha superioridad era mucho
más elevada en el orden táctico, alcanzando 8-1 en
infantería y 25-1 en artillería y tanques. Navidades en Cataluña Quince
días y noches de bombardeos de Barcelona y del territorio
catalán en toda su profundidad precedieron,
anunciándola, la ofensiva enemiga. Esta
fue iniciada en la mañana del 23 de diciembre. El ataque
afectó al centro del dispositivo republicano, desde Tremp a
Serós. En
la zona de Tremp - flanco izquierdo del enemigo- actuaba el Cuerpo de
Urgel. Su ataque estaba dirigido contra las posiciones republicanas en
la Sierra de Montsech, defendidas por unidades del XI Cuerpo del
Ejército del Este. Más
al Sur con su flanco derecho inició la ofensiva en el sector de
Soses - Serós. Aquí actuaban los Cuerpos de
Ejército Italiano y Navarra. Ambos atacaron las posiciones
republicanas de la margen derecha del Segre y ante la cabeza de puente
enemiga de Serós, defendidas por unidades del XII Cuerpo del
Ejército del Ebro. El
Cuerpo de Urgel, llevando en primer escalón las divisiones 150 y
61, reforzado temporalmente con parte de la artillería del
Cuerpo del Maestrazgo, hasta concentrar una masa artillera de 280
cañones (70 baterías), atacó las posiciones
republicanas en la Sierra, en las cuales se combatió hasta bien
pasado el mediodía del 23, perdiéndose algunas. En el
resto de la jornada el enemigo aflojó en su actividad, lanzando
entonces nuestro XI Cuerpo una serie de contraataques, que se
prosiguieron durante la noche y la jornada del día 24, para
recuperar las posiciones perdidas, sin conseguido. El
Cuerpo italiano, desplegado en Soses y más al Sur, atacó
en las primeras horas del día 23 las posiciones republicanas en
la margen izquierda del Segre. Sincronizando su acción con el
anterior, el Cuerpo de Navarra, con las divisiones 5, 12 y 4 en primer
escalón, partió de las cabezas de puente de Serós.
El ataque enemigo se realizó en un sector de cuatro km. de
frente, apoyado por los fuegos de 540 cañones. En esta
acción el enemigo consiguió, al final de la jornada del
día 23, avanzar un promedio de 8-10 km. de profundidad por unos
8 km. de frente. El
desarrollo de los acontecimientos en el frente de ataque de los Cuerpos
Italiano y Navarra puede resumirse en pocas palabras. La
división 56, dos de cuyas brigadas asumían la defensa, se
mostró incapaz de cumplir su misión. Más al E. las
unidades de la 16 división - reserva del XII Cuerpo -, situadas
en posiciones organizadas en Sierra Grasa (posiciones que representaban
tanto una excelente base de partida para contraatacar, como la mejor
zona para defender aquel sector y contener al enemigo, sobre todo
teniendo en cuenta la dirección de sus ataques), se replegaron
desordenadamente, con excepción de algunos núcleos de
combatientes, creando una situación difícil por abrir el
frente al enemigo. La
situación se rehizo al final de la jornada del 23. Las unidades
del Cuerpo de Navarra fueron contenidas en su avance hacia el E. por
elementos ligeros de las unidades del XV Cuerpo lanzadas al encuentro
del adversario, al que detuvieron al O. de Granadella, ante Mayal, y
más al Norte. En cuanto al Cuerpo italiano, que actuaba en
dirección NO buscando salir a la carretera de Lérida, fue
detenido por fuerzas rehechas del XII Cuerpo y algunas unidades
escogidas del V, trasladadas urgentemente desde sus zonas de
acantonamiento a la región de los combates con la misión
de cubrir las direcciones más peligrosas del ataque enemigo. En
los días inmediatos posteriores, el Cuerpo de Urgel
prosiguió sus acciones dirigidas a dominar el Montsech y salir a
Pons. Aunque con particular lentitud (teniendo en cuenta los medios
puestos en juego), impuesta por la resistencia de las unidades de la 32
división, el enemigo fue dominando esta zona de alta
montaña y avanzando hacia el Este. Al S. del Cuerpo de Urgel, el
día 25 entró en combate el del Maestrazgo. En el flanco
derecho de este último lo haría, el día 27, el
Cuerpo de Aragón, que acometió desde el NO las posiciones
republicanas ante la cabeza de puente de Balaguer. Las
direcciones de ataql1e acusadas en sus acciones por los Cuerpos
enemigos que actuaban en el frente Sierra del
Montsech-Balaguereran: del Urgel, ya lo hemos dicho, Pons, en la
margen izquierda del Segre; del Maestrazgo y del Aragón, Artesa
de Segre, sobre la que actuaban conjuntamente, siendo tomadas por el
primero el día 4 de" enero. Después de la
ocupación de Artesa, ambos Cuerpos tomaron rumbo al SE en
dirección Tárrega-Cervera. En
la dirección S. del ataque enemigo, el Cuerpo italiano fue
contenido en la jornadas del 24, 25 Y 26 de diciembre, sin lograr
éxito en sus reiterados esfuerzos. Ya en estas fechas
había entrado en combate todo el V Cuerpo (divisiones 11, 45, y
46), cuyo contraataque sobre el flanco izquierdo enemigo
cobraría su máxima intensidad en el curso de los
días 27, 28 y 29 de diciembre. En
sus comienzos, el contraataque del V Cuerpo se desarrolló con
cierto éxito. Sin embargo, no se alcanzaron los objetivos
propuestos - batir al Cuerpo extranjero - por diversas causas. Entre
ellas, la de que el Cuerpo italiano mantenía sus cinco
divisiones frescas (los efectivos de cada una de ellas doblaban los de
cualquiera de las divisiones del V) y la preponderancia de material. A
pesar de ello, repetimos, el flanco derecho del V consiguió
progresar y batir parcialmente al flanco izquierdo italiano. Pero en
esta dirección fueron lanzadas contra las unidades del V las
reservas enemigas, apoyadas por su masa artillera, de aviación y
tanques, para cuyo empleo esta zona no ofrece obstáculos. Todo
lo dicho obligó al V Cuerpo a pasar a la defensiva el día
29, lo que hizo cubriendo Borjas Blancas. En
el frente de las acciones del Cuerpo de Navarra, que centraba su
esfuerzo ofensivo en dirección Granadella-llevando en primer
escalón las divisiones 2, 4, 12 y 5, más una de
caballería que actuaba cubriendo su flanco derecho -,
asumió la defensa, a partir del día 24 el XV Cuerpo
(divisiones 3, 35 y 42). Al igual que las unidades del V, las del XV
realizaron una serie de contraataques sobre las unidades enemigas que
tenían ante si, consiguiendo detener su avance en esta
dirección, haciéndole retroceder
y rechazando los numerosos ataques que, por su parte, emprendió
durante los días 24, 25, 26. 27, 28 y 29 de diciembre. A
partir del día 29, los Cuerpos V y XV prosiguieron combatiendo
denodadamente. Estos combates, por imperativos de la situación
creada y del terreno se desarrollaban en campo abierto con
carácter de maniobra, lo que favorecía al enemigo por su
gran superioridad. Al mismo tiempo, esa era la única forma de
defensa en la situación existente. Pese a los fuertes golpes
asestados al enemigo y las importantes bajas que se le hicieron, las
nuestras, aunque mucho menos numerosas, eran lo bastante sensibles como
para hacer decrecer la capacidad ofensiva y defensiva de las unidades,
cuestión que se pondría claramente de manifiesto en los
combates posteriores. Por eso, al igual que antes en los contraataques,
se impuso a la larga en la defensa la decisiva superioridad del
enemigo. Dicha superioridad aumentó en aquellos días con
la entrada en combate de las cinco divisiones del Cuerpo
Marroquí, que lo hicieron al abrigo del Navarra y en su flanco
derecho, con 10 que el XV Cuerpo tenía ante él una masa
de 10 divisiones enemigas. Pese
a todo, las unidades del Ejército del Ebro mantuvieron en sus
manos Borjas Blancas hasta el día 4 de enero, fecha en que la
ocuparon los italianos, después de que la villa había
sido medio arrasada y ardía por sus cuatro costados. Mientras
tanto, en la dirección de ataque del Cuerpo de Navarra, sus
unidades fueron contenidas hasta aquella fecha en las salidas E. de los
pueblos de Granadella y Pobla de Granadella. En
esos días, cuando ordené a mi E.M. y a los jefes de armas
y servicios replegarse hacia la retaguardia propia; cuando
ordené trasladar mi puesto de mando al Mas del Calaf-Valls,
recibimos el testimonio de la adhesión de las poblaciones y los
payeses de Cataluña a los que nuestro Ejército
Republicano representaba. En
todas partes nos decían adiós con el corazón y nos
despedían como sólo suele hacerse con seres queridos. Y
ya en esos días comenzó el éxodo de un pueblo al
extranjero; centenares de familias, que luego serían millares,
abandonaban tierras, casas, bienes mayores o más modestos porque
habían dicho NO al fascismo y no tenían otra forma de
expresión que ese sacrificio que ellos mismos se
imponían. El
día 10 de enero corriente instalé mi puesto de mando en
Mas dels Calaf-Masllorens y retiré del Bajo Ebro las divisiones
43 y 24. Desde el punto de vista combativo su armamento era tan
precario que el 50% de sus efectivos, ya limitadísimos, estaba
desarmado. Los
días 15 y 16 de enero el enemigo ocupó Pons, Cervera,
Montblanch y Tarragona. Las unidades del Ejército del Este
organizaron la defensa al E. de las poblaciones mencionadas, cubriendo
las direcciones a Seo de Urgel, Solsona a Igualada, y las del
Ejército del Ebro más al S., en el río
Gayá, desde Santa Coloma de Queralt a Toredembarra. Desde
el comienzo del ataque enemigo hasta que ocupó Pons, Cervera,
Montblanch y Tarragona habían pasado sólo 24 días.
En
ellos, por las condiciones en que se desarrolló la batalla, se
produjo un desgaste de las reservas del Ejército del Ebro, los
Cuerpos V y XV, que nos vimos obligados a emplear ocho-diez días
antes de lo previsto por el fallo inicial de las unidades del XII
Cuerpo. Mientras
tanto, el 40% de la artillería propia estaba en
reparación. Los 7 módulos de proyectiles, que
había que cuidar como la niña de nuestros ojos, se
estaban agotando; la DECA tuvo que dejar de funcionar por falta de
proyectiles. y de todo eso que acabo de decir, tenía el enemigo
para derrochar. En
cuanto a la aviación "nacional", hitleriana e italiana
realizó en estos días a que me refiero un promedio de 250
vuelos diarios. En
combate aéreo nuestros estupendos pilotos derribaron 43 aviones
enemigos, pero a nosotros nos derribaron 23. Este hecho proclama el
heroísmo y la pericia de nuestros aviadores y la tragedia del
indefensismo por falta de material en que nos encontrábamos. En
esos días, en los que se combatió exhaustivamente por
todas las grandes unidades del Ejército del Ebro, se jugó
la suerte de Cataluña. Los que cayeron en esta fase de los
combates de Cataluña, como los que no cayeron, pusieron la misma
abnegación y entrega. Esto debería ser tenido bien en
cuenta por todos aquéllos que al analizar esas jornadas y otras
aparecen, 30 años después, echando la culpa a los
combatientes, uno; al vecino, otro; al mando superior, el de más
allá. Cuando el "sí" de Miaja equivale al "no" Entrado
enero, cuando la ofensiva enemiga estaba en pleno desarrollo, se puso
en marcha, en la zona occidental, la operación de Extremadura. El 10 de dicho mes, estando mi puesto de mando en Vallas, nos visitó Rojo. Hablamos precisamente de la otra zona. - ¿No dan aún señales de vida? - Si, tengo noticias. Van a comenzada de un momento a otro. - ¿Como estaba prevista en las directivas y órdenes de octubre? - Quita, hombre, quita. Nos han hecho la faena. Han suspendido lo de Motril. Motril en su libro "Alerta a los pueblos": "Habíamos
hecho, personalmente, el general-jefe del Estado Mayor del Grupo de
Ejércitos y yo, el reconocimiento de la zona de maniobras,
elegido la línea de ruptura del frente enemigo, y comprobado la
posibilidad de lograr esa ruptura en cuanto había asegurado el
jefe de la Flota que dejaría las tropas en el puerto; la
razón principal de la dificultad que este jefe señalaba
era el temor de que fuesen descubiertos los transportes por la luna;
dificultad que yo apreciaba también, pero que no estimaba
suficiente para suspender el ataque, ni siquiera para aplazado, pues la
eficacia del plan radicaba en su oportunidad. Las dificultades, siendo
muchas y grandes, eran insignificantes comparadas con la de la maniobra
del Ebro, que se vencieron, ¿por qué no se iban a vencer éstas? Luego,
insistiendo sobre las posibilidades de éxito, Rojo prosigue:
"Por el mar iba a actuar una brigada reforzada y especialmente
preparada para la operación, apoyada por toda la Flota, en
condiciones de superioridad sobre la adversaria, y no digamos sobre el'
puerto, que contaba con pocas y malas defensas; a tal amenaza seria,
iba a unirse un ataque por tierra en un frente estrecho, con una
división, para cortar las comunicaciones enemigas, cosa
calculada y posible como en otras operaciones realizadas, a las pocas
horas de comenzada la operación; apenas teníamos enfrente
4 batallones de reserva locales, repartidos en diversos puntos para
acudir a los lugares amenazados; unidades estas acreditadas por su
pasividad y con mandos cuya suficiencia no se había contrastado
aún en la guerra..." La
suspensión de la operación de Motril, decidida por Miaja,
Matallana y Buiza, no debió quedar impune. Comparto la
opinión del general Rojo - reflejada en su apasionada defensa de
la operación de Motril - sobre la viabilidad de su
realización por los siguientes factores: los importantes medios
concentrados para llevada a cabo, factor sorpresa y las
características de la población, en su mayoría
campesina, que sabía por experiencia propia que la
liberación de la comarca pondría en sus manos,
nuevamente, la tierra que les fue arrebatada por los fascistas cuando
ocuparon esa zona. La
operación de Extremadura, de acuerdo con las directivas de
octubre, debía empezar el 16 de diciembre. No fue así y
su ejecución se retardó casi un mes - es decir, hasta la
segunda decena de enero -, cuando ya el enemigo se había
empeñado a fondo en la zona oriental y sus grandes unidades
salían a la línea Tarragona-Cervera-Pons. El
sabotaje del mando y del E. M. del Grupo de Ejércitos resalta no
sólo en el retraso de la operación, sino también
en otros aspectos de la misma, desde el comienzo hasta el fin de su
preparación. Si,
por ejemplo, tomamos la forma en que se efectuó el movimiento de
las tropas para alcanzar las regiones de concentración,
vemos a los combatientes haciendo marchas y contramarchas innecesarias,
por cierto realizadas bajo lluvias torrenciales y por terrenos
enfangados. Primero, una marcha de 120 km. en dirección S.,
desde la estación de Chillón (tenemos en cuenta al XXII
Cuerpo) a la región Villanueva del Duque-Hinojosa del Duque.
Esta marcha se realizó hacia finales de diciembre. Más
tarde, después de efectuados los reconocimientos del terreno y
del enemigo, cuando los mandos y los combatientes de las unidades
conocían Y se habían familiarizado con su misión,
en lugar de la esperada orden de ofensiva, recibieron la de hacer una
nueva marcha -esta vez de 150 km. - hacia el N., precisamente en
dirección contraria al frente. Después de 3 ó 4
días de marcha, y antes de alcanzar los puntos de destino, las
unidades recibieron la orden de retornar a las anteriores regiones de
concentración. Los
traslados de las unidades de la Ceca a la Meca por el E. M. de Miaja
eran muy extraños. Sorprende, sin embargo, la falta de
iniciativa de los jefes de Cuerpo y de división, quienes por un
falso concepto de la disciplina, ejecutaron las órdenes
pasivamente, sin hacer la menor objeción. El
retraso de la ofensiva en Extremadura, los movimientos innecesarios de
tropas, aquella decena de días de marchas de Norte a Sur, de Sur
a Norte y otra vez de Norte a Sur, a más de desesperar a los
combatientes y agotarlos, provocaban la inseguridad, la duda, la
indignación y el descontento de los combatientes y sus mandos.
Jefes de brigada y de batallón me contaron estas cosas semanas
después de haber sucedido. Hay
que decir que en todo el tiempo de existencia del Ejército
Popular republicano, no hubo un caso tan cínico e irresponsable
como éste de la operación de Extremadura. En la
operación de enero de 1939 en Extremadura participaron tres
Cuerpos de Ejército: dos de ellos, la Agrupación "T" y el
XXII Cuerpo, en primer escalón, el Cuerpo XVII en segundo
escalón. La
Agrupación "T", en el flanco derecho del dispositivo
republicano, tenía la misión de arrebatar al enemigo
Sierra Trapera y enviar una fuerte columna sobre camiones en
dirección Azuaga. A su flanco izquierdo, el XXII Cuerpo,
llevando sus divisiones en tres escalones, tenía como
misión atacar y conquistar las posiciones enemigas en Sierra
Noria y Cerro Mulva, desarrollando posteriormente sus acciones en
dirección Fuente Ovejuna. El XVII Cuerpo, en segundo
escalón, sería empleado según las incidencias de
la lucha. La
defensa enemiga consistía en una serie de posiciones
discontinuas basadas en las poblaciones, sierras y cerros que dominaban
las comunicaciones con grandes intervalos entre sí. Algunas
posiciones, por excepción, se encontraban bien fortificadas
(Sierra Trapera, por ejemplo). El ataque sobre Sierra Trapera no tuvo
éxito. Allí combatió durante varios días el
grueso de las fuerzas de la Agrupación "T", sin alcanzar su
objetivo, consumiendo su esfuerzo ofensivo las unidades atacantes; tan
sólo en su flanco izquierdo consiguió avanzar dicha
Agrupación. Más al S. el ataque del XXII Cuerpo fue
coronado por el éxito. A
las 48- 72 horas de iniciada la operación, las fuerzas propias,
pese a tener contenido su flanco derecho en Sierra Trapera,
consiguieron desarticular el frente enemigo y abrir una brecha de 25
km. de frente, avanzando en una profundidad de 20 km. y liberando
Fuente Ovejuna, tomada por una de las divisiones del XXII Cuerpo. La
conquista de Fuente Ovejuna abría grandes perspectivas a la
maniobra republicana, pues permitía salir a la retaguardia de
las entonces pequeñas guarniciones enemigas de Peñarroya
y Bélmez y atacadas desde el S. para reducirlas o, en
último extremo, neutralizar1as; aún sin esto,
existía la posibilidad de avanzar por el valle del Guadiato
hasta Espiel -sin guarnición enemiga- y dominar la Sierra de los
Santos, también desguarnecida. En una palabra, el frente quedaba
abierto para lanzar por él las reservas republicanas (el XVII
Cuerpo) en dirección S. sobre Córdoba con bastantes
posibilidades de alcanzar la ciudad y, en última instancia,
hundir todo aquel frente a su Norte. En vez de ello, los que
dirigían la operación, después de agotar a la
Agrupación "T" en los ataques a Sierra Trapera, no encontraron
nada mejor para poner fin a la misma y detener a nuestras fuerzas que
meter al XVII Cuerpo en el combate de Sierra Trapera. Con ello hicieron
languidecer la operación, sin preocuparse de alimentada con
nuevas fuerzas y permitiendo al enemigo rehacerse del golpe asestado
por nuestros combatientes. Días
después, el mando enemigo concentró 4-5 divisiones en
ambos flancos de nuestra penetración y realizó una serie
de contraataques dirigidos a restablecer la situación existente
antes del ataque republicano, lo que consiguió en la
última decena de enero. La tercera, en el tiempo, de las acciones encomendadas por el Alto Mando republicano a la zona occidental-a realizar en el frente de Madrid - fue puesta en marcha "a su manera" por el jefe del Ejército del Centro, coronel Casado. La
operación de Madrid (enero de 1939) fue la antesala de la
sublevación casadista. Con ese fin fue montada por Casado, que
buscaba asestar así, con las manos del enemigo, un serio golpe a
las mejores unidades republicanas del Ejército del Centro,
precisamente a las mandadas por comunistas. Su anticomunismo
desenfrenado llevó a Casado a dar esa muestra de su catadura,
asesinando a cientos de combatientes en dicha acción. Necesitaba
su fracaso para, tomándolo como ejemplo, llevar el desaliento a
los combatientes, que riendo demostrar la imposibilidad de realizar
operaciones que pudieran inquietar al adversario, fomentando así
la idea de la impotencia Y buscando crear el clima propicio para llevar
adelante su política de entrega, de entendimiento con el
enemigo. Digamos
unas palabras sobre la historia militar de este coronel en el curso de
la guerra. En su conjunto se circunscribe a los hechos siguientes:
fracaso en el mando del XVIII Cuerpo -unidad que mandó varios
días en la segunda mitad de la operación de Brunete, por
lo que fue destituido sin esperar el fin de la misma-; nuevo fracaso en
la llamada segunda operación de Zaragoza, mandada por él,
por la que otra vez fue destituido. Con esos antecedentes se le
entregó el mando del Ejército del Centro, que por su
composición básica continuaba siendo lo mejor del
Ejército Popular Republicano. Ni Casado podía Ilegal' a
más, ni los combatientes del Centro a menos. La
"operación" organizada por Casado en el frente de Madrid, sector
de Brunete, puso fin a las actividades republicanas en la zona
occidental. Hoy
estamos en condiciones de afirmar lo que entonces sospechábamos:
que el mando franquista estaba "minuciosamente informado" de los planes
y directivas de Casado. Por eso el enemigo concentró una potente
masa de artillería, morteros y ametralladoras en el sector
elegido para el ataque y destruyó la ofensiva en la primera
jornada, ocasionándonos una cantidad enorme de bajas. Los
centenares de combatientes lanzados por sorpresa e indefensos,
entregados a la muerte ante las bocas de fuego de la artillería
enemiga y de sus ametralladoras en el sector de Brunete, los necesitaba
el coronel "apolítico" y "profesional puro" para consumar su
política de entrega de la zona Centro - Sur al enemigo. Ante Barcelona Las
acciones en la zona Centro no lograron ejercer la menor influencia
sobre el desarrollo de los combates en Cataluña, donde el
enemigo prosiguió su ofensiva. Los
Cuerpos de Urgel y de Aragón, que se encontraban en Pons y
Artesa de Segre, respectivamente, sirvieron de eje para la maniobra de
su ala derecha en el frente Cervera-Tarragona, maniobra que dio
comienzo el 15 de enero y en la que participaron cuatro Cuerpos de
Ejércíto: El
del Maestrazgo siguió como eje de sus acciones la carretera
general rumbo NE sobre Manresa-Vich. Ante él se
defendía el XVIII Cuerpo del Ejército del Este. El
Italiano tomó como dirección de ataque la de Santa Coloma
de Queralt - Igualada - Olesa de Monserrat - Sabadell Badalona. En
esta dirección asumía la defensa el V Cuerpo. El de
Navarra efectuó su avance en dirección
Villafranca-Martorell-Barcelona, por el Tibidabo, haciendo frente a su
ataque la 42 división del XV Cuerpo. El Marroquí
prosiguió sus acciones siguiendo las comunicaciones costeras en
dirección Barcelona, por Montjuich. Las otras divisiones del XV
Cuerpo y la 43 de XXIV defendían aquel sector. En la segunda
mitad de enero, cuando fracasó la operación de
Extremadura, el Alto Mando republicano tomó una serie de medidas
con el propósito de reforzar la defensa. Entre ellas cabe
señalar: -
la creación de algunos batallones de ametralladoras destinados a
cubrir, en varios puntos importantes de la retaguardia, las
comunicaciones principales en los accesos lejanos a Barcelona; -
el nombramiento de un mando y un Estado Mayor independiente y la
designación de algunas unidades especiales para la defensa de la
ciudad; - la organización de dos divisiones; - el traslado a la zona oriental de algunas unidades de zona occidental. Todo
esto, sin embargo, no pasó del terreno de los propósitos.
Las decenas de cuadros que dimos de nuestras unidades cuando nos fue
solicitado, volvieron más tarde con la desilusión de no
haber sido empleados por falta de material. En cuanto al envío
de unidades de la zona occidental, tan sólo se mandó una
brigada: la 149. Hubo
otras medidas de emergencia. Estas fueron las disposiciones del
Gobierno, que calificaré de última hora, consistentes en:
- la movilización de varios reemplazos; - la reducción de las excepciones en un 50%; - la militarización de todas las empresas, industrias y trabajos relacionados con la guerra; -
la movilización de todos los ciudadanos, de ambos sexos, de 17 a
55 años, que podían ser utilizados por el Gobierno en
trabajos relacionados con la defensa nacional; - la incorporación a las unidades de infantería de personal útil, no especialista, de los servicios; - la utilización del personal civil de la zona de guerra hasta los 50 años para trabajos de fortificación; - la depuración de los organismos y unidades de retaguardia para enviar al frente a todo el personal utilizable. Lo
dicho no dio resultados, a mi juicio, por dos causas esenciales: una
-la principal-, la falta de armas, que frenaba la aplicación de
aquellas medidas por parte de los encargados de llevadas a cabo; la
otra, que esas medidas se adoptaron demasiado tarde. Si se hubieran
tomado y aplicado resueltamente en el momento del paso del Ebro o en el
periodo de la resistencia, no cabe duda que sus resultados, aún
con el constante handicap de la falta de armas, habrían sido
distintos. En
este periodo de la lucha en Cataluña se hizo sentir de manera
terminante la superioridad del enemigo, que prosiguió su avance
en todo el frente. Nuestras unidades no estaban en condiciones, por su
desgaste, de contenerlo y sólo podían frenarlo en las
direcciones principales. Los
Cuerpos del Maestrazgo, Italiano, Navarra y Marroquí, apoyados
por su masa de aviación, artillería y tanques,
prosiguieron sus acciones, dirigidas -las de los tres
últimos- a la ocupación de Barcelona, y las del
Maestrazgo, al corte de las comunicaciones a su Norte. Cuando
el enemigo era detenido por la resistencia en una de las direcciones de
ataque, su avance en otra dirección le daba ese objetivo. El
16 de enero se instaló mi puesto de mando en Vilavi
(Masía). Aquel mismo día recibí una orden del
ministro de Defensa-Nacional, firmada y comunicada en su nombre
por el general jefe del Estado Mayor Central, en la que se ordenaba que
el repliegue del Ejército del Ebro se hiciera dejando a su
izquierda la ciudad de Barcelona, pasando las fuerzas del
Ejército al N. del río Besós. Barcelona
-decía la orden tiene un mando, un Estado Mayor y unas unidades
especiales con la misión de su defensa. Al recibir esta orden, envié un emisario a Barcelona para informarme de la situación. El
día 17 de enero vinieron a verme los camaradas Francisco
Antón y Manuel Delicado. Ni era la primera vez ni seria la
última, pues uno y otro, así como Juan José Manso,
venían frecuentemente a estar con nosotros en este periodo de
Cataluña. Les hablé de la orden recibida la tarde
anterior, porque sentía preocupación por Barcelona, y
quería saber qué pasaba. Me recomendaron acatar la orden
recibida. En la tarde de ese día esperaba al cabo Celestino
García. Me lo enviaba, a petición mía, el jefe de
la 11 división, Joaquín Rodríguez, quien la tarde
anterior había traído a mi puesto de mando la tripulación de un tanque italiano capturada por Celestino y me contó su hazaña. -
Viene del Thäelmann - me dijo Rodríguez - y ahora
está en la compañía especial de la 9 brigada.
Fíjate el regalo que nos ha traído: estos cuatro pajes.
En efecto, allí estaban capitán, teniente y dos
sargentos, que aún no habían salido de su asombro y no
les llegaba la camisa al cuerpo. Los
hizo prisioneros Celestino de la siguiente manera: Atacaban 13
tanquetas. Después de inutilizar la de cabeza (las otras 12
"chaquetearon") se llegó a ella y los mandó salir
golpeando con el fusil. Al no obtener contestación, cogió
el pico de la propia tanqueta y violentó la puerta sacando a los
ocupantes. Celestino de Morata En
este período de la lucha en Cataluña, los combatientes
del Ebro y sus cuadros de mando seguían batiéndose contra
el enemigo con la decisión y la abnegación que los
caracterizaba, aunque con más dificultades que nunca. Celestino
era uno de ellos. Ahora estaba con nosotros. Conversamos con él
Francisco Antón, Sánchez Rodríguez, el teniente
coronel Goiri, el poeta Pedro Garfias (comisario en Andalucía
del Batallón Bautista Garcés, nombre del diputado
comunista por Córdoba, secuestrado en la noche del 17 de julio
por oficiales fascistas del Regimiento de Artillería, donde le
asesinaron por orden del coronel Cascajo el día 18), entre
otros. -
Cuéntanos, camarada sargento Celestino -porque ya eres sargento-
cómo diriges tu escuadra de cazadores de tanques. -
Después de elegir el sitio antes, o cuando aparecen y vemos por
donde vienen, avanzamos hacia ellos, escogiendo un sitio como en la
caza al acecho. - ¿y como sitúas a la escuadra? -
Yo me pongo delante con una bomba en la mano; las demás me las
quito (Celestino llevaba cuatro o cinco al cinto) y hacemos el
cordón, pasándonos la bomba uno a otro hasta que llega a
mi: Tomo la que voy a tirar y le quito el seguro (lo que hizo). - ¡Ten cuidado! - No pasa nada; se lo pongo. Y
se dispuso a hacerlo; pero no sé por que se le movió el
sifón y comenzó a quemar la pólvora que lleva el
fulminante, haciendo su sonido característico. - ¡Cuerpo a tierra! - ordené -. ¡Desenrosca, Celestinol -
Siiíi... Quitó velozmente el cuerpo superior del
artefacto, del que arrancó el potente fulminante, y lanzó
la bomba corredor adelante, apretando aquél entre sus manos. Yo
estaba a su lado siguiendo la operación. La
explosión fue ruidosa. Celestino salió con las manos y el
bajo vientre acribillados, pero, afortunadamente sin gravedad, por lo
obligado que iba. A mi se me clavaron unas esquirlas en la frente.
Pedro Garfias, en la habitación de al lado apareció con
una, por cierto muy escandalosa, clavada en el brazo. Nos miró a
todos y salió diciendo: ¡Ahora vuelvo! Veinte
minutos después, cuando seguíamos hablando y riendo todos
con Celestino, apareció Garfias y leyó un poema de gran
belleza dedicado al héroe. -
Ahora te vas a Barcelona, sargento. Van a recibirte Negrín y
Rojo. Tienes quince días de permiso para ir a ver a tus padres
y a tu novia en Madrid. Celestino estaba emocionado. Nosotros
también. Despedimos al héroe con un fuerte abrazo. Barcelona no se defendió El
día 20 mi puesto de mando se instaló en Martorell y el
Cuartel General en Granollers. Seguía de cerca las direcciones de
repliegue de los Cuerpos V y XV, que en esta etapa absorbieron el resto
de las fuerzas, hasta el Llobregat, a partir del cual habían de
proseguir su repliegue. El
V lo efectuó por Martorell - Sabadel-Granollers- las
comunicaciones al Sur de la Sierra del Montseny a la general de Gerona;
el XV por Molins de Rey- Vallvidrera- al Norte del río
Besós - carretera de la costa. En
la noche del 24 nos instalamos en Vallvidrera. Me acerqué a
Barcelona, con Delage, el día 25. Fui a la "Casa Roja", donde
estuvo siempre el Estado Mayor Central. Este había evacuado
hacia el Norte, igual que los ministerios y la Generalitat. En
la "Casa Roja" estaba el general Sarabia, con quien hablé un
rato. Seguía esperando al coronel Brandari, jefe de la Isla de
Menorca hasta que fue designado jefe de la defensa de Barcelona. Me
ofrecí a Sarabia, que era mi jefe natural, por si tenía
algo que mandarme. Me dijo que no, que cumpliera las órdenes de
Rojo. De
allí fuimos al Comité Central del Partido, donde hablamos
con los camaradas Vicente Uribe, Santiago Carrillo, Luis C. Giorla,
Manuel Delicado y Antonio Mije. La única dirección, de
las fuerzas políticas del Frente Popular que en aquellos
días mantenían la serenidad en el caos de la ciudad, que
se esforzaba por evitar el indefensismo de Barcelona, era la del
Partido Comunista de España. Recorrí nuevamente las instalaciones oficiales, que estaban terminando de evacuar archivos y documentos. Volvimos
a la "Casa Roja". Esta vez estaba sin inquilino. El cuadro que
encontramos era desolador: ni una persona; las puertas y ventanas
estaban abiertas; los teléfonos sonaban ininterrumpidamente. Durante
los días 26 y 27 de enero, el enemigo avanzó en todo el
frente de su movimiento hasta la Seo de Urgell, Berga, proximidades de
Vich y Barcelona. Esta última fue ocupada sin defensa, por
cuerpos italiano, Navarra y Marroquí. En
este segundo período, las fuerzas del Ejército del Ebro
habían realizado proezas como la de Celestino García o la
del jefe de la 101 brigada, Alabau, y el comisario Hipólito del
Olmo, quienes rodeados por un enjambre de enemigos cuyos jefes
gritaban: "Cazarlos
vivos", les respondieron: "No lo veréis", disparando sobre ellos
hasta el penúltimo cartucho y guardando el último para
pegarse un tiro en vez de entregarse. Pero
el intenso esfuerzo defensivo que hicieron no tuvo éxito, no
podía tenerlo, por las condiciones de inferioridad en que
estaban. Incluso la artillería había consumido los nueve
módulos de proyectiles con los que el 23 de diciembre empezamos
la defensa de la zona catalana. CAPITULO XVI Hacia Madrid pasando por Perpiñán En el último período de la lucha en Cataluña las dificultades de la defensa se acrecieron. Las
unidades del Ejército del Ebro no perdían el contacto con
el enemigo. Pero sus efectivos eran muy escasos. La
artillería dejó de actuar por falta de proyectiles,
como anteriormente lo había hecho la DECA. La aviación
pasó toda a Francia. Sólo los tanques y blindados
cooperaban estrechamente y con su abnegación
característica a la defensa. Esta la reforzamos acudiendo a las
destrucciones, en las que participaban los especialistas de las
unidades del XIV Cuerpo de
Guerrilleros, puesto a nuestra disposición. Este período
fue el más difícil, el más agotador, el de mayor
heroísmo. Porque nuestros efectivos disminuían paulatina
e inexorablemente. No
se trataba de las bajas en el combate solamente, no. Se trataba de otro
tipo de pérdidas que empezaron a producirse en el periodo
anterior, al quedar en la retaguardia del enemigo rebasados por el
avance de éste, núcleos de, combatientes,
fenómenos que en los primeros momentos afectaba sólo a
pequeñas unidades, pero que luego se repetiría en escala
mucho mayor. Eran
batallones, brigadas, divisiones, aunque nominales las que quedaban en
retaguardia del enemigo. Y esas mismas unidades, conducidas por sus
mandos rompían el intento de copo del enemigo, abriéndose
paso a viva fuerza hacia nuestra retaguardia, cuando el corte inmediato
lo permitía, como le sucedió a la 59 brigada de la 42
división, primero en Vallvidrera, en su camino de repliegue,
luego más al Norte; o bien adelantaban por caminos paralelos a
las unidades enemigas,'frenando su avance con secciones a sus flancos,
como tuvieron que hacer en este período todas las brigadas y
divisiones para situarse otra vez ante el enemigo, hacerle cara y
disputarle el paso una y otra vez en el curso de las quince jornadas a
que me refiero. Para
que pueda servir de orientación a quien tenga curiosidad de
saber cómo se produjo el repliegue del Ejército del Ebro,
citaré a continuación los lugares en los que
instalé mis puestos de mando, ya que como regla, cuando
éstos cambiaban, el enemigo había sido detenido ante
ellos, en la dirección de su movimiento. El
día 28 de enero se instaló en San Coloni (Quinta Pechot);
el 30, en Arbucias (masia); el 1 de febrero, en Riudellote; el 2, en
Quart (Gerona); el4 en Pont de Ter; el6 en Peralada; el 8, en Port Bou
y el 9, en Port Bou, aduana y puesto fronterizo. Cuando
instalé mi puesto de mando en Pont de Ter, intentamos la defensa
de Gerona sin resultado positivo. Más al Este, las unidades del
XV Cuerpo intentaron un esfuerzo ofensivo, que sería el
último y se prolongaría durante tres días.
Contraatacamos con éxito, obligando al enemigo, que ya
había rebasado el río Ter, a repasarlo hacia
atrás. Esto era sumamente necesario para ganar tiempo. El 6 de febrero ordené el repliegue de nuestras fuerzas a la línea del río Fluviá. En estos días Negrín y Rojo eran asiduos visitantes nuestros. Hasta comían y cenaban con nosotros. Los
esfuerzos del gobierno estaban orientados al envió del material
de aviación y de otras clases desde Francia a la otra zona.
Negrín y Rojo nos hablaban de ello, así como de los
cuadros de mando y del resto del Ejército de Cataluña. La
actividad diplomática del gobierno cerca de las autoridades del
país vecino para obtener la admisión de los restos del
Ejército de Cataluña fueron arduas y difíciles.
Pero al fin se logró. Más difícil fue obtener
autorización para la salida de la población civil. El éxodo de ésta era contenido en la frontera. La aviación enemiga la bombardeaba con sadismo. Cuando
aún no había respuesta autorizando la salida del
Ejército, Rojo me dijo en una de las conversaciones: - Modesto, hay quien propone que el Ejército alce bandera blanca, se entregue y que los jefes salgamos. - Ni hablar de eso. O salimos todos o no salimos ninguno. ¿Quién hace esa propuesta? - No te digo el santo, te digo el milagro. - Hemos de salir y con la cabeza alta. El
día 7, el Comisario del Grupo de Ejércitos de
Cataluña, Gil Roldán, de la Confederación Nacional
del Trabajo, y el Subsecretario General, Crescenciano Bilbao, del
Partido Socialista, solicitaron mi intervención cerca de las
autoridades fronterizas para que alzaran la barrera y dejaran pasar a
la población civil. Así lo hice, consiguiéndolo. Di
las instrucciones finales para el paso a Francia. Algunas de ellas
serían modificadas por imperativo de las circunstancias.
Indiqué que salieran todos con la cabeza alta y el máximo
posible de formación y disciplina; que no dejaran ni un herido y
los llevaran delante con trato de honor. Pedí a todos que en
nuestra conducta se viera que éramos del Ejército del
Ebro. En
una de mis salidas al XV Cuerpo, fui al sector de la 35
división, a la que se habían incorporado los
antifascistas alemanes de la 11 brigada y voluntarios de otros
países con regímenes fascistas, a quienes los gobiernos
francés e inglés habían negado el derecho de
asilo. Encomendé a dicha división la misión de
asegurar la salida de las restantes fuerzas del Ejército, por lo
que debía ser la última en salir. El
día ocho hacia las 16,00 horas, fui convocado a una
reunión en La Agullana. Asistían a ella unos treinta
jefes y comisarios de los eslabones superiores. Del Frente de
Cataluña, el jefe del Grupo de Ejércitos, coronel Jurado,
que había sustituido el 27 de febrero al general Sarabia; el
coronel Perea, jefe del Ejército del Este, y yo. Presidía
la reunión el Jefe del gobierno y ministro de Defensa, Juan
Negrín. En ella hizo un informe el jefe del Estado Mayor
Central, general Vicente Rojo. Voy a ser muy parco al referirme a
él, ya que quien tenga interés puede encontrado en su
libro "Alerta a los pueblos". Era el tercer informe de este
carácter. Los otros dos habían sido hechos ante el
Presidente de la República, Manuel Azaña, y ante el
gobierno. En el informe de Rojo predominaban las matemáticas,
junto con la claridad de pensamiento que le caracterizaban. Pero
la guerra es la continuación de la política por otros
medios. Por eso no eran correctas las conclusiones del general Rojo.
Ese fue el punto de vista que expresé en aquella reunión,
discrepante de Negrín y de Rojo, pues para mí estaba
totalmente claro que Negrín compartía las opiniones del
general. Si los planteamientos, la argumentación y el
análisis del jefe del Estado Mayor Central se basaban en una
realidad, no bastaban para la justa apreciación de las
posibilidades que tenía la República. En su libro, ya citado, Rojo recoge la esencia de mi intervención con las siguientes palabras: "...el
jefe del Ejército del Ebro, refiriéndose principalmente a
las posibilidades de resistencia en la región central,
señaló que debían extremarse en ella las medidas
para asegurar dicha resistencia, por entender que ésta
podía implicar una modificación general en las
condiciones en que se desenvolvía la guerra". . Ningún
otro de los presentes intervino, y como del Estado Mayor del
Ejército del Este hubo una llamada a su jefe, coronel Perea, y
éste anunció al volver que el enemigo había
cortado las comunicaciones al N. de sus fuerzas, se dio por terminada
la reunión. Recibí
la orden de efectuar el repliegue de mis fuerzas, ya comenzado, en el
plazo menor posible. Así se hizo, y las fuerzas subordinadas al
Ejército del Ebro salieron de España en las jornadas de 8
y 9 de febrero. La
35 división del XV Cuerpo fue la última unidad que
cubrió la retirada de las demás en la dirección
principal de repliegue. Cuando la efectuó, todas habían
cruzado ya la frontera. Sus últimos eslabones y los grupos que
habían cumplido misiones especiales para obstaculizar el avance
enemigo, salieron el 9 de febrero, entre las diez y las diez y media de
la mañana. Media
hora después, cuando todas las fuerzas del Ejército
estaban ya fuera, cruzamos la frontera el E.M., el Comisariado, el
mando del XV Cuerpo y yo. Nos acompañaba el camarada Francisco
Antón. Detrás de nosotros se cerró la frontera francesa. El Prefecto de Pirineos Orientales me recibió en la raya fronteriza. - ¿Adónde piensa Vd. dirigirse? - me preguntó. - Al Consulado español de Perpiñán - le respondí. Camino
de Perpiñán hacia mediodía recogí en la
calle central de Banyuls, cruzando el pueblo, a los camaradas
EnriqueLíster, Santiago Álvarez, Manuel López
Iglesias y otros camaradas del E. M. Y de las grandes unidades del V
Cuerpo, que habían salido la noche anterior. Hacia las cuatro de la tarde del 9 de febrero de 1939 llegamos al Consulado español de Perpiñán. Un deseo único nos animaba a todos: marchar a la otra zona para proseguir la lucha. El desenlace de la batalla de Cataluña no era aún la pérdida de la guerra. El
factor decisivo que dio Cataluña tenía un nombre: Munich.
Y en el interior de España los responsables fueron Miaja y Casado.
La derrota republicana en la zona oriental, donde se combatió
casi los cuatro meses de la batalla del Ebro y los 47 días y
noches consecutivos de la Batalla de Cataluña, en condiciones de
impresionante inferioridad, advino al dejar las manos libres el enemigo
en la otra zona, permitiéndole concentrar y emplear todo su
potencial bélico contra Cataluña. Es decir, se produjo el
hecho que el Gobierno había querido evitar con sus directivas
del 20 de octubre de 1938. Compás de espera En
el Consulado de España en Perpiñán
esperábamos la salida para la otra zona. Esa era la idea que
presidía nuestro ánimo desde que salimos de
Cataluña. El cónsul nos rogó vestirnos de paisano
a fin de pasar desapercibidos. Un pantalón de Sánchez
Rodríguez y unos zapatos de Hidalgo de Cisneros, que me
regalaron, me solucionaron el problema. -
¿Cuándo salimos para la otra zona?, fue la pregunta con
la que recibí al general Rojo en la primera visita que nos hizo
en el consulado. - Hay dificultades. Se espera que sean pasajeras. -
Pero, cuando autorizaron la entrada del Ejército en Francia,
¿no habían prometido facilidades en el sentido de
libertad de movimiento, para marchar a la otra zona? - Sí, eso dijeron. Pero la gentuza de Munich actúa así. - ¿Y con nuestra gente, qué va a pasar? -
Eso está ya bien claro. No dejarán salir a nadie: ni
hombres, ni armas, ni alimentos, ni los bienes del Estado
Español. Todo está aquí congelado. - Rojo - dije al general en otra de sus visitas -, he recibido informes de los campos. - ¿Quién te los ha dado? - Los han traído emisarios de las unidades enviados por sus jefes. - ¿Qué te dicen? - Que nuestros hombres son tratados francamente mal. -
Sí, es verdad. Los restos del Ejército de Cataluña
en vez de ser agrupados en campamentos provisionales hasta su salida
para la otra zona, como fue prometido al Gobierno, se encuentran de
hecho recluidos en campos de concentración. -
También me han hablado de la solidaridad del pueblo
francés. Me han dado ejemplos emocionantes -agregué-;
habrá alguna forma de romper esa situación. Porque
amenaza el hambre. -
Lo que me han encargado es recoger una importante suma del gobierno,
que mañana te entregaré, para el personal del Ebro. En
efecto, al día siguiente, Rojo me entregó una suma cuya
cifra no recuerdo, en francos franceses, con indicaciones concretas
para su distribución, lo que se empezó a realizar. Poco
después, creo que el día doce de febrero, nos
llegó la noticia de que el gobierno había salido para
España. Al
otro día, el subsecretario del Ejército de Tierra,
coronel Antonio Cordón, que nos visitó en el Consulado,
nos informó de que Negrín había indicado nuestra
salida para España, lo que efectuamos. Antes
de marchar, de acuerdo con Delage, designamos al comisario del V
Cuerpo, Santiago Álvarez, uno de los hombres mas
dinámicos y valiosos del cuadro de comisarios superiores del
Ejército, para que se encargara de la distribución del
dinero que habíamos recibido, así como del mantenimiento
de relaciones con los 15.000 hombres del Ejército internados en
campos, y con el General Rojo. Con su abnegación
característica, Santiago se entregó a cumplir aquella
tarea, a pesar de que contradecía su gran deseo de volver a
Madrid. En
el grupo de mandos que salimos para España íbamos juntos
los del Ebro, los jefes de cuerpo, Etelvino Vega, Enrique Líster
y Manuel Tagueña, más un grupo de jefes y comisarios de
división, así como Luis Delage y yo. Hacia el mediodía aterrizó el avión en España. Aquel
mismo día llegamos a Madrid. En la ciudad héroe, por los
sacrificios conscientemente aceptados por su pueblo, con un grupo de
camaradas me instalé en Lista 20. Otros, en Lista 23. Todos los que formábamos parte de esta expedición íbamos a las órdenes del ministro de Defensa. Conocíamos
la zona leal y sus posibilidades de resistencia. En febrero de 1939
disponíamos los republicanos de las siguientes fuerzas y medios
fundamentales de combate: El
Ejército de tierra, con efectivos superiores a 700.000 hombres.
De éstos, unos 590.000 encuadrados en las unidades de los 4
ejércitos: Centro, Levante, Extremadura y Andalucía. Los
demás formaban en las distintas tropas, armas y servicios. Una
Flota compuesta por los cruceros "Libertad", "Cervantes" y
"Méndez Núñez"; la flotilla de destructores con
trece unidades; cuatro submarinos, dos cañoneros, tres
torpederos y otros barcos auxiliares. En
este periodo resaltaba particularmente el papel de la Flota, ya que,
privados de las fronteras terrestres, ella era el nexo de unión
de la zona republicana con las fuentes exteriores de abastecimiento. En fuerzas del aire, nuestros medios eran francamente escasos. En
armamentos teníamos la posibilidad de producir armas ligeras,
como fusiles, ametralladoras, morteros y municiones. También
asegurar la reparación del material de guerra en las
fábricas de Madrid, Sagunto, Ciudad Real, Murcia, Albacete y
Alicante. Si a las provincias mencionadas agregamos Almería,
Cuenca, Jaén, Guadalajara, Valencia, tenemos las diez provincias
que comprendían la zona leal con una población de cerca
de ocho millones. Por
lo dicho, la orientación del Gobierno de la República, en
febrero de 1939, era correcta. Estaba dirigida a poner en pie,
apoyándose en lo ya existente, todos los recursos de la zona
leal y lo que se pudiera hacer llegar del exterior, para fortalecer la
resistencia. Esa era la línea político-militar del
gobierno. Coyuntura perdida La
presencia del gobierno en la zona central y la influencia que
ejerció Negrín sobre personalidades del Frente Popular,
en las conversaciones que tuvo con ellas, fue un jarro de agua
fría a los preparativos de la sublevación casadista, que
ya estaba en gestación. Pero
aquella coyuntura no fue aprovechada en lo inmediato, lo que
permitió a Casado proseguir su obra de catequización de
los líderes del Frente Popular de Madrid, cuya
desmoralización, excepto los comunistas, por las incidencias de
la guerra y la labor del coronel, que se transformó en su
inspirador también político, los llevó a perder la
capacidad de razonar y los puso en sus manos. No
veían que Casado estaba ya actuando como un dictador militar. Ni
incluso existiendo hechos tan palpables como el establecimiento de la
censura de prensa. La
condición de militar profesional y el hecho de mandar el
Ejército del Centro, puesto para el que fue designado por
Negrín, colocaba al coronel felón en una situación
privilegiada para su traición. Cuando
llegamos a Madrid, Delage, Líster y yo hicimos una visita a
Negrín. Este nos acogió con la cordialidad de que siempre
había dado pruebas, haciéndonos pasar a su dormitorio. - Sólo vosotros habéis venido a mi llamada. - Como siempre, estamos a las órdenes del gobierno. - Otros, a los que he llamado - insistió Negrín-, me han dado la callada por respuesta. - ¿Cuándo nos va usted a utilizar? - Pronto. Muy pronto. -
En los días inmediatos voy a recorrer las provincias y
hablaré con los mandos militares. En seguida os llamaré
para emplearos a todos. Nos
despedimos de Negrín. Este tenía razón cuando dijo
que los cuadros de mando y comisarios venidos de Francia a su
requerimiento éramos todos comunistas. Pero es necesario
subrayar que ocurrió así no por espíritu de
absorción de nuestro Partido, sino por espíritu de
deserción de muchos de los otros. ¡A cuántos
invitó Negrín a volver y ni le contestaron! En
los días que estuve en Madrid visité a muchos camaradas
de lucha de los primeros tiempos de la guerra. Entre ellos, con
particular alegría encontré o supe noticias de algunos de
los fundadores del Thäelmann a los que no veía desde
noviembre de 1936. Quiero
recordar aquí a Francisco Carro, jefe de la 73 división;
Sáez de Rascafría, maestro, comisario de división;
Pedro Fernández, jefe de la 18 brigada; Manuel López,
jefe de la 17 brigada; Francisco Gijón, comandante jefe de un
batallón de tanques, caído en los combates de Levante;
Victor Somolinos, jefe del tercer (71) batallón de la 18
brigada, al mando del cual cayó en los combates de la Cuesta de
la Reina, en el mes de octubre de 1938; Antonio Montes, 16 años
en 1936 y jefe de una compañía,
que mandaba ahora el batallón de Somolinos; los oficiales Pepita
Urda, Barcalá y Ventura así como otros cuyos nombres me
pesa no recordar. También
visité a Miaja y Casado. En esencia, fueron más que nada
visitas protocolarias, por parte de ellos, ya que hablábamos en
onda diferente. Miaja era un simple, no era organizador de la
traición. Sí, un fatalista. Casado era un taimado. No
enseñaba la oreja. Su hipocresía es manifiesta. El
clima político, a espaldas del pueblo desorientado, al que no
llegaba más que lo que dejaba llegar Casado, era de
descomposición del Frente Popular, por la actividad de zapa que
desarrollaban anarquistas, socialistas y republicanos. La unidad que
hizo posible la réplica al levantamiento fascista y reaccionario
y la resistencia posterior, iba hacia la ruptura. Sólo
el Partido Comunista como tal sostenía a Negrín y estaba
identificado con la política del gobierno. También
hombres de otros partidos. Pero en febrero (creo que ya lo he dicho,
aunque la insistencia no es redundancia) los republicanos, socialistas
y otros estaban desmoralizados hasta extremos increíbles. Los complotadores enseñan la oreja Después
de recorrer las provincias y celebrar una serie de entrevistas con
personalidades políticas y militares, Negrín
convocó a los altos mandos de la zona a una reunión que
tuvo lugar en la finca Los Llanos (Albacete). Participaron
en dicha reunión: el general José Miaja, jefe del Grupo
de Ejércitos; el general Manuel Matallana, jefe del Estado Mayor
de aquél; el general Leopoldo Menéndez, jefe del
Ejército de Levante; el general Escobar, jefe del
Ejército de Extremadura; el coronel Domingo Moriones, jefe del
Ejército de Andalucía; el coronel Segismundo Casado, jefe
del Ejército del Centro: el almirante Miguel Buiza, jefe de la
Flota; el coronel Camacho, jefe de las fuerzas aéreas de la
zona, y el general Bernal, jefe de la Base Naval de Cartagena. En
nombre del gobierno, su presidente y ministro de Defensa Nacional
informó de la situación política, del punto de
vista del gobierno y de sus planes de resistencia, cuya esencia he
señalado anteriormente. Las opiniones que manifestaron los
mandos reunidos con Negrín estuvieron en consonancia con sus
características. Muy someramente voy a señalar unas y
otras. El
general Escobar (fusilado luego por orden de Franco), así como
el coronel Moriones (que corrió la misma suerte) mandaban
Ejércitos habiendo mandado columnas y otras unidades en el curso
de la guerra. Ambos, profesionales y patriotas, apoyaron la
posición de resistencia del gobierno. Miaja
y Matallana no discreparon de Negrín en la reunión, pero
ninguno de ellos se pronunció abiertamente por la
resistencia. Menéndez,
republicano de Azaña, del que fue inspirador militar y ayudante,
negaba la posibilidad de defensa de la zona. La dimisión de
Azaña, que conocía, hizo impacto en él y le
dominaba el deseo de que "termine la guerra para reunirme con Don
Manuel", en Francia. También
el coronel Camacho mantuvo la opinión de que no había
nada que hacer. El general Bernal, cuya historia combatiente
empezó y terminó en Somosierra y duró
poquísimos días, mantuvo la posición de "lo que
digan los demás". Casado
y Buiza emitieron su opinión contra la resistencia. Esa sola
palabra sacaba de quicio a Casado, que ordenó a la censura
militar tachada en todas las publicaciones que la mencionaban. Hay
que decir, como demostraron los hechos, que ambos, el jefe del
Ejército del Centro y el jefe de la Flota, estaban ya "del otro
lado". Al
producirse la reunión del 27 de febrero existía ya un
compromiso de Casado y algunos dirigentes políticos
republicanos. Tres días antes, el coronel
conferenció con dos representantes de Izquierda Republicana y: "quedamos
en que iríamos a París a llevarle un mensaje al Sr.
Azaña, invitándole a volver a España, a retirar la
confianza al gobierno Negrín, y a formar otro gobierno de
republicanos y socialistas", dice el coronel felón en su libro. Como es bien sabido, Azaña respondió con la dimisión. Casado,
por un lado, como dirigente militar, y Bestéiro, por otro, como
dirigente político, se habían asociado. La C.N.T. los
apoyaba. La negligencia de Negrín, que conocía las
actividades sediciosas de unos y de otros y no las cortó como
pudo hacerlo, les daba alas. Se estaba creando una situación que
tomaba rumbo hacia otra sublevación militar, que
enarbolaría, también, la bandera del anticomunismo. Hacia
finales de febrero, Negrín llamó a Elda a un grupo de
cuatro a cinco jefes militares entre los cuales estaba yo. Me
despedí de los camaradas que quedaban en Madrid, a los que
informé de la llamada de Negrín, así como del
motivo que la originaba: nuestra utilización. Antes de salir
dejé montada la forma de seguir en contacto con todos ellos, a
través del teniente coronel Manuel Tagüeña, ya que seguía teniendo esa responsabilidad. En Elda estaba instalado el gobierno. Al llegar me presenté a Negrin. En
aquellos días apareció mi ascenso a general en el Diario
Oficial. También los de Antonio Cordón y Segismundo
Casado. Este,
que estaba urdiendo la trama final de la sublevación, dio las
gracias a Negrín, personalmente, por teléfono. Ante el
general Hidalgo de Cisneros dio la orden de que le cambiasen las
insignias en la guerrera. Cuando
Negrín, en presencia de Vicente Uribe y algún camarada
más, me comunicó mi ascenso, le respondí que no
era eso lo que me interesaba. - ¿Qué es lo que a usted le interesa? - me preguntó Negrín. - Mi utilización y la de mis camaradas, los demás mandos y comisarios que hemos venido de Francia. Echándome el brazo por encima del hombro, me invitó a pasear. - Modesto, con franqueza, ¿qué piensa usted de la situación? -
Que no hay otro camino para hacerla frente que la resistencia sobre la
base de los tres puntos de Figueras. La posibilidad de un cambio en el
exterior a nuestro favor es real. Ni el pueblo francés ni el
pueblo inglés, ni importantes fuerzas económicas de ambos
países han recibido Munich con flores, salvo sus hacederos del
equipo de Chamberlain y Daladier. Las palabras de José
Díaz de que los mismos aviones que bombardean nuestras ciudades
bombardearán Londres, Paris y Bruselas son tan ciertas que... -
Me dice usted lo mismo que me dicen sus camaradas del Buró
Político de su partido - me cortó Negrín. - Es que esa es la verdad auténtica. - Y de aquí, ¿sigue pensando como en la Agullana? - Sí, exactamente igual. La política de resistencia de su gobierno es la única correcta. -
Es verdad. Yo creo también posible de seis a ocho meses de
resistencia, en el caso peor, y en ellos puede cambiar la coyuntura
internacional. - ¡Déme usted la orden de relevar a Casado! -
Todavía no está decidido si le daremos a usted el mando
del Ejército del Centro o el del Ejército de Maniobra. - Pero no lo publique en el Diario Oficial. Si usted me dice que releve a Casado, es todo lo que necesito. - ¿Quiere la orden por escrito? - ¡No! Su orden verbal me es suficiente. -
Tenga usted paciencia. El día 5 de marzo, pasado mañana,
me vaya dirigir al país para aunar voluntades y llamar al
pueblo. Sus camaradas Uribe y Moix están de acuerdo. Me lo han
propuesto hace varios días. Como cuando la crisis de marzo, como
cuando la "charca". En cuanto a su utilización, ya le he dicho
que se va a decidir entre hoy y mañana en el gobierno, lo mismo
que la de todos los demás. El
3 de marzo Francisco Galán fue nombrado jefe de la Base Naval de
Cartagena, y Etelvino Vega comandante militar de Alicante. Ambos se
hicieron cargo de sus nuevos destinos. La Junta de Casado En la mañana del 4 me llamó Negrín. - Venga usted, Modesto. -Ahora mismo. - Traiga consigo al jefe de la 11. Recogí
a Joaquín Rodríguez, y hacia las ocho treinta
estábamos donde Negrín, con el que se encontraban ya
Vicente Uribe y Ossorio y Tafall. - Se han sublevado en Cartagena-dijo Negrín al recibirnos-. Cuente usted, Ossorio. -El
coronel Armentia, con parte del Regimiento de Artillería de
Costa y el de Infantería de Marina, con otros jefes y oficiales,
no reconocen la autoridad del gobierno. Galán, que se
había instalado en la Base Naval, fue a parlamentar con la Flota
a petición de Buiza. Pero no ha vuelto. Yo he estado un poco en
todas partes y hay un verdadero lió. - ¿Y la Flota? - pregunté. - Se ha hecho a la mar - dijo Ossorio. - ¿También se ha sublevado? -
Hasta ahora es de la "No' intervención" – respondió
Negrín, quien añadió: - Cuéntele usted,
Uribe. Pero ahora vamos a lo que interesa -. Y prosiguió: -He
dicho que venga usted, Rodríguez, para que tome el mando de las
fuerzas que marchan contra los sublevados. ¿Está de
acuerdo? -
A sus órdenes-respondió el jefe de la 11, que
salió inmediatamente a cumplir las órdenes del ministro. Base
Naval, de las baterías y de la emisora de radio, hasta que fue
sofocada por las fuerzas al mando de Rodríguez. Cuando nos
quedamos solos, el camarada Vicente Uribe me dijo: -
Lo de la Flota es serio y muy peligroso. El día 2 supo el
gobierno que Buiza había anunciado a los mandos de la Marina un
inminente golpe de Estado contra el gobierno Negrín; que se
formaría una Junta Nacional de Defensa en la que estarían
representados el Ejército, los partidos políticos y los
sindicatos. La Flota se pondría a las órdenes de la Junta
Nacional de Defensa. Acordamos en el gobierno que fuera el ministro de
la Gobernación, Paulino Gómez, para advertir a los mandos
de la Flota que el gobierno está decidido a frustrar la
sublevación. Lo demás ya lo has oído. El
mismo día 3 - continuó Uribe - Negrín
anunció a los dirigentes del Frente Popular de Madrid y a los
jefes de los Ejércitos que se iba a dirigir a la nación
por la radio. Luego agregó: - Ya he visto que has vuelto a insistirle. ¿Te ha contestado como siempre? - Sí, como las veces anteriores: que lo va a decidir el gobierno. - No quieren dar a un comunista el Ejército del Centro comentó Vicente. - Lo que sí ha dicho es que no me aleje de aquí. - ¿Qué piensas hacer? - Estarme aquí, en esta antesala del despacho en que está reunido el gobierno, para esperar sus órdenes. - Haces bien, apruebo tu conducta. Cuando
las fuerzas leales estaban reduciendo a los sublevados de Cartagena,
horas antes de que hablara Negrín por la radio, a medianoche del
día 4 llegó la noticia de la constitución de la
"Junta de Defensa". El conocimiento de la formación de
ésta lo tuvieron los españoles a través de la,
radio, en la que fue leído el manifiesto subversivo de la Junta,
del que son los siguientes párrafos: "Hemos
venido a mostrar el camino por donde se puede evitar el desastre y a
seguir ese camino con el resto del pueblo español, cualquiera
que sean las consecuencias". "Nos
oponemos a la política de resistencia para evitar que nuestra
causa termine en el ridículo o en la venganza". "O
todos nos salvamos, o todos perecemos, o nos hundimos" - decía
el doctor Negrín -, "y el C.N.D. se ha dado por principio y fin,
como su única tarea, la conversión de esas tres palabras
en realidad". "Yo
os pido, poniendo en esta petición todo el énfasis de la
propia personalidad, que en estos momentos graves asistáis, como
nosotros asistimos, al poder legítimo de la República,
que transitoriamente no es otro que el poder militar". A
continuación habló Casado "a los españoles de
allende las trincheras". "La frase que hemos expresado, el dilema que
tenemos delante: O todos nos salvamos, a todos nos hundimos", "volver
los ojos al interés patriótico, la mirada a
España" -dijo-: Esto es lo que nos importa como base de
cualquier aspiración que lícitamente podamos tener.
Nuestra lucha no terminará mientras no se asegure la
independencia de España. El pueblo español no
abandonará las armas mientras no tenga la garantía de una
paz sin crímenes". Se puede decir: ¡qué bien mentía Casado! "El traidor no es menester..." La
Junta de Casado era una dictadura militar, con la máscara del
Consejo de Defensa. Tenía como origen un centro militar que
manejaba Casado y otro político que encabezaba Julián
Besteiro, miembro de la Ejecutiva del Partido Socialista. Eran
apéndices de Casado los ácratas, sus defensores y otros
secuaces del coronel; de Besteiro lo era Izquierda Republicana. "Que
gobiernen los militares", había dicho el profesor. Casado era el
verdadero dictador militar, al que rodeaba una junta consultiva a la
que dictaba su voluntad. Al
sublevarse Casado, Negrín acogió la noticia como si
acabase de llegar del planeta Marte. Le llamó al teléfono
y conversó con el traidor en los siguientes términos: - ¿Qué ha hecho usted? - Ya lo ve usted, sublevarme. - ¿Contra quién? -Contra usted. - ¿Cómo es posible? -Ya lo ve. - Oiga, general Casado... - No soy general, soy coronel. - Queda usted destituido - terminó Negrin, dejándole el teléfono al general Hidalgo de Cisneros. Muchas
veces he pensado en esta conversación telefónica de
Negrín con Casado, de la que fui testigo. ¿Es que Casado
engañó a Negrín? ¿Hasta qué punto?
Quizás esto explicara la resistencia de Negrín a designar
un comunista al frente del Ejército del Centro. El
golpe de gracia a la moral del gobierno se lo dio la Flota. Ya he dicho
que la mandaba el almirante Buiza. Otro colega de Negrín, Bruno
Alonso, socialista, era el Comisario General de la Marina. Desde
que aquélla se hizo a la mar, el día 4 de marzo, estaba
en rebeldía. Pero se preparaba para la deserción, y por
eso los mandos comunistas, que eran poquísimos, fueron
encarcelados o depuestos. Dos
veces pudieron corregir su actitud Buiza y Bruno Alonso. Una se la
brindó el gobierno, cuando ya estaba dominada la
sublevación casadista y quintacolumnista en Cartagena; otra,
cuando el Comandante del destructor "Antequera" dijo a su jefe que, en
vez de desertar, la Marina debía ponerse a disposición de
la Junta, a lo que el Comandante de la flotilla de destructores
respondió: La decisión del almirante está de
acuerdo con el nuevo gobierno y facilita su misión. Los hechos
posteriores demostrarían que Buiza decía verdad. Hasta
su salida de España, el gobierno siguió parlamentando con
Casado y los elementos, de la Junta. Unas comunicaciones
telefónicas seguían a otras. Los jefes del Ejército estaban en el complot, salvo Escobar y Moriones, que luego lo aceptaron "como un mal menor". En
la noche del 4 a15 hablé nuevamente con mis camaradas de Madrid.
Antes había pedido órdenes al gobierno para ellos. Este
seguía parlamentando con los "juntistas", a los que propuso
realizar un encuentro entre sus representantes y otros del gobierno,
"para llegar a un acuerdo". Los casadistas, a los que sostenía
el aparato del Estado, del que ellos mismos eran piezas principales,
sobre todo en el Ejército, se negaron. En
otra conversación con Madrid, dije a mis camaradas, que
seguían en Lista 20 y 23, que si las fuerzas políticas
leales al gobierno no los necesitaban y seguían sin empleo,
vinieran a reunirse con nosotros, como así lo hicieron. Si el
gobierno se decidía a utilizamos y nos ordenaba algo, nos
tendría a mano. Las
conversaciones gobierno-juntistas declarados o en vía de serlo,
se sucedían. Cuando Negrín quiso volver por los fueros de
la ley - creo que nunca pensó seriamente en hacerla - se
encontró desasistido de todos con los que creía contar.
Sólo los comunistas estábamos dispuestos a prestarle
apoyo. El
día 5 sugerí que saliéramos aisladamente o en
pareja a las provincias, para intentar restablecer la autoridad del
gobierno. Mi propuesta fue desestimada. En la mañana de ese
mismo día el general Matallana, que había sido nombrado
unos días antes jefe del Grupo de Ejér citos,
se encontraba en Elda. Traía la representación de Miaja y
Menéndez. Los tres generales, que se habían acostumbrado
a ser los amos de la zona durante el último año; los tres
generales, que dieron motivos suficientes para ser destituidos
hacia meses por no cumplir las órdenes del gobierno; los tres,
como era de esperar, eran juntistas. El dictador Casado ofreció
la presidencia de la Junta a Miaja, que se prestó a presidirla;
como en la noche del 18 de julio de 1936 se prestó a ser
ministro de la Guerra en el abortado ministerio que se intentó
crear; como se prestó a la misma noche a parlamentar con Mala
por teléfono. ¡A qué no se prestaría Miaja! Cuando
Matallana salió de conversar con el gobierno, tenía
lágrimas en los ojos. Me saludó y le volví la
espalda. No sé aún si eran lágrimas de cocodrilo,
o si unos restos de su honestidad político-militar se le
salían licuados por no poder convivir con su postura traidora. Cuando
el gobierno se marchó, en realidad no tenía ya riada que
hacer como gobierno. En la madrugada del 6 de marzo salí de
España con los camaradas que fuimos del Ejército de
Cataluña. Fue una decisión del Partido, sobre la base del
enjuiciamiento de la situación, en el que participamos todos los
allí presentes. Entonces,
si la memoria no me es infiel, cuando se examinó la
situación después del afianzamiento -con el apoyo por
negligencia del gobierno de Negrín- de la Junta de Casado, junta
de traición, se desechó el llamar a la guerra civil en
nuestro campo. Ello hubiera significado precipitar consciente e
irreversiblemente la catástrofe, la pérdida de la guerra,
la victoria de Franco, bajo nuestra responsabilidad principal. NO. Eso
sería un crimen ante nuestro pueblo. La decisión del Partido Comunista de España fue, pues, diferente. Queríamos
ganar la guerra, a través de la política de resistencia
por encima de la Junta y de la voluntad de Casado. Pero el pueblo y
nosotros con él seríamos derrotados por la
traición, derrota siempre más costosa, de mayores
sacrificios para los que la sufrimos. Más ignominiosa para los
traidores. Estod son los responsables. Sabíamos
que la situación era difícil. También lo fue el 18
de julio de 1936. Y en los meses de marzo-mayo de 1938. En aquellas
fechas, como en noviembre de 1936, las fuerzas exteriores e interiores
que querían hacemos capitular, no pudieron llevar a cabo sus
designios. Ahora, en marzo de 1939, por las debilidades de
Negrín y las incidencias de la guerra, Casado, erigido en
dictador, realizó la capitulación. A
la Junta la apoyaba el aparato del Estado republicano en el centro.
Nuestra gran debilidad fue no atender suficientemente la
retaguardia. A
pesar de nuestros propósitos hubo "guerra civil en la guerra
civil", provocada por la agresión de Casado a las fuerzas
mandadas por comunistas. Agresión, por cierto, combinada con
ataques fascistas. El IV Cuerpo, mandado por el anarquista Cipriano
Mera, abandonó el frente de Guadalajara, que quedó
así abierto al enemigo. Pero este no se movió en aquella
dirección. Sí atacó, en cambio, en la Casa de
Campo y en otros sectores de la defensa de Madrid contra la 7ª
división que mandaba Ino González. Este batió a
los de Casado y también al enemigo, recuperando lo conquistado
por aquél y haciéndole 90 prisioneros. A
Casado, que en la mañana del 11 de marzo decidió comenzar
las "negociaciones de paz" y elaboró un documento de 9 puntos,
se le presentaron aquella misma tarde los representantes de Franco, en
Madrid, que ya conocían el documento por habérselo
entregado un consejero de la Junta, que les había informado. Casado
se entendió con ellos. El agente principal de Franco en Madrid
era el teniente coronel de artillería Cendaños, al que
acompañaba otro sujeto. Ambos le felicitaron por la
decisión de negociar la paz. Pero advirtieron a Casado que los
representantes de la Junta no tendrían otra misión que
entenderse "sobre el modo de entregar la zona y el ejército
republicano". Desde
ese momento Casado actuó a las órdenes de Franco. Se
había sublevado contra Negrín "para obtener una paz
honrosa". Pero la realidad era diferente. Acordó con Buiza la
deserción de la Flota; ordenó a la aviación que se
entregara el día 26 a Franco; provocó luchas internas que
provocaron en Madrid más de 5.000 muertos; puso en libertad a
los fascistas y encarceló a los comunistas y a todos aquellos
que no aceptaban la capitulación, tildándolos de
comunistas, porque nuestro Partido fue el único que se
alzó y luchó contra aquélla. La
medida cabal de su traición la daría el propio Segismundo
Casado, coronel felón, al confesar por la radio el día 26
de marzo: "Puedo asegurar que en toda la zona leal nada ha acontecido
que no estuviera en los planes concebidos por nosotros al tomar el
poder constitucional de la España republicana el 5 de marzo". Su infamia era consciente. Otro
"juntista", el consejero de Hacienda y Economía, González
Marín, ácrata, batiendo todos los records del cinismo
diría también el 26, por la radio: "Para realizar la
reorganización total de este país y dedicar las
energías del pueblo a la guerra, no teníamos más
remedio que derribar al gobierno Negrín, actuando por encima de
consideraciones de carácter constitucional y jurídico". Otros
consejeros: Sánchez Requena, José del Río, Miguel
San Andrés, cada uno a su forma, igualmente el 26, por la radio,
dijeron que la junta había sido "sorprendida" por lo que
había pasado y "no podía comprender" las intenciones del
gobierno de Burgos, a quien le ofreció todo lo necesario para
la rendición de la zona republicana en las mejores condiciones
posibles. "Ingenuos". No tenían en cuenta el refrán
castellano: El traidor no es menester después de traición pasada. El Partido del pueblo Cuando
salimos de España, nos separamos de amigos inolvidables y
camaradas entrañables, a muchos de los cuales no
volveríamos a ver. Siguieron
en el país, o volvieron a él, para proseguir en las
nuevas condiciones la misión y obra del Partido en las
entrañas del
pueblo, en la lucha por la libertad. Ellos son nuestro orgullo. En la
trayectoria seguida a través de los años, ha sido el
Partido Comunista de España la fuerza política en liza
permanente en defensa del pueblo. Como
lo fue en la guerra: el 18 de julio; en la defensa de Madrid; en la
contención del desastre del Este; en la resistencia de Levante;
en la gesta del Ebro. Como lo fue en las crisis que se produjeron en el
curso de la guerra; crisis todas ellas mortales para cualquier
régimen que no tuviera el arraigo popular de la democracia
española; crisis todas ellas superadas por la voluntad de los
españoles y su unidad en la lucha. Sólo
cuando la unidad se deteriora, las dificultades son mayores; cuando se
rompe, viene la derrota. Esa es la gran enseñanza. No
vencimos en la guerra, porque a pesar de ser su teatro nuestro
territorio nacional, sus aguas y sus cielos, era el primer episodio de
la segunda guerra mundial. El
enemigo tuvo de su parte fuerzas y medios a discreción, con
arreglo a sus necesidades, y el arsenal bélico de las
potencias nazi-fascistas, organizadoras de la gran tragedia mal
llamada del 39-45, porque debe llamase del 36-45. Las
potencias occidentales aceptaron la intervención
germano-italiana. La "No intervención", hija del imperialismo
occidental, fue socia de aquella y la Junta de Casado su hijastra. Salimos de España con la cabeza alta, como la mantuvo el pueblo español. En
todas partes los combatientes de España se incorporaron a las
filas de la resistencia, aportando su temple, su pasión, sus
experiencias, a la lucha por la democracia. Hoy, treinta años
después, estamos orgullosos de la gesta imperecedera del pueblo
español, del que somos hijos, en la guerra
nacional-revolucionaria que libró contra los agresores. Ellos,
los agresores nacionales y extranjeros, desencadenaron la guerra, su
guerra contra España, de la que se han lucrado el imperialismo y
sus socios españoles. Al discurrir de los años, ya no es
un secreto que la derrotada en 1936-1939 fue España, fueron sus
hijos, beneficiándose el puñado de gentes de la
situación y los potentados de la Banca y las finanzas nacionales
y foráneas. En
la tragedia del final de la guerra, sólo el Partido permanece
enhiesto, sin claudicar, sin responsabilidad histórica en la
traición que desarma la defensa, acogota la resistencia y
capitula. En
su puesto de combate, traicionados como el pueblo, junto con el pueblo,
entramos los comunistas en el período del martirologio. El
destino del pueblo, su suerte, es la nuestra. Sus tragedias nos son
propias, aceptadas por ser ley que nos rige, firmes, conscientes rumbo
a la libertad, a la victoria indudables. Esa es la razón de su existencia, la verdad del ser del Partido. Este
relato, conscientemente incompleto, se refiere sólo a la guerra.
Los comunistas en ella cumplimos con nuestro deber. El pueblo
español por su heroísmo y su sacrificio mereció la
victoria. Hacia ella, y nosotros con él, marcha con firme paso. |