SOY DEL 5º REGIMIENTO

Juan Modesto Guilloto

INDICE

PROLOGO SOY DE 5º REGIMIENTO

CAPITULO I De 1928 a 1936 Mis primeros pasos en el movimiento obrero En Madrid Peligro reaccionario y fascista La UME y la UMRA Al servicio del pueblo Antesala del 18 de julio

CAPITULO II

La sublevación militar fascista

Los días de julio en Madrid

Las dos Españas

Madrid en el plan de la sublevación

CAPITULO III

La Sierra y su importancia Los primeros combates de la Sierra Prosiguen los combates en la Sierra El mes de agosto en la Sierra Algunas enseñanzas de los combates en la Sierra

CAPITULO IV

Cambios en la situación estratégica

Situación particular al Oeste de Madrid

Entre Talavera y Santa Olalla

La Comandacía del Quinto Regimiento

De misión por el Quinto

CAPITULO V

Octubre, mes crucial Combates en los accesos de Madrid Del hospital a Madrid, pasando por Albacete En la 4ª división Operaciones fascistas de cerco desmontadas

CAPITULO VI

Cuando Miaja dice a Pozas: ¡Tú! no yo, y Pozas le responde: Yo no, ¡tú! Informe a mis jefes El Jarama en llamas La batalla de Guadalajara Disolución del Quinto y organización del Ejército del Centro En el V y en el II Cuerpos

CAPITULO VII

El por qué de Brunete En el vértice Santa Ana Identidad en la concepción y diferencias en la ejecución La dinámica de la ofensiva Sigue la ofensiva Últimos días de la ofensiva
Mantener el éxito táctico

CAPITULO VIII

En Aragón

Un raid instructivo

Preparando la operación

Entre 5° y V: Quinto

Orden anulada

Asalto a Belchite Lucha por la iniciativa

CAPITULO IX

Visita a Teruel Misión para Teruel Orden incumplida Los últimos días de la segunda fase de la batalla de Teruel

CAPITULO X

En nuevos lugares Ocurrió así Poca gente y escasos medios Cuadro desolador Además del Sur; el Norte. Al Sur del Ebro, pensando en el Norte

CAPITULO XI

Organizando el Ejército del Ebro La operación Balaguer ¿Dónde? ¿Por qué? En misión especial. Amenaza en Levante Espera optimista

CAPITULO XII

Hacia el paso "Hemos pasado el Ebro" Alto en Levante

CAPITULO XIII

Paso a la defensiva Lección de heroísmo en los Altos de los Auts “Sierra Pandols va siendo..." "Contraataques muy rabiosos" Resistir, resistir Cuando uno del Ebro vale por ciento

CAPITULO XIV

Un día inolvidable Nacieron así Los voluntarios soviéticos En vísperas de nuevos combates Hacia la otra orilla Ebro famoso

CAPITULO XV

Unas horas en Barcelona Vísperas de Navidad Navidades en Cataluña Cuando el "sí" de Miaja equivale al "no" Ante Barcelona Celestino de Morata Barcelona no se defendió

CAPITULO XVI

Hacia Madrid pasando por Perpiñán Compás de espera Coyuntura perdida Los complotadores enseñan la oreja La Junta de Casado "El traidor no es menester..." El Partido del pueblo

PROLOGO

El autor de este libro, Juan Modesto, es una figura legendaria de la guerra nacional revolucionaria del pueblo español contra el fascismo. A través de sus páginas aparece, primero, el militante obrero, su ingreso en el Partido. Comunista, su presencia en la organización de las Milicias Antisfascistas; luego, episodios inolvidables de la heroica resistencia española al fascismo.

En "Estampas de mi infancia", Juan Modesto ha trazado esta semblanza autobiográfica:

Hijo y nieto de obreros por los cuatro costados, nací el 24 de septiembre de 1906 en una de las pequeñas ciudades mari­neras más bellas de la Tierra, el Puerto de Santa María, creada por el capitán Menesteo de los Tercios de Roma, cuyo nombre fue el primero que ostentó mi pueblo, como las que hay tantas arrulladas por el Mar y el perfume de los salitres marinos en todo el mundo, pero señaladamente en el inmenso Atlántico.

Es también mi Puerto marinero, ciudad industrial y campesina. Su industria en el correr del tiempo se monta sobre los dones de la campiña y del Mar que no se entregan de balde, más el ingenio y el esfuerzo laborioso de mis paisanos, habiendo sido durante decenios del siglo pasado y comienzos de éste polo de atracci6n de emigraci6n de carácter laborioso de las provincias norteñas de mi patria, y de otras extranjeras, ya no laboriosas, oriundas de países más desarrollados, que dan esa geografía de nombres extraños. El campo produce de todo aquello que define a España en el mundo, mientras que el Mar es vicioso en especies variadísimas de pescados, algunos de los cuales sólo se dan en el cacho de Mar al que mis paisanos, las gentes de todos los puertos, definimos con la frase "a la vista de Cádiz".

No he conocido en toda mi larga vida padres más buenos que los míos ni rincón marinero como mi Puerto. Y, sin em­bargo, he conocido hombres y mujeres estupendísimos a los que rindo homenaje, y he visitado y visto poblaciones y sitios inolvidables, muchos de los cuales, de no ser yo del Puerto, los hubiera elegido para nacer y para morir.

Fui el mayor de los 8 hijos de mis padres: él, Benito Guilloto Vaca, de profesión arrumbador, y ella, Milagros León Obregón, de profesión costurera. De los 8 sólo cuatro cruzamos la barra de la vida. Los otros tres son José, Luis y Carmen. No conocí a mis abuelos Juan y Carmen por parte de padre, ni a mi abuelo materno José, que murió teniendo yo un año. Su muerte, por ser mi madre la mayor de sus 7 hermanos, llevó a casa de mis padres a mi inolvidable abuela Aba y a sus otros siete hijos. Todos ellos, según su edad, fueron un poco como hermanos mayores míos, el hijo de su "chacha" Milagros, como cariñosamente llamaban a mi madre a la que amaban entrañablemente. A todos mis tíos obreros, los recuerdo con amor.

Con ellos y su gente, muchas veces sobre sus hombros, por ser bien pequeño, descubrí y "anduve" o "navegué" el mundo circundante en Tierra y en la Mar. De ellos, de mis queridos tíos y sus amigos recibí las primeras lecciones de hombría. Vitoros y toreros, marisqué, aprendí a nadar y fui de caza; "compramos" melones y sandías para refrescarnos y regalamos en el estío, después de días de Playa o de costa estupendos y baños de Mar inacabables, ya en la briosa playa de Fuenterrabía, ya en la dulce y extensísima de la Puntiya, ya en la barra movida o en el peligroso bajo, ya en la Playa natural de Valdelagrana en la otra banda.

Mis escuelas

Mi vida escolar transcurre entre los cinco y los once años. Mi primer maestro fue mi padre. El me enseñó las primeras letras. Luego, hasta mis ocho años, lo primero que hacía al "llegar a casa era tomarme la lección. "El saber no ocupa lugar", era el latiguillo que empleaba mi padre sin sospechar que S1l frase es todo un compendio pedagógico.

Mi entrada en la escuela a la que fui con gusto, amplió mi mundo. Situada en un edificio de la fachada Norte, que cierra una amplísima zona en las afueras NO de la ciudad, entre el casco urbano y las huertas; zona cubierta de árboles en los que predominaban las acacias y las moreras, en uno de cuyos extremos se alza la famosa Plaza de Toros, era un oasis. Después de la jornada escolar nos deteníamos en este hermoso sitio, arranchándonos según la edad y la afición al grupo que se formaba en torno al juego predilecto de cada uno.

Igualmente que en las horas de asueto me entregaba con pasión a todos los juegos, me entregaba al estudio en las clases. Mi maestro, Don Baldomero Sánchez Rosso ganó mi corazón de niño.

Durante las vacaciones y algunas tardes, desarrollo mis conocimientos de este planeta tomando contacto físico con nuevos espacios. Con mis amigos descubro el "cañillo del Molino", que de un embite cruzábamos de orilla a orilla, y sus riquísimos camarones y las suculentas coquinas; con ellos descubro el legendario Castillo de San Marcos, que "exploramos", sito en la Plaza del Carbón (hoy llamada plaza de San Marcos), de cuyas murallas des atracaron las naves del gran marino genovés, Cristóbal Colón, en su segundo viaje al Nuevo Mundo, como inscribía una lápida recordatoria del hecho en sus viejos muros.

Tuve que esperar a septiembre, ya que cumplía los 9 años (edad mínima exigida) el día 24. Fue benévolo el Tribunal conmigo dispensándome los días que me faltaban,' me 'aceptaron al examen y aprobé. Con esto puse el sello a lo que llamo con alegría la escuela de mis amores.

En el Puerto mi maestro me arregló los papeles para entrar como externo a hacer el bachillerato en el Colegio de San Luis Gonzaga en el que Don Baldomero daba clase de matemáticas. Ya me había fijado mi rumbo. M e proponía hacer el bachiller y, una vez terminado, estudiar las disciplinas complementarias, la principal náutica, para hacerme piloto de barco, embarcarme y navegar. Esa era, como ocurre con casi todos los chicos de los puertos, la mayor ilusión de mi vida infantil y escolar: hacerme piloto de barco. Sin embargo, mi voluntad, mis ilusiones se truncaron en flor. N o pude seguir el bachillerato, viéndome obligado a colgar los libros en 1917, hacia la mitad del segundo año de estudio antes de cumplir los 11.

En el colegio de los jesuitas existían tres clases de alumnos: los internos que eran un mundo aparte, los mediopensionistas, que eran medio mundo y nosotros los externos. Los de mi curso que recuerdo se apellidaban: Armenta, Palanca, Valero, Cantillo, Pozo y seis erres. Otros externos de algunos cursos superiores, recuerdo a los hermanos Alberti, de estos, Rafael, mi querido paisano y amigo, es al único que he tratado antes en Madrid y luego lo he encontrado en otros sitios en nuestro peregrinaje patriótico y antifranquista por el mundo. El Gran Alberti, ha tenido la iniciativa de publicar un libro de memorias, la

"Arboleda perdida", en el que describe con el arte que le es propio este período.

Me ahogaba en el Colegio, no obstante lo espacioso de sus instalaciones. Me sentía en un mundo feo y triste comparado con mi mundo anterior e interior. Ese ambiente, las pesadas ceremonias religiosas a que debíamos asistir, el desencanto de que todo lo que se presenta como divino, incluso lo que se dice sagrado, es obra de los humanos mayores y niños, como veo y palpo: el ayudar a misa que hacíamos obligatoriamente por turno todos, me dejó tan ahito, que desde que salí del Colegio nunca más frecuenté la Iglesia ni asistí a ningún acto religioso. Sin desgarraduras ni fanfarronería, a los 11 años me hice indiferente.

A mi salida del Colegio, después de recorrer varios sitios trabajando como chiquillo, la bodega de Edmundo Grant, las farmacias Lucuiz y de Agapito Ruiz y ser botones unas semanas en el Casino Portuense, a los trece años entré a trabajar en la Aserradora Mecánica de Jiménez y Pastor, eligiendo ya ese oficio. Por mi desarrollo físico fui oficial en mi profesión muy joven. Hice huelgas, todas. Y en las temporadas de paro por represalias trabajé como obrero portuario en los muelles.

Mi vida de los 13 a los 21 años fue extraordinariamente rica e intensa. En la primera guerra mundial y en la guerra civil en Rusia nos declaramos los chavales de mi pandilla antigermanófilos y antifrancófilos, alzando la bandera por el país ignoto, atrayente, monumental y misterioso: Rusia. Los nombres de Lenin, Kámenev, Gorki, y sobre todo los de Vorochílov y Budionny, eran astros lucientes en nuestros firmamentos infantiles.

En el cruce de caminos entre los primeros años de trabajo y la salida de la escuela recibí de los míos lecciones de hombría inolvidables que no describo porque no aparezcan ni ellos ni yo como fanfarrones. Todas ellas eran réplica a las injusticias sociales y a tenérselas firme ante guardias civiles y otros representantes de la fuerza pública.

Por lo ya dicho y lo que callo, porque látigo en ristre el "domador" - los guardas de los jardines y Plazas públicas nos impedía la entrada en ellos, porque las fuerzas del orden nos desbarataban cuando íbamos a esperar a los Reyes Magos, por el luto que dejó en numerosas familias (en la mía mi tío Tomás) la guerra yanqui-española, motivo en los célebres carnavales de los Puertos de las canciones que las comparsas cantaban, antiyanquis y antigubernamentales, que algunas veces he recordado con amigos íntimos, nos decíamos republicanos.

Opino que el serlo es un privilegio y un deber que nos toca a las gentes de allá, no en balde el levantamiento de Riego se produjo en los campos y pueblos de la andaluza provincia gaditana, de ello, así como de que mi tierra fue el rincón español que no pisó el mayor "condottiero" del siglo XVIII, y otras muchas cosas más, estábamos enterados los chiquillos.

Y en el fondo de este breve "remember" de mis primeros años, rumbo a mi juventud que siento en mí perenne, recuerdo a los parias más parias de mi patria chiquita, a los obreros agrícolas y a los campesinos laboriosos, sin trabajo y sin pan los primeros durante largos meses del año; y a los campesinos, en manos de prestamistas, almacenistas y "sacaores", trabajando con su familia de sol a sol para pagar el arriendo de las tierras, o las hipotecas cuando eran suyas, cada vez más entrampados. Tengo en mi retina el cuadro vivo de hambre de Tierra, de hambre de pan, de sed de agua y de justicia del campo español. Y me atrevo a decir que sin la prodigalidad de la naturaleza en clima, en la producción de hierbas comestibles aderezadas con el ingenio del hambre, y sin el sentimiento solidario ejemplar de las gentes del campo, hubieran muerto como segados, en una provincia rica en tierras pero en manos de terratenientes, ganaderos y nobles, algunos de ellos todo a la vez, capaces de organizar orgías en sus feudos y castillos modernos, verdaderamente provocativas.

En el acto solemne celebrado en Praga, al rendir postrer homenaje al general Modesto, Dolores Ibárruri, Presidente del Partido Comunista de España pronunció estas sentidas palabras:

Al despedirnos con hondísima pena de nuestro camarada Juan Modesto, sencillo hijo de la clase obrera española y com­batiente ejemplar de la causa de la democracia y el socialismo, permitidme, camaradas, expresar nuestra profunda gratitud al Partido Comunista y al Gobierno checoslovacos por toda la ayuda que nos han prestado en la organización de este postrer homenaje a nuestro inolvidable amigo y camarada.

Y decir también cuánta es nuestra emoción, al ver aquí reunidos viniendo de todos los países de Europa a los repre­sentantes de los antiguos combatientes de las Brigadas Internacionales, que lucharon por nuestra libertad y por la de sus patrias, en los campos de España, escribiendo páginas de inmortal heroísmo.

Una de nuestras grandes tristezas en este amargo vivir del exilio, es la de ver cómo desaparecen para siempre de nuestro lado camaradas entrañables, cuyas vidas estuvieron enteramente dedicadas a la lucha por la libertad de nuestro pueblo y de nuestra patria.

Hoy, con dolor en el alma, nos hemos reunido aquí, a rendir el último homenaje a nuestro camarada y amigo Juan Mo­desto Guilloto, uno de los grandes héroes de nuestra guerra nacional revolucionaria, miembro del Comité Central del Partido Comunista de España y primer general del Ejército Popular Republicano español.

Y si grandes fueron los méritos del camarada Modesto, como combatiente heroico y abnegado, inteligente y capaz, no fueron menores estos méritos suyos como comunista. Toda su vida ha estado impregnada del sentido del deber ante el Partido y ante el pueblo. Con él podía contar siempre el Partido Comunista, del que fue uno de sus más seguros puntales así en la paz como en la guerra.

Hablar del camarada Modesto es hablar de la organización de las Milicias Antifascistas en nuestro país, de las que él fue uno de los más activos animadores.

Es evocar los días difíciles del trabajo clandestino, bajo la dirección de nuestro inolvidable José Díaz y de Pedro Checa.

Es recordar la lucha por el Frente Popular; es la organización de la resistencia armada contra la sublevación fascista; es la creación del Quinto Regimiento. Hablar del camarada Juan Modesto es hablar de las Compañías de Acero que han cantado a la muerte con ilusiones de vida y de victoria; es hablar del glorioso batallón Thälmann.

El nombre de Modesto va unido a todas las más importantes batallas de nuestra guerra: Navacerrada, Somosierra, Alto del León, Peguerinos, Talavera, defensa de Madrid, Jarama, Guadalajara, Brunete, Belchite, Teruel, Aragón, Paso del Ebro, Cataluña.

La vida y la actividad política y militar de nuestro camarada Juan Modesto, como comunista y como combatiente del Ejér­

cito Popular, forman ya parte inseparable de la Historia de nuestra patria. Ellas constituyen un ejemplo maravilloso que nosotros podemos ofrecer con orgullo de revolucionarios, de comunistas, a las jóvenes generaciones que hoy irrumpen impetuosamente a la arena de la lucha contra la dictadura franquista y por la democratización de España.

El camarada Modesto ha muerto.

Pero el Partido Comunista, al que nuestro inolvidable camarada dedicó lo mejor de su vida, vive y crece y se desarrolla y es una de las principales fuerzas en la lucha por el derrocamiento de la dictadura, por el establecimiento de un régimen democrático en nuestro país.

A ocupar el puesto que la muerte de nuestro camarada Modesto dejó vacío vendrán nuevos millares de combatientes que continuaran la lucha hasta hacer de nuestra España, la España socialista por la que el camarada luchó y dio lo mejor de su vida de revolucionario, de comunista.

Descansa en paz, camarada Modesto, en esta hospitalaria Checoslovaquia a la que tú tanto querías.

Y mañana, cuando nuestro pueblo sea libre, cuando sobre España ondee de nuevo la bandera de la libertad y de la de­mocracia, nosotros volveremos de nuevo a Checoslovaquia a recoger las cenizas de nuestro héroe, de nuestro amigo y camarada, para que reposen en la tierra que él tanto amó y por la que tantas veces arriesgó su libertad y su vida.

SOY DE 5º REGIMIENTO

CAPITULO I

De 1928 a 1936

En 1928, Y cuando ya la dictadura del general Primo de Rivera había entrado en la pendiente del derrumbamiento, yo estaba cumpliendo el servicio militar en Cádiz.

Todos los que como soldados rasos han servido en el Ejército con la Monarquía, conocen qué trato se daba a los soldados por la mayoría de los mandos, desde los más bajos a los más encopetados entorchados.

Un día, estando de centinela junto a la garita en la puerta del 'cuartel donde hada la "mili", un sargento achulado, queriendo mostrar su poder o quizás probar de qué hilaza era el paño, me dio adrede un pisotón que me hizo ver las estrellas.

Sin encomendarme a Dios ni al diablo, le di un culatazo que casi le descrismo y en seguida llamé al cabo de guardia como enseña el reglamento.

Fui relevado. Se abrió una información y se comprobó la intemperancia del sargento de marras, que aspiraba a entrar en el Cuerpo de Alabarderos.

Un cabo de la batería del sargento y que era de un pueblo cercano al mío, así como un grupo de amigos me advirtieron: "Ten cuidado con ese bicho. Prepara tu envió a África, y lo mejor es que tú lo solicites. Así no irás como castigado, y no podrá nada contra ti"...

Lo hice así y fui destinado al Cuarto Grupo de Regulares de Larache, en A1cazarquivir.

Poco después, por mi oficio de aserrador mecánico, me destinaron a la compañía de Depósito. Me nombraron cabo y pasé a ser jefe del taller mecánico.

De los dieciocho meses que pasé en Regulares, la primera mitad estuve en la Aserradora. La otra, en Infantería, en el calabozo arrestado y en la primera compañía de ametralladoras del Primer Tabor, considerada como la compañía disciplinaria del Cuarto Grupo.

De los arrestos, el más importante fue el último, que duró cuatro meses. Con este arresto se me prohibió el uso de armas. El anterior, que me tuvo en el calabozo dos meses, fue porque en una fiesta celebrada en la plaza pública de Alcazarquivir, ante un grupo de moros y españoles, se me ocurrió decir: "Musulmanes quisquif al saraní", proclamando la igualdad de moros y cristianos. Por este crimen, en la orden del día del Grupo, que lo mandaba el entonces teniente coronel Juan Yagüe Blanco, fui degradado de cabo, además de la "propina" de los dos meses de arresto.

Y me libré de uno bueno, gracias a la "amistad" entre los distintos cuerpos. Pasó lo siguiente. Me encontraba al anochecer sentado en un autobús a la puerta del campamento general. Subió al autobús un comandante; por la escasa luz, no vi su graduación y no lo saludé.

Se dirigió a mí y me reprendió por no haberle saludado. Quise corregir mi falta y me levanté dándole mis excusas. No viendo bien sus insignias, le llamé "mi alférez". Le indignó tanto la rebaja de grado, que por mor de la oscuridad en el interior del autobús le hice, que lanzándose sobre mí como una bestia y poniéndome los paños en la cara, me gritó rabioso: "Soy comandante"...

Yo le contesté en el mismo tono y terminamos los dos en el suelo, fuera del autobús; yo, entre las alpargatas de la guardia del Tercio, que con las bayonetas me clavaron en la tierra, conduciéndome luego al calabozo.

Días después, un pelotón de moros vino por mí y me condujo esposado, entre los caballos, al campamento de Regulares. Al llegar allí y entregarme a la guardia, minutos después me llamó el oficial, recibiéndome de pie a la entrada del pabellón y diciéndome:

- Estás libre; vete a la compañía.
Mi sorpresa fue extraordinaria y mi alegría natural. Cuando me alejaba, le oí reír a carcajadas y me gritó:

- Otra vez no te olvides de saludar a los alféreces.
El, por cierto, lo era. .Se llamaba Aibsalá, español, no obstante ese apellido de cacofonía tan árabe.
Otros castigos que recibí durante todo el tiempo que estuvo destacada mi compañía en el zoco el Jemis, de Beni-Haros,
fue mandarme solo con el mulo "malo", un hacha y una cuerda por leña, quizás buscando que me mataran. Ni el mulo ni los moros lo hicieron. Los moros, por el contrario, me ayudaban a encontrar la leña. Ocurría así, porque me consideraban su amigo, hasta el punto de permitirme entrar en sus cábilas, en las que presencié dos veces, siendo yo el único europeo, la famosa fiesta e impresionante ceremonia del hacha... Sí, también en esa trágica segunda mitad del servicio militar en África no puedo dejar de recordar a la "mora montaña", la brava Mina y su familia; a la joven israelita Omega y a los suyos, que me trataron siempre con un afecto y una confianza que no concedían a todos.

Una mañana, después de la marcha muy matutina de los licenciados, conocí por mi amigo Cebrián que había llegado la orden de mi licenciamiento. Saberlo, abrazado y decide "mándame aquí los papeles" fue todo uno. Corrí a campo traviesa al encuentro del autobús, que no alcancé, pero sí a un camión rumbo a Larache, que me llevó a la ciudad. Tiré al puerto, venciendo la resistencia de los que se oponían por formalidades burocráticas, salté a la barcaza y, en la barra, transbordé al vapor que nos condujo a Cádiz, donde atracó hacia las 19 horas. Allí nos recibió y llevó al cuartel el oficial de transeúntes del Regimiento de Infantería núm. 67. Solicité del oficial de guardia permiso para irme a la ciudad, que le describí, y me autorizó.

Me largué al muelle y embarqué en uno de los faluchos de cabotaje del Sabonet, tío de los Serrano, dos de éstos asesi­nados luego por Franco, gentes a carta cabal. Al amanecer llegué a mi pueblo, trasladándome a casa y dándole a los míos, que no me esperaban, una alegría bien comprensible.

Mis primeros pasos en el movimiento obrero

A la vuelta del servicio militar entré a trabajar en la sección de mi profesión de la fábrica Metalgraf, filial de su homónima de Badalona, Mario Sanguinetti S.A., situada en las proximidades del penal del Puerto.

Todos mis compañeros de trabajo eran estupendos. En nombre de ellos me enfrenté varias veces con la empresa. Por entonces conocí a Ramón Mita, asesinado más tarde por Franco, haciéndonos amigos. El y Alfonso Manzaneque eran comunistas. Me hablaron de la solidaridad con los presos y acordamos tomar la iniciativa de convocar una reunión para organizar el Socorro Rojo local. Encargamos los camets y sellos a Cádiz. Convocamos la reunión con cientos de compañeros nuestros de trabajo en el Centro Obrero, donde yo era presidente del Sindicato de Oficios Varios, en el que nos propusimos organizar - y lo fuimos realizando paulatinamente - a todos los trabajadores desorganizados.

Paralelamente desarrollábamos nuestra actividad en la Casa del Pueblo, regentada por los socialistas y propiedad de los toneleros, a la que pertenecíamos todos en el sindicato de nuestro gremio respectivo. En el mío, un socialista del ramo de la madera, Francisco Artola, asesinado después por los falangistas, y yo nos concertamos para trabajar juntos.

A través de Ramón Mila, y en el Centro Obrero, conocí a Juan Gandulla, presidente del Sindicato de Panaderos, asesinado más tarde por los franquistas, y a Daniel Ortega, organizador del Partido Comunista de España en mi pueblo, diputado por Cádiz en 1936, fusilado por Franco, a quien fue entregado como rehén por las gentes de la Junta de Casado. Ellos dos, con Mila y Manzaneque, eran los cuatro comunistas que había en el pueblo cuando, en 1930, ingresé en el Partido, después de organizar el Socorro Rojo (S.R.I.) y el Sindicato de Oficios Varios.

Nuestra célula, inicialmente compuesta de cinco camaradas, se desarrolló gradualmente. Vinieron a nuestras filas decenas y centenares de comunistas adultos y jóvenes.

En las elecciones de abril de 1931 voté por primera vez en mi vida.

Al proclamarse la República, tomamos el Ayuntamiento con el consenso y apoyo de la población congregada en la plaza de Isaac Peral, donde se alza aquél y desde cuyo balcón Daniel Ortega habló a la multitud. El pueblo limpió todo lo que recordaba la existencia de la Monarquía en el Ayuntamiento y en los lugares públicos.

Fui elegido entonces por mis camaradas responsable político de la organización local del Puerto.

El trabajo abierto del Partido y la organización de los trabajadores cobraron particular auge. En un plazo brevísimo, el Centro Obrero dobló por sus efectivos a los que tenía la Casa del Pueblo. Y su influencia en otros medios era también mucho mayor.

Sacamos un semanario como órgano local del movimiento obrero, titulado "El Proletario", con una tirada de 3.000 ejem­plares que se vendían los sábados y se agotaban.

Al formarse el Comité Provincial de Cádiz, me eligieron secretario sindical del mismo. En ausencia del camarada Ortega, le sustituí en la secretaría política. El Partido se desarrollaba sin cesar. Las organizaciones de la Juventud Comunista eran fortísimas, no existiendo ambiente para la creación de otras organizaciones juveniles políticas.

La actividad del movimiento obrero era desbordante. Todas las luchas reivindicativas planteadas se ganaban. El mayor baluarte de los trabajadores era el Sindicato de Panaderos, que dirigía Gandulla, siempre solidario con todos los demás gremios. Las maniobras de la patronal, con el sostén del gobernador, para hundido, fracasaron. No hubo acción reivindicativa o solidaria del gremio que no terminase con la victoria.

En el año 1932 afrontamos el problema del paro, con grandes acciones y manifestaciones de masas y resultados positivos, lo que nos valió al Centro Obrero y a algunos de nosotros improperios que nos honraban, ya que procedían del diario "Revista Portuense", de los Pérez, cabeza de la reacción local.

Rompimos todos los intentos anticomunistas por aislamos del pueblo, fraguados por las autoridades locales y provinciales. Con ellas colaboraban los socialistas y otros grupos políticos. Un anarquista llamado Villarda llegó a agrupar una veintena de campesinos, pero fracasó en su intento de romper la Sociedad General de Trabajadores del Campo, que dirigía Juan Corzo, cuya influencia abarcaba a la masa de pejugaleros y otros campesinos pequeños y medios de los distintos pagos, sensibles a la solidaridad mostrada por el Sindicato, hasta el punto de que los sábados, cuando venían al palenque a cobrar a los asentadores sus productos, se pasaban por el Sindicato para departir con su directiva, cotizando al S.R.I. y compraban el periódico.

Las maniobras anticomunistas fracasaron, demolidas por la razonada explicación a la población de cada paso reivin­dicativo, que anulaba los argumentos contrarios.

La más peligrosa y difícil de vencer tuvo lugar en 1933. La montó, provocando una huelga, la Compañía de Obras y Construcciones de Bilbao, S. A. (OBRASCON), cuando estaba a su frente, en Cádiz, el ingeniero Federico Noreña, ayudado por las autoridades y fuerzas políticas antes mencionadas. Ganaron la huelga los picadores y barreneros de las canteras de cantillo (una treintena), que, con los artilleros y los mecánicos de las compresoras, eran las figuras centrales en los tajos. En torno a ellos giraban los 300 trabajadores, empleados y transportistas. En el curso de esa huelga, de particular nervio, impuesta por la negativa de OBRASCON a cumplir las bases que anteriormente había firmado, y que elevaban a condiciones humanas la situación en el trabajo de estos proletarios tan parias, fui detenido al entrar en mi casa, ya bien avanzada la noche, y encerrado en la cárcel del partido judicial e incomunicado. La suerte de la huelga no me inquietaba, ya que el delegado, José Ramito, era integro y cabal, así como sus compañeros.

El propósito de las autoridades de trasladarme a Sevilla o Cádiz fracasó. Lo impidieron los trabajadores movilizados por nuestros camaradas, entre ellos los parados empleados en trabajos del Ayuntamiento, que con los picos y palas de la faena se presentaron en las puertas de la cárcel y exigieron comunicar conmigo. Su firmeza tuvo .éxito. La falta de pruebas para incoarme el proceso (me detuvieron por la denuncia de un transportista apellidado Parra, pero los testigos que presentó no sostuvieron su denuncia, sino al contrario), así como el hecho de que los huelguistas agregaron a sus reivindicaciones una más: mi libertad, y la fuerza del Partido llevaron a la anulación del expediente que me incoaba el abogado Polanco.

En vísperas del IV Congreso del Partido en Sevilla, participé como delegado por la provincia de Cádiz en la Conferencia

Regional de Andalucía. En ésta fui elegido miembro suplente del Comité Regional. Allí vi por primera vez a los camaradas José Díaz, Antonio Mije y a otros dirigentes del Partido. Con ellos estaban otros camaradas de la Unión Local de Sindicatos, a alguno de los cuales me ligaba una profunda amistad, como "el Mosca", al que asesinarían los franquistas, y singularmente a Saturnino Barneto, cuya madre fue también asesinada por la gente de Queipo de Llano en la puerta de su casa, a los que cono da desde 1931.

En la susodicha Conferencia se elaboró la posición de la organización andaluza ante el IV Congreso y fueron elegidos los delegados al mismo, entre ellos José Díaz y Daniel Ortega.

Después del IV Congreso, nuestra organización local y provincial siguió desarrollándose. Se fortalecieron o crearon nuevas organizaciones del Partido en Jerez, La Línea de la Concepción, Algeciras, Ubrique, Prado Libre, Algodonales y Cádiz. En el marco general del desarrollo del Partido, la organización piloto seguía siendo la del Puerto, que contaba con varios centenares de militantes. En su marco, la Juventud Comunista se desarrollaba respondiendo al lema de "a centenares de miembros del Partido, deben corresponder millares de jóvenes comunistas".

Y lo mismo ocurría con el movimiento obrero. En el Comité Provincial nos propusimos superar el estadio de organización gremial imperante y crear los sindicatos de empresa en unos casos; en otros, aún manteniendo las asociaciones gremiales, cohesionarlas por ramos, sobre la base de delegados en los lugares de trabajo. También nos propusimos crear asociaciones provinciales por ramas. Pusimos manos a la obra con excelentes resultados. En mi localidad organizamos el Sindicato de la Empresa Metalgraf-Mario Sanguinetti. En la provincia, con la participación de media docena de villas, se organizó el Sindicato Provincial de Panaderos.

En este periodo mejoran el clima político y las corrientes de unidad con los compañeros socialistas. Entre el Centro Obrero, que yo presido, y la Casa del Pueblo, que dirigen los socialistas, se entablan relaciones de camaradería, que tienen su expresión en una serie de reuniones que culminan con la creación de una comisión conjunta, formada por representantes de las distintas entidades. Nos orientamos a la creación de la Unión Local de Sindicatos, siguiendo el ejemplo de Sevilla, y damos pasos serios que, sin llegar a lo que nos proponíamos, culminan con la formación de una amplia comisión en la que entran dos representantes de cada sindicato (sin afectar a las particularidades de cada uno en lo que a su régimen interno se refiere), lográndose una vida política, social y sindical de entendimiento y solidaridad más intensa que antes.

Hacia finales de abril de 1933 salgo de mi ciudad para trasladarme a Madrid, llamado por la dirección del Partido.

En Madrid

En Madrid proseguí mis actividades de militante comunista. En el mes de mayo de 1933 vi por primera vez en la Redacción de "Mundo Obrero" a la camarada Dolores Ibárruri, a la que ya conocía por lo mucho que me había hablado de ella mi gran amigo y camarada Daniel Ortega, quien como miembro del Comité Central del Partido había estado reunido en diferentes ocasiones con los camaradas del Buró Político. Por su majestuosidad llena de sencillez y su cálida afabilidad, "Pasionaria" me causó una impresión que superaba la idea que yo me había hecho al oír hablar de ella.

En el mes de julio de 1933 la dirección del Partido me envió a Moscú, a la escuela leninista, donde hice un curso de teoría marxista.

A mi regreso a España, la dirección del Partido me nombró administrador de Bandera Roja, órgano central del Partido, que se editaba clandestinamente en lugar de Mundo Obrero, suspendido en ese período por disposición gubernativa. Muy poco después recibí la misión de encargarme simultáneamente del trabajo del Partido entre los jefes y oficiales del Ejército y de las fuerzas de Orden Público. Igualmente fui designado responsable nacional de las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas (MAOC).

Estas funciones las cumplía bajo la dirección inmediata del camarada Pedro Checa, miembro del Buró Político y Se­cretario de Organización, con el que me veía casi cotidianamente. Periódicamente, para algunas cuestiones concretas, me entrevistaba con el camarada José Díaz.

Por las particularidades de mi trabajo tenía prohibidas las actividades públicas del Partido. Por estas razones no tenía relaciones con mis familiares. En este periodo no era nadie y era varios a la vez: me llamaban "Manolo" en la casa donde vivía, en la calle Reyes; "Modesto", en mis documentos internos de Partido, ya que el camarada Jesús Larrañaga me entregó una cédula personal con ese nombre; "sin nombre", porque así ellos me bautizaron, en mis relaciones por el trabajo directo de las MAOC, con Juanito Fernández y Agustín Lafuente, del Comité Provincial de Madrid; el "tío Jolines", para el hijo del obrero tipógrafo Juventino Cabrito, vallisoletano, y para su madre y hermanos; "el camarada", para la casa de la calle Santa Engracia donde depositaba los materiales del Comité Central, para que los recogiera mi buen amigo Luis Delage, responsable entonces de propaganda del Comité Provincial de Madrid; "Amigo", para el camarada ferroviario de la calle Santa Isabel, donde estuve de pensión, que en los primeros momentos de la sublevación salió para Valladolid, de donde era originario, y cayó en la lucha; "el Sevillano", cuando vivía en la calle de Doctor Cárceles; "el Galleguito", en la casa de la calle de Noviciado, donde en las primeras horas de la amanecida alquilaba el carrillo de mano para transportar el papel para la imprenta donde se hada Bandera Roja; "Paisano", para el malagueño, hermano del camarada José Ochoa, asesinado por orden de Franco en Canarias, al que entregaba los materiales para la confección del periódico; "el Patrón", en la frutería del barrio de Argüelles donde, ayudado por su dueño, preparábamos el envío del periódico a su destino; "el Andaluz", en la estación de Atocha, y "el camarada", en la del Norte, donde los ferroviarios del Partido y simpatizantes hacían llegar Bandera Roja a todas partes. Y, por último, "don Manuel", para los tres o cuatro sitios de personas interpuestas donde recibía los giros de la venta del periódico.

Peligro reaccionario y fascista

Después de la subida de Hitler al poder, en 1933, sostenidos por el nazismo y el fascismo, de quienes recibían armas dinero y la promesa de ayuda total para instaurar en España un régimen fascista, los generales y políticos españoles más reaccionarios iban tejiendo la trama de la sublevación.

En los planes de las dos potencias fascistas, España era la primera carta de la segunda guerra mundial.

Para Alemania seria, además, el polígono de prueba de su armamento y campo de entrenamiento de millares de cuadros militares. Seria también fuente de materias primas, de las que estaban muy necesitados.

Durante el bienio negro, los nazis organizaron entre los alemanes residentes su propio partido, que contaba con más de 50 secciones en España.

De hecho ya había comenzado la intervención germano-italiana. Sus embajadas y consulados se encargaban del transporte de armas en la valija diplomática; eran verdaderos focos subversivos. Portugal, donde conspiraba Sanjurjo, también lo era.

El 16 de febrero de 1936, el triunfo del Frente Popular representaba el fracaso del intento de instaurar el fascismo por vía legal; la CEDA (Gil Robles) se ofreció a los generales. Anteriormente lo habían hecho Renovación Española (Calvo Sotelo y Goicoechea) y la Comunión Tradicionalista (Lizárraga, Olázaga, Rodezno y Fal Conde). Luego lo haría Falange (Primo de Rivera). Ante el triunfo de las izquierdas, Franco, que era jefe del Estado Mayor Central, gestionó, en ,nombre de la reacción, cerca de Portela Valladares y de los generales Castelló y Sebastián Pozas, ministro de la Guerra y director general de la Guardia Civil, respectivamente, la proclamación del estado de guerra, para que el Ejército tomase el poder.

El factor decisivo que hizo abortar estos propósitos golpistas en febrero fueron las poderosas manifestaciones populares organizadas por las fuerzas democráticas en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Bilbao, Asturias y muchos otros lugares del país, bajo el signo de "Amnistía" y "Gobierno de Frente Popular".

Al fallarles el golpe de Estado de febrero, los partidos derrotados, instrumentos políticos de la gran Banca, la gran burguesía industrial y comercial y los terratenientes, pusieron rumbo a la sublevación. Dichos partidos centraron su actividad en la desorganización de la economía, que iba desde la evasión de capitales hasta el cierre de fábricas y la negativa a la, explotación de la tierra. Al mismo tiempo, utilizaban el Parlamento, los grandes medios de propaganda que poseían y el pistolerismo para crear el clima de guerra civil, poniendo todo lo que eran y representaban en manos de los generales facciosos que estaban organizando el alzamiento.

Ya estaba creada la Junta Militar. La formaban, con José Sanjurjo, emigrado en Estoril, los generales Emilio Mola, Manuel Goded, Francisco Franco, Andrés Saliquet, Miguel Ponte, Luis Orgaz, Joaquín Fanjul y Enrique Varela. El último ostentaba la representación de Sanjurjo hasta que, desplazado de Madrid, lo sustituyó Mola. La mayoría de los generales mencionados se reunieron un día del mes de marzo en la casa del diputado monárquico José Delgado. Entre otros acuerdos "se fijó la sublevación para el 19 de abril". También "se fijaron tres cabezas de desembarco en Cádiz, Algeciras y Málaga para las tropas de Marruecos".

Sus organizadores enfocaron el golpe previsto para el 19 de abril sobre la base de "dominar Madrid", para desde allí decidir la adhesión del resto de España: Varela ocuparía el Ministerio de la Guerra; Orgaz, Capitanía, y el almirante Carranza, el Ministerio de Marina (Págs. 66, 67, 68 y 69 del libro del general F. J. Mariños)).

Pero las medidas del Gobierno eran a todas luces insuficientes y hasta improcedentes. En vez de suspender de empleo a una docena de esos mandos, depurando el Ejército de reaccionarios, lo que hicieron fue destituir del mando de la flota al almirante Juan Cervera y enviar residenciados al general Varela a Cádiz y al general Orgaz a Canarias.

Otras medidas, que parecían concebidas para acercar los mandos más comprometidos a las bases de partida de la su­blevación, consistieron en designar a Franco capitán general de las Islas Canarias y enviar a Mola a Navarra, dando a los 10.000 carlistas, desde hacía tiempo organizados en el Requeté, un jefe reaccionario a su medida.

López Pinto, jefe de la base naval y gobernador militar de Cartagena, fue destituido por desafecto, pero enviado de gobernador militar a la plaza y provincia de Cádiz. Al jefe del Segundo Regimiento de Artillería de Costa, coronel Bartolomé Feliú, se le destituyó por desafecto, para nombrarle jefe de artillería de las Islas Baleares. Y el Gobierno, obsesionado por el auge del movimiento popular, adoptó una medida tan torpe como la orden de que toda la producción bélica fuera concentrada en Valladolid, única ciudad donde existía un foco fascista de cierta importancia.

La UME y la UMRA

En el seno de las fuerzas armadas, el enfrentamiento democracia-fascismo se manifestaba de múltiples formas, hasta llegar a niveles de organización de reaccionarios y demócratas en la llamada Unión Militar Española (UME), de signo reaccionario, y en la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA), de signo democrático.

La UME, creada en 1932, organizadora de la sublevación de Sanjurjo el 10 de agosto del mismo año, era utilizada por los generales como el instrumento preparatorio de la sublevación militar. El gran desarrollo de la UME se produjo a partir de 193435, cuando Gil Robles era ministro del Ejército y nombró a Franco jefe del Estado Mayor Central.

En realidad, la UME era una verdadera organización política de los cuadros de mando del Ejército, el partido político de los generales, que actuaba en el seno de las fuerzas armadas con verdadera impunidad, ya que en las guarniciones, en las comandancias militares y capitanías generales, en los Estados Mayores y escuelas militares disponían, en la mayoría de los casos, de los puestos clave, incluidos los máximos. Cuando no era así, ignoraban a sus jefes jerárquicos, a los que hacían el vacío, engañaban y se aprestaban a inmolar. No en balde se inspiraban en la frase de Mola: "No admitimos neutrales", con la que se fraguaba el premeditado, frío y cruel asesinato de los jefes y oficiales no comprometidos con el alzamiento militar.

Pero la UME era también un apéndice del nazismo en España. Las susodichas cincuenta secciones del partido nazi, creadas durante el bienio negro, se confundían con ella. La sección local de Barcelona se movilizó el 18 de julio, pero la derrota de los sublevados la dispersó y sus jefes se dieron a la fuga. En los demás lugares de España se incorporaron a la sublevación.

En el mes de marzo de 1936 la UME lanzó dos circulares, en las que alentaba a sus afiliados, después del intento fra­

casado del golpe de Estado de febrero, para el golpe del 19 de abril, que tampoco pudo dar.

La actividad conspiradora de la UME se completaba con la realización de atentados contra los militares leales después de las elecciones de febrero.

La UME confeccionó listas en todas las guarniciones para asesinar a militares republicanos. En Madrid fue gravemente herido el comandante Jiménez Canito; en Barcelona, atentaron con bombas de reglamento "Laffite" contra el coronel Moracho.

Para contrarrestar a la UME, a finales de 1934, un grupo de oficiales de signo genérico republicano se reunió en Madrid, en la casa del capitán médico Palacio.

Los llevaba allí la voluntad de hacer frente a la política de fascistización del Ejército, de la República.

Las interrogantes que traían los reunidos eran: ¿Por dónde empezar? ¿Qué organización crear? ¿Qué fines debía tener la organización?

Decidieron crear la Unión Militar Antifascista (UMA). Como fines de la organización fijaron: contrarrestar la actividad de la UME; prestar ayuda de todo género a los compañeros presos; unir, a los militares republicanos para que los gobernantes tuvieran un instrumento contra la reacción.

Además, acordaron publicar un manifiesto, que allí mismo redactó el teniente coronel Carratalá, dirigido "A todos los compañeros antifascistas, sin distinción de ideas políticas", basándose en que "cada militar, cualquiera que sea el partido a que pertenezca, debe trabajar en el seno de una organización militar, como defensor de la República en peligro, contra el fascismo amenazante".

El oficial de maquinistas navales Eugenio Rodríguez Sierra entregó el manifiesto al Partido Comunista con el ruego de que lo imprimiese. Este lo hizo en 10.000 ejemplares.

El manifiesto se envió a los cuarteles, buques y toda clase de dependencias militares. Inmediatamente comenzaron a afluir las adhesiones. Las tres primeras vinieron de Valencia, Ceuta y Larache.

Se formó un Comité Nacional provisional, compuesto por el capitán Palacio, el teniente coronel Carratalá, el comandante Enciso y el oficial maquinista Rodríguez Sierra.

Vencido el año 1935 se fusionaron la Unión Militar Antifascista, de iniciativa comunista, y la Unión Militar Republicana, de iniciativa socialista, respondiendo al impulso unitario que se desarrollaba en todo el país, lo que dio origen a la Unión Militar Republicana Antifascista (UMRA).

El Comité Nacional anterior se amplió con el teniente coronel Díaz Tendero, los comandantes Orad de la Torre, José Luis Fuentes y José Luis Barceló, el teniente León Lupión, presidente del Casino de Clases, y otros. En Madrid eran miembros de la UMRA más de 200 jefes y oficiales; en las demás guarniciones sumaban varios centenares más.

Pertenecían a la UMRA los generales Caminero y Núñez de Prado; los coroneles Cerrada y Puigdengola; el teniente coronel Julio Mangada; los comandantes de infantería de Marina Ristori de la Cuadra y Sancha (éste último cayó combatiendo contra la sublevación en San Fernando y Ristori en la Sierra) ; los comandantes de infantería Pelayo (caído en Málaga), Fuentes (el Gordo), en la Sierra, y Guarner, asesinado por los sublevados en Zaragoza, entre muchos otros jefes y oficiales leales.

Pertenecían también a la UMRA figuras militares de gran prestigio profesional, como el capitán de aviación e ingeniero constructor de aviones González Gil y el teniente coronel de Artillería Pedro Romero, autor de unas Tablas de Tiro del Arma, muerto en vísperas de la sublevación y cuyo entierro en Madrid fue una verdadera concentración de militares leales a la República. Estos militares patriotas habían ingresado en el Partido Comunista, en el que veían una auténtica fuerza nacional que entregaba todas sus energías para salvar España de la guerra civil y de los horrores del fascismo.

Eran delegados de la UMRA: en el Ministerio de Marina, el teniente coronel maquinista Antonio Parga; en el Ministerio de la Guerra, el coronel Cerrada, y en el Ministerio de la Gobernación, el capitán Fontán; en el aeródromo de San Javier, el comandante Ortiz; en la base naval de Cartagena dirigía la UMRA de oficiales, clases y fogoneros el oficial maquinista Sastre, caído durante la guerra al verse obligado a salir de Málaga en su submarino, con un solo motor, por lo que no pudo sumergirse, siendo echado a pique con toda la tripulación.

La UMRA, organización unitaria de jefes y oficiales antifascistas, era formalmente más débil que la UME. Ello se explica por la política poco inteligente del gobierno republicano y por el reaccionarismo de la mayoría de los jefes militares. Pero por las características de sus miembros contaba con una gran autoridad, así como con la fuerza que representaba la lealtad a la situación democrática que encarnaba en el seno de las fuerzas armadas.

Esta fuerza no pudo manifestarse plenamente porque, al producirse la sublevación, muchos de sus miembros fueron políticamente maniatados por los gobernantes republicanos y sus directivas, dejando la iniciativa en la Península, aún después de conocerse la sublevación del 18 de julio, en manos de los militares facciosos.

Al servicio del pueblo

En defensa de las libertades democráticas y de los derechos humanos más elementales, por iniciativa del Partido Comunista, se crearon a fines de 1933 las Milicias Antifascistas Obreras y Campesinas.

Las MAOC eran una organización de autodefensa del pueblo, hijas del enfurecimiento de la lucha provocado por la reacción, que ponía rumbo al poder, a la fascistización gradual de la República; eran impuestas, en particular, por la actuación, cada vez más descarada y peligrosa, de los grupos de pistoleros falangistas que gozaban de cierta impunidad.

Se crearon especialmente en Madrid y en su provincia, por las circunstancias que allí concurrían. Las integraban obreros y empleados. En la Sierra, leñadores, campesinos y canteros.

En uno y otro sitio eran revolucionarios sencillos, que odiaban la injusticia y estaban dispuestos siempre a enfrentada sin vacilaciones.

En octubre de 1934, las MAOC de Madrid cumplieron modestamente su misión, protegiendo en la medida de sus fuerzas

a los huelguistas y manifestantes de las agresiones de los pistoleros falangistas y de las brutalidades de la fuerza pública, evitando así que las víctimas fueran mayores.

Después de octubre siguieron firmemente en la brecha Algunos de sus miembros fueron heridos, cayeron presos, o las dos cosas a la vez, protegiendo las concentraciones populares de la Casa de Campo y en El Pardo, haciendo frente a los pistoleros falangistas cuando iban en plan provocativo a perturbar el reposo de los madrileños en dichos lugares.

Al triunfar el Frente Popular participaban y protegían las manifestaciones que surgían espontáneamente o se organizaban para imponer el respeto a la voluntad popular, bajo las consignas de "Gobierno de Frente Popular" y "Amnistía".

En la primera mitad del día 17 de febrero me tocó participar en dos de ellas, convocadas por el Partido Comunista, que se desarrollaron, respectivamente, en la calle Ferraz y en la plaza de Argüelles, ambas rumbo a la Cárcel Modelo, con el objetivo de liberar a los presos.

Para contener la primera, que partió de diferentes lugares y se concentró en la plaza de España, de donde arrancó hacia las 9, fue sacado a la calle el regimiento de Carros de Combate, que mandaban oficiales y clases republicanos. Se produjo la confraternización de las tropas y los manifestantes. Estos perdieron el tiempo y cuando la manifestación prosiguió, era ya menos densa, siendo disuelta más adelante por la fuerza pública.

Hacia el mediodía, la segunda manifestación desembocó en la plaza de Argüelles, viniendo del centro. La cerró el paso la fuerza pública. Se creó el momento de "suspense" propio de tales casos, hasta que empezó a ser superado. La calle por la que había que pasar, estaba cerrada de pared a pared por filas de guardias escalonados. Muchachos sueltos de las MAOC empezaron a penetrar en la primera fila de guardias. Era el comienzo del éxito.

Pero un factor de los que se ha dado en llamar imponderables, lo malogró todo. Lo creó un orador que, en ese mismo momento, apareció subido no sé donde en la esquina derecha a la manifestación, recomendando calma y serenidad.

La sorpresa de su inesperada aparición y sus palabras pararon en seco la tela de araña de los manifestantes, tendida entre la primera fila de guardias, cuyos mandos, rehechos, ordenaron a éstos dar unos pasos atrás, distanciándose nuevamente de los manifestantes y cambiándose el signo de la situación.

La llegada, cinco o diez minutos después, de refuerzos a caballo, que cargaron sobre el flanco derecho de la manifestación y con los que se produjo un fuerte choque, la dispersaron. Hubo disparos, pero sin bajas.

Las manifestaciones más espléndidas tuvieron lugar en las tardes y noches de los días 16, 17, 18 y 19 de febrero, hasta la formación del primer Gobierno de Frente Popular. Se realizaron convocadas por el Partido y las Juventudes Comunistas, en la Puerta del Sol. Asistí a varias de ellas.

Su objetivo era impedir que prosperasen los propósitos del golpe de Estado que se mascaba. En efecto, los manejos de los generales eran del dominio público. La misión de los manifestantes era mostrar la voluntad popular, de la que eran bandera de acción, ante el Ministerio de la Gobernación.

Como se sabe, dichas manifestaciones en Madrid, así como las que tuvieron lugar en casi toda España, contribuyeron a la consolidación de la victoria en las urnas.

Después de la formación el 19 de febrero del primer Gobierno de Frente Popular presidido por Azaña, las MAOC presentaron sus Estatutos a las autoridades. Las misiones en ellos estampadas se ceñían al derecho de autodefensa de los trabajadores y de sus organizaciones, de la prensa, locales, actos, concentraciones y manifestaciones del pueblo, lo que realizaron con todo éxito.

La primera actuación legal autorizada de las MAOC en Madrid tuvo lugar el Primero de Mayo de 1936. Se encargaron de la defensa y garantía de la manifestación oficial de esa memorable jornada, encabezada por los dirigentes de las fuerzas políticas y obreras del Frente Popular. A más de los núcleos elegidos para la defensa de la poderosa manifestación, el grueso de las MAOC, que vestían camisa azul mahón, cerraba el desfile tras las banderas y estandartes de los distritos de Madrid.

También aparecieron públicamente en esta ocasión las milicias de las Juventudes Socialistas, con camisas rojas.

Antesala del 18 de julio

Al ser designado Azaña presidente de la República el 10 de mayo de 1936, pasó el día 12 a la jefatura del Gobierno Casares Quiroga, que siguió manteniendo en sus manos la cartera de Guerra.

En este periodo, antesala del 18 de julio, se mascaba el clima de guerra civil. Los cuartos de banderas eran focos de subversión. La UME dio la directiva a todos sus afiliados de no aceptar los permisos de verano. Las continuas advertencias de los oficiales y jefes leales, en muchos casos postergados y perseguidos por sus "compañeros", eran desoídas por el Gobierno. Igual suerte corrían las denuncias hechas en las Cortes por los diputados de izquierda sobre los preparativos de la sublevación, más señaladamente las que con pruebas irrefutables hacían José Díaz y Dolores Ibárruri en nombre del Partido Comunista.

Los pistoleros fascistas proseguían sus crímenes. Orientados por la UME, asesinaron en Madrid el 9 de mayo al capitán Faraudo y el 12 de julio al teniente José Castillo.

El indefensismo en que los militares demócratas se hallaban por parte del Gobierno, excitó su indignación. La lenidad de aquél les hizo reaccionar con particular brío, desarrollándose en un núcleo importante de ellos la tendencia a actuar por su cuenta.

Al día siguiente del asesinato del teniente Castillo, promovimos una reunión a la que asistieron los dirigentes de las células del Partido del Segundo Grupo de Asalto (Ministerio de la Gobernación), del Ministerio de la Guerra, del Ministerio de Marina y del Batallón Presidencial, reunión que se celebró en el domicilio del teniente coronel José Barceló, sito en la calleVallehermoso. A esta reunión asistió, en vísperas de incorporarse a su destino en África, el capitán de aviación Leret, uno de nuestros camaradas militares más lúcidos, asesinado por los franquistas el 18 de julio en la base de hidros de Atalayón.

En esta reunión de particular tensión, los camaradas Barceló, ayudante de Casares Quiroga y jefe del batallón del Ministerio de la Guerra; Enciso, jefe del Batallón Presidencial; Burillo, del Grupo de Asalto, y la célula del Ministerio de Marina expresaron su indignación por los crímenes de los militares fascistas y la necesidad de extremar la vigilancia para salvar

la República en peligro. En aquella reunión se trazó la línea de conducta a seguir con vistas a que no pudieran sorprendemos los acontecimientos en los ministerios y en las unidades.

En este período, en nombre del Partido, yo estaba relacionado con el coronel Rodrigo Gil Ruiz, jefe del Parque de Artillería de Madrid, socialista. En vísperas de la sublevación y ante la eventualidad de que los fascistas intentaran apoderarse de las armas del Parque y se produjera un golpe fascista, fijamos ambos la consigna "Modesto" para la entrega de las armas a las MAOC.

CAPITULO II

La sublevación militar fascista

La sublevación militar fascista la inició el día 17 el Ejército de Marruecos, donde abarcó a las cuatro comandancias, más las regiones militares y la guarnición de las Islas Canarias. En las primeras horas de la tarde del día 18 se sublevó la guarnición de Cádiz, a la que habían llegado la 5ª Bandera del Tercio y un Tabor de Regulares de las tropas de África a bordo del transporte Ciudad de Cádiz y del destructor Churruca.

La noticia fue conocida en Madrid y en otras partes no por conducto oficial, sino a través de los mil hilos por los que las grandes tragedias llegan al pueblo, el cual reaccionó con particular brío.

Sólo el 18 de julio, en Nota Oficiosa del Ministerio de la Gobernación, radiada a las 8,30, el gobierno decía al país:

"Se ha frustrado un nuevo intento criminal contra la República. El gobierno no ha podido dirigirse al país hasta tener conocimiento exacto de lo sucedido...

El gobierno se complace en manifestar que varios grupos de elementos leales resisten frente a la sedición en las plazas del Protectorado, defendiendo con su prestigio la autoridad de la República...

En este momento, las fuerzas de Aire, Mar y Tierra, salvo la excepción señalada, permanecen fieles en el cumplimiento del deber y se dirigen contra los sediciosos...

El gobierno de la República domina la situación". Ocurría, por cierto, todo lo contrario. El 18, el clima subversivo existente era manifiesto en todas las guarniciones del Ejército de Tierra de la Península; en muchas de ellas, la sublevación era un hecho consumado.

Pero las fuerzas políticas obreras del Frente Popular tenían conciencia clara de la situación y la expresaron llamando al pueblo a la defensa de la República.

Cuando el pueblo en la calle, en poderosas manifestaciones, pedía "armas", el gobierno respondía esta vez en una Nota Oficial, radiada a las 15,15:

"...el mejor concurso que se puede prestar es garantizar la normalidad de la vida ciudadana para dar un ejemplo de serenidad y confianza en los resortes del poder".

Hacia aquellas horas, los "resortes del poder" habían saltado en todas partes o estaban a punto de saltar. Las ocho regiones militares, la comandancia exenta de Asturias y las de Baleares siguieron el camino de las fuerzas armadas de Marruecos y Canarias el día 17. El hecho consumado, saliendo a la calle y proclamando el estado de guerra, dependió en cada sitio de diversos factores. El principal que actuaba en beneficio de. los sublevados era el empecinamiento del gobierno en no querer ver la trágica realidad en toda su crudeza. Sus llamamientos al apaciguamiento tenían un eco unilateral y conducían a contener la réplica popular y adormecer su vigilancia. Donde ocurrió así, triunfó la sublevación militar.

Es notoria la actitud facciosa de la Flota de Guerra, que había comenzado el transporte de tropas de Marruecos hasta que los marinos y clases, con el apoyo de la oficialidad de los cuerpos auxiliares de la Armada - alma y motor de los barcos ­sometieron a los mandos sublevados y ganaron para la República 46 unidades de las 53 que la componían.

De las fuerzas del Aire, con la excepción de los aeródromos de Logroño y Burgos, dominados por los oficiales fascistas con ayuda de las guarniciones, todos los demás y las bases de hidros se proclamaron alIado de la República.

Las fuerzas obreras, representadas por los Partidos Comunista y Socialista, que actuaban de acuerdo, reclamaron la formación de un gobierno de Frente Popular dispuesto a aplastar la sublevación. A esta exigencia, el presidente de la República, Manuel Azaña, opuso la formación de un gobierno presidido por Martínez Barrio, presidente de las Cortes, que rompía el marco del Frente Popular. Igualmente fue rechazada la proposición de armar a las MAOC.

La noche del 19 al 20 de julio transcurrió bajo el signo de la lucha popular contra el gobierno de Martínez Barrio. Este y el general Miaja telefonearon a Mola, a quien hicieron proposiciones que Mola rechazó. El pueblo, lanzado a la calle en Madrid, Barcelona y otras ciudades, enarbolando como consignas de lucha "Abajo Martínez Barrio", "Abajo los traidores", y "Armas", destrozó de un manotazo aquel gobierno de capitulación. La formación del nuevo gobierno fue encomendada al Dr. José Giral.

Los días de julio en Madrid

Conocido el ambiente en los cuarteles y en los medios reaccionarios, que anunciaban la inminencia de la sublevación militar fascista, a partir del 16 de julio las MAOC de los distintos distritos de Madrid fueron alertadas y concentradas en los que consideramos puntos clave para responder rápidamente a los facciosos en el terreno y lugar donde fuera necesario. En la comarca de Villalba se concentraron el día 17. Cada distrito de las MAOC conocía su misión. Gozaban de la mayor iniciativa y eran estimuladas constantemente para que la desplegaran al máximo.

Aquella jornada y las de los días 17, 18, 19 y 20 de julio las pasamos en plena dedicación a la liquidación del movimiento faccioso en Madrid y en las guarniciones de su periferia. Desbordante actividad realizaron las MAOC bajo la dirección inmediata y en ligazón con el Comité Central y el Comité de Madrid del Partido Comunista, bajo cuyas directivas actuábamos.

Nos habíamos instalado en la calle Piamonte con los dirigentes de las MAOC de la Capital, Agustín Lafuente y Juan Fernández (Juanito), caído el21 de julio al frente de los milicianos en el asalto a las posiciones enemigas en Somosierra; Manuel Plaza, caído en la batalla del Jarama, en su orilla derecha, ante el puente de Titulcia, mandando el 40 batallón de la 18 Brigada Mixta; Julio Zamalea, caído en la defensa de Madrid al mando de un batallón de la 3a brigada en los combates de la Casa de Campo en el mes de enero; Manuel Díaz del Valle ("el Tendero"), quien después de una actuación heroica en las guerrillas en todos los teatros de Europa durante la segunda guerra mundial hasta. la liberación, combate que prosiguió en España hasta 1951,

murió en Varsovia con el nombre de Manuel Arana. Estábamos al corriente de lo que ocurría en la ciudad a través de las MAOC de los distritos, con los que teníamos enlace permanente.

El día 18, y más ampliamente el 19, bandas de pistoleros fascistas, desde los edificios y mansiones señoriales, Bancos, iglesias, grandes hoteles y en el centro de la ciudad, que dominaban sus arterias principales, comenzaron a sembrar la muerte entre los ciudadanos para aterrorizar al pueblo, con el propósito de dominar el casco de la ciudad y facilitar la salida de los militares a las calles; pero, como es bien sabido, los acontecimientos siguieron otros derroteros.

En lo que se refiere a las organizaciones del Partido en las instituciones de Orden Público y en las unidades militares, jugaron el papel que les correspondía. Los comunistas, unidos a sus camaradas socialistas y republicanos, o simplemente a núcleos de militares patriotas que hicieron honor a su juramento de soldados de España, tomaron la iniciativa político-militar en los ministerios de la Guerra, Gobernación, Marina y en las unidades militares donde pudieron hacerla y desde aquellas posiciones, ganadas para la República a los militares facciosos, hicieron abortar la sublevación.

Además, aportaron su modesta contribución a enderezar los asuntos en la Flota de Guerra. En la reunión celebrada en la mañana del 19 con la célula comunista del Ministerio de Marina (compuesta en su totalidad por oficiales de los llamados Cuerpos Auxiliares de la Armada), sobre la base del conocimiento de la actividad facciosa de algunas unidades navales que transportaron los días 18 y 19 tropas marroquíes y legionarias a la provincia de Cádiz donde desembarcaron, así como la enemiga de los comandantes de los barcos, en actitud de franca rebelión a cumplir las órdenes del Ministerio, se acordó que los marineros y jefes leales actuaran resueltamente en todas partes para que la Flota se mantuviera fiel a la República.

El día 19, la situación en Madrid se había ido clarificando. Las bandas fascistas, en lo fundamental, habían sido derro­tadas. Pero quedaba la guarnición, en gran parte sublevada. Lo que ésta representaba, tanto en Madrid y sus suburbios como en las provincias limítrofes, resalta en el cuadro siguiente.

- Fuerzas sublevadas en Madrid, ciudad.
Cuartel de la Montaña: Regimiento de Infantería núm. 31; Regimiento de Zapadores; Grupo de Alumbrado de Ingenieros.

Esas unidades fueron reforzadas con una compañía de la Guardia civil y otra compañía de cadetes de Toledo. Cuartel del Pacífico: Regimiento de Infantería núm. 1. Cuartel de la calle Moret: Regimiento de Infantería núm. 2. Centro Electrotécnico: con una escuela al completo de oficiales cursantes de diversas armas.

-En la periferia de Madrid.
Campamento: Regimiento de Artillería a Caballo; Batallón de Zapadores; Grupo de Información de Artillería; Escuela

Central de Tiro de Artillería; Escuela Central de Tiro de Infantería; Escuela de Equitación. Getafe: Regimiento de Artillería. El Pardo: Regimiento de Transmisiones. Vicálvaro: Regimiento de Artillería Pesada.

- Otras fuerzas más alejadas de Madrid, también sublevadas.
Alcalá de Henares: Regimiento de Caballería.
Toledo: Academia Militar, el Tercio de la Guardia Civil de la provincia. Escuela Central de Gimnasia.
Guadalajara: Regimiento de Aerostación, Maestranza de Ingenieros, Academia de Ingenieros, Colegio de Huérfanos

Cadetes, Prisiones Militares.

Segovia: Academia de Artillería, Fuerzas de la Guardia Civil de la provincia.

Ávila: Academia de Intendencia, Fuerzas de la Guardia Civil de la provincia.

Así, pues, las unidades de la 1ª División Orgánica -salvo honrosas excepciones - y otras fuerzas ya mencionadas se alzaron contra la República. Algunas que no operaron con los fascistas activamente en la sublevación, estaban inutilizadas para ser empleadas contra los sublevados, tanto por el forcejeo interior entre los partidarios de ellos y los leales, como por la falta de decisión de estos últimos.

Desde el Cuartel de la Montaña, donde se encontraba el dentro de la sublevación, el general Fanjul y su Estado Mayor dirigían a los sediciosos. Para hacer frente a los facciosos, las autoridades republicanas contaban en Madrid con las siguientes fuerzas leales:

- Primer Grupo de Asalto, en el que buena parte de los mandos eran facciosos;

- Segundo Grupo de Asalto, unidad republicana y patriótica ejemplar;

- Tercer Grupo de Asalto, en el que el 50% de los mandos eran reaccionarios.
En los dos últimos había células de oficiales, más numerosas en el Segundo Grupo. En el Primero había un camarada.
El Primero y Tercer Grupos de Asalto fueron ganados por sus oficiales y guardias leales a la República, actuando así los

tres en el aplastamiento de la sublevación.

Las tropas de la guarnición fueron cercadas en los cuarteles, asediadas por el pueblo. Las MAOC y las fuerzas leales que no quedaron desorganizadas, como el famoso Segundo Grupo de Asalto, mandado por el comandante Ricardo Burillo, donde por su espíritu todos eran milicias, fueron el catalizador de las energías populares y, con los milicianos, las fuerzas decisivas que aplastaron a los facciosos.

En el Regimiento de Infantería núm. 2 (Cuartel de la calle Moret) las tropas fueron acuarteladas el 17 de julio. Toda la oficialidad estaba comprometida con la sublevación. El día 19 empezaron a poner en práctica sus planes. Estos consistían en formar a la tropa en el patio, fusilar al suboficial "Alonso Moreno y al cabo Francisco Abad (ambos comunistas), salir con las tropas a la calle y acudir en ayuda de los sublevados del Cuartel de la Montaña.

La organización comunista y de la UMRA observaban los preparativos de los mandos, que emplazaron las ametralladoras, el cañón de infantería y los morteros contra la 2a compañía del Primer Batallón, en la que era conocido que el P.C. tenia una fuerte organización.

Francisco Abad, comisionado por sus compañeros, se dirigió al oficial de la pieza, conminándole a retirada.
La 2a compañía tenía enfilado el patio desde las ventanas. Los jefes y oficiales habían perdido ya la partida cuando qui-

sieron reaccionar. Las organizaciones antifascistas se hicieron cargo del regimiento sin necesidad de disparar ni un solo tiro.

El propósito de salir a la calle con el regimiento fue cortado por el camarada Vicente Uribe, miembro del Buró Político del Partido y responsable del trabajo en el Ejército y las fuerzas armadas en todo el país, cuyas instrucciones al camarada Alonso Moreno fueron: "Nada de sublevarse, porque pueden pensar que son los fascistas".

En la noche del 19, salí acompañado por Agustín Lafuente y otro camarada de las MAOC, cuyo nombre no recuerdo desgraciadamente, a conocer la situación existente en los cuarteles periféricos. Al amanecer participamos en la toma del cuartel de Artillería de Getafe. En esta acción tomaron parte las MAOC de la localidad, armadas por el personal mecánico del aeródromo. Recuerdo con emoción la actitud de los soldados de artillería. Después de la rendición de los oficiales, al venir a depositar las armas en la montonera que se les indicó, casi todos sacaban la munición y, tirando los peines, decían: "Ahí están las balas que me han dado. Yo no he disparado ninguna".

Entramos en el cuartel, reunimos a los soldados en el patio y, desde la baranda del corredor de los dormitorios del primer piso, improvisamos un mitin, en el que les dirigí la palabra en nombre del Partido.

Regresé a la calle Piamonte hacia media mañana, donde informé al Partido sobre la situación en Getafe y volví a salir, esta vez con Juanito Fernández, para recoger a un camarada soldado, escapado del cuartel de la Montaña, que estaba en "terreno de nadie" al pie de la montaña del Príncipe Pío, donde se alzaba aquella fortaleza. Pasamos por el cruce de la calle Ferraz desde la dirección de Gran Vía y recogimos en su abrigo al camarada, con el que nos trasladamos a la calle Piamonte, donde informamos al Partido de la situación.

La jornada del día 20 coronó la victoria popular contra la guarnición. La dinámica de la lucha ofreció, tras Getafe, la caída del Cuartel de la Montaña, a la que siguieron Campamento, el Regimiento núm. 1 y el Regimiento de Artillería de Vicálvaro.

En Campamento se mantuvo leal el grupo de artillería de la DECA, mandado por el comandante Cimarro, que se enfrentó a los sediciosos y cooperó a su derrota.

En el Regimiento núm: 1, donde la situación era muy tensa e indecisa, porque la mayor parte de sus mandos, con el coronel-jefe a la cabeza, eran partidarios de la sublevación y se aprestaban a secundaria, fue decisiva la intervención de la camarada Dolores Ibárruri, que entrando audazmente en el cuartel con Enrique Líster y otros camaradas, habló a los soldados reunidos y les decidió a que impidieran el levantamiento del Regimiento y defendieran a la República. Los soldados abrieron las puertas del cuartel a un buen grupo de milicianos que vigilaban expectantes en la puerta y formaron con ellos una columna que salió días después para la Sierra al mando del capitán Benito y con Líster de comisario. La camarada Dolores fue también con ellos.

En los asaltos y tomas de los cuarteles fueron conquistadas las armas que hicieron posible la derrota de los sublevados de las guarniciones alejadas de Madrid y la resistencia en la Sierra. Pero las primeras vinieron del Parque de Artillería, el día 18, entregadas por el coronel Rodrigo Gil.

Al finalizar la jornada del 20, en una reunión de la dirección del Partido para examinar la situación militar creada por la sublevación y la disolución del Ejército decretada por el gobierno, se acordó comenzar a reagrupar las milicias.

Mi última gestión como responsable nacional de las MAOC consistió en transmitir personalmente a todos los distritos de las MAOC que recorrí, así como a los comités de radio del Partido las directivas que recibí, en nombre de la dirección del Partido, de los camaradas Pedro Checa y Francisco Antón de concentrar a todos los milicianos en Francos Rodríguez, en el edificio abandonado del viejo convento de los Salesianos, donde ya se habían instalado las MAOC de la barriada obrera de Cuatro Caminos y donde fue organizado el 5° Regimiento. Igualmente se indicó intensificar la recluta de voluntarios en las distintas barriadas y su traslado posterior al cuartel del Quinto. Allí participé en la reunión constitutiva del mismo, a la que asistieron los camaradas José Díaz, Dolores Ibárruri, Pedro Checa, Francisco Antón, Daniel Ortega, Victorio Codovilla y yo, por mi responsabilidad de las MAOC, así como algunos responsables de las milicias de distrito.

En aquella reunión donde nació el Quinto Regimiento, no se nombró a nadie comandante, ni comandante en jefe. El jefe del Quinto era de hecho el Partido, sin personalizar todavía en nadie. Lo que si ocurrió es que aquellos camaradas que habían dirigido las milicias de distrito y tenido responsabilidad en ellas, continuaban haciéndolo, aunque no todos. Y de ahí el que, a pesar de la constitución del Regimiento, subsistieran durante algún tiempo diversas organizaciones milicianas, que en el desarrollo del Quinto fueron incorporándose a éste, ocupando puestos de dirección los camaradas que más se habían distinguido en su organización y en los primeros combates. Algunos de ellos, como el renegado Enrique Castro, fracasaron, mientras que otros consolidaron su mando por su valiosa contribución a la lucha.

Las dos Españas

En esos días de julio, España fue rota en dos. En los lugares del país donde el pueblo replicó con su acción más resuelta a los consejos y directivas de pasividad del gobierno y las autoridades, se aplastó la sublevación. Donde no fue así, se impusieron los facciosos.

La victoria popular fue alcanzada en Madrid y Castilla la Nueva, en Barcelona y toda Cataluña, en Asturias, en País Vasco y Santander; en las regiones de Valencia, Murcia, Extremadura y en Andalucía Oriental; en los territorios al Este de las provincias aragonesas.

Los sublevados dominaron Cádiz, Sevilla y las ciudades de Córdoba y Granada, en Andalucía; Navarra y Galicia, en el Norte; y la mayor parte de las provincias en la Meseta Central.

La médula de la sublevación fue el cuadro de mandos del Ejército, que arrastraron a éste al levantamiento contra la República.

El examen comparativo de las dos zonas da un balance decididamente favorable a la España leal, que mantenía en sus manos las tres cuartas partes del territorio en que estaban enclavados los centros políticos y económicos principales del país.

En el aspecto industrial, los establecimientos más importantes se hallaban concentrados en dos grandes núcleos: Vizcaya-Asturias-Santander y Valencia-Barcelona.

Esto significaba la posibilidad de desarrollar, tanto en el Norte como en Levante, la industria de guerra al calor de las principales factorías siderúrgicas del país: los Altos Hornos de Vizcaya y la Siderúrgica del Mediterráneo (Sagunto).

La industria química, madre de la producción de explosivos tenía sus grandes instalaciones industriales en la costa cantá­brica (Vizcaya y Asturias), en el Mediterráneo (Barcelona, Valencia y Murcia) y en Madrid.

La situación geográfica de la industria de guerra era también favorable para la República, como resalta en el cuadro siguiente:

En territorio republicano En territorio dominado por los

fascistas

Trubia: artillería de todos los Sevilla: artillería de pequeños

calibres, carros de combate, calibres, espoletas, proyectiles,

proyectiles, tractores. cartuchería, pirotecnia.

Toledo: espoletas, cartuchería, Granada: pólvoras y explosivos.

material de cirugía.

Madrid: material de aviación. San Fernando (Cádiz): construcción de buques.

Aranjuez (Madrid): aparatos de Cádiz: fábrica de torpedos y precisión. material de aviación.

Reinosa (Santander): forja de El Ferrol: astilleros de la

cañones, torres y montajes. base naval.

Sestao (Bilbao): astilleros y

construcción de máquinas.

Nervión (Bilbao): astilleros y

producción de explosivos.

Valencia: astilleros de la Unión

Naval de Levante.

Murcia: fábrica de pólvoras.

Cartagena: astilleros de la base naval.

La densidad de población era mayor en el territorio de la República que en la parte sojuzgada por los fascistas. Sólo el censo de la población de las dos principales ciudades Madrid y Barcelona-, comparado con el de la población total de España, representaba 1 por cada 12 habitantes.

Y si tenemos en cuenta que la densidad media de España era de 47,6 habitantes por km2, los índices de población en la periferia marítima alcanzaban en el Cantábrico 241,1 habitantes por km2 en Vizcaya y 160,4 en Guipúzcoa. En la costa mediterránea la densidad era de 234,1 en Barcelona, 94,9 en Valencia y 84,2 en Málaga.

Así, pues, no es exagerado afirmar que los dos tercios de la población del país se encontraban en territorio republicano. Los sublevados tenían una importante desventaja, desde el punto de vista estratégico, al tener dividido el territorio ocupado por ellos en tres zonas:

- Marruecos, separado de la Península por el foso del Estrecho y que, por el fracaso de la sublevación en la Flota, no podía con sus propias fuerzas más que aspirar a enviar tropas para alimentar el combate en el Sur de España contra los obreros y campesinos agrupados en las milicias populares.

- Andalucía occidental, donde por aquellos días eran dueños prácticamente del terreno que pisaban y nada más.

-Norte, donde a excepción de Navarra, Valladolid, Burgos, Zamora y Salamanca, la situación de los sublevados era tan precaria como en Andalucía. Tanto en la zona Norte como en el Suroeste atlántico reforzaron su débil situación asesinando en masa a los mejores patriotas.

Por el desenlace, a favor del pueblo, de la sublevación en la Flota de Guerra, la República tenía el dominio del mar y la posibilidad de impedir el traslado del ejército franquista de Marruecos a España. Evitar el paso del Ejército de África, compuesto por 30.000-35.000 combatientes, ampliados en la primera semana de la sublevación hasta unos 100.000, en su aplastante mayoría mercenarios, era la cuestión principal a resolver por los republicanos.

La ventaja de los sediciosos consistía en que la sublevación y las incidencias de la lucha en sus comienzos descoyuntaron las fuerzas militares en la zona republicana, dejándola sin Ejército. Lo fundamental del viejo Ejército quedó en manos de los generales y jefes que encabezaron la sublevación.

"Era evidente que, desde el comienzo de la sublevación, sin pérdida de tiempo, se debía haber marchado a la formación de un Ejército regular con mando único; que se debía haber decretado la movilización general de todos los recursos y energías nacionales", como proponía el Partido Comunista. Pero no se hizo.

Madrid en el plan de la sublevación

Después de los primeros choques y movimientos de fuerzas realizados por los facciosos o los leales, que llevaron a la división del país en dos zonas, aquellos pasaron a la defensiva en el sector oriental, realizando acciones de importancia local en Guipúzcoa, a fin de ocupar la frontera con Francia, y en Andalucía occidental, para asegurar una amplia zona de concentración y

despliegue de las fuerzas de África, centrando sus esfuerzos ininterrumpidos en la conquista de Madrid.

Ello se debía a que Madrid era considerado, con razón, el centro vital de la República y de la España popular. Concurrían en él las circunstancias de su capitalidad, de ser el centro dirigente nacional del movimiento popular y el principal nudo de comunicaciones de la Península.

A conquistar Madrid, pues, subordinaron sus planes operativos y dedicaron las fuerzas más selectas de que disponían: españolas, marroquíes, tercio, italianas, alemanas, portuguesas y una brigada irlandesa, así como sus mejores medios de combate, de procedencia, como es notorio, alemana e italiana principalmente.

Nueve meses duraron en el tiempo la lucha y los combates directos por Madrid, combates que comenzaron en las sierras de Guadarrama y de Gredas del Sistema Central, siguieron en el curso medio del río Tajo, continuaron en los valles del Jarama y del Manzanares, para terminar en tierras de la Alcarria, al Oeste del alto Tajo.

En su desarrollo podemos dividirlos en cinco períodos operativos: 1°. - Se ensambla con los choques armados de julio y se prolonga hasta septiembre. Se caracteriza por la contención del enemigo en los pasos de la Sierra del Guadarrama por las primeras unidades milicianas de las columnas enviadas sobre Madrid. 2°. -Engloba los combates de septiembre-octubre en el valle del Tajo. En su dinámica, las tropas de choque de la sublevación, y de los intervencionistas extranjeros alcanzan las puertas de Madrid. 3°. -Comprende las acciones de noviembre de 1936 y enero de 1937, en las que fracasan los ataques frontales y las maniobras de cortos vuelos tendentes al cerco de la plaza.

4°. - Operación del Jarama, en el mes de febrero de 1937, dirigida al aislamiento de la Capital.

5°. - Batalla de Guadalajara, cuya importancia político-militar y estratégica estriba en la derrota del Cuerpo italiano, cuando se proponía el cerco y la conquista de Madrid por Guadalajara y la destrucción del Ejército Popular del Centro.

No obstante dicha división en periodos, la gran batalla de Madrid es un conjunto único de pequeñas, medianas y grandes acciones, que se desarrollan escalonadamente en el tiempo y en el espacio comprendido desde los pasos de Soria, en dirección de Guadalajara, hasta el curso medio del Tajo en Talavera. Hay que partir de esto para apreciar las verdaderas dimensiones de la lucha en torno a Madrid, no tanto en lo que concierne al esfuerzo de los sublevados para ocuparlo, como a la resistencia de los leales para defenderlo.

Al dividirla en períodos, lo hacemos porque dentro de esa unidad de conjunto hay un hecho militar fundamental en cada uno, que si bien no excluye las actividades militares en los demás sectores, es predominante.

CAPITULO III

La Sierra y su importancia

Tras la derrota de la sedición en Madrid y en las provincias de Guadalajara y Toledo, se conoció que sobre la Capital venían varias columnas procedentes del Norte. Para hacer frente a la amenaza que ello representaba, salieron a su encuentro, con la misión de contenerlas en la Sierra, varias formaciones milicianas organizadas por el Quinto Regimiento, la Casa del Pueblo y otras entidades obreras y juveniles de signo diverso, dando origen a los combates de julio-agosto en la Sierra.

Dichos combates se desarrollaron por el dominio de los puertos de la Sierra del Guadarrama, tramo medio de la barrera montañosa del Sistema Central que separa ambas Castillas, por donde transcurren varias direcciones convergentes en Madrid. Las más importantes desde el punto de vista operativo son:

- Madrid-Burgos, por Somosierra y Aranda de Duero;

- Madrid-Segovia, por Villalba y el Puerto de Navacerrada o por el valle del Manzanares, Puerto de Navacerrada;

- Madrid-Valladolid, por el Puerto de Guadarrama o el Alto de León.

La principal es la última, que supera la cordillera por el Puerto de Guadarrama. Por ella pasa la carretera general Madrid-Valladolid (Madrid-La Coruña) y cruza la cordillera el ferrocarril Madrid-Valladolid por Segovia y Medina del Campo, este último uno de los más importantes nudos ferroviarios del país. .

Superar la barrera montañosa por el Puerto de Guadarrama (1.511 m.), que es el paso más estrecho de la cordillera (10 km.) y el más cercano a Madrid (58 km.), saliendo a Villalba, daría a las columnas de Mola el dominio de la Sierra. Ello explica que fuera precisamente en el paso de Guadarrama donde se libraran combates casi ininterrumpidos y tenaces desde el 22 de julio hasta el 15 de agosto. Por su importancia, la segunda dirección operativa cruza el macizo por el Puerto de Somosierra (1.454 m.). Por éste pasa la carretera de primer orden Madrid-Burgos.

La otra dirección es la que salva la Sierra por el Puerto de Navacerrada (1.860 m.). Su importancia reside en que es el paso más próximo a Segovia y en su situación entre las Guarrenas (2.262 m.) y Siete Picos (2.183 m.), casi en el centro de la Sierra, unido a que en él convergen otros puertos que de hecho son sus tributarios; da solidez a la defensa de los otros pasos, principalmente el del Alto del León, el más próximo, cuya defensa, sin dominar el Puerto de Navacerrada se hace extremadamente difícil.

La ventaja de tener la iniciativa en el desencadenamiento de las acciones militares, por el mero hecho de la sedición, y el propósito de apoderarse de Madrid indujo a los sublevados a enviar vanguardias facciosas para la ocupación de los tres puertos mencionados, con la misión de mantenerlos en sus manos, facilitando así el paso de las columnas del N. y del NO. lanzadas sobre Madrid.

El paso de Somosierra, hacia donde venia la columna de Burgos, lo ocupaba una unidad de falangistas; fuerzas de artillería y de la Guardia Civil de Segovia se instalaron en Navacerrada: núcleos de fascistas lo hacen en Guadarrama, hacia donde avanzaba la columna de Valladolid.

Los primeros combates de la Sierra

Como responsable de la organización de las milicias, participé en la organización y gestioné el armamento de las dos primeras columnas que se formaron en el Quinto Regimiento, y que en la tarde del 21 salieron para Somosierra y Villalba, incorporándome a esta última. Al frente de ella íbamos el camarada Félix Bárzana, maestro nacional, miembro del Comité Provincial de Madrid del Partido Comunista, y yo como responsable militar.

A la anochecida llegamos a Villalba, donde encontramos fuerzas de Ingenieros, al mando del coronel Castillo, y del 2° Grupo de Asalto, al mando del teniente coronel Burillo, así como otros jefes y oficiales de Madrid y milicianos de aquella comarca. Se enviaron patrullas de reconocimiento a los puertos de Guadarrama y Navacerrada. Los fascistas que ocupaban Guadarrama, lo abandonaron. En Navacerrada se combatía. Sobre la base de esa situación, en la reunión que celebramos el coronel Castillo, los tenientes coroneles Moriones, Redondo y Burillo, el capitán Fontán, Enrique Zafra, responsable de las milicias de Villalba y su comarca, Félix Bárzana y yo, se ,decidió que las milicias del Quinto Regimiento y las fuerzas del ZO Grupo de Asalto formasen una columna y marchasen al encuentro del enemigo en dirección Navacerrada. Las otras fuerzas marcharian hacia Guadarrama, donde las milicias de Villalba ocuparon posiciones cercanas a San Rafael.

Al amanecer del día 22 subimos al Puerto de Navacerrada, recuperando a un grupo de campesinos y leñadores de dicha localidad, dirigidos por Villanueva "el Tuerto", que se habían batido con el enemigo. Este se encontraba situado en el gran mirador que se alza en la divisoria de aguas del espinazo de la Sierra, limite de las provincias de Madrid y Segovia, llamado Dos Castillas. Después de algunos disparos, del primer impulso coronamos Dos Castillas. Tornamos un cañón del 7,5 allí emplazado. Y nos lanzamos adelante, bajando hacia Balsaín y La Granja. Lo montañoso del terreno, cubierto además por el gran pinar de Balsaín, subordinaba todo movimiento serio a la carretera. Los obstáculos naturales, reforzados con barreras de pinos, nos obligaron a perder el tiempo en su desmonte.

El capitán José Fontán, con un pelotón de guardias de asalto, y yo, con un grupo de comunistas, íbamos en vanguardia. Por mucho que nos esforzamos, no volvimos a tomar contacto con el enemigo. Pero le impedimos retirar su artillería, apoderándonos de otros siete cañones del 7,5 emplazados sobre la carretera, en los lazos finales de las Siete Vueltas.

Llegamos al pueblo de Balsaín y estando preparando el asalto a La Granja, ocupada por la Guardia Civil, me alcanzó Bárzana, que me comunicó la orden del teniente coronel Burillo: "Volver hacia Dos Castillas, donde hay movimiento del enemigo. Y la cuestión se plantea así: A ver quién llega antes al alto".

Pero Bárzana me dijo otra cosa más, verdaderamente indignante:

- Mira lo que ha pasado., Algunos han entrado en los establecimientos y han arramblado con todo lo que han podido.

- ¡No es posible! - le dije.

- Si. Los de Asalto están indignados.

- Bueno -le respondí- Vete con ellos. De lo demás me encargo yo. Por cierto, di al primer camión que no se mueva hasta

que yo se lo diga. Y agregué: Burillo y los otros me conocen; diles que tengan confianza. Llegado a Balsaín se me cayó el alma a los pies. Pero ya mi decisión estaba tomada. Empecé a revisar los camiones desde el último hasta el primero. Todo lo que había sido cogido de las tiendas de

comestibles fue devuelto. Sólo un caso me exigió ser severo. Lo demás eran chiquilladas. Pero sumamente dañinas. A uno de los muchachos, Valeriano Hermosa, un verdadero crió, le vi con un jamón casi mayor que él. Le pregunté como a todos:

- ¿Quién te ha dado eso?
Se turbó y se puso rojo como una amapola. Y me respondió:

- Yo nunca he comido jamón. ¡Tengo tantas ganas!...

- ¡A dejado en su sitio!

Dejó el jamón sin rechistar y se quedó firme. ¡Pobre Valeriano! Detrás del hombre había un héroe. Voluntario desde el primer día de la sublevación, combatió en todos los frentes hasta febrero de 1939, fecha en que evacuó con el Ejército a Francia, donde hizo también toda la guerra y la resistencia contra el hitlerismo, siendo deportado en 1951 a Argelia. Acogido en Polonia como emigrado político, se hizo perito en Varsovia, donde ha muerto.

Desde que vieron la escena, los vecinos de Balsaín comenzaron a congregarse en torno nuestro. Más de un centenar de personas asistían al espectáculo. Y yo tenía que justificar lo injustificable. Me serví del ejemplo de Valeriano como caso más convincente y al devolverles lo que era suyo, pedí perdón a los vecinos de Balsaín. Me lo concedieron con esa generosidad que sólo es patrimonio del pueblo.

- Por favor, haceos cargo de esto y devolvérselo a sus dueños.

- Vete tranquilo, muchacho - me dijeron dos personas mayores. - Somos de los vuestros. ¡Estamos con la República!

- Muchas gracias y perdón otra vez. y salimos para Dos Castillas. Llegando al Puerto vi a la oficialidad de Asalto que estaba conversando con Bárzana en la puerta de las casas que se alzaban a la izquierda.

Ahora venía la segunda parte de lo comenzado en Balsaín. Me senté en el estribo del primer camión. Algunos se acer­caron a mí. Recuerdo en particular a Cipriano González. Le pregunté:

- ¿Tú eres comunista?

- Sí. Y estoy de acuerdo con lo que has dicho allí.
Convoqué a todos los milicianos en la parte de Dos Castillas que baja hacia Madrid. Allí les hablé, remachando el clavo

ya golpeado en Balsaín. Cuando terminé, después de señalar las condiciones para quedar en la columna, planteé el dilema:

- Los que estén de acuerdo conmigo ¡que pasen a este lado!

-Yo soy también comunista y acepto y apoyo lo que tú has dicho - dijo el primero que habló, Américo Brizuela Cuenta, otro fundador del Thäelmann, obrero tipógrafo de Madrid, al que me referiré más adelante. Le siguieron todos los demás. La jornada del 22 de julio se terminó en este sector de la Sierra con la conquista del Puerto de Navacerrada, la toma de las dos baterías de cañones del 7,5 m/m. y la derrota de la columna de Segovia.

El mismo día 22 la columna del coronel Castillo salió de Villalba, como la anterior, con sus dos compañías del Regi­miento de Ingenieros de Ferrocarriles de Leganés. Con ella iba el camarada Zafra hasta las proximidades de San Rafael, donde las milicias serranas ocupaban posiciones.

Al llegar al pueblo de Guadarrama, el coronel Castillo dijo que siguieran sus tropas adelante, mientras él se acercaba a Navacerrada para comprobar la situación.

Hacia el mediodía llegó al pie de la vertiente septentrional de la Sierra la columna facciosa de Valladolid, lanzada sobre Madrid, que mandaba el coronel Serrador, columna muy superior en fuerzas (3.000 hombres) y medios de fuego a las de la República (400). En efecto, la integraban un batallón del Regimiento San Quintin, dos batallones de falangistas, un escuadrón de caballería de Farnesio, dos secciones de ametralladoras, dos baterías del Regimiento de Artillería. núm. 4 y fuerzas del Regimiento de Transmisiones de El Pardo.

El ataque enemigo sorprendió a nuestras fuerzas, que estaban orientadas hacia Segovia. El capitán Castillo y otros mandos cayeron en el combate. Una parte de las fuerzas retrocedió. Pero en las fragosidades de la Sierra, los milicianos serranos de la compañía que mandaba el alcalde de Villalba, Alejandro Alonso, se mantuvieron a un lado y otro de la carretera, donde se reorganizó el frente.

A la caída de la tarde volvió el coronel Castillo de su visita a Navacerrada. Al ser informado de la situación, preguntó por el capitán Castillo, su hijo. Al responderle que había caído en el combate, dio unos pasos atrás, sacó la pistola y se suicidó, sin dar tiempo para impedirlo al teniente coronel Domingo Moriones y al camarada Enrique Líster, que estaban con él.

El enemigo, tras unas horas de calma, reanudó sus ataques, que al final de la jornada le permitieron ganar el puerto. Bárzana, que había ido allí, volvió y me dijo que marchaba a Madrid para informar. No volvimos a vemos. Fue asesinado al entrar en la ciudad por un control anarquista.

El poco tiempo que convivimos en el combate me permitió ver y apreciar en él sus excelentes condiciones de dirigente comunista, culto, valiente y muy humano y afable en el trato con los hombres, que le escuchaban y obedecían con respecto y cariño. Fue una gran pérdida para el Partido. Y yo me quedé sin un gran camarada con el que los lazos de amistad y compenetración se estrechaban de día en día.

Para hacer frente a la situación creada en el Puerto de Guadarrama, nos trasladamos allí las fuerzas de Asalto, que mandaba Burillo, y las de milicias, que yo dirigía.

Con las fuerzas que había allí y se habían batido con los fascistas, subimos al encuentro del enemigo, que intentaba bajar del Puerto, forzándole a replegarse. Como resultado de los contraataques del día 23 sólo quedó en manos del enemigo la explanada del Alto del León, que no fue posible tomar por estar defendida con una gran cantidad de ametralladoras.

El día 25 fuimos relevados por los refuerzos venidos de Madrid, que comprendían milicianos, el grupo de autoame­tralladoras-cañones del Regimiento de Caballería de Aranjuez y varias secciones de la Guardia Civil.

En Somosierra, la columna del Quinto Regimiento en la que iban Francisco Galán, Juanito Fernández, Zamalea, Escontrela y algunos más, se reunió con otras fuerzas y el 21 de julio atacaron a la columna de Burgos que había desalojado a los campesinos que anteriormente habían ganado el Puerto a las bandas fascistas que lo ocuparon el 18.

En vigoroso ataque, apoyado por cuatro aviones, derrotaron a la columna de Burgos echándola del Puerto, tomándole dos piezas de artillería de acompañamiento y varias ametralladoras y haciendo más de un centenar de prisioneros. En estos combates cayó al frente de los asaltantes Juan Fernández (Juanito), miembro del Comité Provincial del Partido de Madrid, fundador y uno de los dirigentes de las MAOC, el primer capitán de milicias, valiente y firme a toda prueba, con un riquísimo historial de lucha a pesar de su juventud.

En Navalperal de Pinares se detuvo e instaló el 22 de julio la columna del teniente coronel Mangada, formada por mili­cianos del Puente de Segovia y guardias de Asalto, organizando la defensa al Norte de aquella población. En los días siguientes"ocupó un sector de aquella comarca de la Paramera de Ávila, extendiéndose por su derecha hasta las Navas del Marqués y por su izquierda hasta Cebreros.

Nuestras fuerzas se completaron con centenares de campesinos de las poblaciones mencionadas, El Tiemblo y otros lugares, realizando siempre con éxito misiones diversionistas en vanguardia de sus posiciones.

En estos combates se contuvo a la columna de Valladolid en la divisoria del Puerto de Guadarrama que ocupaba. La de la Guardia Civil y artillería de Segovia, más -débil que la anterior, había sido derrotada en Navacerrada, así como la columna de Burgos en Somosierra. La columna de Pamplona, que mandaba García Escámez, detenida en Logroño por la resistencia popular, había recibido de Mola la misión de seguir las comunicaciones del río Renares en dirección de Guadalajara-Madrid. Pero la derrota de los sublevados en Guadalajara y Alcalá de Henares por la columna de Madrid, que mandaba el coronel Puigdengola, compuesta en su mayor parte por las MAOC de Ventas, le hizo desistir de aquella misión, retrocediendo e incorporándose a las fuerzas fascistas de Somosierra.

Otra columna de Madrid, de la que formaban parte las MAOC de Vallecas, marchó el día 22 sobre Toledo, donde el coronel Moscardó había declarado el estado de guerra el día 21 y sacado las fuerzas a la calle, procediendo a la ocupación de la ciudad y cortando sus comunicaciones con el exterior al Norte de la hoz del río Tajo sobre la que se levanta Toledo; organizó allí dos centros de resistencia que ocuparon sus fuerzas: uno basado en el cuartel de la Guardia Civil y el hospital de Afuera sobre la carretera de Madrid, y el otro, en la fábrica de armas y la carretera de Ávila.

La columna miliciana de Madrid, a la que apoyaba la población toledana, atacó las posiciones de los sublevados y, al primer empuje, conquistó la fábrica de armas e irrumpió en Toledo, retirándose Moscardó y sus tropas al Alcázar, el Gobierno Militar, el Hospital Provincial y las casas circundantes, de las que fueron siendo desalojados en los días siguientes, con excepción del Alcázar.

Prosiguen los combates en la Sierra

En los días siguientes prosiguieron las acciones combativas a iniciativa alterna, nuestra y de los sublevados, en los puertos de Somosierra y Guadarrama, mientras que en Navacerrada el enemigo pasó a la defensiva. Aquí la iniciativa se mantenía en manos republicanas, traduciéndose en acciones diversionistas de corto alcance en la retaguardia enemiga. Se realizó un intenso esfuerzo de organización, y la unidad miliciana que yo mandaba, a la que afluyeron centenares de campesinos de Balsaín, La Granja y otros pueblos segovianos, se transformó, a últimos de julio, en el primer batallón de Milicias y ya una auténtica unidad militar, aún con las deficiencias propias de la situación existente. En una reunión de la unidad fui confirmado jefe del batallón por mis compañeros, y el teniente coronel Burillo, jefe de la columna, me puso la estrella de comandante. En dicha reunión se acordó por unanimidad dar a nuestra unidad el nombre de Thäelmann, en homenaje al gran dirigente comunista alemán prisionero del fascismo hitleriano, que acabó asesinándole.

Más adelante, las acciones combativas del batallón se desarrollarían en los demás sectores de la Sierra, como a su tiempo veremos.

Las posiciones republicanas en Navacerrada se establecieron sólidamente en Malagosto-Reventón dominando sobre La Granja; cubriendo Rascafría-Puerto de los Cotos-Peñajara, continuaban al pie de Dos Castillas por delante de las Siete Revueltas sobre la carretera de Balsaín-Segovia, en el lugar llamado Boca del Asno, siguiendo por la falda norte de Siete Picos hasta el camino forestal. Estas posiciones se mantuvieron hasta el fin de la guerra.

En Somosierra, las columnas de Burgos y Pamplona, con efectivos aproximados a dos regimientos, 24 cañones y gran profusión de armas automáticas, desencadenaron un poderoso ataque al amanecer del día 25 de julio. Nuestras fuerzas (1.500 combatientes) hicieron frente con decisión durante todo el día, pero un nuevo ataque al atardecer, en el que empleó todas sus fuerzas y medios, dio al enemigo el Puerto de Somosierra y el poblado de Roblegordo, en sus proximidades.

Los representantes del Quinto Regimiento y los oficiales leales que había allí, los dirigentes comunistas Isidoro Diéguez y Luis C. Giorla, miembros del Comité Provincial de Madrid, y un antifascista italiano refugiado político en España, Pablo de Bono, se emplearon con todas sus energías en la reorganización de las fuerzas y organizaron la defensa cubriendo Buitrago y el canal de Lozoya en el frente Paredes de Buitrago-Puerto de Navafría, donde se estabilizó aquel sector.

A finales de julio se creó una situación de apertura del frente por la deserción de la Guardia Civil de Paredes de Buitrago.

Los fascistas intentaron ocupar el mencionado lugar y se entabló un violento combate, que terminó con su derrota.

En esta acción participó con las demás fuerzas del sector una columna de la CNT organizada en Madrid, que al final del

combate se instaló en Paredes de Buitrago, tomando a su cargo ese sector. Las fuerzas del Quinto Regimiento asumieron la defensa del sector que cubría Buitrago, sobre la carretera general de Madrid.

En el Guadarrama, los refuerzos llegados de Madrid el 24, entre, los que estaban el grupo de auto ametralladoras-cañones del Regimiento de Caballería de Aranjuez, la columna del capitán Benito, caído en el combate, y Enrique Líster (con ellos venía "Pasionaria") y varias secciones de la Guardia Civil establecieron contacto con el enemigo y organizaron un contraataque con el objetivo de conquistar el Puerto. Tenían el apoyo de alguna artillería, pero cuatro a cinco veces más débil que la de los fascistas.

El contraataque republicano llevaba en vanguardia a las fuerzas del grupo auto ametralladoras-cañones, cuyos mandos se pasaron al enemigo, entregando a una parte de las tropas.

Este hecho se reflejó en el resultado de los combates. La desorganización de las fuerzas propias creó una situación difícil. El 26, dos compañías del Thäelmann y fuerzas de asalto salimos de Navacerrada para aquel sector, logrando restablecer la situación, a la altura de la Fuente de la Teja, a la derecha de la carretera general. Nuevos refuerzos de Madrid nos relevaron a las fuerzas de Navacerrada, regresando a nuestras bases.

Volvimos varias veces a este frente, para hacer un ataque de noche, a la izquierda de la carretera, en el que se combatió cuerpo a cuerpo y se le causaron serias bajas al enemigo, y para restablecer otra situación delicada, encontrándonos allí cuando llegó la primer compañía de Acero, que mandaba el capitán Manuel Márquez, hasta el 18 de julio jefe de una de las compañías del Batallón Presidencial y uno de los militares patriotas más capaces, de gran modestia y valor, que hasta el fin de la guerra estuvo siempre en el frente mandando unidades, la última un Cuerpo de Ejército, ascendiendo a teniente coronel. Ahora era el general Manuel Riquelme el jefe de este sector. Antes lo habían mandado el coronel Castillo, que se suicidó, como he dicho antes, luego el teniente coronel Puig, herido, al que sucedió Riquelme. A éste le relevó el coronel Asensio Torrado, quien tiene en su haber la contribución a la consolidación de este sector.

En Navalperal, el 28 de julio, una columna que mandaba el comandante Doval, tristemente célebre verdugo del pueblo asturiano en 1934, compuesta por fuerzas de la Guardia Civil, infantería y artillería, atacó nuestras posiciones, entablándose combates de gran dureza. El ataque se prolongó los días 28 y 29 de julio, terminando con el éxito de nuestras fuerzas al finalizar la última jornada.

Este sector permanecería pasivo hasta bien avanzado el mes de agosto.

El mes de agosto en la Sierra

En este mes se escalonaron una serie de ataques en el frente de la Sierra. Su escenario fue: Somosierra, los días 4 y 5 de agosto; Guadarrama, del 5 al 15; Navalperal, los días 19 y 20; Peguerinos, los días 29 y 30.

En Somosierra, el ataque enemigo cargó su peso principal sobre la carretera general en dirección de Buitrago y para la conquista del canal de Lozoya. La defensa, a cargo de las milicias del Quinto Regimiento, reforzadas con elementos de la columna que venció a la guarnición sublevada en Alcalá y Guadalajara, infligió un serio castigo a los atacantes, que fueron rechazados. Otra acción enemiga en el enlace de las fuerzas de Somosierra con las de Navacerrada, sector que mandaba el comandante Perea, sufrió igual suerte en esa misma jornada.

En Guadarrama, las jornadas del 5 al 16 de agosto tuvieron particular virulencia. Por el enemigo participó casi una división, compuesta de cuatro batallones de infantería, dos de falangistas y uno de requetés, dos compañías del regimiento de Transmisiones, dos compañías de la Guardia Civil, un batallón de ametralladoras y un escuadrón de sables del regimiento Farnesio, apoyados por la 1ª, 2ª y 4ª baterías del regimiento núm. 13, una batería de 75 mm., la 2ª batería del cuarto regimiento de artillería pesada, al mando del general Ponte de Zúñiga. Asumieron la defensa distintas formaciones milicianas del Quinto Regimiento, de la JSU y de las fuerzas de Navacerrada, dos compañías de Asalto y otras dos del Thäelmann, estas cuatro últimas trasladadas el día 5 de Navacerrada, entrando en combate el día 6.

El ataque enemigo, en cuyo inicio anunció Mola la toma de Madrid para el día 15, fue muy violento. Pero la defensa republicana fue igual de firme. El día 10 alcanzaron los combates su nivel más alto. En aquella jornada fui herido por primera vez, el mismo día que cayó el heroico capitán José Fontán. Hoy, al escribir su nombre, le recuerdo en su sencillez y grandeza humana, en su calidad de comunista, de combatiente, de quien tanto aprendimos sus camaradas en la Sierra.

Evacuado a Torrelodones al finalizar la jornada, fui operado de una herida de bala (que me cruzó la mano derecha, entrándome por el nudillo del anular y con salida por la juntura del pulgar y el índice) por el doctor d'Harcourt, quien me salvó la mano. Al despertar el día 11, me marché del hospital y me incorporé a mi unidad, no sin antes hablar con el oficial de milicias Dositeo Sánchez, que se encontraba herido allí, rogándole me disculpase ante el doctor d'Harcourt y todo el personal. Prosiguieron los combates en este sector, pero fueron decreciendo en intensidad, hasta el día 15, fecha en que el enemigo perdió su capacidad ofensiva.

En Navalperal de Pinares; Mola lanzó un ataque en el que participaban el tercio de la Guardia Civil del comandante Doval, varios escuadrones de caballería de los regimientos de Villarrobledo y Farnesio al mando de Monasterio, varios batallones de infantería y un batallón falangista. La defensa republicana, que había recibido refuerzos, contaba con unos 3.500 hombres, pertenecientes a los batallones Asturias, Pueblo Nuevo-Ventas, Aida Lafuente, Sargento Vázquez, del Quinto Regimiento, y Largo Caballero, disponiendo de dos cañones de 75 mm. y otros dos de 105 mm., a más de un tren blindado armado de ametralladoras y dos cañones. En el curso de los combates contó con el apoyo de siete aeroplanos tipo Breguet.

Este ataque enemigo comenzó a las 8,30 del día 19 y prosiguió durante toda esta jornada y la siguiente. El contraataque republicano, realizado con gran vigor el día 22, puso en franca derrota al enemigo, al que persiguió, haciéndole prisioneros y tomándole cuatro cañones de 105 mm. y abundante botín.

En Peguerinos se produjo en los últimos días de agosto un esfuerzo ofensivo en el que participaron fuerzas marroquíes del ejército de África. En su inicio, el día 30, lograron la ocupación de Peguerinos, creándose una situación de sobresalto, ya que la

brecha abierta amenazaba de revés a las defensas del sector del Guadarrama y, en su desarrollo, podía conducir a una ruptura de mayor alcance.

Para hacer frente a la situación creada fueron enviadas al lugar de la ruptura algunas unidades próximas, y, con parte de las fuerzas de Navacerrada, se organizó una columna ligera sin impedimento, compuesta por dos compañías y una sección de carabineros del Thäelmann bajo mi mando, y una compañía de Asalto mandada por el capitán Cuevas.

Entre las 13,30 y las 14,00 horas salimos de Navacerrada para Peguerinos, llegando hacia las 15,30 a las proximidades de Santa María de la Alameda, que quedaba a nuestra derecha. Allí, en un puesto de mando de circunstancias, nos reunimos el coronel Asensio Torrado, el teniente coronel Moriones, el teniente coronel Burillo y yo. Recibí la misión de liberar Peguerinos.

Tomamos rumbo al pueblo por la misma dirección del ataque enemigo, llevando desplegadas las fuerzas como sigue: la compañía de Asalto a la izquierda de la carretera, y las compañías del Thäelmann, a caballo de la carretera y a su derecha. El único armamento de nuestras fuerzas era el fusil y media dotación de cartuchos.

Los combatientes del Thäelmann, protegiendo su avance con los paredones de piedra que abundan en aquel terreno, se abalanzaron sobre el pueblo, salvando el fuego de las ametralladoras enemigas y alcanzando sin bajas sus accesos. A la entrada fuimos detenidos a la altura de la fuente por una nueva barrera de fuego de ametralladoras y un grupo de moros emboscados bajo el puentecillo próximo a la entrada y en otros lugares a cubierto, con gran provisión de bombas de mano.

El fuego de ametralladoras del enemigo fue silenciado empleando contra ellas la sección de carabineros del Thäelmann, con fuego por salvas. Al mismo tiempo, una escuadra de milicianos, mandada por Francisco Carro Rozas y compuesta por Domingo, Francisco Gijón y Eduardo Ruiz, dio un rodeo enfilando el ojo del puente, puso fuera de combate a una parte del grupo enemigo que en él se guarecía y neutralizó a otra parte de sus componentes, que fueron hechos prisioneros. A seguido irrumpimos en el pueblo, coronando nuestro objetivo y aniquilando a las fuerzas enemigas que se encontraban en él y ofrecieron resistencia.

En esta acción cogimos los primeros prisioneros marroquíes, pertenecientes al Primer Tabor del 4° Grupo de Regulares Indígenas de Larache. Nos apoderamos del banderín del Tabor, de varias ametralladoras Hochkis y morteros, los primeros que tuvo el Thäelmann. Liberado Peguerinos, se lo entregamos al batallón Octubre, cuyo comandante, Etelvino Vega, se hizo cargo de la población hacia la media noche. Nosotros, los de Navacerrada, retornamos a nuestro sector de la Sierra.

Algunas enseñanzas de los combates en la Sierra

En los combates del Guadarrama, las mejores unidades peninsulares de los sublevados fueron detenidas por los com­batientes madrileños, que destruyeron los planes iniciales fascistas de ocupar Madrid. Este éxito de las formaciones milicianas y de núcleos de fuerzas y mandos leales es tanto más meritorio, cuanto que fue alcanzado en condiciones de inferioridad de organización militar, en el sentido más amplio del término.

En dichos combates, el proletariado madrileño y los campesinos y pastores serranos sellaron con su sangre, bajo el fuego enemigo, la alianza obrera y campesina. Cientos de campesinos nutrieron como combatientes las formaciones milicianas, enriqueciéndolas con sus mejores cualidades combativas, humanas y prácticas. Además, por su propia iniciativa, tomaron en sus manos el mantenimiento de los combatientes, asumiendo la función de intendentes de las unidades y poniendo fin a la angustia y dificultades de los primeros momentos, con lo que prestaron una ayuda decisiva a la defensa.

La contribución de la mujer merece una especial mención. Bajo el fuego enemigo, las jóvenes madrileñas y de los pue­blecitos serranos se transformaron en sanitarias, rodeando de atenciones y cuidados a nuestros heridos y salvando cientos de vidas. Cuando fue necesario, empuñaron las armas sin ninguna vacilación y fueron un poderoso estímulo de la resistencia. Muchas regaron con su sangre las peñas y los valles de la Sierra.

Los combates de la Sierra fueron una gran escuela para los combatientes y, naturalmente, también para mi. Mas en ellos se puso de manifiesto que:

"...el heroísmo no es suficiente para ganar la guerra. Hace falta completado con la disciplina más férrea y la organización más perfecta" (José Díaz. "Tres dos de lucha", pág. 204)).

Para obtener la victoria había que:

- organizar un Ejército regular y asegurar su abastecimiento con el material de guerra correspondiente;

- organizar potentes reservas y asegurar su preparación combativa;

- preparar cuadros de mando dotados del conocimiento mínimo indispensable;

- crear el comisariado de guerra para elevar al máximo las cualidades político-morales de los combatientes sobre la base del desarrollo de su conciencia democrática, como decía el Partido Comunista de España. El gobierno, los compañeros socialistas y las demás fuerzas políticas del Frente Popular mantenían opiniones diferentes. El curso de la guerra les hizo corregir aquella actitud. El Partido Comunista fue el primero que inició la difícil tarea de la organización del Ejército, creando el Quinto Regimiento no como milicias estrechas de Partido, sino como una gran unidad de combate del Frente Popular.

El Quinto Regimiento, sus compañías y batallones fueron, por su organización, disciplina y esfuerzo, un ejemplo en los combates de la Sierra. Aquellas características suyas en los primeros meses de la guerra hicieron del Quinto Regimiento y de los comunistas, que eran sus iniciadores, un ejemplo y un modelo de capacidad combativa y heroísmo.

CAPITULO IV

Cambios en la situación estratégica

A comienzos de septiembre, el ejército faccioso de África alcanzó el valle del Tajo.

Los antecedentes del avance enemigo se encuentran en el paso del Ejército de Marruecos a la Península. Este paso lo hizo posible la intervención nazi-fascista. A partir del 22 de julio empezaron a llegar a Tetuán los primeros aviones de las dos potencias. Italia se instaló en Mallorca con sus fuerzas aéreas y navales. En el Ministerio del Aire de Berlín, el 26 de julio se creó el Sanderstab (Estado Mayor especial) como "organismo central de toda la ayuda en hombres y material a la España nacionalista".

La aviación germano-italiana transportó a Sevilla las vanguardias enemigas. Eso permitió a los sediciosos consolidar su situación en el Suroeste andaluz, donde el 29 de julio ocuparon Huelva, aunque la heroica resistencia de los mineros de Riotinto duró más tiempo.

Más tarde, la Marina de Guerra hitleriana entraría en juego protegiendo el paso de fuerzas más sustanciales, paso que se verificó el 5 de agosto. El acorazado "Deutschland", con otras unidades menores, que entró en Ceuta el 1 de agosto, lo protegió.

Desde el aire lo hizo la aviación italiana, como lo demuestran los dos episodios siguientes: en el primero, atacó al destructor republicano Lepanto, que a Levante del Estrecho, frente a Ceuta, montaba la vigilancia. Aunque el navío no sufrió averías de gran consideración, se retiró a evacuar sus muertos y heridos a Gibraltar, comunicando a su gemelo, el Alcalá Galiana, que a Poniente vigilaba el paso rumbo a Cádiz, quedando libre el Estrecho. Cuando el Alcalá Galiana fue a ocupar el puesto del Lepanto, ya el convoy estaba a la vista de Algeciras. La nave republicana quiso cortarle el paso y se metió bajo los fuegos de la artillería de costa. Incluso intentó penetrar en la bahía de Algeciras. Mientras el cañonero Data, que iba en el convoy, le -hacia frente, así como otros barcos artillados, lo acribilló, la aviación italiana. El Alcalá Galiana, sin defensa antiaérea, tuvo que retirarse.

El mismo 5 de agosto desembarcó en Cádiz el primer contingente de tropas de la Werhmacht nazi, pilotos en su mayoría, llegado a bordo del navío alemán Usaramo. Este salió de Hamburgo el 1 de agosto rumbo al Estrecho, donde lo acogieron torpederos alemanes que lo protegieron hasta. Cádiz.

Por la intervención de la marina nazi y la aviación fascista italiana, el 5 de agosto se deterioró la situación estratégica general, favorable a los republicanos, en lo tocante a 125 comunicaciones en las aguas del Estrecho.

La superioridad en aviación pertenecía al enemigo, debido a los envíos de aviones e hidros de Alemania e Italia. En cuanto a fuerzas navales, éramos nosotros más fuertes, pero esta superioridad era muy relativa, pues estaba condicionada por la actuación de las fuerzas navales de ambas potencias fascistas.

De hecho, Hitler y Mussolini hacían una guerra no declarada a España. Inglaterra, Francia y los Estados Unidos les dejaban las manos libres, y subrayaron ese propósito al proclamar el día 8 de agosto la "No intervención". Entonces comenzó en realidad Munich, donde se coronó la entrega de España al fascismo.

La intervención armada del fascismo, la "No intervención" anglo-francesa y la "neutralidad" norteamericana, cediendo a la agresividad de aquél, fueron las premisas de la segunda guerra mundial. La lucha en España era su primer episodio. Mientras la intervención armada del fascismo daba a Franco tropas, material, comunicaciones y territorio, la "No intervención" desarmaba y ataba a los republicanos.

En algunas cuestiones actuaban de la mano ambos, concediendo créditos y haciendo que la peseta de la zona franquista, sin garantía de oro, se cotizase por encima de la legal republicana, plenamente garantizada. Francia bloqueaba uno de los depósitos de oro del Estado español. La ley de embargo en los Estados Unidos contribuía a la asfixia de la España republicana.

En el concierto de las naciones, sólo una potencia como tal, la Unión Soviética, declaró y practicó su solidaridad plena con el pueblo español.

Intervención y "No intervención" eran las dos caras de una misma moneda. Chamberlain, de un lado, Hitler y Mussolini, del otro, dictaban la política. León Blum actuaba como doméstico del primero. Los pueblos inglés y francés tienen con ellos la sangrienta cuenta de 1939-1945. Primero, la vergüenza del 36-39; luego, la tragedia del 39-45.

Una de las consecuencias del llamado control de la "No intervención" fue que, legalizando el cerco y el bloqueo de la España republicana, Inglaterra y Francia cedieron a las dos potencias fascistas el control del Mediterráneo y el Cantábrico.

El territorio de la vecina Portugal fue desde el comienzo de la guerra una prolongación del franquista. Sus novecientos y pico kilómetros de frontera eran campo abierto para las actividades de toda índole de los sublevados, y frontera enemiga para nosotros, los republicanos.

Precisamente a la sombra de la frontera portuguesa avanzaron por la región extremeña las fuerzas facciosas de África que se habían concentrado en la zona de Sevilla, de donde partieron el 3 de agosto hacia Madrid. La columna que mandaba el teniente coronel Yagüe, y que entonces se llamaba "Columna Madrid", estaba formada por tres agrupaciones, compuestas cada una de cuatro unidades de tipo batallón.

Aquella gran unidad de maniobra, bien pertrechada, progresó sin enemigo delante, ocupando Mérida el 11 de agosto. Allí la columna del coronel Puigdengola, formada por guardias de Asalto y campesinos extremeños (400 hombres) realizó un contraataque sin éxito, replegándose a Badajoz.

La defensa de Badajoz, que asumieron efectivos de dos batallones republicanos contra doce batallones enemigos, fue épica. Estos necesitaron tres días para ocupado, consiguiéndolo al final de la jornada del 14 de agosto. Posteriormente prosiguieron su avance. Los intentos republicanos para detenerlos en la Sierra de Guadalupe, con la columna de Urribarri, y en Oropesa no dieron resultado, alcanzando el 3 de septiembre Talavera, situada en las márgenes del río Tajo y su afluente el Alberche, sobre la carretera general Extremadura- Madrid.

En este período la situación estratégica general cambió notablemente. Definen dicho cambio: el bloqueo de la zona

republicana por las potencias fascistas; el cierre de la frontera pirenaica para los republicanos; la unificación de las tres zonas facciosas.

Sin embargo, la República seguía en posesión de las regiones de mayor importancia, con una base político-social y un potencial económico muy superiores y más de la mitad de la población.

Situación particular al Oeste de Madrid

Al ocupar Talavera el 3 de septiembre se concentró en su comarca la masa fundamental del ejército de África, que tomó el nombre de Ejército del Tajo. Este tenía ante sí un extenso campo de maniobra, trazado al Norte por las estribaciones sudoccidentales de la Sierra de Guadarrama y las meridionales de la Sierra de Gredos y limitado al Sur por el Tajo y los montes de Toledo.

Una dirección principal desde el Oeste (la carretera de Extremadura, que desde Talavera sigue el valle del Alberche, dejando lo luego para lanzarse por Nava1carnero) termina en Madrid. En esta dirección, a la altura de Maqueda, una secundaria, orientada hacia el Sureste por Torrijos, conduce a Toledo, de donde la carretera general de Andalucía lleva a Madrid.

Los ríos que cruzan esta zona de operaciones, escenario de los combates de septiembre-octubre que ilustran el segundo período de la lucha por la Capital, no representan obstáculo. Son vías de penetración. Lo mismo que hemos visto con el Alberche desde el Oeste, ocurre con el Guadarrama desde el Sur. En cuanto al Manzanares, pegado al Oeste de Madrid, es por sus obras de canalización, y no por sus aguas, un obstáculo muy relativo.

La llegada del enemigo a Talavera creó una situación difícill, ya que la República no poseía reservas frescas para hacerles frente. Ocurría así por las particularidades de nuestra guerra.

A falta de reservas frescas, poseíamos unidades aguerridas: las fuerzas de la Sierra. Y fueron éstas las que recibieron la misión de cerrar el paso al enemigo, junto con algunas formaciones milicianas de nueva planta.

La primera columna de la Sierra que salió para Talavera era del sector de Navacerrada y la mandaba el teniente coronel Burillo. La componían la 4ª columna del 2ª grupo de Asalto y la 1ª y 2ª compañías del "Thäelmann" que mandaba yo. Al frente de las fuerzas del batallón que se quedaba en la Sierra, dejé a Gonzalo Pando, capitán de la 5ª compañía. La 4ª vino de Navacerrada con el nombre de "Capitán Condés" y la mandaba Cipriano González; la 6ª, Villanueva. La 3ª, llamada "Juanita Rico", vendría más tarde con la 1ª y la 2ª.

En la mañana del día 3 de septiembre recibimos la orden de salida con destino a Santa Olalla. Llegados allí, encontramos a la salida del pueblo al jefe del sector, coronel Salafranca, quien nos ordenó establecer allí el frente. No habiendo enemigo delante, con un cambio de miradas Burillo y yo decidimos avanzar hacia Talavera. En vanguardia de la columna propia, la 1ª compañía del "Thälmann" a cuyo primer camión me subí con su jefe, el teniente Américo Brizuela Cuenca, prosiguió su avance sobre camiones, llegando a la proximidad del puente sobre el Alberche, que da acceso a la ciudad. El enemigo, que había establecido una cabeza de puente en sus inmediaciones, protegida con ametralladoras a ingenios instalados hacia la mitad del puente, nos obligó a bajar de los camiones. La compañía se desplegó a caballo de la carretera con el grueso de sus fuerzas en el flanco izquierdo, porque aquella parte, mejor cubierta por vegetación, era más favorable.

Al llegar, a la caída de la tarde del día 3, el resto de las fuerzas, se estableció la defensa así: la compañía del 2° grupo de Asalto, en el centro de la carretera; la 1ª compañía del Thäelmann, a su derecha, y la 2ª, a su izquierda. En el centro estábamos despegados del río, al que llegábamos con nuestro flanco derecho; en la izquierda dominábamos el río hasta su confluencia con el Tajo.

Las fuerzas enemigas en los combates Talavera-Santa Olalla eran las tres columnas de Yagüe, con Castejón, Asensio Cabanillas y Tella, más otras dos que se le incorporaron, mandadas por Barrón y Delgado Serrano. En conjunto sumaban unas 20 unidades de tipo batallón, del Tercio y Regulares, con abundantes reservas frescas que mantenían en aquel nivel sus fuerzas.

Desde el atardecer del día 3 les hicieron frente, en el orden que indico, las fuerzas ya mencionadas del Thäelmann y del 2° grupo de Asalto. El día 6 llegaron el batallón UHP de la JSU y una sección de milicias ferroviarias con máquina y un vagón, que se presentó en Montearagón y fue agregada al Thäelmann. Entre el 6 y el 8 se presentaron un batallón del regimiento Otumba y el batallón Aida Lafuente, que mandaba Trifón Medrano; el día 9, tres compañías de Acero al mando de Enrique Líster. Luego vinieron unidades de nueva formación como Juventud Campesina, Construcción y Milicias de Talavera. Hacia el 15, el batallón Victoria, que mandaba Manuel Márquez.

El jefe del sector de Talavera entre el 3 y el 19 de septiembre era el teniente coronel Ricardo Burillo y su jefe de E.M., cuando éste se organizó a partir del día 8, el comandante de Estado Mayor, Federico de la Iglesia.

Entre Talavera y Santa Olalla

Los combates Talavera-Santa Olalla tuvieron el signo de la guerra colonial de maniobra en campo abierto de una fuerza de invasión, mercenaria, contra un pueblo agredido, que en curso de la agresión estaba poniendo en pie su ejército.

En ellos se enfrentaron un ejército organizado, que comprendía las cuatro armas clásicas -infantería, artillería, caballería y aviación-, pletórico de cuadros de mando nacionales y extranjeros, cuyos combatientes eran soldados de oficio, algunos con 10­15 años de profesión, dotado superabundantemente de material, contra formaciones milicianas en gran inferioridad numérica, de las que las más hechas tenían de 7 a 8 semanas de vida, equipadas con armamento de fortuna y poquísima munición, como regla. Las fuerzas leales de guardias de Asalto tenían buena preparación, pero constituían una ínfima minoría.

En la misma jornada del día 3 se estableció contacto con el enemigo. En él cayó Fernando, un chaval de Cuatro Caminos que fue la primera baja del Thäelmann en ese sector.

El día 4 dio comienzo el ataque enemigo. Después de varios días de combate, en los que las fuerzas de Asalto y del Thäelmann, reforzados con la sección de ferroviarios, se batieron solas, el enemigo logró avanzar ligeramente en nuestro flanco

derecho (un terreno llano, cubierto de viñas de nueva plantada y muy polvoriento) y en el centro, afianzándose la defensa a la altura del terraplén de la general y del camino carretero que cruza el ferrocarril. Más al interior había frutales y sembrados, alguna huerta, norias y viñedos.

A la izquierda había más vegetación del mismo carácter, pero con una serie de arrugas en el terreno que permitían aferrarse mejor a él. En el tramo Talavera-Santa Olalla, dos pueblos, Cazalejas y Montearagón, a los flancos, fuera de la carretera general, definen el sector de los combates en este período. Luego, a la derecha, se prolongaría hasta el. Casar de Escalona.

En aquellos días, al enfrentarse con fuerzas fogueadas que no esperaba, el enemigo recibió un serio castigo. Esto le llevó a modificar su táctica. En lo sucesivo, alternaría el ataque frontal, si no le daba éxito inmediato, con pequeñas maniobras sobre el flanco abierto de la defensa. En ocasiones apelaba al ataque psicológico, realizado siempre por fuerzas moras que utilizaban el "jai-jai", su grito de guerra, armando una verdadera algarabía. Dos de estos ataques fueron realizados, uno sobre la 4ª compañía de Asalto, que mandaba el capitán Moreno Navarro, otro sobre la 2a del "Thäelmann". Se le infringieron cuantiosas bajas. El primero lo rechazaron las ametralladoras de Asalto; el segundo, el tren blindado de la sección de ferroviarios, reforzados por una del "Thäelmann", que mandaba el teniente de la 2ª compañía, López Tovar. El tren blindado se metió dentro del enemigo, al que cogió desplegado en terreno descubierto, haciéndole una verdadera sarracina.

En la noche del 6 al 7 entró en línea en el flanco derecho de la defensa el batallón UHP, bisoño, que relevó a la 1ª com­pañía del "Thäelmann" .Recorrimos con sus jefes y oficiales el sector confiado a su defensa, informándoles sobre el enemigo, sus formas de actuación y sus artimañas, a más de recomendarles que establecieran escuchas, destacaran patrullas de vigilancia hasta el río durante la noche y tomaran otras precauciones.

El día 8, muy de mañana, me visitaron en el sector del Thäelmann, a la izquierda de la carretera, los camaradas Francisco Antón y Carlos Contreras (Vittorio Vidali). Fuimos juntos adonde estaba la 1ª compañía de reserva, tomando el café con ellos. Marchamos hacia la carretera, donde nos detuvimos conversando sobre las incidencias de los combates. Carlos, comisario del Quinto, me anunció para el día siguiente la llegada de Líster con tres compañías de Acero. En ese momento apareció una escuadrilla de junkers formada en tres patrullas de a tres, cuyo bombardeo fue el primero que realizó la aviación enemiga apoyando el ataque de sus tropas de tierra.

Aquel bombardeo nos causó algunos heridos y dos muertos: una muchacha apellidada Huete, de la JSU, y el cocinero del batallón, Antonio Blanco, obrero madrileño, a quien ella ayudaba.

El batallón Otumba tuvo bajas mayores. Un grupo de muchachos que estaban sentados a la sombra de una paridera, descansando sus cuerpos sobre el muro, fueron desnucados por la onda de aire provocada por la explosión de una serie de bombas que cayeron a pocos metros de ellos. Refiero estos hechos, que pueden parecer insignificantes, porque así aprendíamos a hacer frente a las nuevas armas que empleaba el enemigo.

El ataque de éste en la jornada del día S, que iniciaban dichos bombardeos, tuvo éxito. A media mañana logró romper la línea de defensa envolviendo a fuerzas del batallón UHP, a cuya retaguardia inmediata salió, a la altura de las posiciones de nuestra artillería, creándose una situación embarullada que obligó a entrar nuevamente en línea a nuestra P compañía y a las fuerzas del Otumba, en el flanco derecho de la defensa.

Con esa misma tónica prosiguieron los combates en las jornadas posteriores. En el curso de los mismos se iba forta­leciendo la defensa con la llegada de las compañías del batallón Aida Lafuente, de Acero, y, más adelante, del batallón Victoria. Otras fuerzas recién organizadas iban engrosando las filas de las unidades de solera en el curso de los combates.

En aquel período el enemigo contaba con tal superioridad de fuerzas y medios, que algunas veces alcanzaba sus objetivos con el solo movimiento de avance por no tener adversario delante. La aviación que le apoyaba, toda ella hitleriana, era dueña del aire. Estaba compuesta por dos escuadrillas de bombardeo JU-52 y una escuadrilla de caza HE-51, que darían origen a la Legión Cóndor, basada en el aeródromo de Salamanca.

Precisamente septiembre-octubre fueron los meses en que la aviación republicana quemó sus alas en los combates con la enemiga, alemana, italiana y franquista, que los facciosos habían comenzado a organizar. Pilotos como Lacalle, Vrtubi y otros son los héroes de aquellos combates aéreos que ganarían para las alas republicanas el sobrenombre de la Gloriosa, que entonces empezaron a conquistar.

Las agrupaciones de Asensio Cabanillas y Castejón, de Tella y Delgado Serrano, acodados en parejas, en dos escalones, fueron las que actuaron en la dirección principal del ataque enemigo del 4 al 16 de septiembre. Luego ampliarían su frente más al Norte, donde el día 18 la agrupación Barrón ocupó el Casar de Escalona. Ese mismo día, refuerzos republicanos relevaron al Thäelmann.

El general Asensio Torrado, subsecretario y consejero militar de Largo Caballero, actuaba de hecho en funciones de general en jefe del Centro. Mi opinión sobre él, con quien coincidí varias veces en la Sierra, en el puerto de Guadarrama, en Peguerinos y allí en Talavera, durante una semana larga, es que era un jefe militar valeroso. Por ello, capaz en el marco decisivo del combate. Sin embargo, no estaba en condiciones de cumplir la misión superior que ejercía por las propias peculiaridades de nuestra guerra, que no podía comprender.

Al presentarme al mando del sector para comunicar el relevo, el general Asensio me pidió que antes de marcharse el Thäelmann, echase una mano a las fuerzas propias que actuaban sobre el Casar de Escalona, con el objetivo de recuperado, lo que hicimos desde el Este, en cooperación con el batallón Victoria, de Márquez, que atacó por el Sur y con el que nos encontramos en el pueblo.

El 19 de septiembre volvimos a Madrid, por primera vez desde que salimos el 21 de julio para la Sierra. El Thäelmann tuvo en aquellos combates un 80% de bajas (en los mandos el 90%, entre ellos los capitanes y tenientes de las compañías). Afortunadamente, el 75% eran heridos que se recuperaron para la unidad.

A partir de los combates del día.4 era un hecho corriente la negativa de los heridos a ser evacuados. Los medios de transporte del batallón, que salieron bien completos, volvieron a Madrid sólo con tres o cuatro combatientes en cada uno. Algunos de ellos, heridos.

Por otra parte, era ley en el Thäelmann no dejar un herido ni un caído en manos del adversario. Esto surgió espontá­neamente, sin orden de nadie, desde las primeras acciones combativas del batallón en Guadarrama, cuando al finalizar los combates íbamos por los nuestros que durante la batalla no habíamos podido retirar. Tal práctica se afianzó cuando en Peguerinos, en la fuente de entrada al pueblo, encontramos una veintena de combatientes de las tropas de aviación, asesinados y alineados a los pies del pilón.

Con un hecho de idéntica barbarie nos tropezamos en el Casar de Escalona, cuyas calles estaban cubiertas de asesinados, entre ellos un sorprendente número de muchachas, verdaderas niñas, sus caras de rosa conservando aún el calor de la vida, agujereadas por varios disparos.

Las unidades que relevaron a las que se habían estado batiendo con el enemigo al Oeste de Madrid fueron el batallónVictoria, el Grupo de Asalto que mandaba el teniente coronel Álvarez, que relevó a Burillo, el batallón Juventud Campesina y la columna catalana Tierra y Libertad, de la FAI, que ocuparon la defensa al Oeste inmediato de Santa Olalla, primera población semidestruída por los incendios que provocaron los bombardeos enemigos.

La Comandacía del Quinto Regimiento

El 20 de septiembre el Partido designó, por primera vez, la jefatura del Quinto Regimiento. La formamos Enrique Líster (comandante jefe), Carlos Contreras (comisario) y yo, que con gran sentimiento tuve que dejar el mando de un batallón. En una reunión solemne en el cuartel de Francos Rodríguez, Carlos Contreras nos presentó a las fuerzas en formación. Asistían a la ceremonia representantes de los demás cuarteles del Quinto y los miembros de la comandancia que se encontraban en Madrid. En una reunión de trabajo de la comandancia, situada en la calle Lista n° 20, a la que asistían representantes de las unidades del Quinto en los distintos sectores del frente se formalizó definitivamente esta designación.

En Madrid, la comandancia del Quinto Regimiento actuaba bajo la dirección del Partido, siendo su actividad la expresión de la política militar de éste. Las reuniones en la comandancia del Quinto con los jefes de sus unidades, que se realizaban de noche, y en las que se examinaban las incidencias de la lucha, son inolvidables.

En el curso de nuestra actividad era corriente recibir la visita de José Díaz, Dolores Ibárruri, y otros camaradas de la dirección del Partido, visitas espontáneas, sin ninguna formalidad, de profundo contenido y calor humano, muy instructivas para nosotros por las informaciones, opiniones y consejos que nos daban. .

El esfuerzo del Partido en la creación de las fuerzas armadas de la República no se limitaba a Madrid, sino que se reali­zaba simultáneamente en toda la España leal. En el Norte, cumplían esa misión, entre otros, los camaradas Jesús Larrañaga, Cristóbal Errandonea, Muñiz, Manuel Álvarez (Manolin), Celestino Driarte, Damián Fernández, Agustín Zapirain, Eguidazu y Enrique Victorero.

En las provincias de Levante, dirigentes del Partido como José Silva, en Albacete; José Antonio Dribes, en Valencia: Antonio Guardiola, en Alicante; Luis C. Giorla, en Murcia; Antonio Navarro y Juan Maturaria, en Almeria; Valenzuela en Jaén, dedicaban, en el marco de su trabajo político o estatal responsable, una atención primordial a la formación del Quinto Regimiento, como luego la dedicarían al Ejército Popular. A la zona de Levante y Murcia envió el Quinto al comandante Saturnino Barneto, líder del proletariado sevillano y experimentado organizador, quien efectuó con brillantez la misión organizadora encomendada. Otros trabajadores políticos del Quinto cumplieron misiones diversas en los frentes del Sur.

En Madrid continuaba la recluta de voluntarios. Se organizaron algunas unidades especiales, como el Batallón Motorizado y el Batallón Alpino, al tiempo que se proseguía la organización de nuevas unidades regulares y se completaban otras.

El Quinto Regimiento organizó la fabricación de municiones y bombas de mano para las necesidades mínimas de la gran unidad. El capitán Leo, ingeniero, se encargó de montar la producción de munición. En el mes de octubre murió en el laboratorio. A comienzos de dicho mes pusimos en marcha con el teniente Frick, antifascista alemán, la producción de morteros, después de probar los primeros en mi presencia. En la preparación de cuadros, el antifascista Oliveira, capitán del ejército portugués, emigrado político en España, realizaba una meritoria labor dirigiendo la escuela de clases y oficiales del Regimiento.

La gran personalidad del Quinto, reflejo de la autoridad conquistada por el Partido, porque aquél era su obra, irradiaba a todos los frentes y ejercía una influencia determinante sobre oficiales y jefes leales. Llegó a ser un hecho corriente la venida al local de la comandancia de mandos de unidades, no originarias del Quinto, con sus inquietudes y preocupaciones, solicitando su colaboración u ofreciéndola en otros casos para una u otra cuestión ligada a la guerra, a la actividad combativa, a la defensa de Madrid.

Hasta la formación oficial del Ejército Popular momento en que se autoliquido, el Quinto Regimiento era, por su ligazón con el frente, un poderoso auxiliar del Estado Mayor Central, tanto en las cuestiones de aspecto operativo como organizativo. En los asuntos de carácter decisivo, el Quinto afrontaba su responsabilidad, independientemente de aquellas órdenes que no estaban a la altura de las necesidades imperiosas e inaplazables de la defensa de Madrid.

El estilo de trabajo de la comandancia del Quinto, de puertas y ventanas abiertas al pueblo, abiertas a todos, y su esfuerzo respondían ala idea: "Todo para la defensa de Madrid", "Todo para la guerra". De esa idea, síntesis de las posiciones teóricas y de la actividad práctica de los comunistas, era parte, a su vez, la consigna de Pasionaria, "No pasarán", que hizo suya el Quinto, que hizo suya el pueblo de Madrid. Por su papel movilizador, por ser estimulo para toda clase de iniciativas, "No pasarán" adquirió un valor militar sobresaliente.

De misión por el Quinto

Apenas había sentado el pie en Madrid cuando el camarada José Díaz nos encomendó la misión, a Francisco Antón y a mi, de ir al frente de Talavera, ya que las noticias de allí eran alarmantes. En efecto, el enemigo había ocupado Maqueda. Salimos para allá y, entre los pueblos de Valmojado y Santa Cruz de Retamar, nos encontramos una columna de autobuses y

camiones en formación perfecta que venia hacia Madrid. Se trataba de la columna anarquista Tierra y Libertad, espléndidamente equipada y bien armada, que había abandonado el frente. Logramos hacerlos parar y entramos en discusión con ellos para tratar de convencerles de que dieran media vuelta. Incluso uno de sus líderes hizo un patético llamamiento a sus compañeros. Ni él ni nosotros les convencimos. Querían justificar su actitud diciendo: "Largo Caballero nos ha engañado. El enemigo tiene aviación".

Tampoco les convencieron las mujeres y muchachas de Valmojado, movilizadas por el Frente Popular local, no obstante los argumentos suaves y subidos de tono. Prosiguieron su marcha hacia .Madrid, a cuya entrada fueron desarmados. Nosotros seguimos adelante.

En el frente la situación era normal, con la normalidad de la guerra. Recogimos de paso al comandante Manuel Márquez, cuyas fuerzas eran la única reserva del sector.

Márquez, Antón y yo nos dirigimos al puesto de mando del teniente coronel Álvarez, situado a la derecha de la carretera, en las proximidades de Maqueda. Llegamos cuando Álvarez y su E.M. estaban evacuando a los anarquistas. A unos 200 metros atrás se desplegó el batallón Victoria, con Márquez al frente. A su abrigo se recogieron los milicianos y se organizó el frente.

Los hombres del 3ergrupo de Asalto se batían estupendamente, con los del batallón Victoria, Pasionaria y Largo Caballero, entre otras unidades milicianas. Permanecimos allí aquella jornada y la siguiente, en la que retornamos a Madrid.

En este periodo la ofensiva enemiga se amplió al Norte del Alberche y en la Serranía de Ávila, siguiendo el valle del Tiétar. Pero las milicias batían bien, tanto en Maqueda como al norte de ésta. Al ocupar Maqueda, dos variantes se presentaron ante los facciosos: Madrid o Toledo. Prevaleció la última. Se ha propagado hasta el infinito que ocurrió así por el humanismo de Franco. ¿Dónde estaba ese humanismo? Precisamente a partir de la llegada de Franco a Sevilla comenzaron las "sacas" y los asesinatos en los pueblos y ciudades andaluces, seguidos por las masacres de Mérida y Badajoz, haciendo del crimen fiesta. Y la de Toledo, en su misma presencia, es harto elocuente.

El motivo real del cambio de dirección era la necesidad de dominar aquel teatro operativo desde Maqueda hasta el Tajo, cuya llave en el sur es Toledo, a fin de ganar espacio para poder maniobrar con la masa de fuerzas, medios de fuego y el parque de que disponían las columnas que atacaban Madrid.

Respondiendo a esa idea, en sus acciones posteriores siguieron como eje la transversal Maqueda-Toledo, por Torrijos, sin dominar la cual se encontraban en posición poco holgada.

Facilitaba el avance enemigo el hecho de que en aquella dirección no había fuerzas republicanas. Algunas unidades enviadas a Toledo para reducir a las fuerzas del Alcázar, no lograron aquél objetivo. El 28 de septiembre Franco ocupó Toledo.

La caída de Toledo originó cierta agitación en las esferas oficiales. En busca de responsabilidades se abrió expediente a los mandos de unidades de más personalidad. Era una injusticia y por eso no prosperó.

Las responsabilidades había que buscarlas en otra parte. En las alturas: en el Estado Mayor y en el ministro de la Guerra que no tomó las medidas necesarias para liquidar a tiempo la resistencia del Alcázar.

La realidad es que Toledo lo perdió la República -después de ganárselo a los fascistas- ; el mismo día en que el pueblo toledano y la columna de Riquelme, venida de Madrid, se lo arrebataron a Moscardó, éste se encerró en el Alcázar y no se emprendieron medidas drásticas para su reducción.

Tras la caída de Toledo, el Partido movilizó a un núcleo de cuadros políticos que envió a ese sector. Entre ellos recuerdo a los camaradas Isidoro Diéguez, Luis Delage, Fernando Montoliu y Manuel Puente. De la comandancia del Quinto nos desplazamos Líster, Carlos, y yo, colaborando con Burillo durante dos o tres jornadas. En Aranjuez situamos el batallón Thäelmann pedido por Burillo.

En un acto público me despedí oficialmente de mis camaradas, con los que había convivido días y noches inolvidables, durante dos meses, habiéndose creado entre nosotros esa hermandad de la sangre vertida en común que, en algunos casos, es superior a los lazos naturales. Ahora lo mandaba Gonzalo Pando, caído heroicamente más tarde mandando una brigada de la 11 división en la batalla de Brunete. Pando, médico de Rascafrías el 18 de julio, al que en nombre del Quinto promoví a comandante y confirmé en el mando de la unidad, era uno de sus fundadores. En el mismo acto presenté a Félix García Barriga como comisario. Horas después dije adiós a mis hermanos del Thäelmann, que marchaban a los Alijares de Toledo. Entre ellos iban Pepita Urda, alférez, y otras combatientes fundadoras del Thäelmann, como Flora Moreno, Gabriela Sosa y María Díaz, pertenecientes a las MAOC ya antes de la guerra.

Finalizaba septiembre, habiendo alcanzado el ejército de fuerzas mercenarias, que avanzaba hacia Madrid la línea Maqueda-Olias-Toledo. Al norte de Maqueda dominó el valle del Tiétar, ocupando Arenas de San Pedro, donde se verificó el enlace táctico de las fuerzas de Mola y Franco.

CAPITULO V

Octubre, mes crucial

Para los dos campos, octubre sería un mes crucial. El día 1º Franco se alzó como jefe de Estado, después de haber sido nombrado generalísimo por la Junta de Burgos el 29 de Septiembre.

Las fuerzas mercenarias de África pasaron a depender de Mala en el orden operativo. En torno a Madrid las tropas enemigas alcanzaban efectivos de unas seis divisiones. Estaban integradas por la división Soria, cuyas actividades venían desarrollándose en la carretera general a Madrid por Guadalajara; las fuerzas independientes de Somosierra; las del sector del Guadarrama; la división de Ávila, en el sector Ávila-Gredos; el ejército del Tajo.

El último había completado sus efectivos, fortalecido su potencia de fuego y su capacidad de maniobra al dotar a todas las Banderas y Tabores de dos baterías de artillería (una de 75 y otra de 37 mm.) de acompañamiento y antitanque. Había reforzado, además, su capacidad de acción porque los nuevos desembarcos de tropas italianas y de la Werhmacht le habían dado una "agrupación blindada nazi" y un "grupo de tanques-artillería" del Ejército italiano.

En el campo leal, las nacientes fuerzas armadas dieron un salto cualitativo, originado por varios decretos básicos del gobierno Largo Caballero. Uno, del 10 de octubre, disponía que las unidades de milicias del frente del Centro pasaran a ser unidades militares; otro, de la misma fecha, ordenaba la formación de las primeras seis brigadas regulares del Ejército Popular; otro, del día 15, decretaba la creación del Comisariado de Guerra; otra, del día 20, hacia extensivo el del día 10 a todas las milicias.

Los decretos referentes al Ejército y al Comisariado legalizaban, en muchos aspectos, una situación de hecho. Pero su promulgación fortalecía la disciplina, daba más cohesión a las unidades entre sí y en el seno de las mismas; mejoraba su organización y, por ende, fortalecía su capacidad combativa, dando estabilidad ,a las unidades, sujetando al fuero militar a los mandos y combatientes, exigencia de la guerra impuesta al pueblo.

En cuánto al Comisariado, que en general venía actuando en muchas unidades, facilitaba su trabajo político, tan res­ponsable y necesario en las condiciones de entonces, sentaba las premisas para cumplir más plenamente su misión y ponía la categoría político-militar al nivel de sus responsabilidades en las respectivas unidades. En una palabra, el gobierno promulgaba disposiciones para poner fin en el Ejército a la "tolerancia" de algunos jefes a los comisarios de las unidades que mandaban, dándoles el estatuto y la categoría que les correspondía. En cuanto a la autoridad, se la conquistaban ellos mismos con su propia conducta.

Octubre sería un mes crucial también para el propio Madrid, porque en él se crearon las bases de su heroica resistencia posterior. El día 22, José Díaz pronunció en el Monumental Cinema su histórico discurso de combate, de organización de la defensa, de movilización de la clase obrera, de instrucción y preparación combativa de todo el pueblo, cuyo lema era "En pie las masas para la defensa de Madrid". En él se analizaba la situación creada y las perspectivas del desarrollo de la lucha, alertando a la población y a los combatientes para que no fueran sorprendidos por los acontecimientos y para que estuvieran en condiciones de sostener combates largos y cruentos, previendo, incluso, las diversas formas de actuación del enemigo dirigidas a "cercar Madrid".

En la combinación de mandos para las primeras seis brigadas, Enrique Líster fue designado jefe de la ¡a.

Yo fui promovido por el Partido a la jefatura del Quinto Regimiento. En el cuadro de mis actividades, me correspondió afrontar una cuestión importante con el general Asensio Torrado: la de las fortificaciones. Como jefe del Quinto, recibí una orden escrita y firmada por él conminándonos a poner fin a los trabajos de fortificaciones.

Hicimos caso omiso de ella, aunque en esta cuestión el Quinto era sólo un factor más. El verdadero movilizador del pueblo para las fortificaciones era el Partido, que procedía, por el contrario, a desarrollar una actividad en este sentido verdaderamente impresionante. Con la llamada al pueblo a la fortificación se' creaba, al mismo tiempo, la psicosis de la disposición hasta el sacrificio para la defensa.

Centenares y centenares de comunistas, de militantes de la JSU, de hombres de diferentes ideologías y tendencias se convirtieron, a lo largo de octubre, en agitadores y organizadores de masas para los trabajos de defensa. Luego, en noviembre, muchos de ellos serían los caudillos anónimos de que habla el general Vicente Rojo con su gran autoridad, los cuales con su ejemplo hasta el sacrificio contribuyeron a la magna obra de la defensa de Madrid.

El Quinto, en su marco, también cumplía aquella misión de Partido. En Madrid más limitadamente; en los frentes, con más dedicación. El Comandante Carlos, con su dinamismo, desplegaba una intensa labor propagandística y cultural, apoyándose en el conocido arquitecto Manuel Sánchez Arcas, en Benigno Rodríguez y en tantos otros. Sánchez Arcas dirigía la llamada Sección Social, y con su gran autoridad y personalidad intelectual fue el alma y el organizador de la ayuda y el traslado a lugar seguro de un grupo de notables intelectuales y artistas madrileños.

Sería injusto que al criticar yo la orden dada al Quinto Regimiento por el general Asensio Torrado prohibiendo fortificar, quedara la impresión de que la dirección oficial de la guerra se desentendía totalmente de este problema. Se ocupaba de él; pero sin convicción, por pura fórmula, para "cubrir el expediente", hasta el punto de que las obras de fortificaciones, comenzadas ya avanzado octubre en las direcciones Oeste y Sur de Madrid, no se cubrieron con fuerzas organizadas, por lo que tales fortificaciones estaban condenadas a jugar el papel de "bellas durmientes".

La importancia de octubre reside también en el ataque generalizado del enemigo en todos los sectores de la defensa de la Capital.

En el flanco derecho, donde mandaba las fuerzas leales el coronel Jiménez Orge, se produjo la pérdida de Sigüenza después de varios días de combate y siete de cerco de sus últimos defensores, acogidos a la catedral, que fue cañoneada, siendo asesinados todos fríamente después. El enemigo no tuvo el menor éxito en los sectores de la Sierra, donde el coronel Moriones asumía el mando. Aquí, Mola pasó a la defensiva el día 25, después de fracasar en sus propósitos de superar el Guadarrama por

Navacerrada. Pero las dos masas de maniobra de los generales Valdés Cabanillas y Varela consiguieron: la primera, ocupar el día 17 Robledo de Chavela, y la de Varela, Illescas el día 18.

Combates en los accesos de Madrid

El 19 de octubre salí nuevamente de Madrid para el frente, a mandar la columna que llevó mi nombre, sin yo ponérselo. Ocurrió así. Al ocupar los fascistas Illescas, el alto mando republicano organizó un contraataque con 'el intento de recobrarlo. Se consideraba ésta la primera operación organizada en el frente de Madrid.

Convocados por el general Asensio Torrado, salimos con rumbo a las proximidades de Illecas un grupo de mandos que él encabezaba, compuesto por el teniente coronel Vicente Rojo, el coronel Puigdengola y yo. La línea general de maniobra consistía en un ataque concéntrico sobre Illescas de tres columnas, mandadas por nosotros tres, con el objeto de liberar la población.

Las tres columnas fueron agrupadas en una gran unidad de circunstancias, mandada por el coronel Orad de la Torre. El dispositivo era el siguiente: la columna de Rojo, a la izquierda; la de Puigdengola, en Torrejón, al centro; la mía en Griñón, a la derecha.

Las primeras fuerzas que llegaron a mi columna las utilicé para establecer contacto con el enemigo, cubriendo la concen­tración del resto, que se efectuó en dos días. En su composición entraron el regimiento Otumba; el batallón Triana, que mandaba el comandante Castro; el batallón PUA, que mandaba el teniente coronel Carrasco; dos batallones Margarita Nelken, uno mandado por un oficial de Asalto y el otro por el comandante Nieto; el batallón Comuneros de Castilla con dos comandantes; el batallón Largo Caballero; una compañía de Acero, mandada por el capitán Viñas y una compañía del Octubre que mandaba el capitán Luis de Arce.

La mayor parte de las unidades eran de nueva formación. Otra parte había combatido para tratar de impedir el avance enemigo desde Extremadura, debiendo decir en su honor que siempre le dieron cara. Las de mayor experiencia combativa eran las que pertenecían al frente de Madrid, teniendo a su frente capitanes estupendos.

El coronel Orad nos reunió a los jefes de las tres columnas el día 20. En dicha reunión coordinamos nuestras acciones, fijándose el día y la hora de su iniciación.

El día 21 de octubre dio comienzo el contraataque de Illescas, que se prolongó los días 22, 23 y 24. Tanto la columna de Rojo como la mía atacábamos con nuestros flancos abiertos. Rojo situó a la izquierda un batallón en el cruce de caminos próximo a Esquivias para asegurarse las comunicaciones. Nosotros teníamos que dividir nuestro ataque, realizando el esfuerzo principal sobre Illescas y el secundario sobre Cedillo, pueblo más al interior, al Oeste de Illescas.

Esta última misión se la encomendé al batallón Otumba. Al inicio de nuestras acciones se pasó al enemigo una parte de los oficiales. Entre los leales se destacaba un capitán a quien nombré jefe de la unidad y que correspondió plenamente a la confianza depositada en él. Desgraciadamente no recuerdo su nombre.

El contraataque sobre Illescas se desarrolló bien en las primeras jornadas. Las tres columnas fueron cerrando el anillo sobre la villa. Se cortaron las comunicaciones al Oeste y se dominaron las del Sur por las dos columnas que teníamos aquella misión. En el resto de nuestro sector, liberados los pueblos de Carranque y Ugena, donde instalé mi puesto de mando avanzado, superpuesto al del Batallón Nelken, nos pegamos al Oeste de Illescas sin poder irrumpir el) la localidad. Todavía no teníamos ninguna artillería.

Illescas, con edificios de piedra y una guarnición de seis unidades de tipo batallón (la columna del coronel Barrón), contaba con una poderosa artillería. Además, desde el 18, día en que ocupó la villa, hasta el 21, el enemigo había establecido un sistema de fuego apropiado a su situación concreta, que con nuestros medios no pudimos neutralizar. Ayudaba a la defensa el terreno, el cual pateamos tanto en aquellas jornadas que se me ha quedado grabado. Su configuración hasta Ugena y sus inmediaciones favorecían al atacante. Luego era al revés. Quien en esta dirección marche sobre Illescas, tiene que salir completamente al descubierto, descender un terraplén grande y avanzar a pecho descubierto. No obstante lo dicho, la situación iba madurando a nuestro favor. Los últimos días combatimos pegados al pueblo. Las salidas que intentó el enemigo para librarse del agobio en que se veía, fracasaron todas. ¡Qué alegría daba ver a los hombres del Comuneros y del Nelken crecerse y respirar, libres del agobio que habían padecido antes, desde Badajoz hasta Griñón! Incluso superaron bien la perturbación que causaron los primeros bombardeos de la Legión Cóndor, a cuyos aviones algunos combatientes disparaban con los fusiles y algunos mandos con las pistolas, a lo loco.

Pero en auxilio de la columna Barrón, amenazada de destrucción, y cuando ya no tenía aliento para resistir porque la estábamos demoliendo, acudieron otras dos: la de caballería de Monasterio, reforzada con tres unidades, y la de Tella. Eran las fuerzas que habían tomado Navalcarnero el día 21.

El esfuerzo de conjunto de las agrupaciones enemigas se concentró sobre la columna de la izquierda, a la que tomó de revés, casi por sorpresa, porque el coronel Orad, sin comunicárselo al jefe de la columna, le quitó el batallón que cubría sus comunicaciones en aquella dirección. Otra agrupación enemiga que avanzaba por el Oeste no pasó de Cedillo. Las que venían del Este ocuparon Esquivias y crearon el día 25 una situación difícil. Aquella noche Rojo, Puigdengola y yo le dijimos a nuestro jefe lo que se merecía.

Después de violentos combates con resultado alterno durante los días 25 y 26, en la mañana del 27 el enemigo rompió en la carretera general, alcanzó Torrejón de Velasco, Seseña y Torrejón de Ardoz. El coronel Puigdengola, prestigioso y capaz jefe leal, cayó en aquella jornada. A nuestra izquierda, viniendo de Torrejón, atacó Griñón. Los tanques precedían a la infantería. Cuando llegaron a los accesos, hicimos lo que estaba en nuestras manos para contenerlos. Combatieron hasta los enlaces y telefonistas; pero todo en vano. Era cuestión de minutos -yeso porque venían muy lentos -el corte de Griñón. Mi decisión fue

unirme a los míos.

Cuando se produjo el corte, quedé dentro con mis soldados, como era mi deber y mi sentimiento. Defendiéndonos desde dentro, con el frente invertido, organicé la salida de nuestras fuerzas, que ocupaban la defensa en una línea trazada por los poblados de Batle, Serranillos, Carranque y Ugena, siguiendo el curso del Guadarrama por el Monte de Batle, de suelo arenoso y cubierto entonces por un bosque ralo de pinos, dándonos tiempo a sacar todo, incluso un blindado de Asalto que teníamos agregado. Recuerdo, como anécdota, que nuestro vecino, el teniente coronel Federico de la Iglesia, se desesperaba cuando veía venir aquella columna de "mudos" que no respondían a sus preguntas y que le agarraron y lo trajeron a mi presencia. Cuando me vio -nos conocimos en Talavera-, su aspecto cambió. Le dije mi propósito de situarme ante Griñón, y aprobó mi decisión.

Salimos todos a Humanes de Madrid, al lado de Getafe. Desde este sitio me desplacé a caballo, con el teniente López, que había llegado tres días antes, en dirección de Griñón para ver el panorama con mis propios ojos. Unas fuerzas descansaban; otras, las que mandaban Arce y Viñas, avanzaban en columna hacia Griñón. Las seguía el Otumba con su capitán.

En el reconocimiento comprobamos que el enemigo no había salido de Griñón, manteniendo fuertes retenes de vigilancia en sus salidas. Las fuerzas se desplegaron cuando las detuvo el fuego enemigo. Durante toda la noche organizamos la defensa. En aquella jornada el enemigo salió a la línea Seseña-Torrejones-Griñón. A Puigdengola le sustituyó el comandante Cavada.

En estos días me enviaron como jefe de E.M. de la columna al comandante Alba. A los dos días desapareció, no sé si prisionero o pasado al enemigo. Como comisario vino un compañero socialista, apellidado Rodríguez, del que conservo un buen recuerdo.

A mi requerimiento, la banda del Quinto Regimiento vino un día, que pasó entero en la primera línea, para dar un con­cierto a los combatientes. Era la primera vez que se hacia esto. Por su parte, la sección de Milicias de la Cultura del Quinto envió a la miliciana Gabriela y a su equipo, el cual pasó un par de días en las trincheras hablando con los combatientes.

Personalmente, este fue quizás el período de la guerra en el que trabajé más agotadoramente. Mis funciones de jefe de la columna tenía que compartirlas con todas las correspondientes al Estado Mayor. Y esto duró hasta que fui herido.

Al finalizar los combates, reunía a todos los jefes de las unidades para examinar .las incidencias de la jornada, puntualizar la situación exacta de las fuerzas y fijarles sus misiones respectivas.

Luego tenía que ocuparme de asegurar los servicios, despachando con cada uno por separado. Todos los días, al anochecer, venía a verme el comandante Garda "el Barbas", jefe del servicio de municionamiento del Quinto, que traía la comida y las municiones. En las jornadas difíciles, los muchachos comían caliente una vez al día, por lo menos. Yo había aprendido esto en los manuales, pero quienes me lo enseñaron en la práctica fueron los campesinos serranos de Navacerrada. De hecho pasaba noche tras noche en vela. Sólo descabezaba un sueño sobre la mesa, cuando podía. Con las primeras luces de cada día salíamos para la primera línea. En el curso de la jornada, mi puesto era el lugar que me permitía seguir de cerca e influir en la marcha del combate, costumbre que mantuve desde el principio de la guerra hasta el fin.

Como regla, mi puesto de mando lo instalaba en la vía de comunicación principal, a la altura de los combatientes donde se preveía el ataque enemigo.

El 29 de octubre se lanzó otro ataque republicano contra el flanco derecho enemigo. Lo realizó la 1ª brigada.

El contraataque de la 1ª brigada sobre Seseña, que contaba con el apoyo de una compañía de tanques tripulados por voluntarios soviéticos, no alcanzó sus objetivos, pese al heroísmo de estos, que irrumpieron en la localidad.

Era la primera vez que nuestros combatientes iban al ataque con acompañamiento de tanques; las tripulaciones de éstos actuaban también por primera vez con una infantería prácticamente desconocida para ellos, con la que no habían maniobrado nunca. Esto hizo que no se lograse la necesaria coordinación de esfuerzos.

Tampoco alcanzamos los objetivos fijados en el anterior contraataque de Illescas, ni en otros que realizaron las columnas de Burillo y Uribarri el día 3 de noviembre en el flanco izquierdo. Sin embargo, estos contraataques jugaron un papel de presión constante sobre el flanco derecho del enemigo e influyeron en el desarrollo de sus operaciones.

En las postrimerías de octubre, el Ejército del Tajo tenía concentrados sus efectivos principales en este sector y desarrolló una potente ofensiva, apoyada por numerosa aviación, tanques y artillería, que fue el signo genérico de los combates de dicho mes. Integraban ya el ejército enemigo del Tajo siete agrupaciones que mandaban Castejón, Asensio Cabanillas, Tella, Barrón, Delgado Serrano, Ríos Capapé y Monasterio. Este último disponía de una brigada de caballería y varias unidades de tipo batallón, agregadas.

Las fuerzas que atacaron nuestro sector eran muy importantes. El esfuerzo principal del enemigo se hacia entonces contra nosotros. Los días 29, 30 y 31 de octubre y 1, 2 y 3 de noviembre fueron rechazados los ataques enemigos. Incluso un ataque en el que intervino la caballería mora, que arrancó de un bosquecillo situado a la izquierda de la carretera mirando a Griñón, fue desbaratado. Nuestra columna había recibido una batería de artillería de 75 mm, que mandaba el capitán San Juan, combatiente y jefe ejemplar. También habíamos recibido 3 fusiles ametralladoras, los primeros, cuyo manejo asimilaron los chicos del Octubre. Un núcleo de éstos eran mis colaboradores más cercanos y los empleaba como enlaces.

En las dos semanas transcurridas, los batallones Nelken y Comuneros de Castilla, así como los demás, dieron un salto cualitativo, tanto en el aspecto de organización como en el de su preparación combativa, que para la inmensa mayoría de ellos empezó desde lo más rudimentario.

El 2 de noviembre (no estoy seguro de la fecha, que pudo ser ello el 3), uno de los ataques enemigos, que siempre comenzaban al amanecer, apoyados por tanques nazis, sobre la carretera donde nos encontrábamos, fue rechazado en sus primeros momentos, pero nos permitió ver que anunciaba un ataque general.

Los tanques avanzaban por la carretera. Efectivos de un Tabor de Regulares indígenas desplegaron con todas las de la ley en un frente estrecho. Avanzaban como en un ejercicio táctico. Nuestra gente los miraba serena, sin pestañear. Tenía una confianza absoluta en los chavales servidores de los tres fusiles ametralladores, a los que contuve para que no se descubrieran antes de tiempo. Esa era mi carta de triunfo principal. Era la primera vez que iban a empleados en el combate. Veía que estaban emocionados. Eran jóvenes, ellos y los demás, arrancados del taller, del campo, de la escuela. Enfrente tenían a matones

profesionales, mercenarios. Ya estaban a una distancia relativamente corta. Los demás abrieron fuego, tiraban a discreción, pero el enemigo seguía progresando, sin bajas. Por la carretera avanzaban los tanques. Llegó un momento en que tenía sobre mí las miradas de todos, en muda interrogación, atrozmente expresiva, pero límpida. Y tuve que repetir lo hecho ya en otras ocasiones. Les aconsejé:

- Juntad cuatro bombas de mano, amarradlas entre sí, deslizaos por el regato y esperad la llegada de los tanques para ponérselas debajo. .

Tomé el fusil de uno, les mostré el blanco que elegí -, un oficial- y disparé, haciendo diana, todo un peine. Algunos muchachos se pusieron en pie y probaron. Hicieron algún blanco. Se comunicaban sus éxitos entre ellos. El enemigo estaba cerca, pero ya no se movía con la soltura de antes. Cuando intentó levantarse, los tres fusiles ametralladores entraron en acción escalonadamente cumpliendo. su misión. Pero mi admiración y toda mi atención la conquistaron los chavales que habían respondido a mi llamada. Con pasmosa naturalidad, recogieron las bombas a sus compañeros, .las ataron con una aplicación que superaba mis consejos y se situaron el acecho de los tanques. ¡Heroicos chavales de la JSU, con qué emoción los seguía! La intensidad del fuego enemigo aumentó. Pero ya se había acabado el ejercicio táctico. Los atacantes tuvieron que pegarse al suelo y evacuar sus bajas. Todo anunciaba el fracaso del ataque.

Cuando disfrutábamos de ese cambio de situación, sentí como una picadura de fuego que me entraba por el costado derecho, a la altura de la cintura, me cruzaba y se incrustaba en el hueso contrario, derribándome de golpe. La pierna izquierda se me contrajo. Los muchachos vinieron a decirme, uno tras otro, una frase de aliento, a darme un abrazo. Algunos me besaron. En mi larga vida he sentido emociones diversas. La de aquel día es incomparable.

Me retiraron en camilla. Al marchar, designé jefe de la columna al teniente coronel Carrasca. En el puesto sanitario, situado en Fuenlabrada, el médico se declaró impotente para operarme y decidió enviarme a Madrid. En el coche de Manuel, Bragado, fundador del Thäellnann, me evacuaron al Hospital Obrero. Ahora la cosa era seria.

Del hospital a Madrid, pasando por Albacete

En el Hospital Obrero, tras varios intentos frustrados, los cirujanos que me operaban desistieron de extraerme la bala, a propuesta de mi paisano y amigo el doctor Juan Planelles, en una consulta que celebraron. La tesis de Planelles se confirmó. Después de dos o tres días de hospital, en los que no veía más que a los médicos y a la enfermera de turno me visitaron algunosheridos. Al que recuerdo más es a Ángel Serrano, que terminó la guerra de jefe de servicios del V Cuerpo del Ejército del Ebro.

Un día me anunciaron que iba a ser evacuado, a lo que hice mis objeciones. No tenía el menor deseo de salir de Madrid. Insistí una y otra vez. Pero mi traslado era una decisión del Partido, según me comunicaron en visita que con ese fin me hicieron Enrique Líster y Carlos Contreras. Este último organizó mi salida e instalación en Albacete, en la casa que tenia montada el SRI en la Plaza del Altonazo,

Durante unos días guardé cama. Recuerdo con simpatía la visita que me hizo el general Kleber, al que había visto una vez en Madrid.

Cuando pude levantarme, me eché a la calle. Mi primera salida, apoyándome en un bastón del camarada Bravo, la hice sólo para ir a la estación, en gesto intimo de reconocimiento, a despedir a uno de los grupos de voluntarios internacionales que salían para incorporarse a una de sus unidades. Recuerdo que el grupo mayor era el de los italianos. Localicé entre ellos a cuatro con los que había convivido en Moscú. Tres de ellos murieron en España.

A partir de aquel día, tras la visita médica matutina, me echaba a la calle para colaborar con la delegación del Quinto Regimiento en Albacete, en particular con el camarada José Silva.

En la última decena de noviembre (no recuerdo la fecha exacta) recibí una orden del gobierno nombrándome jefe de la 18 brigada mixta y encomendándome su organización, a cuya tarea me entregué con todo entusiasmo en el territorio de la provincia. Comisario había sido nombrado el compañero socialista Granda. Para el Estado Mayor me enviaron al sargento Ángel Gurrea, que había terminado un curso en la Escuela Popular de Guerra.

El personal que recibí pertenecía en su inmensa mayoría a los primeros contingentes movilizados. Una parte, a los orga­nizados por el Quinto Regimiento. Con motivo de la organización de la brigada hice un viaje a Madrid para plantear al Partido la conveniencia de sacar un grupo de oficiales y clases con experiencia personal de la guerra, que sirvieran para dar solera a la unidad.

P0r decisión del Partido vinieron a la 18 una cuarentena de veteranos fundadores del Thäelmann. Tres de ellos, los capi­tanes Francisco Carro, América Brizuela y López Tovar, fueron promovidos a comandantes y jefes de batallón. Otro jefe de batallón elegido fue Manuel Plaza, veterano de la MAOC de Madrid, del cual ya he hablado. Los jefes de compañías y secciones salieron de aquel grupo.

También se incorporó a la 18 un grupo de 80 voluntarios venidos de Francia y del Norte de África, hijos de españoles emigrados, que se encontraban en la base de las Brigadas Internacionales. Ellos mismos pidieron formar parte de unidades españolas. Con ese motivo, e invitados por André Marty, tuvimos Silva y yo una reunión con él. Entonces conocí al teniente coronel Dumont y a otros voluntarios franceses. En aquella reunión acordamos el paso de los 80 hombres a la 18, lo que significó un buen refuerzo por su calidad de voluntarios, nivel técnico y otras características.

En el periodo de organización dé la 18 brigada hice varios viajes a Madrid, del que nunca estuve desligado. La brigada se preparó bien desde el punto de vista combativo. En el aspecto cultural, la visita de Constancia de la Mora María Teresa León y Rafael Alberti, Emilio Prados y muchos otros intelectuales revolucionarios españoles y extranjeros (de estos últimos recuerdo especialmente a Ilia Erenburg) fue muy útil para nuestros combatientes.

Yo estaba verdaderamente entusiasmado con la 18. Pero el nuevo paso dado en la organización del Ejército Popular, al crear sus primeras cuatro divisiones, me obligó a abandonada. Dejé como jefe provisional de ella al comandante del 1er batallón, Francisco Carro Rosas, el cual estuvo poco tiempo, porque nombraron jefe efectivo de la misma al teniente coronel profesional Martínez Monge.

En la 4ª división

El primero de año lo celebré en una cena fraterna con mis camaradas del Thäelmann incorporados a la 18, para decides adiós. Estuvimos juntos largas horas intercambiando opiniones y recuerdos del camino recorrido en común. El himno de nuestro batallón era la canción a Thäelmann. Nos despedimos cantándola.

Las primeras cuatro divisiones del Ejército Popular republicano estaban integradas por las fuerzas de la defensa de Madrid en el frente Somosierra-Perales del Río.

Para mandar la 4ª fui nombrado yo. Como comisario designaron a Luis Delage y como jefe de Estado Mayor, a Federico de la Iglesia.

La 4ª división tenía a su cargo la defensa de Madrid desde el puente de Toledo hasta Perales del Río. En ese frente estaban desplegadas: en el flanco derecho, la 36 brigada, mandada por Justo López de la Fuente, quien después de nuestra guerra combatió en una unidad soviética de guerrilleros que operaba en la retaguardia del ejército hitleriano y murió recientemente en una prisión española dando un alto ejemplo de firmeza comunista. A su izquierda, la 1ª brigada, mandada por Enrique Líster; en el flanco izquierdo de la división, la 48, mandada por el teniente coronel Bueno, militar de carrera.

Al llegar a Madrid para hacerme cargo de la 4ª división fui a ver a los camaradas de la dirección del Partido que me habían convocado. José Díaz, Pedro Checa y Francisco Antón me recibieron en la sede del Comité Central, calle de Serrano. De toda la conversación recuerdo lo siguiente:

- En nombre de todos te felicitamos, camarada Modesto. Confiamos que en la nueva unidad seguirás portándote como hasta ahora.

Al escuchar las palabras del Secretario General del Partido, la emoción que me embargaba no me permitió más que balbucear:

- Pepe, me esforzaré por ser digno de vuestra confianza.

- Estamos seguros que mantendrás en tus manos con honor la bandera del Partido como hasta hoy.

- Os lo prometo. Y lo dirán los hechos más que las palabras.

- Bueno, Antón - siguió José Díaz -, ¿qué me habías dicho de una decisión del Comité de Madrid?

- Que hemos acordado-dijo Antón - que la casa de Lista 20 pase a Modesto, para que establezca allí el Cuartel General de su nueva unidad. Y de lo que venga detrás, agregó riendo.

- ¿Tienes algo que objetar? - dijo Checa.

-Al contrario; me dais una verdadera alegría. Semanas después se celebró en Valencia el histórico Pleno ampliado del Comité Central del Partido. No pude asistir a él, por la responsabilidad que tenía en la defensa de Madrid. Pero fue Luis Delage. El me informó, a su vuelta, del desarrollo de las sesiones. Al final, con la simpatía y el gracejo que le son propios, me soltó la gran noticia:

- Lo último que me queda es felicitarte por haber sido elegido miembro del Comité Central.
Con gran emoción recibí aquella nueva prueba de confianza de mi Partido.
Semanas después, al pasar por Valencia, José Díaz me entregó el carnet, que he conservado hasta hoy como un tesoro.
Instalé, pues, el Cuartel General de la 4ª división en la calle Lista y el puesto de mando en el barrio de Palomeras (Puente

de Vallecas). A partir de entonces, Lista 20, que fue sede de la comandancia y la jefatura del Quinto Regimiento, seria cuartel general de las grandes unidades que mandé hasta abril de 1938, fecha en que pasé a Cataluña. El Estado Mayor de la 4ª división se completó con tres muchachos estupendos, a quienes después de escudriñar y recorrer con Justo López, durante varios días, las posiciones que ocupaban sus fuerzas, seleccioné del batallón FETE de la 36 brigada.

Eran tres sargentos: Enrique Fábregas, que terminó la guerra de comandante y segundo jefe del Estado Mayor del Ejército del Ebro, caído heroicamente a fines de 1943 en una unidad guerrillera que combatía en territorio soviético ocupado por los nazis; Julián Soley, que terminó la guerra de comandante y ayudante del Presidente del Consejo y ministro de la Guerra Juan Negrín, a cuyo puesto pasó después de finalizar la batalla del Ebro, y Bernardo, que terminó de comandante y jefe de la sección de Información del Ejército del Ebro.

A petición suya, fue trasladado a la 4a división Félix Gurrea, que terminó de capitán y jefe de operaciones del V Cuerpo, cuando yo dejé su jefatura en abril de 1938. Quiero destacar el mérito del teniente coronel Federico de la Iglesia, que supo hacer de los tres, apoyándose en sus excelentes cualidades, oficiales de Estado Mayor con mayúscula.

Durante mi ausencia de Madrid se había producido el fracaso del ataque frontal enemigo, ataque que perseguía conquistar la Capital sobre la marcha en los días de noviembre. Tan seguro estaba de ello, que en la retaguardia de sus tropas tenía preparado el aparato administrativo, represivo, político y "jurídico" de Madrid y sus distritos, como expone en su libro el embajador fascista italiano Cantaluppo.

También la jerarquía eclesiástica tenía preparada la entrada de Franco bajo palio y su consagración "por la gracia de Dios". La Falange y los "emigrados" de Madrid, a la cola del ejército "nacional", se aprestaban a parodiar a los versalleses en la inmortal Comuna de París. Pero dejemos estos y muchas otras cosas "edificantes" para los historiadores.

En la última mitad de noviembre y todo el mes de diciembre las actividades combativas se habían reducido, por parte del enemigo, a la realización de pequeñas acciones orientadas a ocupar posiciones más cómodas para sus ataques posteriores a la Capital.

La de mayor importancia se desarrolló en la Casa de Campo, para ampliar la bolsa de su penetración en aquella dirección. Los mismos objetivos se había fijado nuestro Ejército, esto es, reforzar la defensa y mejorar los planes de fuego con vistas

a dar una mayor solidez a aquélla.

Como resultado de la situación creada y de las actividades enemigas y nuestras, en el lindero Oeste de Madrid, desde el Pardo hasta Villaverde -y esa característica seguiría manteniéndose hasta el fin de la guerra-, se pasó a la guerra típica de posiciones. Se hacían estallar minas y contraminas; se luchaba por cegar los observatorios al enemigo o bien por arrebatárselos; se perfeccionaban los sistemas de fuego y se transformaba la profundidad táctica, tanto enemiga como 'propia, en un verdadero campo atrincherado. Todo esto tuvo su reflejo en los combates posteriores.

Operaciones fascistas de cerco desmontadas

Al fracasar el ataque frontal de la semana 7-15 de noviembre, el enemigo, que se había quedado exhausto, tuvo que tomarse un respiro.

Las fuerzas enemigas que venían actuando en el frente de Madrid se reorganizaron bajo el nombre de "División Refor­zada", a las órdenes del general Orgaz. Las integraban tres divisiones muy nutridas, mandadas por los generales Varela, Yagüe y Monasterio, respectivamente. Sus unidades ocupaban el frente Valdemorillo-La Marañosa. Frente a ellas, desde Valdemorillo a Perales del Río, había distintas unidades que mandaban el teniente coronel José Luis Barceló, el comandante Palacios y la 4a división de mi mando.

El día 3 de enero, el enemigo puso en marcha la "maniobra de enero" de cerco y conquista de Madrid, concebida en dos fases: la primera, a desarrollar en el frente Valdemorillo-Pozuelo y dirección Las Rozas-El Pardo, con el objetivo de rebasar la zona fortificada de la defensa en nuestro flanco derecho, cortar al Norte de la Capital las comunicaciones en Torrelodones y Aravaca con la Sierra y provocar el hundimiento de aquélla, irrumpiendo en Madrid por el Noroeste; la segunda, en dirección Vallecas-Torrejón de Ardoz, condicionada en el tiempo por la primera y sus resultados, perseguía cortar las comunicaciones con Valencia y Guadalajara, consumando el cerco de Madrid.

Cinco agrupaciones de fuerzas, mandadas por Barrón, Buruaga, Iruretagoyena, García Escámez y Asensio Cabanillas

(18.000 hombres) apoyadas por 120 cañones y 50 tanques, iniciaron la maniobra el mencionado día 3, prolongando su esfuerzo ofensivo hasta el día 9.

En su inicio, les hicieron frente ocho batallones (3.000 hombres) de las unidades que mandaban Barceló, que en estos combates fue gravemente herido, José Mª. Galán y V. González, .siendo reforzados al final de la primera jornada por la 11 Brigada Internacional (1.500 hombres), mandada por el general Kleber.

Durante los días 7 y 8 los combates adquirieron una extremada dureza, alcanzando el enemigo Aravaca. El último de esos días, las fuerzas de González se replegaron por falta de munición hasta encontrar un depósito, el Polvorín de Retamares, donde había decenas de cajas de cartuchos.

Una brigada de nueva formación al mando de Dositeo Sánchez, la 31, que estaba organizando en Las Matas y disponía sólo de 250 hombres y 200 fusiles, tuvo que entrar en fuego. En el curso del combate, esta brigada se completó con el batallón de Artes Blancas de Madrid, que mandaba Gabriel Carbajal y del que era comisario Gregario Mesonero; otro batallón lo mandaba Simón y tenía de comisario a Enrique Zafra, que al mismo tiempo lo era de la Brigada hasta que vino su titular, Carlos García.

Esta brigada ocupaba el frente desde la "Casa Amarilla", donde enlazaba con un batallón (que mandaba Julio Zamalca, caído heroicamente en aquellas jornadas) de la 3 brigada de José María Galán, por delante del cementerio de Las Rozas hasta las tapias de El Pardo.

La 21 brigada, que en los muros del Monte de El Pardo cerró paso al enemigo en aquella dirección, tenía como dotación veinte cartuchos por soldado. Para reforzar nuestra defensa, por orden de Miaja indiqué á Líster que se trasladara a aquel sector con tres batallones de la 1ª brigada, haciéndolo así y ocupando posiciones en la orilla S. del Guadartama, delante del Puente de San Fernando.

Recorrí esta zona desde Valdemorillo hasta el Puente de San Fernando, donde se batían las fuerzas de Barceló, José María Galán, Valentín González, Dositeo Sánchez, Gómez Palacios y Enrique Líster. Hice alto en este último sector, donde atravesé el Puente de San Fernando para ver al Thäelmann, pasando el resto de la jornada con ellos. Entonces los mandaba Santiago Aguado, que era ya el tercer jefe que tenía el Batallón.

En este período yo tenía la costumbre de asistir como observador a las operaciones que se realizaban en los distintos sectores del frente de Madrid, cuando aquellas no afectaban a la unidad que mandaba. Por eso presencié en la jornada del 11 de enero el contraataque republicano al flanco izquierdo de la penetración enemiga, en el que participaron la 14 Brigada Internacional y la 3ª Brigada de carabineros, apoyadas por un batallón de tanques T-26. Esta operación la mandaba el teniente coronel Eurillo y se prolongó hasta el día 14. Los objetivos del contraataque eran Majadahonda y Las Rozas. Se inició con seis horas de retraso por causa de la niebla. La loma entre las dos poblaciones, donde se alzaba el edificio de Telégrafos, ganada por los nuestros, era un punto crítico de aquellos combates. En la última jornada nuestras fuerzas entraron en Las Rozas, pero tuvieron que abandonar el pueblo. El día 14 se pasó a la defensiva.

Cuando el ataque enemigo se producía, nuestras fuerzas practicaban la defensa pasiva. Esa es la enseñanza de Madrid. Hay quien circunscribe el mérito de la defensa en noviembre al sostén que los combatientes encontraban en los edificios de la ciudad. Pero eso es una verdad a medias. Tanto como ello significó el empleo del combatiente con arreglo a sus características. Esa fue la gran debilidad de Asensio Torrado. El mérito de Rojo consistió en saber apreciar esa cualidad. Y el del Partido Comunista, en exaltarla y dar conciencia de ella al pueblo y a los militares leales.

En la primera fase de la operación, el enemigo quemó las fuerzas que pensaba emplear en la segunda fase.

Así se canceló el tercer período de la lucha por Madrid.

El enemigo no consiguió los objetivos operativo s que se había fijado. Con su tenaz resistencia entre los días 3-9 y su

contraataque del 11 al 14 de enero, nuestros combatientes le obligaron a emplear las fuerzas con las que pensaba realizar la

segunda fase de su maniobra de enero.

CAPITULO VI

Cuando Miaja dice a Pozas: ¡Tú! no yo, y Pozas le responde: Yo no, ¡tú!

En la última decena de enero, la 4ª división realizó una acción ofensiva, de carácter local, sobre el Cerro de los Angeles, que se levanta al Sudoeste de Madrid, en sus proximidades, y domina todo el terreno circundante, con el objetivo de suprimir una formidable posición táctica que rendía grandes servicios al enemigo como observatorio, ofrecía abrigadas posiciones de su artillería y era una buena base de partida para futuras operaciones sobre el flanco izquierdo de la defensa de Madrid.

Se la propusimos al jefe de E.M., teniente coronel Rojo. Me la sugirió la necesidad de quitarnos los ojos del enemigo de nuestras espaldas, hacer menos efectivo el fuego de su artillería y aliviar nuestras comunicaciones de su control.

Esta operación - en realidad un fuerte golpe de mano - perseguía como objetivo ocupar el Cerro de los Angeles y mejorar nuestras posiciones en aquel sector. Un evadido nos dio una información importante y colaboró en los reconocimientos en que se puntualizaron los itinerarios (terminó la guerra de capitán de transmisiones del Ejército del Ebro).

Las fuerzas que guarnecían el Cerro pertenecían a la media brigada que mandaba el teniente coronel Benda.

Las fuerzas propias que participaron en aquella acción fueron 5 batallones (3 de la 1ª y dos de la 48 brigada). La misión principal, que consistía en atacar, conquistar y ocupar el Cerro, se la encomendé a los tres batallones de la 1ª brigada al mando de Enrique Líster. Los dos batallones de la 48, al mando del teniente coronel Bueno, tenían como misión cubrir el flanco izquierdo de los atacantes del Cerro. En el flanco derecho, la 36 brigada, mandada por Justo López atacaría con la misión de ocupar objetivos limitados y sujetar las reservas locales.

Al decidir la ejecución, el general Miaja prometió, si teníamos éxito inicial, enviar a mi disposición fuerzas y medios suficientes para asegurar la posesión del Cerro de los Angeles.

A la hora y día ordenado, las 0.00 del día 20, la columna que mandaba Líster, en la que iba de comisario el de la 1ª brigada, Manuel Puente, se puso en movimiento hacia sus objetivos. Para conservar el secreto y mantenerlos en forma, los hom­bres habían estado en reposo absoluto en las naves de la iglesia abandonada de Perales del Río, unos 24, otros 48 horas.

Ligeros de impedimenta, con guías combatientes y conocedores del terreno, siguieron como ejes de marcha los jalones de tipo estable antes elegidos y otros colocados especialmente hasta el punto de bifurcación de caminos, en el que un tercio de las fuerzas se desviaría para salir a las comunicaciones del Cerro con su retaguardia, cortadas y aislar a su guarnición.

El batallón Thäelmann, encargado de cortar las comunicaciones del Cerro con Getafe y aislar la guarnición de su reta­guardia, lo realizó en forma perfecta, cumpliendo sus misiones en todas sus partes y consiguiendo la sorpresa, hasta el punto de penetrar sus combatientes en el puesto de mando enemigo, tomando trofeos y los primeros prisioneros. Entre éstos se encontraba el teniente coronel Banda.

Los otros dos batallones (Victoria y Cruz), que atacaban el Cerro, lograron penetrar en las defensas enemigas y cumplir parcialmente su misión, combatiendo para cubrir su objetivo. También en la lucha conquistaron trofeos y cogieron prisioneros, entre ellos algunos oficiales.

El mando de la Defensa de Madrid, enterado de la marcha de los combates que se habían iniciado con éxito tan completo, me anunció la llegada de refuerzos para las 8 horas del día 20.

Con aquella noticia me desplacé al puesto de mando de las fuerzas que atacaban el Cerro, para informarles. Pero mientras los batallones republicanos combatían con particular decisión y lograban éxitos parciales -unos continuando su progresión en el interior de la posición y otros batiéndose en el exterior contra las reservas enemigas para impedir la llegada de refuerzos-, el general de la Defensa de Madrid, Miaja, y el general del Ejército del Centro, Pozas, a la vez que seguían anunciando los refuerzos, disputaban entre sí sobre quién de ellos debía enviarlos.

Entretanto el enemigo concentraba: unidades marroquíes y del Tercio, y lanzaba un ataque tras otro, continuando el combate y la resistencia de nuestros batallones contra unas fuerzas que ya al mediodía eran superiores, por lo menos, en 3-4 veces. A las 3 de la tarde tuvieron que retroceder ante la presión enemiga, volviendo a las bases de partida, dándose así por terminado este episodio y pasando los dos batallones de la 48 brigada a ocupar las viejas posiciones anteriores a la operación.

En ésta tuvimos que lamentar, entre otras, la baja de Puente, comisario de la brigada, que resultó herido cuando atacaba con sus batallones. Como breve conclusión, la acción emprendida para la conquista del Cerro de los Angeles, a pesar de su carácter táctico y sus limites reducidos, afectaba a los intereses de la defensa de Madrid y estaba dirigida a darles más solidez;

La posesión del Cerro de los Angeles nos hubiera dado importantes ventajas.

El ataque para la conquista del Cerro de los Ange10s no fue coronado por el éxito debido, principalmente, a los dos factores siguientes:

Primero: La circunstancia de realizarse dicha acción en, el enlace entre las dos grandes unidades -Defensa de Madrid y Ejército del Centro-, mandadas respectivamente por Miaja y Pozas, llevó a dichos jefes a entablar una discusión sobre quién de ellos era el que debía enviar los refuerzos, pidiendo el uno al otro que los enviara de sus reservas. Hay que decir que, en este caso, la responsabilidad recae sobre Miaja, porque las fuerzas que actuaban estábamos a sus órdenes, la operación fue aceptada por él que dio la orden de ejecutarla, y, además, tenía reservas.

E! otro factor, derivado del anterior, que nos impidió apoderamos del Cerro de los Angeles, fue que, después de la sorpresa, el enemigo concentró fuerzas muy superiores a las nuestras, y empleando con ellas su aplastante superioridad en material, nos obligó a replegamos a las posiciones de partida.

Informe a mis jefes

Antes y después de la operación del Cerro de los Angeles, el E.M. de la 4ª división realizó una serie de reconocimientos

con la misión de establecer relaciones directas con nuestros vecinos de la izquierda, y conocer la situación de aquel sector. Su informe era instructivo. Tres batallones con efectivos de 350-400 hombres ocupaban una plaza de armas en la orilla del Jarama, desde la Marañosa a San Martín de la Vega, en un frente de 16 km. Mandaba aquel sector el coronel Mena.

Las unidades estaban en estado paupérrimo por su nivel de organización, armamento, medios de defensa y fortificaciones. De hecho existía dispersión de fuerzas y no había defensa organizada del sector. En lugar de esto había una vigilancia precaria en la parte izquierda, que era 'un terreno abierto, mientras que en el centro y a la derecha, por lo accidentado del terreno, cubierto por monte bajo, ni siquiera existía' aquélla. Mala papeleta tenían allí los combatientes. A ello se agregaba la información de la .escuadra de observadores de la división, que mandaba el sargento Moreno, a las órdenes directas del teniente Bernardo, información que registraba una concentración de fuerzas enemigas de Getafe a Ciempozuelos. Estaba claro. El enemigo preparaba una nueva operación en este sector. Conocía, como conocíamos nosotros, cosas interesantes. Hasta nos decían que había gentes que hablaban una lengua extraña, nueva.

Con nuestras conclusiones elevé un informe al jefe del Ejército, que entregué a Rojo.

El informe hacía hincapié en lo precario de nuestra defensa en aquel sector del frente y en el peligro que ello representaba para la defensa de Madrid. Se proponían medidas concretas, entre ellas el empleo de las reservas en una operación ofensiva en el Jarama que cambiara la situación a nuestro favor. Se decía, en fin, que de no adelantamos al enemigo - que yo consideraba seguía planteándose como objetivo la conquista de la Capital- podía crearse una situación delicada, ya que una acción ofensiva en la dirección Alcalá de Henares, dado el estado del frente y sin reservas, podía amenazar muy gravemente a la Capital.

Días después, los jefes de división de la Defensa de Madrid fuimos convocados a una reunión por Miaja. Con él estaban Rojo y Antón, Mije (comisario de Defensa de la Junta) y Álvarez del Vayo (Comisario General). Este último leyó mi informe, elevado por Miaja al Ministro de la Guerra, en cuyo nombre y representación venía pidiendo opinión. Abierta la discusión mantuve el informe, siendo apoyado por todos los presentes.

Luego conocimos que en el Consejo Superior de Guerra y en el Estado Mayor Central se discutieron apasionadamente dos variantes para el empleo, en una acción ofensiva, de las reservas en formación. Estas dos variantes eran Extremadura y Madrid. Se escogió la última, fijándose para su realización la fecha del 27 de enero.

Las posibilidades de esta acción, con la que se podía arrancar la iniciativa al enemigo, radicaban en la existencia de importantes reservas estratégicas, las brigadas de nueva formación, artillería, tanques y aviación suficientes enviados por la Unión Soviética, la última tripulada por voluntarios soviéticos.

Con aquellas fuerzas y medios se concebía desarrollar una ofensiva dirigida a derrotar las fuerzas enemigas que se encontraban ante Madrid. La fecha del 27 de enero fue aplazada posteriormente hasta el 12 de febrero.

Una semana antes dio comienzo, por iniciativa del enemigo, la batalla del Jarama. Al iniciarse ésta, nuestras fuerzas estaban en movimiento, con las unidades incompletas; sin los servicios, que se encontraban en los trenes, en unos casos, o en las bases de formación de las brigadas, en otros, comprendidas también la artillería, los tanques; en período de constitución de los Estados Mayores; sin haber sido aún designados los mandos de las unidades y grandes unidades que se preveía crear.

El Jarama en llamas

El 22 de enero recibí la orden de mandar la "Agrupación Modesto", con vistas a las futuras acciones. Mi puesto de mando y el Estado Mayor se instalaron en Vallecas. En estos días dispararon contra mí unas ráfagas de ametralladora desde atrás del coche, en el tramo de la carretera Perales del Río-Vallecas, hiriendo gravemente al motorista José Soriano, que me acompañaba. Otro motorista, Juanito el "Loco", fundador del Thäelmann, estuvo conmigo hasta el fin de la guerra.

El 6 de febrero se desencadenó el ataque enemigo en el frente La Marañosa-Ciempozuelos. Emprendieron la acción tres fuertes columnas, que mandaban Asensio Cabanillas, Barrón y Buruaga. En segundo escalón estaba la de Monasterio (20.000 hombres, 80 cañones y 50 tanques). Las fuerzas que recibieron aquel mazazo eran las que he señalado un poco más arriba.

Al final de la primera jornada había dejado de existir la cabeza de puente republicana en la orilla derecha del río. Grupos y combatientes sueltos, cercados, se batieron heroicamente hasta el fin.

De las nuevas brigadas que se estaban concentrando; dos, la 18 y la 19, fueron empleadas inteligentemente. La 19 que mandaba el comandante Manuel Márquez, sobre La Marañosa, en el flanco derecho; la 18, que mandaba el teniente coronel Martínez Monge, pasó por Titulcia a la banda derecha del río sobre Ciempozuelos.

Las dos brigadas se enfrentaron en choque violento con un enemigo en pleno esfuerzo ofensivo, y con su resistencia frenaron su avance durante los días 6, 7, y 8. Al final de la última jornada, el enemigo consiguió avanzar hasta la orilla derecha en casi todo el sector de la cabeza de puente. Sin embargo, los dos flancos enemigos fueron sujetados fuertemente por las brigadas 18 y 19, demostrando los hombres de ambas unidades sus altas cualidades combativas. Las dos brigadas, que en estos combates recibían el bautismo de fuego, permanecieron clavadas al otro lado del río en una franja estrecha de terreno de escasísima profundidad, que en algunos lugares no llegaba a cincuenta metros: la 19, en las pendientes Norte del Espolón de Vaciamadrid y del Vértice Coberteras, y la 18, ante el puente de Titulcia. Esta última fue abandonada en el combate por su jefe, tomando el mando el jefe del 1er batallón, comandante Francisco Carro.

Las dos unidades tuvieron muchas bajas, pero las del enemigo fueron superiores. Los días 9, 10 y 11 de febrero fueron aprovechados por éste para avanzar su dispositivo hasta la margen derecha del río; relevar las fuerzas desgastadas de su primer escalón de combate, y realizar una serie de ataques locales en sus flancos, por medio de los cuales intentó, sin resultado, expulsar al otro lado del río a los combatientes de las 18 y 19 brigadas; preparó sus nuevas acciones para la consecución del objetivo que perseguía en la operación y que era alcanzar Alcalá de Henares, cortando las comunicaciones de Madrid con la retaguardia republicana.

El mando republicano situó varias unidades en la margen izquierda del río para detener la progresión del enemigo.

En la noche del día 11, éste reanudó su ofensiva, pasando sus vanguardias el Jarama a la altura del puente Pindoque yaguas abajo; el día 12 otras unidades cruzaron el río por el puente en San Martín de la Vega. Como resultado, el enemigo consiguió, hacia el mediodía, crear una cabeza de puente de 8 km de frente por 2 km de profundidad, que estaba ligada a sus bases en la otra orilla a través de dos puentes permanentes -los de Pindoque y San Martín -, más uno de pontones instalado entre los anteriores. Además, el río Jarama era vadeable para la infantería en gran parte de su curso y no representaba un obstáculo serio.

Recibí la orden de relevar del mando al coronel Mena y hacerme cargo de sus fuerzas. Mi puesto de mando lo instalé en Cerro Gordo. El flanco izquierdo se me alargó hasta Vaciamadrid, luego hasta el puente de Arganda (excluido).

Por las incidencias de la batalla en desarrollo y la influencia que estaba llamada a tener con sus resultados en la defensa de Madrid, el Ministro de la Guerra tomó la decisión de unificar las fuerzas de los generales Pozas y Miaja en un solo ejército (el del Centro), al mando del último, quien tomó así la dirección de las operaciones del frente del Jarama.

Dicha decisión, justa pero tardía, ya que Largo Caballero había manifestado su enemiga a tal medida, contribuyó a dar un nuevo rumbo a los acontecimientos.

El día 15, en medio de los combates, fueron reorganizadas las fuerzas del Jarama. Con las unidades que estaban en el frente Puente de Arganda-Titulcia y otras recién llegadas se creó una agrupación operativa independiente, al mando del teniente coronel Ricardo Burillo, integrada por tres divisiones circunstanciales, denominadas A, B y C, con la composición y mandos siguientes: división A (brigadas 5, 12 y 14), general Walter; división B (brigadas 11, 15 y 17), general Gal; división C (brigadas 9, 18 y 23), comandante Enrique Líster. .

Además se organizó una "Agrupación Norte", compuesta por las fuerzas de la 4ª división más las brigadas 10 (V. Gon­zález), 19 (Márquez) y 21 (Gómez Palacios), extendiendo su frente por el flanco izquierdo hasta enlazar con la división A en la confluencia del Manzanares con el Jarama.

Otras fuerzas se reorganizarían en las propias líneas. A esa reorganización contribuiría el Comité Provincial de Madrid del Partido Comunista enviando cuadros políticos de su seno y de los Comités de Distritos y otros camaradas sobre la base de la voluntariedad -todos los comunistas eran voluntarios en misiones de aquel carácter- para cooperar a superar la situación creada.

¡Cuánto heroísmo, en misión tan responsable, derrocharon en el anonimato y con la mayor modestia cientos y cientos de mis camaradas en el Jarama, como antes y después en tantos otros lugares en el curso de toda la guerra! ¡Ni aún sus nombres estoy en condiciones de citar! ¡Y cuántos de ellos he visto! De los supervivientes recuerdo a Ramón Mendezona, miembro entonces del Comité Provincial.

Las condiciones en que realizaban sus misiones, estaban preñadas de las dificultades propias de la situación. Sin ser mandos, ni comisarios, ni conocidos por los combatientes de las unidades dadas, sin armas, sin derecho ni a la comida, se incrustaban entre los combatientes fundiéndose con ellos, entregándose afanosamente a su misión político-moral llena de abnegación; sin vacilar en el cumplimiento de la misión confiada, aunque ello fuera a costa de la propia vida a veces en las manos del enemigo en el proceso de la lucha y, en ocasiones, sacrificados por la cerrilidad ácrata en las unidades de aquella disciplina por los provocadores infiltrados en ellas.

También los compañeros socialistas, en los combates del Jarama, enviaron un núcleo de cuadros políticos en función de comisarios, a muchos de los cuales yo conocía y con los que en el trato común establecería una verdadera camaradería. Algunos de ellos cayeron. Algunos de los supervivientes, hoy son comunistas.

Cito a Eduardo Belmonte (que siendo comisario de la 8a división de reciente formación, desplegada en la defensa de Madrid entre las divisiones 3ª y 4ª, era visitante asiduo de nosotros los de la 4ª, al que rindo homenaje en estas líneas. Como es sabido cayó en los combates del Jarama. Su coger llevaría a Madrid con el cuerpo de Eduardo Belmonte sus últimas palabras: "He sido el primero en avanzar y el último en retroceder", mostrando cómo había hecho suya la consigna comunista emblema del Comisariado; a Tomás Huete, comisario del Estado Mayor de Rojo en Madrid; a Virgilio Llanos, al que ya he citado y volveré a mencionar; a Lizcano, Climens y otros que no recuerdo.

Durante los días 15, 16 y 17, en los que el enemigo reiteró sus esfuerzos para alcanzar los objetivos de Arganda y Morata, los combates cobraron particular violencia en todo el frente de la cabeza de puente; pero nuestras fuerzas lo pararon en seco.

En mi puesto de mando de Cerro Gordo me visitó entonces el camarada Gregoróvich (seudónimo de Gregori Mijailovich Stern), consejero principal soviético. Desde mi primer contacto con él produjeron en mí una gran impresión su talento militar, sencillez y profunda cordialidad humana. Estos rasgos personales, unidos a su serenidad y valor, probados en múltiples ocasiones, le granjearon el respeto y la estima de todos los que le conocimos.

En este período, mi vecino de la izquierda era el general Walter, jefe de la división A, al que había conocido en Moscú. Walter era el general polaco Karol Swiercewski, que años después jugaría un papel de primer orden en la liberación de Polonia, al lado del Ejército Soviético y durante los primeros tiempos de la reconstrucción de su patria, cayendo asesinado en una emboscada de las bandas terroristas fascistas. Me causó una gran alegría su visita en enero, cuando llegó a Madrid y tuve el gusto de ofrecerle mis servicios. Después recorreríamos un gran trecho de la guerra juntos.

En pleno desarrollo de la ofensiva enemiga, la Agrupación Norte que yo mandaba lanzó un contraataque sobre el flanco izquierdo enemigo. Participaron en él las brigadas 10 y 19, más dos batallones de la 1ª mandados estos últimos por Luis Balaguer. En ese combate cayó el comandante Aliaga en el asalto de las posiciones enemigas, pasando a mandar su batallón Justino Frutos (incorporado a la lucha en Somosierra desde los primeros días) que era ya, y lo fue hasta el fin de la guerra, uno de los jefes más valientes y destacados en el combate.

El objetivo de este contraataque, que era atraer fuerzas del enemigo y obligarle a retirar parte de sus tropas de la plaza de armas en la orilla izquierda, fue alcanzado.

Las misiones de las unidades eran: de la 10 brigada, cruzar el Manzanares, en la noche del 16, desde su regi6n de concentración en Perales del Río y ocupar las bases de partida para, al amanecer, asaltar las posiciones en las alturas de la zona que define La Marañosa y ocupar la fábrica; a su izquierda, los dos batallones de la 1ª, tenían idéntica misión en su frente de ataque; la 19, partiendo de sus posiciones, debía asaltar y ocupar el Espolón de Vaciamadrid. Al pie de éste, circundándole, y en

las proximidades del entonces lugarejo que lleva su nombre, confluye el Manzanares con el Jarama. Era, pues, una misión difícil, que sólo se podía ordenar a tropas de la calidad de aquéllas, ya que el enemigo, instalado como en una gran balconada 30bre las alturas de La Marañosa, el Vértice Coberteras y el Espolón mencionado, dominaba el terreno que del valle del Manzanares monta hacia aquellos sitios, terreno descubierto y de una pendiente media de 40-50.

Una semana larga duraron los combates, en los que se consiguió el principal objetivo fijado: atraer fuerzas enemigas, parte de las cuales fueron retiradas del Jarama. También mejoraron las posiciones de nuestra defensa en el Espolón de Vaciamadrid y se progres6 ligeramente en el centro y en el flanco derecho, donde se tomaron algunos elementos de las trincheras enemigas.

En los combates de los días 15, 16, 17 y 18 de febrero, las fuerzas republicanas que cubrían las direcciones Arganda--Morata-Chinchón, aplicando la misma táctica que en los días de noviembre y en los combates de enero por Madrid, la defensa activa, insistieron en sus ataques en una u otra de aquellas direcciones. En el transcurso de esas jornadas el enemigo sintió la impotencia de sus fuerzas y se vio obligado a detener sus acciones para rehacerse. Posteriormente tuvo que desistir de la prosecución de su ofensiva.

A partir del día 18 la iniciativa pasó a nuestras manos, teniendo lugar una serie de contraataques sobre la cabeza de puente enemiga, que abarcaban a todo el frente y se fueron localizando hacia el Sur, en tomo al Pingarrón, posición táctica clave que pasó varias veces de unas manos a otras. Con aquellos combates se puso fin a la lucha.

La batalla del Jarama terminó el 28 de febrero, diez días después de ser iniciado el contraataque de la Agrupación Burillo. Por su desenlace, las fuerzas republicanas obtuvieron un nuevo éxito en campo abierto, destruyendo el cuarto intento enemigo de cercar y conquistar Madrid, que eran los objetivos operativos que se había fijado.

En el periodo operativo del Jarama, los tanques y la aviación republicanos dominaron netamente al enemigo; los primeros, por su calidad y por el buen empleo que hizo de ellos el general soviético Pavlov; la segunda, por esos mismos factores y por su número, ya que esta operación y la posterior de Guadalajara fueron las dos únicas en que nuestras alas se hicieron dueñas del aire.

No quiero poner punto final a mis impresiones sobre la batalla del Jarama sin antes destacar la influencia que ejerció en el desarrollo de las operaciones militares en el Sur de España.

El ejército intervencionista de Mussolini, fuerza principal en la ocupación de Málaga, pensaba desarrollar sus acciones en el teatro operativo del Sureste de España -por la carretera general de la costa-, en dirección a Valencia. Dejando de lado todo lo que aquel plan tenia de aventurero y fanfarrón, la realidad es que después de la ocupación de Mallorca, en los propósitos del fascismo italiano entraba la ocupación del Levante español para dar solidez a sus posiciones estratégicas en la cuenca occidental del Mediterráneo.

Pero el desenlace de la batalla del Jarama deshizo aquellos planes. Y ese fue otro resultado del éxito defensivo del Ejército de la República. La masa de maniobra que actuaba en el Sur, integrada en su totalidad por fuerzas regulares de los fascistas italianos, se trasladó al Centro.

La batalla de Guadalajara

El 8 de marzo me llamó el jefe de Estado Mayor del Ejército del Centro. Con Rojo estaba el consejero soviético, general Gorev. Me recibió diciendo:

- ¿Sabes la novedad? Los italianos atacan en dirección de Guadalajara.
Hablamos ampliamente de la situación. Y al final, me preguntó:

- ¿De qué fuerzas puedes prescindir?

- Tengo la l0ª brigada en reserva y la 1ª puedo relevarla en 24 horas.

- Envía la l0ª inmediatamente a Guadalajara, a disposición del teniente coronel Jurado.

Jurado era el jefe del IV Cuerpo. Tenia de comisario a Sebastián Zapirain, uno de los más destacados dirigentes del Partido Comunista de Euzkadi. Más adelante encontraría a Zapirain, en varios momentos de la guerra, desempeñando funciones muy responsables y menos oficiales y públicas, que realizaba con la pasión, abnegación y eficacia que le caracterizan.

La batalla de Guadalajara se produjo en el flanco derecho del Ejército del Centro. A diferencia del resto del frente que éste tenía confiado, la defensa republicana era extremadamente débil en esta amplia zona, que iba desde Somosierra hasta el Alto Tajo, pasando por las proximidades de la Puebla de hi. Mujer Muerta, al Sur de Algora y de Sigüenza.

Es la región de la Alta Alcarria, en cuyo singular relieve se distinguen: El Alto Tajo, extraordinariamente abrupto, terreno difícil para las operaciones militares y para el empleo de grandes unidades.

La zona comprendida entre los dos Tajuña y Henares, llana, pasando por el valle del último la carretera general de Aragón y el ferrocarril de Zaragoza-Madrid por Guadalajara y Alcalá. Otra dirección complementa la primera y recorre el valle del Tajuña, a Guadalajara por Brihuega-Armuña.

Desde la ribera del Henares hasta Somosierra es montañosa, cruzada por las comunicaciones Atienza-Cogolludo-Guadalajara y Atienza-Jadraque-Guadalajara. La posesión de los pasos de Jadraque es determinante.

Resalta la importancia de la zona central. En ella atacaron los italianos el 8 de marzo. Se proponían conquistar Guadalajara el día 12, Alcalá de Henares el 13 y Madrid el 14.

La ofensiva fascista de marzo, dirigida al cerco y destrucción del Ejército del Centro, se produjo, pues, una semana después de los combates del Jarama, donde habían sido empleadas todas nuestras reservas, en el sector más débil del Centro -el de Guadalajara-, que se había caracterizado siempre por la ausencia de actividades combativas. Estas se redujeron allí a las realizadas por el enemigo en la comarca de Sigüenza los días 9 y a 10 de octubre, que terminaron con la masacre de milicianos refugiados en la catedral, y las que tuvieron lugar en diciembre por nuestra iniciativa.

En su inicio participaron en ella: por el enemigo, 60.000 hombres, de los cuales 50.000 eran italianos, disponiendo de

1.665 ametralladoras y fusiles ametralladores, 222 cañones y 140 ingenios blindados (108 tanques y 32 autoblindados); por los republicanos, 10.000 hombres de la 12 división, con 50 armas automáticas y 22 cañones, que defendían un frente de unos 80 km.

El comienzo de la maniobra del enemigo tuvo un éxito total, aunque la defensa, reforzada con seis tanques en la carretera general, la detuvo en Almadrones hasta la tarde del 9, en la que aquél ocupó esta localidad y Brihuega.

La 11 brigada internacional, que mandaba el teniente coronel Hans Kale, de la que era jefe de E. M. Ludwig Renn y comisario Arthur Dorf, antifascistas alemanes los tres, trasladada del Jarama el mismo día 9, contuvo el ataque enemigo, que avanzaba de Almadrones, por la carretera de Aragón, cerca de Trijueque, rechazando sus ataques ese día y el siguiente.

Otra de las primeras unidades que acudió fue el batallón Garibaldi (integrado en su mayoría por voluntarios italianos), con su comisario Ilio Barontini a la cabeza, de la 12 brigada internacional, que mandaba el antifascista húngaro Mate Zalka (general Lucacz), de la que era comisario Luigi Longo (Gallo) y jefe de Estado Mayor el general Batov. En las primeras horas del día 10 tomó contacto a la altura del km 12 de la transversal Briguega-Torija con una columna enemiga que traía diez tanques en vanguardia, a la que los garibaldinos pararon e hicieron retroceder, estableciendo allí la defensa. Todos los ataques enemigos (cinco en aquella jornada), en los que participaban de tres a cinco batallones, apoyados algunos hasta por 25 tanques, fueron rechazados por los garibaldinos, los cuales ocupaban un frente que cubría la carretera en el km 12, extendiendo su flanco izquierdo al bosquecillo del Castillo de Ibarra.

Un nuevo ataque nocturno, en el que participaba el batallón Los Lobos, que partiendo del Castillo de Ibarra venia sobre el Garibaldi desde su retaguardia, fue rechazado por la 4ª compañía, que le hizo 34 prisioneros, entre ellos tres oficiales.

El día 11 prosiguieron los ataques enemigos en todo el frente. En el sector de Brihuega fueron rechazados por la 12 brigada y otras fuerzas que acababan de llegar, todas ellas del Jarama; en el sector de la carretera de Aragón consiguieron superar la defensa de la 11 brigada, ocupar Trijueque y seguir avanzando en dirección Torija.

En la noche del 11, la 9ª brigada, que mandaba Gonzalo Pando; llegó a Torija, y restableció la situación. Aprovechando la calma en mi frente fui un par de veces a los sectores donde combatían Líster, Pando, Hans, Lucacz, Barontini y otros que no recuerdo. Otro día recorrí durante toda una mañana el sector de operaciones con los camaradas José Díaz, Dolores Ibárruri, Francisco Antón y Luis (Vitorio Codovilla). .

En estos días se creó en el proceso de los combates la 11 división, cuyo mando fue encomendado a Enrique Líster, con Santiago Álvarez de comisario. La integraban las brigadas 9, 10 y 11; se creó también la 14 división, al mando de Cipriano Mora. En estas jornadas la formaban las brigadas 12, 65 y 92. También se reconstruyó la 12 división, que mandaba Lacalle, con las brigadas 49, 50 y 61.

El día 12, el Cuerpo italiano desplazó todas sus fuerzas para lograr la ruptura en la carretera general de Aragón, atacando en aquella dirección desde el Norte y desde Brihuega.

Pero ese mismo día 12, la 9ª brigada, apoyada por un batallón de tanques, que había estado actuando independientemente, contraatacó en dirección Trijueque. Este contraataque, en el que participaron también las demás brigadas de la 11 división, se prolongó hasta el día 14, avanzando en una profundidad de 6-8 km y recobrando Trijueque, el Palacio de Ibarra y el Castillo de Don Luis.

Como resultado de las incidencias de la lucha, al finalizar la jornada del 14 se creó una situación: que aparecía definida por la existencia de dos entrantes contrapuestos: uno, favorable al enemigo, en la comarca de Brihuega; otro, favorable a nuestras fuerzas, al Norte de Trijueque. Ambos, orientados a caer sobre el contrario en una operación de envolvimiento. Esta fue la decisión que tomó el mando del Ejército del Centro.

La contraofensiva general de nuestras fuerzas se desarrolló del 18 al 22 de marzo. Recibieron aquella misión las divi­siones 11 y 14.

Tenían ante ellas el Cuerpo italiano, formado en dos escalones: las divisiones "Dios lo quiere" y "Littorio", en el primero, y "Llamas Negras" y "Plumas Negras" en el segundo, situadas, respectivamente, la primera en Brihuega y la última en el sector de Trijueque.

Las misiones de las unidades que iban a intervenir en la contraofensiva eran:

- de las brigadas 12 y 65, asaltar y conquistar Brihuega, partiendo de las posiciones que ocupaban al Sur y al Suroeste de la ciudad;

- de las brigadas 10 y 70, salir a las comunicaciones al Norte de Brihuega y cortar los caminos de repliegue al enemigo que los guarnecía, partiendo de sus posiciones;

- de las brigadas 9 y 11, golpear a la división "Littorio" y avanzar por la carretera general de Aragón, partiendo de las posiciones que ocupaban al Norte de Trijueque y a la derecha de dicha carretera. A las 15.00 del 18 de marzo la defensa fue rota en todo el frente y el enemigo se replegó desordenadamente, abandonando

en su huída grandes cantidades de material.

Nuestras fuerzas avanzaron sobre los dos ejes de su ataque, exactamente en dirección contraria a la que trajo el enemigo.

El avance de esta jornada no fue mayor por la lluvia, que en todo el período de la batalla cayó persistentemente en la zona donde se desarrollaban los combates, transformando el terreno en un enorme barrizal y que durante los días 17 y 18 arreció de tal forma, que influyó notablemente en las operaciones.

La lluvia hizo intransitable el terreno para los tanques fuera de las carreteras; imposibilitó la actuación de la aviación, que no pudo prestar más que su primer servicio; creó dificultades insuperables para el empleo de la artillería, clavada en sus posiciones iniciales, sin poder acompañar con sus fuegos a la infantería en su avance, por falta de alcance.

Del 16 al 21 de marzo, persiguiendo al enemigo, las unidades de la 14 división liberaron Mesegozo, punto extremó de su avance; las de la 11 ocuparon Gajanejos y alcanzaron el km. 95 de la carretera general de Aragón, los pueblos de Muduex a Utande; la 50 brigada de la 12 avanzó por ambas márgenes del río Badiel al nivel de las demás fuerzas.

Este fue el colofón de la defensa de Madrid, de la batalla de Madrid. En el frente de Guadalajara fracasó el quinto intento operativo de conquistar la Capital.

En la batalla de Guadalajara se distinguieron, en general, todas las unidades que participaron en ella, en particular la integrada por los voluntarios de la libertad italianos, los garibaldinos. Yo seguí de cerca su combate y puedo confirmado, pero no quiero repetir nada de lo mucho y justo que han escrito sobre sus hazañas los que intervinieron directamente en la batalla. Por eso termino este apartado mencionando un hecho conocido, modesto, pero de gran enjundia por lo que representó para el mando. Lo conozco porque estaba presente en una conversación mantenida entre el consejero soviético, general Górev, y el teniente coronel Vicente Rojo. En el curso de ella, Rojo se dirigió a mi y dijo: "Vas a ver a un hombre estupendo. Le mandamos a una incursión en campo enemigo. Ha estado con un grupo vivaqueando con los fascistas, porque se trata de un auténtico italiano".

Y, en efecto, momentos después aparecía el comandante Kriger (Bianchi), con su aspecto de combatiente íntegro, de hombre noble y bueno, que hacía heroicidades como la relatada con la mayor naturalidad.

Disolución del Quinto y organización del Ejército del Centro

Habían pasado ocho meses desde el comienzo de la guerra hasta la operación de Guadalajara. El pueblo español estaba creando un Estado democrático de nuevo tipo y forjando un Ejército Popular como se forja el acero, a fuerza de golpes y de fuego.

El Quinto Regimiento pasaba a la historia después de haber cumplido su misión, una misión verdaderamente gloriosa. Tuve el honor de participar en el acto de su disolución, en presencia de la dirección del Partido. Lo presidía Daniel Ortega, mi paisano y maestro en los años 30-35.

José Díaz pronunció un discurso, breve pero enjundioso, en el que definió con admirable precisión cómo debía ser el Ejército Regular Popular en el que, desde aquel momento, se fundía por entero el Quinto Regimiento.

Por el alto valor histórico de las palabras del Secretario General del Partido Comunista de España, creo que en lugar de una síntesis - que forzosamente daría de ellas una idea incompleta y quizás deformada- será mejor reproducir algunos de sus párrafos esenciales. Helos aquí:

"¿Qué es un Ejército Regular? ¿Qué queremos que sea el Ejército Popular? Queremos que sea lo que el Quinto Regimiento es en pequeño y que su idea fundamental penetre en ese Ejército donde va a entrar ahora. El Quinto Regimiento se disuelve; pero no se puede olvidar que ha penetrado en la mente de todos los españoles y que su nombre trasciende más allá de España. El Quinto Regimiento es conocido en todos los países por su organización, por su disciplina, por la cantidad de héroes que ha dado, y por eso perdurará en la memoria de todos los antifascistas del mundo. El Quinto Regimiento, al disolverse, lleva al Ejército Popular toda su experiencia de seis meses de guerra civil. Nosotros, al organizar el Quinto Regimiento, no lo creamos para el servicio del Partido Comunista, sino para servir al Frente Popular y sobre la base del Frente Popular. El Partido Comunista no quiere un Ejército para él sino que España tenga un Ejército, un fuerte Ejército que gane la guerra, consolide la victoria y defienda los intereses de los obreros, de los campesinos, de los antifascistas en general.

El Partido Comunista organizó el Quinto Regimiento ante la necesidad de dar los primeros conocimientos militares a miles y miles de obreros y enseñarles las cosas necesarias para la guerra, y, ante la precisión de crear el Ejército Regular, no podía el Partido Comunista dejar en el aire la consigna, sino crear una base práctica para su realización. En él se dio cabida a todos: socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos, y hoy puede entregar orgulloso estos setenta mil hombres organizados, disciplinados y con una gran moral al Ejército de España.

No se puede olvidar lo que ha sido el Quinto Regimiento, no sólo en sus comandantes y oficiales, sino también en sus milicianos, que en momentos difíciles se han plantado en una trinchera o en un parapeto y han dicho: "De aquí no damos ni un paso hacia atrás". El Quinto. Regimiento ha marcado progreso en la creación de las condiciones necesarias para la resistencia y para vencer definitivamente al enemigo; sus batallones, sus brigadas, sus cuadros, todo lo que representa con su experiencia de seis meses de guerra, ingresa en el Ejército Regular.

…El Ejército nuevo tiene que ser un Ejército político, y no a la antigua, lo que, naturalmente, no quiere decir que se haga una política partidista, cosa que ningún partido debe consentir. En la situación en que nos encontramos seria peligrosa la teoría de que el Ejército debe ser apolítico, y más peligrosa aún la teoría de que sus componentes no pueden pertenecer a partidos políticos. ¡Mucho cuidado con esto! Nuestro Ejército Popular tiene que tener una conciencia por la misma participación de sus componentes en los partidos. En el nuevo Ejército habrá socialistas, comunistas, anarquistas, republicanos. Es suficiente ver el trabajo de ayuda a los mandos que han desempeñado los comisarios políticos, para darse cuenta de la importancia que tiene este carácter que nosotros preconizamos.

…Con este acto queda disuelto el Quinto Regimiento. Ha desaparecido para sus relaciones con las masas de una manera leal, pero su nombre quedará grabado en la mente del pueblo español y en el de todos los antifascistas del mundo". A finales de marzo se dio un paso más en la organización de las fuerzas armadas. Todas las de la zona leal se organizaron en cuatro ejércitos: Centro, Levante, Extremadura y Sur.

El Ejército del Centro pasó a mandado el general José Miaja. El comisario de Guerra era Francisco Antón. El jefe del Estado Mayor, el coronel Vicente Rojo. Con las fuerzas de la defensa de Madrid se organizaron los primeros cinco Cuerpos del Ejército Republicano. De ellos, cuatro guarnecían el frente encomendado al Ejército del Centro:

- el IV cubría la dirección de Guadalajara en el frente Alto Tajo-Sierra del Guadarrama. A su izquierda,

- el I, instalado en la Sierra del Guadarrama, defendía Madrid por las direcciones N. y NO. en el frente Buitrago alturas ante Navalagamella. Su vecino,

- el II, tenía a su cargo la defensa directa de Madrid desde el O. en el frente Valdemorillo - Las Rozas -lindero O. de la ciudad- Villaverde-Espolón de Vaciamadrid. A continuación,

- el III, ocupaba la defensa de la línea Jarama - Oeste de Aranjuez - Río Tajo. El V se creó como gran unidad de maniobra, bajo mi mando, con Luis Delage de comisario y Federico de la Iglesia de Jefe de Estado Mayor. La 4ª división pasó a mandada el teniente coronel Bueno.

Nuestros compañeros del Estado Mayor de la 4ª división vinieron al nuevo escalón de mando.

Las divisiones orgánicas del V Cuerpo eran, inicialmente, la 11, la 38 y la 46. Las mandaban respectivamente: Enrique Líster, José María Galán y Valentín González. Sobre la marcha, en el mes de junio, la 38 fue sustituida por la 35, que mandaba el general Walter.

Durante el tiempo de organización del V Cuerpo realizamos todos un intenso trabajo de organización y preparación de las unidades y de los Estados Mayores.

Conocer bien el frente del Ejército, estudiar el terreno donde podíamos ser llamados a operar, de visu, por la observación directa y por los mapas; conocer al enemigo que había enfrente, en su conjunto y en su despliegue concreto; estar muy cerca de nuestros subordinados para que las fuerzas se prepararan bien en el manejo de las armas y en su conducta ético-moral, para liquidar el analfabetismo entre los campesinos que se incorporaban. Y en todas partes donde estuvieran las unidades, ligazón, respeto y ayuda a las autoridades locales, a los comités de Frente Popular, a los partidos y organizaciones obreros y republicanos.

En el mes de marzo saltamos de Lista a Alcalá de Henares para estudiar el teatro operativo del valle del Tajo en su curso medio. Dimos otro salto a Tomelloso (Ciudad Real), con el mismo fin, en el mes de mayo. Entre ambos hubo otros a Collado de Villalba. En ellos echamos las bases de la operación de Brunete

Es este período mi exigencia fue grande para todos los que me rodeaban en el aspecto lejano y cercano. La máxima del mariscal ruso Suvórov "La bala es tonta, pero la bayoneta es brava" estaba sobrepasada, pero su importancia en la educación moral-combativa era innegable.

En la preparación de las fuerzas y de los Estados Mayores exigimos derrochar ríos de sudor para evitar gotas de sangre. Nosotros, los jefes y oficiales de la jefatura y E.M. del V, aspirábamos a ir delante de todos, por ser nuestra responsabilidad mayor. El Comisariado del V, encabezado por Luis Delage, no se quedaba a la zaga. En las divisiones, Santiago Álvarez en la 11, Jesús Lizcano en la 35 y Félix Navarro en la 46 desplegaron una intensa actividad.

En el mes de abril se desarrolló una operación absurda contra: el Cerro del Águila y Garabitas, en la que Miaja y Alzugaray emplearon media docena de brigadas. Dos de ellas, al mando de los jefes de sus divisiones respectivas, me interesaban por ser orgánicas del V Cuerpo. Las visité en el curso de la acción. Volví a Madrid y planteé al general Miaja la situación. Me ayudó a convencerlo el general soviético Petrovich (mariscal Meretskov, después), consejero suyo.

En el V y en el II Cuerpos

Finalizado mayo volvimos a Lista 20, prosiguiendo la organización del V. A media noche del 1 de junio, el Comisario del Ejército, Francisco Antón, me dio un telefonazo, indicándome que se esperaba al general Miaja para una cuestión inaplazable.

Con mi buen compañero el "Junquer", que me escoltaba, un sevillano que vive y trabaja ahora en Santiago de Chile, me presenté en el puesto de mando del Ejército. Me recibieron Miaja, Rojo y Antón. En dos palabras me comunicaron la misión que querían encomendarme. Se trataba de que el II Cuerpo tenía un jefe indigno. La quinta columna, como las termitas, laboraba su estructura y superestructura. Las pruebas eran patentes. Había que relevar al jefe del Cuerpo y enviado al E.M. del Ejército.

Antes de media hora había sido cumplida la orden. Las cosas discurrieron como sigue: En el trayecto del edificio del Ministerio de Hacienda a Palacio informé al "Junquer" de la misión que teníamos confiada. Su respuesta fue un lacónico: "Vamos".

Descendimos del coche a la puerta principal del Palacio y nos encaminamos hacia su ala derecha, toda iluminada; torciendo nuevamente a la derecha, entramos en la primera habitación, donde estaban los oficiales de E. M. del Cuerpo. Tres trabajaban sobre los planos; otros dos, sentados en unos bancos de madera adosados a la pared, se levantaron y vinieron a nuestro encuentro para cerrarme el paso, diciéndome:

- ¿Quién le ha autorizado...?
No terminaron porque les interrumpí: ¡Yo!
Mi voz se confundió con la palabra: ¡Paso! que profirió el "Junquer".
Seguimos adelante y, torciendo a la izquierda, vimos al fondo la que era la habitación-despacho del jefe del Cuerpo.

Forzamos la entrada sin necesidad de emplear la violencia. En ella había dos guardias de Asalto armados de fusil con la bayoneta calada, quienes, al intentar pasar yo, cruzaron sus armas ante la puerta, como había visto en el cine que hacían los alabarderos con sus alabardas ante los aposentos reales. Separarles con las manos y pasar sin el menor obstáculo fue todo uno.

Entré en el despacho del Jefe del Cuerpo, coronel Alzugaray" que estaba sentado ante su mesa, con una botella de coñac ante él, jugando con su pistola.

- Vengo a relevarle, - le dije.

- Bueno. ¡No me importa! Me da vergüenza escribirlo. Le recogí la pistola, que me entregó sin, resistencia. Poco después salía del Palacio Na­cional acompañado de su hijo, capitán de Asalto, que era su ayudante, y fue a presentarse a Miaja. Informé a mis jefes del cumplimiento de la misión. Convoqué al jefe de E. M., teniente coronel Estrada, y a los demás oficiales, dándoles mis primeras instrucciones.

En la mañana del día 2 le pedí a Federico de la Iglesia que me enviase a Fábregas y Soley. Ambos realizaron un excelente trabajo. Con su informaci6n y consejo reforzamos el E. M., renovamos los jefes de servicios, indignos de tal responsabilidad, y nos familiarizamos con la situación tomando contacto con las unidades y jefes.

Interesante fue el trabajo y la responsabilidad en aquel periodo. Porque el jefe del II Cuerpo era, al mismo tiempo,

Comandante Militar de Madrid. Permanecí en la jefatura del II del 2 al 30 de junio. En esta última fecha, por orden del jefe del Ejército, entregué el mando del II Cuerpo y de la Comandancia Militar de Madrid al teniente coronel Carlos Romero. Días después comuniqué al E. M. del Ejército que el V estaba a punto. El día 2 de julio salí para Valdemorillo, donde instalamos mi puesto de mando, para dirigir la concentración y los trabajos preparatorios de la operación de Brunete.

Esta vez no vino con nosotros Federico de la Iglesia, por lo que diré un poco más abajo. En vísperas de Brunete Fue de­signado jefe del Estado Mayor del V el teniente coronel Estrada. No obstante ser un militar profesional estudioso, seguro y capaz, la dirección del Estado Mayor de una gran unidad de maniobra no iba con él y fue sustituido a los pocos días por el teniente coronel del arma de Ingenieros y diplomado del Estado Mayor, José Sánchez Rodríguez, que estuvo conmigo hasta el final de la guerra.

Federico de la Iglesia no vino con nosotros porque el coronel Vicente Rojo se lo llevó, como colaborador suyo al nuevo Estado Mayor Central, del que había sido nombrado jefe.

La creación del Estado Mayor Central y la designación del coronel Rojo para su jefatura, con todas sus prerrogativas, pero al mismo tiempo con todas sus responsabilidades, fue una de las consecuencias positivas de la crisis de mayo.

Antes, con Largo Caballero, lo que se llama E. M. Central, por un lado, y el general Asensio Torrado (que seguía jugando cerca del Presidente del Consejo y Ministro de la Guerra el mismo papel que antes), por otro, hacían que aquél existiera de hecho en el papel, cumpliendo sólo algunas de las funciones de su competencia. Las fundamentales en el orden operativo estaban fuera de su órbita. Igual en el orden informativo, cuya real importancia no comprendía el Ministro.

Pero la crisis de mayo fue motivada por muchas cosas más que el depuesto jefe de gobierno había tolerado, propiciado e, incluso en cierto momento, impuesto a los demás, cuando eran problemas políticos que jamás debieron permitirse.

Me refiero a la tolerancia mostrada por Largo Caballero dejando hacer a los incontrolados de la FAI y legalizando sus ilegales actividades socio-políticas; consintiendo el poder efectivo en la sombra de las patrullas de control de los anarquistas con sus arbitrariedades; permitiendo que un grupo de gentes, que se contaban con los dedos de la mano y no retrocedían ni ante el crimen, reinaran por medio del terror en pueblos y comarcas de Cataluña y Aragón; dejando que en el frente del Este no se hiciese la guerra al enemigo, sustituida por la lucha de fracciones y la guerra a la población laboriosa.

En Aragón, la conducta de la C.N.T. - F.A.I. originó daños irreparables. A ellos se empezaría a poner fin después de la salida de Largo Caballero del gobierno. Sólo entonces podría el Frente Popular, en su reunión de Barbastro, agosto de 1937, acordar la disolución del tristemente célebre Consejo de Aragón, antes de la llegada de las fuerzas del V Cuerpo y otras grandes unidades a las riberas del Ebro para realizar la operación de Belchite. En la disolución del Consejo de Aragón, la presencia de la 11 división, que recibió de Prieto aquella misión, desempeñó un papel decisivo.

Los comunistas Ángel Gracia, Ismael Sin y otros, con los compañeros socialistas, de la Juventud Socialista Unificada y los republicanos, de los que recuerdo, por haberlo tratado entonces, a José Ignacio Mantecón, llevaron a cabo, en las condiciones dadas, aquella importante hazaña.

Al crearse el E.M. Central se puso, fin a la improvisación, se elaboraron planes de conducción de la guerra con una orien­tación general correcta, a pesar de algunas lagunas, y se situó en su verdadero nivel el Consejo Superior de Guerra, que empezó a cumplir su misión y a poner fin a la arbitrariedad anteriormente existente.

CAPITULO VII

El por qué de Brunete

Si la orientación del enemigo estaba dirigida desde el principio a conquistar Madrid y ocupar la zona leal de mayor territorio, a partir de marzo de 1937 abandonó aquel plan inicial y puso rumbo a la realización de la campaña del Norte, el acontecimiento más sobresaliente del período abril-septiembre de este año. En este período, no obstante ser favorable a nuestro campo la correlación general de fuerzas, el enemigo tuvo la posibilidad de concentrar las suyas contra la zona Norte de la República, cuyo aislamiento favorecía sus planes, a más de que el ocuparla le daría importantes ventajas por su enclave estratégico, riquezas naturales y potencial industrial.

En sus jalones claves, -insistiendo en lo dicho- la sublevación, fracasada en su intento de conquistar rápidamente Madrid, mostró su capacidad de maniobra, frente a la impreparación y debilidad militar de los defensores de la República en el Norte. Esto nos costó Oviedo, por la alevosía del general Aranda, en el que confiaban los socialistas y anarquistas de Asturias, y nos obligó a un gran esfuerzo para mantener San Sebastián y defender la ciudad fronteriza de Irún, la cual fue abandonada por nuestras fuerzas sólo cuando ya no existía ninguna posibilidad de continuar la lucha por falta de municiones, que el gobierno francés retenía en la frontera. Ves ese mismo factor, esa misma carencia de repuestos para nuestras armas de todas clases y calibres, aparte de otros factores no menos determinantes, lo que nos llevó a la pérdida de Guipúzcoa y al debilitamiento de todo el Norte, de Vizcaya a Asturias, ya que Galicia estaba en manos del enemigo desde los primeros días de la sublevación, y por la zona de las Encartaciones la frontera con Burgos se hallaba cerrada para la República. Tal era la situación existente, además de una gran división de las fuerzas combatientes antifascistas en el Norte, cuando en marzo de 1937 el enemigo inició su campaña a fondo en ese frente, persiguiendo como primer objetivo la conquista de la rica e industriosa provincia de Vizcaya.

Las fuerzas de maniobra del Ejército franquista, compuestas de más de 50.000 soldados de primera línea - a los que se unieron en el curso de la batalla las brigadas navarras 1ª, 2ª, 3ª y 4ª organizadas por Mola -, reforzadas con el Cuerpo italiano y apoyadas por unas 50 baterías de artillería, la "Legión Cóndor", la "Aviación Legionaria" y la flota franquista -sostenida ésta con submarinos italianos y contando con la cooperación de los acorazados alemanes de control en el Norte- comenzaron la ofensiva el 31 de marzo. Esta, en su desarrollo cobraría el carácter de una verdadera guerra total, bombardeando y arrasando el adversario poblaciones pacíficas alejadas del frente y que no constituían ningún objetivo militar.

La aviación nazi -que daría así un terrible anticipo de lo que más tarde seria una práctica corriente suya durante la segunda guerra mundial- redujo salvajemente a ruinas y cenizas, entre otras, las villas de Durango y Guernica -santuario del pueblo vasco-, causando millares de muertos y heridos entre la población civil.

La heroica pero desorganizada resistencia de las milicias vascas, carentes además de medios suficientes para contrarrestar la tempestad de hierro y fuego que caía sobre ellas desde el aire, el mar y la tierra, no pudo contener el avance de enemigo, que entró en Bilbao el 19 de junio, mes y medio después de empezada la ofensiva.

Para analizar u opinar seriamente sobre el Norte hay que partir de esa realidad de la intervención nazi-fascista a que se alude más arriba. Luego, todo lo demás, que fue mucho, tanto, que si no se entra en el fondo del problema, parece lo sobresaliente. Pero dejemos esta cuestión al cuidado de los historiadores.

Después de la ocupación de Bilbao, el enemigo seguía manteniendo allí el grueso de su Ejército y se aprestaba a proseguir sus acciones para liquidar el Norte. La República debía hacer cuanto pudiera para impedido.

Esto motivó la primera operación ofensiva del Ejército Popular, conocida con el nombre de Batalla de Brunete, que se desarrolló en el mes .de julio de 1937.

Se eligió el frente del Centro porque éste reunía las condiciones de urgencia y efectividad que el Norte necesitaba.

En Madrid estaban las reservas constituidas después de Guadalajara, con las que se habían creado dos grades unidades de maniobra (primero el V Cuerpo, a mi encomendado, y luego el XVIII, al mando del teniente coronel Jurado), con las brigadas y batallones de mayor experiencia combativa que habían intervenido en todas las batallas libradas en el curso de la guerra y tenían la moral de la victoria defensiva que culminó en el Jarama y en Guadalajara, imponiendo al enemigo el abandono de sus planes iniciales.

El efecto de esta victoria política y estratégica de la defensa activa republicana no era desdeñable como factor moral.

En el frente del Centro estaba, asimismo, el objetivo vital sobre que golpear para que la ayuda al Norte fuera efectiva. Ese objetivo eran las tropas que asediaban a Madrid. Por añadidura, también era vital para nosotros alejar a esas tropas de las inmediaciones de la Capital.

La operación de Brunete era, por su carácter, una acción de cooperación operativa de frentes: el de Madrid con el del Norte. Perseguía como objetivo principal (estratégico) detener la ofensiva enemiga en el' Norte, a fin de hacer ganar tiempo a nuestras fuerzas para el mejoramiento de sus defensas, la organización y el complemento de sus unidades desgastadas y la máxima movilización de los recursos locales.

Su objetivo operativo era, como queda dicho, alejar al enemigo de las proximidades de Madrid.

Para alcanzar los objetivos propuestos, lo decisivo era el ritmo en la ejecución, aprovechando exhaustivamente la su­perioridad inicial sobre el enemigo.

Catorce brigadas, apoyadas por 54 cañones y 90 ingenios blindados, cuatro escuadrones de caballería, con la cooperación de 140 aviones (50 Katiuskas de bombardeo, 40 Moscas y 50 Chatos de caza), atacarían desde el Noroeste de Madrid en la dirección general de Brunete y más al Sur. Cuatro brigadas, con el apoyo de 27 cañones y 40 tanques, lo harían, a su vez, en dirección Oeste sobre Carabanchel Alto.

El V Cuerpo, con las divisiones 11 (brigadas 1-9 y 100), 46 (brigadas 10 y 101) y 35 (brigadas 11 y 32), y el XVIII Cuerpo, con las divisiones 10 (brigadas 2 y 3), 15 (brigadas 13 y 15), y 34 (Brigadas 3, 16 y 68), concentradas en la región de Valdemorillo y al Nordeste, romperían el frente enemigo en dirección Sur, entre Navalagamella y Villanueva del Pardillo,

avanzando y liberando Quijorna, Villanueva de la Cañada y Brunete. Su avance posterior proseguiría hacia el Este, con el fin de establecer pasos sobre el río Guadarrama en las direcciones de Villaviciosa de Odón y Boadilla del Monte.

El flanco abierto de las fuerzas que actuaban en esta dirección lo aseguraría el V Cuerpo.

Los Cuerpos V y XVIII deberían intentar establecer enlace de fuego con las unidades del II, cuyas brigadas 41 y 42 en primer escalón tenían la misión de romper el frente enemigo entre Villaverde y el Basurero, conquistar ambos, abriendo paso a las brigadas 19 y 17 que, avanzando sobre Carabanchel Alto y luego hacia Alcorcón, buscarían en este último punto el enlace con las unidades del XVIII Cuerpo.

En el vértice Santa Ana

Después de recorrer el terreno que iba a ser, el teatro de operaciones, comprendido entre los ríos Perales y Aulencia -luego el Guadarrama-, y vistas sus características, así como el sistema defensivo del enemigo, la situación aparecía así:

Un frente de 8-10 km. defendido por las unidades de la 75 división del enemigo, al mando del coronel Iruretagoyena, que se apoyaba en los accidentes más sobresalientes del terreno y en los puntos poblados siguientes: Navalagamella cotas sin nombre al Nordeste del macizo que corona el vértice Llanos - vértice Lijar - Villanueva del Pardillo.

Los centros de resistencia principales en el sector donde se realizaba el ataque eran: Cerro Llanos - Villanueva de la Cañada - Villafranca del Castillo; más al interior, en el sector de ataque del V, Quijorna y Brunete. Todos estaban organizados para la defensa circular, con trincheras y alambradas, nidos para las ametralladoras y plataformas para las piezas antitanques, defendidos por fuerzas de, uno a dos batallones, según los casos.

En su configuración general, el terreno desciende de N. a S. Superados los vértices Llanos y Lijar, el terreno cruzado por barrancos, cañadas y arroyuelos, con algunos morrones, puede caracterizarse de -llano. La parte que cruza el río Perales en su primer tramo es la más elevada. Luego, al Sur de Llanos, desciende al nivel general, siendo alterno el dominio de una orilla sobre la otra. En lo que concierne al Guadarrama, su orilla izquierda domina la derecha, estando bajo su observación la única comunicación que cruza esta zona: la carretera de Madrid al Escorial, en su tramo vértice Lijar- Villanuevade la Cañada-Brunete.

Por su vegetación, éste es un terreno completamente abierto a la observación aérea. Al N. de Brunete existen algunos encinares y olivares muy claros y de poca talla. Al Este de Quijorna hay un pellizco de bosque espeso; otro más tupido cubre las faldas de la cota Llanos, de pendientes muy abruptas, coronada por una calva en cuyo centro se alza una construcción de piedra y ladrillo. Un bosquecillo de unos 8 km. de largo -considerados en dirección del curso del Guadarrama- por 5 de ancho, con su centro en la confluencia del Guadarrama con el Aulencia, destaca en esta zona. Otro más pequeño, al Sur del anterior, está situado en la orilla izquierda del Guadarrama, pasando por sus extremos dos carreteras que, partiendo de Brunete, llevan res­pectivamente a Boadilla del Monte y Villaviciosa de Odón. El resto del terreno es rastrojo, está cubierto de viñedos en la parte más oriental o de retama formando matorrales.

La zona donde tenia que actuar la agrupación fundamental de fuerzas republicanas no tenia más comunicación que la ca­rretera de El Escorial a Madrid, en su tramo Valdemorillo -Villanueva de la Cañada- Brunete, y ésta había sido asignada al XVIII Cuerpo, actuando el V sin comunicaciones.

Tenia como ventaja que el terreno base de partida para la ofensiva dominaba inicialmente el dispositivo de la defensa enemiga, contando en él con buenos observatorios y posiciones de fuego para la artillería. Luego, con la salida a Brunete, esas características cambiaban en sentido contrario.

En la otra dirección del ataque republicano, la defensa enemiga venia por el saliente del vértice Basurero, pasaba por el Este del Cerro de los Amigos y el Ventorro de los Pájaros, hasta Villaverde. El sector de ataque era el comprendido entre el Basurero y el Ventorro de los Pájaros, una llanura abierta que se elevaba ligeramente hacia el enemigo. Su defensa constaba de varias líneas de trincheras continuas, reforzadas con dos líneas de alambradas y con puntos de fuego de hormigón, de los cuales tres dislocados en el vértice Basurero y uno en el Cerro de los Amigos. Los lugares mencionados y el Ven tarro de los Pájaros eran las posiciones más fuertes de la defensa enemiga. El enemigo contaba con buena red de observatorios. Por esas circunstancias, a las 24 horas se suspendió la operación sin tener éxito.

Identidad en la concepción y diferencias en la ejecución

La operación de Brunete transcurrió entré el 5 y el 27 de julio. En la dirección principal en que iba a desarrollarse, actuamos los Cuerpos V y XVIII, cuya concepción de la realización de la operación difería.

Esto, que no es ninguna herejía como regla, e incluso puede ser aconsejable, en esta ocasión fue muy negativo. Vaya rela­tar los hechos que lo demostrarían.

A las 22 horas del día 5, las unidades del V Cuerpo salieron de las zonas de concentración a fin de ocupar las bases de partida para el ataque, iniciando las operaciones de Brunete. En su zona de acción, el XVIII Cuerpo había decidido aduar en la forma "clásica". El V lo hacía saliéndose de lo "clásico".

Este hecho y otras cuestiones de las que más adelante hablaré, rompían la unidad de acción de las dos grandes unidades, descartando de antemano el factor sorpresa en las acciones del XVIII Cuerpo, y creando con ello a sus combatientes mayores dificultades para alcanzar sus objetivos.

Es decir, ya en su arranque faltó en la operación lo que se llama coordinación de las acciones de las dos grandes unidades participantes, coordinación tanto más necesaria, cuanto que el XVIII Cuerpo actuaba sobre la única comunicación existente y cuya rápida conquista interesaba vitalmente al V porque sólo por ella debían ser abastecidas sus unidades.

Debo explicar por qué ocurrió así. Por segunda vez, el día 3 de julio, 48 horas antes de comenzar la operación, propuse en el Canto del Pico (puesto de mando del Ejército del Centro), ante el ministro Prieto, el general Miaja, el coronel Rojo, el teniente

coronel Muedra y el teniente coronel Jurado, jefe del XVIII Cuerpo, un cambio radical en el plan de realización de la operación, cambio que consistía en iniciado de noche con la acción simultánea de las vanguardias de los dos Cuerpos.

Estas vanguardias debían penetrar por los grandes espacios existentes en la defensa enemiga y, desde el interior de su dispositivo, caer al alba por sorpresa y simultáneamente sobre sus centros de resistencia principales, tanto los de primera línea como los situados a retaguardia, antes de que pudiera esbozar la resistencia, para, en unos casos, tomados, y, en otros, dejados vigilados con las fuerzas correspondientes -las mejores posible- y profundizar con el grueso de los efectivos de las unidades para la consecución de objetivos más lejanos. Pero aquella proposición fue rechazada por el teniente coronel Jurado, El jefe del Ejército nos dejó en libertad para actuar con arreglo a nuestros planes respectivos. En vista de ello, pedí al general Miaja, y lo remaché ante el jefe de aviación allí presente, que se suspendieran los bombardeos sobre los objetivos fijados al V Cuerpo hasta que yo lo pidiera, lo que me fue concedido. Debo decir, en respuesta a quienes me lo han preguntado, que concebía y concibo el ejercicio del mando de una forma más viva y directa.

Yo daba siempre órdenes verbalmente -ese era mi estilo- ante los jefes de las unidades subordinadas (en este caso las divisiones 11, 35 y 46) Y mi jefe de E.M., con la presencia de los jefes de las diversas armas de la unidad que mandaba y de los oficiales de E.M. Algunas veces convocaba a los jefes de unidad hasta segundo escalón. La orden por escrito que mandaba después, servía más como recordatorio que como directiva de ejecución.

En el desarrollo de los combates me desplazaba, cuando era necesario, al sitio que correspondía, si tenía que impartir nuevas órdenes o disposiciones, y actuaba de forma idéntica. Era hábito en mí, si no se trataba de problemas de gobierno o de misiones de aquel nivel que me fueron confiados en la se­gunda mitad de la guerra, enterar a mis subordinados de todo lo necesario, basándome en la confianza que tuve siempre en ellos.

Y solía terminar las órdenes designando a mi sustituto entre uno de ellos. Algunas veces no se lo decía ni al interesado, pero sí a mi jefe de E.M. A todos les exigía procedieran de igual modo en su esfera de acción, a fin de tener prevista la continuación del mando. Por cierto, aunque sea adelantarme al momento en que se produjo, viene a punto señalar el primer incidente que tuve con el ministro de la Guerra, Indalecio Prieto.

En pleno apogeo de la Batalla de Brunete, al volver uno de los días hacia las 21 horas de mi puesto de mando, situado en "Pico y Pala", al segundo escalón, instalado en Valdemorillo, salió a mi encuentro el teniente coronel Sánchez Rodríguez, jefe de E.M. del V, y me entregó una orden del Ministro. En ella, Prieto designaba al coronel Verdú, 2° jefe del V, y al entonces teniente coronel Bayo, amigo mío, 2° jefe de E.M. Cogí la orden y escribí al dorso:, "No ha lugar a cumplimentar. El 2° jefe del V, si me ocurre algo, está ya designado por mí". Y la firmé. Con Bayo y Verdú, a quienes informé de mi respuesta, que ambos aprobaron, y que les entregué para el ministro, departimos amigablemente Sánchez Rodríguez y yo hasta su marcha.

Volviendo a coger el hilo de Brunete, expondré lo esencial de la orden que di para su ejecución:

Una brigada de la 11 división, a designar por Líster, su jefe, y la 10 brigada (que mandaba Policarpo Candón) de la 46 división, cuyo jefe era Valentin González "El Campesino", saldrían de su lugar de concentración a las 22 horas a fin de ocupar las bases de partida para su acción. Esta debería dar comienzo a las 24 horas.

Las dos brigadas acodadas tenían la misión de penetrar en la retaguardia enemiga por los intervalos existentes en su defensa y, al pisar el camino de Quijorna a la carretera Villanueva de la Cañada- Brunete, la 10 brigada proseguiría hacia Quijorna, mientras la brigada de la 11 división continuaría hacia Brunete. La brigada 101 (que mandaba Merino), también de la 46, rodearía con uno de sus batallones el Cerro de los Llanos y con las fuerzas restantes atacaría las posiciones enemigas existentes al Este del río Perales, a partir de Navalagamella, y aseguraría el flanco derecho del Cuerpo.

Las fuerzas que marchaban sobre los Llanos, Quijorna y Brunete ocuparían posiciones idóneas próximas a sus objetivos, para con las luces del alba asaltarlos y conquistarlos.

A las 5 horas del día 6 de julio, las fuerzas del primer escalón del V Cuerpo, esto es, las divisiones 11 y 46, se encontraban ante sus objetivos: las unidades de la 11, cercando Brunete, que conquistaron al primer golpe, sin bajas; en cuanto a las de la 46, su brigada 101 había arrollado las posiciones enemigas en su sector de acción y salido a la orilla Este del Perales. La otra brigada de la 46, la 10, había salido ante Quijorna, pero sólo con dos de sus batallones: uno mandado por Justino Frutos; del nombre del otro no me acuerdo. Un tercer batallón, que mandaba Domiciano Leal, rodeaba el Cerro de los Llanos, y el cuarto quedaba en reserva. Más adelante expondré el alcance de estos cambios de decisión.

Hacia aquella misma hora, las fuerzas del XVIII Cuerpo comenzaron su acción. La 34 división, que mandaba José María Galán, marchaba en su primer escalón. Sus unidades, apoyadas por un servicio de la aviación, realizado a las 5,30 y al que siguieron 30 minutos de preparación artillera, ocuparon el vértice Lijar, abandonado por el enemigo a los primeros disparos, y comenzaron el ataque a Villanueva de la Cañada.

La dinámica de la ofensiva

El período ofensivo de la operación duró del 6 al 13 de julio. El día 6 amaneció con el ataque simultáneo de las fuerzas del V Cuerpo a los objetivos que le habían sido fijados, tanto los correspondientes a su misión inmediata, como los de su misión lejana.

Y fue esta última la primera que se alcanzó. La 11 división, llevando en vanguardia la 100 brigada, mandada por Luis Rivas (la última organizada), conquistó Brunete en su primera acción. Lo defendía un batallón de falangistas. Al mediodía se habían hecho 140 prisioneros; como trofeos se cogieron un cañón antitanque, el armamento de un batallón, una columna de camiones con munición y 4 coches ligeros. En el flanco derecho del V, el jefe de la 46 división había modificado las órdenes recibidas en el sentido siguiente: la misión de cerco del Cerro que corona el vértice Llanos se la encomendó a un batallón de la 10 brigada, mandado por Domiciano Leal, en vez de dársela a uno de la 101, como yo había indicado. Con esto disminuyó la fuerza de choque y la capacidad de maniobra de aquélla, pues sólo atacaban Quijorna dos batallones. Además, por cierta desorientación, había fallado la sorpresa. Las fuerzas propias se empeñan en el ataque a las dos lomas inmediatas a la localidad, una el cementerio, desde el que el enemigo los hostiga fuertemente, pues han hecho de él una de las posiciones más sólidas, y

otra cota gemela más al Oeste, cuya conquista daría ya la mitad de Quijorna y el control de sus accesos al S. y al O. Lo dicho se completa con el sistema desarrollado de la defensa de Quijorna, defensa circular, con alambradas de tres filas de estacones en los puntos claves. Por otro lado, un Taborde Cazadores de Ifni que se encontraba antes en Brunete, había sido trasladado a la caída de la tarde del día 5 para reforzar Quijorna.

En el frente del V Cuerpo la jornada del 6 terminó en el sector de ataque de la 46 división habiendo cubierto la 101 (otra brigada nueva) todos sus objetivos, saliendo a la orilla del Perales; la 10, con sus batallones dispersos como antes he señalado. En el sector de la 11 división, ésta había conquistado Brunete, y derrotado un batallón enemigo cuando se dirigía a reforzar a los suyos en Villanueva de la Cañada. Sobre esta localidad envió uno de sus batallones, aislándola y cooperando así a los ataques de las fuerzas del XVIII Cuerpo. Entre los prisioneros hechos aquel día había un coronel, jefe de la artillería de la 75 división.

Y es en este momento cuando se sintieron los efectos negativos de la falta de cooperación de las unidades del V y del XVIII Cuerpos, así como la falta de dirección operativa del jefe de este último y del jefe del Ejército. Estos actuaban de manera esquemática y se mantenían aferrados a sus planes primitivos, sin aprovechar, como !les propuse al mediodía de esta primera jornada, la favorable situación creada por el avance de las unidades del V y la liberación de Brunete, valiéndose de la cual era posible instalar en las proximidades del lugar poblado el grueso de las unidades del XVIII Cuerpo y crear así la superioridad de fuerzas necesaria en el lugar decisivo para arrollar a las unidades enemigas que intentaban detener nuestra ofensiva, lo que le hubiera permitido avanzar resueltamente y profundizar hasta sus objetivos lejanos antes de que el enemigo se hubiera reforzado con las nuevas unidades de sus reservas, que precipitadamente empezaba a enviar a la región de Brunete.

La 35 división seguía situada en la región Noroeste de Valdemorillo, sin que mi decisión de introducida en el combate, con la misión de explotar el éxito inicial en la dirección determinante de Villaviciosa de Odón, pudiera llevarse a cabo por la prohibición del mando del Ejército, el cual impedía su utilización porque "temía" contraataques enemigos desde la dirección de Navalagamella.

En el sector del ataque del XVIII Cuerpo, la jornada del día 6 pasó en blanco:

- la 34 división había realizado varios ataques a Villanueva de la Cañada, sin éxito;

- la 15 división, con la que preveía atacar Villafranca del Castillo el mismo día 6, la trasladé a reforzar el ataque sobre Villanueva de la Cañada;

- la 10 división, también la había sujetado el general Miaja por el mismo motivo que la 35 del V Cuerpo.
Como conclusión de esta primera jornada aparecen claras varias cuestiones:
Una, que no fueron 14 brigadas las que actuaban en la dirección principal de ataque, sino 10 solamente, o sea, casi un

tercio menos.

Otra, que par la extensión del frente (10 km.), la existencia de una sola comunicación y el carácter de la defensa enemiga, hubiera sido más conveniente designar un solo mando para dirigir sobre el terreno la operación. Otra variante podía haber sido que uno de los dos Cuerpos tuviera la misión de ruptura hacia el objetivo lejano: Brunete y su región, dejando al otro para explotar el éxito en profundidad.

La influencia de la ofensiva de Brunete en la marcha de los combates del Norte fue fulminante. Los defensores de Santander observaron la retirada de su cielo de la aviación fascista y la salida de un buen número de unidades que acudían al Centro.

Sirva de testimonio, entre otros que pudiéramos aducir, el comunicado que el jefe de Estado Mayor de la zona Norte, Francisco Ciutat, envió al EM.C.: "La acción de ustedes en el Centro, le ha obligado a desplazar sin descanso las fuerzas empleadas en el frente vasco, las que sin duda deben ser consideradas por el contrario como fuerzas de choque".

Es decir, al comienzo de la operación ya se había alcanzado su objetivo estratégico: las actividades combativas del ene­migo en el Norte cesaron totalmente.

Sigue la ofensiva

La jornada del 7 se abrió con un éxito importante en el sector del XVIII Cuerpo y se cerró con otros en el sector del V.

Aquél se consiguió en Villanueva de la Cañada, donde en la noche del 6 al 7 hablaron las bombas de mano y se luchó cuerpo a cuerpo en el pueblo, en el que irrumpieron los combatientes de la 34 división.

Al amanecer fue liberada Villanueva de la Cañada y destruida su guarnición; de la que se hicieron 500 prisioneros. Se conquistaron los trofeos siguientes:

El armamento de dos batallones, 2 cañones de 105 mm, 2 piezas antitanques de 37 mm, 600 fusiles y un depósito de municiones.

Ya vencida la jornada del 7, el batallón de la 10 brigada que mandaba Domiciano Leal conquistó en el tercer ataque que realizó el macizo que corona Los Llanos, haciendo un centenar de prisioneros marroquíes. Otros se suicidaron dándose el tiro de vientre, clásico en ellos. Núcleos sueltos, a la amanecida del día 8, atacaron a la desesperada mi puesto de mando en "Pico y Pala". Se hicieron prisioneros y se tomaron como trofeos dos piezas antitanques, varios morteros, ametralladoras y 300 fusiles.

Las demás unidades del V Cuerpo no modificaron la situación en sus acciones de los días 7 y 8. Quijorna siguió resis­tiendo y al final del 7 reforzó el enemigo su defensa con un nuevo batallón. Tampoco los ataques del día 8 lograron sus objetivos.

La 11 división prosiguió en su frente las acciones combativas. El retraso en el cumplimiento de sus misiones por las unidades del XVIII Cuerpo obligó a la 11 a tener que atender el frente del vecino, distrayendo fuerzas importantes al Este de Brunete, lo que debilitó su capacidad de penetración hacia su objetivo: los pasos sobre el río Guadarrama en la comunicación Brunete-Villaviciosa de Odón. El día 7, fuerzas de la 13 división enemiga, cifradas en 4-5 batallones, tomaron contacto con las unidades de la 11 al Sur y al Sureste de Brunete, viniendo de Sevilla la Nueva y Villaviciosa de Odón, ocupando una serie de cotas que cubrían dichas direcciones. En los combates del 7 Y el 8.se fue localizando la lucha al Sur de Brunete y en la

comunicación a Villaviciosa, en la serie de cotas 670, 640, 620 -otras sin nombre-, ocupadas por unos tres batallones enemigos. Este fue desalojado de la 670.

Otro hecho importante en el frente del V Cuerpo, ya vencida la jornada del 7, fue la aparición de una agrupación de fuerzas compuesta, por lo menos, de dos batallones de la 150 división enemiga que avanzaban por la comunicación que, a unos 5 km. al Sur de Perales de Milla, sigue en dirección Nordeste hacia el cruce del camino Quijorna-Brunete, a distancia casi igual de ambos pueblos, donde había un intervalo de unos 6 km. entre las divisiones 11 y 46.

Entonces me autorizaron a emplear la 35 división, que mandaba el general Walter. Sólo tenía dos brigadas: la 11 y la 32. La 11 brigada Thäelmann, que por su nombre y sus hechos me recordaba a mi batallón de la Sierra, con las diferencias correspondientes de tiempo, lugar y dimensión, cumplió con brillantez las misiones que di a la 35 división: derrotar: a las fuerzas enemigas de la 150 división ya mencionadas y salir al cruce de caminos, 4 km. al Sur de Quijorna; fortificarse e instalarse allí sólidamente; asegurar los flancos de las divisiones 11 y 46.

En el frente del XVIII Cuerpo, después de la liberación de Villanueva de la Cañada, las fuerzas de la 34 división salieron en el río Aulencia hasta su confluencia con el Guadarrama. Más al Sur, un batallón de la 13 brigada (de la 15 división) que mandaba Gal cruzó el Guadarrama, avanzando alrededor de un km. por el camino de Brunete a Boadilla del Monte. La 10 división seguía en reserva.

En estas jornadas las fuerzas del XVIII Cuerpo tenían ante sí a la 12 división enemiga, que "llegó a contar 19 unidades", es decir, efectivos equivalentes a los de la 15 (8 batallones) y 34 (12 batallones) divisiones republicanas.

También se localizó una importante concentración de fuerzas del enemigo en la región al Sur de Navalagamella, ante la 101 brigada de la 46 división, que en el sector que ocupaba al Este del Perales había efectuado importantes trabajos defensivos construyendo trincheras de perfil completo, situándose en buenas condiciones para poder cumplir su misión.

En estas jornadas la actividad de la aviación enemiga fue muy intensa. El día 7 las formaciones VB /88 y A /88 bombardearon dos veces el Norte de Brunete y otras tantas Valdemorillo y Villanueva de la Cañada.

El día 8 ambas formaciones efectuaron varios bombardeos. Otra formación, la K /88, bombardeó por la noche el bosque de Brunete y, a partir de ese día, la presencia de la aviación enemiga y sus bombardeos nocturnos sobre la zona de operaciones y sus comunicaciones fue constante y sin reposo. También la formación J /88, de cazas, desarrolló, a partir del día 7, una gran actividad.

Esto era una confirmación más del éxito estratégico de la operación. Ese mismo día fue destituido el jefe del XVIII Cuerpo, teniente coronel Jurado. En su puesto designaron al también teniente coronel profesional Segismundo Casado.

Últimos días de la ofensiva

Entre los días 9-13 de julio, fecha esta última en que el mando del Ejército nos ordenó .a los V y XVIII Cuerpos pasar a la defensa, prosiguieron los combates que ilustran el último periodo ofensivo de la operación de Brunete, manteniéndose la iniciativa de la lucha en nuestras manos.

Sus episodios combativos más destacados fueron: En el sector del V Cuerpo, la toma 4e Quijorna, el día 9, por la 10 brigada, reforzada con dos escuadrones de caballería y con la colaboración de un batallón de la 11 brigada que sostenía el ataque de la 10 desde el día anterior.

Se efectuó sin la participación del jefe de la 46 división, Valentín González, cuyas directivas anulé ante Policarpo Candón, jefe de la 10 brigada, en cuyo puesto de mando me instalé a las 8 horas del día 9. Con Candón había estudiado el día 8 sobre el terreno el ataque que nos daría Quijorna.

La guarnición de Quijoma constaba de tres batallones, que lucharon bien. Su táctica era simple: cuando nuestra aviación bombardeaba, salían a las trincheras, y durante la preparación de artillería se retiraban al pueblo, en cuevas y refugios inmediatos, para volver a ocupar la defensa antes de que el atacante pudiera alcanzada. Lo comprobé personalmente con Candón. Es decir, fallaba la coordinación de la artillería, los tanques y los combatientes.

El día 9 se superó aquella debilidad. Simultaneamos el bombardeo de la aviación propia con fuego de artillería a cadencia rápida durante el tiempo que duraba aquél, lo que hizo impacto en el enemigo, al que vimos desconcertado.

Hacia las 10,30 empezó Una breve preparación de artillería, para desalojar las trincheras, y, a continuación, se transpor­taron los fuegos, cuidadosamente preparados, a los lugares elegidos de los caminos de acceso y evacuación de las trincheras. En este momento entraron en acción seis tanques, los únicos que había, que acompañaron a los combatientes sin separarse ni rezagarse de ellos.

El éxito empezó a dibujarse. El ataque era general. Pero había que ganar primero el cementerio y el montículo inmediato a su Oeste. Este último la conquistó el batallón que mandaba Justino Frutos; en el cementerio, la primera unidad que lo asaltó y tomó fue la compañía especial de la 46 división. Su comisario, Miguel Bascuñana, la llevó al combate, primero al cementerio y luego al pueblo.

El enemigo empezó a ceder y a retirarse hacia su retaguardia. El jefe de la caballería, oculta en el pellizco de bosque que ante mencioné al Norte de Quijorna, esperaba mi señal. Dimos 15 minutos más de tiempo al enemigo para lanzarle la caballería, la cual le cayó encima sorprendiéndole y cumpliendo su misión. Antes del mediodía había caído Quijorna. Se hicieron más de 200 prisioneros. Se tomaron como trofeos 3 cañones antitanques de 45 mm, 5 lanzallamas, 3 morteros, 1.000 fusiles y bastantes máquinas automáticas; casi otro tanto fue destruido en el curso del combate.

En su intento de progresar hacia el Sureste y cubrir sus objetivos, las unidades de la 11 división tropezaron los días 9 y 10 con una tenaz y cada vez más organizada resistencia de las fuerzas de la 13 división enemiga, que efectuó contraataques parciales en distintos sectores para mejorar sus posiciones, produciéndose combates de particular violencia en los que los

combatientes de la 11 ganaron las cotas 640-620 y otras al Sur del km. 3 del camino de Brunete a Boadilla, pero sin poder alcanzar los pasos del Guadarrama en aquella dirección.

La 11 brigada de la 35 división rechazó el día 10 un, violento ataque enemigo con fuerte apoyo de artillería y aviación, en el que participaron efectivos de unos tres batallones.

En esa misma jornada la 10 brigada, que ocupaba posiciones a medio camino de Quijorna a Perales de Milla, llegando con su flanco al río Perales, tuvo que hacer frente a un violento ataque enemigo, lo mismo que la 101. Los ataques enemigos se prolongaron hasta el día 12 sin alcanzar sus objetivos.

En el sector del XVIII Cuerpo, la 19 división, que mandaba el teniente coronel Enciso, entró al combate con sus brigadas 2 y 111, teniendo la misión de liberar Villanueva del Pardillo. Al final de la jornada del 10 irrumpieron en la localidad, donde se prolongaron los combates de calles durante toda la noche del 10 al 11 de julio. Al amanecer de este último conquistaron el pueblo, haciendo.600 prisioneros, entre ellos 6 oficiales. Cogieron como trofeos dos cañones antitanques, 15 ametralladoras y 900 fusiles.

Las fuerzas de la 34 división siguieron en el Aulencia. La 15 división avanzó hada el Este, pasando el Guadarrama y progresando unos 4 km. Allí fue detenida la 15 brigada; antes lo habla sido la 13, en el vértice Romanillos.

El día 11, el enemigo contraatacó, en dirección general Oeste, en todo el frente del XVIII. En este contraataque participaron las divisiones 5ª "Navarra", que mandaba Bautista Sánchez, y la 12, al mando de Asensio Cabanillas, apoyadas sus acciones por una importante masa de aviación de bombardeo y caza, más unas 60 piezas de artillería. La 5ª "Navarra" partiendo de sus posiciones a la altura de los vértices, Romanillos y Mosquito, actuó en la dirección de Boadilla del Monte-Brunete, en el sector defendido por las brigadas 13 y 15 de la 15 división, mientras que la 12 división enemiga, formada en un solo escalón y con el objetivo de recuperar a toda costa Villanueva del Pardillo, atacó las posiciones defendidas por la 111 brigada de la 10 división y las unidades vecinas de la 34. Los ataques del enemigo se prolongaron durante todo el día 11 y parte del 12, siendo rechazados, en todo el frente, por las unidades del XVIII Cuerpo. En la contención del ataque franquista participó algún batallón de la 12 brigada, perteneciente a la 45 división, que mandaba Kleber, la cual en esos días pasó a formar parte del XVIII Cuerpo.

Con la jornada del 12 del julio terminó la primera fase de la operación de Brunete. A partir de entonces, la iniciativa de los combates pasó a manos del enemigo.

En lo que se refiere a la aviación franquista e intervencionista, hacia el día 10 consiguió, por su masa, el dominio del aire. Ese día, la Legión Cóndor, al completo, hizo cuatro raids. No obstante, en todo el tiempo de duración de los combates, la aviación republicana demostró su gran pericia, alta capacidad profesional y extraordinaria moral combativa.

En el orden de los éxitos de la aviación republicana hay que destacar que puso fin a los vuelos nocturnos del enemigo. Este, utilizando las características particulares del sector de operaciones, con una vía de comunicación ya antes mencionada, la de Valdemorillo-Brunete, por donde se hacían todos los transportes, puso en práctica el vuelo de bombardeo y ametrallamiento de nuestras comunicaciones durante la noche, creando serias dificultades al abastecimiento de los combatientes y frenando mucho el movimiento de las reservas. La aviación republicana en vuelo nocturno (abrió la marcha el audaz piloto soviético Serov, más tarde Héroe de la Unión Soviética, que fue el primero en realizado, imitado en seguida por el español Armario) derribó aviones de bombardeo enemigos que cumplían aquellas misiones, obligándolos a desistir. Fue la primera vez que se realizaba tal hazaña.

Los refuerzos de infantería trasladados al frente de Brunete el 10 de julio fueron las divisiones enemigas 12, 13, 108, 150, 4ª "Navarra" y 5ª "Navarra".

El propio historiador fascista Aznar, refiriéndose a los efectivos que ya actuaban en este frente los días 10 y 11, confiesa:

"Las tres divisiones - es decir la 12, 13 y 150 - están ya muy reforzadas, poseen unidades por encima de la cifra normal de una división".

La iniciativa pasó a manos del enemigo, que durante los días 12 y 13 realizó contraataques de objetivos limitados y siguió concentrando más unidades.

El día 13 pasamos a la defensiva, intensificando los trabajos de fortificación, que dirigía en el sector el jefe de Ingenieros del V, comandante Botella.

Mantener el éxito táctico

Si la victoria estratégica de la operación de Brunete no admitía duda, nuestro paso a la defensiva tenía como objetivo mantener el modesto éxito táctico alcanzado.

Estafase de la batalla se desarrolló del 12 al 28 de julio, en dos etapas: una del 14 al 17, en la que el peso de los ataques enemigos cayó sobre el XVIII Cuerpo, y otra, del 18 al 28, en la que los combates continuaron ininterrumpidamente hasta su final.

En los combates del 14 al 28 participó el VII Cuerpo enemigo al mando de Varela, con las divisiones: 4a "Navarra" (Alonso Vega), 5a "Navarra" (Bautista Sánchez), 12 (Asensio Cabanillas), 13 (Barrón), 75 (Iruretagoyena), 150 (Buruaga) y 108. Apoyaban sus acciones la masa artillera "nacional" y la italiana, así como todas las fuerzas de aviación, cuyas últimas unidades llegaron al frente los días 10 y 11. Estas actuaban bajo el mando del jefe de la "Legión Cóndor".

Del 14 al 17 de julio, la 12 división enemiga, "que tiene 19 unidades de tipo batallón", y la 5a "Navarra", con otros tantos, realizaron una serie de ataques contra el XVIII Cuerpo partiendo de Villafranca del Castillo y de Romanillos, en dirección general Oeste, buscando salir al Aulencia y al Norte de Villanueva de la Cañada. Todos los ataques enemigos fueron apoyados por los bombardeos y una artillería importante, la mitad de calibre pesado.

El día 15, la 12 brigada de la 45 división contraatacó desde el Norte en dirección de Villafranca del Castillo.

Como resultado de los combates del 14 al 17, el enemigo consiguió avanzar entre un kilómetro y kilómetro y medio en

algunos sectores, sin alcanzar sus objetivos. Las unidades de la 15 división mantuvieron sus posiciones en la orilla dere­cha del Guadarrama; la división 10 siguió donde estaba, manteniéndose en las posiciones entre el Aulencia y el Guadarrama; en el centro de ambas, la 34 rebasó el Aulencia, situándose en su orilla derecha.

En el sector del V Cuerpo no hubo combates. Sólo la aviación y la artillería enemigas prosiguieron sus actividades de bombardeo y hostigamiento de las comunicaciones y de los lugares donde creian que estaban nuestras reservas.

El día 18 dio comienzo la "contraofensiva general" a cargo de dos agrupaciones de fuerzas enemigas: una, constituida por las divisiones 5ª "Navarra", 12 y fuerzas de la 1ª, apoyadas por 70 cañones, concentradas en la región de Romanillos-Villafranca del Castillo, al Este del Guadarrama, atacó en dirección Oeste hacia la cota "Mocha" y el vértice Líjar, este último a 2 km. al Norte de Villanueva de la Cañada, con la misión de conquistada.

Otra, integrada por las divisiones 4ª "Navarra", 150 y fuerzas de la 71, apoyadas por 80 cañones, concentradas al Norte de Perales de Milla, en la orilla derecha del río Perales, atacó en dirección Nordeste hacia el vértice Llanos, con el objetivo de conquistado y enlazar con la anterior. (Hago notar que el vértice Llanos se encontraba un kilómetro y medio a retaguardia de nuestras fuerzas).

Esta contraofensiva general, apoyada por 160 cañones y 200 aviones, tenía el propósito, que aparecía netamente, de cortar por su base el avance republicano y estrangular nuestras fuerzas. Nuestra disposición era mantenemos dónde estábamos. Recuerdo que bromeando con los jefes de división, les dije que sería bueno que cortaran para proclamamos República independiente.

Pero al mismo tiempo tomamos las medidas correspondientes para que aquello no se produjera. La 47 división (brigadas 69 y 94), que mandaba Gustavo Durán y de la que era comisario Álvaro Peláez, entró en línea en la jornada del 17 al Sur de la 101 brigada, que mandaba Pedro Mateo Merino. La 10 brigada fue relevada.

Todos los ataques del enemigo en el frente del V Cuerpo fueron rechazados ocasionándole cuantiosas bajas. También 10 fueron en el frente del XVIII Cuerpo, en 19 fundamental, pero el enemigo alcanzó la cota "Mocha", en las proximidades del Aulencia, donde días y noches se sucedieron los combates, afectando al resto del frente del XVIII Cuerpo, cuya 15 división cedió el entrante en que se encontraba en dirección Boadilla del Monte, influenciando en su repliegue el flanco izquierdo de la 11 división del V Cuerpo.

El último esfuerzo ofensivo lo realizó el enemigo del 24 al 28 de julio. En la noche del 23 al 24 se había comenzado el relevo de la 11 división por la 14, que mandaba Cipriano Mera. El ataque enemigo al amanecer del día 24, precedido de una fuerte preparación artillera y de aviación, encontró ante si algunas subdivisiones de la 11 aún no relevadas, con sus heroicos soldados agotados por 18 días ininterrumpidos de combate, y las subdivisiones de la 14. Las unidades de esta última tenían una serie de desventajas, entre ellas la falta de suficiente experiencia para la envergadura de los combates que se desarrollaban y la no familiarización con el terreno donde se peleaba, lo que se tradujo en una defensa débil de las posiciones que se le habían confiado.

Ello me llevó a desplazarme al puesto de mando de Cipriano Mera, a quien encontré sentado en un regato del terreno, acompañado de su jefe de E.M., Berardini, verdaderamente fuera del ambiente. A mi amonestación por su actitud personal, me respondió:

- Yo soy incapaz de dirigir mi unidad.

- ¿Por qué aceptaste la responsabilidad de mandarla?

- Porque me pusieron.

- ¿Qué hago contigo? ¿Sabes lo que te mereces?

- No sirvo; fusilame.

- Antes hay que probar una vez más. Tienes que arreglar lo que has desarreglado.

- Lo intentaré si me das la posibilidad.
Cuando me marchaba solicitó mi atención para decirme:

- Te doy mi palabra de que cuando salga de aquí, me voy a ver al ministro para pedirle que me libere de este puesto. Yo no sirvo para militar.

De este insolvente hizo Prieto, consciente de su incapacidad para combatir al enemigo, un jefe de Cuerpo.

Pero sigamos con Brunete.

Como resultado de los combates del 24, las fuerzas de las divisiones enemigas 4ª "Navarra" y 13 alcanzaron los escom­bros de Brunete, que ya no contaba nada como objetivo defensivo, para ser desalojados de ellos por nuestros contraataques. Y así transcurrió la noche del 24 al 25.

El día 25, el enemigo reiteró su esfuerzo ofensivo. A nuestra vez, organizamos un contraataque con las fuerzas de la 14 división, apoyadas por la artillería propia y un batallón de tanques. Las fuerzas de la 14 partieron de los olivares y encinares Un kilómetro al Norte de Brunete, con el objetivo de contener la ofensiva enemiga y efectuar, en el proceso del combate, un paso de líneas con las subdivisiones aún no relevadas de la 11 división.

Hasta la primera mitad del día 25 las unidades republicanas intentaron avanzar, sin éxito, acostándose nuestra infantería, sumamente castigada, fijada por la densidad de fuego de las ametralladoras, la artillería y la aviación enemigas.

La misma tarde del 25 el enemigo reitero sus ataques, precedidos de una violenta preparación artillera en la que participaron más de 100 piezas, de ellas la mitad de calibres pesados, y una preparación aérea en la que intervino la aviación enemiga.

A costa de importantes bajas, los fascistas hicieron retroceder unos cientos de metros a nuestras unidades.

En la noche del 25, las reservas del V Cuerpo, representadas por la 32 brigada (al mando de Nilamón Toral) de la 35 división, entraron en combate, relevando a las fuerzas de la 14, cubriendo línea al Sur del camino que lleva a Quijoma y arranca en la mitad de la carretera de Brunete a Villanueva de la Cañada.

El día 26, la 32 brigada mantuvo en sus manos todas las posiciones que defendía. Rechazó también los ataques enemigos de los días 27 y 28. La batalla de Brunete finalizó el 28 de julio, pasando el enemigo a la defensa, después de fracasar en su

intento de restablecer el frente en sus viejas posiciones.

Ese mismo día 26 el teniente coronel Manuel Matallana me trajo la orden de hacerme cargo de las fuerzas del XVIII Cuerpo, además del V. Al pasar a la defensa, organicé el frente y todas las fuerzas salieron para sus respectivos lugares. Dos brigadas -la 32 de Nilamón Toral y otra que no recuerdo- aseguraron la defensa.

La batalla de Brunete coincidió con el primer año de guerra.

Fue la primera gran operación, ofensiva republicana. Representó un modesto éxito estratégico que frenó el plan de la campaña de verano del enemigo, consistente en la liquidación del Norte leal. Este tuvo un mes y medio de tiempo y de respiro. Como se vería después, no bastó.

La situación estratégica general favorecía al enemigo. Nosotros teníamos nuestro territorio dividido en dos zonas. El tenía el que dominaba reunido en una sola. Eso le permitía concentrar aquí o allá su potencial bélico total; nosotros no podíamos hacerlo.

Seguíamos siendo mas fuertes, pero nuestro Ejército y potencial bélico no se podían manejar como un todo. En la zona grande estábamos en condiciones de hacerle frente; en la pequeña, no.

El Ejército del Norte, por falta de espacio para su desenvolvimiento, por sus limitadas fuerzas, sus medios y las condiciones de aislamiento, bloqueado como estaba por la flota de guerra nazi, iba a ser demolido. ¿Que pudo resistir más? Sin duda. Pero ésta es una cuestión que no quiero entrar a analizar, porque no conociendo ni el territorio ni todos los factores que intervinieron en la caída del País Vasco, y más tarde de todo el Norte, mis juicios podrían carecer del necesario rigor histórico.

CAPITULO VIII

En Aragón

El 18 de agosto de 1937 fui llamado a Valencia por el general Rojo, jefe del Estado Mayor Central. Pero unos días antes, conversando con Daniel Ortega, que seguía viviendo en Lista 20, éste me enseñó una carta que le había dirigido un grupo de paisanos presos en San Miguel de los Reyes, hechos, prisioneros en Pozoblanco cuando formaban parte de una compañía de castigo a la que, irónicamente, el fascista que la mandaba le puso el nombre de nuestro camarada. ¡Qué lejos estaba el que lo hizo de pensar que aquellos hombres se encontrarían con Ortega! Al ver los nombres, algunos me recordaron personas conocidas.

Decidimos aprovechar mi viaje a Valencia para, con permiso de la autoridad, hablar con ellos y enterarme de su situación.

Creo que al entrar en Valencia se pasa por la puerta del penal. Mi idea era verlas a la vuelta, pero, al pasar, observé a un hombre trabajando subido en una escalera y otros tres o cuatro alrededor suyo, también trabajando. Los primeros que pude distinguir bien eran Manuel Sánchez, Pelufo y Antonio. No me pude contener y tiré para allá. Ellos me reconocieron al instante. Entramos dentro y en el patio estaban los demás. Encontré a mis compañeros de taller Francisco Almela y "Curriqui", así como a otros camaradas de la escuela, un gran grupo de la misma fábrica donde trabajé, algunos amigos de la calle y un cazador furtivo, al que acompañé un par de veces en domingo y con él que, siendo jovencillos, fui a torear las vaquillas de Villamarta apartadas por bravas.

Armamos el guirigay correspondiente y me enteré de cómo habían sido hechos "prisioneros". Me despedí de ellos trans­mitiéndoles los saludos de Ortega. Al día siguiente salieron para Madrid, donde Daniel los recibió. Dos de ellos, no por casualidad, estuvieron conmigo hasta el fin de la guerra.

La llamada del Jefe del Estado Mayor Central era para informarme de la situación en el Norte y darme las directivas para desplazar el V Cuerpo a Levante con el fin de participar en una ofensiva en el frente de Aragón, que cumpliera la misma misión que la de Brunete.

En efecto, el día 14 había empezado el ataque enemigo contra Santander en el que intervenían 124 batallones, 93 baterías de cañones, 2 agrupaciones de tanques y 214 aviones. He aquí el detalle, de aquellas fuerzas, según Manuel Aznar y otros historiadores de la guerra que formaban en el campo franquista:

De las fuerzas Divisiones "Plumas Ne­intervencionistas gras", "XXIII de marzo",fascistas "Littorio", "Llamas Negras" y

"IX de mayo" 50 batallones

Fuerzas mixtas: Un Cuerpo de ejércitointervencionistas" formado por las divisionesmercenarias y otras "Navarras" 2ª, 3ª y 6ªllamadas "nacionales" Otro Cuerpo de ejército

integrado por las divisiones 30 batallones "Navarras" 1ª, 4ª y 5ª.

Dos "Brigadas de Casti-30 batallones lla" 8 batallones

"Grupo Moliner" 6 batallones

Los medios de refuerzo concentrados por el enemigo para dicha operación eran los siguientes:

Total 124 Batallones

Artillería

En las sionarias

agrupaciones

divi­

66 baterías

AntitanqueAntiaérea

14 13

Tanquesblindados

y

130 unidades

Fuerzas aéreas

"Legión Cóndor"

K/88JA-52

18 14

Unidades de la "Legión Cóndor" que actuaron en los combates del Norte

K/88HE-111 A/88HE-70 18

18 3 18 9

A/88DO-17 3

J

188

HE-51 18

J

188

M-109 9

Aviación franquista JU-52 7 subordinada al mando hitleriano de Pragas 6

la "Legión Cóndor"

HE-45 HE-51

12 9

Aviación italiana

100

Total

214

Totales:

Piezas de artillería (sin contar morteros ni artillería regimental)Tanques y blindadosAviones

372 130 214

Nuestras fuerzas disponían de 40 batallones de infantería, 80 piezas de artillería y una veintena de aviones.

La defensa de Santander - unos 200 km. en toda su extensión -nacía en la costa a 10 km. al E. de Castro Urdiales, se dirigía al S. por la zona montañosa de Ordunte hasta llegar a la divisoria Cantábrica; en ésta, y siguiéndola, viraba hacia el O. pasando al N. de los lugares poblados de Villasana, Espinosa de los Monteros y Ahedo. En las proximidades de esta última, formando una gran bolsa, penetraban las posiciones republicanas por el S. hasta el valle de Lora, llegando por el E. hasta las cercanías de Soncillo y de Orbaneja, y por el O., dejando dentro Aguilar del Campo, subían por la Sierra de Brañosera al na­cimiento de la Cordillera Ibérica, a unos 15 km. al SO. De Reinosa, para continua: luego rumbo al O. por la divisoria de la Cordillera Cantabrica (Pena Prieta).

Al dar comienzo la "operación de Zaragoza" el día 23, las dudas que nuestra ofensiva suscitó en el enemigo-cuando ya había cursado las disposiciones para retirar fuerzas del Norte se disiparon por la fragilidad de nuestra defensa allá y la poca profundidad de las acciones de nuestras fuerzas acá. Y el día 26 entró en Santander. Pero no adelantemos los acontecimientos.

Un raid instructivo

El mismo día 18, después de tomar un bocado con el general Rojo, regresé a Madrid, donde di las disposiciones corres­pondientes a mi Estado Mayor, saliendo inmediatamente para Lérida.

Conducía el coche Manuel "El Moreno", fundador del Thäelmann. Más adelante sería uno de los mejores hombres del servicio de información del Estado Mayor Central, encontrándome con él en Teruel y en el Ebro cuando salía en misión de servicio o volvía de cumplida. Me acompañaban Julián Soley, que entonces era mi ayudante, y Pepe, mi enlace personal. Mi ayudante anterior, Manuel López Oceja, fundador también del Thäelmann, pasó al batallón especial del V Cuerpo a mandar una de sus compañías de ametralladoras. El jefe del batallón era Fernando Bueno y el comisario, Miguel Bascuñana.

Aquella noche no cenamos. Hacia las 11 de la noche, pasado Tortosa, Manuel, que estaba al volante desde las 7 de la mañana, ordenó, y lo acaté - en el coche mandaba él-, dos horas de alto para descabezar un sueño sobre el volante. Los demás le imitamos. Después proseguimos el viaje a nuestro lugar de destino, adonde llegamos al mediodía.

En Lérida localicé al teniente coronel Antonio Cordón - el primero que encontré - y fuimos juntos a ver al general Pozas, a quien ya conocía de Madrid. En el curso de la entrevista, Cordón me anunció que al día siguiente recibiría la orden de operaciones, como así fue.

Pasado Caspe, paramos un par de veces con la intención de comprar un poco de chacina y fruta que veíamos en los árboles. Soley entró en dos pequeñas tiendas: una tenía lo que buscábamos, pero no había nadie; en la otra le pareció vislumbrar unas sayas, pero nadie acudió a sus voces. Por fin, en una tercera casa encontró a una mujer. Salió de ella con cara de enfado, diciéndome que se podía comprar algo, pero que no querían cobrar. Le insistí en que pagase lo que fuera y lo trajese, quedándome disgustado porque no acertaba a explicarme el por qué de aquella conducta. Soley volvió con algunas vituallas y di la orden a Manolo de que siguiera adelante. Cuando íbamos a arrancar, salieron de la casita una mujer, una muchacha joven y un mozalbete. Corrieron hacia el coche con una serie de cosas: una cestita con huevos, un trozo de lomo y las primeras uvas. Nos ofrecieron todo regalado. Les dimos las gracias e invité al muchacho -que tendría unos doce años- a que se acercara más. Al preguntarle si quería venir a pelear con nosotros, me respondió con otra pregunta que revelaba por qué habían cambiado de actitud:

- Ustedes son del gobierno, ¿verdad? La madre exclamó temblorosa:

- ¡Gracias a Dios que habéis llegado!
Nos bajamos del coche. La madre y la jovencita, que era su hija, nos contaron cosas tremendas.

- Se han llevado a las mozas para eso que dicen amor libre -dijo la madre, añadiendo tres nombres de chicas del pueblo-. Ahí están ahora, que las han echado después de tenerlas como mujer uno y otro y otro. Tras una pausa, agregó: No saben ustedes lo que sufro. Y se quedó callada.

Su hija se puso colorada y dijo como respondiéndola:

- Tengo el cuchillo grande. El que venga por camino tor cido, lo cata.

Interrumpiéndose una a otra, la madre y la hija nos fueron explicando, en imágenes breves, el cuadro vivo de los "ensayos" libertarios.

- Miren las mujeres vestidas de negro. Muchas es de ahora.

- Es que estos no hacen la guerra a los de Zaragoza; la hacen a los de aquí, a nosotros.

- Se han llevado los mulos.

- El dinero de Madrid no vale, dan unos papelicos.

- Dicen que ahora todo es de todos.

- Se lo llevan todo y falta el pan y el aceite y...

- Dicen que lo venden en Francia.

Pepe, joven sereno y recto, estaba demudado y con los rasgos crispados. Todo se aclaraba. La pequeña hacienda abandonada, las sayas desapareciendo, la respuesta "nada"... Contestar nor­malmente dando el precio, había costado caro a muchos.

Estábamos en el feudo de Aragón y en la zona de sus tropas, la 25 división, que mandaba Ortiz, un facineroso. Su jefe, Joaquín Ascaso, hermano del famoso anarquista que cayó valientemente en el asalto al Cuartel de Atarazanas de Barcelona, era el capitán de una banda de delincuentes que, en nombre de la República, habían despojado a los habitantes de la región hasta del derecho a respirar.

Durante los meses de agosto y septiembre que permanecimos allí, conocimos más a fondo la tragedia del campo aragonés en Azaila, Escatrón, Híjar, Puebla de Híjar, Vinaceité, Albalate del Arzobispo y otros pueblos ribereños del Ebro. En todos ellos, la llegada de las unidades del V cuerpo fue recibida con alegría. Entonces tenían quién los defendiera y en quién ampararse.

Preparando la operación

Al amanecer del 20 ya estaban instalados Sánchez Rodríguez, las secciones de Información y Operaciones del Estado Mayor y mi puesto de mando en las proximidades de Azaila, en la bifurcación de carreteras que llevan a Quinto y Belchite. Había llegado la orden de operaciones del Ejército y las unidades terminaban su concentración en los lugares previstos. Durante el 20 y 21 se hicieron los reconocimientos. La situación del frente permitía -y obligaba- instalar los observatorios en "terreno de nadie", entre las dos líneas, pues había lugares en los cuales la distancia entre nuestras fuerzas y las del enemigo se contaba por kilómetros.

Salí de reconocimiento en dirección Belchite, y en una casilla de peones camineros, rodeada por una alambrada corriente de finca, me encontré con un pelotón de nuestras fuerzas. En esta dirección, eso era todo.

En el sector del frente no se encontraba a nadie nuestro ni organización defensiva del terreno. Marchando por la carretera general a Zaragoza, sólo al llegar a la altura Pourvurell había un puñado de gente nuestra, en unas trincheras primitivas. Así estaba el sector del frente encomendado a la 25 división cuando la mandaba el ácrata Ortiz., Más al interior se alzaba otra altura Pourvurell, que estaba en manos del enemigo, tan alejada la una de la otra que se podía llegar a la nuestra en coche sin el menor peligro.

Situarse en Pourvurell es estar en el extremo de la arista montañosa que corta la llanura zaragozana, estribo de la Cordillera Ibérica que al fondo y a la izquierda ciñe las poblaciones de Quinto, Fuentes de Ebro, Mediana y Belchite. A unos 4 km. al NE. de Belchite, sobre una elevación de aspecto cónico, se alza el pueblecito de Codo. Ambas Pourvurell, Saso, Tosqueta y Sierra de la Zoma, ante los puntos poblados, son las alturas dominantes de la arista montañosa.

Estoy definiendo, como lo vi, el sector al S. del Ebro que iba a ser escenario de las acciones del V Cuerpo.

La primera línea enemiga al S. del Ebro estuve viéndola desde la otra banda. Se apoyaba en la ermita de Bonastre-Estación de Pina-Quinto. Al S. del río hacia un entrante que tenía como base Belchite a un extremo y Quinto al otro. Por sus fortificaciones, los dos, pero sobre todo Belchite, parecían inexpugnables.

Completaban la primera !inea enemiga al S. del Ebro, entre las defensas de Be1chite-QuiI1to, tres .centros de resistencia situados, respectivamente, en el pueblecito de Codo y en dos parideras levantadas sobre alcores suaves en la recta que lleva de Codo a Quinto. Estos dos últimos centros de resistencia estaban organizados para la defensa circular y rodeados de espesas alambradas. La segunda línea enemiga, ocupada por reservas del sector, se encontraba en Fuentes de Ebro.

Lo mismo Belchite que Quinto tenían importantes guarniciones, abastecidas con todo lo necesario para hacer de ellas verdaderas fortalezas. En ese sentido habían sido cursadas órdenes a la guarnición de Belchite por el Alto Mando fascista, lo que comprobamos al liberado.

En esta llamada "operación de Zaragoza", el V Cuerpo tenia a su cargo el esfuerzo principal. Nuestra misión consistía en forzar las defensas enemigas en el frente Quinto-Codo, ocupar ambos lugares poblados, cortar las comunicaciones entre Belchite-Mediana y avanzar por la carretera general sobre Zaragoza para ocupar el barrio de Torrero, en sus afueras.

Al N. del Ebro actuarían las divisiones republicanas 27, que mandaba Trueba, y 45, mandada por Kleber; a nuestra izquierda fuerzas del XII Cuerpo, que mandaba el teniente coronel de Asalto, Sánchez Plaza, tenían la misión de conquistar Belchite.

Las órdenes y misión que di a todas las unidades subordinadas fueron las siguientes:

A la 4ª brigada de caballería, mandada por el teniente coronel Buxó: partir en la última hora del día 23 de agosto de la zona de los Campillos, al NO. de Azaila, con una brigada de la 11 división, cada jinete con un infante a su grupa, utilizando la noche, para penetrar en los intervalos de la defensa enemiga entre Quinto y Belchite y, esquivando las dos parideras intercaladas entre ambos puntos poblados, llegar a la Serrezuela, a la altura de Fuentes de Ebro, y descargar la infantería. La brigada de la 11 debería tomar posiciones ventajosas durante las últimas horas de la noche para, con las primeras luces, asaltar Fuentes de Ebro y conquistado; las otras dos brigadas de la 11, sobre camiones, precedidas de 40 tanques y 10 blindados, formar una columna motorizada, para en las primeras horas del día 24 desarrollar la operación en profundidad, en dirección a Zaragoza, y ocupar el barrio del Torrero en sus afueras Este.

A la 35 división, que mandaba Walter: con sus brigadas 11 al mando de Richard Staimer, y 15, que mandaba Copic, cercar Quinto, para asegurar el flanco derecho de la 11 división, atacar el pueblo, ocupado y aniquilar a las fuerzas que lo guarnecían.

A la división "X", que mandaba Nilamón Toral, asegurar el flanco izquierdo de la 11 división, ocupar Codo, cortar la carretera Belchite-Mediana, impedir el repliegue de las fuerzas de Belchite a su retaguardia y el acceso, a la importante po­blación, de refuerzos enemigos procedentes de Mediana.

Esperé la salida de la brigada de caballería, augurando éxito a su jefe. A continuación marché a Pourvurell, donde había señalado el emplazamiento de mi puesto de mando a partir de las 00,00 horas del día 24.

Entre 5° y V: Quinto

Al amanecer del 24 de agosto estaban empeñadas todas las unidades en el cumplimiento de sus misiones. Pero se retrasó el lanzamiento de la columna motorizada, por fallo en el envió del transporte anunciado. Las tropas que habían de embarcar estaban a punto. Los tanques y blindados esperaban en columna de marcha.

A las 8 horas un avión tripulado por el teniente José Vela me lanzó un parte lastrado al punto convenido. En él me informaba de los combates de Fuentes de Ebro, del "raid" de la brigada de caballería en territorio enemigo, de la llegada a Fuentes de Ebro de refuerzos enemigos y de 105 que salían de Zaragoza.

A las 10,00 horas se puso en marcha la columna motorizada. Un nuevo parte lastrado me dio cuenta de las incidencias de los combates en aquel sector donde no se registraban cambios.

Estaba en mi puesto de mando Montenegro, consejero de aviación. Nos dieron la noticia de que había sido derribado un aviador, cuya madre estaba también voluntaria en España; María Fortus. El joven aviador se llamaba Ramón Casanellas, como su padre, anarquista famoso muerto en un "accidente" siendo ya dirigente comunista, al poco tiempo de volver de la Unión Soviética, donde estuvo refugiado algunos años.

Al mediodía del 24, las unidades del V Cuerpo habían destruido las resistencias enemigas entre Quinto y Belchite y se encontraban: una brigada de la 11 división ante Fuentes de Ebro; las otras dos, autotransportadas, después de liquidar sobre la marcha los reductos enemigos en el llano, habían salido a Fuentes de Ebro; en el flanco derecho del Cuerpo, la 35 división había cercado completamente Quinto y dado comienzo a la reducción de la defensa enemiga; en el flanco izquierdo del Cuerpo, la división de circunstancias "X" mandada por Nilamón Toral - brigadas 32 y 116- había conquistado Codo y cortado la carretera de Belchite a Mediana; la cuarta brigada de caballería realizaba misiones de reconocimiento en la retaguardia enemiga.

A la izquierda del V, las fuerzas del XII Cuerpo habían liberado Puebla de Albortón y sus unidades se abatían con su flanco derecho sobre Belchite cortando sus comunicaciones en aquella dirección.

En la jornada del día 25 lo nuevo en la situación estribaba en que la 102 brigada, en cooperación con la 35 división, había conquistado la estación de Pina, la ermita de Bonastre y se incorporaba al V Cuerpo; la 35 división había vencido la resistencia enemiga en Pourvurell. A diferencia de la altura gemela de su mismo nombre, ésta estaba fortificada. Ello hizo que el jefe de artillería de la 35 división, Walter Roman, rumano, y su comisario Richard, francés, avanzaran por el llano una pieza ligera que emplazaron en posición abierta para batir aquellos puntos de fuego que entorpecían la acción de nuestras fuerzas, lo que hicieron con éxito completo.

Tras la conquista de Pourvurell, las fuerzas de la 35 división estrecharon el cerco de Quinto y comenzaron su liberación.

En el flanco izquierdo, la 32 brigada avanzó en su frente exterior hasta Mediana y se acercó más a Belchite en el frente interior, estableciendo contacto con las unidades republicanas del XII.

En el frente exterior, la 11 división combatía por Fuentes de Ebro, liberando el lugarejo de Roden, y se enfrentaba con nuevas unidades enemigas de la 13 y 150 divisiones.

El hecho más notable en el curso de los combates del día 26 fue la liberación de Quinto, realizada hacia el mediodía por las fuerzas de la 35 división. En el pueblo se hicieron al enemigo unos centenares de prisioneros, cogiéndose diversos trofeos, entre ellos una batería completa de artillería. Las restantes fuerzas del V habían salido a la línea enemiga. Fuentes del Ebro-Mediana, sin conseguir ocupar el primer lugar poblado.

Ya durante este día actuaron importantes contingentes de fuerzas aéreas enemigas, retiradas del Norte, que en días posteriores lograrían el dominio del aire.

Simultáneamente con la noticia de la liberación de Quinto, se presentó a mí el general Walter acompañado por un oficial de su Estado Mayor que traía en sus manos unos rollos de papel. Después de cambiar un saludo, me dijo con mucho misterio:

- Jefe, te pido una entrevista a solas.
Le miré y vi en él una gran preocupación.

- Vamos aquí al lado - contesté.

Una vez que nos apartamos, tomó los planos de manos de su ayudante Alex y, después de soltar un par de palabrotas de las primeras que se aprenden en todos los idiomas, me los entregó diciéndome en su castellano particular:

- ¡Atención, enemigo en tu Estado Mayor!
Me quedé mirándole con la sorpresa correspondiente.

- ¿Dónde están las pruebas?

- Ahí están.

Desenrollé el plano más grande y efectivamente... ¡era el despliegue de las fuerzas del 5° Cuerpo enemigo, que mandaba el general Ponte de Zúñiga, y no del V que yo mandaba! Los intentos de las tropas republicanas para romper la defensa enemiga en Fuentes de Ebro y el Norte de Mediana, durante los días 27, 28 y 29 de agosto, no dieron resultado, debido a que el enemigo había concentrado ya fuerzas suficientes para contener nuestros ataques.

Mientras tanto, Belchite, con su guarnición de 3.500 hombres, seguía cercado en la retaguardia republicana. Con el objetivo de establecer contacto con aquélla, el enemigo organizó dos fuertes columnas, integradas por las divisiones 13 y 150, reforzadas con un puñado de batallones que en algunos momentos doblaban sus efectivos, y apoyadas con fuerte artillería procedente del Norte. A partir del día 30, ambas columnas enemigas atacaron en dirección Mediana y desde Fuentes de Ebro. Estos ataques fueron rechazados por la 11 división y la 32 brigada.

Orden anulada

A partir de la conquista de Quinto y del estancamiento nuestro, primeramente, y del enemigo después, en el sector de Fuentes de Ebro, centré mi atención en el sector Mediana-Belchite. Me pasaba allí toda la jornada, con Toral, cuya brigada estaba batiéndose a maravilla, rechazando los ataques de la 13 división enemiga. Al mismo tiempo sus fuerzas recibían la presión constante de la guarnición, que cada noche -hoy en un punto, mañana en otro- intentaba salidas para unirse a los suyos. Nos alivió la situación la llegada del teniente coronel Gallo mandando la 24 división, formada por dos brigadas: la 6 y la 21.

Las fuerzas de la 32 brigada fueron relevadas por las de la 21. El enemigo seguía empujando.

Vuelto a mi puesto de mando el día 31 de agosto, hacia las 21 horas se recibió una orden del general Pozas. En ella me ordenaba trasladar las fuerzas de la 35 división al flanco izquierdo para, al amanecer del día siguiente, lanzarlas en dirección Vértice Sillero- Valmadrid-Zaragoza.

El cumplimiento de la orden implicaba serios problemas y podía crear una situación muy difícil, a saber: 1) El traslado de la unidad suponía una caminata de 30 km. en una marcha de noche para luego seguir al amanecer; 2) Belchite estaba vivo y peleón. Si se iba la brigada de Toral, ¿cuál poníamos? Si no se iba, ¿es que la 13 y la 15 brigadas podían cumplir aquella misión tan ambiciosa? 3) El enemigo habla reforzado mucho el sector. Ante nuestra 11 división estaba la 150 enemiga. En dirección Mediana, rumbo a Belchite, actuaba la 13 división enemiga, bien crecida en efectivos. Tampoco era desdeñable que la aviación fascista se hubiera hecho dueña del aire.

Estas cuestiones me hicieron telefonear al mando del Ejército y pedirle:

1) Aplazar el cumplimiento de su orden en 24 horas por imposibilidad de realización.

2) Una entrevista para hacerle algunas consideraciones.

Ambas peticiones fueron aceptadas y al día siguiente fui al Ejército. Tuvimos una reunión, presidida por el general Pozas, con el jefe de Estado Mayor, Cordón, el Comisario Virgilio Llanos, el consejero del Ejército, Leonides, y el consejero principal, Gregoróvich, que llegó cuando estábamos ya reunidos.

El general Pozas, a quien yo tenia una gran simpatía y consideración por su conducta patriótica y leal, de carácter brusco, pero recto -debo decir que era maño-, me concedió la palabra. Expuse ante el mapa mi opinión que doy muy resumida antes, agregando que los cambios surgidos en la situación aconsejaban modificar sus planes en el sentido siguiente: damos a nosotros' la orden de liquidar la resistencia enemiga en Belchite -para ello se emplearía la 35 división- y desistir del envió aventurado de dicha unidad a Zaragoza, pues eso era, en la práctica, lo que me ordenaba el Ejército.

Agregué que si, a pesar de mi proposición, el mando del Ejército insistía en su orden, yo la cumpliría, pero me marcharía con la 35 división, tomando personalmente el mando de la misma.

De la reunión, que tuvo lugar el 1 de septiembre, salí con la orden de conquistar Belchite. Este mismo día, no sé por qué, Prieto anunció que había sido liberada la ciudad. Fue un bulo que originó despistes y metió a algunas personas -periodistas especialmente- en la boca del lobo, pues entraron en la ciudad cuando todavía estaba en manos del enemigo.

Asalto a Belchite

El 1 de septiembre, vencido el día, me trasladé al puesto de mando de la 35 división para hablar con Walter, su jefe. Ese mismo día la división se habla trasladado al sector Belchite-Mediana.

Di a Walter la orden de liberar Belchite. Como era un auténtico jefe de campo, montó en el acto el ataque para el día siguiente.

Siguiendo mi costumbre de los últimos días, estuve con él en el frente interior sobre Belchite, y con Gallo, que se nos habla incorporado con la 24 división y ocupaba la defensa de Mediana, en el frente exterior. Antes, los días 24, 26 y 28, cuando la solución Fuentes de Ebro era básica, habla estado en el puesto de mando de la 11 división, instalado en La Tosqueta, donde establecí mi puesto de mando a partir del día 27.

En una de mis visitas al frente exterior, crucé Mediana para ver a la 21. En el puesto de mando de la brigada comprobé que había actividad en el frente, pues en esa jornada las divisiones enemigas 150 y 13 cargaban su esfuerzo sobre las brigadas 1, 9 y 100. El ataque enemigo a la 11 división, estaba apoyado por otro demostrativo a la 21 brigada. No habla motivo para inquietarse. Sin embargo...

Me hallaba nuevamente en el otro sector cuando mi consejero, el coronel Chevchenko, me dijo que por Mediana habla “algo raro". Subimos los dos al coche y tiramos hacia el frente exterior, directamente al puesto de mando de la 21, en el que no había nadie. Ni el enemigo. Daba la impresión de que también él había reculado.

Las reservas de la división entraron en combate por orden de Gallo. Su puesto de mando estaba en la arista que dominaba Mediana, pegado a la carretera. Era cuestión de 15 minutos llegar a él.

Cuando llegamos, el jefe de la 21, un comandante que en el mes de enero actuaba en el E.M. de Bueno, en Madrid, estaba contando una de miedo. Guarner le estaba elogiando. Gallo me informó. Chevchenko, al que traduje lo que decían, me miró interrogador.

Pregunté al comandante de la brigada dónde estaba el enemigo cuando salió de su puesto de mando. Me respondió mintiendo conscientemente, por la que le degradé y ordené a su división que le formase expediente.

Gallo tenia la situación en sus manos.

En la tarde del 2 de septiembre me esperaba una agradable sorpresa en mi puesto de mando, mejor dicho, Una sorpresa a medias, porque el propio control que la retuvo en la bifurcación de Belchite me dijo confidencialmente:

-Tenemos a Pasionaria; iba a Belchite y la hemos parado. En efecto, la camarada Dolores lbárruri, acompañada de José Antonio Uribes, estaba en la tienda de campaña del Estado Mayor conversando con todos. En Brunete había visitado a las unidades de las divisiones 11, 35 y 46. Pero desde octubre de 1936 no habíamos coincidido.

- Vengo a ver Belchite. ¿Cuándo se toma? - fueron sus primeras palabras, después de saludarnos.

- En eso estamos, camarada Dolores.

Y le expuse cómo teníamos planeada la liberación de Belchite, que todavía contaba con una guarnición por encima de los

3.000 hombres.

- Entre hoy y mañana, día 3, expugnar las posiciones exteriores, entre ellas unas formidables que hay yendo por la carretera donde te paró el control. Y el día 4, conquistado.

- Bueno, pues me quedo. Uribes, dile a los camaradas que me quedaré aquí hasta que caiga Belchite.
Sánchez Rodríguez, Luis Delage y yo estuvimos conversando con ella un largo rato.
Para su descanso, reflexión y tranquilidad la llevamos a una tienda de campaña individual, la mía, que ella, adivinándolo,

rechazó. Por fin la "convencimos" entre los tres, y la aceptó.

Al día siguiente habló con cientos de personas: los combatientes y mandos de las unidades españolas e internacionales y los prisioneros que empezaron a hacerse. Por la tarde fuimos a mi puesto de mando, instalado en un altozano que dominaba todo Belchite. Esta posición era un modelo representativo del campo atrincherado de Belchite y, en mi opinión; el punto clave de toda la defensa.

El 4 de septiembre, día del asalto final a Belchite, estábamos instalados allá bien de mañana. Habíamos decidido terminar aquel día. Durante la noche todos los cañones habían sido emplazados en los órdenes de combate de la infantería, protegidos en algunos casos con sacos terreros.

Dolores asistió al brioso asalto en el que grupos escogidos de las tres brigadas de la 35 división iban jalonando, con banderas rojas, casa por casa, la conquista de Belchite.

La maniobra de Belchite no alcanzó el objetivo estratégico que se le había fijado: obligar al enemigo a detener su ofensiva en el Norte. En este sentido, la ayuda de Belchite al Norte fue menor que la de Brunete. Sólo se consiguió el traslado de la aviación enemiga y de parte de su masa artillera, pero no logramos arrancar de aquella zona a las divisiones enemigas.

En el orden operativo, aunque no se alcanzaron los objetivos fijados, se logró arrebatarles en la dirección S. del Ebro varios lugares poblados y liquidar el saliente de Belchite, acercar las líneas republicanas en una profundidad de 30 km. a Zaragoza y reducir, a nuestro favor, la línea del frente en un tercio de su extensión.

En el sector de Mediana y hacia el Vértice Sillero se prolongaron los combates hasta mediado septiembre.

Hacia, el 20, el E.M. y el comisariado del V Cuerpo nos instalamos en Escatrón.

Avecinándose octubre fui convocado a una reunión en el Estado Mayor del Ejército en la que estaban Prieto, Rojo, Pozas, Cordón y otros altos mandos. Rojo nos informó, en nombre del ministro, que presidía, de que se preparaban otras acciones en el sector N. del frente del Este, con el mismo objetivo de ayudar al Norte.

Terminó diciendo que, utilizando el nuevo material venido de la Unión Soviética, entre él un nuevo tanque armado de cañón (se refería al BT-5; los anteriores eran T-26), del que teníamos un batallón completo, se estudiaba la posibilidad de insistir, entre los días 10-12 de octubre, en dirección Fuentes de Ebro, en una nueva "operación Zaragoza". Solicitó la opinión de todos. Di la mía, contraria, y la argumenté: 1) Porque Fuentes de Ebro-Mediana era una línea fuerte, que nos había resistido hasta hacia dos semanas y contaba, como mínimo, con un par de divisiones bien nutridas. 2) Los tanques no tenían espacio más que entre el río y la carretera, un llano infernal, un callejón entre el Ebro y la carretera. Además, con la posibilidad de que aquel callejón se transformara en pantano resbaladizo por las características del suelo, los tanques serían excelente blanco para la artillería enemiga. 3) En cuanto al factor sorpresa, en las condiciones de allí sería mínimo. En otras más favorables, si podría ser un factor más resolutivo.

No obstante, días después fui convocado por Rojo nuevamente y me dijo que la decisión del ministro era que la operación se realizase y que yo tomara el mando. Se me presentaba un caso de conciencia. Estaba firmemente convencido de que era un absurdo y de que se iba a dar un paso en falso.

Por las razones expuestas, dije que no. Nombraron para mandarla al coronel Segismundo Casado. Los hechos me dieron la razón. De los 25 tanques empleados, 19 quedaron en el terreno.

Lucha por la iniciativa

A últimos de octubre, con excepción de la II división, que se quedaba en Aragón, las unidades del V Cuerpo fueron rele­vadas y salieron para su nuevo destino.

El mando y el comisariado del V volvimos a Madrid, del que habíamos estado ausentes tres meses; pero sólo para unos días, porque debelados por el Estado Mayor Central los planes del enemigo, recibimos misiones destinadas a imposibilitados.

A principios de noviembre vino Rojo a vemos. Intentaré reproducir, en su esencia, la conversación que tuvimos.

- Se trata -dijo Rojo- de que se han localizado numerosas fuerzas en el triángulo Zaragoza-Noroeste de Teruel-Alcolea del Pinar.

- O sea, que lo mismo pueden venir por donde hemos estado, al Sur del Ebro, que venir sobre Madrid.

- Creíamos lo primero. Incluso comenzaron los bombardeos al Sur del Ebro sobre las comunicaciones, pero los han suspendido y hay que esperar que vengan sobre Madrid.

- ¿Otro Guadalajara - interrogué - que les saque la espina de marzo, en el que puede ocurrir lo mismo que entonces, sólo que más gordo?

- Así sería si pudiéramos realizarlo. Esta vez vendrían por el Tajo.

- ¿Con qué reservas operativas cuentan ahora los fascistas?

- Terminada la Batalla del Norte han recuperado un buen número de batallones, que si se suman a los que tenían antes allí sujetos, deben llegar a los 180.

- ¿Contando los italianos?
-. Sí, la cuarta parte son italianos.

- Tampoco nosotros estamos descalzos.

-Es verdad, pero ellos tienen más material, artillería y aviación, sobre todo. Tenemos informaciones concretas y, barajando los datos de que disponemos, se puede llegar a la conclusión de que, además del italiano, han organizado otros tres o cuatro Cuerpos de Ejército. Así que ahora no vendrían solos, sino abrigados por un par de Cuerpos, apoyados por un centenar de baterías y toda la aviación.

- Mi general, decía usted que por el Tajo. ¿y Aranjuez? - Esa es la papeleta. Si ocurre algo serio, actúa con tu iniciativa; ahora no lo espero. Sin embargo, familiarízate con toda la zona del Tajo. Ya puntualizaremos más adelante.

Mi puesto de mando y el cuartel general del V - Delage hizo igual con el comisariado -lo situamos en Quintanar de la Orden. Las unidades del V acamparon en territorio de las provincias de Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Todos los que teníamos una responsabilidad dirigente actuábamos en los marcos de aquélla para mejorar las unidades y los servicios. Lo mismo hacía Delage en su esfera. La preparación político-militar nos absorbía y la dedicábamos horas y días con tesón y entusiasmo.

En esos días se incorporó al V Cuerpo, al que había sido destinado, Santiago Carrillo, Secretario General de las JSU y miembro del Buró Político del Partido Comunista de España. Por su personalidad política y el papel estatal que había jugado en Madrid como miembro de la Junta de Defensa delegada del gobierno, desde su creación en los inolvidables días de noviembre, nos sentimos orgullosos de tenerle con nosotros.

Las actividades militares combativas habían cesado momentáneamente. En los dos campos eran los Estados Mayores y sus secciones de Información y Operaciones los que trabajaban con toda tensión.

Los republicanos, que en el aspecto general de organización íbamos casi parejos con el enemigo, teníamos lagunas. Eran .las mismas de mayo de 1937, que aún no se habían superado y que nunca fueron totalmente superadas. Veníamos del escenario donde aquellas se habían manifestado en el aspecto más decisivo.

El general Rojo vino a Quintanar y me comunicó que estuviera preparado para marchar con él dentro de tres o cuatro días a Extremadura.

- Se trata -agregó- de preparar una operación en la que va a participar tu V Cuerpo como eje de la misma, siguiendo los cursos del Tajo y el Guadiana. Por cierto, que hay otra variante: Teruel. Las dos están sometidas al Consejo Superior de Guerra, que decidirá en los próximos días.

El 10 de diciembre, Rojo me comunicó que se habían acordado las dos, pero la primera a realizar sería la de Teruel. Luego, en su desarrollo, o cuando terminase aquélla, empezaríamos la de Extremadura.

El plan de la operación de Teruel, que aprobó el Consejo Superior de Guerra, del que formaba parte el camarada Vicente Uribe Galdeano, ministro de Agricultura y miembro del Buró Político del P.C., perseguía en su planteamiento y ejecución el objetivo estratégico de impedir la realización de la operación enemiga contra Madrid, adelantándose a ella. Como objetivo operativo se fijaba liquidar el saliente enemigo y liberar Teruel.

CAPITULO IX

Visita a Teruel

Al comenzar el día 15 de diciembre la batalla de Teruel, me traslade allí, siguiendo mi costumbre cuando la unidad de mi mando se operaba.

Asistí, pues, como testigo a la primera fase de esta batalla -la ofensiva-. En el período de la maniobra ofensiva participaron en ella el Cuerpo XXII, que mandaba el teniente coronel Ibarrola, con las divisiones 11 (Líster) y 25 (Vivancos); el Cuerpo XVIII, al mando del teniente coronel Heredia, con las divisiones 34 (Vega) y 70 (Toral); el Cuerpo XX, con las divisiones 68 (Triguero s) y 40 (Nieto).

Cooperarían con la maniobra las divisiones 64 (Martínez Cartón) del XIX Cuerpo y la 39 (Balibrea) del XIII Cuerpo.

Otras dos divisiones, la 41, del XIX Cuerpo, en el saliente de Villastar, y la 42,del XIII, en Valdecebro, ocupaban las posiciones propias al comenzar la maniobra.

Los medios de refuerzo concentrados para la operación fueron 37 baterías y 60 tanques.

El saliente de Teruel, objetivo operativo, representa en el mapa y sobrevolado el terreno un rombo irregular, cuyos cuatro extremos son: al Norte, el Muletón; al Sur, Villel; al Este, Peones, y al Oeste, Prado Quemado, quedando dentro del rombo la ciudad de Teruel y los lugares poblados de Villaespesa, Castralvo, Villastar, Campillo, San Blas, La Guca y Concud.

La defensa enemiga arrancaba, en el lado Nordeste del rombo, de Sierra Gorda - 1.119 m. -, el Mansueto -1.156 m -, proximidades de Valdecebro, para salir al Puerto Escandón -1.301 m.-; en el Sureste iba del Puerto Escandón hasta las cercanías de Vivell, pasando por los cerros dominantes de Castellar -1.041 m.-, Galiana -1.020-, Las Hoyuelas -1064 m. - y otros menores al Sur del anterior; en el Suroeste iba de Las Hoyuelas por La Muela de Villastar -1.094 m.-, y Peñagorda -1.107 m.-, terminando en Cerro Quemado -1.249 m.-.

Los lugares mencionados constituían el armazón de la defensa enemiga. Esta ocupaba las alturas dominantes y estaba constituida por nudos de resistencia escaqueados en profundidad, enlazados por los fuegos de armas automáticas, estando más desarrollada sobre las comunicaciones.

Las fuerzas enemigas que ocupaban el saliente de Teruel sumaban unos 10.000 hombres con 9 baterías de artillería. A media mañana fui a Aldehuela donde las fuerzas del XX Cuerpo, que mandaba el teniente coronel Leopoldo Menéndez, atacaban el saliente enemigo. Metiéndome por allí, uno de los oficiales me reconoció y, dirigiéndose a mí, preguntó:

- Mi comandante, ¿no se acuerda Vd. de mí? En Illescas...

-Hombre, sí.

- Allí estuvimos juntos hasta que se lo llevaron.

- ¿En qué unidad estás?

- En la 40 división, con él teniente coronel Nieto, jefe de mi batallón entonces.

- ¿Y dónde está Nieto?

- Ahí al lado. Si quiere, le llevo.

- Hazme el favor.
En efecto, a poca distancia, al pie de Castellar, se encontraba el teniente coronel Nieto. No le veía desde los primeros días

de noviembre en la defensa de Madrid.

Nos alegramos mutualmente del encuentro y nos dimos un abrazo.

Me agradó vede de teniente coronel, mandando una división y moviéndola en la ofensiva en el campo, en el sitio exacto donde correspondía estar para influenciar la marcha del combate.

Al finalizar la jornada, el éxito de la maniobra de corte del saliente de Teruel estaba logrado. Las divisiones 11 y 64, la primera partiendo del Mansueto y la segunda de Rubiales, habían cubierto sus objetivos enlazando en San Blas. Además de éste, los pueblos de Concud, Campillo y la Guca fueron liberados.

Las divisiones 25 y 34 actuaban decididamente limpiando la retaguardia de la 11 y la 64.

Por su parte, las divisiones 68 y 40 demolían enérgicamente las defensas enemigas.

El 17 por la noche fui al túnel donde estaba el Puesto de Mando del coronel Hernández Sarabia para dar un telefonazo a

Sánchez Rodríguez y decide algo de la que estaba viendo, así como para saber si había novedades. Después de saludarnos mutuamente, cosa que entre Sánchez Rodríguez y yo no era ninguna formalidad, sino la expresión del sincero afecto que nos profesábamos, me dijo:

- Ya me gustaría estar ahí.

- ¡Si aquí no tenemos nada que hacer!

- ¿Cuándo piensas venir?

- Tan pronto como nuestra gente pise los umbrales de Teruel.

- Ya nos contarás todo cuando vuelvas.
¡Qué ajeno estaba Sánchez Rodríguez, y yo también, de que vendríamos allí sin tardar mucho para conocer todo!
Pero estaba visto que las alegrías recibidas por la marcha de las operaciones y el encuentro con Nieto eran sólo el co-

mienzo. Allí mismo, uno de los héroes de la batalla del Norte; Cristóbal Errandonea, me dio un golpe al lado, diciéndome:

- ¡Leche, a ver si ahora le mandas a mi madre las semillas de claveles que le prometiste cuando pasaste por mi casa y que

sigue esperando, sevillano ful! Las dos cosas eran verdad. Otro encuentro que tuve allí fue con el teniente coronel Francisco Ciutat, jefe de operaciones del Ejército de Levante, con

el que había coincidido en el despacho de Rojo, en Madrid, cuando fue a despedirse para ir al Norte.

Al día siguiente fui con Errandonea al Puesto de Mando del teniente coronel Ibarrola, que tenia como comisario a Mar­quina. Asistí en su cuartel general a las disposiciones que daba para el aseguramiento de sus órdenes. Desde allí telefoneé con permiso suyo a la 11 división, que con la 25 eran las dos del XXII Cuerpo que mandaba este prestigioso jefe del Ejército del Norte.

El 22 de diciembre, cuando las fuerzas de Menéndez e Ibarrola entraron en Teruel, me despedí del coronel Rojo en el observatorio donde estaba siguiendo las incidencias de los combates en La Muela, liberada por una de las divisiones del XVIII Cuerpo. Creo que era la 34 la que estaba empeñada en aquellos combates.

En estos días coincidí por primera vez con el doctor Negrín, presidente del Gobierno, con quien habría de verme después tantas veces hasta marzo de 1939.

Cuando salí de Teruel llevaba en mi mente y en mi retina los múltiples episodios presenciados y de los que habían sido actores millares de hombres que, en condiciones sumamente difíciles de clima y terreno -gran rigurosidad y defensa bien organizada-, cortaron por su base el entrante, dejando dentro a 10.000 adversarios.

De regreso, mi enlace, Pepe, que ahora me acompañaba, me preguntó si en Rusia hacia tanto frío siempre como entonces aquí. Le contesté que en Rusia -cuando los españoles la nombran se refieren a la Unión Soviética- hay de todo. Le expliqué como pude lo que yo conocía, que no era mucho. Y con palabras que me salían del alma le hablé de Leningrado, de Moscú, de Sverdlovsk y Sebastópol, de Odesa y de otros puertos y villas del Mar Negro, porque en el verano de 1934 fui dos meses huésped de los marinos en su campamento.

Misión para Teruel

Los días de Navidad los pasé en las unidades del V, en el batallón especial y en los servicios del Cuerpo, que dirigía el capitán Antonio, fundador del Thäelmann. Y estaba en la 69 brigada con su jefe, Adolfo Carretero, cuando el 29 de diciembre Rojo me ordenó presentarme a Sarabia.

La 35 división había salido por delante. Al jefe de la 47 división, Gustavo Durán, le ordené que el día 30 estuviera en Sarrión con la unidad al completo (49 y 69 brigadas). Mi Estado Mayor salió también al mismo punto de destino.

Bien entrada la noche del día 29 al 30 me presenté en el Puesto de Mando de Sarabia. Este me ordenó hacerme cargo de la defensa de Teruel, en el frente Muletón-prolongación de La Muela de Teruel, en las posiciones que ocupaban las fuerzas del XVIII Cuerpo. A la derecha de la 35 división, otras fuerzas de aquel sector asumían la defensa cubriendo la dirección de Pancrudo, hasta los límites del Ejército de Levante con el del Este.

La 47 división, las unidades y servicios del V Cuerpo y el Estado Mayor, sólo muy vencido el día 30, alcanzaron Sarrión, debido al imponente obstáculo que representaba la caída y acumulación de nieves en el Puerto de Barracas. Con el eslabón operativo del Estado Mayor pegué el salto a Castralvo donde se instaló el Estado Mayor. El Puesto de Mando lo situé en un cerro de cara a La Muela. Era el 31 de diciembre.

Observamos La Muela de Teruel, que remata en tajo al Oeste de la ciudad y del río Turia, el cual nace aquí de la unión del Alfambra con el Guadalaviar que corre de Norte a Sur. La defensa de Teruel sin La Muela es inconcebible. Di a Carretero, jefe de la 69 brigada, la misión de subir a ella.

Al amanecer del 1° de enero, la vanguardia de la 47 división (dos batallones de la 69 brigada), con un esfuerzo que suele llamarse sobrehumano, comenzó a escalar el tajo del Este de La Muela. En ocasiones los combatientes tenían que emplear maromas para subir, y en todos los casos era izado con ayuda de cuerdas el armamento pesado de los batallones. Les ayudaban los tanques, que aniquilaron a un núcleo enemigo. Hundidos en la nieve hasta las rodillas y a una temperatura de 19° bajo cero (por el frío tan intenso pasó a ser un elemento más de la dotación del combatiente la cantimplora llena mitad de coñac, mitad de café), nuestros soldados desalojaron con bombas de mano y armas de fuego cortas - pistolas y naranjeros - a unas unidades legionarias y marroquíes del mismo borde E. de La Muela, les arrebataron las casas enclavadas en el fallo NE de La Muela y les empujaron, finalmente, más al interior, conquistando, después de tres días de combate, una línea, objetivo máximo a que se podía aspirar y que despegaba al enemigo de Teruel lo suficiente para garantizar la plaza en esta dirección.

En este afán desesperado por desalojar a nuestros combatientes de las posiciones conquistadas en la meseta de La Muela, el enemigo desarrolló ingentes esfuerzos. Pero todos ellos culminaron con el fracaso más rotundo, teniendo que desistir, después de la primera semana de enero, de sus intentos de abrirse paso hasta Teruel en esta dirección.

Se había parado la acometida del Cuerpo de Castilla, obligando a sus unidades a retroceder después de tener la ciudad al alcance de su mano. Santiago Carrillo estuvo con aquella unidad esos días y los siguientes.

Mientras tanto, en el interior de la ciudad, las unidades del XX Cuerpo, que tenían la misión de reducir los últimos focos enemigos, fueron conquistándolos uno tras otro: el Banco, el Seminario y, por último, el 8 de enero, después que los combatientes republicanos arrollaron al asalto las defensas fascistas de la Comandancia Militar, la guarnición, encabezada por el coronel Rey d'Harcourt, se entregó a las fuerzas republicanas.

El 9 de enero se instaló el Estado Mayor del V y mi Puesto de Mando en la Plaza del Torico. A Fernando Bueno, jefe del batallón especial, le nombré comandante militar de Teruel. En los combates de aquellos días se consolidó el frente en las posiciones de La Muela de Teruel y más al Sur, defendidas

por las unidades de las divisiones 47 (Durán), 34 (Vega) y 70 (Toral) frente a las 61, 1ª navarra, 81 y 51 divisiones enemigas.

En dirección N. prosiguieron ininterrumpidamente los esfuerzos del Cuerpo de Galicia.

Hacia finales de la primera decena de enero las defensas republicanas en dirección O. y NO. de Teruel pasaban por los Altos de Celadas y alturas al S., la orilla izquierda del río pegado a la ciudad, La Muela de Teruel, a cargo de las 35 y 47 divisiones encuadradas en el V. En nuestro flanco izquierdo, las 70 y 34 divisiones del XVIII Cuerpo cubrían el frente en la prolongación de La Muela de Teruel y más al S. en dirección Villastar.

El resto de enero y los primeros días de febrero prosiguió la actividad ofensiva del enemigo desde las direcciones O. y

NO. Esta adquirió particular violencia en dirección del Mansueto, defendido por las unidades de la 35 división, donde actuaban las 13, 85 y 84 divisiones enemigas apoyadas por una potente agrupación de artillería.

Orden incumplida

Ocurrió el 1º de febrero de 1938. Llevábamos unos días de calma. Al final de aquella jornada el general Sárabia me llamó a su Puesto de Mando, instalado en un tren corto en el túnel de Barraca. Delage y yo llegamos allí hacia las 22.00 horas. Sarabia, con su afabilidad característica, me dijo:

-Tengo que comunicarle una orden del ministro. Pero pasemos ahí dentro. A Delage le tomó por el brazo el teniente coronel Matilla, jefe del Estado Mayor del Ejército de Levante, lo que no era

muy usual. Entramos Sarabia y yo en su despacho. Me ofreció un asiento y, pasados unos momentos, me dijo:

- Modesto, el ministro Sr. Prieto ha ordenado que vaya Ud. a Valencia y se presente al Comandante Militar, general

Toribio Sánchez Cabrera. Cuando terminó, le pregunté:

- ¿Eso es todo?

-Sí.

- Dígale al señor ministro que a mí no se me destituye así, sino por procedimiento militar. Adiós, mi general. Si alguien me busca, estoy en Teruel.

Al salir, vi en un compartimiento a Matilla discutiendo con Delage, que ya estaba de pie y se disponía a salir al pasillo. Delage tuvo una expresión rotunda: "¡Qué cabrones!" Me interrogó con un gesto, al que respondí:

-A Teruel. ¡Vamos!
Matilla nos acompañó un momento balbuceando excusas.
Cambiamos impresiones los dos, dispuestos a esperar los acontecimientos.
Para mí, que estaba al corriente de muchas cuestiones, sobre las cuales, por lo demás, no existía el menor secreto, pues por

la prensa diaria del Partido lo podían ver todos los ciudadanos, Prieto era el abanderado de una cosa de mucho fondo, aunque corta, pues constaba sólo de dos palabras: "Ejército apolítico", careta tras la cual escondía su firme propósito de poner barreras a la creciente influencia del Partido Comunista dentro y fuera de él.

- Esta que te hace es la tercera - dijo Delage. Y agregó-:

- ¿No será por lo del avión?

- Por eso no puede ser - le respondí -. Saldría muy mal parado.

Vaya contado porque es un hecho poco conocido. El 18 de enero, en uno de los ataques más violentos y sangrientos del enemigo sobre la 11 brigada, que entonces mandaba Heinrich Rau, Delage fue herido en la cabeza, penetrándole la bala por la mandíbula inferior, con salida próxima al cerebro.

El diagnóstico médico mostraba su extrema gravedad, afirmando que si en un plazo brevísimo no era atendido como necesitaba, y sólo en Valencia había esa posibilidad, no respondían de él.

Me informaron que era imposible transportado por carretera. Sólo el avión sanitario de que disponía el Ejército podía salvado. Le pedí a Sánchez Rodríguez, pues en ese momento estábamos todos en tomo a Delage, al que profesábamos un gran afecto, que llamara al Ejército. Matilla dijo que de ninguna manera. Pedí hablar con Sarabia. La conversación fue breve y seca. A mi requerimiento, contestó:

- Ese avión sólo es para los altos mandos.

- Dígame, mi coronel, si un comisario de Cuerpo de Ejército no es un alto mando, ¿qué es entonces?

- Bueno... Sí... Pero son órdenes del ministro.

- Insisto en que venga el avión. En esta petición pongo toda mi responsabilidad y arrostro todas las consecuencias que puedan derivarse.

-Está bien. Ahora mismo sale para ahí.

Con Delage marcharon Antonio Almagro y Manuel Sánchez. Aquella noche nos informaron del resultado favorable de la operación. Dos días después ya estaba fuera de peligro, y a fines de enero volvió otra vez con nosotros, todavía sin estar completamente restablecido, pero lleno de entusiasmo y deseos de luchar.

La confirmación de que el intento de Prieto de destituirme no iba a prosperar la tuvimos el día 5 de febrero, cuando se produjo la última tentativa enemiga de romper la defensa.

Ese día Sarabia estaba con su séquito entre nosotros, en visita anunciada antes. Nos reunimos ocho personas. El motivo que le traía era preguntarme si le daba garantías de mantener Teruel durante un plazo mínimo de cinco días. Quería saberlo con el fin de disponer de sus reservas para intentar hacer algo con ellas.

Miré a todos los del Cuerpo y les pregunté:

- Se las damos ¿verdad?
Todos dijeron que sí. El coronel Chevchenko, utilizando un lenguaje figurado, dijo cuando nos quedamos solos:

- A Fulano puedes decide también que le das eso: los dos en una bolsa. Has hecho bien.

Los últimos días de la segunda fase de la batalla de Teruel

El último intento de conquistar Teruel lo inició el enemigo el 5 de febrero y se prolongó hasta el día S. En él participaron, además del Cuerpo de Galicia con las divisiones 13, 85 y 84, el Cuerpo Marroquí con las divisiones 108, 11, 4 y 82, y un Cuerpo mixto formado por la 1ª división de caballería y la 58 división de infantería. Es decir, tres cuerpos de ejército con un

total de S divisiones de infantería, una de caballería y tres batallones de tanques. Como medios de refuerzo contaba con toda la aviación hitleriana y fascista y una gran masa de artillería. Sin contar la divisionaria, las agrupaciones de artillería de los tres cuerpos de ejército teman 20 baterías cada una. Además, como Agrupación de Artillería de conjunto del Ejército del Norte enemigo que encuadraba a los cuerpos operantes, actuó la Gran Unidad de Artillería de los italianos, cuya importancia numérica era de unos 8 grupos (24 baterías), al mando del general fascista italiano Manca.

La solidez alcanzada por nuestras líneas en las direcciones O. y SO. llevó al enemigo a buscar nuevos caminos para alcanzar su objetivo. Por eso extendió la zona de operaciones más al norte, contra el saliente republicano de Sierra Palomera en el frente Pancrudo-Norte de Teruel.

A excepción de las inmediaciones de la plaza, en su conjunto, todo aquel sector estaba semidesguarnecido de fuerzas. Sólo hacia la profundidad existían, en las comunicaciones, algunas unidades, como la 27 división y varias brigadas más, encargadas de la contención del enemigo; El ataque se realizó en la orilla izquierda del Alfambra, donde consiguió unas pequeñas cabezas de puente. Sin embargo, en las inmediaciones de la plaza, el Cuerpo de Galicia fue contenido y derrotado una vez más, sin conseguir el objetivo.

Con aquellos combates terminaría la segunda fase de la batalla de Teruel.

Fue entonces cuando el Alto Mando republicano dio por terminada la batalla de Teruel, ordenando el relevo de unidades y la salida de aquella zona de un buen número de ellas.

La zona de defensa inmediata de la plaza, hasta entonces mantenida por el V Cuerpo, fue cubierta por la 46 división, cuyas unidades relevaron del 10 al 12 de febrero a las fuerzas de la 35 y 47 divisiones.

La marcha de los acontecimientos posteriores puso de manifiesto que el Alto Mando republicano cometió un error al dar por terminada la batalla de Teruel. No era el primero ni seria el último del ministro Indalecio Prieto.

Asegurado el relevo de las fuerzas, salimos de Teruel el mando, el comisariado y el Estado Mayor del V Cuerpo.

Las divisiones 35 y 47 habían combatido durante 41 días consecutivos. Al ser relevadas, entregaban una organización defensiva sólida.

Nos instalamos en Valencia, en el palacio de Benicarló. Aún no habíamos sentado el pie en la ciudad del Turia, cuando un emisario de Sánchez Rodríguez me alcanzó en casa de Saturnino Barneto diciéndome que fuera urgentemente al Estado Mayor Central.

Me presenté al general Rojo, quien me dijo:

- Ha comenzado otro ataque enemigo sobre Teruel; de mucho empuje; debes salir mañana al mediodía para allí. Otra vez tendrás que hacerte cargo de aquello; ya te lo dirá Sarabia-. Y después de un momento de reflexión agregó-: Se han adelantado a lo que preparábamos en Extremadura.

Vuelto a mi Estado Mayor, Sánchez Rodríguez me dijo:

- Ya conozco todo; me lo ha contado Rojo.

- Pues vámonos para allá.

Consultamos la carta y decidí mover todo con destino a Puebla de Valverde. A Fernando Bueno y Miguel Bascuñana les informé del nuevo ataque enemigo y les ordené;

- Salid esta misma noche para Puebla de Valverde. Situad el batallón donde creáis oportuno. Id hasta el Puesto de Mando de Francisco Galán, que está en Venta del Puente, en el km. 7 de la carretera Sagunto-Teruel, e informaos bien de la situación. ¡A ver qué nos decís cuando nos veamos en Puebla! Uno de nuestros oficiales os esperará a partir de las nueve en la salida de la carretera hacia Teruel.

A las. 8 horas del 18 de febrero me acerqué al Puesto de Mando de Galán. No le veía desde que me visitó en la sala de operaciones del Hospital Obrero de Madrid. Luego fue enviado al Norte, como lo fue Nino Nanetti, caído en los combates de Vizcaya. Hablamos un rato y la cosa aparecía fea. Por la derecha, en Santa Bárbara y el Muletón, era cuestión de poco tiempo, salvo...

En el curso de los días 17 y 18 de febrero el enemigo consiguió apoderarse de las alturas dominantes en la margen izquierda del Alfambra. Prosiguiendo sus acciones avanzó en la dirección Norte de Teruel, ocupando el Muletón, Santa Bárbara y saliendo al Este y Sureste de Teruel.

- No tengo reservas, Modesto -me dijo Galán-. ¿Puedes darme tú algo?

- No tengo más que mi batallón especial -le contesté-. Ahora mismo lo pongo a tus órdenes.
Llamé a Fernando y a Bascuñana:

- Poneos a las órdenes del camarada Francisco Galán. Era la primera vez que ponía el batallón especial del V Cuerpo a las órdenes de otro. El batallón de Fernando y Bascuñana, de Huertas, de Manuel del Valle, de Cándido, de Antonio Blanco, de Manuel López, de José Moreno y centenares de héroes anónimos restableció, de momento, la situación en el flanco derecho. El 19 de febrero recibí la orden de relevar a Francisco Galán. Mi Puesto de Mando y el Estado Mayor los mantuve en la Venta del Puente, km. 7 de la carretera Sagunto-Teruel. El V Cuerpo contaba sólo con las divisiones 46 y 11; que llegó ese día, manteniéndola en reserva, con una de sus brigadas ocupando Puerto Escandón. Tenía, la 69 brigada. En la noche del 20 convoqué una reunión en mi Puesto de Mando, a la que cité a los jefes de las divisiones 11 y 46, de la 69 brigada, y de las unidades y armas especiales. Cada uno recibió su misión concreta. Me referiré solamente a la 46. Llamé la atención de V. González "El Campesino", su

jefe, sobre la importancia de La Muela, prohibiéndole terminantemente retirar a un solo combatiente.

El ataque enemigo estaba dirigido al envolvimiento de las defensas republicanas de Teruel y al cerco de sus defensores.

Ya el día 19, a primeras horas de la tarde, las vanguardias enemigas estaban llegando a la general de Teruel-Sagunto.

Ordené al jefe de la 69 brigada que contraatacara y recuperara la serie de cotas que dominaban la carretera que teníamos ante nuestros ojos.

La entrada en combate de las primeras unidades de la 69 empujó al enemigo hacia el N. Y el E. Pero la concentración de fuerzas enemigas y el acumulamiento de medios de combate en esta dirección eran particularmente fuertes.

Nuestros contraataques chocaron con los ataques reiterados del enemigo y limitaron sus éxitos. No obstante la su­perioridad enemiga, las unidades de la 46 y la 69 brigada mantuvieron sólidamente en sus manos las alturas próximas a la carretera de Sagunto y garantizaron las comunicaciones de Teruel, aunque batidas por la artillería y, en ciertos tramos, por los fuegos de las ametralladoras del enemigo, evitando el cerco de la guarnición de la ciudad, y la caída de nuestras posiciones de La Muela por su retaguardia.

El 21 de febrero, "El Campesino" vino al Puesto de Mando del Cuerpo para plantearme la retirada de Teruel. Me negué rotundamente. Incluso durante aquel día habíamos logrado pequeños avances en nuestro flanco derecho que mejoraron la situación anterior. Argumentando con este hecho, con lo que significaría la pérdida de Teruel desde el punto de vista político­moral y demostrándole que no había ninguna necesidad de hacerlo por el momento, intenté quitarle de la cabeza aquella idea de abandonar la plaza.

Marché nuevamente a Teruel. En la noche del 22 al 23 envié a la ciudad a mi ayudante Soley para que informara de la situación - la misma del día anterior - al jefe de la 46 y trajera información de la situación - resumen de la jornada - en aquélla. Hay que decir que todo este tiempo estuvimos enlazados con el mando y el Estado Mayor de la 46 por teléfono y por radio.

El día 22 había ordenado que una brigada de la 11 división avanzara hasta las proximidades de la ciudad, entre la carretera de Sagunto-Teruel y el río Turia, para hacer frente a cualquier eventualidad.

Por la noche vimos que del Este bajaban a la ciudad algunas fuerzas enemigas. Apreciamos la situación como un peligro inmediato de cerco si flaqueaban las fuerzas del interior de Teruel. Creyendo que el jefe de la 46 se encontraba en la ciudad, así como el grueso de la unidad, y en la seguridad de que La Muela estaba guarnecida por la brigada de la 46 que mandaba el comandante Aparicio, decidí un ataque de noche sobre la plaza. Para realizar este ataque se organizaron dos columnas: a la derecha, una brigada de la 11 división estaría mandada personalmente por mí; a la izquierda, otra brigada de la 11 seria mandada personalmente por Líster. La hora de comenzar el ataque se fijó en las 0.15 del día 24. A las 0.05 el jefe del Estado Mayor del V Cuerpo me llamó urgentemente al teléfono (Daniel González, jefe del Estado Mayor de la brigada que mandaba Leal, trajo el aviso). Tomé el teléfono y oí a Sánchez Rodríguez que decía:

-No comiences, porque "El Campesino" y la 46 están fuera, en un pueblecito más allá de Castralvo. He hablado personalmente con él y espera tus órdenes.

- ¿Avisaste a Líster?

- Sí, ya se lo he dicho.

- Dile a Valentín que venga al Puesto de Mando del Cuerpo En vista de lo expuesto, suspendimos el contraataque proyectado. "El Campesino" nos había jugado una nueva mala pasada que, desgraciadamente, no seria la última.

Evacuado Teruel sin orden ni necesidad, abandonada La Muela sin combate por el comandante Aparicio -hecho decisivo que originó el cerco de nuestras fuerzas, un cerco que era bien relativo- las líneas vinieron a formarse delante de mi Puesto de Mando en la Venta del Puente, donde permanecí hasta el día 29. Este día trasladamos nuestro Puesto de Mando a una masía en Puebla de Valverde.

¿Cuáles son, a mi juicio, las conclusiones más importantes que pueden extraerse de la batalla de Teruel?

Tanto en su planteamiento como en su ejecución, la maniobra de Teruel fue en todas sus partes completamente justa, porque respondía a las exigencias de la situación existente en vísperas de la operación. Por eso fue coronada por el éxito.

Su mérito principal consistió en que arrebató al enemigo la iniciativa de las operaciones militares, aunque por un breve periodo de tiempo.

Sin embargo, tuvimos una serie de debilidades y errores en el curso de la operación. Las más importantes fueron:

1°. - En el periodo ofensivo, la mala elección de la línea a alcanzar por las unidades que cumplieron la misión de estrangular el saliente enemigo, dejando fuera de ella Cerro Gordo, excelente posición que dominaba el sector N. del Guadalaviar, cuya ocupación no fue prevista, quedando así en manos del enemigo una magnífica base de partida para sus contraataques. El hecho de parar a las unidades cuando éstas alcanzaron la línea fijada, no fue un acierto. Con ello se permitió al enemigo que se instalara tranquilamente ante nuestras fuerzas y preparara cómodamente su contraofensiva. De esta manera se desistía de la iniciativa, cediéndosela al enemigo antes de que su superioridad la impusiera en la marcha de los combates.

2°. En el curso de la segunda fase de la operación se realizaron bastantes contraataques locales: recordemos uno en dirección de Singra a cargo de la 27 división, otro a cargo de la 46, partiendo de los Altos de Celadas. La 34, la 70 y otras unidades nuestras realizaron ataques en dirección de Albarracin, los Montes Universales, etc. Sin embargo, ninguno de ellos pudo cumplir sus misiones y no influyeron en la marcha de los combates. Esa intensa actividad no dio fruto porque las fuerzas destinadas para la realización de dichos ataques eran a todas luces insuficientes para cumplir las misiones que se les fijaban. Por eso, el único resultado que acarreaban era debilitar las unidades. Sin temor a equivocación puede afirmarse que tanto el ministro de Defensa como el mando del Ejército movían las fuerzas con la mentalidad aventurera de “a ver qué pasa".

Es claro que si todos aquellos golpes y contragolpes, dispersos y esporádicos, hubieran disminuido en número para dar solamente los necesarios, al servicio de la misma idea que había inspirado la operación, sus resultados se hubieran dejado sentir en el desarrollo de los combates.

3°. Cuando se impuso al enemigo combatir en la región del Bajo Aragón, fue un error persistir en el propósito de activar el frente de Extremadura a costa del debilitamiento excesivo de las fuerzas que actuaban en Teruel.

4°. Las condiciones en que se habían desarrollado las fases primera y segunda de la batalla de Teruel -si aquélla fue un éxito estratégico importante, ésta fue una victoria defensiva de no menor importancia- exigían de la dirección de la guerra el mismo espíritu combativo y la voluntad de victoria que animaban a nuestras tropas. Pero en vez de ello, el espíritu de capitulación del ministro Prieto y su expresión práctica (las directivas dadas al finalizar la segunda fase de la operación) debilitaron la defensa de Teruel y crearon las condiciones favorables para que, en su tercera fase, el enemigo alcanzara sus

objetivos. Y si éstos no fueron más amplios, el mérito corresponde por entero no a la dirección suprema de la guerra, sino a los combatientes que opusieron a aquél una eficaz resistencia.

Al finalizar los combates de Teruel continué al mando de aquel frente hasta el 10 de marzo. Procedimos a sacar unidades y a enviadas hacia Extremadura, en cumplimiento de las órdenes del general Rojo.

En la región extremeña se pretendía realizar una operación para cortar en dos el territorio franquista y desarrollarla después hacia el Sur, sobre Andalucía.

Tales planes no pudieron llevarse a cabo. Antes de ser concentradas las unidades que debían realizados, dieron comienzo los combates en el Este.

CAPITULO X

En nuevos lugares

El 10 de marzo recibí la orden de instalar mi Puesto de Mando en Sot de Ferrer. El día 11, de situado en Alcoriza. Había sido nombrado jefe de las reservas estratégicas del Ejército, con dependencia exclusiva y directa del Estado Mayor Central. Aquellos movimientos y los siguientes los realicé todos acompañado de mi Estado Mayor y el Cuartel General y los servicios del V. Una sola unidad me acompañaba: el batallón especial, vivero de cuadros de mando para misiones más altas. Lo que acabo de decir tenía su causa: una ofensiva enemiga de amplios vuelos que se desencadenó el 9 de marzo al Sur del Ebro, en el espacio comprendido entre la orilla derecha de dicho río y Vivel del Río Martín.

La emprendieron 10 divisiones en el primer escalón y 4 en el segundo.

El golpe de aquella masa cayó sobre el XII Cuerpo, mandado por Sánchez Plaza, que cubría las direcciones de A1cañiz y Caspe, y el XXII Cuerpo, que mandaba Ibarrola, en dirección Montalbán. Más a retaguardia había algunas unidades del XVIII Cuerpo, que mandaba Heredia, incompleto, en reorganización.

Nos instalamos en Alcoriza, nudo de comunicaciones bien liviano, pero importante por no haber otro, equidistante de A1cañiz y Montalbán.

Como era nuestra costumbre, los oficiales del Estado Mayor salieron de reconocimiento hacia el frente. Lo hicieron en dirección Andorra (Aragón). Al pasar por dicha población no encontraron a nadie. Un poco más adelante tropezaron con el enemigo, que retrocedió.

El batallón especial no había llegado aún. Indagamos con todos los medios a nuestro .alcance y empezamos a enteramos de la verdad. En toda su magnitud la conocería en Morella, de boca del general Rojo, el 14 de marzo.

Pasado el mediodía del 12, una brigada cruzó para el frente. Los hombres del Estado Mayor y de los servicios volvieron a sus puestos habituales. Juan, el cocinero, que venía con nosotros desde el Puente de Vallecas, hizo un gesto de orgullo al pasar y decide: "También tú". Seguimos juntos hasta el fin de la guerra. Dos veces se salvó por poco, saliendo con ligeras contusiones solamente.

A la mañana siguiente, el batallón especial estaba ya en su puesto. Hacia el mediodía vimos venir gente hacia atrás. Ordené a los bravos de Bueno y Bascuñana que se mezclaran con ellos para coger a cada uno por el brazo y llevarlos consigo al frente, dejando organizada una línea. Así lo hicieron. Un motorista enemigo fue hecho prisionero. Una tanqueta italiana se volvió. A un camión con fuerzas no se le dio tiempo ni de enterarse. Los que venían detrás retrocedieron.

El 14 de marzo me citó un ayudante de Rojo en Morella. Con el general estaba Cordón, que había sido quitado por Prieto de la jefatura del Estado Mayor del Ejército del Este. Esos días acompañaba a Rojo como jefe de Operaciones de su Estado Mayor.

Rojo me informó de las dimensiones de la catástrofe con una frase: "El Ejército del Este ha naufragado al Sur del Ebro". Me anunció la llegada de las divisiones 11 y 45 y me dio instrucciones que terminó con las siguientes palabras:

La 45 vendrá a tu disposición. Ahora tienes la 11 y todas las fuerzas que se encuentran en ese frente al S. del río, más las que integran la Agrupación Reyes.

Ni él ni yo encontramos nunca a esa agrupación fantasma. Cuando nos separamos, marché al Puesto de Mando de la 11. Esta tenía la misión de aferrarse fuertemente al nudo de Valdealgorfa para impedir el avance enemigo y enlazar a la izquierda con el XII Cuerpo. La hizo muy bien. A la madrugada me separé de Líster y López Iglesias.

Desde Valdealgorfa al río Ebro no se conocía nada de la situación. Bien entrada la noche salí a la ventura, con mi ayudante Soley, a ver qué pasaba en dirección Caspe, siguiendo como itinerario el tramo de carretera que va al N. por Batea -Maella - Caspe.

Cuando despuntaba el alba paramos en Batea, a cuya salida había un grupo de muchachos del batallón inglés de la 15 brigada, en perfecto orden. Les ordené que permanecieran en el pueblo, situaran controles a su entrada y detuvieran a todo el que viniera del O., sin dejar pasara nadie.

Continuamos nuestra marcha y a la salida de Maella encontré al capitán de tanques Viciar Gómez (terminó la guerra de comandante-jefe de la brigada de tanques del Ejército del Ebro) con 6-8 máquinas. Le ordené que me siguiera con los tanques en columna.

Cuando marchábamos hacia Caspe vi venir un coche ligero del que salía una mano que me hacía señas. Paramos los dos a la misma altura. Era el general Walter. Me informó que tenía más adelante alguna gente suya de la 13, que no sabía nada ni de la 11 ni de la 15 brigadas. Le dije que había encontrado parte de la 15. Marchamos hacia donde estaba su gente. Habría unos dos batallones. Les informé de la situación y ellos me dijeron que el enemigo estaba en Caspe. Quise comprobado y nos metimos en la villa, de la que desalojamos a unas vanguardias enemigas que habían entrado en ella.

Después de limpiada de enemigos, mandamos un batallón por la carretera general hacia Hijar y él atropar la carretera transversal Caspe-Alcañiz. Allí nuestros batallones fueron detenidos por fuertes contingentes enemigos. Y comenzaron a combatir, defendiendo Caspe, que continuó en nuestras manos varios días más.

Ocurrió así

Lo sucedido entre el 9 y el 15 de marzo al Sur del Ebro era bien triste e indignante. El XII Cuerpo, comenzando por su jefe, desapareció del teatro de la lucha. Sólo núcleos de combatientes intentaron hacer frente y se batieron con el enemigo sin directivas del mando superior, por su propia iniciativa. En aquellas condiciones, el resultado de la lucha tenía que ser favorable al enemigo, máxime teniendo en cuenta su gran superioridad de fuerzas y material de guerra. En cuanto al XVIII Cuerpo, su jefe, el teniente coronel Heredia, siguió la misma conducta, no sin antes (cuando ya el enemigo avanzaba en todo el frente de

ataque) desorganizar y dispersar la 35 división, al enviar sus batallones sueltos, en la noche del 10 y durante la jornada del 11, con la misión de situarse y defender lugares y objetivos que, en lo fundamental, estaban desde el mismo día 9 en manos del enemigo.

En cumplimiento de aquellas insensatas misiones, los batallones de la 35 división, que estaba reorganizándose allí, penetraban sobre la marcha en la que ya era retaguardia enemiga, enfrentándose con sus segundos escalones de combate y sus reservas, encontrando los caminos de repliegue cerrados y viéndose obligados a librar, en condiciones de cerco o semicerco, una infinidad de cruentos y breves combates, para abrirse paso nuevamente a nuestra zona. Y hay que decir, como justo homenaje a los heroicos combatientes de la 35 división y sus cuadros de mando, que pasaron esta difícil prueba de manera sobresaliente. Las tres brigadas de la 35 división en aquellos días eran la 11, 13 y 15.

En el flanco derecho del XXII Cuerpo, sus unidades hicieron frente al ataque enemigo y realizaron serios esfuerzos para contenerlo en las primeras jornadas. La entrada posterior en combate de la veterana 34 división dio más solidez a nuestra defensa en dirección Montalbán; incluso en diversos puntos empujó a las vanguardias enemigas hacia atrás. No obstante, las divisiones del Cuerpo de Galicia pudieron maniobrar explotando el ancho espacio existente a su izquierda, resultado del derrumbe del XII Cuerpo.

El XII Cuerpo, pues, entregó al enemigo el territorio al S. del Ebro, desde su margen derecha hasta las proximidades de Montalbán. Cuando una masa de fuerzas como las que participaban en este ataque (13 divisiones) recibe tal obsequio, se crea una situación crítica como la que estaba planteada.

Para hacerla frente .habíamos ido allí. Pero todo tiene un por qué.

Ese interrogante me lo hice al instalarme el 11 de abril en Alcoriza. Al principio no encontraba respuesta. Bien dice el refrán que la pasión quita el conocimiento. En este caso pasión era igual a indignación. De ahí que, al reflexionar, se me viniera a la mente todo lo que había visto al S. del Ebro en los meses de agosto-septiembre, que brevemente recojo en un solo aspecto antes, en el subcapítulo "Raid instructivo": la obra de los ensayistas "libertarios".

Si en Alcoriza creí que la alarma que presencié era un fallo de una unidad, al escuchar a Rojo en Morella y ver con mis propios ojos lo que pasó en Maella, todo aparecía claro para mi.

En contraposición a la indigna conducta de los jefes del XII Cuerpo, el combate y el comportamiento de la 35 división, por la que pasaban en rotación todas las internacionales, y que me acompañó toda la guerra, desde Brunete hasta el Ebro, me llenaba .de orgullo en este aciago mes de marzo. Y me sigue llenando hoy.

Poca gente y escasos medios

Con la 11 división ante Alcañiz y los tres batallones de las brigadas 11, 13 y 15 que habían entrado en Caspe, conscien­temente sólo por unos días, en la mañana del 15 de marzo me hice cargo del sector al S. del Ebro desde su margen derecha hasta el S. de Calanda, siguiendo el Guadalope, a excepción del tramo ante Alcañiz y Castellseras, ambos en manos del enemigo.

Mi Puesto de Mando lo situé en Maella. De las tres direcciones del ataque enemigo, dos nos habían tocado a nosotros: en el flanco derecho del V, la 35 división cubría la dirección Caspe-Maella-Batea a la general Alcañiz-Tortosa, por Gandesa; la 11 división, en el flanco izquierdo, estaba situada en el importante nudo de comunicaciones de Valdealgorfa, por donde pasaban la general de Alcañiz a Tortosa, por Gandesa, y la general a Castellón, por Morella.

Al S. del V Cuerpo, nuestro vecino, el XXII, cubría los accesos al Maestrazgo de las direcciones de Alcoriza y Ejulbe, en las proximidades de ambas.

Al mediodía del 16 analizamos en mi Estado Mayor la situación existente, con los jefes de las distintas armas. Les informé de todo lo que había visto el día 15 y en la mañana de ese mismo 16 en que estábamos reunidos, con lo que quedó clara para todos la situación, así como la misión que teníamos encomendada. El trabajo de fortificación pasó a primer plano en nuestras consideraciones. El jefe de Ingenieros del V Cuerpo era, desde su fundación, un republicano: el ingeniero Botella Asensi. Nos informó que, viniendo para Maella, había visto unas obras que le llamaron la atención y que, al recorredas, había llegado a la conclusión de que allí existía una línea de fortificaciones, cuyos planos tenían que estar en algún sitio y quería buscados. Pero el jefe de Ingenieros del Cuerpo, que acababa de llegar, sabía más: había averiguado que ésa era una línea de defensa de bastante rango, construida por orden de la Generalidad. En su construcción participó el ingeniero Kramer, antifascista alemán. Le pedí que al terminar la reunión se dedicara a buscado.

El jefe de Artillería del V, comandante Goiri, un excelente militar, sin partido, pero que demostró su fidelidad al jura­mento prestado pasándose al campo de la República, a quien conocí mandando una batería en Brunete y que desde entonces estaba con nosotros, propuso que se pidiera más artillería a la reserva general, pues él sabía que había llegado un materia nuevo estupendo de la Unión Soviética. Le autoricé para que hiciera las gestiones necesarias.

Comimos juntos, ya tarde, lo que no hacíamos desde Quintanar. Fábregas, pintor y músico, nos recitó una poesía estupenda que había escrito. Se llamaba "Canto a la verdad". Todavía es inédita. Pocos la conocen.

Por la tarde llegó Hans, el jefe de la 45 división. Inmediatamente salimos los dos al campo. Camino de Caspe le dije que cuando llegara su división relevaría a la 35. Hicimos un reconocimiento del terreno bastante completo.

Nos detuvimos un largo rato en Caspe. Le expuse que los dos batallones de la 35 que estaban all1 eran de hecho unas fuertes vanguardias para ganar tiempo, a fin de que pudiéramos organizar la defensa en esta dirección. Hans, con el ceño fruncido como tenia por' costumbre, lo que en él respondía a una interrogación interior que luego exteriorizaba, me iba dando su opinión sobre todo haciendo sugerencias cada vez que era necesario.

Nos paramos especialmente en el tramo del río Guadalupe desde su paso por la carretera Caspe-Maella hasta su muerte en el Ebro. Ahí era donde había que agarrarse. Allí estaban trabajando los ingenieros para ponerlo en condiciones de hacer de aquello un serio reducto. Con ellos se encontraba Pablo San José, comisario de ingenieros del V, luego del Ejército del Ebro,

que cayó en una unidad guerrillera en la Unión Soviética, en la retaguardia nazi.

Aquella noche, reunido con WaIter y Hans, acordamos el relevo, cuando llegaran las brigadas esperadas. Hans iría con su 1 brigada a la altura de las fortificaciones que habíamos visitado, para cubrir la dirección principal del ataque enemigo, relevando a las fuerzas de la 35 división. Con otra de sus brigadas aseguraría el centro del despliegue del Cuerpo en el Guadalope y enlazaría con la 11 división, ya que entre la 35 y la 11 había un espacio abierto de muchos kilómetros, que sólo estaba vigilado por unos destacamentos de mi batallón especial. La tercera quedaría en reserva, a caballo de la dirección principal. Al ser relevada la 35 división, Walter situaría sus fuerzas entre Maella y Batea.

Cuadro desolador

El 18 de marzo de 1938, en el frente encomendado al V Cuerpo, comenzó una nueva fase de la maniobra enemiga. Par­ticipó en ella, en dirección Caspe, el Cuerpo Marroquí en primer escalón; en segundo escalón otro Cuerpo, con las divisiones 1,55 y 1ª de Caballería que entró en combate después del paso del Marroquí al N. del río; el Cuerpo italiano con las divisiones "Littorio", "23 de marzo", "Flechas Negras" y "Flechas Azules" atacó' el nudo de Valdealgorfa, en el sector defendido por la 11 división. Días después, el XXII Cuerpo, que tenía enfrente al Cuerpo de Galicia, con las divisiones 4, 81, 83, 84 y 168, entró en el ámbito de la ofensiva enemiga. Esta partió de la región de Alconza en dirección Morella.

El día 20 entró en posiciones, a retaguardia de la 11 división la reserva general de artillería, la cual fue puesta a mi disposición.

El 22 por la mañana un bombardeo enemigo a nuestro puesto de mando destruyó la casa donde estaba instalado, pero no ocasionó ningún daño a nadie de los que allí se encontraban.

El nuevo puesto de mando lo instalamos en la masía del Puente sobre el río Matarraña, entre Maella y Batea; se preparó otro en Calaceite, en el que me instalaría el día 25.

Todos los ataques, con grandes luminarias de aviación y de artillería, fueron rechazados en el frente del V Cuerpo.

Pero ese mismo día 22 entraron en acción al Norte del Ebro los cuerpos Marroquí, Aragón y Navarra:

- el Marroquí, trasladado de la orilla derecha, con las divisiones 5; 13 y 150, lo hizo en dirección Bujaraloz-Fraga-Lérida;

- el Aragón (divisiones 51, 53 y 54), en dirección Sariñena-Binéfar-Balaguer;

- el Navarra (divisiones 3,61, 62 y 63), sobre el eje Barbastro-Benabarre-Tremp.
Es decir, el ataque enemigo se desplegó en el Alto y Bajo Aragón.
Al S. del Ebro, los ataques enemigos fueron contenidos en todo el frente.
Hacia el 21, el Cuerpo Italiano, que seguía siendo rechazado en sus ataques a Valdealgorfa, apretó sobre la 9ª brigada, que

mandaba Joaquín Rodríguez, rompiendo y tomando La Codoñera. Llegó hasta el puesto de mando, haciendo prisioneros del Estado Mayor de la brigada. Me encontraba en aquel sector, en el puesto de mando de Líster. Estaba también Malinovski. Cuando llegué, vi que hablaba por teléfono y oí que me nombraba. Me hizo señas y me pasó el auricular. Era el coronel Menéndez.

- Modesto, eso está feo. ¿Qué piensa usted?

- Que no me explico cómo no ha llegado todavía la 3ª división. ¿Tiene usted noticias de ella?

- Si. Debe llegar de un momento a otro.

- ¿Puedo disponer de ella? ¿De una brigada, al menos?

- Claro que si. He recibido órdenes del E.M.C. y puede hacer de ella lo que quiera. Va a su disposición.

- Bueno, Menéndez, la cosa apremia y veo que llega gente. Cuelgo. Hasta pronto.

-Adiós y ¡suerte!

En el boquete que había abierto delante del puesto de mando de la 11 división, Líster había metido lo último que le que­daba del batallón especial, al mando de su jefe; el capitán Carreras, a quien sus compañeros del Thäelmann, del que era otro de sus fundadores, llamábamos familiarmente "Patas tuertas".

Llamé aparte a Líster y a Malinovski, informándoles de la conversación tenida con el coronel Menéndez. En ese mo­mento, a unos cien metros de nosotros, aparecieron un comandante y un comisario que se acercaron y, cuadrándose, se presentaron. Eran Manuel Tagüeña y Adolfo Lagos, jefe y comisario, respectivamente, de la 3ª división.

- ¿Dónde están las fuerzas?, les pregunté.

- Están llegando, contestó Tagüeña. Tengo ya ahí una parte de la 31 brigada. La manda Dositeo Sánchez y el comisario es

Carlos García. Les expliqué la situación en dos palabras y ordené:

- Hay que acercar la 31 brigada, precedida de unos eslabones con fusil ametrallador que deben situarse en esa cresta con la misión de abrir fuego sobre el flanco derecho enemigo si intentara penetrar hacia la carretera donde nos encontramos.

Así vino la 3ª división con nosotros. Y con nosotros se quedó hasta el fin de la guerra.

Hacia las 15 horas, unos eslabones con fusil ametrallador subieron a la carrera las alturas al E. y al S. de La Codoñera, instalándose en ellas para proteger con su fuego la subida de los batallones de una brigada que contraatacaban en el flanco derecho del enemigo, progresando en dirección de La Codoñera. Con ello pudo darse cierta solidez a nuestro flanco izquierdo. Los combates en el sector de la 3ª división se prolongaron hasta el día 25, fecha en que las divisiones "Flechas Negras" y 15 (García Escamez) obligaron a nuestra 3ª a replegarse hacia las estribaciones del macizo La Ginebresa.

En las cercanías de Caspe, la 12 brigada seguía aferrada a las posiciones que ocupaba desde su llegada. Los ininte­rrumpidos combates en esta dirección, comenzados el día 18, habían empeñado ya las tres brigadas de la 45 división. La 35, en segundo escalón, en esa misma dirección, ocupaba las posiciones fortificadas de que hablé anteriormente.

Resumiendo: en el frente del V Cuerpo los ataques -que duraban ya más de una semana- de las ocho divisiones enemigas fueron contenidos en todas partes: por la 45 división, en dirección Caspe-Maella; por la 11 y la 3ª, en dirección Calaceite. En

esta dirección, estaban instalados en una masía el puesto de mando y el Estado Mayor del V Cuerpo.

Al. N del Ebro las cosas sucedían de manera diferente. El enemigo comenzó sus acciones el día 22 en las tres direcciones antedichas. Horas después (con excepción de la 43 división, que permaneció en su zona de defensa -comarca de Bielsa-, manteniendo en sus manos los altos valles del Cinca y del Cinqueta, y de algunas otras unidades sueltas de mucha menor entidad) desde la frontera pirenaica se repitió por los mandos fundamentales del X y XX Cuerpos de Ejército y del Ejército del Este lo ocurrido con el XII al Sur del río y con las mismas características.

El derrumbe del Ejército del Este abrió aquel inmenso frente al enemigo. Este tenía libres los caminos hasta el Segre y más allá.

Y no había reservas.

Hacia finales de marzo prosiguió sus acciones en las tres direcciones de ataque, sin tener ante sí nadie que le disputara el terreno.

Sólo en los primeros días de abril la llegada de reservas del Centro y de Andalucía permitió hacer frente a la situación, siendo detenido el enemigo en todo el frente en la línea del Segre y del Noguera Pallaresa, en cuya orilla izquierda creó unas cabezas de puente en Tremp, Balaguer y Serós.

Además del Sur; el Norte.

A partir del día 22, a medida que el avance enemigo se desarrollaba al N. del Ebro, se extendía más mi flanco derecho en esa dirección. Todas las noches recibía una orden del E.M.C. en la que me anunciaban nuevas decenas de kilómetros de ampliación del frente. Algo parecido ocurrió, aunque en menos proporción, con nuestro flanco izquierdo después del día 25.

Como medio de refuerzo recibí otra vez la brigada de Caballería. Por Mequinenza envié fuerzas de mi batallón especial con la orden y los medios para hacer voladuras. La brigada de Caballería recibió la misión de mantenerse en tres grupos fuertes, cubrir las comunicaciones principales y registrar el movimiento del enemigo, aprovechando cualquier posibilidad para asestarle un golpe. También se envió a las direcciones de Lérida y Balaguer el grueso de la artillería. Esta y la masa de aviación, dedicada en aquellas jornadas a la contención del enemigo, fueron los factores principales.

Por su actuación en aquellas jornadas ascendí a comandante al capitán Julián Soley, mi ayudante: nombrándole jefe de Operaciones del V Cuerpo. Por el mismo motivo, Enrique Fábregas ascendió también a comandante.

El 27 de marzo, cuando aún combatíamos en Caspe y el Cuerpo Marroquí pisaba los arrabales de Lérida, un batallón republicano en perfecta columna de marcha y con todas sus armas y equipo, incluso rollos de alambre espinoso, fue localizado en la otra banda por los equipos del batallón especial, cuando ya estaba orientándose a cruzar el Ebro en las proximidades de Mequinenza. El Jefe de aquella unidad era Américo Brizuela Cuenca.

Hasta finales de marzo mantuvimos las posiciones en la línea del Guadalope. Pero en el curso de aquellos días, las unidades del V y del XXII Cuerpos agotaron sus reservas, que no fueron repuestas porque las unidades que en principio estaban destinadas a reforzamos fueron enviadas al sector Norte, a causa de la marcha de los acontecimientos allí. Además fueron privadas de parte de la artillería y del apoyo de la aviación republicana que, a partir del día 22, actuó con toda su masa en las direcciones de Lérida y Balaguer. Los factores señalados debilitaron las posibilidades de resistencia al S. del Ebro y crearon las condiciones para que el ataque enemigo alcanzara su principal objetivo estratégico: salir a la costa y cortar en dos la zona republicana.

El 30 de marzo avanzó en el frente del V Cuerpo hasta el Matarraña, en dirección Maella, y hasta la ermita de San José, al pie del macizo La Ginebresa. En el frente del XXII Cuerpo penetró en la sierra de San Marcos y avanzó sobre Morella.

En aquella misma jornada una unidad italiana ocupó el ramal transversal desde la ermita hasta Calaceite.

Mi puesto de mando y el Estado Mayor se instalaron ese mismo día en el Más de Menescal, al S. de la carretera Calaceite-Gandesa, en el interior del ángulo que forma aquélla con la de Gandesa a Bot.

El batallón especial fue la única fuerza que en ese momento de crisis ocupó posiciones defensivas en la dirección Calaceite-Gandesa. Se batió como siempre, pero pasaron los tanques y tanquetas, luego los camiones. Los vimos avanzar por encima de nuestro puesto de mando, hacia Gandesa. Tiramos hacia donde habíamos dejado el batallón y, después de avanzar unos minutos, lo encontramos con el comandante Fernando Bueno a la cabeza, que venía hacia el puesto de mando para montar una protección del mismo. Bueno se acercó a mí haciendo un extraño movimiento de cabeza de un lado a otro. ¡Había perdido el habla! Su aspecto era normal, sereno, pero no le salía una palabra. El comandante Priego, jefe de los servicios de Sanidad del V, diagnosticó reposo absoluto y observación. Le mandé a la playa de San Juan, en la costa levantina, con un médico para que le acompañara y vigilara. Se curó, pero quedó en el otro lado al producirse el corte de la zona leal.

Al mando del batallón quedó el comisario del mismo, Miguel Bascuñana, que ya se había hecho cargo de él cuando Bueno sufrió su desgraciado accidente. A partir de entonces seguiría mandándolo hasta el fin de la guerra, mostrando sus buenas dotes de mando en todas las ocasiones en que tuvo que intervenir, que fueron muchas y difíciles. Fue gravemente herido en la batalla del Ebro. Emigrado a la Unión Soviética, mandó un destacamento guerrillero durante la agresión nazi. Varias veces condecorado por su heroísmo en el cumplimiento de las misiones que le fueron confiadas, fue propuesto para el alto galardón de Héroe de la Unión Soviética.

Al caer la tarde, mi puesto de mando se instaló en el empalme Tortosa-Gandesa-Prat de Compte, en la venta que había en la caída de la altura llamada Vértice Rey.

Los combates del 30 de marzo al 3 de abril en el frente del V Cuerpo se caracterizaron por sus extraordinarias dificul­tades. Esto fue así porque el avance del Cuerpo enemigo al E. de Caspe ganó espacio, al tener que desplegar nuestra defensa de la desembocadura del Guadalope para maniobrar en el amplio meandro que forma el Ebro desde Caspe a Fayón, donde desplegaron la 1ª división de Caballería, la 1ª Navarra y la 55 de infantería. Las vanguardias de esta ultima pisaban ya este territorio cuando las unidades del V combatían aún ante Caspe y en Valdealgorfa.

Durante los días 31 de marzo, 1, 2 y 3 de abril las unidades de los Cuerpos V y XXII, sin perder el contacto con el ene­migo y frenando su avance, se batieron continuamente, sin poder impedir que el enemigo entrara el día 3 en Gandesa y Morella. Las fuerzas del general Walter pasaron el río por Mora y García y, desde la orilla izquierda, cumplieron la misión de impedir a los fascistas la creación de una cabeza de puente en el sector de Mora. Como medios de apoyo, pues la artillería que teníamos era mínima, les di la batería antiaérea. Su misión ahora era defender el puente sobre el río en Mora de Ebro, dejando a su criterio la voladura del mismo. E igual con el puente del ferrocarril de García.

Al Sur del Ebro, pensando en el Norte

Entramos en la etapa final de las acciones del V Cuerpo al S. del Ebro.

En esta fase, el Alto Mando republicano aceptó de antemano el corte de la zona leal y fijó a los Cuerpos V y XXII la misión de ganar tiempo para asegurar el paso de las unidades a la zona catalana, ordenando al V que se replegara al N. del Ebro y al XXII que lo hiciera en dirección Sur.

En el sector del V Cuerpo, direción Tortosa - Vinaroz, el Cuerpo intervencionista del fascismo italiano atacó con la misión de salir al mar en la zona Vinaroz-Amposta-San Carlos de la Rápita. Desde el Oeste al flanco derecho del Cuerpo extranjero, la 15 división atacó a través del macizo de Beceite en dirección Alfara- Tortosa.

En el sector del XXII, el Cuerpo de Galicia atacó con la misión de ocupar el cruce de comunicaciones que tiene como centro San Mateo, dejando atrás el amplio macizo del Maestrazgo.

Con tres tanques como toda fuerza, situados en la comunicación principal por donde venía el Cuerpo italiano, amaneció el 3 de abril. La situación creada era ya muy tensa. En la dirección principal por donde atacaba el Cuerpo italiano no teníamos fuerzas. Ordené a la 11 división que se replegara hacia donde yo me encontraba para cubrir el vértice Rey y cotas alineadas a él a los dos lados de la carretera a Tortosa, haciéndolo así y encargándose de su defensa. .

A la 3ª división, que estaba en Valderrobles, la ordené que se replegara, a través del macizo de Beceite, a la carretera de Prat de Compte a Tortosa. Llegó en la jornada y se hizo cargo de las cotas a la izquierda de la carretera. La 11, a la derecha.

En la noche del 4 instalé el puesto de mando en una huerta de Cherta. El E.M.C. me ordenó resistir a. toda costa, para permitir el paso por Tortosa de las unidades que debían proveer el N. del Ebro y hacer frente a la situación creada por el desastre del Ejército del Este.

En aquellos días, pasaron por Tortosa al territorio catalán, entre otras unidades que no recuerdo, la 46 división con sus brigadas 10 y 101; la 37 brigada, mandada por Carrasco, que en el sector de Lérida se incorporaría a la 46 división; las brigadas 122 y 123, de la 27 división que, con otras fuerzas, detuvieron al enemigo en la zona de Balaguer; la 62 brigada, mandada por Enrique Victorero que, en la dirección de Tremp, se batió con el enemigo en la comarca de Barbastro, recuperando al batallón Cinco Villas, haciendo grandes bajas al enemigo en la localidad de Grado, replegándose por Benabarre hasta Tremp, donde se unió a las fuerzas de la 31 división republicana.

El último puesto de mando del V, al Sur del río, lo instalé en la masía Más de Barberá, siempre en la orilla derecha del Ebro.

Entre los días 7 y 10 de abril pude relevar a las divisiones 11 y 3, primero con la brigada 72, de Andalucía, que mandaba un estupendo teniente coronel profesional, del que no he retenido el nombre y, después, con las brigadas 68 y 124 que mandaban, respectivamente, Francisco Romero Marín y Ramón Soliva.

El E.M.C. envió a mi disposición un jefe del Norte, al que presentó en mi puesto de mando el camarada Ángel Álvarez, dirigente comunista asturiano. Era de Gijón. Le di el mando de las tres brigadas que agrupé en una división "B" de cir­cunstancias. Se llamaba Manuel Álvarez (Manolin). Más adelante hablaré de él.

Los ataques continuos y reiterados del Cuerpo italiano, con la masa artillera y de aviación que le apoyaban, no prospe­raron. A 25 kilómetros de Tortosa tuvieron que tascar el freno. "Por aquí no hay salida al mar", le dijeron las brigadas 72, 68 y 124 mencionadas más arriba, qué cubrían la línea Cherta-Pauls-Alfara.

La graciosa concesión a los italianos de ser ellos los primeros en llegar al Mar Latino tuvo que ser corregida. Recibieron aquella misión las siete divisiones enemigas que atacaron al XXII Cuerpo y ocuparon San Mateo y Cervera. El 15 de abril salieron por aquel lado a la costa, en Vinaroz.

También desde el día i3 atacaron en nuestro flanco izquierdo por el macizo de Beceite. Unos pelotones del batallón especial del V cerraron el paso al enemigo en aquel terreno endemoniado.

A partir del día 15 atacaron asimismo desde el S. en dirección Tortosa.

En la noche -ya bien avanzada- de ese mismo día, los oficiales del E.M. del V acompañaron a mi puesto de mando a tres jefes. Uno era el comandante de una brigada andaluza, parte de cuyas fuerzas habían quedado cortadas de este lado; otro, el comisario de la misma, apellidado Cañete; el tercero, el jefe de uno de los batallones, Antonio Ortiz Roldán, jefe de las MAOC de Espejo. Este último pasaría más tarde el Ebro mandando la 226 brigada y terminó la guerra de jefe de la 42 división.

Ese mismo día había venido el general Rojo a mi puesto de mando. Hablamos a solas sobre las perspectivas y me anunció que iban a confiarme la organización y el mando de la Agrupación Autónoma del Ebro, compuesta por dos Cuerpos de Ejercito: el V y el XV. Le propuse para el mando del V al jefe de la 11 división, Enrique Líster, y para el del XV, al jefe de la 3ª división, Manuel Tagüeña, propuestas a las que dio su acuerdo. Al preguntarle sobre la composición de los Cuerpos, Rojo me dijo:

- Las fuerzas que tienes, más la 46 división, que ahora anda por Lérida, y una nueva sobre la base de la 72 brigada. Me anunció que oportunamente vendría la orden formalizando las indicaciones que me estaba dando, y preguntó:

- ¿Has recibido mi orden facultándote para pasar a la orilla izquierda del Ebro cuando consideres oportuno y hacerte cargo de todas las fuerzas que han quedado al N. del corte?

- Si, mi general.

- En caso de necesidad, si el enemigo pasa el río y hay que ceder, retírate en dirección Barcelona, dándote carta blanca

para elegir el momento. En la orden no he puesto esta segunda parte, porque no es conveniente. Esto que te digo debe quedar entre los dos. Es orden del ministro. Sólo el Consejo Superior de Guerra y nosotros dos lo sabemos.

A continuación, ya en presencia de Líster y Tagueña, le pregunté a Rojo si les dábamos la noticia sobre sus nuevos mandos. Dijo que si y se lo notificamos. Hubo un pequeño tira y afloja sobre los números de los Cuerpos, pero por fin quedaron como he dicho antes.

Mi Estado Mayor había preparado el plan de paso a la otra orilla del río por los dos puentes y la presa de Tortosa. En esta última y en algún otro lugar se habían instalado maromas para ayudar a quien tuviera necesidad de ello. Ya a solas ordené a Líster y Tagüeña ocupar la cabeza de puente que se había preparado con sus fuerzas - las cuales estaban en ella desde que fueron relevadas el día 7 - hasta que llegase la 124 brigada que, por ser la de más efectivos, la ocuparía, asegurando el paso a la otra orilla de las 68 y 72 brigadas, de las fuerzas del comandante Ortiz y de las divisiones 3 y 11.

En cuanto a ellas, les indiqué que trasladaran el 16 a la otra orilla, a fin de hacer frente a las nuevas responsabilidades encomendadas.

Al pasar al otro lado, Tagüeña se haría cargo del frente que ocupaba la 35 división, la cual pasaba a formar parte del XV Cuerpo, junto con la 3 y una nueva que se formaría sobre la base de la 72 brigada y las fuerzas de Ortiz. El jefe de la nueva división sería Manuel Álvarez.

Por su parte, Líster se haría cargo del sector Sur del Ebro, donde estaba ya instalada la 45 división, que pasaba a formar parte del V con la 11 y la 46, esta última cuando se incorporase.

Hacia las 10 horas del día 16, los dos me comunicaron que pasaban al otro lado.

El enemigo siguió atacando nuestra defensa. Al N., el Cuerpo italiano; al O., la 15 división; al S., la 1ª Navarra y la 1ª división de Caballería de Monasterio. El objetivo de todos era Tortosa.

Al N. y al O. continuaban sin dar un paso. Habíamos retirado ya la 124 brigada del punto más alejado (Paulo-Alfara), sustituyéndola con elementos motorizados del batallón especial. Otros elementos del mismo estaban en dirección La Cenia y Santa Bárbara, sobre las comunicaciones tan densas que hay por allí. Eran como un armazón de lo que venía suelto, orientado a los combatientes. El comandante Ortiz, con Cañete, cubrían nuestra retaguardia de los ataques del Sur.

Las informaciones que recibía confirmaban que la caballería de Monasterio no cabalgaba. Tenía plomo en el cerebro y en las articulaciones. El mérito correspondía, en gran parte, a los combatientes sueltos, que se batían como francotiradores, dispuestos a morir con honor antes de entregarse.

Las unidades fueron pasando a la otra banda en el orden establecido, asegurando su paso la 124 brigada, que se retiró en la madrugada del 18 al 19 de abril, después de cumplir su misión. Mi E.M. y yo levantamos el puesto de mando de Más de Barberá a la caída de la tarde del día 18.

El paso de las últimas fuerzas de la 124, que había protegido y asegurado el de todas las demás, lo dirigió su jefe, Ramón Soliva. Una vez efectuada, cumplió la orden de incorporarse a la 27 división.

CAPITULO XI

Organizando el Ejército del Ebro

Con la llegada del enemigo al mar y la nueva división en dos del territorio republicano, perdimos el enlace operativo en el frente, con todas las desventajas que eso comporta.

El enemigo prosiguió su acción en dirección Sur, contra la zona de mayor extensión, y en Cataluña, cuyos bordes había mordido, fortificó las cabezas de puente de Tremp, Balaguer y Serós. Las tres estaban en la zona del Ejército del Este, que tenía a su cargo la defensa del territorio catalán desde la frontera pirenaica hasta la desembocadura del Segre. Su frente -en líneas generales-seguía el curso de los ríos Noguera Pallaresa y Segre. Con la ya constituida Agrupación Autónoma del Ebro; nosotros defendíamos Cataluña desde donde finaliza el Segre hasta el mar, en todo el curso del río que nos daba su nombre, incluida, además, la costa hasta Sitges.

Nos pusimos a organizar la nueva gran unidad que me habían encomendado, en cuya composición entraban todas las que habían combatido con nosotros en el período marzo-abril de 1938, agrupadas en dos Cuerpos de Ejército: el V y el XV, mandados, como he dicho antes, por Enrique Líster y Manuel Tagüeña, respectivamente.

Pasaron a integrar el V Cuerpo las divisiones 11, 45 y 46, y el XV, las divisiones 3, 35 y 42. De la última confié el mando y la organización a Manuel Álvarez. El jefe de la 35 división cesó y encargué de aquel puesto a Pedro Mateo Merino, que venía mandando la 101 brigada. De la 3a división, a propuesta de Tagüeña, nombré jefe a Cabezo, que mandaba la brigada 32, y de la propuesta de Líster, designé a Joaquín Rodríguez, jefe hasta entonces de la 9.

Entramos en un intenso período de organización y reorganización de las unidades y Estados Mayores, de preparación de los combatientes para las nuevas luchas. La consigna "Ríos de sudor para evitar gotas de sangre" volvió a ser nuestro lema.

Por su parte, el Comisariado, dirigido por Luis Delage, empezó a desarrollar un gran trabajo político, apoyándose en los comisarios de los Cuerpos V y XV (Santiago Álvarez y José Fusimaña, respectivamente) y de sus divisiones (Carlos García, de la 3ª; Ángel Barcia, de la 11; José María Sastre, de la 35; Fernández Herrador, de la 42; Victori, de la 45 y José del Campo, de la 46).

Puse a Miguel Bascuñana de jefe del batallón especial del Ejército, que tenía a Huertas de comisario.

El E.M. del Ejército era el mismo que tenía el V Cuerpo, a excepción del capitán Angel Gurrea, jefe de la sección de Organización, oficial sólido, muy capaz y experimentado, que pasó al nuevo V Cuerpo. Completé mi E.M. con nuevos mandos y combatientes del batallón especial. Entre otros, el teniente Antonio Blanco pasó a ser segundo jefe de la sección de Operaciones.

Mi vieja "chusma" creció. Entre los nuevos incorporados había un joven voluntario que se presentó en mi puesto de mando y pidió hablar conmigo. Me habían anunciado su venida y sabía de quién se trataba. No obstante le pregunté:

-¿Cómo te llamas?

- Rubén Ruiz Ibárruri.
Me abstuve de aludir al nombre de su madre, la camarada Dolores, para no rozar lo más mínimo su sensibilidad.

- ¿De dónde vienes?

-De Moscú.

- ¿Has estudiado?

- Si. He terminado una escuela técnica. Soy obrero metalúrgico: fresador.

- ¿Conoces el manejo de las armas, el mapa, algo? Te lo pregunto para saber dónde destinarte.

- Conozco algo porque empecé un curso para hacerme aviador; pero no me dejaron al estallar la guerra porque decían que era muy joven. Y si lo hiciera ahora, tardaría algún tiempo. No quería esperar y por eso he venido.

- Está bien ¿A qué arma quieres ir?

- Donde me mande.

- ¿Te gustaría formar parte del equipo de observadores del Ejército? Es un puesto de mucha responsabilidad y eficacia. Fíjate, los observadores son nuestros ojos.

- Bueno. Estoy a sus órdenes.

Así entró Rubén en mi "chusma" y con ella cruzó la frontera, comportándose valientemente como un veterano durante el tiempo que estuvo en ella. Después continuaría en tierras soviéticas el combate empezado en España, su patria, cayendo heroicamente al mando de una compañía de ametralladoras en la defensa de Stalingrado y siendo condecorado, a titulo póstumo, con el más alto galardón: Héroe de la Unión Soviética.

¡Mi chusma! Me dieron ingreso en su equipo ya en Vallecas. Ya debo confesar aquí mi debilidad por ella. Eran todos como una piña. Su vida eran los observatorios. Los instalaban donde se les decía. Tenían iniciativas que ejecutaban con habilidad, decisión y heroísmo. Jamás falló ni resultó falsa ninguna información suya. Habían adquirido una gran y envidiable experiencia. Eran formidables por su sentido analítico. Tenían paso libre hasta mi puesto de mando, siempre, a cualquier hora del día o de la noche. No eran subordinados míos, eran camaradas entrañables. Cuando les oía relatar lo que cada día realizaban, siempre con gran riesgo, me recordaban, los más jóvenes, al "Gavroche" de las barricadas de la revolución francesa. Su grito de "Viva la Reforma Agraria", cuando bombardeaba la aviación, era un desafío.

Si todos estábamos entregados al aspecto organizativo y de preparación combativa, la preparación operativa no le iba a la zaga.

Ya en una de las primeras reuniones celebradas con los Jefes de Cuerpo y de división - procedimiento que empleaba siempre para las cosas verdaderamente importantes -plantee la cuestión en los siguientes términos: "Hay que prepararse para pasar el río; mi Estado Mayor lo está haciendo ya; todos los Estados Mayores de vuestras unidades deben hacerla también. Sánchez Rodríguez está preparando un plan de temas a estudiar que será el armazón del estudio de los demás".

Por aquellos días ascendí a teniente coronel.

Cuando estábamos dando los primeros pasos en la organización de las unidades y en su preparación política y militar, recibimos la visita de Dolores Ibárruri y Palmiro Togliatti, quienes pasaron unos días con nosotros, visitando nuestras unidades. Su llegada coincidió con ello de Mayo. La primera parte del día la dedicaron al mundo de las armas y servicios del Ejército. Comimos con mi Estado Mayor en el Palacio Rusiñol, donde estábamos instalados; la tarde se la dedicamos al V Cuerpo. Cenamos juntos con Líster, Álvarez, Lagos Victori, López Iglesias, Rodríguez, Hans, Barcia, Del Campo, y un grupo más que se aproximaría al centenar.

Me correspondió cerrar el acto de honor del 1º de mayo con unas palabras. Las dediqué a las responsabilidades mayores que habían recaído sobre nosotros, destacando que era una cuestión de honor revolucionario hacer el máximo esfuerzo para situamos todos a la altura de nuestros deberes.

La operación Balaguer

Después del corte se realizaron, por parte del enemigo, dos ciclos de operaciones en dirección Sur. Uno, del 23 de abril al 15 de junio; el otro, del 5 de julio hasta que el paso del Ebro lo puso fin. Estas operaciones tenían como objetivo la conquista de la región valenciana. Proyectaban ocupar Valencia el 25 de julio.

El primero fue contenido el 19 de mayo, en su fase inicial, por el Ejército de Levante, al N. de las localidades Alcalá de Chisvert-Cuevas de Vinromá-Alcocer. Más al O. el enemigo consiguió reducir el entrante republicano al NO. de Teruel, siendo detenido en la región de Mora de Rubielos. Antes de que empezara la segunda fase de este ciclo fue puesta en marcha la operación de Balaguer, primer intento de cooperación operativa de la zona catalana con la otra.

Habían transcurrido sólo 4-5 semanas desde que pasamos al E. del Ebro y el esfuerzo de organización realizado permitió enfocar aquella operación con perspectivas de éxito.

Esta ofensiva nuestra, a cargo de las unidades del Ejército del Este que mandaba el teniente coronel Juan Perea, perseguía el objetivo de contener al enemigo en Levante y tenía la misión particular de avanzar las líneas republicanas al N. del Ebro hasta las fortificaciones del río Cinca, estableciendo enlace táctico con las unidades de la 43 división, de la que era jefe Beltrán y comisario Máximo de Gracia, y que se mantenía en la región de Bielsa.

La maniobra consistía en lo siguiente: un primer escalón, integrado por las unidades del Ejército del Este, debía atacar simultáneamente las cabezas de puente de Tremp, Balaguer y Serós, abrir paso a un segundo escalón mandado por mi, compuesto de 4 divisiones del Ejército del Ebro completamente motorizadas, que debían explotar el éxito en Balaguer y lograr alcanzar la línea del Cinca. En la columna venían Líster, con las divisiones 11 y 46, y Tagüeña, con la 3 y la 35.

Al rato de comenzada la operación me situé - conservo este cuadro en la retina - en uno de la serie de mogotes continuos que de E. a O. se alzan ante Balaguer, de los primeros de los cuales había sido arrojado y batido el enemigo, y seguí -la marcha del combate. Me acerqué al puesto de mando de la masa artillera que dirigía personalmente el coronel J. Luis Fuentes y observé con sus aparatos el panorama. La preparación artillera era francamente buena. Los transportes de fuego eran como debían ser. Los tanques apoyaban bien. Los combatientes actuaban con arrojo. El testimonio estaba allí, ante las alambradas del enemigo. Pero ¿qué pasaba? ¿Por qué no seguíamos?

Busqué el puesto de mando del jefe del XVIII Cuerpo, José del Barrio, y 10 localicé. Estaba tumbado en el fondo de su magnífico refugio, dormitando. La única explicación que dio fue que él ya había hecho lo suyo, y ahora ¡a esperar! Desde las ocho del día 23 había renunciado a. influir y dirigir la operación.

Por las características de la cabeza de puente de Balaguer (su amplitud, fortificaciones, cantidad de fuerzas y medios de fuego), la forma en que Del Barrio organizó la actuación de la unidad que él mandaba jamás le hubiera permitido tomarla, a pesar del derroche de heroísmo de los combatientes.

Defendía la plaza de armas la división 53 enemiga, que a los tres días fue reforzada con la 54 división. Pero el jefe del XVIII Cuerpo tenía una idea muy particular sobre el delicado problema de las reservas. Por ello se produjo el hecho de que, disponiendo de sus tres divisiones al completo, lanzó al ataque, en camino abierto, 10-11 batallones contra otros tantos enemigos atrincherados en sólidas posiciones. De los 36 batallones que tenía, mantuvo 24 en reserva.

Hubo algo, si cabe, más grave: los mandos y fuerzas de las unidades que atacaban la cabeza de puente fueron llevados al combate a ciegas, enterándose de él horas antes. ¿Motivo? "Para mantener el secreto", según expresión textual de Del Barrio. ¿Secreto con quién? ¿Con los que habían de realizado? Precisamente el éxito de la operación descansaba, más que en otra forma de combate - por tratarse de una defensa con fortificaciones de carácter muy sólido- en la buena preparación del ataque, sobre la base del conocimiento máximo posible de las defensas enemigas, para poder elegir bien las direcciones de avance, distribuir con justeza los medios de fuego y emplear correctamente el material de refuerzo, sobre todo los tanques y la artillería.

De todo esto hablé en una reunión celebrada en Barcelona en. la sede del Comité Central del Partido, bajo la presidencia del camarada Manuel Delicado, miembro del Buró Político, reunión en la que fui designado para informar.

Los jefes comunistas de grandes unidades, presentes en dicha reunión, aprobaron mi informe e intervinieron apoyándolo y rechazando la conducta de Del Barrio.

Este no supo explicarse más que con monosílabos: SI y NO. Pero todavía tuvo el cinismo de asombramos a todos con esta rotunda e inconcebible afirmación: "Yo duermo todos los días con los reglamentos debajo de la almohada".

Después fue de mal en peor. Tenia, pues, que terminar mal y terminó, efectivamente, en el estercolero.

La operación de Balaguer fracasó ya en el momento inicial de su realización. Duró del 23 al 28 de mayo. Fue correcto su planteamiento, aunque se realizaba bajo el pie forzado de la necesidad de ayudar a Levante. También fue justo suspenderla.

Volvimos a nuestras bases y el teniente coronel Hans, que había quedado en mi puesto durante nuestra ausencia, se incorporó al suyo.

Entonces comenzamos a preparar la batalla del Ebro.

El 25 de mayo nos bautizaron de nuevo y pasamos a ser el Ejército del Ebro. El XII Cuerpo de Ejército, del que eran jefe Etelvino Vega (asesinado por los franquistas, a quienes fue entregado por los casadistas en Alicante) y comisario Virgilio Llanos, así como jefe de Estado Mayor Ferrando, entró a formar parte de él. Cuando volvimos de Castell del Remei, donde tuve mi puesto de mando al intentarse la operación de Balaguer, el 27 de mayo lo pasamos a Espluga de Francolí (Balneario). Allí estaría el cuartel general hasta noviembre. El puesto de mando y el Estado Mayor saltarían a Figueras. Pero esto era ya pocos días antes de que diera comienzo la batalla del Ebro.

¿Dónde? ¿Por qué?

No voy a explicar muchas cosas técnicas y tediosas sobre la preparación de la batalla. Pero debo decir algo respecto a dónde y por qué se libró; por qué fue así y no de otra manera.

La preparación de los mandos, los Estados Mayores y los combatientes para el paso del río seguían vigorosamente.

A la maniobra del paso del río se dedicaban cientos de horas; las divisiones acampadas en el interior hacían la preparación en barrancos; las de la costa, en el mar. Todo se hacía encubierto, bajo el nombre de Ejercicios Tácticos, con mayúsculas.

De la operación fue enterándose todo el mundo, cada uno a su tiempo, con el margen suficiente para no ir a ciegas a ninguna parte.

Sabíamos mucho del enemigo, pero teníamos que saber más. Ese más ayudaban a encontrarlo los observadores; pero no los estáticos, sino los móviles. Los hombres encargados de ello tenían que hacerlo sin error. El que lo cometiera, respondía de él. Su error comprometía a todos y podía costar muchas vidas.

En este terreno, la unidad modelo durante el período de preparación de la operación fue la 42 división, la nueva. Todos los combatientes, soldados y mandos, incluido el jefe de la misma, estaban empeñados en esa tarea. Manolín y yo hablamos detenidamente sobre este problema. Su división cubría la preparación de las demás para el paso del río; fue también la que proporcionó los datos definitivos, ese más que nos faltaba antes y que ya teníamos en nuestras manos; que llegó hasta el general Rojo, a quien se lo entregué personalmente. Aunque no era yo el que había estado allí tres días seguidos o una semana, como solían pasarse los equipos de exploradores. Y no en la profunda retaguardia, que tiene también sus riesgos, sino en la más inmediata, incluso en los propios eslabones del despliegue enemigo.

Su labor era oscura, modesta, heroica, llena de abnegación. Trabajaban en silencio, a 500, a 100 metros de las posiciones enemigas, porque tenían que conocerlas bien, saber cuáles eran los sectores más fortificados, cuánta gente podía haber y su régimen de vida; qué armamento, cuál era automático en posición fija y muchas cosas más; el servicio nocturno de seguridad del enemigo, qué recorrido de patrulla había entre posición y posición; conocer sus itinerarios, los lugares donde estaba emplazada su artillería, sus reservas y los puestos de mando. Algunas veces se tropezaban con el enemigo, o éste pasaba a cincuenta, a veinte metros de su nido. Había que saber esquivarlo y, a veces, aguantar hasta la respiración. Esto, dentro de lo difícil, era lo más fácil. Otras veces había que reaccionar y dar antes que dieran, sin ruido; manteniendo el silencio que es el lado fuerte del explorador. Una precisión de interés: en la 42 división la inmensa mayoría eran campesinos.

El explorador del Ebro tenía que cruzar el río dos veces, en cada raid, nadando 150-200 metros cada vez. En su propia orilla debía echarse al río sin ruido para cruz arlo y salir a la opuesta con el mayor sigilo, sin dejar el menor rastro de su paso.

Cuando era uno solo, se autocondenaba al silencio 'por el tiempo que fuera; si iban más de uno, durante su trabajo se olvidaban de que tenían lengua. Los gestos, las miradas suplían las formas normales de comunicación entre los hombres.

En ese período no había para mí más mundo que el ejército, y es que cuando tienes un Estado Mayor que has creado, eligiendo a los mejores, cuidándolos, viendo sus cualidades, estudiándoles, dándoles iniciativa, y tomando ejemplo, puedes apoyarte tranquilamente en ellos y confiar en que las misiones que te encomienden podrán ser cumplidas. Entonces te sientes optimista, y en la dedicación y la abnegación de los demás aprendes y te perfeccionas.

Y dentro de ese mundo del ejército, el de los exploradores. Ellos te dicen por dónde hay que ir. La respuesta completa la tienes, si a ella unes el terreno. Y ahí si que el voluntarismo es muy relativo. Al terreno hay que interrogarle. Si sabes hacerlo, te da respuesta. A la mejor, no la que tú quieres, sino otra muy distinta., Y entonces tienes que cambiar, corregir tu opinión. En caso contrario, las sorpresas y hasta las derrotas suelen ser sangrientas e irreversibles.

En misión especial. Estaba anunciada - me lo dijo el comisario del Ejército, Luis Delage - la visita de Nheru; pero yo no podía tener el honor de recibirle. Decidimos que se le hiciera un homenaje digno de su personalidad, que lo presidiera Líster y que el jefe de la 46 desfilara con su unidad. Yo tenía anunciada la visita del general Rojo, que me había pedido urgentemente que le esperase. Cuando llegó, salimos los dos en coche para visitar una vez más nuestro frente en el sector del paso. Antes de llegar hicimos un alto y me informó de la situación en Levante. Lo esencial era que allí estaban las cosas feas. Conocíamos por la información del Estado Mayor Central que el 8 de junio rompieron nuestra defensa en Albocácer y que el 15 alcanzaron sus objetivos, saliendo a la cuenca del Mijares y ocupando Castellón. Las órdenes del ministro de Defensa a la otra zona, de acuerdo con los planes elaborados por el Estado Mayor Central, eran organizar la defensa de Valencia en una línea de resistencia que iba desde los altos de Almenara - en la costa - hasta la Sierra de Javalambre, pasando por las sierras de Eslida, Caudiel y del Toro.

- Allí se ha construido la línea X- Y -Z. El Ministro ha pensado que des un salto a Valencia para hablar con Miaja, Menéndez y Matallana y anunciarles lo que vas a hacer aquí, a fin de que tengan confianza. Al mismo tiempo, para que se comprometan contigo y no te dejen solo en la estacada. Si estás de acuerdo, vienes mañana al mediodía a Barcelona.

Seguimos y nos acercamos a un observatorio donde se encontraba el jefe de brigada de la 42 división, comandante

Antonio Ortiz Roldán, con el que hablamos los dos un rato. No era la primera vez que yo visitaba a Ortiz, cuya brigada estaba en línea en aquel sector del frente confiado al XV Cuerpo. Lo expuesto motivó mi viaje a Valencia. Un viaje relámpago que duró 3-4 días.

Al ausentarme llamé a Líster, le expliqué mi marcha y le dejé durante mi ausencia, brevísima ausencia, de jefe accidental del Ejército del Ebro; al jefe de la 46 división le nombré Jefe provisional del V Cuerpo. Recomendé que no se hiciera ningún cambio más.

Manteniendo el secreto, excepto para Delage, Sánchez Rodríguez y mi sustituto, fui a Barcelona, donde me presenté a Rojo. Este me llevó a ver a Negrín, con quien comimos, y salí para Levante. El avión personal del jefe de la aviación, Hidalgo de Cisneros, con su piloto habitual, me llevó a Manises. Luego me llevaría a Madrid.

En Valencia fui al puesto de mando de Menéndez. Allí coincidí, pues me esperaban, con el jefe del grupo de ejércitos de la zona Centro y su jefe de Estado Mayor: los generales Miaja y Matallana. Cambiamos algunas impresiones y quedamos en volvemos a reunir. Por cierto que el jefe de Estado Mayor del Ejército de Levante era mi viejo amigo Federico de la Iglesia. Al día siguiente por la mañana busqué al comisario del Ejército, al que no había visto aún. Era Francisco Ortega. Creo que fue Francisco Ciutat, jefe de Operaciones, quien me lo presentó. Al vemos exclamó alborozado: ¡Coño, Guadalete¡ ¿Pero eres tú, Pacheco? - respondí yo. Nos dimos un gran abrazo, pues con los nombres citados nos habíamos conocido en una escuela política. Me dijo, entre otras cosas, que el día anterior había tenido mucho ajetreo, ya que el Partido había decidido llevar a Madrid un jefe de brigada caído en los combates de los últimos días. Se llamaba Antonio Díaz y era un antiguo militante del Partido al que yo había tratado, a través de Pablo Yagüe, en Madrid. Era el tercer dirigente del sindicato de Artes Blancas de Madrid (secretario de la sección de Pan Candeal) que caía al frente de sus compañeros, los cuales eran el alma de aquella estupenda brigada. El primero fue Evaristo Gil, caído en la Sierra, y el segundo, Gabriel Carbajal.

Decidí marchar en vuelo a la Capital. Llegué cuando le acababan de enterrar. Los camaradas de Madrid, que conocían mi ligazón con él (era el padre de María, mi esposa), tuvieron la iniciativa de ponerle una corona en mi nombre, lo que les agradecí profundamente. Luego estuve visitando a su viuda y sus hijos.

Volví a Valencia aquel mismo día. En la entrevista final con Miaja, Matallana y Menéndez examinamos la situación militar y el estado de nuestras fuerzas en las dos zonas, deteniéndonos especialmente en las directivas del gobierno.

- En la zona Centro - dijo Matallana - tenemos la posibilidad de poner en pie tres Cuerpos y realizar acciones importantes; pero ahora no podemos ocupamos más que de atender a Levante, porque no sabemos qué puede ocurrir mañana.

-Yo mismo -habló Menéndez- tengo ahora más fuerzas de las necesarias embebidas en el frente. Si tuviéramos un mes de respiro ¡qué digo un mes, quince, días!, podía recuperar una serie de unidades que representarían por lo menos dos Cuerpos de Ejército.

- ¿Y tú qué tienes, Modesto? ¿Qué vais a hacer en Cataluña? - me preguntó Miaja.

- Ya les he dicho, mi general, lo que me han encargado el Presidente del Consejo y el general Rojo. En Cataluña se tienen estudiadas una serie de acciones. Dos de ellas, por lo menos, son de gran envergadura: una al Norte y otra al Sur del Ebro. Están previstas con la idea de atraer allá la masa de maniobra del enemigo. ¿Cuál de ellas se pondrá en ejecución? Eso lo dirá el Consejo Superior de Guerra. Igualmente Vds. conocen las directivas del Ministro, referentes a la idea de la maniobra de forzamiento del río Ebro y el desarrollo de la ofensiva en dirección. O. y SO., mientras que el Ejército de Maniobra desarrollaría su ofensiva en dirección Cati.

- Pasado un mes - dijo Menéndez. - Sí, si...

- ¿Tú qué piensas? - insistió Miaja.

- Que podemos cambiar el curso de la guerra si somos capaces de verdad, de establecer una estrecha colaboración de los Ejércitos de las dos zonas, eso que los especialistas llamáis - me dirigí al general Matallana - la cooperación operativa de los dos frentes.

- ¡No te metas conmigo, Modesto! - exclamó Matallana abriendo los brazos.

- Lo que sí puedo asegurarles a Vds. es que en el Ejército del Ebro todos estamos en condiciones de abordar la misión que nos encomiende el gobierno y creemos que bien. Pero las palabras tienen poco valor. Los hechos son los que cuentan.

- Si hacéis allí una cosa grande... - dijo reflexionando Menéndez.

- No nos dejaréis en la estacada – salté yo interrumpiéndole.

- Al contrario. A lo que hagáis por Levante, nosotros responderemos con creces.

Aquella misma noche volví a Barcelona, informando del cumplimiento de la misión que se me había encomendado e incorporándome inmediatamente a mi puesto.

Amenaza en Levante

El 13 de julio desencadenó el enemigo su ofensiva general para la conquista de Valencia y su región. Participaban en ella cinco Cuerpos de Ejército alineados desde la costa hasta el SE de Teruel, con 22 divisiones de infantería, apoyadas por una gran masa de artillería y tanques, más toda la aviación.

Las fuerzas atacantes habían realizado en jornadas anteriores una serie de acciones locales en la costa, en dirección a Sagunto, que les habían dado los cubrecaras de la línea "X- Y -Z" organizada por nosotros para la defensa de la Capital levantina.

Dicha línea de defensa se apoyaba por la izquierda en la Sierra de Javalambre y continuaba por la de Toro, al N. de Caudiel, Eslida y los altos de Almenara, en la costa.

Los cinco Cuerpos enemigos actuaban agrupados en dos grandes masas: una, formada por los Cuerpos de Castilla, Italiano del Turia, que mandaba Varela, seguía como eje de sus acciones la carretera general Teruel-Valencia; la otra, que mandaba Aranda, formada por los Cuerpos de Galicia y del Maestrazgo, seguía la dirección de la costa, atacando hacia Sagunto.

Una semana de heroica resistencia no pudo impedir que el enemigo tomara el saliente de Mora de Rubielos, alcanzando. Albentosa y Barraca en la dirección principal de su ataque. Pero no logró su objetivo de aniquilar a las fuerzas que lo ocupaban.

En todo el frente llegó hasta la línea fortificada "X - Y -Z", donde fue detenido desde la costa de Javalambre.

La batalla defensiva que libraban los combatientes de nuestro Ejército de Levante tenía una gran importancia. En ella luchaban por impedir que el enemigo ocupara la rica región levantina que, en las condiciones del bloqueo de los Estados fascistas y de la "No intervención", era la despensa de la zona Central, donde las tropas y la población vivían a media ración escasa.

A esto se sumaba la importancia político-militar de Valencia como segunda ciudad de la zona y tercera de España. Su caída tendría en el mundo una gran repercusión desfavorable para nosotros.

Además, el puerto de Valencia era el más importante y el mejor situado en e18 aspecto estratégico para la recepción de productos y de material, que marinos audaces y heroicos traían a nuestras costas, rompiendo el bloqueo cada vez más cerrado.

Nos era necesario, en fin, todo el territorio de la costa para evitar la reducción del espacio de acción y de maniobra de la Flota de Guerra Republicana.

De la orientación operativa de su maniobra se puede concluir que el enemigo buscaba batir las defensas de Valencia en su periferia Norte, aniquilando la guarnición de la línea "X- Y -Z" en sus posiciones al N. de Sagunto, Segorbe y NO. de Viver, abriéndose los caminos a Valencia y al rico Levante.

La magnífica resistencia de los combatientes del Ejército de Levante aparece reflejada, bien que parcialmente, en algunos de los partes de guerra de las grandes unidades enemigas.

Y así, el mando del Cuerpo del Turia comunicaba el día 19: "Se ha ocupado, venciendo esa resistencia, el vértice Salada". El día 20: "Se ha rebasado el vértice Salada". El día 21: "En la madrugada de hoy, las fuerzas de nuestra derecha rectificaron a vanguardia la ocupación de las estribaciones del vértice Salada".

Por su parte, el Cuerpo italiano reconocía: "No hay más remedio que proceder a un nuevo dispositivo, estrechar el frente, localizar la acción de la artillería y reunir masas para reanudar el ataque a fondo".

El Cuerpo de Castilla, detenido en el sector de Higueras, confesaba: "Se baten encarnizadamente sobre cada palmo de tierra".

El del Maestrazgo estaba sujeto ante la Sierra de Espandón y el de Galicia, al S. de Nules.

Los días 22, 23, 24, la aviación fascista no cesó en sus vuelos y bombardeos del frente, la retaguardia y las comunicaciones. Aviones de reconocimiento, protegidos por numerosos cazas, buscaban descifrar la profundidad de nuestra defensa, localizar las reservas y cumplir los demás cometidos que les eran propios, cuando el día 25 los combatientes de Levante vieron que había desaparecido la aviación enemiga de su cielo y en todo el frente reinaba el silencio. A las 0,15 hora de ese día había comenzado el paso del Ebro.

Espera optimista

Cuando el día 19 de julio las unidades del Ejército del Ebro comenzaron a ponerse escalonadamente en movimiento a fin de ocupar las bases de partida para forzar el río, los combatientes, los mandos de escuadra, pelotón, sección, compañía, batallón y todos los demás teníamos una confianza absoluta en el éxito de lo operación.

Y todo el mundo era consciente de las dificultades: el propio río, la pobreza de medios de paso, la ausencia de apoyo de la aviación, la problemático de la ayuda de los tanques y la artillería propios, que sólo podrían dada sus emplazamientos de la orilla, así como la posibilidad que el enemigo tenía de regular el caudal de las aguas y la velocidad de la corriente de 0,8-1 m. segundo hasta 4-6 m.s. y el nivel hasta 4 metros; las dificultades para evacuar los heridos y otros muchos problemas "pequeños", que juntos y aun separados constituían montañas.

Y es que la preparación combativa, técnica y física había alcanzado un grado muy alto. La otra, la preparación política y moral, arma que suplía las insuficiencias, era la obra del Comisariado, desde el comisario de compañía hasta el del Ejército, pasando por el de batallón, brigada, división y cuerpo.

En la noche del 22 al 23 de julio las unidades hicieron la última marcha y se situaron en las zonas de concentración para el forzamiento del paso.

He aquí la situación de las fuerzas de los Cuerpos V y XV, con los sectores y medios de paso y sus misiones:

Al flanco derecho, el XV Cuerpo.

En primer escalón, de derecha a izquierda: 226 brigada (42 división). Región de partida: al NO. de Almatret. Medios de paso asignados: 14 barcas y un puente para infantería. Sector de paso: el entrante del río entre Mequinenza y Fayón, 4 km. al NO del vértice "Roda". Misión: impedir al enemigo que localizara el sector donde el Ejército desarrollaba el esfuerzo principal.

3ª división. Región de partida al NO de Flix. Medios de paso: 50 barcas y 2 puentes de infantería. Punto fundamental de paso: el entrante del río entre Flix y Ribarroja. Misión: forzar el río por el lugar señalado, ocupar. Flix, Ribarroja, la Sierra y pueblo de la Fatarella. Posteriormente desarrollar el ataque en dirección de Villalba de los Arcos, Batea.

35 división. Región de partida al NE de Vinebre. Medios de paso asignados: 50 barcas, 2 puentes para infantería, 1 puente de madera con capacidad para tres toneladas y 1 de hierro con capacidad para 12 toneladas. Sector de paso fundamental: al N. de Aseó; otro, al S. Misión: forzar el río, ocupar Aseó, avanzar a caballo de la carretera de Aseó a Gandesa, ocupando el cruce de Venta de Camposines, saliendo a la altura del km. 321 de la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona y la Sierra de Lavall de la Torre. Posteriormente desarrollar el ataque en dirección Gandesa para rodeada y ocupada.

En segundo escalón: la 16 división. Región de concentración: al N. de Torre del Español, tras la 35 división. Medios y sector de paso: los de la 35 división.

Al flanco izquierdo, el V Cuerpo.

11 división. Región de partida: al S. de Ginestar. Medios de paso: 90 barcas, 1 puente para infantería, 1 puente de madera

con capacidad para 3 toneladas y 1 de hierro especial para 12 toneladas. Lugar de paso: "Illetas". Misión: forzar el río, ocupar Miravet, Pinell, salir a la línea vértice Caballs, Sierra Pandols. Posteriormente desarrollar la acción en dirección Bot. 10 brigada. Región de partida: al E. de Benifallet. Medios de paso: 40 barcas y 1 puente para infantería. Lugar de paso: Benifallet, frente al río Canaletas. Misión: cubrir el dispositivo del Ejército, asegurando su flanco izquierdo.

46 división (menos la 10 brigada). En segundo escalón, tras la 11 división. Medios y sector de paso: los de la 11 división.

14 brigada (45 división). Región de partida: al N. de Amposta. Medios de paso: 38 barcas y 1.puente para infantería. Misión: impedir al enemigo localizar el sector donde el Ejército asestaba el golpe principal. La concentración de las fuerzas las cubría: en la zona del XV Cuerpo, la 42 división, menos la 226 brigada; en la zona del V Cuerpo, la 45 división, menos la 14 brigada, y un batallón de infantería de marina.

Llenos de optimismo, cada uno conociendo su misión, los combatientes de todas las armas, los equipos del batallón de marinos al pie de las barcas y los ingenieros con .el material de puentes, esperaban la hora "H" (ya conocida), las 0,15 del 25 de julio de 1938, para acometer la maniobra de la que ya en sus comienzos, como luego en todo su desarrollo, serian ellos una pieza maestra.

CAPITULO XII

Hacia el paso

El 18 de julio, en presencia del general Rojo, reuní a los mandos de las unidades subordinadas hasta el escalón división, a los comandantes de brigadas que cumplían misiones de interés capital para todo el Ejército y a los jefes de armas y servicios de éste, y di la orden general para la operación. Repetí ante todos lo que había sido una constante en todos los entrenamientos: el jefe de cada unidad debía pasar el do con la primera de sus subordinadas, es decir, el jefe de compañía con la sección de cabeza, el jefe de batallón con la compañía de vanguardia, el jefe de brigada con su primer batallón y el jefe de división con su primera brigada. De esta forma siempre quedaba asegurada la dirección de la operación en la orilla opuesta.

No me extenderé sobre dicha orden. Sólo diré algo indispensable.

El Ejército del Ebro tenía la misión de constituir una cabeza de puente en la zona de Gandesa y, en caso favorable, proseguir sus acciones en dirección O. y SO. Si esto no era posible por la rapidez de la reacción del enemigo, ya que el forzamiento del do significaba una amenaza para su retaguardia, obligarle a retener sus reservas durante un mes, como mínimo, ante nuestras posiciones en la margen derecha del río. En ese plazo de tiempo, nuestras fuerzas de la zona Centro-Sur y del frente de Levante debían organizar una operación en dirección Catí.

La operación del Ebro tenía que desarrollarse en el espacio comprendido entre Mequinenza y Amposta. La dirección principal de ataque estaba en el centro de ambos puntos, en el tramo del río Ebro limitado al N. por el río Matarraña y al S. por el Canaletas. Completaban la maniobra otras dos direcciones en los flancos: una en el derecho, entre Mequinenza y Fayón, a cargo de la 226 brigada, y otra, en el izquierdo, a un kilométro al N. de Amposta.

En esa zona montañosa, que arranca de las estribaciones del Sistema Ibérico y de la prolongación del Maestrazgo, en dirección NE. se encuentran las Sierras de Pandols, Caballs, Lavall de la Torre y del Águila. Más adentro, al O. de la última, se alza la Sierra de la Fatarella.

El terreno inmediato al Ebro, entre el Matarraña y el Canaletas, donde íbamos a asestar el golpe principal, se com­partimentaba así:

El sector Norte, desde Fayón hasta Flix (unos 20 kms.), que abarcaba la Sierra de la Fatarella, muy accidentado, con alturas superiores a 400 m., pendientes pronunciadas cubiertas de olivares, avellanos y almendros que, formando pequeñas terrazas, llegaban hasta el río. La comunicación fundamental era un camino asfaltado, paralelo e inmediato al río, que unía a Flix con Ascó. También había un camino de montaña utilizable que cruzaba la Sierra de la Fatarella. Los restantes eran estrechos y accesibles solamente para infantería y transporte a lomo. Aquí el río tenía una anchura de 150 m., con orillas altas y escarpadas. Los lugares más cómodos para su forzamiento estaban en el sector Ribarroja-Flix, donde las orillas eran de pendientes suaves.

El sector Central, de Flix a Miravet (30 km.), fuertemente accidentado y cruzado por la Sierra del Águila, arrumbaba de SO a NE, compartimentando el terreno entre Mora de Ebro y Aseó. Las alturas de este contrafuerte eran el vértice Águila en la parte N (497 m.) y el vértice Picoza al S. (496 m). La comunicación fundamental era la carretera que, prolongación de la de Flix-Ascó, pasaba al O. de la Sierra del Águila y en Venta de Camposines se unía a la carretera general que atraviesa Mora de Ebro - Gandesa, aptas para toda clase de transporte. Ambas, en los flancos del sector Central. Las orillas del río en la región de Ascó y al S. de Mora de Ebro eran de pendientes suaves, cubiertas de olivos y frutales. La anchura del río no pasaba de 100-120 metros.

El Sector Sur, de Miravet a Benifallet (10 km.), se caracterizaba por la existencia en ambas orillas de alturas de 300 m. y más, que en la occidental se van elevando hasta unirse a las crestas de Pandols, que constituyen un fuerte baluarte en los accesos a Gandesa. Las orillas del río, altas y escarpadas, sólo permitían el forzamiento en el sector de Ginestar. La anchura de la corriente, igual que en el sector Central.

Del examen del terreno inmediato al río, como del despliegue del enemigo - que expondré más adelante-, resaltaba como el más conveniente para el forzamiento del sector Central en su parte norte, al S. de Ascó. Y esa fue mi decisión, compartida por mi Estado Mayor. Esa era también la del Estado Mayor Central. El curso de los acontecimientos justificó dicha elección.

El despliegue enemigo en la otra orilla era el siguiente:

Las unidades encargadas de la defensa en el sector de la maniobra del Ebro eran las divisiones 50 y 150. A su retaguardia, unidades de la 13 división estaban dislocadas a ambos lados de la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona, en el tramo Venta de Camposines-Gandesa. Más al N., las divisiones 40 y 54 ocupaban la defensa ante el XII Cuerpo del Ejército del Ebro y las unidades vecinas del Ejército del Este.

La defensa enemiga, discontinua, se apoyaba en la orilla del río y consistía en una serie de centros de resistencia y puntos de apoyo intermedios. Los primeros, organizados en los pueblos ribereños y las cotas dominantes más sobresalientes, constituían el armazón de su defensa. Los lugares poblados de la vega: Mequinenza, Fayón, Ribarroja, Flix, Ascó, Mora de Ebro, Miravet y el Castillo de Miravet estaban ocupados por fuertes guarniciones con gran cantidad de armas automáticas. El sistema de alambradas no era continuo. Sin embargo, Flix, Ascó, Mora de Ebro, Miravet y el Castillo de Miravet estaban organizados para la defensa circular, con alambradas de 2-3 filas de estacones; eran también las partes más fortificadas y de mayor guarnición enemiga.

Los intervalos existentes entre los centros de resistencia, el enemigo los cubría durante el día con los fuegos de las armas automáticas y por la noche con patrullas móviles que los ojeaban y recorrían bajando hasta la orilla.

A la largo de ésta, el enemigo había reforzado su defensa con obstáculos ciegos o sorpresa, que consistían en unos "cangrejos" (pelotas de hierro rematadas por tres o más pinchos en triángulo) lanzados al tresbolillo a una profundidad de media pierna en las posibles playas y puntos más favorables para el cruce del río.

"Hemos pasado el Ebro"

El paso del Ebro se inició con los primeros parpadeos del día 25 de julio de 1938. Los escalones de sorpresa, seguidos de las vanguardias de las unidades pertenecientes a la brigada 226, las divisiones 3, 35 y 11 y las brigadas 10 y 14, comenzaron la acción forzando el río en lanchas por doce puntos distintos.

El paso se hizo así:

- La 226 brigada, al mando de Antonio Ortiz, con José Carmona de comisario.

Tres batallones pasaron espléndidamente el río en barcas y a las 3.00 horas estaban todos en la orilla derecha sin una sola baja. Dos de ellos penetraron audazmente por la vaguada que quebraba el macizo montañoso en su punto de paso hacia sus objetivos, los altos de los Auta, que ocuparon, cortando las comunicaciones Fayón-Mequinenza. El tercer batallón hizo al amanecer un simulacro de ataque frontal a las posiciones enemigas, lo que aprovecharon unas compañías para caer sobre el enemigo por la retaguardia. Al verlos venir éste creyó que eran refuerzos suyos y profirió gritos de alegría, saliendo de su error al ser hechos prisioneros.

La brigada 226 hizo cientos de prisioneros y cogió muchos trofeos, el más sobresaliente de los cuales fue un grupo de artillería de 155 mm. a tracción mecánica.

-La 3 división, al mando de Cabezo (días después fue relevado por Domingo García), con Carlos García de comisario y Manuel Alberdi de jefe de E.M.

En el punto de paso de la curva al NE de Ribarroja pasó la 31 brigada, que mandaba Dositeo Sánchez, con Mariano García de comisario. Tres kilómetros al O. de Flix lo hizo la 33 brigada, que mandaba Fidel Ruiz y cuyo comisario era Ángel Jimeno.

A las 9,30 había pasado la 31 brigada. La aviación enemiga efectuó ocho asaltos, bombardeando y ametrallando los puntos de paso, lo que retrasó el de las restantes fuerzas de las brigadas 33 y 60. Esta última la mandaba José García Acebedo y el comisario era Lacunza. Parte de las brigadas 33 y 60 hicieron el paso en barcas.

La 3ª división, apoyada por la artillería desde la orilla izquierda, conquistó Flix y Ribarroja, situándose sobre la Fatarella y dominando la Sierra del mismo nombre. En el último poblado, el comisario de la 3ª, obrero metalúrgico de Madrid, entró el primero en coche y en la plaza del pueblo gritó: "Visca Catalunya lliure", "Abaix el feixisme". En el pueblo sólo había mujeres vestidas de luto. Eran las madres y viudas de los 17 asesinados - entre ellos el Alcalde y el presidente de la JSU - cuando se negaron a someterse a los facinerosos acaudillados por Martí, de Mora, vulgares asesinos que cometieron aquel crimen en nombre de la CNT -FAI.

- La 35 división, que mandaba Pedro Mateo Merino, con José Mana Sastre de comisario y Julián Honriquez Caubin de jefe de E.M. Por el primer sector de paso, 2-3 km. al N. de Aseó, atravesaron el no las brigadas 13 y 15. La 11 brigada 10 hizo con retraso por el segundo sector, 2-3 km. al SE de Ascó.

Iba en vanguardia la 13, que mandaba Mikhail Kjarchenco, soviético, (a partir del 30 de agosto la mandaría Boleslaw Molojec, polaco) y tenia de comisario a Lorenzo Varela y de jefe de E.M. a Henryk Turunczyk, comunista polaco. Protegiéndose de Ascó con fuerzas de cobertura, la brigada desarrolló su acción en dirección al cruce de comunicaciones de la Venta de Camposines, donde a las 7,00 horas sorprendió en su puesto de mando e hizo prisionero a un teniente coronel, jefe de un sector de la defensa y a su Estado Mayor. Se apoderó de un grupo de artillería.

La 11 brigada, que mandaba el antifascista húngaro Otto Flatter (Ferenc Múnnich), cuyo comisario era Ernst Blank, atacó Aseó, donde el enemigo ocupaba los puntos dominantes de las alturas, 10 que exigió una serie de enérgicos ataques de la 11 para tomado ya pasado el mediodía.

La 15 brigada, que mandaba Valledor, con John Gates de comisario, colaboró con dos de sus batallones en la conquista de Aseó por la U y prosiguió su avance en dirección Gandesa.

Pasado el mediodía, la 35 división habla salido a Camposines, punto neurálgico de aquella zona, en el centro del territorio donde se desarrollaba la operación y que seguiria siéndolo en el periodo defensivo, y hasta el fin de la batalla, como eje de nuestro movimiento durante el repliegue.

Al final de la jornada, las unidades de la 35 división habían profundizado 25 km. en su avance, conquistando Corbera y estaban sobre Gandesa, que no pudieron tomar por falta de apoyo de artillería y tanques. Era la unidad que tenia aquella misión. Su avance facilitó extraordinariamente el de la 11 división.

La 35 hizo al enemigo centenares de prisioneros y cogió como trofeo un grupo de artillería de 75 mm a tracción mecánica, dos depósitos de intendencia en Venta de Camposines y Corbera y un parque de pontones pesados de fabricación extranjera.

- La 11 división, al mando de Joaquín Rodríguez, con Ángel Barcia de comisario y Fernando Pozo Oliver de jefe de E.M.

Las unidades de la 11, llevando en vanguardia el batallón divisionario que mandaba Sastre, campesino de Navacerrada y fundador del Thäelmann, caído en los últimos días de la lucha en Cataluña, en las cercanías del castillo de Figueras, forzaron el río entre Benifallet y Miravet. Fue aquí donde el enemigo descubrió primero el paso, abriendo fuego de artillería desde sus emplazamientos en Pinell de Bray.

Tras el batallón especial, en vanguardia de la 11 división forzó el paso la 100 brigada, que mandaba Santiago Aguado, de la que era comisario Andrés Ramírez y jefe de E.M. Gargallo. La 100 brigada, que a las 3.00 horas estaba entera en la otra orilla, avanzó sobre Pinet, cubriéndose de Miravet. En los accesos de la localidad venció a un Tabor de Ifni y la ocupó. La resistencia enemiga en este sector, ayudada por lo abrupto del terreno, fue más consistente y sostenida. Se conquistó Miravet y el Castillo de Miravet. La guarnición de este último se entregó a los combatientes del batallón de la 11 que mandaba "Corbata", el más popular de los jefes de batallón de la división. Y el más veterano.

Los episodios de combate fueron múltiples. Un par de ellos como ejemplo. Unas ametralladoras batían el camino. El

sargento Criado, a la cabeza de su pelotón, puso fuera de combate a sus sirvientes y se apoderó de las máquinas. Cuando las fuerzas de la 100 brigada llegaron al km. de la carretera a Pinell, cogieron un camión con 17 ametralladoras del batallón n° 50 y por unos minutos escapó la artillería enemiga a la que vieron salir de Pinen hacia Gandesa.

Al final de la jornada las unidades de la 11 división habían alcanzado los objetivos fijados, liberando Miravet, Benisanet, Pinell de Bray y subiendo a Sierra Pandols, que ganaron al enemigo. Hicieron centenares de prisioneros y cogieron abundantes trofeos.

- La 10 brigada, que mandaba Justino Frutos, de la que era comisario Modesto Castrillo y jefe de Estado Mayor Daniel González, llevaba en vanguardia el batallón mandado por Facundo López, quien después de finalizar la guerra de España emigró a la Unión Soviética, luchó como guerrillero en la retaguardia nazi en todos los teatros de batalla de Europa y cayó heroicamente el día de la victoria, en la frontera de Eslovenia con Austria. (Junto con él cayó también como un héroe Américo Brizuela, a la misma hora y frente a los mismos enemigos, salvando ambos con su sacrificio a la unidad que mandaban).

A las 0,15 horas empezó a forzar el río en barcas, terminando el paso a las 4,15. Hacia las 10 había cubierto todos los objetivos fijados, saliendo a la línea del río Canaletas, en su vertiente N., cortando las comunicaciones de Pinet-Tortosa y protegiendo de la dirección S. el flanco izquierdo del V Cuerpo y del Ejército.

El paso de la 10 brigada fue realizado magistralmente por sorpresa. Cuando desde la otra orilla unos oficiales fascistas estaban profiriendo insultos contra nuestros combatientes, un pelotón de marinos agregados a la brigada silenció las escuchas enemigas, mientras otros combatientes - que tenían tal misión - hicieron enmudecer a los insultadores cogiéndo1es desprevenidos. Entre los trofeos conquistados había un tren con vituallas y equipos.

- La 14 brigada, al mando de Marcel Segnier, de la que era comisario Rol Tanguy, comenzó a las 0,15 horas el paso del río, a 500 metros al N. de Amposta. Únicamente el batallón Comuna de París, cuyo jefe era el comandante Cazala y el comisario, Francisco Parra, realizó el paso con éxito, sin que las otras unidades de la 14 lograran cruzar el río. El hecho de que se batiera solo y en terreno llano contra un enemigo sobre el que se había logrado la sorpresa muy parcialmente, unido a los contraataques enemigos protegidos con fuerte artillería, que dieron lugar a heroicos episodios de lucha y de resistencia en los que se llegó al cuerpo a cuerpo, me inclinó a ordenar el repliegue del batallón a sus bases de partida. Su jefe cayó heroicamente. Y el comisario, cumpliendo el lema de "el primero en avanzar y el último en retroceder", cayó en el punto de paso organizando la retirada del batallón.

Así, en las primeras luces del día 25 pude comunicar al ministro de Defensa y al Estado Mayor Central, confirmando el triunfo de la maniobra de paso:

"Han pasado todos los que tenían que pasar. Los que fueron detenidos, lo han hecho por la zona inmediata. Se ha Ocupado, combatiendo, Miravet y el Castillo. Las vanguardias están en sus primeros objetivos. Las pasarelas, todas tendidas; los puentes de vanguardia, tendidos dos y tendiéndose otros dos. Ha comenzado el paso del grueso de las fuerzas. Se ha reiterado la orden de que no se detengan ante las resistencias de la orilla y que sigan a sus objetivos lejanos. El enemigo ofrece una extraordinaria resistencia en la demostración del flanco izquierdo. En la derecha está cortada la carretera de Mequinenza a Fayón y se ha tomado artillería. No hay bajas acusadas".

Al finalizar la jornada del 25, las fuerzas del Ejército del Ebro habían derrotado a la 50 división enemiga, parte de la 150 y una brigada de la 13 división, conquistando el territorio al E. del km. 161 del ferrocarril Tarragona-Caspe, la divisoria de Sierra de la Fatarella, Fatarella, Corbera, Sierra Pandols y vertientes N. del Canaletas, cubriendo todos los objetivos de la primera fase y parte de los de la segunda. Las guarniciones enemigas de Mora de Ebro, García y Benifallet tenían cortados los caminos de repliegue y aquella zona cala por envolvimiento. La aviación enemiga empezó a desplegar una gran actividad contra los medios de paso. Se acusaban ya los primeros síntomas de la irregularidad en el Ebro. En Gandesa, varias unidades enemigas ofrecían una gran resistencia. La demostración del flanco derecho había tenido un éxito completo. La del flanco izquierdo había cesado. Se habían hecho más de 2.000 prisioneros y capturado varias piezas de artillería y otros trofeos.

A mi puesto de mando habían venido muy de mañana el general Rojo; el coronel Cordón, subsecretario del Ejército de Tierra; el coronel Patricio Azcárate, jefe de Ingenieros del Ejército Republicano; Gallo (Luigi Longo), comisario inspector de las brigadas internacionales, y Pietro Nenni.

Gallo y Nenni se fueron a visitar las unidades empeñadas en el combate, después de conversar un rato conmigo. Los demás marcharon a sus funciones respectivas. Más tarde volvieron Rojo y Azcárate. Se había producido ya la primera crecida y sus resultados eran dañinos. Oí, no recuerdo a quien, la palabra catástrofe, que le obligué a retirar. Con Botella Asensi, jefe de ingenieros del Ejército, y Sánchez Rodríguez, mi jefe de E.M., llegamos, a conclusiones prácticas: retirar cabrestantes de las minas y otros medios para la fabricación de compuertas. En aquellos momentos los medios discontinuos eran los mejores.

Alto en Levante

La maniobra del Ebro Sorprendió al enemigo estratégica y tácticamente. Lo primero, sin duda, por la confianza que tenía en el obstáculo que representaba la barrera del río y por el conocimiento de nuestra pobreza técnica. Lo segundo quedó demostrado en el desconcierto de que dio pruebas el mando enemigo, desde los jefes de las unidades sorprendidas hasta el Cuartel General de. Franco. La reacción de éste fue paralizar totalmente su ofensiva en Levante. Le habíamos quitado la iniciativa de las manos.

Pero aún no medía toda la magnitud de la acción emprendida por nosotros. No conocía el alto nivel político y moral de los combatientes que habían pasado al ataque.

Por eso creyó que alcanzaría el objetivo de aniquilar a nuestras fuerzas en la orilla derecha y restablecería la situación anterior con el envío de las primeras 6-8 divisiones, apoyadas, eso sí, por toda la aviación, para aislar a las fuerzas que habían pasado el Ebro destruyendo sus medios de paso, con la misión de desarrollar un contraataque entre los días 26 y 30.

Digamos que a partir del 26 existía una situación de equilibrio defuerzas de infantería, superioridad del enemigo enartillería y un dominio absoluto del aire, sin nada que le obstaculizase. En efecto, hasta el día 2 de agosto no vino la aviaci6n republicana a la zona catalana. Sólo 7 aparatos "Delfines", que mandaba el capitán Luis Allende, se pusieron a nuestro servicio y actuaron con su heroísmo característico, en las misiones que les eran propias.

Los enemigos entonces de la aviación nazi-fascista eran: en el frente, los equipos antiaviacionistas (en el período de preparación de la operación del Ebro se adiestraron en todos los batallones tiradores especiales para esa misión, y hay que decir que la cumplieron bien), y en los pasos del río, la DECA, que mandaba el comandante Paz, con el fuego de sus baterías, y las tropas de ingenieros en el aseguramiento de las comunicaciones entre las dos orillas.

La iniciativa y el ingenio" unidos al rigor técnico, que iba desde la maniobra de montar y desmontar puentes, hasta encontrar formas diversas para prevenir los daños que los brulotes lanzados en las avenidas de agua provocadas por el enemigo podían originar, son dignos de estudio y también una escuela de heroísmo.

Abordamos el día 26 y los posteriores, hasta el 2 de agosto, prosiguiendo la maniobra.

Esta muestra en su dinámica el siguiente cuadro:

En el sector del XV Cuerpo

La 3ª división prosiguió sus ataques en dirección Villalba-Batea. A la derecha, el 1er Regimiento de Caballería tenía la misión de asegurar su flanco derecho y ocupar Pobla de Masaluca.

Ante la 3 división aparecieron unidades de dos divisiones enemigas frescas: la 74, venida de Extremadura, y la 102, traída de Levante. Ambas atacaron en dirección E. buscando dominar la Sierra de la Fatarella para después salir al Ebro. Pero la firmeza del ataque de nuestra 3a división, que profundizó algunos kilómetros en su avance sobre Villalba, y los contraataques de sus reservas sobre las enemigas, les hicieron desistir de sus propósitos. Ese dinamismo que caracterizaba las acciones de la 3a división y la iniciativa de sus combatientes, mandos y comisarios en todos los escalones, la permitieron mantener la iniciativa en sus manos.

Al proseguir su acción ofensiva en la mañana del 26, la 35 división tenía delante las divisiones 13 y 84, la última venida de Levante, que habían organizado la defensa de Gandesa, al N. y al NE. de la población, en posiciones fuertemente fortificadas y protegidas con alambradas. La 13 brigada siguió sus ataques durante toda la jornada en dirección S. avanzando ligeramente su flanco derecho. A su izquierda, la 15 brigada atacó Gandesa. Las acciones de la 35 división fueron frenadas por la actividad de las fuerzas enemigas cortadas en el sector de Mora de Ebro, ocupada por el batallón especial del Ejército, al mando de Miguel Bascuñana, a partir de esa fecha comandante militar de aquella zona.

Alrededor de tres batallones enemigos salieron al cruce de Camposines, donde cogieron prisionero al jefe de Operaciones de la 13 brigada que se encontraba en el segundo escalón del puesto de mando de dicha unidad y venía a donde estaba situado el puesto de mando de la división. Pero la 11 brigada salió con unos blindados en persecución de la columna enemiga y situando un batallón en el mencionado cruce de Camposines, la cortó el camino de retirada. Los tres batallones se entregaron con sus mandos.

En el sector del V Cuerpo

La división mejoró sus posiciones en Sierra Pandols y salió al frente Cerro de San Marcos- Sierra Pandols, estableciendo enlace físico con la 35 división en el Puig del Aliaga. Su misión era proseguir el avance en dirección O. para conquistar Bot, cortando las comunicaciones al S. de Gandesa. Ante ella, aparecieron unidades de la 84 división enemiga.

La 10 brigada tenía la misión de mantener sus posiciones y asegurar el flanco del V Cuerpo y del Ejército. Ese mismo día 26 apareció ante la 10 brigada la 152 división enemiga, que realizó una serie de ataques. El primero lo lanzó contra el batallón n° 37 que mandaba Facundo López. Esta era la primera vez que mandaba un batallón. Sus órdenes fueron terminantes.

- No quiero oír ningún disparo - le había dicho Justino, jefe de la brigada - hasta que estén a 30 metros.

- ¡Cabo Pando! - llamó Facundo.

-¡A tus órdenes!

- Ningún disparo hasta que estén a 30 metros.

Emilio Álvarez Canosa, comisario del batallón, había revisado con Facundo los emplazamientos de las máquinas. ­¡Pando!

-¡Mi comisario!

- Tú serás el primero que abrirás el fuego.

Asistió a la escena, contándomela después, el teniente Antonio Blanco, segundo jefe de la sección de operaciones del Ejército del Ebro. Caería más tarde heroicamente en la retaguardia de las tropas nazis, durante la segunda guerra mundial, al mando de una unidad guerrillera, marchando en cabeza de sus camaradas, españoles y soviéticos, al asalto de una unidad de SS que fue aniquilada cuando iba a reforzar sus tropas en el frente.

Una Bandera del Tercio avanzó sobre el batallón 37 y otra sobre el 39 y otra y otra detrás. El enemigo disparaba avan­zando, pero no se le contestaba y seguía su avance. En el momento justo, Pando abrió fuego gritando: ¡Ahora!

Hicieron muchas bajas al enemigo, pero el combate siguió encarnizadamente. En él cayó herido el comisario del batallón, Emilio Álvarez Canosa, que se negó a ser evacuado. Cayó también gravemente herido el jefe del 29 batallón, un héroe de 20 años, desde el primer día en las unidades de la 46 división. Esta la mandaba en ese momento Domiciano Leal.

En la demostración del flanco derecho, la 226 brigada, después de ocupar los Altos de los Auts y cortar las comunica­ciones entre Fayón Fraga y Batea, derrotando a la 18 Bandera del Tercio, al 7° batallón de Valladolid y al 17 de Burgos, estaba combatiendo desde la noche anterior contra la 82 división enemiga y los restos de la 18 Bandera. En el curso de estos combates se cubrieron de gloria el 1er batallón de Jaramillo Amaya, del que era comisario José Obrero Rojas, y el 4° batallón de "Dinamita".

La demostración se había convertido en una gran batalla entre una heroica brigada de la 42 división contra una división enemiga - la 82 - reforzada con una serie de unidades, de las que pudieron localizarse el 9° Tabor de Regulares de Tetuán, el 10° batallón América y el 8° de Mérida, manteniéndola a raya.

La división de Manuel Álvarez, la nueva, estuvo a la altura de sus hermanas.

Al examinar el desarrollo de la maniobra del Ebro en sus dos primeras jornadas aparecían batidas las fuerzas de las divisiones enemigas 50 y 150 en toda la zona dé la maniobra, y destruidos en el combate o cogidos prisioneros 18 batallones o banderas, a saber: batallones 7 de Valladolid, 17 de Burgos, 16 de Burgos, 16 y 17 de Mérida, 4 de Gerona, 12 de Bailén, 19 de Zamora, 7 de Arapiles, 9 de San Quintín, 5 de Flandes, 3 de Vitoria, 5 de Melilla, 24 de Bailén, la 18 Bandera del Tercio, un Tabor de Ifni, el 50 Batallón de ametralladoras y el 24 batallón de ametralladoras de Palencia.

Mi puesto de mando y el Estado Mayor se instalaron en Camposines y al N. de Mora sobre la carretera de Alcolea del Pinar hacia el cruce.

Hablé con Líster y Tagüeña para indicarles que metieran los segundos escalones.

El V Cuerpo tenía la 46 división, que se encontraba en la orilla derecha desde el día 25.

A Tagüeña le indiqué que pasara la 16 división para empleada en misión de reconocimiento con vistas a sus futuras acciones orientadas hacia el enlace de las divisiones 3 y 35. Apoyaría a esta última con la misión de reducir la defensa enemiga de Gandesa. En cuanto a la 42…

- Perdona - me interrumpió Tagüeña -, hay una petición de su jefe.

-¿Cuál?

- Pide pasar con las otras brigadas adonde está su 226.

- Muy bien. Eso era precisamente lo que iba a decirte. Adelante. Recomiéndale que tenga bien presente la misión encomendada, que sigue siendo la misma. Dale carta blanca para pasar a la orilla izquierda. A Manolín se le puede dar con entera confianza.

El día 27 pasaron a la orilla derecha la 59 brigada, de la que era jefe Eduardo García y comisario Cañete y la 227 brigada, al mando de Guerrero. Así, la 42 división al completo había cruzado el río.

El día 29 entraron en combate los segundos escalones de los Cuerpos V y XV.

La 16 división, en el flanco derecho, de la 35, que ocupaba posiciones ante Gandesa, desde Puig del Caballet hasta la cota 449 al N. de la población. Su misión era cortar las comunicaciones de Gandesa por el O., la carretera que lleva a Alcañiz en el cruce de la transversal a Batea, y establecer enlace con las unidades del V Cuerpo a la altura del km. 4 de la vía de comunicación Bot-Gandesa.

La 46 división, en el flanco izquierdo de la 11 con la misión de cortar las comunicaciones del Sur de Gandesa, la carretera a Tortosa, ocupar el vértice Rey y enlazar con la 16.

La 42 división, atacar en-dirección Sur con el objetivo de ocupar Fayón.

Mi puesto de mando avanzado se instaló al O. de la carretera que llevaba a Gandesa, en el morro corrido que había después de rebasar Corbera, quedando ésta a la izquierda. Desde allí se veían perfectamente las fuerzas de la 35 división y el sector donde operaba la 16.

Los ataques de nuestras unidades en todas las direcciones durante esta jornada no dieron los resultados que buscaban.

A las 5,00 horas del día 30, las unidades de los Cuerpos XV y V reiteraron su esfuerzo ofensivo, atacando en todo el frente. Las que lo hicieron en Gandesa, continuaron con la misma misión. Y la 3a división, sobre Villalba, con el fin de atraer el máximo de reservas enemigas que llegaban constantemente al sector de Gandesa.

Entrada la mañana, las unidades de la 16 división habían progresado en su sector de ataque, pero sin conseguir romper la defensa enemiga. La 35 división profundizó y avanzó un kilómetro y medio en dirección SO con los batallones 51 y 52, de la 13 brigada, que mandaban respectivamente, Mihaly Szalvai, húngaro y Fernando de Haro (Señor), y de los que eran comisarios Jaime Villadroza, del 51, y Eugenius Szyr, polaco, del 52, los cuales entraron en cuña en el dispositivo enemigo. La 46 división, en el flanco izquierdo del V, ganó posiciones, avanzando en dirección Chalaneras y alcanzando las cercanías de Bot.

Hacia las 10 horas el enemigo contraatacó con grandes contingentes de fuerzas en todo el sector de Gandesa. Uno de sus contraataques 10 realizó sobre las cotas 471 y 463, defendidas por los batallones 57 y 60, de la 15 brigada; el jefe del 57 batallón era Bill Alxander y el comisario Bob Cooney.

Un primer escalón de dos batallones enemigos, seguidos de otros dos y apoyados por el fuego de 80 cañones, atacaron resueltamente. Dejándoles acercarse mucho, los combatientes de la 15 brigada infligieron un tremendo castigo a las unidades enemigas, las cuales dejaron el campo sembrado de bajas. Les hicieron prisioneros y persiguieron con sus fuegos a los que se retiraban, alocados, hasta más allá de sus posiciones de partida.

Rechazado el contraataque enemigo a la 15 brigada, las unidades de la 11 división emprendieron un nuevo ataque siguiendo el eje Pinell-Gandesa, avanzando unos cientos de metros y ocupando posiciones de las que desalojaron al enemigo. Por su parte, unidades de la 35 división, al flanco de la 11, ocuparon la cota 382 al NE. de Gandesa.

Nuestro avance al E. de Gandesa provocó otra reacción enemiga en esa dirección. Esta vez fueron 8 batallones los que, apoyados por cien cañones y varias formaciones aéreas, atacaron la cota 382, que recuperaron después de una enconada porfía. Pero el objetivo que perseguían tenía mucho más vuelo, ya que persistieron en su esfuerzo después de ocupar dicha posición. Los ataques enemigos fueron rechazados, haciéndoles fracasar en su intento de profundizar en el dispositivo de las divisiones 11 y 35.

Los combates para tomar Gandesa prosiguieron en las jornadas siguientes, hasta el 3 de agosto en que pasamos a la defensiva. Para dar más cohesión a las fuerzas que atacaban la villa, al final del día 30 designé un solo mando circunstancial de las mismas, encargando a Merino, jefe de la 35 división, del sector Centro que se formó con ellas.

La misión y los objetivos de las unidades que lo integraban eran, en esencia, los mismos que anteriormente:

La 16 división seguiría atacando en dirección S. para conquistar, sucesivamente, las cotas 470, 463 y 469, Cruz de la

Saboga y Cendrozas, cortando las comunicaciones al O. de Gandesa. La 35 división proseguiría sus ataques a la villa para envolver sus defensas e irrumpir en ella por el NO. Las dos brigadas de la 46 división mantendrían sus posiciones en las cercanías de Bot y atacarían en dirección La Molleta, el Ginebral y la cota 358, enlazando en Cendrozas con las unidades de la 16 división.

Ni el XV Cuerpo conquistó Gandesa, ni el V Cuerpo tomó Bot, aunque nuestras unidades alcanzaron sus puertas.

Suspendimos la maniobra ofensiva y pasamos a la defensiva el día 3, porque el enemigo era ya superior a nosotros. En este período de la batalla, nuestras divisiones 42, 3, 16, 35, 11 y 46 tenían ante si las enemigas 82, 102, 74, 13, 84, 4ª Navarra y 152, más las 150 y 40 del Cuerpo "marroquí" ,

La maniobra de forzamiento del río Ebro, en un frente de 80 km. de su recorrido; con dos agrupaciones de fuerzas separadas en sus puntos de partida por unos 40 kilómetros y con la misión de unirse a 25 y 20 kilómetros de penetración en la retaguardia enemiga, fue un éxito total.

Se realizó por sorpresa en la primera jornada, sin preparación artillera y sin apoyo ni protección de la aviación, con escasísimos medios de paso y, por añadidura, las dificultades suplementarias creadas por la avenida que provocó el enemigo al tener en sus manos el régimen de aguas y la velocidad de la corriente, ya que todos los afluentes de gran o pequeño caudal, aguas arriba de Mequinenza, estaban en su poder.

Se hicieron al enemigo 7.000 prisioneros y varias decenas de miles de muertos y heridos. Y se conquistó todo el territorio comprendido en el meandro del Ebro desde el Matarraña al Canaletas. Dentro de él estaba el sistema montañoso de las sierras Pandols, Caballs, Lavall de la Torre, Picaza y La Fatarella, posiciones todas de gran valor operativo y táctico por dominar el terreno circundante.

CAPITULO XIII

Paso a la defensiva

La fase defensiva de la batalla del Ebro abarcó desde el3 de agosto hasta el 16 de noviembre, realizándose la maniobra de repliegue en los 16 últimos días.

El objetivo estratégico de la operación, consistente en detener la ofensiva enemiga sobre Valencia y su región, había sido alcanzando. Y nuestra insistencia ofensiva mientras se dieron condiciones, por mínimas que fueran para ello, estaba orientada a obligar al enemigo a que combatiera en el Ebro no sólo para detener el ataque republicano, sino para empeñarse a fondo, trayendo a este teatro de operaciones la masa de sus fuerzas de maniobra, una parte muy importante de las cuales estaba ya en él.

La defensiva perseguía mantener al enemigo ante la línea conquistada el máximo de tiempo posible ("Un mes de tiempo", había pedido Matallana; "un mes de tiempo", quería Menéndez) para que en la zona Centro- Sur se realizaran los planes del gobierno, elaborados por el Estado Mayor Central y aprobados por el Consejo Superior de Guerra, planes que, en esencia, consistían en operaciones ofensivas de envergadura que debían jugar con respecto a la zona catalana el mismo papel que desempeñaba la ofensiva del Ebro en relación con la zona Centro- Sur.

De lo dicho resalta la misión y los objetivos del Ejército del Ebro. Al finalizar lo jornada del 2 de agosto ordené el paso a la defensiva y la reorganización del dispositivo del Ejército para esta fase de la batalla.

El XV Cuerpo de Ejército, con las divisiones 3 y 16, más la 60, que se incorporaría el día 5, reforzado con dos compañías de tanques y otras cuatro de blindados, tenía la misión de defender la parte septentrional de la cabeza de puente. Su limite Sur estaba determinado por las cotas 442 (al E. del km. 4.800 de la carretera Gandesa-Villalba), 381 (al N. de la anterior), 402, 368, 356, 378 y 350. El cruce de Camposines y la carretera de Venta de Camposines a Mora de Ebro quedaban para el V Cuerpo.

Al S. del XV Cuerpo, el V, con las divisiones 11, 46 y 35 (esta última provisionalmente, hasta su relevo el día 7 por la 27 división), reforzado con dos compañías de tanques y un batallón de blindados, defendería la parte meridional de la cabeza de puente.

La 35 división, una vez relevada por la 27, pasaría a ser reserva efectiva del Ejército, quedando a disposición mía e instalándose en la zona del cruce de Camposines.

Las disposiciones del Ejército para la defensa consistían en organizar una primera línea sobre la base de la ocupada por las unidades, y una segunda determinada por los puntos siguientes (de derecha a izquierda): Km. 174 del ferrocarril - cota 336 -Camino de las Sogas - cota 360 - ermita de San Francisco - cotas 522, 488, 457 y 335 (al SO de Corbera) - Racó del Abadejo (Sierra Pandols).

En cuanto a la preparación defensiva en profundidad, dispuse la organización de dos cabezas de puente más reducidas: una en el sector del XV Cuerpo, constituida sobre la Sierra de la Fatarella, que comprendía los pueblos de Ribarroja, Flix y Ascó; la otra en el sector del V Cuerpo, que abarcaba los pueblos de Mora de Ebro, Benisabet y Míravet, apoyándose en el espolón montañoso, que de NE a SO cruza el sector de la Picoza.

La defensa de la plaza de armas en la orilla derecha descansaba en centros de resistencia, puntos de apoyo y elementos de resistencia basados en un sistema en profundidad, huyendo de la concepción lineal.

Para acelerar la preparación defensiva del terreno, se dedicaron a los trabajos de fortificación, además de las tropas de ingenieros, las propias reservas de las unidades.

Sobre la preparación defensiva de la plaza de armas estaban al corriente todos los mandos, hasta jefes de batallón. En las previsiones defensivas se hacía hincapié en que "cada cual, en cada caso, debe saber lo qué hay que hacer, a dónde tiene que ir y en qué forma debe actuar".

Una cuestión de gran importancia para la defensa de la plaza de armas era la referente al aseguramiento del paso del río y el propio paso. En relación con ello, el Ejército dio ya en las primeras jornadas las siguientes directivas:

"Por si un posible ataque enemigo se conjugase con una provocada crecida del caudal del río Ebro, que pueda destruir los puentes, hay que tener prevista la utilización exclusiva de compuertas y barcas (cuyas amarras estará siempre reforzadas).

En cada zona de paso existirá permanentemente un oficial de Estado Mayor para organizar el paso, la circulación y los trabajos.

El paso del personal, ganado y material se hará utilizando todos los medios; pero es conveniente utilizar las compuertas, si existen, para que el personal se dé cuenta de que no son indispensables los puentes.

Y para ello, montar con la máxima urgencia el mayor número de compuertas que consientan las disponibilidades de material.

La comandancia general de ingenieros del Ejército y las principales de los Cuerpos V y XV organizarán zonas de paso simuladas para atraer la acción de los bombardeos.

En todas las zonas de vado se tenderán cuerdas que puedan facilitar el paso."

El día 5, después de que la 27 división había enlazado ya con el V Cuerpo, y hecho, en parte, los reconocimientos, se presentaron en mi puesto de mando el jefe de la misma, Marcelino Usatorre, y los de las tres brigadas que la componían: Ramón Soliva, Celestino Uriarte y "Asturias".

De los cuatro, sólo conocía de los días de abril, al jefe de la 124 brigada, Ramón Soliva, cuando su unidad se cubrió de gloria, junto con las brigadas 68 y 72, cerrando el paso a Tortosa al Cuerpo italiano en la línea Cherta-Paul Alfara.

Celestino Uriarte, jefe de la 123 brigada, era un combatiente del Norte. Un episodio de los primeros días de la guerra puede dar una idea de su temple: en el asalto al Hotel María Cristina de San Sebastián irrumpió en él entre los primeros; hecho prisionero por los fascistas y colocado como saco terrero con otros atacantes, fue uno de los poquísimos supervivientes.

A "Asturias", jefe de la 122 brigada, le conocí entonces. Sobre él bastará decir que en el curso de la batalla del Ebro honró y dejó muy alto el nombre que nos dejó. En cuanto a Usatorre, era un jefe digno de sus camaradas. Me sentí satisfecho. El Ejército contaba con otros cuatro jefes sobresalientes. Comunistas los cuatro. En la noche del 6 al 7, la 27 división relevó a la 35. Después la veríamos en el combate a la altura siempre de su fama bien conquistada.

Lección de heroísmo en los Altos de los Auts

A primeros de agosto -según el calendario republicano comenzó la contraofensiva enemiga. En el calendario del Cuartel General de Franco, ésta empezó el 27 de julio, cuando nuestra 3ª división rechazó los ataques de las divisiones enemigas 74 y 102; la brigada 226 de la 42 división, los del grupo de unidades de las reservas del Cuerpo "Marroquí", y la 10 brigada, los de la 52 división enemiga en nuestro flanco izquierdo. Por aquellos días nosotros hicimos el último esfuerzo ofensivo sobre Gandesa, al que respondió la 84 división enemiga, atacando en dirección E. contra la 11 división y el flanco de la 35, con el objetivo de conquistar Pandols y Puig de la Aliaga.

La realidad es que hasta el 3 de agosto, día en que di la orden de pasar a la defensiva, éramos nosotros los que teníamos la iniciativa, los que atacábamos. Esta fase de la batalla se caracterizó por una lucha continua en todo el frente de la cabeza de puente, lucha que sólo se interrumpió momentáneamente por el agotamiento de las fuerzas enemigas para ser relevadas.

En este período, el enemigo empleó, formalmente, once divisiones, a saber: la y 4a navarras; 13, 50, 53, 74, 82, 84, 102, 150 y 152. De ellas, las 4, 13, 82 y 84 estaban reforzadas con agrupaciones de Banderas del Tercio en número de cinco, como promedio, y algunos batallones de ametralladoras. Por eso, si decimos que a las once mencionadas hay que sumar cuatro más, no incurriremos en exageración, resultando, de hecho, quince divisiones. De ellas, como veremos enseguida, diez de los Cuerpos "Marroquí" y del "Maestrazgo" que, por la estrecha dimensión del teatro de batalla, absorbieron el 50% de las unidades del Cuerpo navarro. El enemigo concentró, además, todas sus reservas de artillería, la masa artillera y las fuerzas motorizadas del Cuerpo italiano y toda la aviación, "absolutamente toda", como dice enfáticamente Manuel Aznar en su "Historia de la Guerra".

Veinticuatro batallones, por lo menos, apoyados por 98 cañones, 15 tanques y la masa de la aviación enemiga, abrieron esta fase de la batalla el día 3, lanzando el primer contraataque sobre los Altos de los Auts, contra ocho batallones de las brigadas 226 y 227 de la 42 división republicana, que llevaban combatiendo desde el susodicho día 25, apoyados solamente por el grupo de artillería conquistado el día 25 de julio al enemigo y un par de baterías (6 cañones, porque todas las baterías del Ejército Popular eran de 3 piezas por falta de material).

El ataque enemigo de distinguió por la extraordinaria violencia del fuego artillero y la frecuencia e intensidad de los bombardeos aéreos. Su artillería actuaba de día y de noche, mientras que la aviación de bombardeo lo hacia relevándose en el aire y la de caza ametrallaba en vuelo rasante; hasta que nuestros infantes cazadores de aviones derribaron cinco aparatos enemigos.

Al final de la jornada del 7, las dos brigadas de la 42 división pasaron a la orilla izquierda del río, salvando todo el material, incluido el mencionado grupo de artillería conquistado al enemigo. La retirada pudo llevarse a cabo en mejores condiciones por el sacrificio de dos heroicos soldados que se lanzaron contra los tanques cuando éstos rompían la defensa, haciendo saltar a dos y cayendo ellos en la empresa.

Pero obligando a retroceder a los que venían detrás. Desgraciadamente, sus nombres no pudieron ser identificados después. El día 8, pagando un alto precio, el enemigo consiguió su objetivo de desalojar a nuestras fuerzas de la orilla derecha en aquel sector. Nuestra valiente 42 división cumplió brillantemente la misi6n asignada: desorientar al enemigo sobre la verdadera dirección del ataque del Ejército del Ebro, manteniéndose en la orilla derecha durante 13 días y noches.

“Sierra Pandols va siendo..."

El segundo contraataque operativo - esta vez directo, persiguiendo la ruptura de la cabeza de puente - lo hizo el enemigo en el frente del V Cuerpo. Lo realizaron las divisiones la y 4ª navarras, un grupo de Banderas del Tercio y la 84 división, con el apoyo de 200 cañones y la masa de la aviación enemiga. Cubrían este sector del frente las brigadas 9, de la 11 división, y 37 y 101, de la 46.

El ataque empezó el día 10 desde el frente del Canaletas hasta la vía de comunicación Gandesa-Pinell por Sierra Pandols. Pasados los primeros momentos, la lucha se concentró sobre Pandols. Los combates duraron allí desde el 10 hasta el 20 de agosto, recayendo primero el peso sobre la 9ª brigada y luego sobre la 11 división entera hasta el día 16. Desde está última fecha hasta el 20 afrontó el choque la 35 división.

El mismo día 10 cayó el jefe de la 9a brigada, Matías Yagüe, natural de la Granja, otro fundador del batallón Thäelmann en el Puerto de Navacerrada. El historial de combatiente de este magnífico camarada fue el de su batallón, desde los primeros días de la sublevación hasta ese fatídico 10 de agosto. Su comisario, Cuevas, también de Navacerrada y del Thäelmann, resultó herido el mismo día, pero se negó a ser evacuado.

De los 40 batallones enemigos que participaron en este contraataque, alrededor de 20 lo hicieron en Sierra Pandols. Cada ataque era precedido .por una preparación artillera de dos a tres horas de duración. En apoyo de nuestra 9a brigada entraron en combate la 1ª y la 100.

Por la naturaleza del terreno, en el que ni trincheras se podían cavar, así como por los vericuetos de la montaña, la lucha cobró un carácter verdaderamente extraño. Si un combatiente nuestro daba un paso a un lado, estaba ya en territorio enemigo; o a la inversa. Y lo mismo ocurría con las escuadras, los pelotones y las compañías. Se dio un caso en el que un batallón entero de la 9ª brigada se vio cercado, y momentos después era él el que cercaba al enemigo que la acosaba. Por el número de fuerzas y los medios de fuego, el enemigo debiera haber salido victorioso de este asalto. Pero n6 sucedió así.

La lucha en Pandols fue realmente épica. Los partes de guerra de aquellas jornadas lanzaron al mundo el nombre de la Sierra y sus cotas 671, 705 y 698, 666 y 641 - sin hablar de otras sin número que en el curso de la jornada pasaron varias veces de unas manos a otras.

En estos combates, los jefes decisivos en la resolución de los problemas tácticos fueron los mandos medios, como el capitán de la compañía de ametralladoras del tercer batallón de la 100 brigada y el capitán Bartolomé Castellano, de la 1ª compañía del mismo batallón, como el cabo de enlace Lombardo, como los capitanes Manuel Sánchez, del E.M. de la 1ª brigada, Ezequiel Serrano, del 3er batallón, y Francisco Acevedo del 4ª batallón de la 1ª, entre otros muchos. Gracias a su alto nivel técnico y político, los cabos y sargentos, los oficiales de todas las graduaciones solucionaron con acierto los problemas que se planteaban ante ellos, forjando entre todos el éxito táctico del conjunto de la gran unidad.

Fui a Pandols para ver a la 11 división en el combate. Visité con su jefe a nuestros camaradas, felicitándoles con toda mi alma. Pero la situación no era buena. Habían tenido pérdidas muy sensibles en el escalón de mando. El día 12 fue gravemente herido el jefe de la 100 brigada, Santiago Aguado. Resultó herido también el comisario de la brigada, Andrés Ramírez. El comandante del 1er batallón, Basilio Mañero, cayó muerto en el asalto a la cota 671. El comandante del 2° batallón, Brígido García, había caído en el paso del río. Sus combatientes habían reconquistado la cota 609, cogiendo al enemigo 7 ametralladoras y 15 prisioneros, además de rescatar a tres soldados nuestros. Recobraron también la cota 666. En la mañana del día 15 escribía el comisario del batallón, Hipólito del Olmo: "Ocupamos las cotas 609 y 666. Perdóname si es orgullo, pero al ver atacar con brío sin igual a este puñado de soldados, agotados y sin poder dormir varios días, no puedo menos de gritar: ¡Viva la gloriosa 100 brigada! " .

Lo primero que hice cuando llegué a mi puesto de mando en Camposines, de vuelta de Pandols, fue llamar a Merino para que preparase inmediatamente su 35 división y relevara al día siguiente a la 11, haciéndose cargo del sector que ésta defendía. Lo hizo con el celo que le caracterizó siempre y, en efecto, en la mañana del 16, la 35 división Se había hecho cargo del sector de Pandols.

En estos combates, la 11 división batió algunas unidades selectas del enemigo.

"La 4ª navarra - informaba el grupo guerrillero del XIV Cuerpo-ha sido relevada en Pandols por la 1ª.

“Las bajas de la 4ª navarra son de tal naturaleza, que ha sido llevada a su retaguardia lejana", - confirmaba otro enlace del grupo guerrillero, que tenía aquella misión en la noche del día 16.

Manuel "el Moreno", del cual he hablado antes, pasó las líneas entonces. Anunció la llegada de Franco, con su séquito, para el 19 de agosto a Gandesa. Y trajo otras informaciones de gran valor para la batalla en curso.

En la noche del 16 de agosto propuse a la 11 división para el más alto galardón del Ejército Popular: el "Distintivo de Madrid", y al jefe de la 100 brigada, Santiago Aguado, para la "Laureada de Madrid".

A las brigadas 11, 13 y 15 de la 35 división les pertenece la gloria de haber batido a la 1ª división navarra y mantenido durante los combates del 16 al 20 de agosto, una línea que se fue consolidando en aquellas jornadas, partiendo de las posiciones del Cerro de San Marcos y la cota Norte 481 del Puig de la Atiaga - km. 2 de la carretera Gandesa a Pinen-, cotas 479, 600, 602, 666, enlazando por la derecha con la 27 división en la cota 481 y con la 46 división, a su izquierda, en las proximidades de la cota 502.

En la noche del 15 al 16, la 11 división fue relevada por la 35. Por la situación creada, en realidad se trataba más de un paso de línea que de un relevo. La entrada al combate de la 35 en el sector de Pandols se efectuó en un momento de crisis del contraataque enemigo, cuando los primeros escalones de la 1ª división navarra estaban siendo relevados por los segundos.

La 35 división recibió una misión ofensiva para desorganizar el ataque enemigo en curso, a desarrollar en dirección de la cota 481 del Puig de la Aliaga -su gemela al Norte era donde se efectuaba el enlace con la 27 división- y del promontorio destacado Puig del Caballet.

A las 20 horas del día 16, las unidades de la 35, reforzadas con una agrupación de artillería de 37 cañones y una compañía de tanques, empezaron su ataque, al que apoyó con todos sus medios de fuego el flanco izquierdo de la 27 división.

Un grupo de choque de la 4ª compañía del batallón 41 de la 11 brigada, conducido por su comisario Pascual Andrés Quilez y compuesto por los soldados Max Bander, Plácido Muñoz (caídos ambos), Oscar Cuber, Villa Eppels, Diógenes Garrido, Pedro Teruel y José Fernández, que fueron todos heridos y se negaran a ser evacuados, atacó y tomó por asalto la cota 481 y avanzó en dirección Gandesa.

En esta cota se sucedieron los ataques enemigos y propios durante las jornadas del 17, 18 y 19. El día 17, la 35 división había pasado a la defensiva, después de conseguir el pequeño avance que la dio el dominio del km. 2 de la carretera de Gandesa a Pinen y un cierto control de los accesos a las posiciones de la cota 481 y al Puig del Caballet.

Otra división navarra, la 1ª, tuvo que ser relevada por la 3ª. Pero eso no alteró la situación.

Este contraataque enemigo finalizó el día 20. A las 10 horas, después de una preparación masiva de artillería y aviación, la infantería enemiga se lanzó al asalto de las posiciones de la 15 brigada, persistiendo en él más de dos horas, sin resultado.

El último intento enemigo se produjo en dirección Pandols. Después de tres horas de preparación artillera y de aviación sobre las posiciones de la 11 brigada, la infantería se lanzó al asalto en tres olas sucesivas; pero las tres fueron barridas por las bombas de mano de nuestros soldados, arma principal en aquellos combates, con los cuales se puso fin al asalto de Sierra Pandols, manteniéndose después nuestras posiciones, sin variación, hasta finales de octubre y comienzos de noviembre.

"Contraataques muy rabiosos"

Aún seguían los combates en Sierra Pandols cuando las divisiones enemigas 74, 82 y 102, acompañadas por un batallón de tanques y apoyadas por el fuego de 244 cañones, lanzaron su tercer contraataque operativo, dirigido personalmente por el general felón Franco, quien antes de salir para el Ebro había dicho a su "entourage": "Eso lo liquido yo en veinticuatro horas".

El sector elegido para el ataque lo ocupaba nuestra 135 brigada, en el frente de la 16 división, y algunas unidades más de ésta. El objetivo perseguido era romper en dos las fuerzas del Ejército del Ebro y aniquilamos en la orilla derecha.

Las citadas tres divisiones enemigas fueron concentradas en un frente estrecho de 3 km. escasos, acodadas y escalonadas en profundidad para darle más capacidad de penetración, cooperando con ellas las divisiones 13, 150 y 84 con acciones locales en sus frentes respectivos, teniendo la doble misión de fijar nuestras fuerzas y estar preparadas para forzar la situación en cuanto se consiguiera el éxito esperado del ataque que se desarrollaba en dirección de los vértices Orta, Gaeta y Cruce de Camposines. En caso de éxito entrarían también en acción las fuerzas motorizadas del Cuerpo italiano en dirección Gandesa-Cruce de Camposines - Mora de Ebro.

Como reserva del Ejército en la orilla derecha del Ebro, yo no contaba más que con el batallón especial. Al otro lado, en Falset, tenia a la 43 división, que había venido sin armas porque la "No Intervención" se las había recogido al pasar a Francia. Teníamos que armada con los trofeos cogidos en los días de julio.

En este período, la aviación enemiga desistió de los bombardeos sobre los puentes, que suspendió casi totalmente, con­centrando su actividad .en batir las posiciones de nuestra defensa. Los bombarderos enemigos lanzaron toneladas de bombas sobre la Partida de Fanjuanas, Vilabert y los barrancos que conducían al vértice Gaeta, extendiendo los más al Sur en la retaguardia de nuestras tropas.

Durante los tres primeros días de combate, el enemigo ocupó las posiciones de la 1S5 brigada e intentó profundizar hacia sus objetivos.

En pleno desarrollo de la ofensiva enemiga, la 16 división fue abandonada por su jefe, Manuel Mora, que desapareció de su puesto de mando. Me comunicó la noticia Tagüeña, jefe del XV Cuerpo, al que estaba subordinada, añadiendo que ya había tomado las disposiciones oportunas en relación con el empleo de la 3ª división. Porque al desaparecer el mando de la 16 división, flaquearon los subordinados inmediatos de aquél y las unidades combatían como podían, dirigidas por sus cuadros medios, pero cediendo.

Amagaba una situación difícil. Desde mi puesto de mando veía el desarrollo de la acción. Otro observatorio del Ejército, instalado en el Gaeta, me informaba también de los hechos. La 3ª división estaba preparando un contraataque. Establecí con el jefe del XV Cuerpo que el objetivo del mismo sería vértice Gaeta y la cota 552 que estaba coronando el enemigo. Llamé al comandante Goiri, jefe de la artillería del Ejército, y le ordené:

- Pon todo la que puedas al servicio del contraataque de la 3ª.

- Tengo contacto con los míos del XV y ya estamos sincronizando nuestros violines.

- ¿Cuántos tienes?

- Muy pocos, la cuarta parte está en reparación.

- Pero ¿cuántos?

- La mitad del total.
Esto quería decir que teníamos, en todo y por todo, 60 cañones para apoyar el contraataque de la 3ª división.

-Ten bien presente, para que no haya confusión, que la más vieja de las niñas de la bruja (se trataba de la 124 brigada) irá a ver a los de la 3ª en la 488.

- Todo está claro, Modesto. ¡A tus órdenes! En efecto, la 124 brigada había recibido la misión de avanzar en dirección N arte j: ocupar las cotas 441 y 488, de acuerdo con las órdenes que dí a su jefe, Ramón Soliva, cuando hablamos hacia las tres de la tarde.

Mi búsqueda del jefe de la 16 división dio resultado hacia las 14.00 horas del día 21. Fue a parar al puesto de mando de la 124 brigada. Cuando Saliva me dio la noticia, pedí que se pusiera al teléfono. Mora, que para mí era ya ex-jefe de la 16 división, no sabía qué decir cuando cogió el auricular. Estaba verdaderamente descentrado. Repetía de manera obsesiva la cantinela de los tanques enemigos. Terminó sus lucubraciones con esta frase que recuerdo perfectamente: "Más de cien tanques han pasado por el camino de la Fatarella al cruce de Camposines y deben estar ya en el río."

Le destituí en el acto.

El flanco izquierdo del XV Cuerpo y el camino a Camposines quedó abierto. El jefe del XV metió en el combate sus reservas, con la misión de restablecer la situación anterior. Sin embargo, sus posibilidades, por la rapidez de los acontecimientos, no alcanzaban más que al S. del vértice Gaeta. Hablé con Tagüeña, al que informé de las disposiciones que había tomado referente a la misión encomendada a la 124 brigada.

Todo lo que desarreglaron las cuatro brigadas que componían la 16 división, lo recompusieron las brigadas 31 (Dositeo Sánchez), de la 3ª división, y 124 (Ramón Soliva), de la 27 división. El contraataque de la 31 aniquiló los núcleos sueltos enemigos que habían progresado hasta el vértice Gaeta. Afianzándose sólidamente en él, las unidades de la 3ª prosiguieron sus ataques a la cota 552, donde intentaba hacerse fuerte el enemigo. En torno a esta cota se luchó violentamente por ambas partes, siendo finalmente conquistada por los heroicos combatientes de la 3ª división.

Pero la unidad que liquidó por completo la ruptura fue la 124 brigada. Esta ocupó sólidamente en el curso de la jornada sus dos objetivos: las cotas 441 y 488, poniendo fin a la peligrosa situación anterior. Hacia las 9 de la noche me llamaron al teléfono desde el puesto de mando de la 124 brigada. Oí que el jefe de aquélla me decía:

- Modesto, las órdenes están cumplidas.

- Muy bien, Soliva. Te concedo la Medalla de la Libertad - fue mi respuesta, premiando así la excelente actuación que

tuvo, al servicio de todo el Ejército, durante esa jornada del 21 de agosto. El tercer contraataque operativo enemigo se prolongó hasta el día 29.

En las jornadas posteriores siguieron los combates en todo el frente elegido por el enemigo para la ruptura, pero nuestras fuerzas mantuvieron firmemente todas las posiciones ocupadas.

En el Gaeta, posición táctica da ve en la situación creada en este sector, se sucedieron los ataques por ambas partes, llegándose al cuerpo a cuerpo en múltiples ocasiones.

En uno de ellos cayó el capitán Francisco Sánchez Murillo, que había llevado a su compañía al asalto y conquistado la po­sición, en la cual yacía muerto el capitán de las fuerzas enemigas.

Al igual que la 31, la 33 brigada rechazó todos los ataques del enemigo, cuyo último intento por lograr sus objetivos se produjo el día 29.

La aviación de caza enemiga, que hacia el molinillo, ametrallando nuestras posiciones, desistió a raíz de que el cabo Modesto Salvador y el soldado Francisco Molina, del 239 batallón de la 60 brigada, derribaron un Fiat con su ametralladora.

Cuando terminó el tercer contraataque operativo enemigo, llevábamos ya un mes en la orilla derecha.

Había empezado a cumplirse el plan de relevo de las unidades. La 43 división pasó a depender del V Cuerpo. En cuanto a la 35, relevada de Pandols y Caballs, quedó como reserva del Ejército, ocupando nuevamente sus posiciones anteriores en el sector Sur de Camposines.

En el sector del XV Cuerpo, la 3a división se hizo cargo del frente que antes ocupaban las divisiones 16 y 60. Esta última, mandada por Ferrándiz, con Juan Blázquez de comisario, fue a relevar en la margen izquierda del río a la 45 división, que pasó a depender del jefe del XV Cuerpo. En cuanto a la 16, fue reintegrada al XII Cuerpo. Su 44 división, que mandaba Ramón. Pastor y de la que era comisario Tomás Expresate, socialista, relevó en la margen derecha a la brigada de la 42 que ocupaba el sector Fayón - Mequinenza. Esta última se preparó para pasar el río, a disposición del Jefe del XV Cuerpo.

Así, pues, cuando terminó el movimiento y el relevo de las unidades, las fuerzas en presencia en la margen derecha del río a primeros de septiembre eran: del XV Cuerpo, las divisiones 3 y 45, conservando la 42 en reserva; del V Cuerpo, las divisiones 27, .43 y 46, teniendo en reserva la 11.

A finales de agosto recibíamos la visita del ministro de Estado, Julio Álvarez del Vayo, que venia en nombre del presidente Negrín, ausente de España para acudir a la Conferencia de Ginebra, y el general Rojo. Les acompañamos Enrique Líster, Santiago Álvarez y yo a saludar a los combatientes de la 11 división. Todos les dirigimos unas palabras. Yo aproveché la ocasión para anunciarles que "junto al escudo de la República, la bandera de la 11 ostentará en el futuro el galardón más preciado, que aún no posee ninguna otra: el "Distintivo de Madrid", que le concederá el Gobierno a propuesta mía."

Por aquellos días fui ascendido a coronel. . Deseo agregar que en ese periodo tuvimos también la satisfacción de recibir al diplomático más completo, capaz y leal a la causa de la República. Me refiero a D. Pablo Azcárate, embajador de España en Londres, un republicano de pura cepa.

Entre las visitas que entonces tuvimos los combatientes del Ejército del Ebro, quiero destacar una de las más gratas, venida de la vecina y fraterna Francia. Me refiero a Jeannette Thorez-Wermeersch, dos de cuyos hermanos combatían en la 14 brigada La Marsellesa, y a Madeleine Braun, alma del Comité de Solidaridad francés con la causa del pueblo español, a la que ha seguido fiel hasta nuestros días. Venian acompañadas por la camarada Dolores e Irene Falcón.

Otra visita que, por último, quiero citar, fue la de mis hermanos de clase, los representantes de los obreros de Barcelona y Cataluña entera, que con su iniciativa y abnegación acortaron los plazos de reparación de los puentes en un 75% y aseguraron durante todo el tiempo de la batalla los repuestos para reparar los daños que la aviación fascista nos causaba en los escasos medios .de paso que poseíamos. Con ello hicieron menos difícil la batalla y pudieron salvarse muchas y preciosas vidas. Eran unos auténticos combatientes más del Ebro.

Resistir, resistir

Entramos en septiembre. Las dificultades de nuestra defensa iban en aumento por el desgaste del material que no podía ser repuesto. Al comenzar la batalla disponíamos de 120 cañones. Con los 19 conquistados al enemigo por las divisiones 42 y 35 llegaron a 140, si bien muy pronto 15 quedaron completamente inutilizados. A partir de septiembre un tercio de nuestra artillería estaba en reparación permanentemente. Si durante los 15 primeros días los parques de los Cuerpos V y XV podían reparar con sus propios medios una parte importante de las averías, por ser éstas de menor importancia, según avanzaba la batalla el porcentaje de averías sustanciales iba creciendo y tenían que ser reparadas en el Parque del Ejército. Y esto no era todo. El parque de proyectiles del calibre 10,5 mm. se había agotado. Había que ir a municionarse a Barcelona. Eso representaba para el material del 10,5, 80 proyectiles al día.

Mientras tanto, en la frontera pirenaica estaban bloqueados decenas de cañones nuevos, comprados a la Unión Soviética, y ametralladoras. Esa era la "No Intervención" anglo-franco-norteamericana. Ye n el campo enemigo las corrientes de material seguían en aumento. Era la intervención descarada de la Alemania nazi y de la Italia fascista. El desgaste de ametralladoras y fusiles, sobre todo de las primeras, por los bombardeos masivos de la aviación y las verdaderas oleadas de proyectiles de artillería, nos debilitaba también sensiblemente.

En septiembre se endureció más el signo de la batalla al cambiar el enemigo el carácter de sus acciones. SI hasta entonces había mantenido sus fuerzas y su técnica divididas en dos grandes masas, en adelante ambas, aun siguiendo encuadradas en dos Cuerpos -el Marroquí y el del Máestrazgo-, actuarían concentradas en una sola masa y serían empleadas en una sola dirección. Así podía obtener más potencia de fuego, mayor capacidad de penetración, más superioridad.

El cuarto contraataque operativo dio comienzo el 3 de septiembre en dirección al cruce de Camposines.

El Cuerpo del Maestrazgo, con las divisiones 1, 53, 74, 82 y 84 estaba concentrado al S. de la carretera, mientras el Marroquí lo estaba al Norte, entonces con las divisiones 4, 13, 50, 102 y 152. En el centro de su dispositivo de ataque (la comunicación Gandesa-Venta de Camposines) aparecía la brigada motorizada italiana.

El frente de ruptura elegido por el enemigo al N. y al S. de la carretera era de unos 3 kilómetros.

Las fuerzas propias que asumían la defensa eran las brigadas de la 27 división, que seguía siendo mandada por Marcelino Usatorre y cuyo comisario era Avis Cundin. Los mandos y comisarios de las brigadas eran, respectivamente: "Asturias" y Sacedo en la 122; Celestina Uriarte y Alejandro Bustillo en la 123 y Ramón Saliva y Antonio Lloret en la 124.

En la mañana de dicho día 3 se pusieron en marcha los dos Cuerpos enemigos, llevando en primer escalón de combate: el Marroquí, las divisiones 4. y 13 con un batallón de tanques sobre la carretera, y el del Maestrazgo, las divisiones 53 y 82 al S. de aquélla.

Estaban apoyados... pero cedo la palabra al fascista Manuel Aznar: “…se concentró, a más de la artillería de los Cuerpos Marroquí y del Maestrazgo, la masa legionaria (se refiere a toda la artillería del Cuerpo italiano. J.M.) y una buena parte de la artillería del Ejército. Una fortísima operación preparatoria de bombardeos aéreos completó la obra de destrucción.

Es decir, unos 300 cañones y decenas de aviones - estos sucediéndose escalonadamente - bombardearon durante una hora larga, a la que siguió el ataque enemigo. Este se desarrolló desde los caminos de Aubatá, loma Gironesa y cota 442 del N. de Corbera. Estas alturas y las cotas 444, 449 y 402 tienen una historia de leyenda; mejor dicho, decenas de historias, de las cuales fueron artífices los hijos del pueblo en las jornadas de agosto y del 3 al 6 de setiembre.

El día 3, la cota 442, que defendía el 3er batallón de la 123 brigada, pasó tres veces de unas manos a otras. Hubo bajas muy sensibles, como la del comisario, que cayó muerto, y la del comandante, que resultó herido, pero las más terribles fueron las resultantes de un feroz bombardeo que enterró al 50% del batallón, el heroico tercer batallón, repito, de la 123 brigada.

Las unidades de las brigadas 122 y 124 se batieron también con arrojo ejemplar durante los días 3, 4, 5 y 6;

La cota 444 es la gloria de la 124 brigada, de su batallón 496, como la cota 449 lo es del batallón 487 de la brigada 122. En ella estaba la posición que defendía la 2a sección de la 2a compañía, que mandaba el teniente Álvarez. Este y los hombres que le quedaban fueron rodeados de enemigos. Formó el cuadro y se batieron hasta el fin. Y cuando se les acabó la munición, continuaron luchando sin desfallecer con la bayoneta, con piedras y hasta con los puños. Mientras quedó un hombre en pie.

La 4ª compañía contraatacó, cayendo herido su capitán, Estéllez. Los tanques rodearon la posición, pero los tenientes González Vidal y Llanos atacaron con bombas de mano y los hicieron recular. Al día siguiente, Yurba, comisario de la 4ª compañía, hizo retroceder a los tanques en otro momento crucial de la defensa de la posición, pero una granada enemiga clavó sus dardos de muerte en su pecho generoso.

El comandante del batallón 487, Sariego, y el comisario Alcoberro fueron con sus reservas a ganar la cota 449 para honrar a sus camaradas caídos. Y la ganaron.

Una vez y otra los hombres de la 124, como el sargento José Companys, el cabo Juan García y los soldados Gil Sangles, Antonio Mila y Esteban Olet, semicercados, hicieron retroceder al enemigo.

En la cota 444, el capitán Fernando Fernández, el comisario Juan José Rué, los sargentos Luis Ramos y Juan Ballester, los soldados Manuel Navarro y Antonio Ezequiel y, en un eslabón de resistencia, el capitán Juncosa con diez hombres, todos ellos de la 124 brigada, mantuvieron en sus manos todas las posiciones.

El día 5, la 123 brigada fue relevada por la 9ª de la 11 división, que entró para fortalecer la defensa y proseguir los com­bates. El enemigo había ocupado Corbera y venia sobre Caballs. Una y otra vez fueron rechazados sus ataques.

A la táctica de aniquilamiento sobre la base de material, utilizada por el enemigo, nosotros oponemos, aún más que antes, la táctica de la economía de fuerzas, sobre la base de reservas bien situadas y de pegarse al enemigo casi a la distancia de lanzamiento de una bomba de mano.

Una información contradictoria me puso al rojo vivo en la madrugada del 5 al 6.

La 35 división informaba que la cota 565, vértice de la Sierra de Lavall de la Torre, estaba ocupada por el enemigo. Y Joaquín Rodríguez, jefe de las fuerzas que habían reforzado a la 27 división el día 4, aseguraba que no y que esas fuerzas eran suyas.

Me dio la noticia el jefe del E.M. del Ejército, teniente coronel Sánchez Rodríguez, agregando que lo primero lo anunciaba también nuestro observatorio de Caballs.

Le dije que iba a verlo sobre el terreno y que me enviara allí a Bascuñana. Minutos después estaba en el puesto de mando de la 35 división. Merino era uno de los mejores jefes de división del Ejército Popular. De ahí que siempre prestaba una gran atención a sus informaciones y juicios, así como le confiaba misiones de gran responsabilidad en la seguridad de que serian cumplidas. Con él y con su E.M. pude apreciar que la información era exacta.

La triste realidad era que el enemigo había aparecido en la 565, cota dominante de la Sierra de Lavall de la Torre. Llegó Bascuñana y le mandé que escalara la Sierra de Caballs, a cuyos pies estaba situado ya su batallón.

- ¡Con las ganas que tengo! - dijo-. ¿Qué misión? - Impedir que el enemigo descienda de la 565 hacia el Norte y el Este; enlazar por tu izquierda con la división 43 y por la derecha con la 35, apoyando con toda la potencia de fuego del batallón las acciones de la 35 división en Lavall de la Torre y hasta donde alcance.

En el cumplimiento de esta misión, Bascuñana fue gravemente herido días después.

Merino había tomado ya disposiciones para comprobar sin equivocación lo que habíamos observado antes. El batallón 41 de la 11 brigada, el famoso batallón Edgar André, que mandaba el antifascista alemán Hugo Witmen, había recibido la misión de confirmar en manos de quién estaba la cota 565.

El batallón especial del Ejército ocupó el sector indicado y enlazó sólidamente con el flanco derecho de la 43 división. Con el capitán Cándido, segundo jefe del batallón, Bascuñana me informó que la cota 565 estaba ocupada por el enemigo y que éste se había corrido a la 551.

Por su parte, el batallón 41 confirmó asimismo que el enemigo estaba en la cota 565 y que desplegaba ante la 551, preparándose para atacarle y quitársela. En aquellos momentos la 11 brigada estaba compuesta por alemanes, escandinavos, austriacos y españoles.

Puse los medios de refuerzo de la 35 a disposición de la 11 división. Sus combatientes hacían prodigios. Barcia, comisario de la 11 división en los eslabones de combate de la 9ª brigada y el jefe de ésta, el comandante "Corbata", eran un ejemplo.

Las incidencias de la lucha habían dado al enemigo, que proseguía sus acciones con el mismo derroche de material y bombas, un ligero avance en el valle, avance lentísimo, pero peligroso.

Pasado el mediodía atacó la línea de cotas 386-362-287, en las inmediaciones de la comunicación al cruce de Camposines. Al O. avanzaba hacia el barranco de Bremoñosa.

En el flanco izquierdo estaba ya paralizado ante nuestras fuerzas. Eran las 14,30. Había que tomar una decisión sobre la base de la 35 división. Estaba ante una alternativa: O hacer avanzar a la 13 brigada al encuentro del enemigo, abandonando las posiciones que ocupaba, o hacer avanzar a la 15 brigada, sin que la 13 dejase sus posiciones. Pero la estaba a 10 km. de allí.

Opté por lo último. En mi puesto de mando y en presencia de Valledor dí la orden a Merino de que la 15 brigada, montada en camiones, viniese al encuentro del enemigo, sin perder ni un minuto en su movimiento, con el objetivo de contraatacar al enemigo para ocupar la línea de cotas 287 -362368 a ambos lados de la carretera. El punto de embarque, donde se encontraba la brigada. Y el lugar de desembarque, el km, 451.

Ordené a Goiri, jefe de artillería del Ejército, que en el plazo de 15 minutos tuviera preparados todos los medios disponibles para, en el momento en que apareciera el primer vehículo de la 15 brigada a la altura de mi puesto de mando (cruce de Camposines), hacer una barrera de fuego delante de nuestros tanques, a fin de proteger el movimiento de la brigada.

Merino ordenó a sus subordinados la ejecución de esta maniobra, que fue realizada a la perfección.

A las 15,00 horas salió la primera columna de 30 camiones para su punto de destino. Quince minutos después los com­batientes de la 15 (ingleses, canadienses, norteamericanos, latinoamericanos y españoles) echaron pie a tierra en el km. 452 de la carretera y se lanzaron desplegados hacia sus objetivos. Conquistaron la 287, pero la 362 y la 368 tuvieron que compartirlas con el enemigo a 50 metros unos de otros.

Veinte minutos más tarde, la segunda columna de camiones dejaba en su destino al resto de la brigada. En esta marcha sobre camiones para tomar contacto con el enemigo, la 15 brigada no tuvo ni una baja ni un vehículo averiado. Así se restableció y clarificó totalmente la situación, poniendo fin al peligro de ruptura que amenazaba partir al Ejército en dos.

Los combates continuaron durante toda la noche con la misma violencia.

Hacia las 9 de la mañana del día 7 dieron comienzo los ataques enemigos en todo el frente.

Decenas de tanques partieron de sus bases hacia nuestras defensas. La artillería los inmovilizó, pero 14 lograron cruzar la barrera de fuego artillera y avanzaron sobre la cota 287. Cinco máquinas de la brigada de tanques del Ejército salieron por el N. contra los tanques enemigos que, al verlas, dieron media vuelta. En ese mismo momento una oleada de aviones de bombardeo enemigos, protegidos por una cincuentena de cazas, se disponían a bombardear nuestras posiciones, cuando 40 cazas de la Gloriosa se lanzaron contra ellos. Los aparatos enemigos soltaron las bombas en sus líneas y dentro de su propio dispositivo.

Y es que nuestra aviación, siendo muy inferior en número a la enemiga, era temida por ésta. Desde que la aviación republicana vino al Ebro, la fascista hacia cuanto podía por esquivada. No creo que la nuestra pasara de los 100 aparatos en este periodo de la guerra, mientras que el enemigo empleaba más de mil. Pero insisto, porque lo presencié en varias ocasiones: la aviación enemiga rehuía el combate por regla general. El combate aéreo de ese día fue una gran jornada para nuestra aviación.

En el primer mes de la batalla del Ebro, o sea del 25 de julio al 25 de agosto, la lucha de la aviación enemiga contra nuestras fuerzas y, principalmente contra nuestros medios de paso, quedaría registrada en el informe de la D.E.C.A. del que extraigo los datos que cito a continuación, con la participación de un total de 4.129 aparatos de bombardeo y caza.

De aquellos, 1.721 aparatos de caza Messerchmit (Mess 109 - 595), Fiat (C.R. 32-863), sin identificar 263 y 2.408 de bombardeo, de los que eran Bimotor Fiat (Br. 20-184), Bimotor Heinkel (He. 111-975), Bimotor Dornier (Do. 17 - 173), Bimotor sin identificar (290). Trimotor Junker (Ju. 52-585), Trimotor Saboia 81-55. Trimotores sin identificar - 43 y mono motores 103, que lanzaron 42.127 toneladas de bombas.

Bombardearían todos los puentes y pasarelas 1.073 aparatos que arrojarían unas 21.000 bombas. Tocarían siete veces el puente de Mora, tres veces el puente de Ginestar y una pasarela. El balance de aquella actividad, intensa para la época, seria de

2.129 bombas para tocar un puente. El representante de las fuerzas aéreas junto al mando del Ejército del Ebro era entonces el comandante de aviación Armario.

Uno de aquellos días recibí la visita de los mandos fundamentales de la aviación de caza republicana. Creo no equivo­carme si afirmo que Zarauza, jefe de los "Moscas" y Arias, jefe de los "Chatos", encabezaban el grupo, integrado por Bravo, jefede la escuadrilla del "biberón", Miguel Zambudio, Antonio Nieto, Álvaro Muñoz, Rafael Belda, Mario Cuesta y otros que no recuerdo.

Aquella visita constituyó un paso más en el estrechamiento de las magníficas relaciones de camaradería entre las fuerzas de Tierra y Aire, relaciones que tenían una base sólida porque, en general; los pilotos de aviación habían salido de las unidades de combate de los diversos frentes.

Hablamos largo y tendido. Después recorrieron todo el frente, Con gran sorpresa vi que nuestra caza no tenía más mapas que los Michelin y les proveíamos de otros más apropiados.

Al devolverles la visita en el aeródromo de Valls pude comprobar las estrecheces de su despensa. Creo sinceramente que en ningún país del mundo ha habido, en tiempo de guerra, aviadores que hayan vivido con las estrecheces y combatido con las dificultades de nuestros jóvenes y valientes pilotos. Al recordar su heroico combate en estas páginas, quiero rendirles el homenaje que se merecen.

Los combates del día 7, que se desarrollaron en el curso de toda la jornada y de la anterior en el estrecho frente de la carretera general donde las fuerzas de la 9ª brigada ocupaban la defensa en la cota 424 de las estribaciones de Lavall de la Torre, terminaron sin que el enemigo diera un paso adelante.

En esos combates cayó heroicamente uno de los mejores entre los mejores comisarios del Ejército del Ebro: el camaradaÁngel Barcia, de la heroica 11 división, muerto en la cota 424 de Caballs el día 7 a las 10 de la mañana.

El mismo día 7 tomé la decisión de crear un sector independiente entre los Cuerpos V y XV, encargando de su mando al jefe de la 35 división y dándole el nombre de dicha unidad.

A partir del mediodía le fue encomendada la responsabilidad de la defensa en la dirección del cruce de Camposines, en el frente carretera general, incluida la cota 565.

Puse a su disposición el batallón especial del Ejército y ordené al jefe de artillería que atendiera con preferencia las peticiones de fuego del mando del "Sector 35 división”.

Finalizó la jornada del 7, que había amanecido tan fea, con una defensa sólidamente organizada al S. de Camposines, con éxitos tácticos locales de gran importancia. Incluso se hicieron unas decenas de prisioneros.

Los días 8, 9, y 10 prosiguieron los combates en todo el frente. Al S. de la carretera, los ataques enemigos, partiendo de las cotas 565, 561 y 424, en los descensos de la Sierra de Lavall de la Torre, fueron contenidos. Mejor aún, nuestras fuerzas arrebataron al enemigo, con sus breves y enérgicos contraataques, la cota 424. En ella se hicieron una cincuentena de prisioneros, entre ellos un sargento que informó, confirmando nuestras apreciaciones.

En el centro de la carretera nuestras fuerzas pisaban el km. 451,500. Al N. de éste, ocupaban sólidamente la cota 287.

En el flanco S. del XV Cuerpo, el enemigo desplegó ataques de gran violencia contra las unidades de la 45 división, sin resultados importantes. Desde que se marchó Victori, era comisario de la división José Sevil, que tenía la experiencia combativa de toda la guerra y del V Cuerpo.

Al final de esta jornada propuse a la 35 división para que fuera galardonada, por sus muchos méritos, con el "Distintivo de Madrid", y a sus tres brigadas, con la Medalla del Valor. Al jefe de la división, comandante Pedro Mateo Merino, le propuse para el ascenso al grado superior.

El enemigo puso fin el día 10 al cuarto contraataque operativo, aunque prosiguió sin interrupción la actividad de su artillería y aviación.

Entre este contraataque y el próximo habría un intervalo de 9 días, lo que revela él desgaste que sufrió en el curso de los combates pasados.

Nuestras fuerzas siguieron en las posiciones anteriores, con la ligera flexión producida en el centro de nuestro dispositivo y que ha quedado expuesta más arriba.

Cuando uno del Ebro vale por ciento

El quinto contraataque tendría como eje, igual que el anterior, la carretera Gandesa-Cruce de Camposines.

En él se registró la presencia de nuevas unidades enemigas como la 5ª división, navarra, entre otras.

El dispositivo que adoptó el Ejército del Ebro en la cabeza de puente fue el trazado en mi Orden de Operaciones n° 12 del 17 de septiembre:

Sector del XV Cuerpo: La 44 división (cuyo jefe y comisario eran, respectivamente, Ramón Pastor y Tomás Expresate): con dos brigadas en primer escalón y una en reserva cubriendo el sector menos activo desde el S. de Bayón, hasta las proximidades, al N. de Villalba de los Arcos. La 3a división, a caballo sobre el camino vecinal de la Fatarella a Villalba, enlazando al S. con la 45 división que cubría las estribaciones de la Sierra de la Fatarella, con la cota 356 inclusive. El otro flanco de la 45 enlazaba con el sector de la 35 división, unos 800 metros al N. del kilómetro 451. La 42 división en reserva, inclinada hacia el flanco S. del dispositivo del XV Cuerpo. El "Sector de la 35 división", con dos brigadas y el batallón de ametralladoras del Ejército en línea, y otra brigada en reserva cubriendo la carretera general y las estribaciones N. de la Sierra Lavall de la Torre y del vértice Caballs.

Sector del V Cuerpo: La 43 división, desde las alturas de Caballs que parten de dicho vértice al S., hasta la carretera Gandesa-Pinell y alturas de Pandols. La 11 división desde las estribaciones de Pandols hasta el río, sobre la margen izquierda del Canaletas al S. de Pinell. En reserva del V, la 46 división, sensiblemente orientada al S. del dispositivo del Cuerpo.

La táctica del enemigo en las jornadas de este contraataque y de los posteriores consistió en el empleo del material bélico de una manera aún más acentuada que antes. El mando enemigo buscaba la solución del problema estratégico que le habíamos creado y seguía teniendo planteado: reducir la plaza de armas republicana en la orilla derecha del Ebro, empleando toneladas y toneladas de proyectiles y bombas que perseguían el aniquilamiento de la defensa y que, en muchas ocasiones, cambiaban la fisonomía del terreno.

Una nueva avenida de aguas que se registró a partir del día 14 y el incremento de los bombardeos contra los puntos y medios de paso anunciaron la preparación del nuevo contraataque. La lucha del enemigo contra nuestros medios de paso consistía también en lanzar al río aguas arriba de Fayón, brulotes, minas de circunstancias y troncos de árboles. Por la velocidad de la corriente, dichos ingenios significaban en la práctica un enemigo no pequeño.

Al amanecer del día 19, las unidades del Cuerpo Marroquí iniciaron este contraataque sobre las unidades de la 45 división, al flanco izquierdo del XV Cuerpo, en la dirección prevista en mi citada orden de operaciones, por el valle de Vilavert- Partida de Fanjuanas.

Cerca de 40 horas ininterrumpidas de los días y noches del 17 y 18 de septiembre duró la preparación de su artillería y aviación. .

El esfuerzo de la infantería enemiga, cubierta en sus movimientos y apoyada en sus acciones por los medios habituales, estaba dirigido a la conquista de las cotas 426 y 429. Pero la jornada terminó sin ningún cambio. Los ataques de las divisiones 5ª navarra y 152, que iban en primer escalón, no les dieron el objetivo perseguido.

La firme resistencia de las unidades de nuestra 45 división hizo que el enemigo desistiera el día 20 de sus ataques a la cota 426 y concentrase su esfuerzo principal en la conquista de la 496. Ese día, el fuego de artillería y los bombardeos aéreos, que se prolongaron durante 7 horas (desde las 6,00 hasta las 13,00), redujeron el nivel de la cota 496, quemando en ella hasta los últimos rastros de vegetación y convirtiéndola en un campo

desolado. Sólo de ese modo pudo ocupada el enemigo, que prosiguió su acción con la misma intensidad sobre la cota 477, coronada por sus tanques al final de la jornada.

El mando del XV Cuerpo ordenó un contraataque para recuperar ambas cotas, situando la 227 brigada de la 42 división ante los km. 4 - 6 del camino vecinal Fatarella-Camposines.

Apenas amaneció el día 21, el enemigo atacó simultáneamente nuestras posiciones (45 división) en las cotas 377 y 356 y, más al S., las de la cota 287 y del Molino Farriols, defendido por la 35 división. Logró ocupar la cota 377 en el sector de la 45 división. En el sector defendido por la 35 división, los combates se prolongaron toda la jornada sin cambios en la situación táctica. Los numerosos ataques a la cota 287 fueron rechazados. Al S. de la carretera, la actividad enemiga y propia se desarrolló en torno al Molino de Farriols. Cada ataque enemigo encontró, además de una tenaz resistencia, la réplica correspondiente de las unidades de la 35 división. Hacia la medianoche, un golpe de mano de la 13 brigada sorprendió al enemigo, cogiéndole varios prisioneros, entre ellos un sargento del regimiento" América" de la 1ª división navarra. Esta había venido nuevamente a Gandesa, después de haber sido reorganizada por segunda vez.

El día 22, el enemigo prosigue sus acciones ofensivas al N. y S. de la carretera. Como en las jornadas anteriores, las acciones de su infantería eran precedidas y acompañadas de potentes concentraciones de artillería, densos bombardeos de aviación y un gran número de tanques.

En el curso del día, el centro del ataque enemigo se fue transfiriendo: en el sector de la 45 división, a la cota 356; en el sector que defendían las unidades de la 35 división, a la cota 287. La primera de las mencionadas pasó a poder del enemigo a media jornada del 22. Este intentó descender, después de ganada y ocupar la serie de alturas al N. de la carretera y al SO. del cruce de Camposines, que forman el llamado Coll del Cosso. Extraordinaria violencia cobraron los combates en esta dirección, en la que el enemigo avanzaba lentamente. Pero los contraataques de las unidades de la 42 división, que relevó a la 45, cortaron el ataque enemigo, castigando a éste severamente y limitando su avance a la ocupación de la cota 356.

En el sector de la 35 división, la lucha por la cota 287, defendida por unos cientos de combatientes del batallón 50 de la 13 brigada, adquirió una terrible violencia. Aquellos combates son dignos de recuerdo imperecedero por las condiciones en que los muchachos del 50 tuvieron que combatir.

Mandaba el batallón 50 el capitán Franciszek Ksiezá.rozyk, polaco. El comisario (después de ser heridos los anteriores Boleslaw Maslankiewicz, polaco, y los españoles Rueda y Robles), era Boleslaw Jelen. Los ataques del enemigo sobre la cota 287, situada en las proximidades N. de la carretera a la altura del km. 315,5 (450,5) de la carretera Alcolea del Pinar a Tarragona, se sucedieron a la largo de toda la jornada.

En un principio el ataque enemigo tuvo como eje la carretera, actuando en un frente de unos 600 metros, repartiendo su esfuerzo entre la 287 y el Molino de Farriols, ambas posiciones equidistantes de la general. Pero en la situación creada, la 287 ofrecía un saliente en nuestra defensa, sin cuya reducción el enemigo no podía avanzar cómodamente sobre la comunicación Gandesa-Camposines. Era además un bastión de honor y de gloria del Ejército Republicano.

De los 50 tanques enemigos que participaron en éste ataque, 20 actuaron contra la defensa de la cota 287. Los muchachos del 50 batallón contaban con el apoyo de toda la artillería y de los tanques del Ejército. Una modesta batería de 75 mm, emplazada en el Con del Cosso, contribuía a la defensa de la posición. La buena cooperación en el combate de los hombres del 50 batallón (por sus efectivos reales, menos de medio batallón), de los tanques y de la batería, hizo posible la defensa con éxito de la posición a lo largo de toda la jornada.

En la mañana del 22 el enemigo realizó su primer ataque a la cota 287. En él participaban un batallón y 20 tanques. Tras la preparación artillera, que hacía estallar los campos de minas puestos por nosotros, los tanques desplegaron, seguidos de su infantería, semicercando la cota e intentando la subida. El fuego de la defensa separó la infantería de los tanques y la castigó reciamente. Luego abrió el combate contra los tanques fascistas, empleando las bombas de mano y averiando dos. Nuestros tanques inutilizaron otros dos desde sus posiciones de fuego y, con su movimiento, provocaron la retirada de los demás y de su infantería. Fracasado este ataque, el enemigo hizo una nueva preparación artillera de una hora. Un batallón de infantería se lanzó, con los últimos disparos, al asalto de nuestras posiciones. En apoyo de su infantería avanzaron los tanques enemigos (16 esta vez), que cambiaron su forma de actuación, atacando directamente la cota y comenzando a escalada por su pendiente Sur. Otros dos batallones de refresco se pusieron en movimiento protegidos por sus tanques. Estos últimos, ante la rauda y valiente acción de los nuestros, que se lanzaron a toda máquina sobre ellos, salieron en franca huida. La batería de 75 mm no cesó su acción y la firme resistencia activa de los defensores de la posición pegó al terreno la infantería enemiga, que más tarde seguiría a sus tanques, retirándose en desorden.

El siguiente ataque enemigo contra los defensores de la cota 287 no se hizo esperar. A la preparación artillera, que duró hora y media y facilitó el movimiento y la aproximación de los tanques y de la infantería enemiga a nuestras posiciones, siguió el ametrallamiento de éstas por la aviación de caza enemiga y la entrada en combate de dos escuadrones de caballería.

Protegidos por una densa barrera móvil de artillería y un violento fuego antitanque de los cañones antiaéreos de 88 mm que cumplían misión antitanque contra nuestros ingenios blindados, los tanques enemigos consiguieron cercar la cota. Su infantería, cuyo avance fue facilitado por el ametrallamiento de la caza y la aparición de los dos escuadrones de caballería (que por la sorpresa que causaron atrajeron sobre si los fuegos principales de la posición, sin que pudieran rebasar la línea alcanzada por los tanques, a cuya altura fueron diezmados, volviendo grupa los supervivientes y desapareciendo del lugar de combate), se aproximó a distancia de asalto de nuestras trincheras. En el proceso del combate, algunos núcleos enemigos irrumpieron en las trincheras. No obstante, el desenlace de este ataque enemigo siguió la misma suerte que los precedentes. Su infantería se replegó con grandes pérdidas, dejando cuatro tanques inutilizados sobre el terreno.

La posición del 50 batallón, condecorado con el "Distintivo del Valor", la ocupó el enemigo en la noche del 22 al 23, después de que aquél, cumpliendo órdenes del jefe de la 35 división, que yo aprobé, se replegó a nuevas posiciones, evacuando sus heridos y todo el material, y rindiendo honores a los caídos.

Ese mismo día 23, el jefe accidental de la 46 división, Domiciano Leal, efectuó los reconocimientos para relevar con su unidad a la 35 división. Yo estaba con ellos, acompañado del teniente coronel Manuel Márquez, venido a la zona catalana para

mandar un Cuerpo de Ejército. Habíamos bajado del observatorio y puesto de mando de la 35 división, situado en la contrapendiente de la cota 361 de Lavall de la Torre.

Nos sentamos en el ángulo de una zanja, Merino, yo frente a él, y Leal entre los dos. A dos metros de nosotros miraba Márquez. Estaban puntualizando con todo detalle en el mapa lo visto sobre el terreno. Nuestras cabezas se tocaban. En una de las pasadas de la aviación de bombardeo, Domiciano Leal cayó derribado sobre el mapa que estaba extendido sobre nuestras rodillas. Cuando quisimos levantarle, vimos que estaba muerto. Un casco de metralla le entró por la espalda, destrozándole. La dolorosa sorpresa nos dejó anonadados a todos. Por mi mente pasó como un relámpago la imagen de la primera vez que vi a Leal, cuando conducía su batallón al combate en el asalto a Quijorna, durante la batalla de Brunete, después de haber conquistado el vértice Llanos. Llevaba vendado el cuello, en el que tenía una herida en sedal y me impresionó muy favorablemente su excelente actuación en aquel momento critico. Su muerte era una gran pérdida para la 46 división, para el Ejército del Ebro, para el Ejército republicano.

Esto sucedió en la mañana del 23. Ese mismo día finalizaron los combates que ilustran el quinto contraataque operativo enemigo. Es digno de señalar que en el curso del mismo se incrementó el paso de evadidos a nuestras filas.

En sus acciones anteriores el enemigo había conquistado posiciones importantes en el flanco izquierdo del XV Cuerpo. No había conseguido nada realmente serio, sino algunas posiciones de primera línea, como se ha señalado ya, y más al NO. el vértice Gaeta, ocupado por un batallón nuestro que mantenía en sus manos la falda NE. del mismo.

El grado de heroísmo de nuestros combatientes lo proclama sin proponérselo, el fascista Manuel Aznar en su mencionada "Historia Militar de la Guerra", al decir:

"Los Tabores (en el vértice Gaeta. J.M.) tienen que avanzar limpiando las trincheras con bombas de mano, cada diez metros, de un enemigo, al que no han podido echar ni nuestros repetidos bombardeos, ni nuestras concentraciones de artillería" .

Recuérdese que los unos y las otras duraron 40 horas sin interrupción, día y noche.

Al SE. de Gaeta, en la esquina SO. del cruce de Camposines, un trozo de terreno atormentado por la erosión y con más recovecos que una conciencia negra, lleva el nombre de Coll del Cosso.

Este seria el teatro principal del sexto contraataque enemigo, que se desarrolló del 27 de septiembre al 14 de octubre, ampliándose al S. de la carretera a partir del día 3 del mes citado en último lugar.

La defensa del macizo Coll del Cosso y de las posiciones al N. del mismo, la asumía la 42 división con sus brigadas 59, 226 y 227.

El sexto contraataque operativo dio comienzo después de unos días de intervalo, durante los que no cesaron las acciones de la artillería y la aviación enemigas, contra las que luchaban las nuestras en inferioridad manifiesta, pero con el heroísmo con que lo hicieron durante toda la guerra.

El Cuerpo Marroquí, con las divisiones 4, 13, 50, 82y 152 -las dos primeras reorganizadas dos veces - atacó nuestras posiciones en el Coll del Cosso.

La infantería avanzaba apoyada por una cincuentena de tanques, después de un prolongado machaqueo de la artillería y la aviación. Las Banderas del Tercio y los Tabores de Regulares marroquíes se sucedían en los ataques continuos de aquellas jornadas. A cada preparación infructuosa de la artillería y aviación, a cada ataque rechazado, sucedían nuevas preparaciones de fuego y nuevos ataques.

Y así se combatió durante los días y las noches del 27, 28, 29 Y 30 de septiembre, 1 y 2 de octubre. En el curso de esa semana las cinco divisiones enemigas quedaron en cuadro, sin cumplir su misión ni cubrir sus objetivos. La hazaña fue obra de los héroes de los Auts: los combatientes de la 42 división.

Destrozadas sus divisiones, algunas habiéndose dejado en el terreno la mitad de sus efectivos, el Cuerpo Marroquí suspendió toda su actividad y, a partir del 3 de octubre, entró en acción el Cuerpo del Maestrazgo, con las divisiones 1, 53, 74, 89 y 102, de las cuales la 1 y la 84, reorganizadas.

Estas desplegaron su esfuerzo ofensivo al S. de la carretera, en el sector que antes ocupaba la 35 división, relevada el día 24 por la 46. Esta vez atacaron la esquina SE. del cruce de Camposines.

La 46 división, cuyas unidades no estaban familiarizadas con el terreno, y desorientada en los primeros momentos por unas absurdas órdenes contradictorias de su jefe, "El Campesino", sufrió un revés del que se rehizo gracias a sus cuadros medios. Después de esclarecer bien los hechos destituí a "El Campesino" y lo envié a disposición del Estado mayor Central.

El enemigo había conseguido avanzar en dirección al cruce de Camposines. Pero una característica particular de las unidades del Ejército del Ebro era la colaboración de unas con otras al servicio de la misión común. Y con ese espíritu procedió la 42 división, cuya 59 brigada contraatacó la penetración enemiga y colaboró en el restablecimiento de la situación, de la que paulatinamente se hizo cargo la 42, hasta ser relevada por la 44 división.

A partir del día 4 se reconquistó parte del terreno cedido por nuestras fuerzas, y todos los ataques posteriores del enemigo, hasta el 14, fueron rechazados. En aquellos combates la 42 división clavó al enemigo en el terreno, le infligió numeras bajas, lo expulsó de las posiciones que más interesaban y dio tal solidez a la defensa que, en lo sucesivo, el enemigo desistió de proseguir sus acciones en aquella dirección. Y así terminó el sexto contraataque operativo adversario.

En su desarrollo, a costa de impresionantes bajas y del superabundante material empleado, el enemigo consiguió penetrar en el centro del dispositivo del Ejército, montado el 3 de agosto, en dirección a la carretera Gandesa-Mora de Ebro, hasta las cercanías del cruce de Camposines (km. 318 (454) de la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona).

Su avance le llevó a la ocupación de la cota.471 (700 m. al N. del Cerro de San Marcos), la línea de cotas dominantes de la Sierra de Lavall de la Torre, menos la 304 en su extremo Norte, las proximidades del km. 318, la cota 350 al Sur del Coll del Cosso, y el vértice Gaeta. La progresión enemiga en los combates librados a la largo de los meses de agosto, septiembre y octubre se limitaba, pues, a unos 25 km2 del territorio que le fue arrebatado en las jornadas del 25 al 27 de julio.

Las fuerzas del Ejército del Ebro seguían manteniendo en sus manos la plaza de armas en la orilla derecha y se defendían en el frente siguiente: desembocadura del río Matarrañas en el Ebro, barranco "Las Docenas", cota 544 al. N. del vértice Gaeta,

estribaciones E. de este Ultimo, cotas 371 y 378 del Coll del Cosso, km. 318 (454) de la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona, cota 304 de Lavall de la Torre, cotas de la Sierra de Caballs, Cerro de San Marcos, km. 3 de la carretera Gandesa-Tortosa, Sierra. Pandols, km. 14 de la carretera Gandesa- Tortosa, vertientes orientales del Canaletas, hasta su desembocadura en el Ebro.

CAPITULO XIV

Un día inolvidable

La actividad enemiga decreció extraordinariamente después del 14 de octubre. La causa estaba, sin duda, en las bajas que le habíamos hecho en los combates anteriores.

Aprovechando la pausa abierta en los combates, celebramos los del Ebro una jornada inolvidable.

El gobierno nos había confiado organizar, en nombre del Ejército Popular, la despedida de los voluntarios internacionales.

Eran unos 6.000 los que en ese periodo se encontraban en España, hasta esos días encuadrados en las brigadas 11, 12, 13, 14, 15 y 139 de las divisiones 35 y 45 del Ejército Popular. Otra brigada, la 129, estaba en la otra zona.

Al acto de despedida vinieron el Presidente del Gobierno, Juan Negrín, y el jefe del Estado Mayor Central, general Vicente Rojo.

Estaban presentes Luigi Longo (italiano), Franz Dhalem (alemán) y André Marty (francés), que tanto contribuyeron a la organización de las brigadas, así como Pietro Nenni, Julius Deutsch y George Branting. Ellos representaban a un sector determinante de los organizadores de los comités de solidaridad con la democracia española, que se crearon en 17 países y fueron el alma de la solidaridad de sus pueblos, de la solidaridad internacional con el pueblo español.

Los demás eran nuestros camaradas de tantos combates, con los que habíamos convivido y luchado durante dos años de guerra, desde Madrid hasta el Ebro, pasando por la calcinada llanura zaragozana, donde la sed mata, y las montañas nevadas de Teruel, donde el frió mutila.

Al recordarlos hoy, los cito a todos en conjunto -como juntos y en el mismo rango de heroísmo se batieron- para rendirles, igual que en aquel día, el homenaje del Ejército Popular. Como excepción, quiero citar a la voluntaria y madre de voluntario Ana Maria (húngara), a las americanas Evelina, chofer, y Solaria de Harlem (enfermera), así como a las doctoras, en primera línea casi toda la guerra, Jeannette Opfmen (francesa) y Josefa Jmelova (checoslovaca).

Muchos de ellos, alrededor de 5.000, cayeron codo con codo junto a los mejores hijos del pueblo español, combatiendo por la paz de todos los pueblos y por la libertad del género humano. .

No es posible en este relato mencionarlos a todos. Pero como bandera y símbolo de los demás recordaré a Hans Beimler (alemán), General Lukacs (húngaro), Joe Dallet (americano), Peter Borilov (búlgaro) , Pierre Akkerman y Jean Wanden Plas (belgas), George Brown (inglés), Toni Konomi (albanés) , Van Galen (holandés), Georg Eisner (alemán), Eugenio Winckler (checoslovaco), Emeric Tarr (húngaro), Franz Reisenauer (austriaco) , Kirijakidis (griego), Burca Costache (rumano) , Bernard Larsen (escandinavo), Parovich Smidt (yugoslavo) , Guido Picelli (italiano), Oliver Larv (americano), Alfred Brugeres (francés), Antel Kochenek (polaco) y los doctores: Sollenberger (inglés), Heilbrunn (alemán), Dubois-Domanski (polaco), Grossev (búlgaro), y Frantichek Krigel (checoslovaco).

En los 6.000 que estaban allí con nosotros y en los 5.000 que yacían en tierras de España, rendimos homenaje a los 35.000 voluntarios -soldados, mandos, comisarios y organizadores- que dieron al mundo el ejemplo más grande de fraternidad, humanismo y solidaridad internacional hasta entonces conocido. Ellos hicieron escuela, la escuela de la resistencia al fascismo en el mundo, que se inspiró en los mismos postulados.

Hablamos el Presidente Negrín y yo, abriendo aquella jornada memorable. Ahora, cuando escribo estas líneas, recuerdo con emoción aquel impresionante acto de fraternización, presidido, en su grandiosa sencillez, por el “Hasta la vista" con que nos despedimos unos de otros en los múltiples encuentros que tuvimos aquel día. Y en verdad nos hemos encontrado después en el mismo campo, en la misma trinchera, contra el mismo enemigo.

Eran los voluntarios internacionales, hijos de todos los confines de la Tierra, miembros de todos los partidos y asociaciones progresivas del mundo, de diferentes tendencias ideológicas, concepciones políticas y confesiones religiosas.

Vinieron a España como expresión viva de "la protesta indignada de los hombres libres del mundo entero frente a la intervención directa del hitlerismo alemán y del fascismo italiano", como decía el Llamamiento que sus organizadores hicieron a todos los pueblos.

Si alguien quiere conocer historias maravillosas de hombres sencillos, que vaya a cualquier país del mundo y pregunte por "los internacionales". Cada uno de ellos es ejemplo de abnegación, de espíritu de sacrificio, de grandeza moral y humana.

En España se batieron bajo el signo y la consigna: POR VUESTRA Y NUESTRA LIBERTAD. Por eso se les conoce en todas partes bajo el nombre genérico de VOLUNTARIOS DE LA LIBERTAD.

Nacieron así

Como se sabe, la primera de las brigadas internacionales empezó a formarse ya avanzado el mes de octubre. Entró en combate, en la defensa de Madrid, el día 9 de noviembre.

Pero el origen de las brigadas arranca de los primeros núcleos de voluntarios antifascistas alemanes, italianos, polacos y otros que vivían en España o habían venido a ella para participar en la Olimpiada Popular de Barcelona, sorprendiéndoles allí la sublevación y la intervención fascista extranjera en nuestro país.

Así surgieron en Cataluña las centurias Thäelmann y Gastone Sozzi, que organizaron y mandaron el antifascista alemán Albert Schreiner, la primera, y el antifascista italiano Leone Leoni, la segunda. El núcleo de polacos al que sorprendió la sublevación en Barcelona, y otro grupo que se formó en Irún y combatió en el Norte, fueron los primeros brotes del batallón Dombrowski.

Esa primera brigada internacional fue la 11 del Ejército Popular. La mandaba el austriaco Manfred Stern (Kleber) y su comisario era Giuseppe de Vittorio (Nicoletti). El jefe de E. M., a partir de diciembre, fue Ludwig Renn (alemán). Formaban la 11 tres batallones: el primero era el Edgar André (más tarde el 41 del Ejército Popular), al mando de Hans

Khale y con Arthur Dad de comisario, ambos alemanes; el segundo era el Comuna de París (después el 56 del E.P.), que mandaba Dumont y tenía de comisario a Pierre Rébiere, los dos franceses; el tercero era el Dombrowski (el 49 del E.P.), con Boleslaw Ulanovski de comandante y Stanislaw Matuszczak de comisario, ambos polacos.

La segunda brigada internacional fue la 12 del Ejército Popular. Se formó en los primeros días de noviembre y recibió el bautismo de fuego el día 13 del mismo mes en el Cerro de los Angeles, a las puertas de Madrid. La mandaba Mate Zalka (Lukacs), húngaro; su comisario era Luigi Longo (Gallo), italiano, y el jefe de Estado Mayor, P. Bátov (Fritz Pablo), soviético.

Tenía también tres batallones; uno, el Garibaldi (el 45 del E.P.), mandado por Galleani, primero, y Pacciardi, después, con Roacio, comunista, y Azzi, socialista, de comisarios. Los batallones segundo y tercero se formaron en el mismo proceso de los combates. Uno de ellos estaba constituido por franceses y belgas; el otro, por eslavos y alemanes.

En cierta medida, de las brigadas 11 y 12 salieron cuadros medios para la 13, que se formó avanzado el mes de diciembre. Esta la mandaba Zeisser (Gómez), alemán. Su comisario era Stanislaw Matuszczak (Henri), polaco. El jefe de Estado Mayor, Wictor Mencel, polaco. Sus tres batallones tenían un poco de todas partes, pero predominaban los franceses en uno, los ingleses en otro y los alemanes en el tercero.

A finales de diciembre también se formó la 14 brigada, con tres batallones como las demás. En uno predominaban los ingleses, en otro los franceses y en otro los italianos. La mandaba Karol Swierczewski (Walter), polaco, con el coronel Pütz, francés, de jefe de Estado Mayor y Jean Chaintron de comisario.

La 15 brigada, que mandaría en los primeros tiempos el húngaro Janos Gaals, teniendo de comisario al inglés George Aikten, se formaría el 7 de febrero. Más tarde mandaría la 15 el yugoslavo Vladimir Chopis. El comisario sería Dave Doran.

Los tres batallones de la 15 brigada eran: el inglés (57 del Ejército Popular), formado sobre la base de la compañía inglesa de la 14 brigada; el Lincoln (58 del E.P.), compuesto de norteamericanos y canadienses y el Dimitrov (59 del E.P.), compuesto de centroeuropeos y balcánicos.

Dicha composición la tuvieron hasta el mes de abril de 1937. A partir de esa fecha se agregó un cuarto batallón de voluntarios de las brigadas 11 y 12. Por entonces se reorganizaron todas las brigadas, dándoles una mayor cohesión nacional, sin que perdieran su rasgo de unidades internacionales.

La 11, compuesta por alemanes, escandinavos, austriacos y españoles, era conocida como la brigada alemana; la 12, la garibaldina, como la brigada italiana; la 13, de los famosos "dombrovszakos", como la polaca; la 14 - La Marsellesa-, como la francesa y la 15 - la Lincoln, - como la inglesa.

La 129 se crearía de la Agrupación de reservas de la 45 división y se acogerían a ella los voluntarios heridos o en permiso a los que cogió el corte al otro lado. Se formaría en Chillón (Almadén), en febrero-marzo de 1938. La mandaría Varek Komar, polaco; el comisario de la 129 sería Lorenzo González; el jefe de Estado Mayor, el capitán Nieto.

La 139, española, al ser agregada a la 45 división cuando la mandaba Hans y de la que era comisario François Victori, fue la otra brigada considerada internacional.

Quitando los primeros días de la 11 y, en parte, de la 12, en todas ellas hubo siempre un núcleo de combatientes españo­les, de signo voluntario, que se les sumaron.

Citemos como ejemplo la 13 brigada, en junio de 1937, y de ella el batallón Chapaiev (49 del Ejército Popular), que mandaba entonces Otto Brunner (suizo) y del que era comisario E. Fischer (alemán), por disponer de su estadillo de fuerzas, de fecha 5 de junio de 1937.

La plantilla del batallón, según nacionalidad, tenía: 79 alemanes; 67 polacos; 59 españoles; 41 austriacos; 20 suizos; 20 palestinos; 14 holandeses; 13 checos; 11 húngaros; 10 suecos; 9 daneses; 9 yugoslavos; 8 franceses; 7 noruegos; 7 italianos; 5 luxemburgueses; 4 ucranianos; 2 belgas; 2 rusos; 1 griego y 1 brasileño.

Es decir, 389 combatientes de 21 nacionalidades, mosaico internacionalista de espléndida belleza.

Los voluntarios soviéticos

Como los de las demás nacionalidades, acudieron a España sobre la base del voluntariado, pero se diferenciaban de aqué­llos en que venían bajo la protección del pabellón de su gran país.

Por las circunstancias que concurrían en nuestra guerra, eran hijos del único país cuyo gobierno, plenamente identificado con su pueblo, enarboló en alto la bandera de la democracia española y nos prestó su solidaridad total en réplica a la guerra totalitaria que nos hacían las potencias fascistas sostenedoras de Franco.

Y hay que decir sin ambages que sin la ayuda de la Unión Soviética, cuyos gobernantes proclamaron ante el mundo que "la causa del pueblo español es la causa de toda la humanidad avanzada y progresiva", la lucha de nuestro pueblo hubiera sido más difícil y sangrienta.

La solidaridad soviética se expresó en el terreno moral condenando la intervención exterior, primero, y la farsa de la "No intervención", después.

En el terreno material se patentizó enviando a nuestro país las mejores armas del arsenal bélico de su defensa y poniendo los medios fundamentales de transporte para su arribada a España. Así llegaron, avanzado octubre de 1936, los primeros

50 tanques, tipo T-26, que superaban, en mucho, a los Ansaldo y Mercedes italianos y alemanes. Más tarde, en septiembre de 1937, llegaría el tipo BT-5, el mejor tanque de todos los que actuaron durante la guerra en ambos campos.

En lo que concierne a la aviación, los tipos de aviones de caza I-15 e I-16, a los que el pueblo bautizó con los nombres de "Chatos" y "Moscas", pusieron fin en el mes de noviembre de 1936 a la impunidad con que los aviones alemanes e italianos bombardeaban la capital de España y su heroica población. A partir de entonces tuvimos también aviación de bombardeo, formada con aparatos soviéticos RZ y SB, a los que el pueblo llamó "Natachas" y "Katiuskas" que superaran, hasta entonces, a los mejores del enemigo.

Otro armamento que vino de la Unión Soviética fue el fusil "Mosin" con millones de cartuchos, con el que fueron armadas

paulatinamente las 137 brigadas del Ejército Popular a medida que se iban creando, así como los fusiles-ametralladores "Degtiariov", las ametralladoras "Maxim" y diversos tipos de cañones. Esta ayuda material, en parte pagada por nosotros, no decreció ni un instante. Mienten los que afirman que después de Munich faltó la ayuda de la Unión Soviética. Como botón de muestra bastará señalar que cuando los meses de diciembre, enero y febrero combatimos desarmados en Cataluña, en territorio francés estaban retenidos por la "No intervención" 10.000 ametralladoras, 600 cañones y 600 aviones enviados por la Unión Soviética.

Fue la Unión Soviética el único país del mundo que en la Sociedad de Naciones, y en todas partes, sostuvo la causa de la República. Hombres como Iván Maiski, embajador soviético en Londres, y otros representantes de la U.RS.S. denunciaron cientos de veces ante los pueblos a los intervencionistas fascistas y "no intervencionistas".

En el aspecto físico, vivo, humano, la ayuda se materializó en tres vertientes: una, la de los consejeros militares -mediante acuerdo de los gobiernos español y soviético-, de gran valía profesional y calidad humana como Jan Bersin (Grichin), Gregori Stern (Gregorovich), Y. Smushkievich (Montenegro); N. Kusnetsov, N. Vóronov (Valter), Mereshkov (Petrovich), V. Gorev, R. :Malinosvki (Malino), Iván Pidgola (Chevchenko), S.A. Yuskievich (Leonidas), Iván Nesterenko (Pirpis) y Kulik (Kuper); entre otros.

Las otras dos vertientes, eran los combatientes e instructores voluntarios de artillería, aviación y tanques, de los que recuerdo especialmente, por haberlos conocido y tratado más de cerca, a un puñado de aviadores integrado por N.F. Balánov,

P.P. Desznizski, A.I. Mináiev, F.P. Opréschenkó, M.M. Polivánov, P.P. Richagov, A.K. Serov, G.I. Txor, F.V. Ogregátor, M.A. Yarcovoy, Y.S. Jolsunov y Boris Smimov, quienes se fundieron con nuestros veteranos, que se podían contar con los dedos de las manos cuando los hombres y aparatos soviéticos aparecieron sobre el cielo de Madrid, y en cuya escuela se formaron los heroicos pilotos de la Gloriosa aviación republicana, a unos de los cuales he mencionado ya.

Hoy, a los treinta años de la guerra del fascismo y la reacción internacional contra el pueblo español, recuerdo a todos con profunda emoción y cariño fraternal.

En vísperas de nuevos combates

Estaba claro para todo el mundo que la pausa abierta en la batalla era un alto temporal, alto que duraría el plazo de tiempo necesario para montar la continuación de la contraofensiva.

Hacia tres meses largos que teníamos ante nosotros a las fuerzas de maniobra del enemigo con su masa de artillería y aviación. Estábamos cumpliendo nuestro deber.

El enemigo invirtió quince días en la preparación de su séptimo contraataque.

Las fuerzas encargadas de realizado fueron ocho divisiones de los Cuerpos Navarro y del Maestrazgo, encuadradas todas en el último (1ª, 5ª, 53, 63, 74, 82, 84 y 150), con 100 baterías como medios de refuerzo, una brigada de tanques, la columna motorizada italiana y los servicios de toda la aviación, en una de sus direcciones de ataque. Otras cinco divisiones (4ª, 50, 102, 105 y 153) en el Cuerpo Marroquí.

El enemigo no consiguió sorprendemos tampoco esta vez. Teníamos una información muy amplia de los preparativos de esta acción ofensiva. En este sentido, la sección de Información del E. M. del Ejército del Ebro satisfizo plenamente las exigencias planteadas. El 29 de octubre, el capitán Bernardos, jefe de dicha sección, culminó el excelente trabajo de la misma dándonos la siguiente noticia:

- El Cuerpo del Maestrazgo ha terminado el despliegue de sus fuerzas y de su artillería y está preparado para iniciar sus acciones mañana, día 30.

- ¿Sabes la dirección de su ataque?

-Si. El vértice Caballs.

- Está en el sector de sus acciones. ¿Cuál es la fuente de la información?

- El parte del mando del Cuerpo del Maestrazgo a la superioridad nos ha dado lo primero que he informado. En cuanto a lo segundo, la dirección de ataque, lo hemos deducido el coronel Sánchez Rodríguez y yo de la información del Cuerpo del Maestrazgo a su vecino el Marroquí. En esa información le comunica' que va "a escalar el cielo".

El día y en la dirección esperada, llevando en primer escalón las divisiones la, 74, 82 y 84 (esta última al S. de la carretera Gandesa- Pinell y las otras tres al N. de la misma carretera, ante Caballs, el enemigo prosiguió su contraofensiva, poniendo en marcha el séptimo contraataque operativo.

Sobre esto dice Manuel Aznar:

"El día 30 de octubre, elegida la zona de ruptura en el extremo Norte de la Sierra de Caballs, concentrose en kilómetro y medio de frente; durante tres horas, la más potente masa artillera de la guerra: 175 piezas de artillería nacional de calibres comprendidos entre 75 y 260 mm., más la masa artillera legionaria (es decir, otras tantas del Cuerpo italiano. J. M.). Las armas de acompañamiento de infantería acumuladas en aquel sector en número extraordinario y fuertes bombardeos de aviación, completaron la obra artillera".

Es decir, unos 350 cañones de los calibres 75 a 260 mm, con todas las piezas antitanques y regiméntales de las unidades enemigas de los calibres 37 hasta 66 mm, más las unidades especiales de morteros de 68 mm y de ametralladoras, como por ejemplo el batallón de ametralladoras n° 37, llevaron a cabo la preparación artillera. Esta fue completada con el fuego de 200 aviones de bombardeo y, aproximadamente, otros tantos de caza.

Toneladas de bombas de aviación, de proyectiles' de artillería y morteros destruyeron las obras de la defensa republicana en Caballs, poco sólidas por las mismas características rocosas del terreno, aunque sin llegar a ser como el de Pandols. Ello, unido a la forma de actuación de la infantería enemiga, empujada en forma terrorista al asalto de nuestras posiciones durante los últimos minutos de la preparación artillera (lo que causó importantes bajas), situó a aquélla en algunos tramos de las trincheras republicanas entablándose la lucha cuerpo a cuerpo, lucha que se prolongó mucho tiempo y se resolvió a favor del atacante por

la masa de combatientes puesta en acción, infinitamente superior a los efectivos de las unidades de la 130 brigada que defendía aquellas posiciones.

Al S. de la carretera Gandesa - Pinell, los ataques de la 84 división enemiga sobre las defensas de Pandols fueron rechazadas rotundamente. Y lo mismo sucedió en las jornadas siguientes.

Al N. de la carretera, el enemigo luchó para afianzarse sólidamente en las posiciones dominantes de Caballs. Por su parte, los combatientes de la 43 división lucharon denodadamente para impedir al enemigo alcanzar aquel objetivo, sin lograrlo. A las 6 de la tarde éste había conseguido ocupar las cotas dominantes del macizo.

Tras la ocupación de Caballs, las divisiones enemigas 1, 74 y 82 prosiguieron sus acciones en dirección Este. Las reservas de la defensa, formadas por tres brigadas de las divisiones 11 y 46, esta última mandada ahora por López Tovar, otro fundador del Thäelmann, fueron lanzadas al combate. Una de ellas se situó en la serie de alturas al E. de Caballs. Las otras efectuaron contraataques sobre los dos flancos de la penetración enemiga con la misión de estrangular y restablecer la situación. En el transcurso de los días 31 de octubre, 1 y 2 de noviembre los combatientes de aquellas unidades lucharon por alcanzar sus objetivos. La maniobra encomendada no tuvo éxito y aunque se frenó al enemigo, éste, al final de la jornada del 2 de noviembre, puso bajo sus fuegos Pinell y sus comunicaciones al N. y al O.

En la jornada del 3 prosiguieron los combates en esta dirección, ocupando el enemigo Pinell y saliendo al río Ebro en el sector: cotas 1 km. al N. del barranco de Pinell-vértice Cueva Alta (excluido).

Al salir el adversario al río ordené retirar de la orilla derecha las fuerzas situadas al Sur del avance enemigo en la zona Pinell-Pandols-Rio Canaletas. Di a la 42 división la misión de mantener el frente en Cuatro Caminos (al Norte de Caballs) -Miravet - río Ebro.

En las primeras horas del día 4 las fuerzas de las divisiones 11 y 43 habían repasado el río con toda su impedimenta y ocupado posiciones en su margen izquierda.

Por su parte, las unidades de la 42 división habían establecido contacto con el enemigo y se aprestaban para los siguientes combates.

Hacia la otra orilla

El día 4 de noviembre tomé la decisión de replegamos a la otra orilla del río. Había que hacerlo lenta y metódicamente, conscientes de que ésta era la etapa más difícil de conducir en la batalla, ya que un débil flanqueamiento de la defensa podía originar una catástrofe.

El V Cuerpo estaba ya en la orilla izquierda. En la cabeza de puente quedaban, desplegadas de derecha a izquierda, las divisiones 35, 3, 44 y 42, todas ellas encuadradas en el XV Cuerpo, a excepción de la 42 que, con misión independiente, actuaría bajo mis órdenes desde el 4 hasta el 11 de noviembre.

En esta última etapa, la orientación dada a la defensa en la margen derecha del Ebro consistía en asegurar un repliegue metódico, sin perder el contacto con el enemigo, del sector encomendado a la 42 división, girando el flanco izquierdo sobre el eje del cruce de Camposines, donde asumía la defensa la 44 división. A su derecha estaba la 3a, que enlazaba con el flanco izquierdo de la 35.

Una vez que el enemigo alcanzara Mora de Ebro, todas las fuerzas se replegarían hasta la cabeza de puente organizada en el sector del XV Cuerpo, que cubría los pueblos ribereños del Flix y Ascó, pasando sus cubrecaras por la Sierra de la Fatarella, vértices Picoza y Aguila en la Sierra del Águila.

A partir del día 4, el ataque enemigo se desarrolló en dos direcciones: el Cuerpo Marroquí, en la del cruce de Camposines-Flix, y el Cuerpo del Maestrazgo, siguiendo la vega del Ebro en dirección Norte. En el conjunto de su dispositivo de ataque siguió manteniendo-concentrados sus mayores efectivos y medios de combate en esta última dirección.

Su forma de actuación siguió siendo la misma que antes, con la diferencia de que esta vez daba un mayor empleo a sus tanques utilizando las condiciones favorables de la vega, lo que hacia que en formaciones de compañía, casi acolados unos con otros, aplastarán cada paso del terreno en su movimiento de avance. La 42 división se enfrentó en los combates del 4 al 11 de noviembre con las divisiones enemigas la, 82, 5 y 63, las dos últimas frescas.

En el frente defendido por la 44, atacaron las divisiones 102, 105 y 152.

En el flanco derecho, sobre la 35, lo hicieron las divisiones 4 y 50.

Una semana invirtieron las grandes unidades del Cuerpo del Maestrazgo, que actuaban en el frente defendido por la 42 división, en alcanzar Mora de Ebro, que ocuparon el 11 de noviembre. Para ello necesitaron realizar cada día numerosos ataques, "intensas preparaciones de artillería" como dicen los fascistas al referirse a cualquiera de los episodios combativos del Ebro - y poner en acción los 100 tanques que les apoyaban en esta dirección, de los cuales cada día desplegaban y entraban en combate de 70 a 80. Y, además, los cotidianos bombardeos diurnos y nocturnos de la aviación de los intervencionistas extranjeros.

En los combates de los días 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10 y 11 de noviembre, en la vega del Ebro, los combatientes de la estupenda 43 división y su heroico jefe, el teniente coronel Manuel Álvarez, se superaron en el cumplimiento de la difícil misión encomendada e hicieron extraordinariamente lento teniendo en cuenta las fuerzas y medios de que disponían el avance enemigo, supliendo con su maravilloso temple combativo todas las desventajas que suponía la tremenda superioridad del enemigo.

En esta fase de repliegue, el mérito principal de la defensa consistió en obligar al mando fascista a realizar, para cada progresión, la correspondiente preparación artillera y de aviación, el despliegue de tanques y la organización de numerosos ataques. Unas y otros, infaliblemente, eran efectuados cada vez sobre espacios vacíos. Porque cuando se abandonaba una posición por otra, se habían tomado con anterioridad las medidas correspondientes de enmascaramiento que permitieron ¡siempre! equivocar al mando enemigo y proteger a nuestros hombres de sus medios materiales.

Como la 42 división, y cumpliendo misiones idénticas, actuaron en sus zonas respectivas las divisiones 44 y 35.

En el sector de la 35, los ataques enemigos, que no tenían la envergadura de otras ocasiones, fueron rechazados. Ocurrió lo mismo en la dirección de Camposines. En ésta, sin embargo, el enemigo fue mejorando sus posiciones. Esto era resultado, más que nada, del despliegue ordenado de la 44 división en su flanco izquierdo.

En los combates del 11 al 13 de noviembre nuestras unidades organizaron la defensa de los puntos más sensibles de la cabeza de puente en el sector del XV Cuerpo.

Posteriormente, la 35 división, que con anterioridad había recibido aquella misión, aseguró el paso de las unidades de la 42, 44 y 3 divisiones a la otra banda y asumió la defensa de la cabeza de puente reducida en la Sierra Fatarella. En ella se combatió la jornada del día 14.

Este día pasé el río en la cabeza de puente para ver cómo se cumplían las órdenes en los últimos actos de nuestro repliegue. Hablé con el jefe del XV Cuerpo y le dije que iba a ver a Manolín en la 42. Me despedí de él y cuando llevaba andados cien metros escasos oí que me llamaban. Me volví y vi que se acercaban Francisco Guyón y Tagüeña. Este me dio la infausta noticia: "¡No vayas!" y agachó la cabeza. "Ahora lo traen". Así cayó en el Ebro el pescador del Cantábrico, de Gijón, teniente coronel Manuel Álvarez, que forjó una de las mejores divisiones del Ejército Popular: la cuarenta y dos.

El 15 de noviembre, la 13 brigada de la 35 división, la primera que pasó el Ebro, galardonada con el "Distintivo del Valor", cubrió las que serian las últimas posiciones republicanas en la orilla derecha: alturas de Barrancof - vértice Monredondo

- Más de Luis. Desde ellas garantizó el paso de las restantes unidades de la 35 y de los medios de refuerzo que aún permanecían en aquella margen del río. 45 cazas republicanos, conducidos por Zarauza, Arias, Bravo y Zambudio, a las 18 h. pusieron en fuga a la aviación enemiga y en vuelo rasante ametrallaron a su infantería, obligándola a pegarse al suelo. Esta fue la última acción de cooperación de la aviación republicana con el Ejército del Ebro en la orilla derecha del río.

La 13 brigada, en las últimas horas de la noche del 15 y primeras del día 16, se despegó del enemigo y realizó su re­pliegue, metódico, perfectamente organizado. Pasadas las 4,30 horas del día 16" y después de mantenerse 115 días en la margen izquierda del Ebro, habían salido de lo que fue cabeza de puente hasta el último combatiente republicano y los últimos medios de combate. Unos minutos después, a las 4,40, fue volado, siguiendo la suerte de los demás, el puente de hierro montado en Flix, incomunicando ambas orillas del río.

Ebro famoso

La ofensiva republicana del Ebro se produjo en un momento crucial de la lucha armada en nuestro país y de la situación política internacional.

El periodo de crisis político-militar por el que atravesamos en los meses de marzo, abril y mayo empezó a superarse con la salida de Prieto del Ministerio de Defensa. Pero su política había originado reveses como el desastre del Este y el corte en dos de la zona republicana que influirían negativamente en el desarrollo de los acontecimientos posteriores. .

Al formarse el nuevo gobierno, el presidente Negrín tomó en sus manos la cartera de Defensa. El clima político nacional mejoró con la entrada en aquél de representantes de las fuerzas que lo dejaron en la crisis anterior.

El nuevo gobierno tomó decisiones importantes, promulgando entre otros los decretos de centralización de la industria de guerra y de militarización de los puertos.

Nos llegó también material de guerra de la Unión Soviética que permitió armar -aunque insuficientemente- a nuestras fuerzas en Cataluña y en la otra zona. Pudo llegar mucho más, pero la "No Intervención" cerró la frontera el 13 de junio, esta vez definitivamente, y reforzó el bloqueo en el mar. La política de Londres y París aceleró su rumbo hacia Munich.

La operación del Ebro constituía, en cierto modo, una réplica española a Munich. Si en el exterior no pudo impedirlo si tuvo una gran repercusión, ganando el respeto para el Ejército Popular Republicano de la gente que no estaba alineada al campo enemigo e inmortalizando el nombre del ya famoso río. En cuanto al interior, el puño popular, representado en este caso por los heroicos combatientes del Ebro, impuso silencio, por algún tiempo a los "munichistas" del campo republicano que alzaban cabeza. Este era el objetivo político de la operación.

En el orden militar, la ofensiva estaba destinada a poner fin a los reveses que veníamos sufriendo en los frentes de batalla, recuperar la iniciativa, destruir los planes enemigos de invasión y conquista de Valencia y su región, de cuya importancia he hablado ya. Esta era el objetivo estratégico de la operación. Este objetivo fue alcanzado plenamente por los combatientes del Ebro.

La ofensiva perseguía, en particular, crear una cabeza de puente al otro lado del río, atraer y sujetar ante ella durante el mayor plazo de tiempo posible -por lo menos un mes- la masa de maniobra de las fuerzas armadas del enemigo: "nacionales", alemanas e italianas. Este era el objetivo operativo. Este objetivo también fue logrado. Y bien cumplidamente, porque volvimos a pasar el río el 16 de noviembre, esto es, 113 días (cerca de 4 meses) después de haberlo cruzado.

Resumiendo, la operación del Ebro constituía, en el conjunto de nuestra guerra nacional liberadora, un serio intento de cambiar la situación político-militar y el propio curso de la guerra a favor de la República.

Detengámonos algo en la afirmación anterior con el propósito de fundamentarla.

Hay quienes afirman que la operación no debió realizarse; otros dicen que precipitó el desenlace de la guerra; otros en fin, niegan que pudiera ejercer influencia en el desarrollo de la batalla general entablada.

Todas estas opiniones tienen un rasgo común a pesar de su diferencia de matiz: la sensación de la impotencia y la derrota. Digamos de pasada que esas opiniones son el "leit motiv" de la propaganda enemiga que persiste hasta hoy.

En el fondo, tales opiniones equivalen a preconizar que los republicanos debíamos haber adoptado la estrategia y la táctica de la pasividad, del conformismo, de la entrega, de la renuncia a la lucha. En otras palabras, significan aceptar la pérdida de la guerra, la derrota militar, sin intentar defenderse.

Es cierto que después del corte del territorio republicano en dos, la situación era más desfavorable que antes para nosotros. Pero de ahí a la pérdida de la guerra, habla una gran diferencia.

Incluso teniendo en cuenta la superioridad del enemigo en ese período, superioridad que se cifraba en unos 200.000 hom­bres en fuerzas organizadas y en una proporción de seis-siete a uno, como promedio, en material de artillería, aviación y tanques, la situación no era como para perder la perspectiva de la resistencia, cuyo mantenimiento era la condición para evitar la victoria de Franco.

A partir de la segunda quincena de mayo de 1938, la estrategia republicana (confirmada en el Ebro) tenía que orientarse, por imperativo de las circunstancias, a no permitir al Alto Mando fascista la concentración de su masa operativa en una u otra de nuestras zonas.

Por eso fue correcto el planteamiento de la operación del Ebro cuando el enemigo marchaba sobre Sagunto- Valencia y todo el Levante. Como lo fueron también las directivas del Gobierno a los mandos más caracterizados de la zona Centro-Sur para activar ésta en el curso de la batalla, cuando la masa de maniobra enemiga estaba combatiendo en el Ebro.

La pasividad en una zona republicana era la entrega de la otra al enemigo y contribuía a facilitar su victoria militar.

La "teoría" de que la operación del Ebro no debía haberse realizado carece de consistencia.

En lo que concierne a los que sostienen que ella acortó los plazos de la guerra, la realidad fue todo lo contrario. Los casi cuatro meses de combate de la ofensiva, primero, y de la resistencia en la margen derecha del río, después, salvaron a Valencia y su región del peligro inminente que le amenazaba, fueron una contribución viva a la defensa de la República y contribuyeron a prolongar la resistencia del pueblo español. Esta podía haber sido más eficaz y la marcha de los acontecimientos distinta, si la zona Centro- Sur hubiera puesto en juego sus fuerzas, no pequeñas, como debía y podía. Ello no fue así, las operaciones previstas y ordenadas por el Gobierno en la zona Centro- Sur no fueron realizadas, porque, como lo demostrarían los acontecimientos posteriores, algunos de los cuadros fundamentales de aquella zona, militares y políticos, estaban carcomidos por la descomposición y la traición.

La operación del Ebro era, pues, una necesidad insoslayable. En su concepción, preparación y ejecución fue una impor­tante realización de las fuerzas armadas de la República, una confirmación de la justeza de la estrategia defensiva activa y de la doctrina militar del joven y heroico Ejército Popular.

CAPITULO XV

Unas horas en Barcelona

Terminada la batalla del Ebro nos preparamos para afrontar la nueva situación creada. Lo esencial que la definía en el orden estratégico estribaba en que la masa de las fuerzas de maniobra y del material del enemigo estaba concentrada ante la zona catalana. También se reforzaba la intervención de las potencias fascistas y de los círculos dirigentes de la "No Intervención".

Evitar la libertad de maniobra del enemigo seguía siendo, con mayor rigurosidad que antes, la clave de la defensa activa republicana. O sea, impedir que el enemigo recuperase la iniciativa perdida el 25 de julio.

A esa idea respondía la orientación político-militar del gobierno en su correcta concepción de la conducción de la guerra y los planes elaborados por el Estado Mayor Central y aprobados por el Consejo Superior de Guerra.

El general Rojo me habló de ellos, después de su vuelta de la zona Centro- Sur, en la orilla izquierda del Ebro, en el punto donde observábamos, del 10 de noviembre, la maniobra de repliegue de la 42 división sobre Mora de Ebro, lugar desde el que se divisaba hasta unos tres-cuatro kilómetros, la margen derecha y todo el río. Y ahora lo haría en Barcelona.

Yendo a la capital de Cataluña, al cruzar la localidad de Sitges, coincidí con Mariano R. Vázquez, Secretario General de la Confederación Nacional del Trabajo. Sin habernos visto nunca antes, nos dirigimos espontáneamente el uno al otro.

Conversamos alrededor de media hora. Le dí las gracias por su contribución y la de los trabajadores de la Confederación Nacional del Trabajo a la construcción del material y al montaje de los puentes sobre el Ebro.

Me respondió que las delegaciones de los obreros fabriles de la C.N.T. que nos habían visitado volvieron entusiasmadas de su estancia en la orilla derecha.

Yo iba a Barcelona invitado por la Presidencia del Gobierno. Me presenté con el ministro de Agricultura, camarada Vi­cente Uribe. Por cierto, fue la primera vez que vi personalmente al camarada José Moix, ministro del Trabajo y dirigente del Partido Socialista Unificado de Cataluña.

Delante de Negrin y otros ministros, Rojo repitió lo que me había dicho en otra ocasión refiriéndose a la Batalla del Ebro. En su libro "España Heroica" lo expone con las siguientes palabras:

"Fueron sus características: en la ejecución, la decisión y la audacia, y un rigor técnico hasta entonces no igualado en la preparación y en la conducción de las tropas."

Se refirió a ese mismo aspecto de la batalla en los tres períodos o fases y confesó que no dio nunca la orden de repliegue a este lado por verdadero temor a una catástrofe, dejándome en libertad de realizado cuando me pareciera.

En el libro citado plantea esta cuestión así:

"Se dictaron disposiciones para llevar a cabo la peligrosa maniobra de retirada a la orilla Norte, pensando que habría de hacerse a viva fuerza; así se realizó y en perfecto orden, pudiendo decirse que si el 25 de julio el paso del río fue meritorio por la audacia, la sorpresa y la decisión con que se hizo, y por el rigor técnico desplegado en la preparación y ejecución de la maniobra, la operación llevada a cabo entre los días 8 y 15 de noviembre superó militarmente a aquélla de modo extraordinario, por cuanto el Ejército, bajo la presión enemiga, supo replegarse de manera íntegra, con todos sus medios, sin dejar de combatir un solo momento, teniendo los puentes y zonas de paso batidos, y sin que ninguna unidad, materiales ni depósitos fuese destruida ni abandonada".

Puedo agregar: el enemigo no cogió ni un hombre, ni un fusil ni un herido en todo el período de la delicada maniobra de repliegue. Salí con el general Rojo, después de solicitar la venia del Presidente y despedirme de mis camaradas. En casa de Rojo -a la que iba por primera vez- hablamos largamente a solas. Ese era su propósito al invitarme a salir con él. Comenzó diciéndome:

- El plan general aprobado por el Consejo Superior de Guerra es el siguiente: defendemos en Cataluña; atacar en la otra

zona. Después de concentrar su pensamiento, agregó:

-Las directivas y las órdenes de operaciones a realizar en la otra zona ya están en manos del general Matallana. Cuando estuve allí en octubre, Matallana y yo hicimos los reconocimientos. De hecho se trata de una gran operación escalonada en el tiempo, con brevísimos intervalos entre sí, en la que van a intervenir todos los medios, incluida la Flota, a cargo de los Ejércitos de Andalucía, de Extremadura y del Centro.

- ¿Para cuándo se prevé su realización?

- Puede empezar de un día a otro. No más tarde de mediados de diciembre.

- ¿Nos dará tiempo?' Porque antes de terminar en el Ebro ya estaban en la zona al S. de Lérida parte de las divisiones navarras y del Cuerpo italiano. En ese sentido no sirvió para nada la aventura que se le ocurrió al jefe del Grupo de Ejércitos, general Sarabia, en la cabeza de puente de Serós "para ayudamos", en contra de cuya realización estuve.

- Sí, hemos previsto que puedan comenzar también hacia mediados de diciembre. Espero que pronto sabremos la fecha fija. Desde luego, ya tienen aquí cinco Cuerpos de Ejército, con unas veinte divisiones, que son todas las que han pasado por el Ebro, más el Cuerpo italiano entero. A pesar de las bajas impresionantes que se les han hecho, las tienen al completo. Ya sabes su procedimiento para completar las unidades. Llevan a la retaguardia una división destrozada, cogen los cuatro o cinco batallones más desgastados, los relevan con otros frescos y ya está otra vez la división a punto.

- Por cierto, ahora que habla de esto, hemos recibido muy poca gente: 15.000 hombres. De ellos, una gran parte son prisioneros que han aceptado voluntariamente la incorporación a nuestro Ejército. Pero no compensan las necesidades de las unidades, ni siquiera las bajas que hemos tenido.

- ¿Qué cifras tienes sobre las bajas del Ebro?

- Unas 30.000-32.000, gran parte de las cuales son heridos de metralla. Sólo el 30% lo son de bala. Los diagnósticos sobre la mayoría son que tienen para tres meses de curación.

(Como inciso, quiero referirme brevemente al servicio sanitario del Ebro, que se distinguió por su celo en la atención del combatiente: desde los camilleros hasta las jefaturas de Sanidad. de las divisiones, los Cuerpos y el Ejército. Otra característica de nuestros equipos quirúrgicos es que operaban en la retaguardia inmediata de las tropas. j Cuántas vidas salvaron por su arrojo y pericia en el cumplimiento de su deber I Recordamos en este sentido la extraordinaria labor desplegada por el Dr. Juan Planelles, que fue el primer jefe de sanidad de la 4a división y del V Cuerpo hasta la operación de Brunete, fecha en que pasó a ser Director General de Sanidad. En cuanto a las enfermeras, francamente no hay palabras para alabar su conducta meritoria, excelente, llena de sacrificios y dedicación).

Prosigo el relato:
Tras un momento de reflexión, Rojo asintió;

- Sí, esas son las cifras que yo tengo. ¿Sabes que en el otro lado hablan de que nos han hecho 100.000 bajas o más?

- Como en todas las cosas serias, el Cuartel General de Franco miente. Hemos tenido otras bajas, éstas por licencia miento: los 6.000 internacionales.

- ¿A quién has puesto de jefe de la 45 división? - A Ramón Soliva.

- ¿El que era jefe de la 124 brigada? (Debo decir que el general Rojo conocía a todos los mandos, por lo menos hasta brigada y, en muchos casos, hasta los jefes de batallón).

-Sí, le conocí en el mes de abril, cuando le di la misión de pasar el río con su unidad el último, asegurando el paso de todas las demás fuerzas. Luego aquí en el Ebro. Ha demostrado ser un jefe capaz, sereno y firme.

- Apruebo tu elección. Bueno, Modesto, mañana recibirás la orden referente a todo esto que hemos hablado.

Me fui de Barcelona sin poder ver, aunque lo intenté, al Presidente de la Generalitat, Luis Companys, con quien tenía buenas relaciones, entabladas en sus visitas de los meses de junio y julio a mi puesto de mando y a las unidades del Ejército del Ebro, a cuyos combatientes habló en el período preparatorio de la operación.

Al día siguiente recibimos la orden anunciada por el general Rojo. En ella se precisaba que el enemigo estaba terminando la concentración de sus fuerzas operativas, las cuales tenían como objetivo la invasión y ocupación de Cataluña. Se indicaban como probables sectores del ataque enemigo las cabezas de puente de Tremp, Balaguer y Serós.

A continuación se fijaba la misión del Ejército en la zona catalana: "Intentar contener el ataque enemigo con las fuerzas en línea; en caso de ruptura, maniobrar con las reservas sobre los flancos del enemigo y su retaguardia; de ser obligados a ello, asegurar el repliegue metódico de la defensa a líneas interiores.

En lo que concierne a la zona Centro - Sur se indicaba empezar el 8 de diciembre a dar cumplimiento al Plan de Operaciones para la zona Occidental de fecha 20 de octubre. En dicho plan se ordenaba:

1°. Una acción ofensiva combinada en el sector de la costa, al Sur de Granada, con la participación de las fuerzas de Tierra de aquel frente y de la Flota. La Flota tenía como misión convoyar, proteger y asegurar el desembarco en Motril de una brigada reforzada; especialmente preparada para esta acción.

2°. Con la participación de tres cuerpos de Ejército, cinco días después de iniciada la operación de Motril se realizaría un ataque en el frente Córdoba-Peñarroya para ocupar ambas poblaciones, o al menos una de ellas, abriendo así los caminos de penetración en dirección SO. sobre las provincias andaluzas occidentales.

3°. Una semana después de lanzada la ofensiva en el frente Sur-occidental se emprendería la ejecución de una tercera, que tendría como misión principal el corte de las comunicaciones de Madrid con Extremadura.

Hacia finales de noviembre informé a los jefes de las grandes unidades subordinadas de la situación general y particular, de los planes del Alto Mando y de la orientación que nos daban.

Esta correspondía a las características de la región oriental republicana, que comprendía el territorio de Cataluña, a excepción de la parte occidental de las provincias de Tarragona y Lérida, al O. de los tres ríos: Noguera Pallaresa, Segre y Ebro, ocupada por el enemigo.

Tomado en su conjunto, en el territorio catalán -donde alternan los valles y sierras, sucediéndose unos a otros-se distinguen tres zonas:

- Una de alta montaña, comprendida al N. de la Sierra Montsech (1.677 m.) hacia el E., más o menos siguiendo su paralelo hasta la Sierra del Montseny (1.700 m.) que se hallaba en el sector del Ejército del Este. En ella había fortificaciones de carácter permanente y la defensa debía adaptarse a sus características.

- La correspondiente a las de alineaciones de la cadena del litoral catalán, que en su término SE. estaba en la zona del Ejército del Ebro.

- Una tercera, que tiene como centro la llamada terraza de Lérida, zona extensa que se adentra hacia E. hasta Monserrat, limitada al S. por la cadena catalana que, remontando el curso del Segre, sigue hasta la Seo de Urgel, cortada en esta última dirección por la Sierra del Montsech, al N. de Lérida, dividida a su vez en dos por el río Noguera Pallaresa. Esta se hallaba en el enlace de los Ejércitos del Este y del Ebro, y los combates que se libraran en esta zona debían tener otro carácter que en la primera.

Las comunicaciones principales de la región son, de S. a N.:

- la carretera y el ferrocarril de la costa;

- la carretera de Alcolea del Pinar a Tarragona;

-el ferrocarril Caspe - Tarragona;

- la carretera y el ferrocarril Zaragoza- Lérida - Barcelona. Esta última es la comunicación más importante de Cataluña Occidental. Merece ser destacada la gran importancia de Lérida, haz de comunicaciones que conducen a no importa qué lugar del país;

- una dirección secundaria por Tremp-Artesa de Segre-Fans, flanquea a su N. la anterior, garantizando a las tropas que

actúen desde Lérida en dirección E. La profundidad de la región Este-Oeste es de 160 km. Aproximadamente a la misma distancia (unos 180 kms.) se encuentran Tortosa y Tremp de la capital de Cataluña.

Vísperas de Navidad

Conocíamos ya el máximo posible del enemigo: 35 divisiones (de ellas 31 de infantería, 2 de caballería y 2 de tanques), con una masa de artillería no menor a 350 baterías de los calibres 75 y 260 mm (contando sólo la afectada a los Cuerpos de Ejército y la divisionaria), apoyadas desde el aire por 1.500 aviones, se encontraban desplegadas ante la zona catalana, en' el frente Tremp- Serós, encuadradas en los Cuerpos de Ejército: Urgel, Maestrazgo, Aragón, Italiano, Navarro y Marroquí.

Sabíamos también la fecha exacta de su ataque. Ambas cosas nos las comunicó el general Rojo el día 10 de diciembre en la visita que nos hizo en mi puesto de mando.

El, que era un hombre de profundos sentimientos católicos, estaba verdaderamente indignado con "ellos", como decía siempre que se refería al enemigo.

- Han montado para las Navidades la ofensiva de invasión de Cataluña.

-Increíble - le respondí con el natural deje dubitativo del no creyente que respeta y celebra la costumbre tradicional de su pueblo, aunque no comparte el motivo que la inspira.

- Si, hombre, si. La fuente es tan segura que no puede quedamos la menor duda. La información dice, exactamente, que

empieza la ofensiva el día 23. Después de una pausa, Rojo inquirió:

- ¿Cuál es el despliegue de tus fuerzas?

Con el general Rojo estábamos el jefe de Estado Mayor del Ejército, coronel Sánchez Rodríguez, y yo. Nos acercamos los tres al mapa y ante él, contesté a su pregunta.

- El frente de 180 km. que tenemos encomendado, desde Termens al Mar, lo defienden cuatro divisiones: el sector que va desde el flanco derecho hasta la desembocadura del Segre en el Ebro lo cubren las divisiones 56 y 44 del XII Cuerpo, el cual tiene su tercera división, la 16, en reserva, en Sierra Grosa; el resto del frente lo defienden las divisiones 24 y 43, del XXIV Cuerpo, que ha sido agregado hace unos días.

Los Cuerpos V y XV están en reserva, instalado el primero en la zona Montblanch- Vimbodi-Sant Martin de Maldá, sobre las comunicaciones y orientado en dirección de su previsto contraataque al flanco izquierdo del avance enemigo, en dirección E., cuando llegue el momento; el XV está dislocado en la serie de localidades al NO de la región de Montsant, también orientado en dirección de su contraataque desde el S. sobre el flanco derecho enemigo. Sobre ello están al corriente, desde hace unos días, los jefes de los Cuerpos V y XV, así como los Estados Mayores, que están haciendo ya los reconocimientos correspondientes en todo ese sector. Mañana me reuniré con los cuatro jefes de Cuerpo para ponerlos al corriente de los nuevos elementos de la situación, , y demás cosas que me comunica.

Pasamos después al despliegue del enemigo, que era el siguiente:

En su flanco izquierdo estaba el Cuerpo de Urgel, con el grueso de sus efectivos en la zona de Tremp. En su composición entraban las divisiones 51, 61, 62, 63, 150 y una "Agrupación Pirenaica", de hecho otra división, con 53 baterías de artillería y unidades especiales de morteros, ametralladoras, antitanques y antiaéreos, más una brigada de caballería.

Al S. del anterior, el Cuerpo del Maestrazgo, en la región NO de la confluencia de los ríos Noguera Pallaresa y Segre. Tenía las divisiones 1, 74, 82,84, y 53, más 55 baterías de artillería, una brigada de caballería y una brigada de tanques.

Al flanco derecho del Maestrazgo estaba el Cuerpo de Aragón, situado en la región de Balaguer y al O. de ésta. Lo formaban las divisiones 40, 41, 52, 54 y 55 y disponía de 50 baterías de artillería, una brigada de caballería y una unidad de tanques.

Al S. de Lérida, en la región occidental de Serós y Soses, se hallaban los Cuerpos Italiano y Navarro. Aquí preparaban su ataque más potente. El Cuerpo Italiano los componían las divisiones "Litorio", "23 de Marzo", "Plumas Negras", "Plumas Verdes" y "Plumas Azules", más una serie de unidades especiales: de moto ametralladoras de lanzallamas, de antitanques y otras, con 75 baterías de artillería y 200 tanques. El Cuerpo de Navarra, al S. inmediato del anterior y acodado con él, con las divisiones 2, 3, 4, 5, 12 y una división de caballería, 60 baterías de artillería y 100 tanques.

En la región del Bajo Ebro, estaba el Cuepo Marroquí con las divisiones 13, 50, 102, 105 y 152, unas 50 baterías de artillería, una unidad de tanques y una brigada de caballería.

Nuestras fuerzas y medios de combate en la zona oriental eran en conjunto 20 divisiones (nominales) de infantería, 90 baterías de artillería (las baterías nuestras eran de 3 piezas por escasez de material; las del enemigo eran de cuatro, como era tradicional), 3 brigadas de tanques y blindados y 124 aviones.

De esas veinte divisiones de infantería, 18 estaban encuadradas en los Ejércitos del Este y del Ebro, y 2 en el XXIV Cuerpo en formación.

El Ejército del Este, con dos Cuerpos en línea y uno en reserva, asumía la defensa desde la frontera francesa hasta Termens, 9 km. al SO de Balaguer, cubriendo un frente de 130 km. Su defensa se apoyaba en la orilla izquierda de los ríos Noguera Pallaresa y Segre. En ambas orillas contaba el enemigo con las cabezas de puente de Tremp y Balaguer. En la composición del Ejército del Este entraban los Cuerpos de Ejército X (divisiones 31 y 34), XI (divisiones 26,30 y 32) y XVIII (divisiones 27, 60, y 72).

En total, los efectivos republicanos sumaban de 160.000 a 170.000 hombres. En cuanto a los medios de refuerzo fundamentales, disponíamos de 270 piezas de artillería (de ellas el 40% estaban constantemente en reparación, disponiendo de 7-9 módulos de munición para los calibres más corrientes), 125 tanques y blindados y los referidos 124 aviones.

De lo dicho resalta la neta superioridad de efectivos y materia 1 con que contaba el enemigo. Solamente el Cuerpo de

Ejército de los intervencionistas fascistas italianos60.000 combatientes, 300 piezas de artillería, 200 tanques y más de 300 aviones de combate - equivalía numéricamente a la tercera parte de las fuerzas republicanas y, por su material (artillería, tanques, aviones), rebasaba el que poseíamos los republicanos en la zona oriental.

Se puede precisar, en cuanto a la correlación de fuerzas, que el enemigo contaba con una superioridad inicial de: 4-1 en infantería; más de 5-1 en artillería; 7-1 en tanques y 8-5 en aviación. Dicha superioridad era mucho más elevada en el orden táctico, alcanzando 8-1 en infantería y 25-1 en artillería y tanques.

Navidades en Cataluña

Quince días y noches de bombardeos de Barcelona y del territorio catalán en toda su profundidad precedieron, anun­ciándola, la ofensiva enemiga.

Esta fue iniciada en la mañana del 23 de diciembre. El ataque afectó al centro del dispositivo republicano, desde Tremp a Serós.

En la zona de Tremp - flanco izquierdo del enemigo- actuaba el Cuerpo de Urgel. Su ataque estaba dirigido contra las posiciones republicanas en la Sierra de Montsech, defendidas por unidades del XI Cuerpo del Ejército del Este.

Más al Sur con su flanco derecho inició la ofensiva en el sector de Soses - Serós. Aquí actuaban los Cuerpos de Ejército Italiano y Navarra. Ambos atacaron las posiciones republicanas de la margen derecha del Segre y ante la cabeza de puente enemiga de Serós, defendidas por unidades del XII Cuerpo del Ejército del Ebro.

El Cuerpo de Urgel, llevando en primer escalón las divisiones 150 y 61, reforzado temporalmente con parte de la artillería del Cuerpo del Maestrazgo, hasta concentrar una masa artillera de 280 cañones (70 baterías), atacó las posiciones republicanas en la Sierra, en las cuales se combatió hasta bien pasado el mediodía del 23, perdiéndose algunas. En el resto de la jornada el enemigo aflojó en su actividad, lanzando entonces nuestro XI Cuerpo una serie de contraataques, que se prosiguieron durante la noche y la jornada del día 24, para recuperar las posiciones perdidas, sin conseguido.

El Cuerpo italiano, desplegado en Soses y más al Sur, atacó en las primeras horas del día 23 las posiciones republicanas en la margen izquierda del Segre. Sincronizando su acción con el anterior, el Cuerpo de Navarra, con las divisiones 5, 12 y 4 en primer escalón, partió de las cabezas de puente de Serós. El ataque enemigo se realizó en un sector de cuatro km. de frente, apoyado por los fuegos de 540 cañones. En esta acción el enemigo consiguió, al final de la jornada del día 23, avanzar un promedio de 8-10 km. de profundidad por unos 8 km. de frente.

El desarrollo de los acontecimientos en el frente de ataque de los Cuerpos Italiano y Navarra puede resumirse en pocas palabras. La división 56, dos de cuyas brigadas asumían la defensa, se mostró incapaz de cumplir su misión. Más al E. las unidades de la 16 división - reserva del XII Cuerpo -, situadas en posiciones organizadas en Sierra Grasa (posiciones que representaban tanto una excelente base de partida para contraatacar, como la mejor zona para defender aquel sector y contener al enemigo, sobre todo teniendo en cuenta la dirección de sus ataques), se replegaron desordenadamente, con excepción de algunos núcleos de combatientes, creando una situación difícil por abrir el frente al enemigo.

La situación se rehizo al final de la jornada del 23. Las unidades del Cuerpo de Navarra fueron contenidas en su avance hacia el E. por elementos ligeros de las unidades del XV Cuerpo lanzadas al encuentro del adversario, al que detuvieron al O. de Granadella, ante Mayal, y más al Norte. En cuanto al Cuerpo italiano, que actuaba en dirección NO buscando salir a la carretera de Lérida, fue detenido por fuerzas rehechas del XII Cuerpo y algunas unidades escogidas del V, trasladadas urgentemente desde sus zonas de acantonamiento a la región de los combates con la misión de cubrir las direcciones más peligrosas del ataque enemigo.

En los días inmediatos posteriores, el Cuerpo de Urgel prosiguió sus acciones dirigidas a dominar el Montsech y salir a Pons. Aunque con particular lentitud (teniendo en cuenta los medios puestos en juego), impuesta por la resistencia de las unidades de la 32 división, el enemigo fue dominando esta zona de alta montaña y avanzando hacia el Este. Al S. del Cuerpo de Urgel, el día 25 entró en combate el del Maestrazgo. En el flanco derecho de este último lo haría, el día 27, el Cuerpo de Aragón, que acometió desde el NO las posiciones republicanas ante la cabeza de puente de Balaguer.

Las direcciones de ataql1e acusadas en sus acciones por los Cuerpos enemigos que actuaban en el frente Sierra del Mont­sech-Balaguereran: del Urgel, ya lo hemos dicho, Pons, en la margen izquierda del Segre; del Maestrazgo y del Aragón, Artesa de Segre, sobre la que actuaban conjuntamente, siendo tomadas por el primero el día 4 de" enero. Después de la ocupación de Artesa, ambos Cuerpos tomaron rumbo al SE en dirección Tárrega-Cervera.

En la dirección S. del ataque enemigo, el Cuerpo italiano fue contenido en la jornadas del 24, 25 Y 26 de diciembre, sin lograr éxito en sus reiterados esfuerzos. Ya en estas fechas había entrado en combate todo el V Cuerpo (divisiones 11, 45, y 46), cuyo contraataque sobre el flanco izquierdo enemigo cobraría su máxima intensidad en el curso de los días 27, 28 y 29 de diciembre.

En sus comienzos, el contraataque del V Cuerpo se desarrolló con cierto éxito. Sin embargo, no se alcanzaron los objetivos propuestos - batir al Cuerpo extranjero - por diversas causas. Entre ellas, la de que el Cuerpo italiano mantenía sus cinco divisiones frescas (los efectivos de cada una de ellas doblaban los de cualquiera de las divisiones del V) y la preponderancia de material. A pesar de ello, repetimos, el flanco derecho del V consiguió progresar y batir parcialmente al flanco izquierdo italiano. Pero en esta dirección fueron lanzadas contra las unidades del V las reservas enemigas, apoyadas por su masa artillera, de aviación y tanques, para cuyo empleo esta zona no ofrece obstáculos. Todo lo dicho obligó al V Cuerpo a pasar a la defensiva el día 29, lo que hizo cubriendo Borjas Blancas.

En el frente de las acciones del Cuerpo de Navarra, que centraba su esfuerzo ofensivo en dirección Granadella-llevando en primer escalón las divisiones 2, 4, 12 y 5, más una de caballería que actuaba cubriendo su flanco derecho -, asumió la defensa, a partir del día 24 el XV Cuerpo (divisiones 3, 35 y 42). Al igual que las unidades del V, las del XV realizaron una serie de contraataques sobre las unidades enemigas que tenían ante si, consiguiendo detener su avance en esta dirección, haciéndole

retroceder y rechazando los numerosos ataques que, por su parte, emprendió durante los días 24, 25, 26. 27, 28 y 29 de diciembre.

A partir del día 29, los Cuerpos V y XV prosiguieron combatiendo denodadamente. Estos combates, por imperativos de la situación creada y del terreno se desarrollaban en campo abierto con carácter de maniobra, lo que favorecía al enemigo por su gran superioridad. Al mismo tiempo, esa era la única forma de defensa en la situación existente. Pese a los fuertes golpes asestados al enemigo y las importantes bajas que se le hicieron, las nuestras, aunque mucho menos numerosas, eran lo bastante sensibles como para hacer decrecer la capacidad ofensiva y defensiva de las unidades, cuestión que se pondría claramente de manifiesto en los combates posteriores. Por eso, al igual que antes en los contraataques, se impuso a la larga en la defensa la decisiva superioridad del enemigo. Dicha superioridad aumentó en aquellos días con la entrada en combate de las cinco divisiones del Cuerpo Marroquí, que lo hicieron al abrigo del Navarra y en su flanco derecho, con 10 que el XV Cuerpo tenía ante él una masa de 10 divisiones enemigas.

Pese a todo, las unidades del Ejército del Ebro mantuvieron en sus manos Borjas Blancas hasta el día 4 de enero, fecha en que la ocuparon los italianos, después de que la villa había sido medio arrasada y ardía por sus cuatro costados. Mientras tanto, en la dirección de ataque del Cuerpo de Navarra, sus unidades fueron contenidas hasta aquella fecha en las salidas E. de los pueblos de Granadella y Pobla de Granadella.

En esos días, cuando ordené a mi E.M. y a los jefes de armas y servicios replegarse hacia la retaguardia propia; cuando ordené trasladar mi puesto de mando al Mas del Calaf-Valls, recibimos el testimonio de la adhesión de las poblaciones y los payeses de Cataluña a los que nuestro Ejército Republicano representaba.

En todas partes nos decían adiós con el corazón y nos despedían como sólo suele hacerse con seres queridos. Y ya en esos días comenzó el éxodo de un pueblo al extranjero; centenares de familias, que luego serían millares, abandonaban tierras, casas, bienes mayores o más modestos porque habían dicho NO al fascismo y no tenían otra forma de expresión que ese sacrificio que ellos mismos se imponían.

El día 10 de enero corriente instalé mi puesto de mando en Mas dels Calaf-Masllorens y retiré del Bajo Ebro las divisiones 43 y 24. Desde el punto de vista combativo su armamento era tan precario que el 50% de sus efectivos, ya limitadísimos, estaba desarmado.

Los días 15 y 16 de enero el enemigo ocupó Pons, Cervera, Montblanch y Tarragona. Las unidades del Ejército del Este organizaron la defensa al E. de las poblaciones mencionadas, cubriendo las direcciones a Seo de Urgel, Solsona a Igualada, y las del Ejército del Ebro más al S., en el río Gayá, desde Santa Coloma de Queralt a Toredembarra.

Desde el comienzo del ataque enemigo hasta que ocupó Pons, Cervera, Montblanch y Tarragona habían pasado sólo 24 días.

En ellos, por las condiciones en que se desarrolló la batalla, se produjo un desgaste de las reservas del Ejército del Ebro, los Cuerpos V y XV, que nos vimos obligados a emplear ocho-diez días antes de lo previsto por el fallo inicial de las unidades del XII Cuerpo.

Mientras tanto, el 40% de la artillería propia estaba en reparación. Los 7 módulos de proyectiles, que había que cuidar como la niña de nuestros ojos, se estaban agotando; la DECA tuvo que dejar de funcionar por falta de proyectiles. y de todo eso que acabo de decir, tenía el enemigo para derrochar.

En cuanto a la aviación "nacional", hitleriana e italiana realizó en estos días a que me refiero un promedio de 250 vuelos diarios.

En combate aéreo nuestros estupendos pilotos derribaron 43 aviones enemigos, pero a nosotros nos derribaron 23. Este hecho proclama el heroísmo y la pericia de nuestros aviadores y la tragedia del indefensismo por falta de material en que nos encontrábamos.

En esos días, en los que se combatió exhaustivamente por todas las grandes unidades del Ejército del Ebro, se jugó la suerte de Cataluña. Los que cayeron en esta fase de los combates de Cataluña, como los que no cayeron, pusieron la misma abnegación y entrega. Esto debería ser tenido bien en cuenta por todos aquéllos que al analizar esas jornadas y otras aparecen, 30 años después, echando la culpa a los combatientes, uno; al vecino, otro; al mando superior, el de más allá.

Cuando el "sí" de Miaja equivale al "no"

Entrado enero, cuando la ofensiva enemiga estaba en pleno desarrollo, se puso en marcha, en la zona occidental, la operación de Extremadura.

El 10 de dicho mes, estando mi puesto de mando en Vallas, nos visitó Rojo. Hablamos precisamente de la otra zona.

- ¿No dan aún señales de vida?

- Si, tengo noticias. Van a comenzada de un momento a otro.

- ¿Como estaba prevista en las directivas y órdenes de octubre?

- Quita, hombre, quita. Nos han hecho la faena. Han suspendido lo de Motril.
Le miré con incredulidad. No me dio tiempo a decir ni una palabra, pues soltó el chorro de su indignación.
Con el fin de respetar el pensamiento del general Rojo, creo que es mejor transcribir lo que escribió sobre la operación de

Motril en su libro "Alerta a los pueblos":

"Habíamos hecho, personalmente, el general-jefe del Estado Mayor del Grupo de Ejércitos y yo, el reconocimiento de la zona de maniobras, elegido la línea de ruptura del frente enemigo, y comprobado la posibilidad de lograr esa ruptura en cuanto había asegurado el jefe de la Flota que dejaría las tropas en el puerto; la razón principal de la dificultad que este jefe señalaba era el temor de que fuesen descubiertos los transportes por la luna; dificultad que yo apreciaba también, pero que no estimaba suficiente para suspender el ataque, ni siquiera para aplazado, pues la eficacia del plan radicaba en su oportunidad. Las dificultades, siendo muchas y grandes, eran insignificantes comparadas con la de la maniobra del Ebro, que se vencieron, ¿por

qué no se iban a vencer éstas?

Luego, insistiendo sobre las posibilidades de éxito, Rojo prosigue: "Por el mar iba a actuar una brigada reforzada y especialmente preparada para la operación, apoyada por toda la Flota, en condiciones de superioridad sobre la adversaria, y no digamos sobre el' puerto, que contaba con pocas y malas defensas; a tal amenaza seria, iba a unirse un ataque por tierra en un frente estrecho, con una división, para cortar las comunicaciones enemigas, cosa calculada y posible como en otras operaciones realizadas, a las pocas horas de comenzada la operación; apenas teníamos enfrente 4 batallones de reserva locales, repartidos en diversos puntos para acudir a los lugares amenazados; unidades estas acreditadas por su pasividad y con mandos cuya suficiencia no se había contrastado aún en la guerra..."

La suspensión de la operación de Motril, decidida por Miaja, Matallana y Buiza, no debió quedar impune. Comparto la opinión del general Rojo - reflejada en su apasionada defensa de la operación de Motril - sobre la viabilidad de su realización por los siguientes factores: los importantes medios concentrados para llevada a cabo, factor sorpresa y las características de la población, en su mayoría campesina, que sabía por experiencia propia que la liberación de la comarca pondría en sus manos, nuevamente, la tierra que les fue arrebatada por los fascistas cuando ocuparon esa zona.

La operación de Extremadura, de acuerdo con las directivas de octubre, debía empezar el 16 de diciembre. No fue así y su ejecución se retardó casi un mes - es decir, hasta la segunda decena de enero -, cuando ya el enemigo se había empeñado a fondo en la zona oriental y sus grandes unidades salían a la línea Tarragona-Cervera-Pons.

El sabotaje del mando y del E. M. del Grupo de Ejércitos resalta no sólo en el retraso de la operación, sino también en otros aspectos de la misma, desde el comienzo hasta el fin de su preparación.

Si, por ejemplo, tomamos la forma en que se efectuó el movimiento de las tropas para alcanzar las regiones de con­centración, vemos a los combatientes haciendo marchas y contramarchas innecesarias, por cierto realizadas bajo lluvias torrenciales y por terrenos enfangados. Primero, una marcha de 120 km. en dirección S., desde la estación de Chillón (tenemos en cuenta al XXII Cuerpo) a la región Villanueva del Duque-Hinojosa del Duque. Esta marcha se realizó hacia finales de diciembre. Más tarde, después de efectuados los reconocimientos del terreno y del enemigo, cuando los mandos y los combatientes de las unidades conocían Y se habían familiarizado con su misión, en lugar de la esperada orden de ofensiva, recibieron la de hacer una nueva marcha -esta vez de 150 km. - hacia el N., precisamente en dirección contraria al frente. Después de 3 ó 4 días de marcha, y antes de alcanzar los puntos de destino, las unidades recibieron la orden de retornar a las anteriores regiones de concentración.

Los traslados de las unidades de la Ceca a la Meca por el E. M. de Miaja eran muy extraños. Sorprende, sin embargo, la falta de iniciativa de los jefes de Cuerpo y de división, quienes por un falso concepto de la disciplina, ejecutaron las órdenes pasivamente, sin hacer la menor objeción.

El retraso de la ofensiva en Extremadura, los movimientos innecesarios de tropas, aquella decena de días de marchas de Norte a Sur, de Sur a Norte y otra vez de Norte a Sur, a más de desesperar a los combatientes y agotarlos, provocaban la inseguridad, la duda, la indignación y el descontento de los combatientes y sus mandos. Jefes de brigada y de batallón me contaron estas cosas semanas después de haber sucedido.

Hay que decir que en todo el tiempo de existencia del Ejército Popular republicano, no hubo un caso tan cínico e irresponsable como éste de la operación de Extremadura. En la operación de enero de 1939 en Extremadura participaron tres Cuerpos de Ejército: dos de ellos, la Agrupación "T" y el XXII Cuerpo, en primer escalón, el Cuerpo XVII en segundo escalón.

La Agrupación "T", en el flanco derecho del dispositivo republicano, tenía la misión de arrebatar al enemigo Sierra Trapera y enviar una fuerte columna sobre camiones en dirección Azuaga. A su flanco izquierdo, el XXII Cuerpo, llevando sus divisiones en tres escalones, tenía como misión atacar y conquistar las posiciones enemigas en Sierra Noria y Cerro Mulva, desarrollando posteriormente sus acciones en dirección Fuente Ovejuna. El XVII Cuerpo, en segundo escalón, sería empleado según las incidencias de la lucha.

La defensa enemiga consistía en una serie de posiciones discontinuas basadas en las poblaciones, sierras y cerros que dominaban las comunicaciones con grandes intervalos entre sí. Algunas posiciones, por excepción, se encontraban bien fortificadas (Sierra Trapera, por ejemplo). El ataque sobre Sierra Trapera no tuvo éxito. Allí combatió durante varios días el grueso de las fuerzas de la Agrupación "T", sin alcanzar su objetivo, consumiendo su esfuerzo ofensivo las unidades atacantes; tan sólo en su flanco izquierdo consiguió avanzar dicha Agrupación. Más al S. el ataque del XXII Cuerpo fue coronado por el éxito.

A las 48- 72 horas de iniciada la operación, las fuerzas propias, pese a tener contenido su flanco derecho en Sierra Trapera, consiguieron desarticular el frente enemigo y abrir una brecha de 25 km. de frente, avanzando en una profundidad de 20 km. y liberando Fuente Ovejuna, tomada por una de las divisiones del XXII Cuerpo.

La conquista de Fuente Ovejuna abría grandes perspectivas a la maniobra republicana, pues permitía salir a la retaguardia de las entonces pequeñas guarniciones enemigas de Peñarroya y Bélmez y atacadas desde el S. para reducirlas o, en último extremo, neutralizar1as; aún sin esto, existía la posibilidad de avanzar por el valle del Guadiato hasta Espiel -sin guarnición enemiga- y dominar la Sierra de los Santos, también desguarnecida. En una palabra, el frente quedaba abierto para lanzar por él las reservas republicanas (el XVII Cuerpo) en dirección S. sobre Córdoba con bastantes posibilidades de alcanzar la ciudad y, en última instancia, hundir todo aquel frente a su Norte. En vez de ello, los que dirigían la operación, después de agotar a la Agrupación "T" en los ataques a Sierra Trapera, no encontraron nada mejor para poner fin a la misma y detener a nuestras fuerzas que meter al XVII Cuerpo en el combate de Sierra Trapera. Con ello hicieron languidecer la operación, sin preocuparse de alimentada con nuevas fuerzas y permitiendo al enemigo rehacerse del golpe asestado por nuestros combatientes.

Días después, el mando enemigo concentró 4-5 divisiones en ambos flancos de nuestra penetración y realizó una serie de contraataques dirigidos a restablecer la situación existente antes del ataque republicano, lo que consiguió en la última decena de enero.

La tercera, en el tiempo, de las acciones encomendadas por el Alto Mando republicano a la zona occidental-a realizar en

el frente de Madrid - fue puesta en marcha "a su manera" por el jefe del Ejército del Centro, coronel Casado.

La operación de Madrid (enero de 1939) fue la antesala de la sublevación casadista. Con ese fin fue montada por Casado, que buscaba asestar así, con las manos del enemigo, un serio golpe a las mejores unidades republicanas del Ejército del Centro, precisamente a las mandadas por comunistas. Su anticomunismo desenfrenado llevó a Casado a dar esa muestra de su catadura, asesinando a cientos de combatientes en dicha acción. Necesitaba su fracaso para, tomándolo como ejemplo, llevar el desaliento a los combatientes, que riendo demostrar la imposibilidad de realizar operaciones que pudieran inquietar al adversario, fomentando así la idea de la impotencia Y buscando crear el clima propicio para llevar adelante su política de entrega, de entendimiento con el enemigo.

Digamos unas palabras sobre la historia militar de este coronel en el curso de la guerra. En su conjunto se circunscribe a los hechos siguientes: fracaso en el mando del XVIII Cuerpo -unidad que mandó varios días en la segunda mitad de la operación de Brunete, por lo que fue destituido sin esperar el fin de la misma-; nuevo fracaso en la llamada segunda operación de Zaragoza, mandada por él, por la que otra vez fue destituido. Con esos antecedentes se le entregó el mando del Ejército del Centro, que por su composición básica continuaba siendo lo mejor del Ejército Popular Republicano. Ni Casado podía Ilegal' a más, ni los combatientes del Centro a menos.

La "operación" organizada por Casado en el frente de Madrid, sector de Brunete, puso fin a las actividades republicanas en la zona occidental.

Hoy estamos en condiciones de afirmar lo que entonces sospechábamos: que el mando franquista estaba "minuciosamente informado" de los planes y directivas de Casado. Por eso el enemigo concentró una potente masa de artillería, morteros y ametralladoras en el sector elegido para el ataque y destruyó la ofensiva en la primera jornada, ocasionándonos una cantidad enorme de bajas.

Los centenares de combatientes lanzados por sorpresa e indefensos, entregados a la muerte ante las bocas de fuego de la artillería enemiga y de sus ametralladoras en el sector de Brunete, los necesitaba el coronel "apolítico" y "profesional puro" para consumar su política de entrega de la zona Centro - Sur al enemigo.

Ante Barcelona

Las acciones en la zona Centro no lograron ejercer la menor influencia sobre el desarrollo de los combates en Cataluña, donde el enemigo prosiguió su ofensiva.

Los Cuerpos de Urgel y de Aragón, que se encontraban en Pons y Artesa de Segre, respectivamente, sirvieron de eje para la maniobra de su ala derecha en el frente Cervera-Tarragona, maniobra que dio comienzo el 15 de enero y en la que participaron cuatro Cuerpos de Ejércíto:

El del Maestrazgo siguió como eje de sus acciones la carretera general rumbo NE sobre Manresa-Vich. Ante él se de­fendía el XVIII Cuerpo del Ejército del Este. El Italiano tomó como dirección de ataque la de Santa Coloma de Queralt - Igualada - Olesa de Monserrat - Sabadell ­Badalona. En esta dirección asumía la defensa el V Cuerpo. El de Navarra efectuó su avance en dirección Villafranca-Martorell-Barcelona, por el Tibidabo, haciendo frente a su ataque la 42 división del XV Cuerpo. El Marroquí prosiguió sus acciones siguiendo las comunicaciones costeras en dirección Barcelona, por Montjuich. Las otras divisiones del XV Cuerpo y la 43 de XXIV defendían aquel sector. En la segunda mitad de enero, cuando fracasó la operación de Extremadura, el Alto Mando republicano tomó una serie de medidas con el propósito de reforzar la defensa. Entre ellas cabe señalar:

- la creación de algunos batallones de ametralladoras destinados a cubrir, en varios puntos importantes de la retaguardia, las comunicaciones principales en los accesos lejanos a Barcelona;

- el nombramiento de un mando y un Estado Mayor independiente y la designación de algunas unidades especiales para la defensa de la ciudad;

- la organización de dos divisiones;

- el traslado a la zona oriental de algunas unidades de zona occidental.

Todo esto, sin embargo, no pasó del terreno de los propósitos. Las decenas de cuadros que dimos de nuestras unidades cuando nos fue solicitado, volvieron más tarde con la desilusión de no haber sido empleados por falta de material. En cuanto al envío de unidades de la zona occidental, tan sólo se mandó una brigada: la 149.

Hubo otras medidas de emergencia. Estas fueron las disposiciones del Gobierno, que calificaré de última hora, consistentes en:

- la movilización de varios reemplazos;

- la reducción de las excepciones en un 50%;

- la militarización de todas las empresas, industrias y trabajos relacionados con la guerra;

- la movilización de todos los ciudadanos, de ambos sexos, de 17 a 55 años, que podían ser utilizados por el Gobierno en trabajos relacionados con la defensa nacional;

- la incorporación a las unidades de infantería de personal útil, no especialista, de los servicios;

- la utilización del personal civil de la zona de guerra hasta los 50 años para trabajos de fortificación;

- la depuración de los organismos y unidades de retaguardia para enviar al frente a todo el personal utilizable.

Lo dicho no dio resultados, a mi juicio, por dos causas esenciales: una -la principal-, la falta de armas, que frenaba la aplicación de aquellas medidas por parte de los encargados de llevadas a cabo; la otra, que esas medidas se adoptaron demasiado tarde. Si se hubieran tomado y aplicado resueltamente en el momento del paso del Ebro o en el periodo de la resistencia, no cabe duda que sus resultados, aún con el constante handicap de la falta de armas, habrían sido distintos.

En este periodo de la lucha en Cataluña se hizo sentir de manera terminante la superioridad del enemigo, que prosiguió su avance en todo el frente. Nuestras unidades no estaban en condiciones, por su desgaste, de contenerlo y sólo podían frenarlo en las direcciones principales.

Los Cuerpos del Maestrazgo, Italiano, Navarra y Marroquí, apoyados por su masa de aviación, artillería y tanques, pro­siguieron sus acciones, dirigidas -las de los tres últimos- a la ocupación de Barcelona, y las del Maestrazgo, al corte de las comunicaciones a su Norte.

Cuando el enemigo era detenido por la resistencia en una de las direcciones de ataque, su avance en otra dirección le daba ese objetivo.

El 16 de enero se instaló mi puesto de mando en Vilavi (Masía). Aquel mismo día recibí una orden del ministro de De­fensa-Nacional, firmada y comunicada en su nombre por el general jefe del Estado Mayor Central, en la que se ordenaba que el repliegue del Ejército del Ebro se hiciera dejando a su izquierda la ciudad de Barcelona, pasando las fuerzas del Ejército al N. del río Besós. Barcelona -decía la orden tiene un mando, un Estado Mayor y unas unidades especiales con la misión de su defensa.

Al recibir esta orden, envié un emisario a Barcelona para informarme de la situación.

El día 17 de enero vinieron a verme los camaradas Francisco Antón y Manuel Delicado. Ni era la primera vez ni seria la última, pues uno y otro, así como Juan José Manso, venían frecuentemente a estar con nosotros en este periodo de Cataluña. Les hablé de la orden recibida la tarde anterior, porque sentía preocupación por Barcelona, y quería saber qué pasaba. Me recomendaron acatar la orden recibida. En la tarde de ese día esperaba al cabo Celestino García. Me lo enviaba, a petición mía, el jefe de la 11 división, Joaquín Rodríguez, quien la tarde anterior había traído a mi puesto

de mando la tripulación de un tanque italiano capturada por Celestino y me contó su hazaña.

- Viene del Thäelmann - me dijo Rodríguez - y ahora está en la compañía especial de la 9 brigada. Fíjate el regalo que nos ha traído: estos cuatro pajes. En efecto, allí estaban capitán, teniente y dos sargentos, que aún no habían salido de su asombro y no les llegaba la camisa al cuerpo.

Los hizo prisioneros Celestino de la siguiente manera: Atacaban 13 tanquetas. Después de inutilizar la de cabeza (las otras 12 "chaquetearon") se llegó a ella y los mandó salir golpeando con el fusil. Al no obtener contestación, cogió el pico de la propia tanqueta y violentó la puerta sacando a los ocupantes.

Celestino de Morata

En este período de la lucha en Cataluña, los combatientes del Ebro y sus cuadros de mando seguían batiéndose contra el enemigo con la decisión y la abnegación que los caracterizaba, aunque con más dificultades que nunca.

Celestino era uno de ellos. Ahora estaba con nosotros. Conversamos con él Francisco Antón, Sánchez Rodríguez, el teniente coronel Goiri, el poeta Pedro Garfias (comisario en Andalucía del Batallón Bautista Garcés, nombre del diputado comunista por Córdoba, secuestrado en la noche del 17 de julio por oficiales fascistas del Regimiento de Artillería, donde le asesinaron por orden del coronel Cascajo el día 18), entre otros.

- Cuéntanos, camarada sargento Celestino -porque ya eres sargento- cómo diriges tu escuadra de cazadores de tanques.

- Después de elegir el sitio antes, o cuando aparecen y vemos por donde vienen, avanzamos hacia ellos, escogiendo un sitio como en la caza al acecho.

- ¿y como sitúas a la escuadra?

- Yo me pongo delante con una bomba en la mano; las demás me las quito (Celestino llevaba cuatro o cinco al cinto) y hacemos el cordón, pasándonos la bomba uno a otro hasta que llega a mi: Tomo la que voy a tirar y le quito el seguro (lo que hizo).

- ¡Ten cuidado!

- No pasa nada; se lo pongo.

Y se dispuso a hacerlo; pero no sé por que se le movió el sifón y comenzó a quemar la pólvora que lleva el fulminante, haciendo su sonido característico.

- ¡Cuerpo a tierra! - ordené -. ¡Desenrosca, Celestinol

- Siiíi... Quitó velozmente el cuerpo superior del artefacto, del que arrancó el potente fulminante, y lanzó la bomba corredor adelante, apretando aquél entre sus manos. Yo estaba a su lado siguiendo la operación.

La explosión fue ruidosa. Celestino salió con las manos y el bajo vientre acribillados, pero, afortunadamente sin gravedad, por lo obligado que iba. A mi se me clavaron unas esquirlas en la frente. Pedro Garfias, en la habitación de al lado apareció con una, por cierto muy escandalosa, clavada en el brazo. Nos miró a todos y salió diciendo: ¡Ahora vuelvo!

Veinte minutos después, cuando seguíamos hablando y riendo todos con Celestino, apareció Garfias y leyó un poema de gran belleza dedicado al héroe.

- Ahora te vas a Barcelona, sargento. Van a recibirte Negrín y Rojo. Tienes quince días de permiso para ir a ver a tus

padres y a tu novia en Madrid. Celestino estaba emocionado. Nosotros también. Despedimos al héroe con un fuerte abrazo.

Barcelona no se defendió

El día 20 mi puesto de mando se instaló en Martorell y el Cuartel General en Granollers. Seguía de cerca las direcciones

de repliegue de los Cuerpos V y XV, que en esta etapa absorbieron el resto de las fuerzas, hasta el Llobregat, a partir del cual habían de proseguir su repliegue.

El V lo efectuó por Martorell - Sabadel-Granollers- las comunicaciones al Sur de la Sierra del Montseny a la general de Gerona; el XV por Molins de Rey- Vallvidrera- al Norte del río Besós - carretera de la costa.

En la noche del 24 nos instalamos en Vallvidrera. Me acerqué a Barcelona, con Delage, el día 25. Fui a la "Casa Roja", donde estuvo siempre el Estado Mayor Central. Este había evacuado hacia el Norte, igual que los ministerios y la Generalitat.

En la "Casa Roja" estaba el general Sarabia, con quien hablé un rato. Seguía esperando al coronel Brandari, jefe de la Isla de Menorca hasta que fue designado jefe de la defensa de Barcelona. Me ofrecí a Sarabia, que era mi jefe natural, por si tenía algo que mandarme. Me dijo que no, que cumpliera las órdenes de Rojo.

De allí fuimos al Comité Central del Partido, donde hablamos con los camaradas Vicente Uribe, Santiago Carrillo, Luis C. Giorla, Manuel Delicado y Antonio Mije. La única dirección, de las fuerzas políticas del Frente Popular que en aquellos días mantenían la serenidad en el caos de la ciudad, que se esforzaba por evitar el indefensismo de Barcelona, era la del Partido Comunista de España.

Recorrí nuevamente las instalaciones oficiales, que estaban terminando de evacuar archivos y documentos.

Volvimos a la "Casa Roja". Esta vez estaba sin inquilino. El cuadro que encontramos era desolador: ni una persona; las puertas y ventanas estaban abiertas; los teléfonos sonaban ininterrumpidamente.

Durante los días 26 y 27 de enero, el enemigo avanzó en todo el frente de su movimiento hasta la Seo de Urgell, Berga, proximidades de Vich y Barcelona. Esta última fue ocupada sin defensa, por cuerpos italiano, Navarra y Marroquí.

En este segundo período, las fuerzas del Ejército del Ebro habían realizado proezas como la de Celestino García o la del jefe de la 101 brigada, Alabau, y el comisario Hipólito del Olmo, quienes rodeados por un enjambre de enemigos cuyos jefes gritaban:

"Cazarlos vivos", les respondieron: "No lo veréis", disparando sobre ellos hasta el penúltimo cartucho y guardando el último para pegarse un tiro en vez de entregarse.

Pero el intenso esfuerzo defensivo que hicieron no tuvo éxito, no podía tenerlo, por las condiciones de inferioridad en que estaban. Incluso la artillería había consumido los nueve módulos de proyectiles con los que el 23 de diciembre empezamos la defensa de la zona catalana.

CAPITULO XVI

Hacia Madrid pasando por Perpiñán

En el último período de la lucha en Cataluña las dificultades de la defensa se acrecieron.

Las unidades del Ejército del Ebro no perdían el contacto con el enemigo. Pero sus efectivos eran muy escasos. La arti­llería dejó de actuar por falta de proyectiles, como anteriormente lo había hecho la DECA. La aviación pasó toda a Francia. Sólo los tanques y blindados cooperaban estrechamente y con su abnegación característica a la defensa. Esta la reforzamos acudiendo a las destrucciones, en las que participaban los especialistas de las unidades del XIV Cuerpo

de Guerrilleros, puesto a nuestra disposición. Este período fue el más difícil, el más agotador, el de mayor heroísmo. Porque nuestros efectivos disminuían paulatina e inexorablemente.

No se trataba de las bajas en el combate solamente, no. Se trataba de otro tipo de pérdidas que empezaron a producirse en el periodo anterior, al quedar en la retaguardia del enemigo rebasados por el avance de éste, núcleos de, combatientes, fenómenos que en los primeros momentos afectaba sólo a pequeñas unidades, pero que luego se repetiría en escala mucho mayor.

Eran batallones, brigadas, divisiones, aunque nominales las que quedaban en retaguardia del enemigo. Y esas mismas unidades, conducidas por sus mandos rompían el intento de copo del enemigo, abriéndose paso a viva fuerza hacia nuestra retaguardia, cuando el corte inmediato lo permitía, como le sucedió a la 59 brigada de la 42 división, primero en Vallvidrera, en su camino de repliegue, luego más al Norte; o bien adelantaban por caminos paralelos a las unidades enemigas,'frenando su avance con secciones a sus flancos, como tuvieron que hacer en este período todas las brigadas y divisiones para situarse otra vez ante el enemigo, hacerle cara y disputarle el paso una y otra vez en el curso de las quince jornadas a que me refiero.

Para que pueda servir de orientación a quien tenga curiosidad de saber cómo se produjo el repliegue del Ejército del Ebro, citaré a continuación los lugares en los que instalé mis puestos de mando, ya que como regla, cuando éstos cambiaban, el enemigo había sido detenido ante ellos, en la dirección de su movimiento.

El día 28 de enero se instaló en San Coloni (Quinta Pechot); el 30, en Arbucias (masia); el 1 de febrero, en Riudellote; el 2, en Quart (Gerona); el4 en Pont de Ter; el6 en Peralada; el 8, en Port Bou y el 9, en Port Bou, aduana y puesto fronterizo.

Cuando instalé mi puesto de mando en Pont de Ter, intentamos la defensa de Gerona sin resultado positivo. Más al Este, las unidades del XV Cuerpo intentaron un esfuerzo ofensivo, que sería el último y se prolongaría durante tres días. Contraatacamos con éxito, obligando al enemigo, que ya había rebasado el río Ter, a repasarlo hacia atrás. Esto era sumamente necesario para ganar tiempo.

El 6 de febrero ordené el repliegue de nuestras fuerzas a la línea del río Fluviá.

En estos días Negrín y Rojo eran asiduos visitantes nuestros.

Hasta comían y cenaban con nosotros.

Los esfuerzos del gobierno estaban orientados al envió del material de aviación y de otras clases desde Francia a la otra zona. Negrín y Rojo nos hablaban de ello, así como de los cuadros de mando y del resto del Ejército de Cataluña.

La actividad diplomática del gobierno cerca de las autoridades del país vecino para obtener la admisión de los restos del Ejército de Cataluña fueron arduas y difíciles. Pero al fin se logró. Más difícil fue obtener autorización para la salida de la población civil.

El éxodo de ésta era contenido en la frontera. La aviación enemiga la bombardeaba con sadismo.

Cuando aún no había respuesta autorizando la salida del Ejército, Rojo me dijo en una de las conversaciones:

- Modesto, hay quien propone que el Ejército alce bandera blanca, se entregue y que los jefes salgamos.

- Ni hablar de eso. O salimos todos o no salimos ninguno. ¿Quién hace esa propuesta?

- No te digo el santo, te digo el milagro.

- Hemos de salir y con la cabeza alta.

El día 7, el Comisario del Grupo de Ejércitos de Cataluña, Gil Roldán, de la Confederación Nacional del Trabajo, y el Subsecretario General, Crescenciano Bilbao, del Partido Socialista, solicitaron mi intervención cerca de las autoridades fronterizas para que alzaran la barrera y dejaran pasar a la población civil. Así lo hice, consiguiéndolo.

Di las instrucciones finales para el paso a Francia. Algunas de ellas serían modificadas por imperativo de las circunstan­cias. Indiqué que salieran todos con la cabeza alta y el máximo posible de formación y disciplina; que no dejaran ni un herido y los llevaran delante con trato de honor. Pedí a todos que en nuestra conducta se viera que éramos del Ejército del Ebro.

En una de mis salidas al XV Cuerpo, fui al sector de la 35 división, a la que se habían incorporado los antifascistas alemanes de la 11 brigada y voluntarios de otros países con regímenes fascistas, a quienes los gobiernos francés e inglés habían negado el derecho de asilo. Encomendé a dicha división la misión de asegurar la salida de las restantes fuerzas del Ejército, por lo que debía ser la última en salir.

El día ocho hacia las 16,00 horas, fui convocado a una reunión en La Agullana. Asistían a ella unos treinta jefes y comisarios de los eslabones superiores. Del Frente de Cataluña, el jefe del Grupo de Ejércitos, coronel Jurado, que había sustituido el 27 de febrero al general Sarabia; el coronel Perea, jefe del Ejército del Este, y yo.

Presidía la reunión el Jefe del gobierno y ministro de Defensa, Juan Negrín. En ella hizo un informe el jefe del Estado Mayor Central, general Vicente Rojo. Voy a ser muy parco al referirme a él, ya que quien tenga interés puede encontrado en su libro "Alerta a los pueblos". Era el tercer informe de este carácter. Los otros dos habían sido hechos ante el Presidente de la República, Manuel Azaña, y ante el gobierno. En el informe de Rojo predominaban las matemáticas, junto con la claridad de pensamiento que le

caracterizaban.

Pero la guerra es la continuación de la política por otros medios. Por eso no eran correctas las conclusiones del general Rojo. Ese fue el punto de vista que expresé en aquella reunión, discrepante de Negrín y de Rojo, pues para mí estaba totalmente claro que Negrín compartía las opiniones del general. Si los planteamientos, la argumentación y el análisis del jefe del Estado Mayor Central se basaban en una realidad, no bastaban para la justa apreciación de las posibilidades que tenía la República.

En su libro, ya citado, Rojo recoge la esencia de mi intervención con las siguientes palabras:

"...el jefe del Ejército del Ebro, refiriéndose principalmente a las posibilidades de resistencia en la región central, señaló que debían extremarse en ella las medidas para asegurar dicha resistencia, por entender que ésta podía implicar una modificación general en las condiciones en que se desenvolvía la guerra". .

Ningún otro de los presentes intervino, y como del Estado Mayor del Ejército del Este hubo una llamada a su jefe, coronel Perea, y éste anunció al volver que el enemigo había cortado las comunicaciones al N. de sus fuerzas, se dio por terminada la reunión.

Recibí la orden de efectuar el repliegue de mis fuerzas, ya comenzado, en el plazo menor posible. Así se hizo, y las fuerzas subordinadas al Ejército del Ebro salieron de España en las jornadas de 8 y 9 de febrero.

La 35 división del XV Cuerpo fue la última unidad que cubrió la retirada de las demás en la dirección principal de repliegue. Cuando la efectuó, todas habían cruzado ya la frontera. Sus últimos eslabones y los grupos que habían cumplido misiones especiales para obstaculizar el avance enemigo, salieron el 9 de febrero, entre las diez y las diez y media de la mañana.

Media hora después, cuando todas las fuerzas del Ejército estaban ya fuera, cruzamos la frontera el E.M., el Comisariado, el mando del XV Cuerpo y yo. Nos acompañaba el camarada Francisco Antón.

Detrás de nosotros se cerró la frontera francesa.

El Prefecto de Pirineos Orientales me recibió en la raya fronteriza.

- ¿Adónde piensa Vd. dirigirse? - me preguntó.

- Al Consulado español de Perpiñán - le respondí.

Camino de Perpiñán hacia mediodía recogí en la calle central de Banyuls, cruzando el pueblo, a los camaradas EnriqueLíster, Santiago Álvarez, Manuel López Iglesias y otros camaradas del E. M. Y de las grandes unidades del V Cuerpo, que habían salido la noche anterior.

Hacia las cuatro de la tarde del 9 de febrero de 1939 llegamos al Consulado español de Perpiñán.

Un deseo único nos animaba a todos: marchar a la otra zona para proseguir la lucha.

El desenlace de la batalla de Cataluña no era aún la pérdida de la guerra.

El factor decisivo que dio Cataluña tenía un nombre: Munich. Y en el interior de España los responsables fueron Miaja y

Casado. La derrota republicana en la zona oriental, donde se combatió casi los cuatro meses de la batalla del Ebro y los 47 días y noches consecutivos de la Batalla de Cataluña, en condiciones de impresionante inferioridad, advino al dejar las manos libres el enemigo en la otra zona, permitiéndole concentrar y emplear todo su potencial bélico contra Cataluña. Es decir, se produjo el hecho que el Gobierno había querido evitar con sus directivas del 20 de octubre de 1938.

Compás de espera

En el Consulado de España en Perpiñán esperábamos la salida para la otra zona. Esa era la idea que presidía nuestro ánimo desde que salimos de Cataluña. El cónsul nos rogó vestirnos de paisano a fin de pasar desapercibidos. Un pantalón de Sánchez Rodríguez y unos zapatos de Hidalgo de Cisneros, que me regalaron, me solucionaron el problema.

- ¿Cuándo salimos para la otra zona?, fue la pregunta con la que recibí al general Rojo en la primera visita que nos hizo en el consulado.

- Hay dificultades. Se espera que sean pasajeras.

- Pero, cuando autorizaron la entrada del Ejército en Francia, ¿no habían prometido facilidades en el sentido de libertad de movimiento, para marchar a la otra zona?

- Sí, eso dijeron. Pero la gentuza de Munich actúa así.

- ¿Y con nuestra gente, qué va a pasar?

- Eso está ya bien claro. No dejarán salir a nadie: ni hombres, ni armas, ni alimentos, ni los bienes del Estado Español. Todo está aquí congelado.

- Rojo - dije al general en otra de sus visitas -, he recibido informes de los campos.

- ¿Quién te los ha dado?

- Los han traído emisarios de las unidades enviados por sus jefes.

- ¿Qué te dicen?

- Que nuestros hombres son tratados francamente mal.
Habrá que tomar alguna providencia.

- Sí, es verdad. Los restos del Ejército de Cataluña en vez de ser agrupados en campamentos provisionales hasta su salida para la otra zona, como fue prometido al Gobierno, se encuentran de hecho recluidos en campos de concentración.

- También me han hablado de la solidaridad del pueblo francés. Me han dado ejemplos emocionantes -agregué-; habrá alguna forma de romper esa situación. Porque amenaza el hambre.

- Lo que me han encargado es recoger una importante suma del gobierno, que mañana te entregaré, para el personal del Ebro. En efecto, al día siguiente, Rojo me entregó una suma cuya cifra no recuerdo, en francos franceses, con indicaciones

concretas para su distribución, lo que se empezó a realizar. Poco después, creo que el día doce de febrero, nos llegó la noticia de que el gobierno había salido para España.

Al otro día, el subsecretario del Ejército de Tierra, coronel Antonio Cordón, que nos visitó en el Consulado, nos informó de que Negrín había indicado nuestra salida para España, lo que efectuamos.

Antes de marchar, de acuerdo con Delage, designamos al comisario del V Cuerpo, Santiago Álvarez, uno de los hombres mas dinámicos y valiosos del cuadro de comisarios superiores del Ejército, para que se encargara de la distribución del dinero que habíamos recibido, así como del mantenimiento de relaciones con los 15.000 hombres del Ejército internados en campos, y con el General Rojo. Con su abnegación característica, Santiago se entregó a cumplir aquella tarea, a pesar de que contradecía su gran deseo de volver a Madrid.

En el grupo de mandos que salimos para España íbamos juntos los del Ebro, los jefes de cuerpo, Etelvino Vega, Enrique Líster y Manuel Tagueña, más un grupo de jefes y comisarios de división, así como Luis Delage y yo.

Hacia el mediodía aterrizó el avión en España.

Aquel mismo día llegamos a Madrid. En la ciudad héroe, por los sacrificios conscientemente aceptados por su pueblo, con un grupo de camaradas me instalé en Lista 20. Otros, en Lista 23.

Todos los que formábamos parte de esta expedición íbamos a las órdenes del ministro de Defensa.

Conocíamos la zona leal y sus posibilidades de resistencia. En febrero de 1939 disponíamos los republicanos de las siguientes fuerzas y medios fundamentales de combate:

El Ejército de tierra, con efectivos superiores a 700.000 hombres. De éstos, unos 590.000 encuadrados en las unidades de los 4 ejércitos: Centro, Levante, Extremadura y Andalucía. Los demás formaban en las distintas tropas, armas y servicios.

Una Flota compuesta por los cruceros "Libertad", "Cervantes" y "Méndez Núñez"; la flotilla de destructores con trece unidades; cuatro submarinos, dos cañoneros, tres torpederos y otros barcos auxiliares.

En este periodo resaltaba particularmente el papel de la Flota, ya que, privados de las fronteras terrestres, ella era el nexo de unión de la zona republicana con las fuentes exteriores de abastecimiento.

En fuerzas del aire, nuestros medios eran francamente escasos.

En armamentos teníamos la posibilidad de producir armas ligeras, como fusiles, ametralladoras, morteros y municiones. También asegurar la reparación del material de guerra en las fábricas de Madrid, Sagunto, Ciudad Real, Murcia, Albacete y Alicante. Si a las provincias mencionadas agregamos Almería, Cuenca, Jaén, Guadalajara, Valencia, tenemos las diez provincias que comprendían la zona leal con una población de cerca de ocho millones.

Por lo dicho, la orientación del Gobierno de la República, en febrero de 1939, era correcta. Estaba dirigida a poner en pie, apoyándose en lo ya existente, todos los recursos de la zona leal y lo que se pudiera hacer llegar del exterior, para fortalecer la resistencia. Esa era la línea político-militar del gobierno.

Coyuntura perdida

La presencia del gobierno en la zona central y la influencia que ejerció Negrín sobre personalidades del Frente Popular, en las conversaciones que tuvo con ellas, fue un jarro de agua fría a los preparativos de la sublevación casadista, que ya estaba en gestación.

Pero aquella coyuntura no fue aprovechada en lo inmediato, lo que permitió a Casado proseguir su obra de catequización de los líderes del Frente Popular de Madrid, cuya desmoralización, excepto los comunistas, por las incidencias de la guerra y la labor del coronel, que se transformó en su inspirador también político, los llevó a perder la capacidad de razonar y los puso en sus manos.

No veían que Casado estaba ya actuando como un dictador militar. Ni incluso existiendo hechos tan palpables como el establecimiento de la censura de prensa.

La condición de militar profesional y el hecho de mandar el Ejército del Centro, puesto para el que fue designado por Negrín, colocaba al coronel felón en una situación privilegiada para su traición.

Cuando llegamos a Madrid, Delage, Líster y yo hicimos una visita a Negrín. Este nos acogió con la cordialidad de que siempre había dado pruebas, haciéndonos pasar a su dormitorio.

- Sólo vosotros habéis venido a mi llamada.

- Como siempre, estamos a las órdenes del gobierno.

- Otros, a los que he llamado - insistió Negrín-, me han dado la callada por respuesta.
Después de haber hablado de todo un poco, antes de marcharnos le dijimos:

- ¿Cuándo nos va usted a utilizar?

- Pronto. Muy pronto.
A continuación nos habló de sus planes, que expresó más o menos así:

- En los días inmediatos voy a recorrer las provincias y hablaré con los mandos militares. En seguida os llamaré para emplearos a todos.

Nos despedimos de Negrín. Este tenía razón cuando dijo que los cuadros de mando y comisarios venidos de Francia a su requerimiento éramos todos comunistas. Pero es necesario subrayar que ocurrió así no por espíritu de absorción de nuestro Partido, sino por espíritu de deserción de muchos de los otros. ¡A cuántos invitó Negrín a volver y ni le contestaron!

En los días que estuve en Madrid visité a muchos camaradas de lucha de los primeros tiempos de la guerra. Entre ellos, con particular alegría encontré o supe noticias de algunos de los fundadores del Thäelmann a los que no veía desde noviembre de 1936.

Quiero recordar aquí a Francisco Carro, jefe de la 73 división; Sáez de Rascafría, maestro, comisario de división; Pedro Fernández, jefe de la 18 brigada; Manuel López, jefe de la 17 brigada; Francisco Gijón, comandante jefe de un batallón de tanques, caído en los combates de Levante; Victor Somolinos, jefe del tercer (71) batallón de la 18 brigada, al mando del cual cayó en los combates de la Cuesta de la Reina, en el mes de octubre de 1938; Antonio Montes, 16 años en 1936 y jefe de una

compañía, que mandaba ahora el batallón de Somolinos; los oficiales Pepita Urda, Barcalá y Ventura así como otros cuyos nombres me pesa no recordar.

También visité a Miaja y Casado. En esencia, fueron más que nada visitas protocolarias, por parte de ellos, ya que hablábamos en onda diferente. Miaja era un simple, no era organizador de la traición. Sí, un fatalista. Casado era un taimado. No enseñaba la oreja. Su hipocresía es manifiesta.

El clima político, a espaldas del pueblo desorientado, al que no llegaba más que lo que dejaba llegar Casado, era de descomposición del Frente Popular, por la actividad de zapa que desarrollaban anarquistas, socialistas y republicanos. La unidad que hizo posible la réplica al levantamiento fascista y reaccionario y la resistencia posterior, iba hacia la ruptura.

Sólo el Partido Comunista como tal sostenía a Negrín y estaba identificado con la política del gobierno. También hombres de otros partidos. Pero en febrero (creo que ya lo he dicho, aunque la insistencia no es redundancia) los republicanos, socialistas y otros estaban desmoralizados hasta extremos increíbles.

Los complotadores enseñan la oreja

Después de recorrer las provincias y celebrar una serie de entrevistas con personalidades políticas y militares, Negrín convocó a los altos mandos de la zona a una reunión que tuvo lugar en la finca Los Llanos (Albacete).

Participaron en dicha reunión: el general José Miaja, jefe del Grupo de Ejércitos; el general Manuel Matallana, jefe del Estado Mayor de aquél; el general Leopoldo Menéndez, jefe del Ejército de Levante; el general Escobar, jefe del Ejército de Extremadura; el coronel Domingo Moriones, jefe del Ejército de Andalucía; el coronel Segismundo Casado, jefe del Ejército del Centro: el almirante Miguel Buiza, jefe de la Flota; el coronel Camacho, jefe de las fuerzas aéreas de la zona, y el general Bernal, jefe de la Base Naval de Cartagena.

En nombre del gobierno, su presidente y ministro de Defensa Nacional informó de la situación política, del punto de vista del gobierno y de sus planes de resistencia, cuya esencia he señalado anteriormente. Las opiniones que manifestaron los mandos reunidos con Negrín estuvieron en consonancia con sus características. Muy someramente voy a señalar unas y otras.

El general Escobar (fusilado luego por orden de Franco), así como el coronel Moriones (que corrió la misma suerte) mandaban Ejércitos habiendo mandado columnas y otras unidades en el curso de la guerra. Ambos, profesionales y patriotas, apoyaron la posición de resistencia del gobierno.

Miaja y Matallana no discreparon de Negrín en la reunión, pero ninguno de ellos se pronunció abiertamente por la resis­tencia.

Menéndez, republicano de Azaña, del que fue inspirador militar y ayudante, negaba la posibilidad de defensa de la zona. La dimisión de Azaña, que conocía, hizo impacto en él y le dominaba el deseo de que "termine la guerra para reunirme con Don Manuel", en Francia.

También el coronel Camacho mantuvo la opinión de que no había nada que hacer. El general Bernal, cuya historia combatiente empezó y terminó en Somosierra y duró poquísimos días, mantuvo la posición de "lo que digan los demás".

Casado y Buiza emitieron su opinión contra la resistencia. Esa sola palabra sacaba de quicio a Casado, que ordenó a la censura militar tachada en todas las publicaciones que la mencionaban.

Hay que decir, como demostraron los hechos, que ambos, el jefe del Ejército del Centro y el jefe de la Flota, estaban ya "del otro lado".

Al producirse la reunión del 27 de febrero existía ya un compromiso de Casado y algunos dirigentes políticos repu­blicanos. Tres días antes, el coronel conferenció con dos representantes de Izquierda Republicana y:

"quedamos en que iríamos a París a llevarle un mensaje al Sr. Azaña, invitándole a volver a España, a retirar la confianza al gobierno Negrín, y a formar otro gobierno de republicanos y socialistas",

dice el coronel felón en su libro.

Como es bien sabido, Azaña respondió con la dimisión.

Casado, por un lado, como dirigente militar, y Bestéiro, por otro, como dirigente político, se habían asociado. La C.N.T. los apoyaba. La negligencia de Negrín, que conocía las actividades sediciosas de unos y de otros y no las cortó como pudo hacerlo, les daba alas. Se estaba creando una situación que tomaba rumbo hacia otra sublevación militar, que enarbolaría, también, la bandera del anticomunismo.

Hacia finales de febrero, Negrín llamó a Elda a un grupo de cuatro a cinco jefes militares entre los cuales estaba yo.

Me despedí de los camaradas que quedaban en Madrid, a los que informé de la llamada de Negrín, así como del motivo que la originaba: nuestra utilización. Antes de salir dejé montada la forma de seguir en contacto con todos ellos, a través del teniente coronel Manuel Tagüeña,

ya que seguía teniendo esa responsabilidad.

En Elda estaba instalado el gobierno. Al llegar me presenté a Negrin.

En aquellos días apareció mi ascenso a general en el Diario Oficial. También los de Antonio Cordón y Segismundo Casado.

Este, que estaba urdiendo la trama final de la sublevación, dio las gracias a Negrín, personalmente, por teléfono. Ante el general Hidalgo de Cisneros dio la orden de que le cambiasen las insignias en la guerrera.

Cuando Negrín, en presencia de Vicente Uribe y algún camarada más, me comunicó mi ascenso, le respondí que no era eso lo que me interesaba.

- ¿Qué es lo que a usted le interesa? - me preguntó Negrín.

- Mi utilización y la de mis camaradas, los demás mandos y comisarios que hemos venido de Francia.

Echándome el brazo por encima del hombro, me invitó a pasear.

- Modesto, con franqueza, ¿qué piensa usted de la situación?

- Que no hay otro camino para hacerla frente que la resistencia sobre la base de los tres puntos de Figueras. La posibilidad de un cambio en el exterior a nuestro favor es real. Ni el pueblo francés ni el pueblo inglés, ni importantes fuerzas económicas de ambos países han recibido Munich con flores, salvo sus hacederos del equipo de Chamberlain y Daladier. Las palabras de José Díaz de que los mismos aviones que bombardean nuestras ciudades bombardearán Londres, Paris y Bruselas son tan ciertas que...

- Me dice usted lo mismo que me dicen sus camaradas del Buró Político de su partido - me cortó Negrín.

- Es que esa es la verdad auténtica.

- Y de aquí, ¿sigue pensando como en la Agullana?

- Sí, exactamente igual. La política de resistencia de su gobierno es la única correcta.

- Es verdad. Yo creo también posible de seis a ocho meses de resistencia, en el caso peor, y en ellos puede cambiar la coyuntura internacional.

- ¡Déme usted la orden de relevar a Casado!

- Todavía no está decidido si le daremos a usted el mando del Ejército del Centro o el del Ejército de Maniobra.

- Pero no lo publique en el Diario Oficial. Si usted me dice que releve a Casado, es todo lo que necesito.

- ¿Quiere la orden por escrito?

- ¡No! Su orden verbal me es suficiente.

- Tenga usted paciencia. El día 5 de marzo, pasado mañana, me vaya dirigir al país para aunar voluntades y llamar al pueblo. Sus camaradas Uribe y Moix están de acuerdo. Me lo han propuesto hace varios días. Como cuando la crisis de marzo, como cuando la "charca". En cuanto a su utilización, ya le he dicho que se va a decidir entre hoy y mañana en el gobierno, lo mismo que la de todos los demás.

El 3 de marzo Francisco Galán fue nombrado jefe de la Base Naval de Cartagena, y Etelvino Vega comandante militar de Alicante. Ambos se hicieron cargo de sus nuevos destinos.

La Junta de Casado

En la mañana del 4 me llamó Negrín.

- Venga usted, Modesto.

-Ahora mismo.

- Traiga consigo al jefe de la 11.

Recogí a Joaquín Rodríguez, y hacia las ocho treinta estábamos donde Negrín, con el que se encontraban ya Vicente Uribe y Ossorio y Tafall.

- Se han sublevado en Cartagena-dijo Negrín al recibirnos-. Cuente usted, Ossorio.

-El coronel Armentia, con parte del Regimiento de Artillería de Costa y el de Infantería de Marina, con otros jefes y oficiales, no reconocen la autoridad del gobierno. Galán, que se había instalado en la Base Naval, fue a parlamentar con la Flota a petición de Buiza. Pero no ha vuelto. Yo he estado un poco en todas partes y hay un verdadero lió.

- ¿Y la Flota? - pregunté.

- Se ha hecho a la mar - dijo Ossorio.

- ¿También se ha sublevado?

- Hasta ahora es de la "No' intervención" – respondió Negrín, quien añadió: - Cuéntele usted, Uribe. Pero ahora vamos a lo que interesa -. Y prosiguió: -He dicho que venga usted, Rodríguez, para que tome el mando de las fuerzas que marchan contra los sublevados. ¿Está de acuerdo?

- A sus órdenes-respondió el jefe de la 11, que salió inmediatamente a cumplir las órdenes del ministro.
La insurrección de Armentía y compañía se confundió en la calle con los de la "quinta columna", que se apoderaron de la

Base Naval, de las baterías y de la emisora de radio, hasta que fue sofocada por las fuerzas al mando de Rodríguez. Cuando nos quedamos solos, el camarada Vicente Uribe me dijo:

- Lo de la Flota es serio y muy peligroso. El día 2 supo el gobierno que Buiza había anunciado a los mandos de la Marina un inminente golpe de Estado contra el gobierno Negrín; que se formaría una Junta Nacional de Defensa en la que estarían representados el Ejército, los partidos políticos y los sindicatos. La Flota se pondría a las órdenes de la Junta Nacional de Defensa. Acordamos en el gobierno que fuera el ministro de la Gobernación, Paulino Gómez, para advertir a los mandos de la Flota que el gobierno está decidido a frustrar la sublevación. Lo demás ya lo has oído.

El mismo día 3 - continuó Uribe - Negrín anunció a los dirigentes del Frente Popular de Madrid y a los jefes de los Ejércitos que se iba a dirigir a la nación por la radio. Luego agregó:

- Ya he visto que has vuelto a insistirle. ¿Te ha contestado como siempre?

- Sí, como las veces anteriores: que lo va a decidir el gobierno.

- No quieren dar a un comunista el Ejército del Centro comentó Vicente.

- Lo que sí ha dicho es que no me aleje de aquí.

- ¿Qué piensas hacer?

- Estarme aquí, en esta antesala del despacho en que está reunido el gobierno, para esperar sus órdenes.

- Haces bien, apruebo tu conducta.
Por esto que acabo de decir, fui testigo presencial de los últimos días del gobierno de Negrín.
Pero vayamos por partes.

Cuando las fuerzas leales estaban reduciendo a los sublevados de Cartagena, horas antes de que hablara Negrín por la radio, a medianoche del día 4 llegó la noticia de la constitución de la "Junta de Defensa". El conocimiento de la formación de ésta lo tuvieron los españoles a través de la, radio, en la que fue leído el manifiesto subversivo de la Junta, del que son los siguientes párrafos:

"Hemos venido a mostrar el camino por donde se puede evitar el desastre y a seguir ese camino con el resto del pueblo español, cualquiera que sean las consecuencias".

"Nos oponemos a la política de resistencia para evitar que nuestra causa termine en el ridículo o en la venganza".

"O todos nos salvamos, o todos perecemos, o nos hundimos" - decía el doctor Negrín -, "y el C.N.D. se ha dado por principio y fin, como su única tarea, la conversión de esas tres palabras en realidad".

"Yo os pido, poniendo en esta petición todo el énfasis de la propia personalidad, que en estos momentos graves asistáis, como nosotros asistimos, al poder legítimo de la República, que transitoriamente no es otro que el poder militar".

A continuación habló Casado "a los españoles de allende las trincheras". "La frase que hemos expresado, el dilema que tenemos delante: O todos nos salvamos, a todos nos hundimos", "volver los ojos al interés patriótico, la mirada a España" -dijo-: Esto es lo que nos importa como base de cualquier aspiración que lícitamente podamos tener. Nuestra lucha no terminará mientras no se asegure la independencia de España. El pueblo español no abandonará las armas mientras no tenga la garantía de una paz sin crímenes".

Se puede decir: ¡qué bien mentía Casado!

"El traidor no es menester..."

La Junta de Casado era una dictadura militar, con la máscara del Consejo de Defensa. Tenía como origen un centro militar que manejaba Casado y otro político que encabezaba Julián Besteiro, miembro de la Ejecutiva del Partido Socialista. Eran apéndices de Casado los ácratas, sus defensores y otros secuaces del coronel; de Besteiro lo era Izquierda Republicana. "Que gobiernen los militares", había dicho el profesor. Casado era el verdadero dictador militar, al que rodeaba una junta consultiva a la que dictaba su voluntad.

Al sublevarse Casado, Negrín acogió la noticia como si acabase de llegar del planeta Marte. Le llamó al teléfono y conversó con el traidor en los siguientes términos:

- ¿Qué ha hecho usted?

- Ya lo ve usted, sublevarme.

- ¿Contra quién?

-Contra usted.

- ¿Cómo es posible?

-Ya lo ve.

- Oiga, general Casado...

- No soy general, soy coronel.

- Queda usted destituido - terminó Negrin, dejándole el teléfono al general Hidalgo de Cisneros.

Muchas veces he pensado en esta conversación telefónica de Negrín con Casado, de la que fui testigo. ¿Es que Casado engañó a Negrín? ¿Hasta qué punto? Quizás esto explicara la resistencia de Negrín a designar un comunista al frente del Ejército del Centro.

El golpe de gracia a la moral del gobierno se lo dio la Flota. Ya he dicho que la mandaba el almirante Buiza. Otro colega de Negrín, Bruno Alonso, socialista, era el Comisario General de la Marina.

Desde que aquélla se hizo a la mar, el día 4 de marzo, estaba en rebeldía. Pero se preparaba para la deserción, y por eso los mandos comunistas, que eran poquísimos, fueron encarcelados o depuestos.

Dos veces pudieron corregir su actitud Buiza y Bruno Alonso. Una se la brindó el gobierno, cuando ya estaba dominada la sublevación casadista y quintacolumnista en Cartagena; otra, cuando el Comandante del destructor "Antequera" dijo a su jefe que, en vez de desertar, la Marina debía ponerse a disposición de la Junta, a lo que el Comandante de la flotilla de destructores respondió: La decisión del almirante está de acuerdo con el nuevo gobierno y facilita su misión. Los hechos posteriores demostrarían que Buiza decía verdad.

Hasta su salida de España, el gobierno siguió parlamentando con Casado y los elementos, de la Junta. Unas comunicaciones telefónicas seguían a otras.

Los jefes del Ejército estaban en el complot, salvo Escobar y Moriones, que luego lo aceptaron "como un mal menor".

En la noche del 4 a15 hablé nuevamente con mis camaradas de Madrid. Antes había pedido órdenes al gobierno para ellos. Este seguía parlamentando con los "juntistas", a los que propuso realizar un encuentro entre sus representantes y otros del gobierno, "para llegar a un acuerdo". Los casadistas, a los que sostenía el aparato del Estado, del que ellos mismos eran piezas principales, sobre todo en el Ejército, se negaron.

En otra conversación con Madrid, dije a mis camaradas, que seguían en Lista 20 y 23, que si las fuerzas políticas leales al gobierno no los necesitaban y seguían sin empleo, vinieran a reunirse con nosotros, como así lo hicieron. Si el gobierno se decidía a utilizamos y nos ordenaba algo, nos tendría a mano.

Las conversaciones gobierno-juntistas declarados o en vía de serlo, se sucedían. Cuando Negrín quiso volver por los fueros de la ley - creo que nunca pensó seriamente en hacerla - se encontró desasistido de todos con los que creía contar. Sólo los comunistas estábamos dispuestos a prestarle apoyo.

El día 5 sugerí que saliéramos aisladamente o en pareja a las provincias, para intentar restablecer la autoridad del gobierno. Mi propuesta fue desestimada. En la mañana de ese mismo día el general Matallana, que había sido nombrado unos días antes jefe del Grupo de Ejér­

citos, se encontraba en Elda. Traía la representación de Miaja y Menéndez. Los tres generales, que se habían acostumbrado a ser los amos de la zona durante el último año; los tres generales, que dieron motivos suficientes para ser desti­tuidos hacia meses por no cumplir las órdenes del gobierno; los tres, como era de esperar, eran juntistas. El dictador Casado ofreció la presidencia de la Junta a Miaja, que se prestó a presidirla; como en la noche del 18 de julio de 1936 se prestó a ser ministro de la Guerra en el abortado ministerio que se intentó crear; como se prestó a la misma noche a parlamentar con Mala por teléfono. ¡A qué no se prestaría Miaja!

Cuando Matallana salió de conversar con el gobierno, tenía lágrimas en los ojos. Me saludó y le volví la espalda. No sé aún si eran lágrimas de cocodrilo, o si unos restos de su honestidad político-militar se le salían licuados por no poder convivir con su postura traidora.

Cuando el gobierno se marchó, en realidad no tenía ya riada que hacer como gobierno. En la madrugada del 6 de marzo salí de España con los camaradas que fuimos del Ejército de Cataluña. Fue una decisión del Partido, sobre la base del enjuiciamiento de la situación, en el que participamos todos los allí presentes.

Entonces, si la memoria no me es infiel, cuando se examinó la situación después del afianzamiento -con el apoyo por negligencia del gobierno de Negrín- de la Junta de Casado, junta de traición, se desechó el llamar a la guerra civil en nuestro campo. Ello hubiera significado precipitar consciente e irreversiblemente la catástrofe, la pérdida de la guerra, la victoria de Franco, bajo nuestra responsabilidad principal. NO. Eso sería un crimen ante nuestro pueblo.

La decisión del Partido Comunista de España fue, pues, diferente.

Queríamos ganar la guerra, a través de la política de resistencia por encima de la Junta y de la voluntad de Casado. Pero el pueblo y nosotros con él seríamos derrotados por la traición, derrota siempre más costosa, de mayores sacrificios para los que la sufrimos. Más ignominiosa para los traidores. Estod son los responsables.

Sabíamos que la situación era difícil. También lo fue el 18 de julio de 1936. Y en los meses de marzo-mayo de 1938. En aquellas fechas, como en noviembre de 1936, las fuerzas exteriores e interiores que querían hacemos capitular, no pudieron llevar a cabo sus designios. Ahora, en marzo de 1939, por las debilidades de Negrín y las incidencias de la guerra, Casado, erigido en dictador, realizó la capitulación.

A la Junta la apoyaba el aparato del Estado republicano en el centro. Nuestra gran debilidad fue no atender suficien­temente la retaguardia.

A pesar de nuestros propósitos hubo "guerra civil en la guerra civil", provocada por la agresión de Casado a las fuerzas mandadas por comunistas. Agresión, por cierto, combinada con ataques fascistas. El IV Cuerpo, mandado por el anarquista Cipriano Mera, abandonó el frente de Guadalajara, que quedó así abierto al enemigo. Pero este no se movió en aquella dirección. Sí atacó, en cambio, en la Casa de Campo y en otros sectores de la defensa de Madrid contra la 7ª división que mandaba Ino González. Este batió a los de Casado y también al enemigo, recuperando lo conquistado por aquél y haciéndole 90 prisioneros.

A Casado, que en la mañana del 11 de marzo decidió comenzar las "negociaciones de paz" y elaboró un documento de 9 puntos, se le presentaron aquella misma tarde los representantes de Franco, en Madrid, que ya conocían el documento por habérselo entregado un consejero de la Junta, que les había informado.

Casado se entendió con ellos. El agente principal de Franco en Madrid era el teniente coronel de artillería Cendaños, al que acompañaba otro sujeto. Ambos le felicitaron por la decisión de negociar la paz. Pero advirtieron a Casado que los representantes de la Junta no tendrían otra misión que entenderse "sobre el modo de entregar la zona y el ejército republicano".

Desde ese momento Casado actuó a las órdenes de Franco. Se había sublevado contra Negrín "para obtener una paz honrosa". Pero la realidad era diferente. Acordó con Buiza la deserción de la Flota; ordenó a la aviación que se entregara el día 26 a Franco; provocó luchas internas que provocaron en Madrid más de 5.000 muertos; puso en libertad a los fascistas y encarceló a los comunistas y a todos aquellos que no aceptaban la capitulación, tildándolos de comunistas, porque nuestro Partido fue el único que se alzó y luchó contra aquélla.

La medida cabal de su traición la daría el propio Segismundo Casado, coronel felón, al confesar por la radio el día 26 de marzo: "Puedo asegurar que en toda la zona leal nada ha acontecido que no estuviera en los planes concebidos por nosotros al tomar el poder constitucional de la España republicana el 5 de marzo".

Su infamia era consciente.

Otro "juntista", el consejero de Hacienda y Economía, González Marín, ácrata, batiendo todos los records del cinismo diría también el 26, por la radio: "Para realizar la reorganización total de este país y dedicar las energías del pueblo a la guerra, no teníamos más remedio que derribar al gobierno Negrín, actuando por encima de consideraciones de carácter constitucional y jurídico".

Otros consejeros: Sánchez Requena, José del Río, Miguel San Andrés, cada uno a su forma, igualmente el 26, por la radio, dijeron que la junta había sido "sorprendida" por lo que había pasado y "no podía comprender" las intenciones del gobierno de Burgos, a quien le ofreció todo lo necesario para la rendición de la zona republicana en las mejores condiciones posibles. "Ingenuos". No tenían en cuenta el refrán castellano:

El traidor no es menester

después de traición pasada.

El Partido del pueblo

Cuando salimos de España, nos separamos de amigos inolvidables y camaradas entrañables, a muchos de los cuales no volveríamos a ver.

Siguieron en el país, o volvieron a él, para proseguir en las nuevas condiciones la misión y obra del Partido en las entrañas

del pueblo, en la lucha por la libertad. Ellos son nuestro orgullo. En la trayectoria seguida a través de los años, ha sido el Partido Comunista de España la fuerza política en liza per­manente en defensa del pueblo.

Como lo fue en la guerra: el 18 de julio; en la defensa de Madrid; en la contención del desastre del Este; en la resistencia de Levante; en la gesta del Ebro. Como lo fue en las crisis que se produjeron en el curso de la guerra; crisis todas ellas mortales para cualquier régimen que no tuviera el arraigo popular de la democracia española; crisis todas ellas superadas por la voluntad de los españoles y su unidad en la lucha.

Sólo cuando la unidad se deteriora, las dificultades son mayores; cuando se rompe, viene la derrota. Esa es la gran enseñanza.

No vencimos en la guerra, porque a pesar de ser su teatro nuestro territorio nacional, sus aguas y sus cielos, era el primer episodio de la segunda guerra mundial.

El enemigo tuvo de su parte fuerzas y medios a discreción, con arreglo a sus necesidades, y el arsenal bélico de las poten­cias nazi-fascistas, organizadoras de la gran tragedia mal llamada del 39-45, porque debe llamase del 36-45.

Las potencias occidentales aceptaron la intervención germano-italiana. La "No intervención", hija del imperialismo occidental, fue socia de aquella y la Junta de Casado su hijastra.

Salimos de España con la cabeza alta, como la mantuvo el pueblo español.

En todas partes los combatientes de España se incorporaron a las filas de la resistencia, aportando su temple, su pasión, sus experiencias, a la lucha por la democracia. Hoy, treinta años después, estamos orgullosos de la gesta imperecedera del pueblo español, del que somos hijos, en la guerra nacional-revolucionaria que libró contra los agresores.

Ellos, los agresores nacionales y extranjeros, desencadenaron la guerra, su guerra contra España, de la que se han lucrado el imperialismo y sus socios españoles. Al discurrir de los años, ya no es un secreto que la derrotada en 1936-1939 fue España, fueron sus hijos, beneficiándose el puñado de gentes de la situación y los potentados de la Banca y las finanzas nacionales y foráneas.

En la tragedia del final de la guerra, sólo el Partido permanece enhiesto, sin claudicar, sin responsabilidad histórica en la traición que desarma la defensa, acogota la resistencia y capitula.

En su puesto de combate, traicionados como el pueblo, junto con el pueblo, entramos los comunistas en el período del martirologio.

El destino del pueblo, su suerte, es la nuestra. Sus tragedias nos son propias, aceptadas por ser ley que nos rige, firmes, conscientes rumbo a la libertad, a la victoria indudables.

Esa es la razón de su existencia, la verdad del ser del Partido.

Este relato, conscientemente incompleto, se refiere sólo a la guerra. Los comunistas en ella cumplimos con nuestro deber. El pueblo español por su heroísmo y su sacrificio mereció la victoria. Hacia ella, y nosotros con él, marcha con firme paso.